Capítulo 4 ¿Aceleración o disminución del ritmo del progreso técnico? ¿Qué lugar debemos atribuirle al progreso técnico en la explicación del desempleo? La cuestión merece un examen cuidadoso. En primer lugar, el aumento de la desocupación se imputa a menudo a la aceleración del progreso técnico. Hay que decirlo sin ambages: esta explicación es falsa. Pero eso no significa que el progreso técnico y el cambio de sus ritmos no sean centrales en el análisis de la crisis y del desempleo: lo son, pero de otro modo. La crisis no apareció ni se formó una ola de desocupación porque se aceleró el progreso técnico sino que eso se produjo porque algo se descompuso en el curso de este último. Queda por precisar qué. El razonamiento que convierte a la aceleración del progreso técnico en responsable del desempleo es simple: la mecanización torna superflua la mano de obra y entonces se prescinde de los trabajadores. Este análisis, que se une a otras preocupaciones, sobre todo ambientales, se integra bien en un cuestionamiento general del progreso: sería una de sus consecuencias dañosas. Los hechos no apoyan esta interpretación. En ningún caso se podría hablar de aceleración. Por el contrario, los ritmos del progreso técnico se redujeron. No hay duda de que la producción está cada vez más mecanizada y que, comparativamente, requiere cada vez menos trabajo vivo. Sin embargo, la rapidez de esos progresos no deja de disminuir desde mediados de los años 1960.Lo dijimos en el capítulo anterior, la ola de desempleo tuvo otras causas: la lentitud del crecimiento económico – lentitud del aumento de la producción y lentitud de la acumulación del capital. Un indicador simple del progreso técnico es el progreso de la productividad del trabajo. Esta variable mide la evolución de la producción realizada en promedio por un trabajador en una hora. En los hermosos años 1960, en los que prevalecía casi el pleno empleo, los avances de la productividad del trabajo eran comparativamente rápidos; los años de la desocupación estructural fueron, inversamente, años de progreso lento: todos los años la producción ahorraba mano de obra pero a un ritmo que disminuía constantemente. Lejos de oponerlos, esas observaciones asocian por lo tanto el pleno empleo con el vigor del progreso técnico y no un progreso técnico mayor y la desocupación. (%) Estados Unidos Europa 65-74 75-84 65-74 75-84 Tasa de crecimiento de la productividad del trabajo 2.1 0.9 4.9 2.9 Tasa de desempleo 4.5 7.6 1.8 6.1 No es la aceleración del cambio técnico lo que explica el aumento de la desocupación. Esta comprobación puede ser considerada sorprendente pero también tiene algo intuitivo. La rapidez del progreso técnico es un signo de la salud de la economía y de su dinamismo: lo mismo vale para el pleno empleo. De un modo trivial: cuando el progreso técnico marcha bien, la economía marcha bien1. La disminución del ritmo de crecimiento del progreso técnico es un fenómeno muy conocido por los especialistas y que originó una vasta controversia. La emoción que provocó fue más fuerte en Estados Unidos que en Europa porque planteaba de modo agudo el problema de la preeminencia estadounidense, en particular respecto a Japón, que mantuvo durante mucho tiempo ritmos de progreso mucho más elevados. La figura 4.1 expresa el curso de la productividad del trabajo desde la Segunda Guerra mundial para Europa y Estados Unidos. El aplastamiento de la curva a lo largo de los años traduce la caída de la tasa de crecimiento de esta variable. La disminución del ritmo de progreso general es muy evidente. En Estados Unidos, en el período 1946-1970, la tasa anual media de crecimiento de la productividad horaria del trabajo fue 3.3%. En ninguna de las décadas siguientes superó el 1.5%. 