FACULTAD DE EDUCACIÓN Programa de Maestría Educación para Docentes de la Región Callao ESTILOS DE RELACIÓN MADRE - HIJO Y CONDUCTA AGRESIVA EN NIÑOS DE 2 AÑOS DEL DISTRITO DEL CALLAO Tesis para optar el Grado Académico de Maestro en Educación Mención en Psicopedagogía de la Infancia BACHILLER MILAGROS BETSABE GUTIERREZ RODRIGUEZ LIMA – PERU 2012 ESTILOS DE RELACIÓN MADRE - HIJO Y CONDUCTA AGRESIVA EN NIÑOS DE 2 AÑOS DEL DISTRITO DEL CALLAO JURADO DE TESIS Presidente: Dr. Gilberto Bustamante Guerrero Vocal: Dr. Aníbal Meza Borja Secretario: Mg. Leni Alvarez Taco ANIBAL MEZA BORJA ASESOR Dedicatoria: A mis abuelos, padres, hermana, amigas y amigos que con su apoyo me han permitido concluir este trabajo. Índice INTRODUCCION 1 Problema de investigación 2 Planteamiento 2 Formulación 4 Justificación 5 Marco referencial 6 Antecedentes. 6 La relación madre – hijo. 13 Importancia de la relación madre – hijo. 14 Definición de actitudes. 15 Componentes de las actitudes. 16 Actitud materna. 17 Clases de actitudes maternas. 18 Influencia de las actitudes de los padres sobre las 20 relaciones familiares. Dificultades en la definición de conducta agresiva. 21 Definición de conducta agresiva. 23 Evolución de la conducta agresiva en la primera infancia. 24 Clasificación de la conducta agresiva. 25 Causas de la conducta agresiva. 27 Objetivos e hipótesis 29 Objetivos. 29 Hipótesis. 30 I MÉTODO 31 Tipo y diseño de investigación 31 Variables 32 Participantes 33 Instrumentos 34 Procedimientos de la recolección de datos 39 RESULTADOS 40 DISCUSIÓN, CONCLUSIONES Y SUGERENCIAS 44 Discusión 44 Conclusiones 48 Sugerencias 49 REFERENCIAS 51 ANEXOS II Índice de tablas Tabla 01. Definición de la variable estilos de relación madre – hijo. 32 Tabla 02. Definición de la variable conducta agresiva. 33 Tabla 03. Prueba T para muestras independientes. 38 Tabla 04. Frecuencia de conducta agresiva de los niños de 2 años. 40 Tabla 05. Nivel de aceptación de las madres hacia los niños de 2 años. Tabla 06. Nivel de sobreprotección de las madres hacia los niños de 2 años. Tabla 07. Nivel de sobre indulgencia de las madres hacia los niños de 2 años. Tabla 08.Nivel de rechazo de las madres hacia los niños de 2 años. 41 Tabla 09.Correlación entre actitudes maternas y conducta agresiva de los niños de 2 años. 43 III 41 42 42 Resumen Es un estudio no experimental de tipo descriptivo correlacional, cuyo objetivo fue analizar la relación que existe entre los estilos de relación madre niño y la conducta agresiva de los niños de 2 años del distrito del Callao. La muestra estuvo constituida por 30 madres y sus hijos de 2 años; como instrumentos se utilizaron la escala de la relación madre – niño de Roth y el registro de conductas agresivas de Masías adaptada a la edad de los niños de la muestra. Los resultados más importantes señalan que la mayoría de las madres alcanzaron niveles altos en aceptación y sobreprotección y niveles más bajos en sobreindulgencia y rechazo; también, que la tercera parte de los niños de la muestra manifestó nivel alto de conductas agresivas. El estudio concluyó que no existe relación entre las actitudes maternas y la conducta agresiva de los niños. Abstract It is a non-experimental, descriptive and correlational study, which analyzed the relationship between styles mother and son and aggressive behavior in 2 years old children of the district of Callao. The sample consisted of 30 mothers and their children from 2 years old, as instruments were used scale Roth the relationship between styles mother and son and Masías aggressive behaviors log, adapted to the age of the children in the sample. The most important results indicate that the majority of mothers have high levels in acceptance and overprotection and lower levels of indulgence and denial, also a third part of children in the sample reported high levels of aggressive behavior. The study found no association between maternal attitudes and aggressive behavior of children. IV 1 Introducción En la actualidad, es común encontrar sociedades con altos índices de violencia que se aprecia en diferentes ámbitos de la vida del hombre, por ello, la Organización Mundial de la Salud (OMS), elaboró el primer informe sobre el estado de la violencia y salud (2002), donde señala que la violencia se percibe como un problema de salud pública en todo el mundo. La violencia puede verse en diversos contextos sociales, en las calles, en el hogar y también en la escuela. Es precisamente en este último escenario en el que maestros encuentran alumnos que presentan conductas problemáticas, entre ellas las conductas agresivas, que no solo son manifestadas por los adolescentes, sino también por los niños más pequeños. En los últimos años, la aparición de alteraciones en los patrones de conducta en el niño desde edad temprana, es tema de interés de diversos estudiosos que buscan dar a conocer, explicar o intentan dar solución a este problema. Es por ello, que investigadores como Oliva, Ojeda y Guadalupe en el 2003, señalan que los niños pequeños entre 4 y 5 años despliegan conductas agresivas en las aulas de clase, por lo general orientadas a lo físico (un empujón o manotazo) y muy poco a través de la expresión verbal. La manifestación de este tipo de conductas no queda circunscrito solo a niños de estas edades, sino que también incluye a los niños más pequeños entre 1 y 3 años, dado que, en un estudio sobre comunicación no verbal en niños pequeños, realizado por Rodríguez, Montagner, Restoin, Schaal y Ullmann (1984), reportaron conductas agresivas en niños desde los 18 meses, que incluían golpes, patadas, arañazos, pellizcos, mordidas, entre otros. Es por esta razón que autores, como Trembley en el 2000, destacan la importancia del estudio de la agresividad en estas edades porque considera que es la única manera de prevenir y conocer el origen de las conductas agresivas. Esto último se corrobora con la experiencia de los profesores en las aulas quienes informan que hay un aumento de niños con este tipo de conducta a los que es 2 bastante difícil manejar y que por lo general presentan padres que no les prestan atención o ejercen control sobre ellos con mucha violencia. Estas actitudes de los padres, sobre todo de la madre, que muestra desinterés, falta de atención, una disciplina rígida, severidad en el trato con el niño, pueden deberse a una inadecuada relación madre – hijo, dicha relación está basada en la teoría del vínculo de apego, que según Bowlby (1999), es el primer vinculo afectivo al que es expuesto el ser humano, que se construye en la infancia y que le servirá de modelo base para sus posteriores relaciones afectivas y sociales en la edad adulta. De la misma forma, en cuanto a la conducta agresiva Martínez, Tovar y Rojas en el 2008, señalaron que “La agresividad crónica de los niños después que inicia su estancia en la escuela es la condición que más se relaciona con la delincuencia en la adolescencia, la juventud y la vida adulta” (p.98) Es por todo lo expuesto, que es relevante el estudio del tema en mención, porque puede dar una idea del estado de la relación madre – hijo y una dirección en la reducción de los problemas de conducta, que tienen alto correlato con la conducta delincuencial en la adolescencia y adultez, que tienen su origen a edades tempranas. Y de esta forma, servir como base para futuras investigaciones que puedan ampliar más el tema. Problema de investigación Planteamiento. La agresión es una de las alteraciones de la conducta que causa mayor preocupación en la sociedad actual, para su control y manejo, sobre todo porque son los jóvenes y niños quienes reportan altos índices de agresividad. Las investigaciones en torno a este tema, hasta hace poco, se centraban en el estudio de adultos y adolescentes; sin embargo, una minoría de estudios longitudinales realizados en países como Estados Unidos, Canadá y Nueva Zelanda en las décadas del ochenta y noventa, que usaron muestras de niños en edad escolar, demostraron que en la mayoría de los casos la frecuencia de agresión física disminuye con el ingreso a la escuela y hasta concluir la educación secundaria (Tremblay, 2009). 3 En la actualidad, son frecuentes los actos de violencia en la sociedad mundial, que pueden ser apreciados en diversos escenarios en los que se desenvuelven los seres humanos. En ese sentido, según el informe sobre el estado de la infancia en el mundo de la United Nations International Children’s Emergency Fund (UNICEF), señala que la violencia está presente sobretodo en los países en vías de desarrollo, quienes alcanzan índices de hasta 62%, frente a países industrializados quienes presentan menores porcentajes de violencia llegando a un 52%. (UNICEF, 2010, p. 40) De la misma forma, la OMS en el 2002 elaboró el primer informe sobre el estado de la violencia y la salud a nivel mundial, en la que, la violencia se percibe como un problema de salud pública en todo el mundo. En dicho informe, se señala que “cada año más de 1.6 millones de personas en todo el mundo pierden la vida violentamente… que las muertes y discapacidades causadas por la violencia convierten a ésta en uno de los principales problemas de salud pública de nuestro tiempo” (OMS, 2002, p. 13). Esto también se ve reflejado en la familia, según el informe sobre el estado de la infancia en el mundo (UNICEF, 2010, pp. 40 - 43), reporta que la violencia en el hogar tiene mayor porcentaje en África con el 63%, seguido muy de cerca por Asia con el 48%, siendo los países integrantes de la comunidad europea y países industrializados quienes presentan menor incidencia de violencia en el hogar con el 32%. (UNICEF, 2010, pp. 40 - 43) Sin embargo, la violencia no queda limitada a estos dos escenarios, en dicho informe, se hace evidente que los niños entre 2 y 14 años son sujetos de violencia en la escuela, señala que esta práctica se enfoca en el castigo físico y psicológico, revelando que la tendencia predominante es la combinación entre estos dos tipos de castigo, que alcanzan una incidencia mayor del 50%. El Perú no se encuentra exento de esta realidad, en la actualidad el estado de violencia alcanza niveles preocupantes, focalizándose en zonas urbanas más que en áreas rurales. Actualmente, el informe elaborado por Castillo y Medina (2008), sobre la situación de conflicto y violencia en el Perú, encontró que la tasa de homicidios dolosos representa el 10.4% respecto de cada 100,000 habitantes; por otro lado, la 4 violencia familiar reportó el 89% de casos por violencia física y/o psicológica. En cuanto a la violencia juvenil, en Lima existen más de 400 pandillas que se encuentran integradas por más de 13,000 adolescentes y jóvenes de 12 a 23 años, quienes son responsables directos de al menos 15 muertes y 24 heridos cada año. De la misma forma, como en otras partes del mundo, otro escenario en el que se presentan este tipo de conductas en nuestro contexto es la escuela, donde maestros señalan que cada año aumentan los niños con este tipo de conducta, que presentan un comportamiento difícil de manejar, y que por lo general, provienen de familias que no les prestan atención o ejercen control sobre ellos con mucha violencia. La familia es otro escenario en el que las actitudes de los padres influirán en el comportamiento de sus hijos, por tanto, la falta de atención, disciplina rígida, severidad en el trato con el niño, el maltrato infantil, prácticas educativas inadecuadas, historia familiar de delincuencia, problemas familiares, problemas en las relaciones afectivas e interacción entre padres e hijos, en donde también entran a tallar los dificultades en la relación madre – hijo; que según Peña (2010), se convierten en factores de riesgo para el desarrollo de conductas agresivas en los niños. En ese sentido, la relación madre hijo es señalada por Spitz (1985) como la primera relación a la que es expuesta el ser humano, de vital importancia porque permite la supervivencia del nuevo ser y que es posible gracias al vinculo de apego que como afirma Bowlby (1999), es el primer vinculo afectivo, que se construye en la infancia y que sirve de modelo base para las posteriores relaciones afectivas y sociales en la vida adulta. Por lo tanto, el tema de la relación madre – hijo y las conductas agresivas manifestada por los niños, es un tema que merece ser estudiado para dar a conocer si es posible determinar una relación entre ambas. Formulación. Es por todo lo descrito que surge el interés por estudiar la relación entre las actitudes maternas y la conducta agresiva, puesto que investigaciones realizadas en 5 los últimos años ponen a la relación madre – hijo como factor de riesgo de la conducta agresiva en los niños, por tanto, es importante su estudio para esclarecer el alcance de esta posible relación: Por tal motivo, se formula el siguiente problema de investigación: ¿Existe relación entre las actitudes maternas y la conducta agresiva de los niños de 2 años de las salas de educación temprana del distrito del Callao? Justificación. La presente investigación se interesa por el estudio de los estilos de relación madre hijo y la conducta agresiva, porque autores como Trembley (2003), destacan la importancia del estudio de la agresión a edad temprana porque considera que es la única manera de prevenir y