y dio a luz un hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre”. Palabra del Señor Gloria a ti, Señor Jesús En este momento en que nos hemos reunido en familia para preparar la fiesta de Navidad, dirijamos nuestra oración a Cristo, Hijo de Dios vivo, que quiso ser también hijo de una familia humana; digámosle: Por tu nacimiento, Señor, protege a esta familia. * Oh Cristo, por el misterio de tu sumisión a María y a José, enséñanos el respeto y la obediencia a quienes dirigen esta familia. R: * Tú que amaste y fuiste amado por tus padres, afianza a nuestra familia en el amor y la concordia. R: * Tú que estuviste siempre atento a las cosas de tu Padre, haz que en nuestra familia Dios sea glorificado. R: * Tu que has dado parte en tu gloria a María y a José, admite a nuestros familiares, que otros años celebraban las fiestas de Navidad con nosotros, en tu familia eterna. R: Oración de bendición Señor Dios, Padre nuestro, que tanto amaste al mundo que nos entregaste a tu Hijo único, nacido de María la Virgen, dígnate bendecir este nacimiento, y a la familia cristiana que está aquí presente, para que las imágenes de este pesebre ayuden a profundizar en la fe a los adultos y a los niños. Te lo pedimos por Jesús, tu Hijo amado, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén. Se concluye diciendo: Cristo, el Señor, que se ha aparecido en la tierra y ha querido convivir con los hombres nos bendiga y nos guarde en su amor. Amén. En el nombre del Padre +, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén. + Preparando la Navidad Este año va tocando ya a su fin. Se acerca esa época del año en la que muchas cosas terminan, por lo cual nos reunimos para evaluar, revisar, hacer despedidas y festejar. Y no es para menos. Cada día de vida, con sus gozos y esperanzas, con sus tristezas y angustias, merece ser celebrado. Porque la vida es un don precioso, que siempre vale la pena. Es por eso que también cada año, buscamos en casa para volver a armar, con un poco de nostalgia y otro poco de esperanza, el pesebre familiar, que va preparando nuestro ánimo para las fiestas. Casi inconscientemente, al hacerlo, pensamos en cómo pasa el tiempo; y algo se hace evidente: cada año es único, como cada día, con una originalidad propia para nuestra vida, y para la vida de todo el mundo. Más concretamente: el tiempo de nuestra vida es un don precioso de Dios, Señor de la vida y de la historia. Y en ese gesto sencillo de poner al pequeño niño Jesús en el centro de nuestro hogar, queremos confesar que el es el centro de toda la historia, el principio, el fin y el sentido de la misma; y que el tiempo no es entonces simplemente algo que pasa, sino Alguien que viene a nuestro encuentro como Salvador de toda la humanidad. La celebración de la Navidad tiene éste sentido. Y es por esto que puede ser un motivo de esperanza y alegría para cada uno de nosotros, y para toda la humanidad. A lo largo de todo este año, recorriendo las etapas del año litúrgico, la Iglesia ha querido redescubrir una y otra vez a Cristo como el único capaz de colmar todas las expectativas que se encuentran en el corazón humano. Pero esa búsqueda de Jesucristo puede hacerse sólo cuando se deja lugar en el propio corazón al Espíritu Santo, que desde la mañana de Pentecostés llena el universo, y transforma a los hombres y mujeres que le son fieles en amigos de Dios. Es por eso que la Iglesia, con su vos profética, nos invita a todos los cristianos, y a todos los hombres de buena voluntad, a atravesar el umbral del nuevo año que pronto comenzaremos bajo el signo de la Esperanza, comprometidos en la oración y la reflexión por la paz, cuya jornada mundial celebramos cada año el primer día del año. Ya conocemos al Espíritu Santo: se manifiesta siempre que se manifiesta la vida. Es el Espíritu Creador; es el Espíritu que fecundó a la Virgen María para que trajese al mundo al autor de la vida; es el Espíritu que vivificó a Jesús en la mañana de la Resurrección, y que hará lo mismo con nosotros, en la mañana de nuestra resurrección; es el Espíritu del que tuvimos una particular