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Ciclo de Seminarios 2008
Maestría en Manejo y Conservación de Rec. Nat. para la Agricultura
HUELLA ECOLÓGICA: USO DE LOS RECURSOS NATURALES Y DESARROLLO HUMANO A ESCALA
DE REGIONES Y NACIONES
Expositor: Ing. Agr. Gustavo Giaccio
Introducción
La gran expansión económica de las últimas décadas ha ido acompañada de un incremento acelerado del consumo de
recursos naturales por habitante, más marcado aún, en los países industrializados. Si bien el nivel material de vida se
ha incrementado, esto ha sido a costa de la degradación del patrimonio natural como bosques y otros ecosistemas,
suelos, agua, aire y la biodiversidad de nuestro planeta (Rees and Wackernagel, 1994).
La economía ha tomado un rumbo basada en dos criterios equivocados (Rees and Wackernagel, 1994; Lomborg,
2001), ellos son: 1) que los factores de producción son sustituibles al infinito y 2) que el uso más intenso de un
recurso garantiza un incremento de la producción. Esto hace suponer un mundo que tiene una capacidad de carga
infinita, lo cual contradice las leyes económicas y termodinámicas. A raíz de lo anterior, surge el concepto de la
Huella Ecológica (HE) introducido por Rees (1992) y elaborado por Rees and Wackernagel (1996) y Wackernagel
and Rees (1997). La HE se define como una medida de la apropiación humana de las áreas productivas del mundo,
cuantificando la demanda de la humanidad sobre la biosfera, en términos de área de tierras y aguas ecológicamente
productivas, necesarias para producir los recursos utilizados y para asimilar los residuos producidos por una
población definida, con un nivel de vida específico indefinidamente, donde sea que se encuentre esta área (Rees and
Wackernagel, 1996; Wackernagel et al., 2002; Monfreda et al., 2004). En otras palabras, es un indicador ambiental de
la presión o el impacto que genera, una determinada comunidad sobre su entorno.
Para ello, también se necesita conocer la productividad de los ecosistemas en que se producen los bienes o servicios,
para así poder convertir su peso o volumen en el espacio bioproductivo (Chambers et al. 2000).
El concepto se arraiga en la búsqueda de indicadores de desarrollo sostenible y más particularmente, en la necesidad
de analizar el consumo de recursos y relacionarlos con la capacidad de carga de nuestro planeta (Rees and
Wackernagel, 1994; Ceballos et al., 2005; Monfreda et al., 2004).
Una condición necesaria para la sustentabilidad es que la humanidad metabolice los recursos en desechos a una tasa
menor a la que la biosfera puede convertir a éstos, nuevamente en recursos. El Millennium Ecosystem Assessment
(2005) mostró que el uso humano está degradando el 60% de los servicios ecosistémicos del planeta.
Existen numerosos trabajos en la literatura examinando las fortalezas y debilidades de la HE (Chambers et al., 2000;
Constanza, 2000; Kitzes et al., 2007; Rees, 2000) y a pesar de las limitaciones reconocidas, sigue siendo la principal
herramienta biofísica de la ONU para comparar la demanda humana a la biosfera, con la capacidad ecológica de la
tierra para sostener la vida humana.
Existen otros servicios que son afectados directa o indirectamente por las actividades humanas y que no se computan:
emisiones industriales al aire (Herva et al., 2008), contaminación de suelos, agotamiento de la capa de ozono, etc.
La HE no incluye el agua dulce dado que, su demanda y uso no puede expresarse en término de superficie sin
embargo, un concepto similar fue introducido, la Huella del Agua (HA), medición de la apropiación humana de los
recursos globales de agua. La HA se mide en metros cúbicos por persona por año (Hoekstra, 2008).
Si bien en éste trabajo la escala de análisis es a nivel de regiones y naciones, la HE puede ser calculada para
individuos así como para cualquier comunidad bien definida: aldeas, ciudades o la población global.
La HE de un país está determinada por su población, por el consumo del ciudadano promedio y por la intensidad en
el uso de recursos para proveer los bienes y servicios consumidos. También estima el área requerida para absorber el
dióxido de carbono liberado cuando se queman los combustibles fósiles, menos la cantidad secuestrada por los
océanos y la vegetación terrestre. La huella de la energía nuclear -que representa alrededor del 4 por ciento de la HE
global- se incluye calculando la huella de una cantidad equivalente de energía proveniente de combustibles fósiles.