conocer el origen de las conductas agresivas. Porque estos hallazgos llevaron a pensar que el desarrollo de la agresión no se iniciaba cuando el niño estaba en la escuela primaria sino antes, en la etapa preescolar; a pesar de ello, ha sido poca la atención que ha recibido el estudio del tema en los niños de estas edades, puesto que, aún siguen siendo escasas las investigaciones que se han preocupado por el conocimiento de la conducta agresiva en este periodo. Además, porque se percibe desinterés por el estudio del tema, según Tremblay (2009), debido a que las consecuencias de la agresión física infligida por un preescolar generalmente produce menor daño que la realizada por un adolescente; por otro lado, la teoría del aprendizaje social de la agresión lleva a pensar que los niños en edad escolar aprenden a ser más agresivos porque están más expuestos a esta clase de estímulos que los más pequeños, y de la misma forma, porque resulta más sencillo para los investigadores observar y entrevistar a los niños en edad escolar. De la misma forma, uno de los factores de riesgo relacionado con el desarrollo de conductas agresivas son los problemas de interacción entre padres e hijos, dentro de estos se encuentra incluidas las dificultades en la relación madre – hijo, en ese sentido, Guevara (2004), señala que las actitudes de los padres influyen en el trato que estos dan a sus hijos, por tanto, este trato tiene repercusiones sobre el comportamiento de los hijos hacia los padres. Lo mismo señala Spitz (1985), quien 6 afirma que las madres que no pueden controlar sus actitudes inconscientes las transmitirán a sus hijos, produciendo en ellos comportamientos desadaptados. Por todo lo expuesto, es que se considera importante el estudio del tema en mención, porque puede dar una idea sobre los estilos de relación madre – hijo y una dirección en la reducción de los problemas de conducta de los niños pequeños, que tienen alto correlato con la conducta delincuencial en la adolescencia y adultez, y que tienen su origen a edades tempranas; además, de servir como base para futuras investigaciones que puedan ampliar el tema. Marco referencial Antecedentes. Nacionales. Aliaga, Cáceres y Gonzales (2010), realizaron una investigación que buscó determinar las características socioculturales, ingreso económico y las actitudes de las madres de niños de 1 a 4 años con retraso de lenguaje en la ciudad de Lima. En el estudio participaron 74 madres; la técnica utilizada fue la entrevista y se uso como instrumento de recolección el cuestionario para determinar la actitud materna de la madre elaborado por los autores del estudio. Los resultados obtenidos en la investigación mostraron que la mayor parte de las madres tienen una estructura familiar mono parental, grado de instrucción es secundaria, solteras, adultas jóvenes, provienen de la costa y con ingreso económico bajo – medio, además se encontró que demostraban una actitud de sobreprotección; por lo que, el estudio concluyó que la sobreprotección genera que el niño sea dependiente y no alcance el desarrollo del lenguaje correspondiente a su edad. Suxe (2004), realizó un estudio que buscó determinar el grado de relación entre las actitudes maternas de aceptación, sobreprotección, sobreindulgencia y rechazo con el autoconcepto de los niños, y a su vez identificar si variables demográficas como el sexo del niño, edad, orden de nacimiento, número de hijos, ocupación entre otros, 7 podían predecir un auto concepto negativo. En el estudio participaron 113 niños y niñas de 6 y 7 años y sus madres del distrito de San Martín de Porres; se aplicaron como instrumentos de evaluación la Escala de Autoconcepto de McDaniel Piers y la Escala Adaptada de la Relación Madre-Niño de Roth. En cuanto a los resultados obtenidos, se encontró que cuando las madres presentan una actitud de rechazo y aceptación se predice un autoconcepto general positivo o negativo, que el autoconcepto social negativo disminuye cuando las madres tienen una actitud de aceptación hacia sus hijos; en cuanto al auto concepto de rendimiento se observó que a mayor edad del niño el auto concepto negativo es menor y este se incrementa con las conductas de rechazo de la madre. Guevara (2004), realizó una investigación que buscó relacionar las actitudes maternas de aceptación, sobreprotección, sobre indulgencia y rechazo con los problemas conductuales. El estudio se llevó a cabo en un colegio primario del distrito de Breña, y contó con una muestra de 166 escolares de 6 a 11 años y sus madres. Los instrumentos utilizados fueron el inventario de problemas conductuales de T. Achenbach – versión padres adaptada por Ortiz y la escala de la relación madre – hijo de Roth adaptada por Estrella. Obtuvo como resultado que no existe relación significativa entre los problemas de conducta y las actitudes maternas de aceptación; y que solo el 4.2% de los niños presentó problemas conductuales. El estudio concluyó que las actitudes maternas de sobreprotección, sobre indulgencia y rechazo están relacionadas con un nivel de significación moderada con los problemas de conducta. Vásquez (2002), realizó una investigación que buscaba determinar la validez y confiabilidad de las cuatro sub escalas de la escala de la relación madre - hijo de Roth adaptada por Estrella (1985, citado por Vásquez, 2002, pp. 43), en una muestra de 100 madres de niños que presentaban trastorno de conducta y bajo rendimiento escolar. El estudio encontró como resultado más importante que las actitudes maternas de sobreprotección y sobre indulgencia fueron las sub escalas que presentaron validez y consistencia interna en la población estudiada. El estudio concluyó que las actitudes de sobreprotección y sobre indulgencia presentan relación significativa con los problemas de conducta y bajo rendimiento escolar. Saire (2000), realizó un estudio con la finalidad de conocer si existen diferencias en las actitudes madres cuyos hijos presentan problemas de aprendizaje con factores 8 psicosociales. Dicha investigación, contó con la participación de 80 alumnos de cuarto y quinto grado de primaria de la ciudad de Huaraz y su madres; como instrumento se utilizó la escala de la relación madre – hijo de Roth adaptada por Estrella. El estudio obtuvo como resultados más importantes que la actitud de sobreprotección alcanzó un nivel alto de incidencia, seguido de sobre indulgencia que se situó a nivel moderado, en cuanto a las actitudes de aceptación y rechazo, la primera alcanzó nivel pobre y la segunda nivel deficiente. La investigación concluyó que no existen diferencias significativas entre las actitudes maternas y la edad, estado civil, grado de instrucción y zona de residencia; en función de estas, solo en la actitud de sobreprotección existe mayor relación. Internacionales. Jackson (2000, citado en Guevara, 2004, p. 14), llevó a cabo una investigación que tenía como objetivo encontrar la relación entre la auto eficiencia, soporte social, comportamiento de los niños y las relaciones maternas. Utilizó una muestra de 188 madres solteras con niños en edad preescolar, empleadas y no empleadas. El estudio demostró que existe una relación positiva entre los problemas de conducta y el stress de las madres no empleadas, con baja auto eficiencia y con menor soporte social de amigos. Se concluyó que el ser madres empleadas, con baja auto eficiencia y con menor soporte social de amigos fueron predictores significativos para los problemas de conducta. Nix (1999, citado en Saire, 2000, p. 16), realizó un estudio de investigación en los Estado Unidos de América, sobre las relaciones entre la hostilidad de las madres y la tendencia hacia los problemas conductuales de sus hijos, la disciplina ejercida por ellas y los problemas de conducta externalizada por los niños; para ello, contó con una muestra de 277 familias, a las que se les hizo seguimiento durante 4 años. De esta forma, el estudio demostró que las tendencias atribuidas a la hostilidad de las madres predicen en un futuro problemas de conducta en los niños en etapa escolar. Hiratoshi (1997, citado en Guevara 2004, p. 12), investigó los efectos del ambiente de crianza del niño, las actitudes parentales y los horarios de trabajo de las madres en el comportamiento adaptativo del niño y los sistemas psicosomáticos; para ello, utilizó una muestra de 211 madres cuyos hijos tenían entre 3 y 5 años de edad y 9 los puntajes obtenidos de los profesores del colegio con respecto al comportamiento adaptativo de los niños y cualquier sistema psicosomático observado en el colegio. Los resultados mostraron que las actitudes parentales están estrechamente relacionadas con el autocontrol de los niños, que las madres con actitudes negativas hacia la crianza de los niños tienden a tener niños rebeldes, poco temperamentales y asertivos en clase; que el periodo largo de trabajo de las madres está relacionado positivamente al comportamiento adaptativo de los niños y negativamente a los síntomas psicosomáticos mostrados. El estudio concluyó que los niños cuyas madres tienen largas horas de trabajo se adaptan mejor a la escuela pero presentan mayor incidencia de síntomas psicosomáticos. Cournoyer y Rohner (1996, citado en Poma, 1999, p18) estudiaron los factores maternales relacionados a las prácticas de ser padres, expectativas de desarrollo y percepciones de los problemas de conducta de los niños. Para ello, utilizó una muestra de 1056 madres con niños pequeños, y como instrumentos usó una lista de chequeos de padres (Cox, 1994) y el cuestionario de prueba de conducta (Richmon y Graham, 1971). Asimismo, en el estudio se incluyó determinantes potenciales de las prácticas paternales como edad de la madre, estado civil, nivel de educación, número de hijos que viven en casa y estatus socioeconómico de la familia. Como resultado más importante se obtuvo que las practicas parentales y disciplina menos positivas, se encontraron en madres jóvenes, con más de un niño viviendo en casa, con nivel de ingresos y educación más bajos; ellas percibían que sus niños tenían mayor dificultad en problemas de conducta. El estudio concluyó que son múltiples los determinantes que influyen en las prácticas paternales de padres con hijos pequeños. Lyns (1993, citado en Guevara, 2004, p. 15), realizó una investigación con el objetivo de explorar la relación madre hijo y los problemas conductuales en niños de 5 años de edad reportados por profesores de colegio. La muestra estuvo conformada por 62 familias de bajos recursos económicos de la ciudad de Boston. Obtuvo como resultados más importantes que el predictor de mayor incidencia se deriva de los niveles de comportamiento hostil hacia otros; que el 71% de los niños presenta hostilidad preescolar y fueron clasificados como desorganizados en su relación con la madre. El estudio concluyó que los problemas psicosociales maternos predijeron agresividad - hostilidad en los preescolares. 10 Nacionales. Carazas y Castro (2003), realizaron una investigación en un hospital psiquiátrico de la ciudad de Lima, cuya finalidad fue determinar cuáles son los trastornos psiquiátricos en niños y adolescentes que acuden por agresividad como motivo principal de atención. La muestra de estudio estuvo conformada por 330 niños y adolescentes entre 18 meses y 17 años que reportaban agresividad como motivo de consulta. Los instrumentos utilizados fueron las historias clínicas y ficha de recolección de datos, ambos elaborados por Carazas y Castro (2003). Encontraron como hallazgos más importantes que la edad de identificación de conducta agresiva fue de 22 meses en promedio, asimismo, el 10% de la muestra estaba compuesta por los menores de 3 años, grupo mayoritariamente conformado por niños entre 2 y 3 años; por otro lado, los trastornos asociados con la agresividad a esta edad son el hipercinético, de adaptación, disociación y mixto de conducta y emociones. El estudio concluyó que la agresividad es un síntoma importante en la presentación de diferentes entidades nosológicas, con particularidades de acuerdo a la edad y vinculados a factores de riesgo que muchas veces conlleva a déficit psicosocial. Castro, Córdova, y Hurtado, (1996), llevaron a cabo un estudio para establecer la relación entre la conducta agresiva de los niños y las características familiares y psicosociales que influyen en ella; para ello, utilizó una muestra de 30 casos de niños entre 3 y 6 años con diagnóstico de conducta agresiva del departamento de niños y adolescentes del Instituto de Salud Mental Honorio Delgado Hideyo Noguchi y 82 adultos familiares de los niños del estudio. A la muestra se le aplicó tres instrumentos una ficha de recolección de datos sobre la estructura, dinámica familiar y nivel socioeconómico; un cuestionario de agresividad del niño y su uso, frecuencia y exposición a programas de televisión y un cuestionario de agresividad del adulto para los familiares que viven con el niño. Los resultados permitieron demostrar que los niños que presentan altas conductas agresivas usan frecuentemente la televisión y observan con preferencia programas infantiles agresivos, asimismo, se encontró que la conducta agresiva – autoritaria caracteriza a los familiares de niños con altos puntajes de agresividad, cuando presenta indiferencia, ausencia