experiencia en la vida de la Beata Madre Teresa de Calcuta, mujer llena del Espíritu Santo, que amó y defendió la vida, allí donde la misma estaba más desprotejida, indefensa y necesitada. Este Espíritu Santo quiere visitar de modo permanente nuestras casas y nuestros corazones. Este tiempo en que preparamos la Navidad armando nuestros pesebres puede ser una particular oportunidad para invocar la presencia, la protección y la bendición de Dios sobre nuestras casas y nuestros seres queridos, en este particular momento histórico, en que al aproximarse un nuevo año, renace la esperanza de un tiempo que puede estar marcado, si nosotros ayudamos, por la presencia esperanzadora de este Espíritu cuyos frutos son amor, alegría, paz, paciencia, dulzura, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí. Las celebraciones que a continuación se proponen tienen como finalidad hacer que el Espíritu Santo, que movió a los magos a ir al encuentro del niño Jesús y a reconocerlo en el pesebre, nos mueva a nosotros a reconocer en el niñito de Belén a Aquel que es Camino, Verdad y Vida que nos conduce al corazón de nuestro Dios y Padre; a festejarlo, de modo particular en la Misa de Nochebuena; y a compartir con Él, en esa gran familia de todos sus hijos que es la Iglesia, toda nuestra vida. Bendición de la corona de Adviento + La “Corona de Adviento” es un signo que expresa la alegría del tiempo de preparación a la Navidad. Por medio de la bendición de la corona se subraya su significado religioso. + La luz indica el camino, aleja el miedo y favorece la comunión. La luz es un símbolo de Jesucristo, luz del mundo. + La corona de Adviento es un símbolo de la esperanza de que la luz y la vida triunfarán sobre las tinieblas y la muerte. Porque el Hijo de Dios se ha hecho hombre por nosotros, y con su muerte nos ha dado la verdadera vida. Oremos. La tierra, Señor, se alegra en estos días, y tu Iglesia desborda de gozo ante tu Hijo el Señor, que se acerca como luz esplendorosa, para iluminar a los que estamos en las tinieblas de la ignorancia, del dolor y del pecado. Lleno de esperanza en su venida, tu pueblo ha preparado esta corona, y la ha adornado con luces. Ahora que vamos a empezar el tiempo de preparación para la venida de tu Hijo, te pedimos, Señor, que mientras se acrecienta cada día el esplendor de esta corona, con nuevas luces, a nosotros nos ilumines con el esplendor de Aquel que, por ser la luz del mundo, iluminará todas las oscuridades. Él que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén. (Y se enciende el cirio que corresponda, según la semana de Adviento). Bendición del pesebre familiar + Es muy recomendable la costumbre de armar el pesebre en cada casa; se trata de una ayuda que prepara a vivir el misterio de la Navidad. Para darle más sentido religioso, puede hacerse, con motivo de alguna reunión familiar durante el Adviento, o la tarde misma del 24 de diciembre, la siguiente bendición: En el nombre del Padre +, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén Durante estos días contemplaremos en casa este pesebre, y meditaremos el gran amor del Hijo de Dios, que ha querido habitar con nosotros. Pidamos a Dios que el pesebre colocado en nuestro hogar avive en nosotros la fe cristiana, y nos ayude a celebrar más intensamente estas fiestas de Navidad. Uno de los miembros de la familia lee un texto de la Biblia, p.ej. Lc. 2,4-7: Rito de la bendición en la familia En el nombre del Padre +, del Hijo, y del Espíritu Santo. El encender, semana tras semana, los cuatro cirios de la corona debe significar nuestra gradual preparación para recibir la luz de la Navidad. Escuchemos ahora hermanos, las palabras del santo evangelio según San Lucas: Amén Vamos ahora a bendecir esta corona, que con sus luces nos recordará que Jesucristo es la luz del mundo, y cuyo color verde significa la vida y la esperanza. “En aquellos días, José, que era de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llamaba Belén, en Judea, para inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y mientras estaban allí, le llegó el tiempo del parto,