La HE no es una superficie continua dentro de un territorio ya que las personas consumen recursos y servicios
ecológicos provenientes de todos los lugares del mundo, de tal manera que su huella es la suma de estas áreas,
dondequiera que estén en el planeta. El análisis de ésta, no pregunta que cantidad de población puede ser sustentada
por un área dada dentro de un territorio particular, sino cuanta superficie se requiere para mantener a una población
determinada independientemente de donde se localiza esa superficie (Rees, 2000).
En contraste a la HE, la biocapacidad describe la biosfera como fuente productiva y su capacidad de proporcionar un
flujo de recursos biológicos y de servicios útiles a la humanidad. La biocapacidad de un país está en función de la
superficie de tierra y agua biológicamente productiva dentro de su territorio, y de su productividad promedio.
La HE y la biocapacidad se miden en hectáreas globales (gha). Una hectárea global representa una hectárea de tierra
con la bioproductividad media del mundo.
La relación entre la HE y su biocapacidad a escala de país, muestra si esa nación tiene un déficit o crédito ecológico.
En los primeros, la biocapacidad que poseen en sus propios territorios no alcanza para satisfacer su demanda (HE) en
cambio, en los segundos su HE es inferior a su propia biocapacidad (Informe Planeta Vivo, 2006). Los países con
déficit ecológico, mantienen su consumo de recursos utilizando sus bienes ecológicos a una tasa anual superior a la de
regeneración, importando recursos de otros países o generando más desechos de los que pueden absorber los
ecosistemas ubicados dentro de sus fronteras.
La relación entre la HE y la biocapacidad es un indicador útil de la continuidad ecológica, si calculamos el cociente
entre la HE por individuo nacional y la biocapacidad global por individuo disponible, este valor indica el número
mínimo de planetas equivalente Tierra, que serían requeridos para sustentar la población humana actual si el nivel de
consumo de un país dado, fuera universal (Moran et al. 2008).
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Un cociente por encima de 1 indica un “exceso” global (la utilización de muchos más recursos de los que el planeta
puede sustentar), una condición en la cual los bienes y servicios ecológicos están siendo consumidos a una tasa más
alta que la tasa de regeneración de la biosfera. El déficit ecológico resultante del “exceso” si continúa, degrada el
capital natural que proporciona estos recursos.
Cabe preguntarse: 1) ¿Que naciones y regiones hacen un uso racional de los recursos naturales en función de la
bioproductividad, para cubrir las necesidades de su población y garantizarle un alto desarrollo humano sostenible en
el futuro?; 2) ¿Hay desigualdades en el uso de recursos en el mundo?
Aquí es donde aparece la importancia del Desarrollo Sustentable ya que es el único que nos puede ayudar a equilibrar
nuestro planeta y, se puede evaluar utilizando: 1) el Índice de Desarrollo Humano (IDH), propuesto por las Naciones
Unidas como indicador de bienestar, y 2) el cociente entre la HE -como una medida de la demanda sobre la biosfera-,
y la Biocapacidad –como una medida de la oferta de la biosfera-.
El IDH se calcula a partir de la expectativa de vida, el nivel de alfabetización, educación, condición de la mujer,
justicia, acceso a salud, PBI por persona, etc. Se considera que un valor superior a 0,8 indica un alto nivel de
desarrollo humano.
Por su parte, la continuidad, requiere que el cociente entre HE y biocapacidad sea ≤ 1 (Ceballos et al., 2005; Wilson,
2002) para no sobrepasar la capacidad de carga de la biósfera.
Resultados
El componente de la energía en la HE, es el que contribuyó con mayor peso en los países industrializados respecto a
los que estaban en vías de desarrollo (Moran et al.2008).
En 2003, la HE global por persona era 2.2 gha, aunque variaba enormemente entre los diferentes países, algunos con
una HE mayor que el promedio global (Hails et al., 2006), tales como los Emiratos Árabes Unidos con 11.9, USA
9.6, Inglaterra 5.4 y Alemania 4.7. Entre los países con más bajas HE vemos a lo que estaban en vías de desarrollo,
como el caso de Bangladesh con 0.5. Como ejemplos de América Latina, podemos mencionar a Argentina, con una
HE de 2.3 gha / persona, a Brasil con 2.1, a Chile con 2.3, a Uruguay con 1.9 y a México con 2.6 (Informe Planeta
Vivo, 2006).
En 2003, la biocapacidad global disponible era 1.8 gha., esto representa una disminución significativa a partir de 3.4
gha de la biocapacidad disponible en 1961. Esta declinación ha sido conducida en gran parte por el crecimiento de la
población, lo que condujo a una menor área bioproductiva disponible por persona.
