LAS MUJERES EN EL PRIMER QUINQUENIO DEL SIGLO XXI. El año 2005 no solamente significa el sexagésimo aniversario de la Organización de las Naciones Unidas es, también, el trigésimo de la Conferencia del Año Internacional de la Mujer, celebrada en México en 1975, primera de cuatro Conferencias Mundiales, una Asamblea General Extraordinaria y una Sesión Especial de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer a que ha convocado Naciones Unidas en el esfuerzo por lograr que las mujeres puedan gozar y ejercer plenamente sus derechos humanos fundamentales, entre ellos el derecho a la no discriminación. Al adoptar la Carta de las Naciones Unidas en 1945, los 51 Estados fundadores de la Organización mundial, reafirmaron su “fe en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones”, según reza el segundo párrafo del Preámbulo de la Carta de San Francisco. El significado de este compromiso debe valorarse teniendo en cuenta que, en esos años, sólo en la mitad de los Estados firmantes de la Carta la mujer gozaba de derechos políticos; era (y sigue siendo) la parte más numerosa de la población analfabeta, carecía de seguridad en el empleo y de cuidados de salud en igualdad de circunstancias del varón; se le negaba el derecho de familia y aún en materia de administración de sus bienes patrimoniales. La situación internacional y los temas políticos que entonces figuraban en la respectiva agenda multilateral, influyeron de manera importante en el desarrollo y el alcance de las decisiones y los Planes y Programas aprobados por cada una de esas Conferencias y Reuniones especiales. De igual manera, los estereotipos culturales y sociales imperantes en los años setenta, así como la percepción social que hasta entonces privaba sobre el papel que tenían (o debían desempeñar) las mujeres en su núcleo social y fundamentalmente en la familia, limitaron mucho la inclusión de algunos problemas y situaciones en el diagnóstico del Plan Mundial de Acción y, por ende, en las recomendaciones y compromisos incluídos en ese primer gran compromiso mundial. Así para citar sólo un ejemplo, en la Conferencia del Año Internacional de la Mujer, cuando se intentó destacar el problema de la violencia contra la mujer en la familia, apenas se logró obtener acuerdo para un tímido llamamiento a una mejor orientación o educación familiar, a fin de “propiciar un mejor entendimiento entre los miembros de la familia”; entonces no 1 se reconocía que el problema de la violencia es un problema de la sociedad en su conjunto y, de ninguna manera, un asunto privado o del exclusivo ámbito familiar. La Conferencia de México recomendó la creación de tres instituciones que constituyen actualmente sendos pilares del sistema internacional para la defensa y promoción de los derechos humanos de las mujeres: el Instituto Internacional de Capacitación e Investigaciones para el Adelanto de la Mujer (INSTRAW), el Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM) y la Convención para la Eliminación de Todas las formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW). Los programas de UNIFEM han permitido fortalecer a las organizaciones gubernamentales para cumplir con los compromisos suscritos para el adelanto de las mujeres y también a las agrupaciones y organizaciones no gubernamentales, tanto nacionales como regionales e internacionales y sus resultados son visibles en todas las regiones del planeta. La aplicación de la CEDAW ha permitido que las mujeres tengan mejor conocimiento del papel igualitario que les corresponde en su sociedad y cuenten con un instrumento jurídico que las proteja de toda forma de discriminación y de cualquier violación a sus derechos humanos; la adopción de un Protocolo Facultativo de la Convención, en vigor desde el año 2000, complementa el marco jurídico para la aplicación de las disposiciones de la Convención, ya que proporciona a las mujeres un mecanismo de comunicación y un procedimiento de investigación, consagrando así el derecho de denuncia y de compensación de daños. “En resumen, en 1975 en México, se promovió la igualdad jurídica y se proclamó el Decenio de la Mujer y el Desarrollo, 1976-1985; en 1980, en Copenhague, se decidió promover la igualdad de facto y la participación plena de la mujer en el desarrollo; en 1985, en Nairobi, se evaluaron los resultados del decenio proclamado y se adoptaron las Estrategias hacia el Futuro, para el año 2000, y el seguimiento de programas concretos de acción; en 1995, en Pekin, se adoptó una Declaración y una Plataforma de Acción que se enfocó a acelerar el proceso concertado una década atrás, mediante medidas y acciones concretas que constituyen un verdadero compromiso o contrato social, toda vez que se incluyen acciones que deberían ser adoptadas por los gobiernos y la comunidad internacional en su conjunto, por las asociaciones civiles y las ONGs”1, a través de las cuales se logre una asociación igualitaria y equitativa entre mujeres y hombres, y se “La ONU y la condición de la mujer”, Aída González Martínez.- Revista Mexicana de Política Exterior No. 47, IMRED, S.R.E 1 2 promueva el ejercicio pleno de los derechos humanos de las mujeres, su participación en el desarrollo y en los esfuerzos por la paz. De México a Copenhague, Nairobi, Beijing y Nueva York, encontramos un paralelismo temático, una continuidad en las áreas que requerían en cada ocasión, de mayor atención o tratamiento más detallado. Entre ellas, vale citar: la creación o fortalecimiento de Mecanismos nacionales, con recursos y autoridad política suficiente para asegurar la adopción de políticas públicas y programas de desarrollo con participación igualitaria de las mujeres; la salud, la educación y el empleo, han sido abordados desde entonces, como ejes fundamentales de los derechos económicos, sociales y culturales, vinculados a temas como Familia, Población, Capacitación empresarial, migración, combate a la pobreza, etc. Debemos reconocer que el esfuerzo iniciado desde el Siglo XIX y que floreció en la segunda mitad del Siglo XX, ha dado buenos frutos. No se cuestiona ya el derecho de las mujeres a ejercer plenamente sus derechos civiles y políticos y gozar de los derechos económicos, sociales y culturales que corresponden a mujeres y hombres por igual. Sin embargo, la criminal violencia contra las mujeres, tanto en la sociedad como al interior de la familia, continúa rampante en clara contravención de Convenios internacionales adoptados por muchos países . La evaluación de la aplicación de la Plataforma de Acción de Beijing y de la vigésima tercera Sesión Especial de la Asamblea General de Naciones Unidas del 2000, está en proceso actualmente en Naciones Unidas, en Nueva York, en el marco de la cuadragésima novena sesión de la Comisión sobre la Condición Jurídica y Social de la Mujer (28 de febrero-11 de marzo). Es de esperarse que los acuerdos logrados de 1975, 1980, 1985 y 1995, así como los compromisos adoptados en 2000, sean reiterados y aún fortalecidos en Nueva York, y que la meta, que en ocasiones ha parecido inalcanzable, continúe vigente y cumpla sus objetivos originales. Confío sinceramente en que no se acepte ni se de cabida a los intentos de algunos grupos y de uno que otro Estado Miembro, por limitar el alcance de los compromisos concertados en la Plataforma de Acción y en el Documento de Evaluación del 2000, que han sido complementados en las reuniones regionales, en el caso de América Latina y el Caribe, por la Conferencia Regional de la CEPAL, efectuada en junio de 2004, en México, Distrito Federal. Confío en 3 que la voluntad política de los Estados no se debilite ante la insistencia de esos grupos que pretenden eliminar el reconocimiento a los derechos de las mujeres, incluídos los derechos sexuales y reproductivos, tal como se encuentran definidos en la Plataforma de Acción de 1995, en el Documento de Evaluación de 2000 y en el Consenso de México, de 2004. Aída González Martínez Embajadora Eminente Miembro del Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (1982-1992 y 1996-2004. 4