¿COMO TRABAJAR LA TIERRA EN UN DÍA CUALQUIERA? Mi tierra me habla: Recuerdo una experiencia. Llevábamos días en un curso de renovación, habíamos empezado repartiendo un trozo de tierra para que cada una hiciera lo que quisiera, desde nada, y dejar que se mantuviera así…, hasta pararse y contemplarla sin más, o meter la azada, quitar piedras, trabajarla y sembrarla etc. Una persona no entraba en la dinámica,…incluso quería abandonar, habíamos iniciado ya la experiencia del mes de ejercicios espirituales y creo que andábamos por la segunda semana… un día viene y me dice: “mi tierra me ha hablado” y me invitó a acercarme a ella. Me señalaba lo que le había dicho la tierra, sintiéndose reflejada en ella… Una simple anécdota que indica cómo hacer el trabajo de la tierra. ¿Cómo vivir un día cualquiera esta experiencia? Podemos dividir el día en tres tiempos. 1. Primer tiempo: “vengo, Señor, con mi tierra ante Ti”. Tomar contacto con la tierra- con mi tierra- con mi persona y mi vida…y dejar que me hable. Lo podemos llamar análisis de la situación y es siempre previo a cualquier trabajo que se quiera hacer. Partir de la realidad. Lo primero es acoger mi vida. Sí. No sólo agarrarla, tomarla en las manos, sino acogerla, darla cabida, que entre en mí, que me hable…y repetir algo así como esa canción de la tierra: “vengo, Señor, con mi tierra ante Ti…”.1 Es fundamental darte un tiempo para la oración. Tiempo de calidad. Y en contacto con la Palabra. Es el primer tiempo de discernimiento del día. ¿Qué haces en este tiempo? Ante todo, toma conciencia de ti, de cómo estás, de tu situación personal… Y ¿después? Toma conciencia de con quien estás. Sé consciente de la presencia de Dios, y preséntate a Él tal como estás. El te conoce mejor que nadie. Tómate el tiempo necesites para esto. Puedes para ello emplear una frase de la Biblia, o una canción o una breve invocación, o pedir luz al Espíritu Santo. Tras esto, deja que la Palabra riegue tu tierra poco a poco. Lee un texto de la Palabra - mejor si puede ser el que la Liturgia nos presenta ese día - y deja que empape la tierra de tu corazón y se vaya formando algo nuevo: es tu vida, tu tierra empapada por la Palabra. Ahora es moldeable, manejable, y puede tomar una forma nueva… Te parecerá a veces que no has hecho nada…pero eso queda ahí y la Palabra te va trabajando. Después te irás a las ocupaciones, pero esa tierra ha quedado ya “tocada” por las manos del mejor Alfarero…día a día esas manos irán forjando la Vasija Nueva que tú y El, El y tú , queréis hacer. ¿Qué pasará después? Llegarán a tu tierra los fríos y heladas, las nieves y granizos, el sol y la lluvia… de cada jornada. Y parece que ahí no ha pasado nada, pero al semilla crece, no lo olvides, “de día y de noche” las semillas quedan enterradas y algún día se verá su germinación (Cf Mc 4, 26-29). 2. Segundo tiempo: En el trabajo de cada día… Qué hacer durante del día, en que parece como que se rompe esa comunicación con una misma, en que se puede tener la impresión de ruptura de estos deseos profundos que surgen en el corazón en el tiempo 1 Algún día, si es posible, realiza el ejercicio físicamente. Toma tierra en tus manos, deja que se manchen tus dedos, siente el calor, el frío, la dureza, palpa sus granos, experimenta. En otro momento, puedes empaparla de agua y empezar un trabajo de moldearla, de darla forma, de encontraros las dos,- ella y tú- en conexión. Tras la experiencia, cuéntate como te has visto… Esta es una experiencia- tierra que la puedes llevar a la oración. de oración, con la vida ajetreada de un apóstol. No. No tiene por qué haber ruptura. Sencillamente hay que aprender a vivir lo experimentado en el tiempo de oración de otra manera… ¿cómo? Se trata de vivir desde el deseo profundo del yo, estando en contacto con una misma, con el deseo profundo del corazón, allí donde habita el Espíritu y donde las semillas depositadas están en germinación… es necesario que aprendamos a vivir la