o sobreprotección se ubica en el nivel medio de agresión; de la misma forma, se encontró que a menor grado de instrucción del adulto, mayor es su agresividad, la misma que se manifiesta con mayor intensidad a menor edad del niño. El estudio concluyó que existe relación 11 entre los modelos de conducta de los padres, familiares, televisión y la conducta agresiva del niño. Masías (1988), efectuó una investigación sobre la manifestación de conducta agresiva y su relación con el conocimiento, uso y frecuencia de programas de televisión en niños de una zona urbano marginal. La muestra de estudio estuvo conformada por 30 niños entre 6 y 7 años de una institución educativa del distrito de Pachacamac; utilizó como instrumentos, un registro de observación de conductas agresivas para niños y un cuestionario informativo sobre conducta agresiva y conocimiento, uso y frecuencia de programas televisivos para niños de 6 y 7 años. El estudio concluyó que los niños que presentaron nivel alto de conducta agresiva tenían preferencia y alta frecuencia por programas agresivos. Internacionales. Zambrano (2008), elaboró un programa de intervención que tuvo como propósito reeducar la conducta disocial en niños del nivel preescolar de la ciudad de México. En el estudio participaron 10 educadoras que atendían a niños entre 2 y 6 años. Utilizó como instrumentos de medición el Cuestionario sobre Técnicas de Análisis Conductual Aplicado, un Registro Planchek para identificar conductas agresivas en el aula y un cuestionario para identificar niños con problemas de conducta, los tres instrumentos fueron elaborados por Zambrano (2008). El estudio obtuvo como resultado más relevante que el conocimiento, aplicación y retroalimentación sobre técnicas de análisis conductual aplicado dirigido a educadoras resulta eficaz, puesto que, permite incrementar la atención de sus alumnos hacia respuestas deseables; además, concluyó que los resultados del programa son favorables para reeducar la conducta disocial en los niños de preescolar, siendo necesario el apoyo a los padres de familia en el entendimiento y pautas para trabajar con sus hijos afectados por este trastorno. Oliva, Ojeda y Guadalupe (2003), realizaron un estudio con la finalidad de elaborar una metodología para identificar conductas agresivas atípicas en niños en edad preescolar de la ciudad de Veracruz. La muestra estuvo conformada por 61 niños y niñas entre 4 y 6 años que conformaron 5 grupos de estudio. Obtuvieron como principal resultado que el instrumento fue eficaz para identificar a los individuos agresivos; sin embargo, concluyeron que para una mayor confiabilidad la evaluación 12 debe ser aplicada a por lo menos 40 grupos, que permita contar con una escala capaz de abarcar una población de niños preescolares más amplia y diversa. Leadbeater (1996, citado en Guevara, 2004, p.18), llevo a cabo una investigación cuya finalidad fue encontrar la relación entre el nivel de síntomas depresivos en el primer año de post parto y los 28 a 36 meses del post parto y los reportes maternales de los niños con problemas de conducta entre los 28 y 36 meses. En la muestra de estudio participaron 63 madres adolescentes y sus primeros hijos recién nacidos de la ciudad de Puerto Rico. La investigación demostró que existe una carencia de respuestas contingentes frecuentemente en la interacción de madres sintomáticas con sus hijos, aunque no estuvo asociada con subsecuentes niveles de problemas de conducta en los niños. El estudio concluyó que los síntomas depresivos maternales contribuyen al conflicto en la relación madre – hijo. Goldberg (1995, citado en Castro, et al., 1996, p. 17), efectuó un estudio longitudinal que buscaba dar a conocer si los problemas conductuales en el niño con compromiso médico deberían ser reportados tempranamente entre las edades de 2 y 3 años. La muestra estuvo conformada por un total de 145 niños, de los cuales 51 eran niños sanos, 40 eran niños fibrosísticos y 54 con enfermedad cardiovasculares congénita. Concluyó que los niños con enfermedades congénitas al corazón reportaron más problemas de conducta que los niños sanos, y que es importante reportar los problemas conductuales tempranamente. Ruiz (1980), dictó una conferencia en la ciudad de Granada, cuyo propósito fue dar a conocer los aspectos psicodinámicos de la agresividad; el expositor señaló que las reacciones agresivas iniciales se establecen en las primeras relaciones madre – niño, que dan origen al primer esquema denominado carencia – agresividad, culpa – punición; de la misma forma, afirmó que existirían dos periodos configuradores de las conductas agresivas, el primero ligado al mundo familiar, sus frustraciones y características y el segundo extra familiar, de modelado social. Por otro lado, aseguró que en esta relación que se establece en el primer año de vida entre madre y niño, se organiza una primera estructura y fijación de unas tendencias de la personalidad al relacionarse con otros, basados en tres tipos básicos de relación: incorporativa, destructiva y regresiva, que están estrechamente relacionadas con las conductas delictivas. 13 Marco teórico. Estilos de relación madre – hijo. La relación madre – hijo. La relación madre hijo según Bowlby (1999) puede entenderse como aquel vínculo que une a la madre y a su hijo de manera satisfactoria a través del apego, siendo esta una relación activa, cariñosa y reciproca entre ellos, que es muy distinta de las relaciones con otras personas, y que se encuentra fortalecida y reforzada por la interacción entre ambos. De la misma forma, dicha relación es denominada por Spitz (1985) como una “diada”, dado que la interacción entre esta pareja es simbiótica y fusionante, porque hasta cierto punto se encuentra aislada de los que la rodean, y a la vez, unida entre sí por lazos muy poderosos. A esos lazos afectivos o amor, se le denominó “egoísmo de dos” que es lo que caracteriza a esta diada, sin embargo, esta interacción cumple una función importante: la de mantener la sobrevivencia del nuevo ser. En dicha interacción, según el autor, el sistema de comunicación de la diada madre – hijo, se distingue de las comunicaciones verbales por la desigualdad entre los participantes; puesto que, mientras la madre maneja una comunicación alocéntrica, el bebe en los primeros meses se comunica de manera egocéntrica; por ello, la diada se caracteriza por una comunicación no verbal. Sin embargo, durante este periodo tanto la madre como el niño ajustan sus percepciones para entender al otro, siendo la madre quien poco a poco lleva al niño hacia una comunicación reciproca. En ese sentido, a través de la interacción entre ambos, el bebe recibe mensajes de la madre sobre lo que le agrada y desagrada, que se ve reforzado por las conductas que provocan placer en el niño y que repetirá, eliminando aquellas que produzcan desazón en él. Spitz (1985), destaca la influencia de la madre sobre las acciones del niño y señala que mas importante que las acciones conscientes de la madre son las actitudes inconscientes que desenvuelve ante él. 14 De esta forma, se puede concluir que el establecimiento de esta relación se da a través de la presencia física de la madre y de su asistencia hacia el niño en la satisfacción de sus necesidades físicas y psicológicas, y es en esta continua interacción que se da inicio a la formación del primer vínculo afectivo, el apego, el cual permite a la diada madre – hijo establecer una relación. Importancia de la relación madre – hijo. Como se había señalado al principio, la relación madre hijo es de vital importancia, puesto que, autores como Bowlby (1999), la señalan como base de las futuras relaciones del niño, porque toma a ésta como modelo de sus posteriores relaciones afectivas, en ese sentido, Spitz (1985), afirma que “Es de suprema importancia que la primera relación del infante sea con un congénere humano, pues todas las relaciones sociales posteriores se basarán en esa relación” (p.111) Dicha relación se desarrolla dentro de un contexto social que es el ambiente familiar. Aquí la madre cumple el rol materno, que es definido como “un conjunto de conductas que asume la mujer al tener el hijo” (Arévalo, 2005, p. 13), estas conductas van dirigidas a proveer protección, seguridad y la satisfacción de necesidades básicas, a través de un trato sensible. En ese sentido, las acciones de la madre adquieren un valor muy importante en los primeros años de vida del niño, puesto que, se constituyen en estímulos necesarios para su desarrollo; y que a partir de la identificación de la figura materna de las demás, capacidad que facilita la evolución afectiva, es que dicha relación pasa a un periodo afectivo – objetivo, donde la madre representa el universo del niño. (Spitz, 1996 citado en Arévalo, 2005) De esta forma es la madre quien a través de sus gestos y actitudes, inicia una intima relación con su hijo, con el que adquiere cierta unidad con signos de dependencia del niño respecto a la madre (Brazelton y Cramer, 2001). Sin embargo, esta situación no permanecerá inalterable, puesto que, con la adquisición de la madurez psicomotora del niño, se debe dar paso a una relación más independiente, que se alcanza cuando éste encuentra oportunidades de interacción con otras 15 personas y objetos. Por ello, en esta tarea es preciso que la madre sepa guiar la formación psíquica de su hijo, llevándolo progresivamente hacia la madurez y realización como ser humano. En ese sentido, una de las formas de estudiar la relación madre – hijo es a través de las actitudes maternas que como señala Roth (1965, citado por Arévalo, 2005), “la actitud de la madre se relaciona con su hijo en la medida que se presenta una psicodinámica en la que intervienen la actitud materna, personalidad de la madre y crea un resultado en el comportamiento del hijo” Es por ello, que para entender mejor las actitudes maternas se va a tocar primero el tema de la actitud en general para luego llegar a la comprensión de lo que es actitud materna. Definición de actitud. Respecto a las actitudes aún no se ha llegado a un acuerdo sobre la definición, sigue siendo un tema de discusión entre los psicólogos sociales encargados de su estudio. En este sentido, varios estudiosos del tema han intentado definirla, como Alport (1935), quien señala que “Una actitud es un estado mental y neural de disposición, organizada a través de la experiencia, que ejerce una influencia directiva o dinámica sobre la respuesta del individuo a todos los objetos o situaciones con los que se relaciona” (Alport, 1935 citado por Gross, 2004, p. 456) Rosenberg y Hovland (1960, citado por citado por Gross, 2004, p. 456), señalan que las actitudes son “predisposiciones a responder ante cierta clase de estímulos con cierta clase de respuesta”. Años más tarde, Petty y Cacioppo (1981), afirman que “El termino actitud debe utilizarse en referencia a un sentimiento general, duradero, positivo o negativo, acerca 16 de alguna persona objeto o cuestión” (Petty y Cacioppo, 1981 citado por Gross, 2004, p. 456) De la misma forma, Zimbardo y Leippe (1991 citado por Gross, 2004, p. 456), señalan que “Una actitud es una disposición evaluativa hacia algún objeto. Es una evaluación de algo o alguien a lo largo de un continuo de agrado – desagrado o favorable – desfavorable…” En el presente estudio a partir de las definiciones expuestas, se puede entender como actitud a aquella predisposición del ser humano al evaluar a una persona, cosa o situación, en la que se tiende a responder de una u otra manera, dependiendo de si esto es agradable o desagradable para el sujeto expuesto a dicho estímulo. Componentes de las actitudes. Las actitudes según Rosenberg y Hovland (1960 citado por Gross, 2004), están constituidas por tres componentes: El componente afectivo, que hace referencia a lo que una persona siente acerca del objeto de la actitud, es decir, la evaluación favorable o desfavorable que hace del objeto. El componente cognitivo, se refiere a la creencia que tiene la persona acerca del objeto que genera la actitud; es el cómo es ese objeto, y proviene de información tangible que se recibe del objeto. El componente conductual, se refiere a la forma de respuesta que da una persona ante el objeto de actitud, es decir la acción. En este sentido, se puede concluir que al formarnos una actitud sobre algo, vamos a basarnos en las creencias o conocimiento que tengamos de dicho objeto, así como, de los sentimientos que éste evoque en nosotros, y si estas son recientes o débiles, se recurre a las conductas pasadas, que contribuyen a deducir nuestras actitudes hacia el objeto de la actitud. 