HESÍODO

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HESÍODO
Para enjuiciar la obra de Hesíodo, y en particular los valores que con ella se
brindan a la posteridad, hemos de partir de un principio: Hesíodo se justifica por lo que
tiene de universal. Se trata de un poeta eminentemente didáctico, con una intención
claramente formativa, centrada en dos ideas principales. La primera, que el hombre está
sujeto a ciertos destinos, de los que apenas puede sustraerse, por una relación directa
con la divinidad. Segunda, que solo la virtud y el trabajo pueden redimirle y hacerle
dichoso en la medida que su estado actual se lo consiente. Religiosidad y trabajo son
dos puntos capitales en el ideario de Hesíodo.
Hesíodo nació en la aldea de Ascra, en Beocia (Grecia continental), al sur, según
parece, del monte Helicón. Era hijo de campesinos. Nació posiblemente a mediados del
siglo VIII a. C., aunque no se sabe ciertamente la fecha exacta del poeta, sí se sabe que
lo separan dos siglos de Homero.
La colonización griega del Mediterráneo tuvo lugar sobre todo entre los siglos
VIII y VI a. C. En la Grecia interior, hasta el siglo VIII, predominaron organizaciones
políticas, económicas y sociales de tipo monárquico, tradicional y agrario. Después de
las invasiones de pueblos indoeuropeos, Grecia conoció un período de estabilidad, en el
que la vida sedentaria impuso sus características peculiares. Sin embargo, y por
distintos motivos, en la época a que nos referimos comenzaron a perfilarse las colonias.
El comercio y la industria conocieron su desarrollo principalmente a partir de los siglos
VIII y VII. Y con los grandes movimientos colonizadores, fue evolucionando el
concepto político del mando. Poco a poco se fue sustituyendo la monarquía por la
aristocracia y la tiranía. Con la industria, el comercio, el trasiego de gentes, nació así
mismo la moneda, consecuencia inevitable en el nuevo orden de cosas. Pero en las
regiones más atrasadas continuó también la antigua economía. Por último, otro
fenómeno de gran trascendencia tuvo lugar en estos siglos: la aparición de la esclavitud,
como fórmula de compromiso, en principio, ante el gran desarrollo de los mercados
interiores y exteriores, como ley de guerra más humana que la primitiva de los
degüellos en masa, como necesidad ante las formas de la nueva vida.
En realidad, la Hélade clásica, dominadora en el campo del espíritu, creadora de
ideales, la Grecia que logró asimilar ricos y variados elementos de tantas culturas, la
Grecia de cuyas enseñanzas vivimos todavía, se estaba gestando entonces.
Dentro de la literatura, pero con resonancias políticas y sociales, Homero supone
la Grecia épica y colectiva. Leyenda y heroísmo contienen los gérmenes de una cultura
que tanto dará después al mundo.
A partir del siglo VIII, y más aún en el VII, comienza a vislumbrarse el
individualismo, consecuencia natural en un orden de cosas tal y como acabamos de
perfilar. El sentido de la propia personalidad del hombre como individuo, aislado o
dentro de una colectividad, ha de reflejarse por fuerza en la literatura.
El poeta adopta posturas personalísimas ante problemas trascendentes: la
ciencia, el mundo, la divinidad. El recoge el sentimiento religioso de una época de
transición en la historia griega. El Olimpo de los dioses paganos cobra especiales
matices a partir de la poesía hesiódica, y se enriquece con ella. Sobresale el Zeus
dispensador de la justicia, el Zeus que abate a los soberbios y exalta a los humildes. Un
mundo campesino supervaloriza a Démeter, la diosa de los trabajos agrícolas, o a
Dionisos, el dios alegre de las faenas vitivinícolas.
La profunda religiosidad de Hesíodo, junto con los desengaños que tuvo que
sufrir, a la vez que las duras condiciones ambientales del poeta (clima, economía rural
pobre, aislamiento, etc.) fueron el origen de una postura defensiva ante la vida. A pesar
de todo ello, para el poeta aún existen esperanzas de redención. Dice haber sido
inspirado por las Musas del Helicón, pide que nos conozcamos a nosotros mismos, que
descubramos nuestras debilidades y nuestras aptitudes. Hemos de conocernos y luchar
para que la justicia triunfe en la vida, frente a la injusticia: esta última amenaza, por
desgracia, con derrumbarlo todo.
El poeta se inclina a un moderado pesimismo, por el hecho de sentirse inmerso
en un mundo senil del que está profundamente descontento. Pero su amor al prójimo, su
cariño innato a la Naturaleza, su temple excepcional y su sólida fe religiosa le hacen
sentirse seguro de sí mismo, hasta el punto de juzgarse portador de una luz salvadora.
Los trabajos y los días
La obra más importante de Hesíodo, y que en cierto modo resume su
pensamiento, lleva un título que no conviene del todo a la intención del poeta.
