Sobre los dos Logos y la justificación de la asignatura: Filosofía de la cultura II. La cultura actual está en la encrucijada de dos Logos. El de la violencia y el del amor, el Logos heraclitano y el Logos joánico. Nietzsche decía que la verdadera oposición está entre Dionisos y el crucificado. Nuestra obsesión como filósofos es la relación entre la fe y el que consideramos el Logos griego, el que esgrime la razón frente al mito. Pero Fides et Ratio y el discurso de Ratisbona nos dejan entrever que la búsqueda del Logos universal que permita la universalización del discurso de la fe, apenas tiene relevancia para el otro lado, el de los filósofos, que han abdicado en masa, en favor de la ciencia, del ejercicio de la razón. El refugio de la filosofía hodierna es el retorno al relato, a la conversación y la ironía, al diálogo en condiciones de igualdad, a los entretenimientos o juegos del lenguaje, al devaneo con la inconmensurabilidad de los sistemas, a la crítica de los lenguajes, a la poética de las ideas, en suma, a la mitología. De este otro lado no hay dudas de la conciliabilidad entre el discurso revelado y el razonado. Por todo lo cual, lo que realmente interesa es establecer vínculos para el diálogo abierto entre el mundo y la fe. El primero está entregado al logos heraclitano, expresado a la vez en términos míticos y en lenguaje pseudo-científico (prisionera como está la ciencia del cientificismo, ideologizada y arrojada en los brazos del materialismo y el biologicismo, los nuevos mitos). El segundo ha de descubrir que su idiosincrasia es el hallazgo original y originario del Logos joánico, inédito como logos en la historia de la humanidad. El amor –logos Joánico-, es el único antídoto contra el veneno de la muerte que destila nuestra cultura descreída, pero atenazada por la fe en la violencia de todo tipo, del Logos heraclitano. La cultura está en el quicio de este diálogo. El Documento Pontificio para la cultura (¿Dónde está tu Dios?) es la guía de este intento de diálogo. En el punto 3. La vía del amor, se dice: «(Gaudium et spes, n. 21). El testimonio de la caridad es el argumento más convincente que los cristianos presentan como prueba de la existencia del Dios del amor; es el «camino mejor», del que habla san Pablo (cfr. 1Cor 13). En el arte cristiano y en la vida de los santos, resplandece una chispa de la belleza y del amor de Dios que se encarna de manera siempre nueva en la vida de los 1 hombres. Al final, la belleza salvará al mundo1[35]: la belleza comprendida como una vida moral lograda que, a imitación de Cristo, atrae a los hombres hacia el bien. No deja de ser significativo que los griegos consideraran como ideal de la vida del hombre la kalokagathía, la posesión de todas las cualidades físicas y morales, lo bello y lo bueno. El filósofo Jacques Maritain ha convertido lo bello en un trascendental, a la par de lo bueno y lo verdadero: ens et unum et bonum et verum et pulchrum convertuntur. Esta síntesis se manifiesta en la vida del cristiano y, sobre todo, en la comunidad cristiana. No se trata de «demostrar» a toda costa, sino de compartir el gozo de la experiencia de la fe en Cristo, Buena Noticia para todos los hombres y sus culturas» “Camino mejor”, camino de la “belleza”, “Ideal de vida”, lo “bueno”, son categorías en consonancia con la razón, pero que en el mundo actual se ajustan mejor a las connotaciones del Logos joánico. La Fides et Ratio: el trasunto del logos en la cosmovisión cristiana de la cultura No se le puede pedir novedad alguna acerca de la relación entre la fe y la razón. Eso ya lo hizo la encíclica Aeterni Patri e incluso en la Veritatis Splendor. Sin embargo, el contexto cultural en el que la Fides et Ratio (1998) se escribe está marcado por el relativismo cultural en boga. Para mi representa un intento de dar respuesta a ese relativismo, y lo hace a través de la búsqueda de la universalidad del Logos en el que observa diversas acepciones. 1.- Hace referencia al logos como ley universal del mundo. Detrás de esta noción se encuentran las intuiciones de Heráclito. Él entendía que este logos era una ley universal que lo abarcaba todo… de manera inmanente, con una indudable connotación: era el “polemos, padre de todas las cosas”, la dinámica de la violencia, de la oposición de todas las cosas. 2. logos como una capacidad humana a la que la naturaleza y el hombre –como parte de ella- está sometido y es gobernado por ese logos. La violencia de la naturaleza, 2 del universo, y del hombre como parte de ella convergen en el mismo proyecto inmanente. 