espiritualidad apostólica siendo conscientes de quien nos habita y de que el Señor está encarnado en todas las realidades humanas. Y el encuentro con todo lo humano – y también lo que parece inhumano- no nos separa del amor de Cristo, porque El está ahí “¿Quien nos separará del amor de Cristo?” se pregunta Pablo y también nosotras. ¿Cómo podemos creer que nos separamos de Cristo, de su amor, cuando estamos en contacto con el hombre, en especial con el más pobre, marginado, sólo… en dónde El está escondido? En el deseo más profundo del yo está nuestra verdadera vocación, allí se encuentra el deseo de Dios para nosotras. El discernimiento del día será ir viendo que no entren en conflicto estos deseos, que se depuren de los propios que pueden ir buscando la propia autojustificación por las obras, por muy importantes que sean. Se trata, como dice S. Ignacio, de “salir del propio amor, querer e interés”. En resumen, es aprender a ser consciente, a ver qué me pasa, a no salir de mi yo profundo, a no di-vertirme, es decir, salir de mí misma en medio de las ocupaciones. 3. Tercer tiempo: Junto a Ti al caer de la tarde Al final del día llega otro momento importante: el Examen en discernimiento2. Es clave vivirlo así. No tanto dar vueltas al día, qué he hecho, qué no he hecho,…sino por dónde me ha llevado el Señor, por dónde he percibido que Él venía, qué “huele” de mi vida al Reino, qué valores han tocado el día de hoy mi corazón, qué mociones y tretas he notado en mí… Como es muy sutil esta percepción, hay que dedicar unos minutos de calidad a hacer este examen de la conciencia. (Cf. El examen, una vía de acceso al discernimiento). 2 * Ponerse en la presencia del Señor. Para esto me ayuda cualquier tipo de respiración y relajamiento. Le pido al Señor que me ayude a desentrañar mi día. Que me dé su luz para comprender cuál ha sido su revelación para mí en este día. Es importante pedir la gracia de ver nuestra vida desde su propio querer y no desde nuestras compulsiones, voluntarismos o percepciones moralistas de «bueno / malo». • Recoger las vivencias internas del día. Me doy el tiempo para revivir las vivencias interiores del día. No me fijo únicamente en lo que pasó externamente, sino en las sensaciones que me habitaron durante el día. Las miro, las revivo. * Escoger algo que me parezca una moción. Tomo algo del día que me suene a Dios, que me haya dado cierta tranquilidad, que pueda reconocer como una invitación a la vida, y la analizo haciendo pasar esa experiencia por los seis elementos constitutivos de un discernimiento: lo que me pasa, establecer las circunstancias, hacer la relación con mi psicología, ponderar el derrotero, ver la reacción que tuve ante ella. • Hacer lo mismo que lo anterior con algo que suene a treta o trampa del espíritu del mal en mí. *Analizar el momento presente con los mismos elementos. Es lo que denominamos un «discernimiento en caliente». Ver lo que pasa en el momento en que hago el examen, hace que sea consciente de la acción de Dios en diversos tiempos, y permite desentrañar las tretas para descubrir, en las mismas circunstancias, invitaciones de Dios que no habían sido percibidas. • Ver qué es lo que, entonces, ha significado este día. ¿Cuál es el mensaje que Dios me ha querido dar? ¿Qué paso me ha invitado el Señor a dar en concreto? ¿Por dónde se me abre camino hacia el futuro? ¿Qué pequeñas cosas se me impone realizar, emanadas de la fuerza con la que Dios me expresa sus deseos? Es el momento propio para disponerme a irme haciendo cada vez más persona integrada, puesto que el camino de Dios siempre tiene que ver con la sanación de mis heridas y la planificación de mis potencialidades, de tal manera que me vaya haciendo cada día más un instrumento al servicio de la venida del Reino. Terminar con una oración de acción de gracias y de petición de ayuda. Es el momento de decirle a Dios que nuestro deseo es dejarnos conducir por Él... (C. Cabarrús). (Cf. IEC “experiencia-tierra)