17 Actitud materna. En el presente estudio se ha venido describiendo la trascendencia de la relación madre – hijo, y al respecto también es importante considerar la forma como ésta se relaciona con el niño, específicamente, centrarse en las actitudes que manifiesta hacia él, es decir, las actitudes maternas. En ese sentido, en el primer año de vida el niño estimulado por el afecto materno adquiere un desarrollo rápido y sorprendente, porque “la madre es calor, es alimento, es estado eufórico de satisfacción y seguridad” (Saire, 2000, p. 15). Sin embargo, cuando ella no ha desarrollado una madurez suficiente para asumir su rol, puede ser fuente de rechazo, ansiedad y depresión. La comunicación madre – niño según Spitz (1985), se realiza tempranamente, a través de señales no verbales, que ambos son capaces de descifrar. Una de ellas es el llanto, primera forma que el bebé usa para llamar la atención de la madre y manifestar sus sentimientos de desagrado, y que progresivamente gracias a la sensibilidad materna ella aprende a interpretar, llegando a diferenciar las causas que lo producen. Sin embargo, más influyente que las actos conscientes de la madre serán las actitudes inconscientes de esta, que según Spitz (1985), son las que van a influir en el comportamiento del niño, por ello, una madre que sepa contener su ansiedad, estará más preparada para enseñar al niño a esperar y a contener sus deseos en comparación con las madres ansiosas que terminan transmitiendo su estado al niño. Por tanto, las actitudes maternas también van a ejercer un papel importante en las respuestas del niño. La actitud materna es un término complejo de definir pero autores como Paucar (1990), la definen como “…un sistema organizado y duradero de percepciones, conocimiento y sentimientos adquiridos a través de la experiencia que conducen a la madre a reaccionar afectivamente, a favor o en contra y de manera relativamente estable ante el hijo y que a medida que se convierten en extremos son sostenidas con mayor intensidad” (Paucar, 1990 citado en Suxe, 2004, p. 22) 18 Guevara (2004), define actitud materna como “una organización durable de patrones psicológicos que implica un universo con una consistencia de patrones y respuestas de la madre hacia el hijo”. Otra definición, es la dada por Castañeda (2005, citado en Aliaga et. al, 2010) quien señala que se denomina actitud materna “al conjunto de pautas, creencias y comportamientos que la madre tiene hacia los hijos”. En otras palabras, las actitudes maternas son todos aquellos comportamientos o respuestas favorables o desfavorables que la madre dirige hacia el hijo. Clases de actitudes maternas. Las conductas y actitudes maternas influyen sobre el niño, algunas contribuyen a aumentar o mantener la proximidad de ambos y otras expresan todo lo contrario. Por lo que Roth (1965 citado por Arévalo, 2005), señala que estas actitudes pueden ser de dos clases, positivas y negativas. En la clasificación hecha por el autor, estableció cuatro tipos una positiva y tres negativas, que se describen a continuación: Actitud de aceptación. Es la expresión de una adecuada relación madre – hijo, en términos de sinceridad en la expresión de afecto, interés en los gustos, actividades y desarrollo del niño. Es una madre que manifiesta firmeza y control no destructivo, orden en la rutina diaria y una disciplina consistente. Esto quiere decir, que este tipo de actitud permite a la madre percibir e interpretar apropiadamente las señales y comunicaciones del niño con mucha empatía. Para Velásquez y González (2009) esta actitud facilitaría a los niños su adaptación al medio social donde se desenvuelven. Frente a estas actitudes el niño respondería en forma positiva a la socialización, desarrollando sentimientos consistentes de amistad, interés, entusiasmo por lo nuevo y una clara auto percepción. 19 Actitud de sobreprotección. Se caracteriza por la excesiva preocupación de la madre por la vida del niño, su salud, relaciones con compañeros, rendimiento escolar y logros que considera debe obtener. Para Roth (1965, citado por Arévalo, 2005, p. 25) es considerado como “una expresión de ansiedad pre natal, en términos de cuidados infantiles”, lo que representa un impedimento para el desarrollo del comportamiento independiente, por el excesivo control. Es una actitud que implica exceso, y se caracteriza por ser exagerada, no adecuada a la persona sobre la cual se ejerce, porque tiende a infantilizarla, limitando su desarrollo normal, puesto que se le facilita todo, impidiéndole tener iniciativa para solucionar sus problemas, lo que genera niños inseguros, tímidos, aprensivos y dependientes. Además, se le percibe como una actitud posesiva que siempre va en beneficio de la persona que la proporciona, con el fin de satisfacer sus propias necesidades. (Velásquez y González, 2009) Actitud de sobre indulgencia. Es una actitud materna negativa, que se caracteriza por la gratificación excesiva, donde se cede constantemente ante las demandas o caprichos del niño, así como, defendiéndolos de los ataques de otros; junto con la falta de control parental que no permite establecer límites en la conducta del niño; que se manifiesta según Velásquez y González (2009) en exceso de atención y de contacto, asimismo, señalan que esto reflejaría una pobreza emocional de los padres quienes adoptan una postura de desinterés por su hijo, descuido, demostrando indiferencia por el desarrollo personal y social del niño. A esto, el niño respondería con comportamientos rudos y agresivos, con baja tolerancia a la frustración, sentimiento de culpa y demostrando dificultades para adecuarse a la rutina. 20 Actitud de rechazo. Actitud materna negativa que se caracteriza por la negación del amor y expresión de odio hacia el niño, que se manifiesta en negligencia, tosquedad y severidad de la madre hacia su hijo. Concuerdan con ello, Velásquez y González (2009) quienes señalan que la madre manifiesta actitud de perfeccionismo excesivo y hostilidad. Ante estas actitudes el niño intentaría ganar el afecto, con intentos directos o indirectos, como, llorar, entre otros o por medio de robos y buscando elogios o castigos. Mostrando también, una desatención de las reglas y normas, con ausencia de sentimientos de culpa. Influencia de las actitudes de los padres sobre las relaciones familiares. El lugar donde el niño aprende sobre la disciplina, amor y respeto es en el hogar, donde los padres son el espejo donde se miran los hijos, por ello, la madre que representa un modelo a seguir, debe reforzar las acciones que el niño debe aprender, a través del amor y la aceptación que transmite a su hijo, dándole libertad para ser él mismo, para desarrollarse a su propio ritmo, hasta ser capaz de valerse por sus propios medios. (Roth, 1965 citado por Arévalo, 2005) Según Guevara (2004), señala que las relaciones entre padres e hijos dependen de las actitudes de los progenitores, esto puede ser, porque las actitudes de los padres influyen en el modo en que tratan a sus hijos, y esto a su vez, afecta las actitudes de los pequeños hacia ellos y el modo en que se comportan. En ese sentido, Bowlby (1999), deja ver que las actitudes de los padres hacia sus hijos son producto del aprendizaje, de sus vivencias cuando niños, y señala que en la mayoría de los casos se tenderá a repetir con los hijos el modelo aprendido de los progenitores. Saire (2004), afirma que existen factores que contribuyen a determinar que actitudes son las que se aprenderán, pueden ser: 21 El concepto de niño ideal, que se basa en lo que los padres desearían que fueran sus hijos, por tanto, cuando el niño no responde a las expectativas de los padres, estos últimos se sienten decepcionados lo que suscita una actitud de rechazo. De la misma forma, los valores culturales influyen sobre el modo en que los padres tratan a sus hijos, sea autoritario, democrático ó indulgente; es por ello, que los padres que gozan de su papel, se sienten felices en su matrimonio o se encuentran satisfechos con el sexo de sus hijos, tendrán actitudes más favorables que los que están insatisfechos. En ese sentido, los problemas que aquejen a la madre o a la relación de ambos padres, también afectará al niño, porque es capaz de advertir la perturbación de sus progenitores, lo que le genera incomodidad, confusión e inestabilidad, por la falta de unidad de afecto que le proporciona seguridad para actuar. La vida social del niño, también recibe influencia de estas actitudes, puesto que, el afecto que le brindan en casa tiene un gran predominio en el desarrollo del afecto por los demás. Y es que, a medida que crece el niño, va adquiriendo nuevos lazos fuera del hogar y cuando más sincera y espontanea sea la relación afectiva entre el niño y la madre, éste estará más capacitado para sentir afecto por otras personas y establecer lazos sociales duraderos. A partir de lo expuesto, se puede concluir que cualquier desajuste en la vida de los padres ejerce una influencia sobre el niño, así como, el modo en que estos tratan a sus hijos, afectará las actitudes hacia ellos y el tipo de relaciones que se desarrollen entre ambas partes. Conducta agresiva. Dificultades en la definición de conducta agresiva. El termino agresión que alude a la conducta agresiva, sigue siendo un tema en discusión porque todavía no existe un consenso sobre su definición. Por ello, antes de llegar a definirla, primero debe hacerse una distinción entre términos como agresión, 22 agresividad y violencia, que son usados con el mismo significado, sin embargo, poseen un sentido diferente. La agresión o conducta agresiva es definida como una acción externa, abierta, objetiva y observable que inflige daño a otra persona o cosa. Este término ha ido tomando forma a lo largo de los años; por ello, es posible encontrar definiciones desde posturas conductuales como la que mantuvo Buss en la década de los 60 que señalaba que la agresión es “la respuesta que proporciona estímulos dañinos a otro organismo” (Buss, 1961 citado en Castrillón y Vieco, 2002, p. 171); a definiciones que intentaron caracterizarla principalmente por su componente intencional cuyo objetivo primario es la ofensa o el daño de la persona a quien se dirige (Berkowitz, 1965; Dollard et al., 1939 citados en Campojó, 1997, p. 71). Otras, sin embargo, intentaron reflejar que en la agresión el efecto nocivo no era el único factor calificador, porque también, se veían involucrados juicios sociales que etiquetan dicha conducta precisamente como agresión (Bandura y Walters, 2002). También, Zillman en 1979, dio una definición que excluía a aquellas personas que no están activamente motivadas a evitar el efecto nocivo, por tanto, para él la agresión es aquella actividad a través de la cual una persona busca lesionar o causar dolor físico sobre otra que luchara por evitarlo. (Zillman, 1979 citado en Peña, 2010, p. 24) Por otro lado, se tiene a la agresividad, que suele ser concebida como una respuesta adaptativa que forma parte de las estrategias de afrontamiento de los seres humanos a las amenazas externas. Sin embargo, también es definida como una disposición relativamente persistente a ser agresivo en diversas situaciones, es decir, la inclinación que siente una persona o grupo humano a realizar un acto agresivo, por lo que clínicamente está conceptualizada como un estado permanente o predisposición constitucional a cometer agresiones o a atacar sin que medie provocación alguna. (Castrillón y Vieco, 2002) En el caso de la violencia, esta es definida como la utilización excesiva de la fuerza física, junto con una reacción que no guarda aparentemente relación con los estímulos que desencadenaron tal acción. Por ello, Flores (1991), señala que la violencia constituye un tipo de agresión desadaptada, que no guarda relación con la situación social en la que se desarrolla o que se da en una dirección espacial 23 inadecuada, además, que requiere de la ejecución de conductas que demuestran un uso excesivo o exclusivo de la fuerza física dentro de un contexto sociocultural determinante; y que estaría sustentada biológicamente en un mecanismo incorrecto que regula la función adaptativa de la agresión, destacándose su carácter eminentemente destructivo sobre las personas y las cosas. Todo esto sería definitorio para hablar de un acto agresivo como violento. (Flores, 1991 citado en Castrillón y Vieco, 2002, p. 30) A partir de estas definiciones, queda claro que el término que es más pertinente para la presente investigación es el de conducta agresiva, puesto que, es la que mejor se acerca a las características de los niños sujetos de estudio. Definición de conducta agresiva. La Real Academia de la Lengua Española establece que el termino agresión proviene etimológicamente del latín aggredior que significa ir o acometer contra otro, y lo define como el comportamiento humano propenso a faltar el respeto, a ofender o a provocar a los demás. De la misma forma, es definida como “la actividad a través de la cual una persona busca infligir daño o dolor físico sobre otra que está motivada a evitarlo”. (Zillman, 1979 citado en Peña, 2010, p. 24) También, Dollard y Miller (1939), señalan que “agresión es cualquier secuencia conductual cuya respuesta de meta, sea herir a la persona contra quien va dirigida” (Dollard y Miller, 1939, citado en Masías, 1996, p. 32) Otra definición, es la de Lorenz (1971), quien señala que la conducta agresiva es una condición indispensable para el propio progreso, porque permite la lucha por algo que se desea conquistar y permite la protección de sí mismo, como la defensa del territorio. Más adelante, Ruiz en 1980, establece que la agresión es la tendencia a dañar o destruir a los demás que se manifiesta a través de la conducta. Más tarde, Masías (1996) define la agresión infantil como un comportamiento negativo, antisocial que está condicionado por diferentes factores