El cociente mundial entre la HE de la humanidad y la biocapacidad global en 2003, fue de 1.25. Comparar las HE
nacionales con la biocapacidad global no presupone un juicio sobre la distribución igualitaria de los recursos
planetarios, pero indican sucintamente qué naciones alcanzaron estructuras de consumo que se podrían extender por
todo el mundo sin llevar al “exceso” global.
Analizando la biocapacidad a nivel de macroregiones, América del Norte posee el déficit por habitante más alto: una
persona promedio utiliza 3,7 gha más que las disponibles; le sigue la Unión Europea, con un déficit por persona de
2,6 gha, utilizando más del doble de su propia biocapacidad.
En el otro extremo, están África y la región del Pacífico de Asia, utilizando menos del promedio global de
biocapacidad por persona y América Latina, con reservas ecológicas de 3,4 gha / habitante, de tal manera que la HE /
habitante es sólo un tercio de la biocapacidad disponible.
Si analizamos América Latina, a escala de naciones: Argentina, posee una biocapacidad de 5.9 gha originando una
reserva ecológica de 3.6 gha; Brasil una biocapacidad de 9.9 gha generando una reserva de 7.8 gha; Chile con una
biocapacidad de 5.4 gha con una reserva de 3.1 gha, Uruguay con una biocapacidad de 8.0 gha generando una reserva
de 6.1 gha y, México con una biocapacidad de 1.7 gha y un déficit de 0.9 gha (Informe Planeta Vivo, 2006).
En lo que respecta al IDH, las diez naciones con más altos valores son: Islandia (0.968), Noruega (0.968), Australia
(0.962), Canadá (0.961), Irlanda (0.959), Suecia (0.956), Suiza (0.955), Japón (0.953), Países Bajos (0.953) y Francia
(0.952), marcando –excepto en el caso de Japón-, la supremacía de Europa. En América Latina, Argentina se
encuentra en el lugar 38, con un valor de 0.869, siendo el país mejor ubicado de ésta región; Brasil en el lugar 70 con
0.800; Chile en el lugar 40 con 0.867; Uruguay en el lugar 46 con 0.852 y México en el lugar 52 con 0.829 (Informe
sobre Desarrollo Humano 2007 / 2008).
Discusión
El Informe Planeta Vivo 2006 confirma que estamos utilizando los recursos del Planeta más rápido de lo que se
pueden renovar, los datos disponibles para 2006 indican que la HE de la humanidad, se ha más que triplicado desde
1961. Nuestra HE actual excede en casi un 25 por ciento la capacidad del planeta de regenerarse.
Si continuamos nuestra actual trayectoria, aún las proyecciones optimistas de las Naciones Unidas, se plantea que en
el año 2050 la humanidad demandará recursos al doble de la tasa a la que la Tierra los puede generar.
Entre 1975 y 2006, muy pocos países con un HDI mayor de 0.8 disminuyeron el cociente entre su HE y su
biocapacidad, sugiriendo que muchas naciones de altos ingresos no han tenido éxito en adecuar sus estructuras de
consumo dentro de los límites ecológicos, durante este lapso de tiempo. También, en el mismo período, los países de
altos ingresos aumentaron su cociente de planetas equivalente Tierra de 1.9 a 3.7. A una escala más grande, casi todas
las regiones mostraron aumentos en ambos valores, HDI y cociente entre HE y biocapacidad; el mundo en conjunto
incorporó el “exceso” ecológico (Moran et al. 2008).
Algunos países con ingresos inferiores están experimentando aumentos del HDI sin aumentar el cociente
mencionado, durante este plazo, como es el caso de Burundi, Congo, Costa de Marfil, Malawi, y Uruguay aunque
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cabe consignar que sólo Uruguay alcanzó un HDI alto en tanto, los restantes países aún poseen valores bajos
(Graymore et al. 2008).
Considerando ambos parámetros, las 10 naciones mejor posicionadas y cuyos modelos les han permitido balancear el
cociente entre HE y biocapacidad con el HDI son: Finlandia, Noruega, Austria, Suiza, Suecia, Canadá, Gabón,
Uruguay, Irlanda y Dinamarca (Wilson et al. 2007).
La situación global limitará la posibilidad de desarrollo en los países pobres y la de mantener su prosperidad en los
países ricos, a menos que se trate de adoptar los modelos exitosos (Wilson et al. 2007). La situación de América
Latina en general, y de Argentina en particular, considerando los parámetros analizados, es buena a pesar de no
figurar entre las diez naciones mejor posicionadas.
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