“Los Cinco Pechos del Agua” Iumu Itsukua Jatákuecha

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“Los Cinco Pechos del Agua”
“Iumu Itsukua Jatákuecha”
Idioma: P’urhepecha
Nombre Completo del Participante: Dagoberto Huanosto Cerano, 73 años, hombre, maestro de
Educación Indígena (jubilado).
Teléfono móvil: no cuenta con celular, contactar al celular de su hijo: 4521673711.
Correo electrónico: ghuanosto@hotmail.com.
Domicilio: Zacán, Municipio de Los Reyes, Michoacán, domicilio conocido.
Domicilio de hijo (contacto): Atenas #559, esquina con Paraguay, CP #60170, Fraccionamiento Inf.
Aguacates, Uruapan, Michoacán.
INTRODUCCION
Estoy sentado bajo la sombra de un troje, evitando el calor que hace afuera, en el que
hasta el día de hoy ha sido mi vivienda, hecha por mis antepasados con las mejores y
más sazonas maderas de pino, es un troje viejito y acabado por el paso de los años,
pero estoy seguro que el acogerá a otros y otros que como yo, se sentarán a soñar en
su regazo.
Y mientras descanso y cierro mis ojos cansados un ratito, platico en silencio con el
pasado, llevando y trayendo recuerdos, unos muy bonitos como para retenerlos y otros
para olvidarlos, pero es necesario repasarlos a todos, porque de ellos sacaré lo que
escribiré para ustedes, para que sepan cómo fue el ayer cuando yo era niño,
retrocediendo setenta y tres años y compararlos con el hoy que vivimos.
Así, después de un largo suspiro, abro lentamente los ojos dirigiéndolos hacia el sur,
por donde queda el cerro grande de Tancítaro, allá por donde nació el volcán
Parhikutini, luego mirando más hacia el oriente diviso el cerro de Jurhita Erandi, por
donde ya se empiezan a juntar algunas nubes muy blancas anunciando que por ese
rumbo como siempre, llegaran las aguas, como les nombramos por aquí.
Pero antes que se me olvide, les estoy hablando de una pequeña comunidad
desatinadamente nombrada Zacán, pues su verdadero bautizo es Tsakani y significa
“labrar piedra” o “cavar donde hay piedra”, en la lengua materna.
Geográficamente nos encontramos sobre la sierra michoacana, en el llamado eje
volcánico muy cerca del volcán Parhikutini, entre las ciudades de Uruapan y Los Reyes,
a una altura de 2,600 mts del mar, con una población cercana a los mil habitantes.
Lo que a continuación sabrán por medio de la palabra escrita es la cosecha de haber
vivido con alegría y agradecimiento a las cosas que me rodean, pues debería ser
imperativo que cada uno devolviéramos un poquito de todo lo que hemos recibido, en
este caso a la naturaleza, si no se puede en obra y en especie, siquiera en palabras de
ánimo, de esperanza, porque ya no es momento de lamentar…..hay que unirnos para
lograr frenar este catastrófico problema del agua.
ANTECEDECENTES
De alguna manera sabemos pues de este enorme problema que se está viviendo sobre
la tierra, incluyendo a estos rincones, acá entre las montañas, respecto a la escases del
agua potable, y aunque de poco sirva lo que yo pueda aportar en favor de esta
necesidad urgente, voy a revivir el pasado, quizá aquellas experiencias de los que
vivieron mucho antes que nosotros, sirvan para tratar de conservar lo que aún nos
queda.
Y pensando en eso, sigo mirando el cielo y me divierto con el juguetear de las nubes,
las que como gigantes enamorados, se apachurran, se besan y se abrazan, y en su
espectacular cortejo, gritan, sudan y lloran gototas de agua y granizo en medio de
estruendosos truenos, avisando que ya regresan como cada año a dar vida a los
hombres, a las plantas y a los animales.
Por estos meses de Junio han llegado casi siempre las grandes tormentas, a veces
poco adelantadas o retrasadas, según aparecieran también las señales de la naturaleza
por ejemplo: cuando se miran los rastros de las víboras, o las mismas atravesando los
caminos, o cuando florecen las jaras y cuando cantan los pajaritos, esos que se oyen
como si trajeran agua en los piquitos, y sumado a esto y otras señales, la aparición de
la luna nueva media vertical en estos meses allá en el cielo…..entonces decimos que la
luna trae agua.