de manera 24 consciente o inconsciente y que el niño manifiesta a través de rabietas golpes, patadas, gritos, insultos desobediencia a la maestra o padres, entre otros. Estas definiciones dejan claro que la agresión implica provocación o ataque, que este ataque puede tener diferentes objetivos, desde alejar a un supuesto invasor del territorio propio a defender algo o descargar hostilidad contra alguien, entre otros; sin embargo, el ataque siempre permanece como elemento constante independientemente de sus alcances destructivos, y que esto último, dependería de las circunstancias y de la intensidad de la conducta agresiva. (Castrillón y Vieco, 2002) A partir de estas afirmaciones respecto a la agresión, que la señalan como una conducta que se manifiesta en el individuo buscando ocasionar daño a otro, sea por arrebatarle algo o por descargar cierta hostilidad sobre este, todas estas definiciones coinciden en un elemento común que es el ataque al otro, que es independiente de la causa que llevo a cometer dicha agresión. Por todo ello, es posible ver con claridad que toda conducta que implique el ataque hacia otro es una conducta agresiva. Evolución de la conducta agresiva. Autores como Serrano (2000) y Sadurní, M., Rostán, C. & Serrat, E. (2008), señalan que las conductas agresivas son más frecuentes en los primeros años de vida y que posteriormente decrecen. En un estudio realizado por Leremise y Dodge, (1993, citado por Sadurní, M., Rostán, C. & Serrat, E., 2008), encontraron que los niños desde los 4 meses de edad manifestaban claras y frecuentes manifestaciones de ira cuando no podían consumar una acción u obtener un deseo. En ese sentido, Parke y Slaby (1983, citado en Sadurní, M., Rostán, C. & Serrat, E., 2008) observaron que hacia el año de edad, que las relaciones de los niños que asistían a escuelas infantiles, con sus compañeros eran conflictivas; Caplan y cols. (1991), a partir de un estudios con niños de un año de edad, en la que colocaron dos muñecos idénticos para que cada niño tuviera uno, observaron que los niños presentaban la tendencia a obtener el muñeco que poseía el compañero. 25 Esto permitió evidenciar que los niños a partir del año de edad sienten preferencia por quitar los juguetes que tienen otros compañeros y presentan claras intenciones de arrebatárselos, por lo que Caplan y cols. (1991, citado en Sadurní, M., Rostán, C. & Serrat, E, 2008), sostienen que a esta edad ya existe intencionalidad primigenia de obtener un objeto con significado social. De la misma forma, Serrano (2000), señala que el nivel máximo de conducta agresiva, los niños lo alcanzan hacia aproximadamente los dos años de edad, luego de esta edad disminuye, hacia los 4 años empieza a reducirse la destrucción e intentos de humillar a otros; asimismo, destaca que hacia los 5 años los niños usan menos el negativismo, rebelión o acciones físicas de rechazo. A partir de lo observado por Olweus (1979, citado en Serrano, 2000), sugiere que en los primeros años de vida se tiene una propensión por patrones de agresión física y una propensión de los niños de mayor edad para usar otras formas de agresión, como la verbal. Asimismo, la autora señala que recién en la etapa escolar es cuando la agresión alcanza niveles moderados. Esto permite darnos cuenta que la agresión no es una conducta solo desplegada por los niños de mayor edad, sino que las diversas investigaciones dan cuenta que la agresión inicia a edades muy tempranas y que se va a desarrollando a medida que el niño se desarrolla, yendo de lo netamente físico en los inicios hacia formas más sofisticadas de agresión. Clasificación de la conducta agresiva. Cuando un niño nace solo está preocupado por sus propias necesidades. Lo único que es real para él es su persona. Tiene necesidades corporales, sensaciones físicas y pensamientos. Todavía no se relaciona con las personas de un modo afectivo, sino que las ve como parte del sistema que él necesita para sobrevivir. Esta preocupación del niño por la satisfacción de sus necesidades es aceptada por los padres; es la aceptación total de un acto egoísta y no reciproco, que solo se produce en este momento del desarrollo. (Papalia y Wendkos, 1997) 26 Train (2001), señala que si este proceso de vinculación no se produjese, se vería afectado el proceso de desarrollo del bebé, porque crecer supone cierto grado de agresividad, puesto que, si hubiéramos nacido sin ella el ser humano sería incapaz de sobrevivir a las fases iniciales de la vida y no podría avanzar en su desarrollo, esto es postulado en la teoría etológica de Lorenz (1971), quien señala que la agresión es un instinto en los animales y el ser humano, que es útil para la sobrevivencia y que debe ser descargado, pero ello, debería ser canalizado de maneras positivas. Por tanto, la agresividad procede de una tendencia innata a crecer y dominar el mundo circundante, ésta puede considerarse como una característica de todas las especies. Lo que no quiere decir, que a causa de ello el niño será excesivamente agresivo, puesto que, dependerá de si es frágil o resistente en lo emocional. La agresión también puede tomar diversas formas, es por ello, que diversos investigadores en el tema han buscado clasificarla para su mejor entendimiento, por ello, Train (2001) elabora una clasificación a partir de las observaciones realizadas en escuelas infantiles. El primer tipo, son los niños que expresan su agresividad solo en los juegos, los describe físicamente salvajes y fuera de control al jugar; muy toscos e intimidatorios; pero este comportamiento se limita solo al momento de juego, para el autor, esto implica fantasía. Estos niños se caracterizan porque hablan poco y tienen poco éxito en las disputas. Después encontramos a los niños que son físicamente agresivos y dominantes en las peleas, son aquellos que se especializan en hostigar a los demás y sin ser provocados dirigen repetidamente la agresión contra la misma persona, molestando y amenazando de modo continuo; se caracterizan por ser poco habladores, cuando lo hacen susurran y suelen estar entre los niños más violentos y agresivos del grupo. En el último tipo, están los niños agresivos y dominantes al hablar, pero que no son físicamente violentos. Se caracterizan porque su agresión se produce fuera de las situaciones de juego y son percibidos por otros niños como aburridos debido a su preocupación por sí mismos; son considerados por los adultos como mejor adaptados en lo social, porque presentan un nivel bajo de agresividad y muestran escasa violencia en todas las situaciones, son más habladores y tienden a no preocuparse por 27 sus relaciones con los demás. Estos tres modelos de conducta se mantienen durante toda la infancia hasta los siete u ocho años de edad. (Train, 2001) De la misma forma, Bus (1961, citado en Serrano, 2000), la clasifica por su modalidad de dos formas: Agresión física, o todo ataque a un organismo mediante armas o elementos corporales. Agresión verbal, o toda respuesta vocal que resulta nocivo para otro organismo, como amenazar o rechazar. Esto también es confirmado por Serrano (2000), quien señala que se considera actos de agresión a las patadas, golpes, arañazos, pellizcos, empujones entre otros; y los actos de agresión verbal pueden ser amenazas, chismes, insultos, gritos, chillidos, resoplidos, entre otros. Causas de la conducta agresiva. La conducta agresiva según distintas investigaciones que explican dicho fenómeno, señalan que su origen es multicausal, es decir, que este tipo de conducta puede verse desencadenada por multitud de factores. Por ello, los factores de riesgo implicados en el tema en mención, no son entidades que actúen aisladamente determinando unívocamente unas conductas sino que al interrelacionarse predicen tendencias generales de actuación. Los factores de riesgo provienen de diversa índole, y se reúnen en dos grandes grupos, los factores ambientales y/o contextuales y los factores individuales, estos últimos se subdividen en factores biológicos, factores psicológicos y factores de socialización. Los factores ambientales y/o contextuales, provienen de la sociedad, como la influencia de los medios de comunicación, el desempleo, la pobreza y otros; 28 configurándose como los factores de riesgo que pueden originar comportamientos desadaptados. Los factores individuales, según Peña (2010), en el pasado se consideraba que los modelos psicosociales y biológicos eran mutuamente excluyente y que entraban en competencia. Sin embargo, hoy en día se sabe que todo comportamiento humano es, en mayor o menor medida, producto de la interacción entre determinadas variables psicosociales y un conglomerado de factores biológico-genéticos, por ende, la aparición de la conducta desadaptada entre ellas la agresión, estará modulada por dicha interacción. Dentro de estos factores encontramos desde los factores biológicos y genéticos, como los problemas hormonales o falla cromosómicas, dificultades en el embarazo y/o parto de la madre; pasando por los factores psicológicos como la hiperactividad, autoestima, agresividad, entre otros; hasta los factores de índole psicosocial en la que se encuentran presente problemas familiares, maltrato infantil, historia familiar de delincuencia, practicas educativas inadecuadas, las relaciones afectivas e interacción entre padres e hijos y otros. Este último punto, Serrano (2000), señaló que “La familia es durante la infancia, uno de los elementos más importantes del ámbito sociocultural del niño. Las interacciones entre padres e hijos van moldeando las conductas agresivas” (Serrano, 2000, p.45), esto pone en relieve el papel de los vínculos afectivos dentro del desarrollo de conductas agresivas, como señala Peña (2010), la presencia de vínculos afectivos débiles, la falta de confianza en los padres, patrones de comunicación poco fluidos o relaciones tensas y conflictivas entre padres e hijos, son también un claro factor de riesgo para el desarrollo de comportamientos problemáticos o antisociales. En esa línea, las investigaciones de Loeber y Dishion (1983, citado por Peña 2010), determinaron que la calidad de las relaciones entre padres e hijos es fundamental, y que si esta relación es cálida y afectuosa, el desenvolvimiento de conductas agresivas disminuye, por lo tanto, también se reduce el índice de delincuencia juvenil. 29 De aquí la importancia de establecer vínculos afectivos adecuados entre madres e hijos, puesto que, como lo evidencian las investigaciones sobre el tema, el buen establecimiento de estas, predice el desenvolvimiento de conductas de relación con los demás más adecuadas y menos agresivas. Objetivos e hipótesis Objetivos. Objetivo general. Determinar si existe relación entre los estilos de relación madre - hijo y la conducta agresiva de los niños de 2 años de las salas de educación temprana del distrito del Callao. Objetivos específicos. Establecer si existe relación entre la actitud materna de sobreprotección y la conducta agresiva en los niños de 2 años de las salas de educación temprana del distrito del Callao. Establecer si existe relación entre la actitud materna de sobre-indulgencia y la conducta agresiva en los niños de 2 años de las salas de educación temprana del distrito del Callao. Establecer si existe relación entre la actitud materna de rechazo y la conducta agresiva en los niños de 2 años de las salas de educación temprana del distrito del Callao. Establecer si existe relación entre la actitud materna de aceptación y la conducta agresiva en los niños de 2 años de las salas de educación temprana del distrito del Callao. 30 Hipótesis. Hipótesis general. Existe relación entre los estilos de relación madre hijo y la conducta agresiva en los niños de 2 años de las salas de educación temprana del distrito del Callao Hipótesis especificas. Existe relación entre la actitud materna de sobreprotección y la conducta agresiva en los niños de 2 años de las salas de educación temprana del distrito del Callao. Existe relación entre la actitud materna de sobre- indulgencia y la conducta agresiva en los niños de 2 años de las salas de educación temprana del distrito del Callao Existe relación entre la actitud materna de rechazo y la conducta agresiva en los niños de 2 años de las salas de educación temprana del distrito del Callao. Existe relación entre la actitud materna de aceptación y la conducta agresiva en los niños de 2 años de las salas de educación temprana del distrito del Callao. 31 Método Tipo y diseño de investigación Tipo de investigación. El tipo de investigación del estudio en mención es descriptivo – correlacional, porque está interesada en la determinación del grado de relación existente entre dos o más variables de interés de una misma muestra de sujetos con respecto a un fenómeno dentro de un contexto. (Sánchez, 2005, p. 63) Diseño de investigación. El diseño del presente estudio se encuentra dentro de los estudios del diseño no experimental, puesto que, en este tipo de estudios no se realiza la manipulación de las variables y donde se observa el objeto de estudio en su forma natural para luego analizarlos; es decir, que no se construyen situaciones que alteren la realidad sino que simplemente se recoge los datos de ésta tal y como se presentan. (Hernández, Fernández y Baptista, 2006) Ox M r Oy Donde: M = Muestra de investigación Ox = Observaciones de la variable estilos de relación madre – hijo. Oy = Observaciones de la variable conducta agresiva. r = Índice de relación entre ambas variables. 