3. logos como palabra, es decir expresión del pensamiento. El logos humano es por tanto capacidad de diálogo, de comunicación, de relación, de vínculo entre los hombres. Tras esta última intuimos que Juan Pablo II quiere denotar el atributo fundamental del amor. Y los análisis de la noción de logos, de Ratzinger-Benedicto XVI, nos adentran decisivamente en esa noción de su predecesor: la del logos joánico. En el año 1968, el profesor Ratzinger en su Introducción al Cristianismo establecía esta inseparabilidad entre el logos y el amor y buscaba su universalidad. «El agapé -la caritas- es el amor donativo, oblativo, es el amor gratuito. Pero ese Logos-Agapé tiene nombre de persona: Cristo, el logos del que nos habla Juan. Y está para Ratzinger en la cumbre de toda la fe cristiana: “La fe cristiana es ante todo una opción por el primado del logos en contra de la pura materia. Cuando decimos creo que Dios existe afirmamos también que el logos, es decir la idea la libertad y el amor (…), abarca y da origen a todo ser»2. Lo explicita aún más: «Al principio hemos traducido logos por “sentido”. … logos significa no sólo ratio sino verbum, no solo “sentido” sino “locución”. Es decir, el Dios cristiano es no sólo razón, sentido objetivo, geometría del universo, sino que es diálogo personal, relación, palabra y amor. Es razón vidente, que ve y que oye, a quien se le puede llamar y que tiene carácter personal»3. Cristo es el logos. Cristo es ese logos que se entrega y Él es, a su vez, la razón universal del mundo. En Cristo se entiende unitariamente la noción de logos como razón y agapé, amor. «El primado del logos y el primado del amor permanecen idénticos. El logos no se presenta como la razón matemática de todas las cosas, sino 2 3 Introducción al Cristianismo, 1968, págs. 129-130. La palabra en la Iglesia, 1973, Sígueme, Salamanca 1976, págs. 89-90 3 como amor creador hasta el punto de convertirse en com-pasión hacia la criatura»4 Cristo es por tanto el logos y el amor. En esta acepción cristiana, y esto es absolutamente revolucionario, el logos y el amor tienen nombre de persona. Aquí podemos entender que este amor es donación. Y esto no es irracional, sino profundamente racional, aunque no es reductible a razones humanas, porque la donación, la radical donación, es esencialmente libre. Por ello, la razón exige una apertura a la libertad. Es decir, la razón que se abre a la comprensión de la libertad divina, que no es sino su amor, es una razón que da cumplimiento a su anhelo más profundamente sustancial. El misterio del amor de Dios es, por tanto, profundamente racional, pero supera radicalmente la razón, porque su esencia es la gratuidad, la donación auto-sacrificial. Por ello el amor de Dios es el logos. Por eso la ley es el amor de Dios. Y esta es una nueva cultura radicalmente original frente a todas las que habían sido presentadas en el mundo helénico. En la Fides et Ratio no apreciamos únicamente una versión que trate de dar explicación al ejercicio intelectual del hombre en la comprensión del misterio de Dios. En la Fides et Ratio se aporta una cosmovisión acerca de toda realidad, porque toda la realidad ha de ser leída ahora a la luz del amor que es el logos divino, es decir la ley que gobierna el mundo, la ley que da explicación a todo lo que existe. Cabe decir a la luz de esta nueva cosmovisión que se advierte tras la explicación cristiana de la razón y de la fe, que lo que envuelve la realidad entera, que lo que es explicación a todo lo que existe, es el LOGOS universal que estábamos buscando, pero con su connotación más singular y menos griega: como amor gratuito de Dios para todo hombre. Cristo mismo, es esa ley universal, ese amor que todo hombre busca. Esta es la tragedia que vive la “cultura de la muerte”, el mundo actual: sumergido en un vacío intelectualismo, necesita saber que lo esencial de la realidad no son vanas ideas, sino que el fundamento es un Dios-amor. Por eso, San Pablo presenta armónicamente la doctrina de la Salvación, que es Cristo; de la Ley, que es Cristo; de la Sociedad, que es la Iglesia, Cuerpo de Cristo. Con estas acepciones del Logos la cosmovisión griega acerca de la ley y de la sociedad ha quedado radicalmente superada. Pero el Logos no es 4 Fede, verità, tolleranza, 2003, pág. 191. 