RELATO: “LOS CINCO PECHOS DEL AGUA”
Bienvenidos a la falda de la Sierra P’urhepecha.....donde crece el encino y el pino
perfuma el ambiente…. donde huele a flores silvestres y el campo se aroma de
tejocotes….
Ahora vamos a caminar juntos por las veredas de los montes y los llanos, para que
ustedes sean testigos de los que fue y lo que es ahora el campo, y el pueblo, y el
pensamiento de la gente que se dice moderna.
Comenzaremos con los cinco pechos, importantísimos tesoros de agua que nos da la
madre tierra, los que nos han amamantado, no se desde cuándo, con su sangre, con su
agua que gota a gota sale de sus venas.
A tres kilómetros más o menos de mi nuestro pueblo Tzakani, está la noria de Uancho
rodeada de pinos y encinos, allí cada tarde sacábamos agua para darles de beber a los
caballos de trabajo, con los que hacíamos todos los quehaceres del campo, al igual que
a las reses que llevábamos a pastar.
También para nuestro pueblo; está la noria de Turátiro, un poco más pequeña pero nos
dio y nos sirvió como la otra….
Luego caminamos hacia el cerro de Paramba, más o menos igual de retirado, aquí
tenemos un manantial a flor de tierra, pues es un estiladero que sale de los alrededores
de la barranca formando un chorrito que despacito va llenando una canoa de madera
donde los animales que pastan libres por esos lugares y los que nos ayudan con las
labores acuden a refrescarlos, y muchas aves revolotean en busca de agua…… y para
acercarnos al pueblo llegamos al tanquecito de Uecato, otro escurridero chiquito de
este preciado líquido, que a la vista se mira cómo va resbalando hacia el suelo para
llenar un tanquecito……allí en otros años iban a lavar las mujeres y aprovechaban para
bañarse y bañar a sus hijos, este pocito de agua no se usó mucho para los animales
aunque así como en Paramba, las aves bajaban a refrescarse y bañarse.
Y después de conocer, de dar agua y calmar la sed también nosotros, nos preparamos
para recibir las aguas, estas benditas lluvias que son la más grande maravilla de
nuestro mundo, reviviendo con nostalgia aquellos martillazos que se escuchaban por
todas partes para remendar los tejados de los trojes y cocinas de madera para que no
goteara y oír como sonaban los hachazos por allá en el cerrito para traer leña y calentar
las casas, al mismo tiempo que se adquirían capotes y sombreros de palma para no
mojarse al salir al campo y las mujeres sus gruesos rebozos de lana para cubrirse la
cabeza y todo lo que cargaban.
…..en Junio, era tiempo de la escarda, de echarle tierra a las matas de las milpas, las
que ya ondeaban sus largas y suaves hojas con el viento, había que culminar el arduo
trabajo que empezaba con el barbecho en Octubre…….así, con la alegría de la lluvia
que mojaba la tierra como ahora, nos apurábamos a terminar, pues si la milpa nos
ganaba a crecer, se quebraban las matas, por eso desde muy temprano hombres,
mujeres y hasta niños, a veces con sol, pero más bajo las tormentas pronto hacíamos
la escarda, almorzando con frijolitos y tortillas echadas a mano por las mujeres cada
mañana.
Así pasaban los meses y las milpas floreaban con sus espigas adornando el paisaje
con otras flores que por allí crecían, entregándonos luego a sus hijitos, los blancos
elotes envueltos en pañales verdes….en los solares había elotes morados, azules y
pintitos, con los se hacen uchepos y atoles de anicillo y de nurhite y luego toqueras y
tamales y tortillas de colores, cuánta comida, cuanta alegría que de las milpas salía,
porque aparte de elotes y dulces cañas, había tomatillos, berenjenas y muchas
pichekuas, igual por los surcos había kelites y calabazas, las que tiernitas, o sazonas
endulzadas con piloncillo son una delicia con los atoles de nurhite, y se me olvidaba
contarles que también se daba mucho frijol, no de mayo ni de junio….no lo
importábamos, era el que nosotros mismos sembrábamos para aprovechar la tierra,
obteníamos maíz para el sustento de todo el año, de las mazorcas teníamos las hojas
para nacatamales y de las matas, las otras hojas para envolver los tamales.