32 Variables Definición conceptual. Estilos de relación madre - hijo. En el presente estudio de investigación, se puede definir como estilos de relación madre hijo, a las diferentes formas de relación establecida entre la madre y el niño, basada en las actitudes o aquellos comportamientos o respuestas favorables o desfavorables que la madre dirige hacia el hijo. Conducta agresiva. En cuanto al termino conducta agresiva, este puede ser definido como toda acción externa, objetiva y observable que ejecuta el sujeto causando daño a otros sujetos, con o sin motivo que justifique tal acción. Definición operacional. Tabla 01. Definición operacional de la variable estilos de relación madre - hijo. ESTILOS DE RELACIÓN MADRE – HIJO VARIABLE DEFINICIÓN OPERACIONAL Puntaje de La Escala de Evaluación de la Relación Madre Niño de Roth, R. (1965), adaptado en el Perú por Arévalo, E (2005 DIMENSIONES Aceptación Sobreprotección Sobre indulgencia INDICADORES Expresión de afecto, interés en actividades, desarrollo y percepción del niño, firmeza y consistencia en la disciplina Excesiva preocupación de la madre por la vida del niño, que es impedimento para el desarrollo de un comportamiento independiente, por el excesivo control. Gratificación excesiva junto con la falta de control parental que no permite establecer límites en la conducta del niño. ITEMS 1,5,9,13,17,2125, 29,33,37,41,45 2,6,10,14,18,22,2 6,30,34,38,42,46 3,7,11,15,19,23,2 7,31,35,39,43,47 33 Tabla 02. Definición operacional de la variable conducta agresiva. CONDUCTA AGRESIVA VARIABLE DEFINICIÓN OPERACIONAL Puntaje obtenido en el registro de conductas agresivas para niños de 2 y 3 años de Masías, Y. (1988), adaptado por Gutierrez, M. (2011) DIMENSIONES Rechazo Agresión física Agresión Verbal Agresión en la Interacción con la maestra. INDICADORES Negación de amor y expresión de odio de la madre hacia el niño en términos de negligencia, tosquedad y severidad. Toda agresión corporal hacia otro que engloba acciones físicas de ataque como patadas,, romper o maltratar objetos, entre otros. Afirmaciones verbales tales como sonidos amenazantes, gritos o insultos. Conducta de desobediencia reiterada y/o agresión física o verbal a la autoridad. ITEMS 4,8,12,16,20,24,2 8,32,36,40,44,48 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13. 14, 15. 16, 17. Variables de inclusión. Edad: 2 años. Sexo: Masculino y Femenino. Nivel socioeconómico: Bajo. Área Geográfica: Distrito del Callao. Dependencia: Salas de educación temprana. Participantes La población del presente estudio se encuentra ubicada en el distrito del Callao en dos áreas urbano marginales en las que intervienen los programas SET ó Salas de Educación Temprana que pertenecen al Ministerio de Educación, estuvo representada por 80 niños de 2 años que asistían a dichos programas. La muestra de estudio ha resultado no probabilística, puesto que, los sujetos participantes son parte de grupos formados previamente al estudio; asimismo, el tipo de muestra es disponible, |puesto que los sujetos son accesibles o adecuados para el estudio. En este caso, la muestra estuvo conformada por un total de 30 niños de 2 años y sus madres. 34 Instrumentos de la investigación Para el desarrollo del presente estudio fue necesario la utilización de instrumentos que ayudarán a obtener la información requerida de la muestra; por ello, se usaron dos instrumentos para este fin, el primero de ellos, la escala de evaluación de la relación madre hijo y el registro de observación de conductas agresivas para niños de 2 años. A continuación se presenta cada uno de los instrumentos. Ficha técnica: de la escala de evaluación de la relación madre – hijo de Roth Nombre : Escala de evaluación de la relación madre hijo. Autor : Robert Roth Procedencia : USA Año :1965 Adaptación : Edmundo Arévalo Luna Año : 2005 Objetivo : Conocer el tipo de relación que tiene la madre con su niño. Rango de : Madres con hijos hasta los 7 años. aplicación Administración : Individual o colectiva Descripción del instrumento. La ERMN es un cuestionario que está compuesto por cuatro escalas principales denominadas aceptación (A), sobreprotección (SP), sobre indulgencia (SI), rechazo (R). (Anexo 1) Consta de 48 preguntas o ítems, correspondiendo 12 ítems para cada una de las 4 primeras escalas; mientras que para la escala de confusión – dominancia se obtiene entre todos los puntajes que se ubican en el cuartíl más alto. El puntaje directo máximo que se puede alcanzar es de 60 puntos para cada escala y un mínimo de 12. 35 Administración del instrumento. La escala está dirigida a las madres de niños cuyas edades sean igual o menor a 7 años, de diversos estratos socioculturales y educativos. La aplicación de la escala puede ser de manera individual o colectiva; su duración en promedio es de 25 minutos aproximadamente. Calificación e interpretación. En cuanto a la calificación, las afirmaciones tienen cinco alternativas de respuesta, a cada una de ellas se le ha asignado un valor o puntaje que varía de 1 a 5; sin embargo, para la escala que evalúa aceptación existen dos plantillas de corrección una es directa y la otra es inversa, es decir, que la puntuación se invierte de 5 a 1. Validez. La validez del instrumento realizada por Arévalo (2005), la obtuvo de dos formas, la primera de ellas, fue la validez de contenido, como señalan Hernández, Fernández y Baptista (2006), se refiere a si el instrumento mide adecuadamente los componentes de la variable a estudiar. Esto se realizó a través de la técnica del criterio de jueces, en la que participaron 8 jueces quienes aprobaron unánimemente los 48 ítems de la escala. Luego, se aplicó la validez de criterio a través de los datos recogidos de la prueba piloto, utilizando el método ítem test, a través de la fórmula producto momento de Pearson, corregida de acuerdo a la prueba de Mc Nemar, que “se utiliza para dar a conocer si determinado “tratamiento” induce a un cambio en los elementos sometidos a prueba” Guzmán (s.f.). En este caso se obtuvo una correlación real entre el ítem y el total del test (r Mc N) r >0.35 mayor a r>0.21, por tanto se acepta como válido. Confiabilidad. Para establecer los coeficientes de confiabilidad del instrumento, Arévalo (2005), señala que realizó una prueba piloto en la que participaron 120 sujetos para la recolección de datos; luego, se utilizaron los estadísticos de correlación de productomomento de Pearson, siendo aplicado el método de las mitades y corregido con la 36 fórmula de Spearman Brown, dando como índice de confiabilidad en cada área de la escala 0.89 para aceptación, 0.91 para sobreprotección, 0.81 para sobre indulgencia y 0.85 para rechazo, lo que indica que las escalas son bastante confiables. De la misma forma, se llevó a cabo el análisis de la fiabilidad de la escala general a través del coeficiente de Alfa de Crombach cuyo índice fue de 0,8976 siendo mayor que 0.70 por tanto, se le considera como confiable. (Arévalo, 2005: 34) Registro de observación de conductas agresivas para niños de 2 años: Nombre : Registro de observación de conductas agresivas Autor : Ysabel Masías Ynocencio Procedencia : Lima Año :1988 Adaptación : Milagros Gutierrez Rodríguez Año : 2011 Objetivo :Detectar frecuencia de manifestación de conductas agresivas Rango de aplicación : Niños de 2 años. Administración : Colectiva. Descripción del instrumento. El registro de conductas agresivas es un instrumento de observación que se aplica para detectar las conductas agresivas en los niños de 2 años. Está compuesto por tres dimensiones denominadas agresión física (AF), agresión verbal (AV), agresión en la interacción con la maestra (AIM). El instrumento consta de 17 ítems, correspondiendo 13 ítems para la dimensión de agresión física, 2 ítems para agresión verbal y 2 ítems para agresión en interacción con la maestra. (Anexo 2) 37 Administración del instrumento. El registro de observación está dirigido a los niños de 2 años de edad, provenientes del estrato socioeconómico y cultural bajo. La aplicación del registro puede hacerse de manera individual o colectiva, su duración en promedio es de 1 hora dividida en dos intervalos de 30 minutos cada uno, durante 4 días consecutivos. Calificación e interpretación. En cuanto a la calificación, se coloca un punto por cada conducta emitida, es decir, que se coloca tantos puntos como veces manifieste la cada conducta observada; luego, se suman los puntajes de cada ítem de ambos observadores por cada intervalo de observación y después, se suma el total por cada ítem de ambos intervalos. Finalmente, se saca el promedio de cada ítem dividiendo el resultado entre el número de observadores. Validez. La validez del registro de observación se obtuvo a través de la técnica del criterio de jueces, en la que participaron 7 jueces quienes aprobaron mayoritariamente los 28 ítems del instrumento en mención; para ello, se hizo uso del índice de validez de Aiken, que dio como resultado 0.98, lo que indica que el registro posee un alto índice validez. (Anexo 3) Confiabilidad. En cuanto a la confiabilidad del instrumento, esta se obtuvo a través de una prueba piloto en la que participaron 50 niños y niñas de 2 años; de los cuales se extrajeron los datos para obtener el nivel de confiabilidad, a través del método de concordancia entre expertos, y para ello se utilizó la prueba T para muestras independientes en la que por sus características se halló el nivel de confiabilidad de cada ítem, en la que se obtuvo la diferencia de medias, que en este caso particular debían elegirse aquellos que no mostrarán diferencias significativas en sus medias; puesto que, para hallarlas se compararon los resultados de la conducta manifestada por los niños durante dos días de aplicación, de esta forma, lo que se esperaba era 38 que no existieran diferencias entre los resultados de un día y otro, lo que demostraría la estabilidad de las conductas manifestadas por los niños en ambos días. De la misma forma, al ser procesados los 28 ítems estadísticamente solo fueron aceptados 17, que fueron los que presentaron valores que permitían el cálculo de la medias. A partir de ello, se llegó a concluir que el registro de observación es una herramienta confiable. Se describe en la tabla 01. Tabla 01. Pruebas T para muestras independientes. Prueba T para igualdad de medias t Significación 1.376 .176 -.197 .845 -.163 .871 .071 .944 -.826 .414 .384 .703 1.016 .316 .826 .414 1.000 .326 1.000 .326 1.513 .138 .000 1.000 1.000 .326 -.385 .701 Grita al otro -.089 .929 Desobedece a la maestra .772 .444 -.1000 .326 Quita objetos Golpea con la mano Jalonea el cuerpo o ropa del compañero Empuja a un compañero. Aprieta el compañero cuerpo de un Jala el cabello Se echa compañero encima de Forcejea Aprieta el cuello Patea Lanza objetos Golpea objetos Maltrata o rompe material Emite sonidos amenazadores Grita a la maestra un 39 Procedimientos de la recolección de datos En el proceso de investigación se llevaron a cabo una serie de procedimientos que se ejecutaron para poder extraer de la muestra de estudio aquellos resultados que dieran a conocer la relación entre las variables puestas a prueba. En primer lugar, se coordino con las profesoras coordinadoras de las zonas de Sarita Colonia y San Judas Tadeo, para realizar el estudio en las salas de educación temprana que tienen a su cargo. Se informó a las madres de familia sobre el estudio a realizar con los niños y ellas, y sobre la importancia de su participación, por lo que la mayor parte de ellas, estuvieron dispuestas a participar. Luego de tener el consentimiento de las madres, se procedió a evaluarlas a través del cuestionario de la escala de relación madre – hijo de Roth adaptada por Arévalo (2005), que da cuenta de las actitudes maternas hacia sus hijos. Ellas fueron evaluadas en un ambiente exclusivo y en pequeños grupos, puesto que, el instrumento puede ser tomado de manera individual o grupal. Terminada la evaluación a todas las madres que conformaron la muestra, se procedió a evaluar a los niños con el registro de evaluación de conducta agresiva, para el cual, se realizó la observación de ellos durante dos días seguidos, en dos intervalos de 30 minutos cada uno, correspondiente a la sesión de estimulación y hora de recreo. Para ello, intervinieron dos observadores quienes registraron las conductas que manifestaban los niños en cada momento de observación, y que al finalizar cada día, hacían la sumatoria de las conductas registradas por cada ítem y por cada momento de evaluación, para finalmente realizar la sumatoria de ambos intervalos también por cada ítem. Finalizada, la evaluación a los niños, se procedió al análisis de los datos recogidos en el programa SPSS 15, para hallar la relación entre las variables de estudio. 