1 Es innecesario decir que aquí no discutimos las consecuencias de esos progresos sobre los modos de vida o el ambiente. Figura 4.1 Productividad del trabajo (dólares de 1990 por hora): Europa (− ∙ −) y Estados Unidos (―) Alemania, Francia y Reino Unido (conjunto de las empresas).La productividad del trabajo es el cociente de la producción, corregido descontando la inflación, por el número de horas trabajadas. Esta figura es la primera que utiliza una escala logarítmica: la inclinación de las curvas es proporcional a la tasa de crecimiento de las variables. Las fluctuaciones recurrentes (pequeñas en la figura) son los efectos de los aumentos repentinos o de la reducción de la actividad. ¿Es posible observar una reciente recuperación del crecimiento de la productividad del trabajo? En los últimos cinco años del siglo pasado la tasa de crecimiento media de la productividad del trabajo llegó, en efecto, a 1.7%. La recuperación es real, pero sigue siendo débil2. Esas observaciones contradicen la imagen, bien anclada en las mentes, de un cambio técnico sostenido por un flujo continuo de nuevos bienes y servicios (los rendimientos crecientes de las técnicas informáticas y de comunicación son motivo de permanente asombro, tanto si maravillan como si irritan). A este respecto hay que hacer notar dos cosas. En primer lugar, habría que relativizar ese juicio al comparar las innovaciones más recientes con las de los períodos anteriores: de la revolución industrial, del fin del siglo XIXº, del comienzo del siglo XXª o de los primeros 2 Vino después de cinco años particularmente desfavorables pues la tasa había caído hasta 1.1% entre 1990 y 1995 lo que explica el modo con que fue saludada. En este análisis habría que reconocer el papel de una mejora tendencial eventual de las condiciones del cambio técnico y del efecto de las fluctuaciones de la actividad (recalentamientos y recesiones) cuyos efectos registra la productividad del trabajo. decenios de la postguerra. ¿Los progresos de esos años no eran igualmente considerables? ¿Qué decir de la electricidad o de la radio? Muchas innovaciones anteriores a la Segunda Guerra mundial, incluso muy anteriores como el automóvil, se difundieron ampliamente en Europa después de la guerra. Lo mismo sucedió con la mecanización de la vida en las casas permitida por el desarrollo de los electrodomésticos o por la invasión de las materias plásticas. Ciertamente que los teléfonos portátiles, las computadoras domésticas e Internet son fascinantes pero las décadas anteriores también habían aportado sus contingentes de productos. En segundo lugar, ese flujo de innovaciones expresa otro fenómeno, diferente del que mide la variación de la productividad del trabajo, aunque los dos procesos tengan ciertas relaciones. La capacidad de ahorrar recursos necesarios para la producción de un bien o de un servicio (lo que mide el progreso de la productividad del trabajo) es algo distinto de la aparición de los bienes de consumo. En nuestro análisis del desempleo la expresión progreso técnico debe ser siempre entendida en el sentido de progreso de las técnicas de producción (que combinan mecanización y organización), desde el punto de vista estricto de la capacidad de ahorrar recursos utilizados para la fabricación de un bien o la prestación de un servicio. Esta es la forma de progreso técnico que es importante para la rentabilidad y para el empleo cuando uno considera globalmente la economía. Si no se trata de la aceleración ¿cuál es entonces la relación entre el progreso técnico y el desempleo? En nuestra opinión, el lazo es indirecto pero muy simple: ¡es, a la inversa, le reducción del ritmo del progreso técnico lo que está en cuestión! Para entender esto hay que volver al primer esquema del capítulo 3 que describe la cadena que va desde los factores de la caída de la tasa de ganancias a los efectos de esa baja, entre los cuales se cuenta la desocupación. Se llega al resultado siguiente: el progreso técnico entra en el análisis de la desocupación debido a su papel en la evolución de la tasa de ganancia. Hay que precisar el esquema anterior haciendo del progreso técnico uno de los determinantes de la tasa de ganancia: Progreso técnico lento → Caída de la tasa de ganancia → Ritmo más lento de acumulación → Desempleo El progreso técnico está ligado con la desocupación por esta vía indirecta. Dado que es uno de los determinantes de la tasa de ganancia, puede ser una de