Hesíodo vivía en Ascra; labraba los campos que su padre le había dejado en
herencia. Hacienda pobre la suya, pero suficiente, no dejó de darle serios contratiempos.
Tuvo que sufrir un proceso ante los jueces de la región y ello por culpa de su hermano
menor, Perses, un vago codicioso que le disputó los bienes paternos. Todo esto lo relata
el propio poeta en su obra. La sentencia, gracias a dádivas y sobornos, fue favorable al
hermano libertino y embaucador, por lo que dejó en Hesíodo un sentimiento de repulsa
y desengaño ante las instituciones; el que los jueces fueran sobornados, nos lo dice él
mismo, llamándoles “tragones de obsequios”; la justicia y la ley del más fuerte se
impuso sobre el débil, tal y como el propio Hesíodo nos ilustra con su célebre apólogo
titulado “El gavilán y el ruiseñor”.
Pero pronto se vio Perses obligado a acudir a su hermano, pidiéndole auxilio
económico: porque no tardó en dilapidar la fortuna que con malas mañas había
arrebatado a Hesíodo. Parece que incluso llegó a amenazarle con otro proceso. Hesíodo
debió ayudarle una vez más, aunque terminó por negarse a seguir atendiendo a aquel
codicioso que se pasaba el invierno en las tertulias, en las plazas, en las fraguas de los
herreros, en los rincones soleados al abrigo del viento, dedicado a un empeño que tanto
bien y tanto mal hizo a los griegos: la conversación.
Parece ser que Hesíodo, ante la insistencia de su hermano en sus ambiciosas
pretensiones, y tratando de evitar que recurriese de nuevo a los jueces sobornados antes,
concibió el plan de componer un poema en el que, dirigiéndose a Perses en un tono
fraternal, a la vez que severo, procuraría enderezarle por el buen camino, dándole los
principios y los consejos necesarios para lograr tan noble propósito.
Para ello, Perses había de convencerse de la existencia de unos dioses, de unas
normas, de unas obligaciones y de una sociedad, en fin, cuyo principal fundamento ha
de radicar en la religiosidad, el trabajo, la justicia.
Análisis del poema
El título se refiere solamente a dos partes de la obra o, para ser más exactos, a
una parte completa (los trabajos) y a otra incompleta (los días). Los días están muy lejos
de nosotros tal como Hesíodo nos los presenta. Se trata de una concepción religiosa de
la vida, que tiene mucho de superstición.
No olvidemos que la enseñanza es pedagogía. A los hombres se los conduce
como a los niós. Es preciso adaptarse a la mentalidad infantil, para garantizarse un éxito
de principio. Es desde esta visión que debemos considerar la obra.
El poema está dividido en cuatro grandes momentos:
1. El mundo de la fábula: Hesíodo comienza con una invocación, llamando en su
auxilio a las Musas inspiradoras, proclamando a la vez la prepotencia de Zeus. Y
entra en el tema: dar a conocer a su hermano Perses la existencia de una
humanidad empeñada en una dualidad de luchas: cada una de estas trae un
imperio distinto, por un lado, el de la justicia, por el otro, el de la injusticia. La
fábula viene a ilustrar las ideas del poeta. Zeus, el mito de Pandora, el mito de
las cinco razas, nos informan, desde el mundo de la fábula, sobre esta dualidad
terrena, en la que el trabajo ocupa el primer lugar. La fábula del gavilán y el
ruiseñor presenta la tiranía de la fuerza bruta, con sus efectos. Y se exponen las
ventajas de la justicia, con las funestas consecuencias de la injusticia. Se
condena la violencia, propia de las bestias, como se anunció con el gavilán
altivo, y se apela a la condición del hombre, como ser racional: los reyes, y
Perses, si no cambian en su conducta sufrirán castigo: ellos mismo y su
descendencia.
2. La ley del hombre: Aquí busca el triunfo de la justicia. Cinco son los pilares
básicos: virtud, trabajo, religión, familia, economía. Con ellos, ha de prevalecer
la justicia sobre la injusticia. La vida es lucha: la virtud ha de ganarse. Es
sobretodo el trabajo el que ha de servir de punto de partida para la redención de
Perses.
3. Los trabajos: Dos clases de trabajos hay en la lucha por la vida. Primero, los del
campo: si Perses quiere huir de la penosa indigencia, debe trabajar. Aquí detalla
y da consejos sobre las tareas agrícolas. Segundo, los del mar. La navegación
tiene sus épocas propicias, sus modos peculiares.
4. La moral y los días: Hesíodo insiste, al trabajo hemos de añadir una moral,
unas costumbres que lo sustenten. La esposa, las relaciones con la divinidad y
con los hombres, se definirán inmediatamente, como rito ancestral en trece
prohibiciones lapidarias. Y finalmente, pasa el poeta a la exposición de los días
sagrados de Zeus, días del mes propicios o nocivos, según se empleen. Finaliza
el poema con la bendición del justo.
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