40 Resultados Con los datos obtenidos después de la administración de los instrumentos a la muestra de estudio, se procedió a efectuar el análisis correspondiente, para ello se trabajaron estadísticos descriptivos de frecuencia y para observar la relación existente entre las variables se usó el coeficiente de correlación de pearson, dado que los datos procesados a través de la prueba Kolmogorov Smirnov mostró que los resultados cumplían con los requisitos de una distribución normal. (Anexo 4) Los resultados obtenidos se presentan en un conjunto de tablas que permiten describir el desenvolvimiento de la muestra, en cuanto a la relación entre la conducta agresiva de los niños y las actitudes de sus madres, permitiendo, posteriormente, inferir si existe o no relación entre ambas variables. Análisis de resultados. Tabla 02. Resultado del nivel de aceptación de las madres hacia los niños de 2 años. Nivel de aceptación Pobre Moderado Alto N % 5 5 20 16.7 16.7 67 N= 30 En la tabla 2, se presenta el nivel de la actitud de aceptación que presentan las madres de los niños de la muestra de estudio; se puede apreciar que el 67% de las madres poseen un nivel de aceptación alto, y el resto de la muestra se encuentra dividida en partes iguales en los niveles moderado y pobre con 16.7% respectivamente. 41 Tabla 03. Resultado del nivel de sobreprotección de las madres hacia los niños de 2 años. Nivel de sobreprotección Pobre Moderado Alto N % 1 3 26 3 10 87 N=30 En la tabla 3, se presenta el nivel de actitud materna de sobreprotección, que presentan las madres de los niños participantes del estudio; se puede apreciar que el 87 % de las madres poseen alto nivel de sobreprotección en lo que respecta a las actitudes hacia sus hijos, solo el 10% de las madres poseen un nivel moderado y el 3% nivel pobre de la actitud en mención. Tabla 04. Resultado del nivel de sobreindulgencia de las madres hacia los niños de 2 años. Nivel de sobre indulgencia N % Deficiente Pobre 3 6 10 20 Moderado 11 37 Alto 10 33 N= 30 En la tabla 4, se presenta el nivel de actitud materna de sobreindulgencia, en la que se puede observar que el 33% de las madres muestran un nivel de sobre indulgencia alto, el 37% muestra un nivel moderado, el 20% nivel pobre y el 10% nivel deficiente en dicha actitud. 42 Tabla 05. Resultado del nivel de rechazo de las madres hacia los niños de 2 años. Nivel de rechazo Deficiente Pobre Moderado Alto N % 9 4 9 8 30 13 30 27 N=30 En la tabla 5, se presenta el nivel de actitud materna de rechazo que presentan las madres de los niños participantes del estudio. Se puede observar que el 27% de las madres muestran un nivel de rechazo alto en las actitudes que manifiestan hacia sus hijos, el 30% muestra un nivel moderado, el 13% nivel pobre y otro 30% del total de la muestra de estudio se ubica en el nivel deficiente. Tabla 06. Resultado del nivel de conducta agresiva de los niños de 2 años Nivel de conducta agresiva Bajo Medio Alto N % 08 12 10 27 40 33 N= 30 En la tabla 6, se presenta los niveles de conducta agresiva manifestados por los niños de 2 años; de esta manera, se puede observar que el nivel de conducta agresiva predominante es el nivel medio, que alcanzó la mayor frecuencia de presentación con el 40%, seguido del nivel alto con el 33% y finalmente, el nivel bajo con el 27%. 43 Tabla 07. Coeficiente de Pearson para la medida de correlación entre actitudes maternas y conducta agresiva de los niños de 2 años. Conducta agresiva 1 Conducta agresiva 2. Aceptación 3. Aceptación Sobreprotección Sobre indulgencia Rechazo -.001 -- Sobreprotección .184 .036 - -. 4. Sobre Indulgencia .183 .167 -.167 - -. 5. Rechazo -.027 -.423* .227 .043 * p<.05 La prueba estadística r de Pearson fue utilizada para las pruebas de hipótesis, donde se observó distribución normal de datos. Se han considerado las dimensiones de la variable estilos de relación madre hijo y conducta agresiva. Para la actitud materna de aceptación y conducta agresiva, la prueba estadística arrojó un valor r igual a .001 y un nivel de significación p de .996, para dicho nivel de significación, p mayor que .05, por lo tanto, se rechaza la hipótesis alterna de relación de las variables. En cuanto a la actitud materna de sobreprotección y conducta agresiva, la prueba estadística arrojó un valor r igual a .184 y un nivel de significación p de .331, para dicho nivel de significación, p mayor que .05, se rechaza la hipótesis alterna de relación de las variables. Para la actitud materna de sobre indulgencia y conducta agresiva, la prueba estadística arrojó un valor r igual a .183 y un nivel de significación p de .332, para dicho nivel de significación, p mayor que .05, se rechaza la hipótesis alterna de relación de las variables. Por último, para la actitud materna de rechazo y conducta agresiva, la prueba estadística arrojó un valor r igual a -.027 y un nivel de significación p de .820, para dicho nivel de significación, p mayor que .05, lo cual evidencia que no existe relación significativa entre ambas variables. - -. 44 Discusión, conclusiones y sugerencias Discusión. El propósito de la presente investigación fue estudiar los estilos de relación madre – hijo y la conducta agresiva en niños de dos años. Estos estilos de relación madre – hijo hacen referencia a las actitudes de la madre hacia su hijo, que según Roth (1965 citado por Arévalo, 2005) son cuatro: aceptación, sobreprotección, sobreindulgencia y rechazo. En cuanto a la relación entre la actitud materna de aceptación y conducta agresiva se encontró que no existe relación entre ambas; estos resultados coinciden con los encontrados por Guevara (2004), quien en su estudio tampoco halló relación entre la conducta de aceptación de la madre y los problemas de conducta de los niños de 6 a 11 años de la muestra de estudio. Esto puede deberse según Roth (1965, citado en Arévalo, 2005), debido a que las actitudes de aceptación expresada por la madre hace que el niño responda de manera positiva a la socialización, desarrollando sentimientos consistentes de amistad, interés por el mundo y una clara auto percepción; asimismo, esto es corroborado por Velásquez y González (2009), quienes señalan que dicha actitud es facilitadora de la adaptación del niño al medio social en el que se desenvuelve. http://biblioteca.usac.edu.gt/tesis/13/13_2747.pdf. De la misma forma, en la actitud materna de sobreprotección tampoco se encontró relación con la conducta agresiva de los niños, este resultado coincide con la investigación realizada por Guevara (2004), quien en su estudio sobre las actitudes maternas y los problemas de conducta en niños de 6 a 11 años, encontró que la sobreprotección no se relacionaba significativamente con los problemas de conducta, pero sí de manera moderada. Esto puede deberse como señala Roth (1965, citado por Arévalo, 2005), a que dicha actitud caracterizada por el exceso de preocupación expresado por la madre en términos de cuidados infantiles prolongados, prevención de conducta independiente y exceso de control, impide el desarrollo de comportamientos independientes por parte del niño a causa del excesivo control ejercido por la madre. Esto también es corroborado por Velásquez y González (2009), quienes advierten que ocasiona que el niño presente un comportamiento infantilizado, falta de 45 iniciativa, sentimiento de responsabilidad limitado, sumiso y dócil, inseguro, tímido y dependiente, donde no se encuentran presentes comportamientos agresivos. Por otro lado, una pequeña parte de la muestra de estudio presentó nivel alto de conducta agresiva, esto puede deberse como señala Nix (1999), por el trato hostil de la madre hacia el niño, puesto que en su estudio encontró que la disciplina ejercida por ellas predecían en un futuro problemas de conducta en la etapa escolar. Asimismo, Lyns (1993) quien estudio la relación madre hijo y los problemas conductuales, reportó que el predictor de mayor incidencia provenía de los comportamientos hostiles de la madre. Sin embargo, en el estudio realizado por Vásquez (2002), revela todo lo contrario, puesto que encontró que los problemas de conducta tenían relación significativa con la actitud de sobreprotección y sobre indulgencia. En cuanto a la actitud de sobre indulgencia no se halló relación con la conducta agresiva presentada por los niños, por lo que, este resultado difiere de lo encontrado por Vásquez (2002), quien en su estudio sobre las sub escalas de actitudes maternas en una muestra de niños con trastorno de conducta, encontró que la actitud de sobre indulgencia se encontraba relacionada con este trastorno. Esto último puede presentarse debido a que esta actitud produce en el niño confusión sobre la confianza en los padres, a causa de una falta de control para establecer límites a la conducta del hijo, desinterés y descuido, entre otros; por lo que los niños suelen presentar comportamientos agresivos. (Velásquez y González, 2009) De la misma forma, que con las actitudes anteriores, la conducta agresiva tampoco presentó relación con la actitud materna de rechazo. Que a pesar de ser una actitud negativa, tal como Roth (1965 citado por Arévalo, 2005); (Velásquez y Gonzales, 2009), señalan que trae como consecuencia que el niño busque ganar el afecto de alguna manera, y lo hace transgrediendo las reglas y normas establecidas; todo esto como respuesta ante la actitud de perfeccionismo y hostilidad manifestada por la madre. Finalmente, se llegó a determinar que no existe relación entre los estilos de relación madre - hijo y la conducta agresiva de sus hijos de 2 años de edad. Por tanto, esto indicaría que dicha variable sea un elemento suficiente para determinarlo como 46 único condicionante de la conducta agresiva de los niños, sino que sugiere que otros factores estarían implicados en ello. Esto último, puede explicarse a través de diversas investigaciones sobre conducta agresiva realizadas por Lodeiro (2001); Trembley (2003); Martínez et. al. (2008) y Peña (2010), quienes consideran que la conducta agresiva no puede desarrollarse a partir de un solo factor, sino que su origen es multicausal puesto que pueden verse involucrados una serie de factores, por tanto, un solo factor en este caso las actitudes maternas en la relación madre hijo, no explicaría en sí misma la manifestación de este tipo de conducta. En ese sentido Catalano y Hawkins (1995), Thornberry (2004) y Jessor y Jessor (1980), señalan que en la actualidad se conoce que todo comportamiento humano es producto de la interacción entre algunas variables psicosociales y factores bilógicos y genéticos, por lo tanto, la agresión se encontraría modulada por dicha interacción. (Citados en Peña, 2010 pp.70) Aunque no se halló en la muestra de estudio un porcentaje significativo de niños que manifestaron conductas agresivas, es necesario aclarar que podría haber pasado con estos últimos. Este resultado podría explicarse por lo encontrado en el estudio realizado por Carazas y Castro (2003), quienes informaron que este tipo de conducta puede presentarse debido a algunos trastornos que están asociados con la agresión a edad temprana como la hiperkinesia, adaptación y disociación mixta de conductas y emociones. Por otro lado, Peña (2010), señala que la presencia de vínculos afectivos débiles, la falta de confianza en los padres, patrones de comunicación poco fluidos, relaciones tensas y conflictivas entre padres e hijos, se convierten en factores de riesgo para el desarrollo de comportamientos problemáticos o antisociales. En esa misma dirección, Loeber y Dishion (1983, citados en Peña, 2010) y Serrano (2000), coinciden con este hecho, confirmando a través de sus investigaciones que la calidad de las relaciones entre los padres e hijos es fundamental, y que la agresión tiende a disminuir si la relación entre estos es cálida y afectuosa. 