las causas de su baja; la baja de la tasa de ganancia reduce el ritmo de la acumulación; esto se refleja en la insuficiencia del crecimiento del empleo; la desocupación expresa esa insuficiencia. Vamos ahora a ver el primer eslabón de esta cadena: la relación entre el progreso técnico y la variación de la tasa de ganancia. ¿Qué puede sucederle al progreso técnico que pueda explicar la baja de la rentabilidad del capital? El primer índice que poseemos de alteración del progreso técnico fe la pérdida de velocidad del crecimiento de la productividad del trabajo que describe la figura precedente. Durante las décadas 1950 y 1960 cada año se ahorraba en la cantidad de trabajo necesaria para la producción de un bien o de un servicio; el ritmo de ese ahorro después se redujo. Para entender las fuentes de dicha pérdida de velocidad hay que recordar que la palanca principal para economizar trabajo es la mecanización. Se utiliza relativamente menos trabajo vivo porque se recurre a más capital fijo (o a elementos menos costosos). El término mecanización es un poco restrictivo porque significa, hablando estrictamente, una mayor utilización de máquinas (de materiales) en la producción mientras que el capital fijo tiene otros componentes, como los edificios, pero es utilizado corrientemente en un sentido ampliado. No basta pues con comparar el trabajo que se consume en la producción con el producto que se obtiene para poder hablar de progreso. Hay que preguntarse igualmente sobre la cantidad de capital fijo que requiere la producción y el aumento de capital que exige el ahorro de trabajo. Así como la productividad del trabajo mide el producto obtenido por hora de trabajo, la productividad del capital mide el producto obtenido por unidad de capital, es decir, por franco en capital fijo (cuadro 3.1). ¿Cuántos euros en productos cada año por un franco en edificios, máquinas o vehículos? Esa es la cuestión. La variación de esta variable es un elemento crucial de la transformación que se produjo en los años 1970. El examen de la productividad del trabajo en Estados Unidos, en la figura 4.2, revela un resultado espectacular. Mientras desde la Segunda Guerra mundial había fluctuado sin que se esbozase ninguna tendencia muy clara, a partir de los años 1960, justo antes de la crisis, comienza un movimiento de fuerte decrecimiento. Una evolución similar, más regular, aparece igualmente en Europa, por lo menos desde 1961, fecha en que comienza la serie (figura 4.3). Esas tendencias de la productividad del trabajo relativizan mucho la noción de progreso técnico, expresión que sin embargo utilizaremos. Se siguieron realizando ahorros en la producción, sobre el trabajo, pero fueron pagadas por un aumento de la necesidad de capital: menos por un lado, pero más por el otro, progreso por un lado y, en cierto sentido, retroceso por el otro. La existencia de esa mecanización es conocida, pero hay que examinar los rasgos característicos. Ese aumento del peso del capital alcanzó un grado tal que su precio total no cesó de acrecentarse con respecto al de los bienes y servicios producidos, como lo indica la caída de la productividad del capital. Si la mecanización permitió el crecimiento de la productividad del trabajo, su costo limitó las potencialidades en términos de rentabilidad. La mecanización podía ser eficaz con relación a la mano de obra que permitía ahorrar, pero era cara. Ese curso muy particular del progreso técnico, lastrado por masas crecientes de capital, ya había llamado la atención de Marx a mediados del siglo XIXº y él lo había puesto en el centro mismo de su análisis de la tendencia a la baja de la tasa de ganancia en su libro III del Capital (cuadro 4.1). Por esta razón llamamos progreso técnico a la Marx un progreso en el cual el capital aumenta no solamente con respecto al trabajo utilizado sino también con relación a la producción realizada: cada vez menos trabajo pero cada vez más máquinas en relación con la producción. El período de baja de la productividad del capital, en las figuras 4.2 y 4.3, puede ser así calificado de período a la Marx. Este