4 una búsqueda aséptica, limpia e inocua de la verdad. El Logos se muestra en la historia con una acepción censurada: el Logos es violencia. No sólo el Logos heracliteano, polemos, también el LOGOS-Cristo trae la espada, enfrenta a unos contra otros, desestabiliza el orden sagrado primitivo, jerárquico, pone en evidencia la violencia de las instituciones culturales. El odio, la acusación (Satán), y el amor, la defensa (Paráclito) actúan haciendo violencia. Este es el paso que da el discurso de Ratisbona: no está implicado sustancialmente en ella, sino que la padece como siervo de YHVH y ofrece un camino inédito para la convivencia. El Discurso de Ratisbona «En el séptimo coloquio (διάλεξις, controversia) editado por el profesor Khoury, el emperador toca el tema de la "yihad", la guerra santa. Seguramente el emperador sabía que en la sura 2, 256 está escrito: "Ninguna constricción en las cosas de fe"… Sin detenerse en detalles, como la diferencia de trato entre los que poseen el "Libro" y los "incrédulos", con una brusquedad que nos sorprende, se dirige a su interlocutor simplemente con la pregunta central sobre la relación entre religión y violencia en general, diciendo: "Muéstrame también lo que Mahoma ha traído de nuevo, y encontrarás solamente cosas malas e inhumanas, como su directriz de difundir por medio de la espada la fe que predicaba". El emperador, después de pronunciarse de un modo tan duro, explica luego minuciosamente las razones por las cuales la difusión de la fe mediante la violencia es algo irracional. La violencia está en contraste con la naturaleza de Dios y la naturaleza del alma. "Dios no se complace con la sangre — dice—; no actuar según la razón (σὺν λόγω) es contrario a la naturaleza de Dios. La fe es fruto del alma, no del cuerpo. Por tanto, quien quiere llevar a otra persona a la fe necesita la capacidad de hablar bien y de razonar correctamente, y no recurrir a la violencia ni a las amenazas. (...) Para convencer a un alma razonable no hay que recurrir al propio brazo ni a instrumentos contundentes ni a ningún otro medio con el que se pueda amenazar de muerte a una persona» El abogar por no ejercer la violencia para expresar la fe es porque el Kerigma es propuesto no impuesto. Y el kerigma propone que dios es amor, que su logos es amor… San Juan lo contempla como la antítesis de la violencia, por tanto no puede contradecirse, ir en contra de su propia razón de ser que es la donación de sí. 5 En esta argumentación contra la conversión mediante la violencia, la afirmación decisiva es: “no actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios”. Pero un poco más adelante levanta, en mi modesta opinión, una “sospecha” y un “matiz” sobre la que nos centramos para fundar el discurso: «actuar contra la razón está en contradicción con la naturaleza de Dios, ¿es solamente un pensamiento griego o vale siempre y por sí mismo? Pienso que en este punto se manifiesta la profunda consonancia entre lo griego en su mejor sentido» “Sospecha” de que el logos en sentido positivo no es sólo un hallazgo exclusivamente griego, sino que YHVH –Dios amor-razón- se ha anticipado de manera incipiente a lo largo de una historia de la salvación que está inspirada en el culminación de la figura Christi “siervo de YHVH” en su consumación y agotamiento en Cristo-logos de Dios-. Y “matiz”, porque su sentido no es absorbido del todo por su aspecto positivo de razón no violenta. En su peor sentido sería aquel que nos remite a Heráclito, que es el que más cerca está de lo sagrado arcaico, del Logos de la violencia, se refiere al mito, y este es la justificación del sacrificio, de la razón dialéctica. Posteriormente sobre abunda en este sentido: «Modificando el primer versículo del libro del Génesis, el primer versículo de toda la sagrada Escritura, san Juan comienza el prólogo de su Evangelio con las palabras: “En el principio ya existía el Logos” [...], y el logos es Dios, nos dice el evangelista». «En realidad, [sigue diciendo el Papa] este acercamiento [a la razón] había comenzado desde hacía mucho tiempo. Ya el nombre misterioso de Dios pronunciado en la zarza ardiente, que distingue a este Dios del conjunto de las divinidades con múltiples nombres, y que afirma de él simplemente «Yo soy», su ser, es una contraposición al mito, que tiene una estrecha analogía con el intento de Sócrates de batir y superar el mito mismo. El proceso iniciado en la zarza llega a un nuevo desarrollo, dentro del Antiguo Testamento, durante el destierro, donde el Dios de Israel, entonces privado de la tierra y del culto, se proclama como el Dios del cielo y de la tierra, presentándose con una simple fórmula que prolonga aquellas palabras oídas desde la zarza: «Yo soy». Juntamente con este nuevo conocimiento de Dios se da una especie de Ilustración, que se expresa drásticamente con la burla de las divinidades que no son sino obra de las manos del hombre (cf. Sal 115). De este modo, a pesar de toda la dureza del desacuerdo con los soberanos helenísticos, que 6 querían obtener con la fuerza la adecuación al estilo de vida griego y a su culto idolátrico, la fe bíblica, durante la época helenística, salía desde sí misma al encuentro de lo mejor del pensamiento griego, hasta llegar a un contacto recíproco que después tuvo lugar especialmente en la literatura sapiencial tardía». En contraste, sigue diciendo la carta de Ratisbona, con el voluntarismo de Duns Scotto y del Islam.... «Dios no se hace más divino por el hecho de que lo alejemos de nosotros con un voluntarismo puro e impenetrable, sino que, más bien, el Dios verdaderamente divino es el Dios que se ha manifestado como logos y ha actuado y actúa como logos lleno de amor por nosotros. Ciertamente el amor, como dice san Pablo, «rebasa» el conocimiento y por eso es capaz de percibir más que el simple pensamiento (cf. Ef 3, 19); sin embargo, sigue siendo el amor del Dios-Logos, por lo cual el culto «λατρεία», un culto que para el cristiano, como dice también san Pablo, es «λογικη» concuerda con el Verbo eterno y con nuestra razón (cf. Rm 12, 1)» Pero, al logos que se queda en el conocimiento, que le falta el amor, le falta algo más que un atributo, le falta su esencia: su idiosincrasia va ligada a amor de manera inextricable, más incluso que a la razón-conocimiento, su ser es diffusivum sui. Esa es mi intuición en la materia. El Logos griego es el logos heracliteano: no es sólo una dialéctica racional poderosa, es la declaración radical de que “Polemos es el padre de todas las cosas”. Ese logos es la violencia, eso es Heidegger y eso es Nietzsche… y es con el postmodernismo con el que el logos joánico (amor y razón) ha de entrar en litigio. Los “signos de los tiempos” son que la razón es decisionista (decidere: degollar …al cordero) es instrumental y eficacista, ahorrativa, y está al servicio del Logos violento-científico-técnico, es el Padre de la cultura humana. La filosofía que ha despreciado a la metafísica y la ciencia que se ha reducido a praxis materialista y biologicista están camino de retorno al mito. Se dejan llevar por los sentimientos de las multitudes a golpe de sondeos de las masas, por la desesperación, la angustia, están prisionera de la doxa. La filosofía le ha dejado el terreno a la ciencia, ha vuelto al mito, veíamos al principio pero ahora añadimos: el mito es el diasparagmos dionisíaco. La razón griega (el Logos en sentido positivo, “lo mejor del logos griego” que decía el discurso de Ratisbona) está lejos de los procesos sociales de decisión, lo que hay es Hybris heraclitana. Oposición de contrarios en una dialéctica destructora, esperando que del mal salga el bien –entendido como paz social. Pero la fe en el Logos secular es 7 la fe en Dionisos: la violencia como partera de una sociedad sin violencia utópica e imposible. El logos de la filosofía está disfrazado con piel de cordero: las decisiones democráticas, la opinión, son dictaduras de las mayorías, que no piensan racionalmente ni se guían por principios, ni se someten a las leyes del logos racional, estamos en el útero de una cultura sentimental. El Logos joánico enfrenta a todos, es violencia, trae la espada, se presenta como un lobo que amenaza la falsa paz, los órdenes espurios, pero trae la paz verdadera, la del Cordero degollado de Dios que carga con los pecados del mundo. No en vano el Apocalipsis utiliza la palabra cordero 33 veces. Sin embargo, el lobo Dionisos está sediento de sangre, reclama ser descuartizado, las aldeas griegas son ahora el planeta, y la víctima tiene que representar a esta aldea global. El origen de la cultura es el sacrificio: el sacrificio organizaba el orden, la jerarquía, estructuraba el dentro y fuera, el bien y el mal (en este punto irrumpe con fuerza todas las aportaciones de la teoría mimética: (Girard, Schwager, Allison, Eric Gans… ). La cultura planetaria se ha construido y se construye sobre el sacrificio y por tanto sobre la violencia, los millones de cadáveres sacrificados en el ara de la historia lo atestiguan… el cristianismo tiene una misión universal: es por tanto contracultura: pone en evidencia que los ídolos que adoramos están cortados por el mismo patrón, la fe en la fuerza. Cristo, el Logos joánico, es el primero que es consciente