47 Estos hallazgos permiten dilucidar que el establecer vínculos afectivos adecuados en la relación madre – hijo, permite el desenvolvimiento de conductas de relación con los demás menos agresivas. Esto puede confirmarse a través de lo señalado por Bowlby (1999), en su teoría de la formación de los vínculos afectivos, en ella explica que sucede así, debido a que la base de las relaciones futuras del niño se establece en dicha relación; lo que también es confirmado por Spitz (1985), quien señala que en esta relación el niño fundamenta todas las relaciones que establecerá a lo largo de su vida. En ese sentido, Ruiz (1980), concuerda con dicha apreciación, porque el indica que las reacciones agresivas iniciales se establecen en las primeras relaciones madre – hijo, y estarían reunidos en dos periodos configuradores de la conducta agresiva, el mundo familiar y el modelado social. Además señala que en esta relación se fijan tendencias de la personalidad al relacionarse con otros basados en los tipos básicos de relación, el incorporativo, destructivo y regresivo, que tienen alta correlación con las conductas delictivas. Por otro lado, producto de la aplicación del registro de observación de conductas agresivas a los niños que conformaron la muestra de estudio, se evidenció que para contar con un registro más exacto de las conductas manifestadas por ellos, la administración del instrumento con niños pequeños debe realizarse de manera individual, en cada momento de evaluación; en ese sentido, el presente estudio se vio limitado por el escaso tiempo que se tuvo para ejecutar la recolección de datos de la muestra, por ello se opto por levantar la información en grupo total, puesto que, si se observaba a cada niño de manera individual se corría el riesgo de no completar la evaluación a todos los niños, ya que se les observó durante dos días seguidos y en dos momentos recreo y en momento de las actividades de estimulación, y porque además estaban próximos a finalizar las labores escolares. Asimismo, otra limitación que afectó la aplicación es que la muestra de estudio se encontraba reunida en pequeños grupos, puesto que por la naturaleza de la atención al menor de tres años, las salas de educación temprana están conformadas por un número reducido de niños, entre 8 y 12 niños, por lo que la observación individual hubiera tomado más tiempo del disponible para terminar con la recogida de datos, que se realizó en el mes de noviembre, fecha límite para realizar el estudio 48 puesto que, los niños entraban a evaluación final la primera semana de diciembre y no se iba a poder realizar la observación por motivo que estos solo asisten en parejas a horas determinadas a dicha evaluación. Sin embargo, la limitación principal para el desarrollo de la investigación fue el no encontrar una prueba para evaluar la conducta agresiva en niños de dos años, ya que solo existen escalas que evalúan a niños de mayor edad, por ello, se tuvo que recurrir a la adaptación de un registro de observación para poder evaluar a los niños de la edad en referencia, ello representó una gran demanda de tiempo, puesto que se pasó primero por el proceso de validación de los ítems y después por el estudio piloto para establecer la confiabilidad en la que se realizó la observación de 50 niños repartidos en 6 salas de educación temprana, durante 4 días seguidos para cada grupo de observación, lo que dejó el tiempo limitado para la evaluación de la muestra. Finalmente, se puede contemplar que en las madres participantes del estudio a pesar de presentar la gran mayoría actitudes de aceptación hacia sus hijos, dicha condición no sería impedimento para la manifestación de conductas agresivas por parte de sus hijos, lo que podría explicarse por el stress de las madres por el que se ven afectadas a causa de factores de orden psicosocial como situación económica deficiente, baja autoestima, menor soporte social de amigos; que Jackson (2000, citado en Guevara, 2004, p. 14) lo señala como predictores muy importantes para los problemas de conducta. Conclusiones. Los estilos de relación madre - hijo no guardan relación con la conducta agresiva de los niños de 2 años del distrito del Callao. La actitud materna de aceptación no se encuentra relacionada con la conducta agresiva de los niños de 2 años. La conducta agresiva de los niños participantes del estudio no se encuentra relacionada con la actitud de sobreprotección. 49 La actitud de sobreindulgencia y la conducta agresiva no se encuentran relacionadas entre sí. La conducta agresiva no presenta relación con la actitud materna de rechazo en las madres participantes del estudio. Sugerencias. Para futuros estudios se sugiere en cuanto a las madres, realizar la toma del cuestionario de manera individual o en grupos más reducidos, para evitar que por timidez o vergüenza no se atrevan a preguntar sobre aquellos ítems que no eran claros para ellas. En cuanto al cuestionario sobre la relación madre – hijo, es necesario previo a la administración de dicho instrumento, revisar los ítems que lo componen y tener clara la idea que estos comunican a quien debe responder, y de esta forma, absolver las inquietudes o dudas que presentan las madres al resolver el cuestionario, puesto que varias preguntas no muestra una idea clara de lo que requiere. Al realizar estudios sobre conducta agresiva en niños pequeños, se sugiere antes de iniciar la investigación formal, probar el registro en una pequeña muestra de niños, para verificar si estas conductas que componen el registro se encuentran presentes en los niños de esta edad y obtener otras que no hayan sido contempladas en el presente estudio. En cuanto a la evaluación de los niños, producto de la aplicación del registro de observación de conductas agresivas a los niños, se evidenció que para contar con un registro más exacto de las conductas manifestadas por ellos, la administración del instrumento con niños pequeños debe ser de manera individual, en cada momento de evaluación. A pesar que no se encontró relación entre las variables, el estudio de la agresión en niños pequeños es un tema poco estudiado, pero relevante, por el incremento de la 50 violencia en la sociedad que diversos autores han señalado que tiene su origen en la infancia temprana. En ese sentido, también debe ser un tema a considerar en futuras investigaciones que contribuyan a la comprensión de la agresión en niños pequeños, que permitan generar modelos de intervención efectivos con niños de estas edades. 51 Referencias Aliaga, J., Cáceres, D. & Gonzáles, R. (2010). 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Roth) INSTRUCCIONES: Lea cuidadosamente, luego marque con un aspa (X) en el recuadro que considere correcta en su opinión o sentimiento, en la hoja de respuestas, utilizando los siguientes criterios (alternativas): Marque debajo de CA, cuando usted esté completamente de acuerdo con la afirmación Marque debajo de A, cuando usted esté de acuerdo con la afirmación Marque debajo de I, cuando usted este indecisa con la afirmación. Marque debajo de D, cuando usted esté en desacuerdo con la afirmación Marque debajo de CD, cuando usted esté completamente en desacuerdo con la afirmación. Conteste a todas las afirmaciones, pero marcando solo una de las alternativas, que considere adecuada. Debe cuidar que su respuesta coincida con la afirmación, para ello se encuentran enumerados de forma horizontal, siga el orden de la numeración. NO ESCRIBA NI REALICE MARCA ALGUNA EN ESTE CUESTIONARIO, SUS RESPUESTAS LO HARÁ EN LA HOJA DE RESPUESTAS 1. Una madre debería aceptar las posibilidades que su niño tiene. 2. Una madre debería proporcionarle a su hijo (a) todas las cosas que ella no tuvo cuando niña. 3. Considero que un niño no está en falta cuando hace algo malo. 4. La disciplina estricta es muy importante en la crianza de los niños 5. Cuando la madre tiene problemas con su hijo, al cual no sabe cómo tratar, ella debe buscar la ayuda apropiada. 6. Una madre debe estar permanentemente al cuidado de los alimentos que ingiere su niño 7. La obligación de una madre es preocuparse porque su niño(a), tenga todo lo que desea. 8. Es bueno para el niño (a) ser separado de sus padres por breves temporadas (1 ó 2 meses) 9. Los niños(as) tienen sus propios derechos. 10. Un niño(a), hasta los 7 años no debe jugar solito por tanto la madre debe acompañarlo. 11. Pienso que no es necesario que una madre discipline a su niño (a). 12. Cuando una madre desaprueba una conducta de su niño, ella debe señalarle repetidas veces las consecuencias de esa conducta. 13. Es posible que un niño (a) a veces se moleste con su madre 14. Una madre debe defender a su hijo de las críticas de los demás 15. No tiene nada de malo que los padres dejen que el niño(a) jueguen en el nintendo o vea TV el tiempo que desee. 16. Mi niño no tiene la gracia ni es tan sociable como la mayoría de los otros niños de su edad. 17. Los niños(as) pequeños(as) son como los juguetes que sirven para entretener a sus padres. 18. Una madre debería averiguar sobre el desenvolvimiento de su niño (a) en la escuela (relaciones con profesores y compañeros, sobre sus tareas) como mínimo tres veces por semana. 19. Yo muchas veces amenazo castigar a mi niño, pero nunca lo hago 20. Para criar a un niño (a), no importa el método que utilice la madre, lo importante es criarlo como ella piensa. 21. Traer un bebé al mundo no implica para los padres modificar su forma de vida. 22. Una madre debe ayudar a su hijo (a) y hacerle la tarea cuando él no puede. 23. Si al niño no le gusta los alimentos que le sirven, no está mal que proteste hasta que se los cambien por algo que le agrade. 24. Con un entrenamiento estricto un niño puede llegar a hacer prácticamente todo. 25. Disciplinar a un niño significa ponerle límites. 26. Una madre nunca debería dejar a su hijo solo, expuesto a sus propios medios (capacidades, habilidades). 27. Los padres responsables deben preocuparse porque su niño tenga una propina fija. 28. Una madre debe dejar que la profesora utilice los métodos disciplinarios que considere cuando su hijo o hija no cumple las normas. 29. Los niños(as) deben ser vistos pero no oídos. 30. Es responsabilidad de la madre cuidar que su niño (a) no este triste. 31. La madre debe recostarse todas las noches con su niño (a) hasta que éste(a) logre dormirse, como parte de su rutina diaria. 32. Muchas cosas que mi niño hace me fastidia. 33. No me gusta cuando mi niño(a) manifiesta abiertamente sus emociones (tristeza, cólera, alegría, miedo, amor) 34. Un niño(a) necesita mas de cuatro controles médicos al año. 35. A un niño no se le debe resondrar, por arrancharle cosas a un adulto 36. El niño es como un adulto en miniatura. 37. Como chuparse el dedo no es hábito higiénico, considero que es necesario que una madre tome medidas para que no lo siga haciendo. 38. Una madre no debe confiar en su niño (a) para que haga cosas él solo 39. Cuando el niño llora debe tener inmediatamente la atención de la madre. 40. La madre debe dejar la alimentación de pecho lo antes posible. 41. A una madre no le ayuda mucho hablar con su niño (a) de sus proyectos personales. 42. Prefiero mantener a mi niño (a) cerca de mi por los peligros a los que se expone cuando juega lejos 43. Por alguna razón, yo nunca puedo negarme a cualquier pedido que mi niño(a) me hace. 44. A menudo le juego bromas a mi hijo sabiendo que a él le disgustan 45. Un niño(a) debe complacer en todo a sus padres 46. Creo que, aún cuando mi niño (a) tuviera mas de 6 años, es mejor que yo lo (a) bañe porque no pueden hacerlo solo. 47. Una madre debe ver siempre que las demandas de su niño sean atendidas. 48. A menudo los niños actúan como si estuvieran enfermos cuando en realidad no lo están. Anexo 2 Protocolo de la escala de relación madre - niño INDICADORES N° NOMBRES Fecha: Hora de Inicio: INTERACCIÓN VERBAL MAESTRA 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 TOTAL Hora de termino: No lo hace AGRESIÓN Si lo hace Grita a la maestra Desobedece órdenes continuamente Grita al otro AGRESIÓN FÍSICA Emite sonidos amenazadores Maltrata o rompe objetos o trabajos. Golpea con objetos Lanza objetos Patea Aprieta el cuello Forcejea Se echa encima CATEGORIA Jala el cabello Aprieta el cuerpo de un compañero Empuja Jalonea Golpea con la mano Quita objetos Anexo 3 FICHA DE REGISTRO DE CONDUCTAS AGRESIVAS PARA NIÑOS DE 2 AÑOS TOTAL Anexo 4 Validación del registro de conductas agresivas para niños de 2 años Índice V de Aiken N° 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 Ítem Arrima o aparta con las manos a sus compañeros. Quita objetos Golpea con la mano. Jalonea el cuerpo o ropa de sus compañero Empuja a su compañero. Hacer caer al suelo a su compañero. Aprieta el cuerpo de su compañero. Pellizca. Jala el cabello. Se echa encima de su compañero. Forcejea con un compañero. Rasguña. Aprieta del cuello a su compañero. Pisotea a un compañero. Patea. Lanza objetos a un compañero. Golpea con objetos. Muerde a un compañero. Rompe o maltrata objetos o trabajos. Emite sonidos amenazantes. Grita al otro. Insulta. Desobedece órdenes dadas reiteradas veces. Grita a la maestra. Insulta a la maestra. Golpea con la mano a la maestra. Patea a la maestra. Muerde a la maestra. N= 28 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 Jueces 2 3 4 5 6 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 0 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 0 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 VALOR TOTAL Valoración 7 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 0.8 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 0.8 1 1 1 1 1 1 1 0.98 Ítems aceptados por el SPSS 15 N° 2 3 4 5 7 9 10 11 13 15 16 17 19 20 21 23 24 Ítem Quita objetos Golpea con la mano. Jalonea el cuerpo o ropa de sus compañero Empuja a su compañero. Aprieta el cuerpo de su compañero. Jala el cabello. Se echa encima de su compañero. Forcejea con un compañero. Aprieta del cuello a su compañero. Patea. Lanza objetos a un compañero. Golpea con objetos. Rompe o maltrata objetos o trabajos. Emite sonidos amenazantes. Grita al otro. Desobedece órdenes dadas reiteradas veces. Grita a la maestra. N= 17 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 Jueces 2 3 4 5 6 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 0 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 VALOR TOTAL Valoración 7 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 0.8 1 1 0.98 Anexo 5 Prueba de normalidad de datos Kolmogorov - Smirnov Tabla 01. Prueba de normalidad Kolmogorov-Smirnov para conducta agresiva y las dimensiones de crianza materna Conducta agresiva Aceptación Sobreprotección Sobre indulgencia Rechazo .526 .971 .398 .691 .303 .997 .726 Z de Kolmogorov-Smirnov 1.409 Sig. asintót. (bilateral) .038 .945 n = 30 Como podemos observar el nivel de significancia es p>.005 por lo tanto, la distribución de los datos es normal. El estadístico a usar para la prueba de hipótesis será el coeficiente de correlación Pearson.