carácter es importante porque trae aparejado otro: un progreso técnico de ese tipo va acompañado en general por la baja de la tasa de ganancia (figura 3.1). Ese curso desfavorable del progreso técnico no es permanente. Una investigación histórica que va más lejos hacia el pasado revela que Estados Unidos habían salido de la Segunda Guerra mundial en una situación muy ventajosa en lo que se refiere a los ritmos y las formas del cambio técnico3. Un verdadero progreso se manifestaba en todos los planos: de año en año se necesitaba cada vez menos trabajo y menos capital por unidad producida. La tasa de ganancia aumentaba aunque el salario real conociera un ritmo de crecimiento particularmente elevado. A la desaparición de esos rasgos ventajosos del cambio técnico hay que imputar la caída de la tasa de ganancia y, por consiguiente, la disminución del ritmo de acumulación, el insuficiente crecimiento del empleo, la desocupación. La tasa de ganancia no depende sólo de la técnica, sino también de los salarios. Por lo tanto muchos responsabilizan al crecimiento excesivo de los salarios de la baja de la tasa de 3 Volveremos sobre esto en el capítulo 16, Un precedente histórico: la crisis del fin del siglo XIXº. ganancia. En el curso del período algo ha cambiado desde el punto de vista del salario: su crecimiento se hizo más lento, como lo muestra el cuadro siguiente, y ese movimiento va en sentido inverso del que permitiría imputarle la baja de la tasa de ganancia. 4.1 La tendencia a la baja de la tasa de ganancia En el libro III del Capital Marx hizo una descripción muy detallada de un conjunto de «tendencias históricas» características de la producción capitalista. Esta noción de tendencia nos remite a evoluciones a muy largo plazo de la técnica y de la distribución, grandes movimientos observables independientemente de las fluctuaciones del ciclo coyuntural (la sucesión de recalentamientos y recesiones). La más conocida de esas tendencias es la famosa baja tendencial de la tasa de ganancia pero la descripción que da Marx incluye igualmente el progreso de la productividad del trabajo, el alza de la composición del capital (la relación capital-trabajo), la continuación de la acumulación de masas crecientes de capital aunque la tasa de crecimiento del stock del capital disminuya, y el aumento del empleo. Se trata pues de una trayectoria de crecimiento y de progreso de la productividad del trabajo pero en la cual la tasa reganancia baja. La intuición fundamental de Marx es que los progresos de la productividad del trabajo exigen generalmente una costosa mecanización. En lugar del aumento de la composición del capital, muy a menudo hacemos referencia a la baja de la productividad del capital para caracterizar el perfil de esa mecanización. Llamamos a esas trayectorias, trayectorias a la Marx. En diversos trabajos hemos interpretado la intuición de Marx como «dificultad de innovar». Esta dificultad remite, nos parece, a una contradicción entre los intereses individuales y colectivos en materia reinvestigación y de desarrollo de nuevos procedimientos. El perfeccionamiento de procedimientos es costoso y es muy difícil proteger los resultados, que tienden a difundirse. Una legislación estricta de protección de las patentes tendría, por otra parte, el inconveniente de frenar la difusión del progreso. El interés de este análisis consiste en que el sistema capitalista efectivamente tiende a colocarse en tales trayectorias aunque pueda escapar de ellas en ciertos períodos, teniendo en cuenta la acción de contratendencias o de metamorfosis más o menos profundas de su funcionamiento. Los períodos de baja de las tasas de ganancia conducen a grandes crisis estructurales que el capitalismo asta ahora no ha sido capaz de evitar pero sí ha podido superar. Las condiciones del cambio, la aparición de contratendencias, son creadas por la tendencia misma, aunque en eso no haya nada automático. Figura 4.2 Productividad del capital (―) y parte de las ganancias (·····) (1966=1): Estados Unidos Figura 4.3 Mismas variables: Europa . La productividad del trabajo es el