de esto: por eso siempre está enfrentando en el evangelio a las multitudes de personas y demonios, “Legión me llamo”. El “solo un dios puede salvarnos” heideggeriano es el logos de la violencia última, legítima, cargada de razón. La técnica es el aparato de la razón. Pero la poética, el retorno al Heráclito cercano a lo sagrado, es la otra cara del mismo dios: vuelta al paganismo. Heráclito es el que más cerca está del mito, pero también el que inaugura la dialéctica. La vuelta-latría, el otro culto- a la naturaleza es el retorno de Dionisos. Se quiere prescindir de dos mil años de cristianismo, pero eso implica un volver a empezar desde el mito y el mito es la naturaleza, y la naturaleza es violencia sacrificial, esperanza entrópica en que la sangre de las víctimas regenere la savia social. El Logos como polemos (y padre de todas las cosas), es sólo violencia, contra la propia naturaleza y contra el hombre, Satanás expulsándose a sí mismo. ¿Podrá la violencia expulsarse a sí misma. Por eso la cultura está bajo la protección del príncipe de este mundo: cuya lógica –logos- es la expulsión, la exclusión, el sacrificio repetitivo. Hoy 8 Heráclito está bien representado en el postmodernismo, en la cultura de la muerte: prohibido sufrir, cueste lo que cueste, haya que sacrificar a quien haya que sacrificar. Y esto Logos heraclitano sí es universal, y puede entrar en relación con la universalidad del logos -amor-razón- superación de toda violencia y de todo sacrificio, del rito arcaico, –porque todas las culturas conocen el sacrificio sangriento (¿podríamos decir semina verbi?): el Rey Swazi, Purusha, Prajapati, Xipé-totec– y del mito porque todos los sistemas de comprensión del mundo son justificaciones de la legitimidad de la violencia para implantar sucesivos y espurios órdenes culturales. Este logos funciona como un mecanismo de resolución de crisis: designa al débil, señala a la víctima, dispone el sacrificio, congrega a la multitud unánime (contraria sunt circa eidem, Suárez dixit), asesina, y hace retornar el orden social por un tiempo (en eso consiste su virtud, los rivales enfrentados se aúnan frente a un tercero…a partir de aquel momento Herodes y Pilatos se hicieron amigos. El mundo, dividido en rencillas interminables se congrega como Uno en torno al cordero), hasta la próxima crisis que necesite un chivo expiatorio, una víctima propiciatoria, ideal, que no sea susceptible de suscitar un venganza sin fin. La cultura cristiana tiene una misión respecto al resto de la culturas proporcionarles las claves para superar el mito, para que se universalicen, de desvelar el velo de las semina verbi. Esta clave es el Logos crucificado por amor. Por esto es tan importante presentar la verdadera oposición no entre la fe y la razón, como pretende el cientificismo actual, sino entre la fe en el Logos del amor y la fe en el Logos de la violencia. Este es el logos griego por excelencia: el de Heráclito, el que cree en la hybris heroica, y no en la santidad, el que cree en que hay una violencia legítima justificada a toda costa y que cree que el amor-caritas es imposible. Por eso el dilema del hombre futuro viene planteado en el evangelio en forma de apocalipsis, un apocalipsis no como catástrofe vengativa de un Dios, como juicio, como acto humano, pero que nos abre a la esperanza, a la conversión: según Girard –inspirador de la teoría mimética que abunda en estas intuiciones-, nos es planteado como un trato sórdido… o la reconciliación de la humanidad o la nada, pero el apocalipsis nos ayudará a lo primero. 9 Desde el principio, el discurso de Ratisbona, nos conduce a dar el paso de la reconciliación del Logos joánico con el logos griego: Dios ha de ser razonable… pero de inmediato se asocia a que ese Logos es el “Yo soy” y que la esencia de ese “yo soy” es el amor. La insistencia en ese genuino hallazgo es porque no basta la razónconocimiento para salvarse, ni para comprender el mundo. Hace falta el amor. Pero hay que dar un paso más, la razón a lo largo de su propia historia retorna al mito. Se mitifica. La razón dialéctica es el logos heraclitano y Heráclito no distingue al logos en su acción auto desenvolvente, dialéctica, de la acción del mito: violencia indiferenciada. Aparece una nueva y verdadera oposición de la que son conscientes todos los evangelistas: el amor se opone no a la razón, sino a la razón violenta, es decir al nuevo mito. Eso es Heidegger. La verdadera oposición es Dionisos contra el crucificado, eso es lo que ve lúcidamente Nietzsche