Y qué decir de los llanos y montes donde se daban Iarhini terhekuas, hongos colorados
y paxakuas, y zarzamoras, tejocotes y bellotas, uvas, y kiotes en los magueyes y el
agua miel tan sabroso y dulce…..por allí brincaban los conejitos y las liebres, y había
huilotas y aullaban muchos coyotes y hasta guacamayas y zopilotes y otros pájaros
carpinteros que se extinguieron ya por estos rumbos.
Qué bonito el campo de antes, cuánta añoranza se devuelve porque es parejo el
acabose, en otras partes y aquí con nosotros que no cuidamos ni siquiera el aire,
mucho menos el agua que nos regala el cerrito de Tara Reesi.
Pero nos falta conocer el templo dedicado a San Pedro, construido con piedra y
madera, y el hospital y capilla dedicada a Santa Rosa de Lima, que por acá llamamos
huatápera.
Ahora vamos hacia la orilla del pueblo, por el lado donde se mete el sol, atrás del cerrito
de Tata Reesi, este cerrito que ya no es como el que yo miraba de niño, porque
nosotros mismos lo hemos acabado, al igual que los llanos y cerros grandes, tumbando
árboles y cambiando el uso del suelo.
Nos falta contar del último pecho de la tierra de nosotros, del cerrito, con su ojo de agua
y sus pilas. Repitiendo lo que dijo Basalenque por el año de 1,700 cuando pasó por
aquí……”este pueblo se mantiene de milagro con estiladero de agua que nace del
cerro”. Es cierto lo que el fraile expresó, como también puede ser cierto que una
viejecita llamada Inés iba a peinarse al ojo de agua en algunas tardes y después
desaparecía, pero lo verdaderamente importante es que esta fuente de vida milenaria
que brotaba de este volcan apagado revestido de árboles desde quién sabe cuándo,
sigue haciendo el milagro de darnos agua aunque todos le hayamos pagado mal,
dejándolo olvidado por otra agua.
Pero es bueno agradecer al prójimo, en este caso a la lluvia y a la tierra y de lo que allí
brota como alimento, hablando por último del cerrito querido, del ojo de agua y de las
grandes pilas que tanto nos siguen ayudando.
Hablar de las pilas es hablar del cerrito y del ojo de agua, así como de las muchachas y
muchachos haciendo una fiesta continua porque cada mañana y cada tarde de todas
las partes del pueblo iban y venían a llevar agua en cantaros las novias y en botes los
novios, mientras los papás daban agua a los animales y las mamás lavaban a un lado
de la pilas oyendo cantar a los pajaritos en el cerro y algunos hombres que con sus
guitarras entonaban p’irhekuas y otras canciones y cuando llegaba el San Juan en
Junio se iban a bañar de madrugada las señoras y muchachas a la pila, porque dicen
que ese día amanece bendecida el agua.
Y en los días de Semana Santa, Lunes, Martes y Miércoles santo, iban las señoritas al
ojo de agua con cantaros nuevos antes de que el sol saliera a llevar agua a la iglesia
para bañar a los cristos se dice, aunque sea simbólico, pues el agua la vacían en
grandes ollas de barro nuevas donde les despochunan pétalos de rosas con las que
lavan como acariciando los cuerpos de los cristos, esa agua con sabor a barro y rosas,
toda la gente la tomaba y la llevaba a sus casas, es un regalo que ofrecían los
cargueros de cada día.
Si ustedes entienden comparten lo que aquí escribí, podrán ver que todo lo que nos
rodea y nos da vida viene del agua….de las lluvias, sin éstas no habría pozos,
estiladeros ni ojos de agua y allá en las tierras bajas también se acabarían los ríos y los
lagos, por eso es imprescindible cuidar nuestros árboles, pero no los de aguacates
injertados…..por aquí hacen falta pinos y encinos….y el cultivo de las milpas.
Dagoberto Huanosto Cerano
Papu
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