cociente de la producción por el stock de capital fijo (cuadro 3.1). La parte de las ganancias es el cociente de la definición amplia de las ganancias (antes de impuestos, intereses y dividendos) por la producción. En esas dos figuras las series han sido divididas por su valor en 1966 para normarlas en 1 en ese año. Las escalas verticales y horizontales son idénticas en las dos figuras (%) Estados Unidos 65-74 Tasa de crecimiento del costo salarial Tasa de ganancia 75-84 Europa 65-74 75-84 2.4 1.1 5.5 2.7 19.7 14.8 18.1 13.8 No es la aceleración del alza de los salarios lo que explica la baja de la tasa de ganancia El período de crisis coincidió muy tempranamente con un control severo del progreso del salario y de las cotizaciones sociales, y la ola de desocupación que acompañó la crisis ayudó poderosamente a reducir esos ritmos. A lo largo de la crisis la tasa de crecimiento del salario no cesó de disminuir hasta quedar reducida a casi nada o directamente anulada4. Confrontados con la reducción del ritmo del progreso técnico, los empleadores pretendieron lanzar todo el peso sobre los hombros de los asalariados. Lo consiguieron con cierto retraso. Pero no hay que invertir el orden de ese encadenamiento. El aumento demasiado rápido del salario no perturbó un mundo tranquilo. Es la ruptura del curso del progreso técnico lo que trazó una nueva trayectoria a la economía; el salario fue ajustado a la misma. A pesar de la reducción del crecimiento del salario, el costo del trabajo pesó cada vez más sobre la rentabilidad del capital. En Estados Unidos ese peso fue moderado hasta mediados de los años 1970, mientras la disminución del ritmo de crecimiento de la productividad del trabajo fue débil. De este modo la parte de las ganancias en la producción disminuyó lentamente hasta esa fecha, como se puede ver en la figura 4.25. La baja de la parte de las ganancias, resultante de la fortísima disminución del crecimiento de la productividad del trabajo, contribuyó sensiblemente a la de la tasa de ganancia en la segunda mitad de los años 1970. Una evolución análoga se produjo en Europa (figura 4.3). Los que convierten al salario en responsable de la caída de la tasa de ganancia quieren en realidad decir que los salarios habrían debido adaptarse inmediata y completamente a ese 4 Capítulo 6, Controlar el costo salarial, embridar al Estado providencia. 5 Esos razonamientos están influenciados por las relaciones introducidas al final del cuadro 3.1 curso desfavorable del cambio técnico para que se pudiera mantener íntegramente la rentabilidad del capital. Pero, hablando de esto ¿cuál fue la actitud de los otros grupos sociales? Volveremos sobre este punto. En total, los acontecimientos se desarrollaron del modo siguiente. En los años 1960 o incluso antes aparecieron condiciones desfavorables del progreso técnico. A pesar del freno gradual al ritmo de los aumentos salariales, la rentabilidad del capital se derrumbó y el crecimiento económico (la tasa de acumulación del capital) disminuyó sensiblemente tanto en Europa como en Estados Unidos. Las economías europeas, en particular, se encontraron de golpe con que eran incapaces de engendrar una masa de empleos que correspondiese a la población disponible – y de ahí la ola de desocupación estructural. La cadena iba del progreso técnico a la desocupación, a través de la rentabilidad del capital y de la acumulación. No se trataba por consiguiente de los excesos del progreso sino de sus debilidades. A riego de anticiparse, no es posible dejar de observar en las figuras 4.2 y 4.3 los rasgos específicos de las últimas décadas, desde comienzos de los años 1980. Se ve claramente esbozarse una tendencia al aumento de la productividad del capital y de la parte de las ganancias, que hay que enlazar con el de la tasa de ganancia (figura 3.1) – un elemento esencial del cambio de curso del capitalismo que señala la entrada en una nueva fase 6. Sin embargo no se ve ninguna mejora sensible respecto a la productividad del trabajo (figura 4.1). 6 Seminario Marxista: ¿Una nueva fase del capitalismo?, París: Syllepse, 2001.