y lo que hoy está empezando a intuir la cultura laicista, los nuevos mitos de la política y el cientificismo: que la única oposición es contra el amor, contra la donación gratuita –todo lo demás son reservas egoistas-, que tiene nombre de Persona-, en el que convergen la verdad, la bondad, la libertad y la esperanza. Es necesario volver al mito y conocer lo que es, desvelar cómo se perpetúa bajo las formas de la razón, y desmitificar la violencia que se esconde tras la razón dialéctica. El mito es la ocultación del aparato sacrificial de lo sagrado arcaico, el logos Joánico es la razón-amor que desvela la inutilidad de todos los sacrificios de los ídolos ensangrentados de los ritos y de las ideologías en la historia, y proclamar la validez del único sacrificio necesario: el que da la vida por otro, como Cristo, el que es el logosamor, nos ha ensañado a darla con su propia carne. La historia de la cultura pivota entonces en torno a un binomio de opuestos: el amor versus la violencia, Dionisos versus el crucificado. El logos heraclitano versus el logos joánico, y aunque éste ya ha vencido a la violencia de manera definitiva, el mundo se dirime todavía en su elección mientras vivimos en la escatología, y se demora la parusía. Desvelar el origen sacrificial del orden social es la tarea de una filosofía de la cultura. Porque es quitar el velo a la violencia, desenmascararla, y presentarle el rostro que no se vuelve –paradigmatizado en la cruz- como antídoto y cómo fórmula para organizar un orden que no exija víctimas inocentes. 10 El p. 4 del Doc. ¿Dónde está tu Dios? nos da las claves para saber dónde y cómo tenemos que trabajar en la enseñanza de la filosofía, así como en la vida, para que el diálogo con la cultura sea fecundo. A modo de resumen nos dice: «Una visión sintética de las indicaciones, sugerencias y propuestas de personas procedentes de diferentes culturas en los cinco continentes y de experiencias pastorales muy diferentes, permite destacar los puntos siguientes que merecen una atención particular: – Importancia de dar testimonio de la belleza de ser amados por Dios – Necesidad de renovar la apologética cristiana para dar razón, con dulzura y respeto, de la esperanza que hay en nosotros (1Pe 3,15) – Acercarse al homo urbanus mediante una presencia pública en los debates de sociedad y poner el Evangelio en contacto con las fuerzas que modelan la cultura. – Urgencia de enseñar a pensar, en la escuela y la universidad y tener el valor de reaccionar, frente a la aceptación tácita de una cultura dominante, a menudo impregnada de increencia e indiferencia religiosa, mediante una nueva y gozosa propuesta de cultura cristiana. – A los no creyentes, indiferentes a la cuestión de Dios, pero creyentes en los valores humanos, mostrar que ser verdaderamente hombre es ser religioso, que el hombre halla su plenitud humana en Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, y que el Cristianismo es una buena noticia para todos los hombres y culturas»5 Todas las pretensiones del Doc. tienen que ver nuestra tesis: en el origen de la cultura humana está la religión en sus diferentes manifestaciones sacrificiales –semina verbi- que son reasumidas por el sacrificio definitivo del Logos –cordero-. La liturgia y su belleza sobreabundan en la representación siempre actual de un Dios que se inmola, con gestos que denotan la superación de todas las violencias, que abogan por el perdón. El que la proposición del kerigma, mediante la evangelización, es la apologética más directa y más universal, porque todo hombre está herido por el pecado original y, por tanto, necesita ser rescatado-amado, y, por eso, además, es la propuesta gozosa y nueva que todo hombre espera. No es la presentación de una ley mosaica –pesado fardo farisaico- que nadie puede cumplir (el que esté libre de pecado que tire la primera piedra, sea el primero en sacrificar, en ejercer la violencia, el que insulta a su hermano 5 La cursiva es mía. 11 es un asesino, etc.), sino la oferta de la buena noticia por excelencia: el Logos amor no pone condiciones, la que puede hacer razonable o defendible al Logos joánico como la alternativa al Logos del mundo. En fin, en una intervención de estas -necesariamente restringidas- dimensiones, todo puede parecer tópico y adquirir defectos por omisión inevitablemente, pero sirve de pinceladas de un cuadro cuyo trasfondo se intuye es riquísimo en contenidos. Con temor y temblor te lo envío porque lo escrito hace permanente la exhibición de las carencias. 12