Taller en madera: modalidades de operar en la psicosis Por Lic. Maximiliano Diez Si toda producción escrita conlleva una intención, que podrá ser explicitada o deducida, intentaré comunicarles mi intención en este trabajo: la transmisión de una experiencia, experiencia en la cual fuí partícipe. Para acceder a la posibilidad de transmitirles esta intención por una vía escrita, alguien, un Otro, debió de transmitirme las reglas de la grámatica, debió haberme enseñado a leer y a escribir. Si así no hubiese ocurrido quizás hoy no estaría escribiendo sino transmitiéndoles esta experiencia por vía oral, o quizás me hubiese volcado a producir alguna otra obra a partir de esta experiencia, una escultura por ejemplo, o porque no, a pintar. Se verá en el devenir de este trabajo a que apunto al hacer esta referencia. Pero retomando la experiencia a transmitir, la misma estuvo enmarcada en un lugar físico: un Hospital de Día en el cual funcionó, durante mi estadía en el y hasta el final del mismo, el Proyecto Brazos Abiertos. Este proyecto que aquí menciono dependía del Ministerio de Desarrollo Social, por el cual fui contratado como sistematizador. En este espacio funcionaban diferentes talleres: taller de cocina, taller de velas y jabones, taller de plantas y flores, taller de música y taller en madera. En estos talleres se les entregaba a aquellos participantes los materiales con los cuales se produciría un objeto como así también se les transmitía la enseñanza, la instrucción de cómo hacerlo. Participaban de los talleres sujetos “con nombres”, primando esta concepción, con diferentes estructuras psíquicas: neurosis y psicosis (con criterio). Con un objetivo pretendido: aprender a realizar un objeto, una artesanía, introduciendo las particularidades de su creador, la venta del mismo, favoreciendo de esta manera, en los casos de psicosis, el establecimiento de un lazo social y de cierta inserción social. Y, como desarrollaré a continuación otros efectos que se observará en cada uno de los casos mencionados. Continuaré con esta producción haciendo mención de ciertos conceptos teóricos a los cuales me remití al momento de ordenar y teorizar la experiencia en la cual participé activamente: la del taller en madera y sus efectos particulares en ciertos sujetos con estructura psicótica. El primer concepto a tener en cuenta es el concepto de artesanía y su diferenciación con el concepto de arte. Una definición amplia de artesanado sería la de pensarlo como: un arte particular ejercido por ciertas personas a partir del cual elaboran por su propia cuenta objetos singulares o seriados en cantidades pequeñas a partir de materiales adquiridos en el mercado, obtenidos de la naturaleza o de su propia elaboración. El artesanado utiliza una escasa cantidad de máquinas y herramientas pudiendo incluso fabricar parte de las mismas; como condiciones particulares en este tipo de tarea podemos señalar el deseo por la obra, la satisfacción obtenida en su realización y posterior reconocimiento. La posibilidad de impresión de un sello personal caracteriza cada uno de sus trabajos. Algunas características del artesanado son propicias para pensarlas desde el concepto freudiano de sublimación siendo entendido como destino posible de la pulsión, que implicaría un modo particular de satisfacción, ubicado entre la tendencia a la fijación de goce y la tendencia a su libre desplazamiento; el cambio de meta y de objeto pulsional produce una sustitución que no se origina como retorno de lo reprimido, abriendo la posibilidad de aplicación del concepto a las distintas estructuras clínicas. Desde la perspectiva psicoanalítica Freud planteaba lo artístico como algo aparte del proceso de formación de síntomas. Lacan produce un giro conceptual respecto de estas teorizaciones y dice que justamente lo que permite desembrollar el Síntoma es la invención, también el Síntoma en singular … entonces une el síntoma a la sublimación, siendo parte del proceso de curación, y agregará que en realidad es impensable un tratamiento si no hay invención. En referencia a la noción de arte diré muy poco: en nuestra época ya no hay un Otro consistente, a la manera de un Mecenas o Marchand, como dirá Lacán en el seminario XI, que determine un ideal estético a partir del cual se juzgará lo que es arte para diferenciarlo de lo que no lo es. Dicha figura se pluraliza en aquellos que compran el producto otorgándole reconocimiento social. Advertidos de ello, quizás se facilite poder pensar que la invención, lo artístico-al menos para el psicoanálisis- podría ligarse más a un saber-hacer que a una producción determinada, que el reconocimiento de determinada cultura, encarnado en un mecenas o marchand, no es condición necesaria y suficiente para decir “allí hay arte”, porque la sublimación antes que nada es un destino de pulsión y del uso que el sujeto hace de ello. El segundo concepto a considerar es el de sustancia, el problema de la sustancia. De acuerdo al diccionario de Filosofía de Ferrater Mora el termino substancia significaría lo que está debajo de las distintas cualidades o accidentes, sirviéndoles de sostén, pudiendo cambiar sus cualidades manteniéndose el soporte. Aristóteles diferenciaba entre la sustancia primera y la sustancia segunda, siendo la primera la Ousía (el ser) y la segunda los materiales que uno utiliza para hacer un objeto. Entonces ¿Qué sería producir?: “dar a la vista” algo de la sustancia primera, del ser de un sujeto, pero Aristóteles también agrega en “la metáfora de Zenón”, que la forma de esa sustancia segunda puede variar pero la Ousía, el ser, continuar siendo la misma; puede variarse el objeto pero no lo que se juega del ser, porque no hay una coincidencia allí, por eso la posibilidad de hacer distintos objetos donde a veces, bajo distintas formas se alberga la misma cosa, lo que los psicoanalistas llamamos el objeto a. Para el psicoanálisis la sustancia primera nos plantearía el problema de la sustancia gozante, el objeto a, y la sustancia segunda el de los objetos que se producen. Cabría exponer al menos dos vías de producción de esa sustancia segunda: la primera de ellas se la podría denominar la vía de la empiria, en la cual un sujeto, sin ningún conocimiento del objeto, sin técnica alguna, produce el mismo o intenta producirlo. Aquí me detendré unos instantes para traer a colación un breve bosquejo de un caso clínico en el cual aparecía esta vía. Pedro se presenta a mi consultorio vestido de mujer, me pide que lo llame Josefina. Luego en el curso de las entrevistas este nombre cambiará. Ya no será más Josefina sino …(aquí va un nombre de una mujer de un personaje de un manga japonés). El empuje a la mujer en su cuadro era claro, es así como en su intento de ser aquella que complete al hombre venía a las entrevistas a hablar de cómo hacerlo, poniéndose hormonas, prótesis mamarias o algún otro tipo de postizo. El diagnóstico de estructura indico que me encontraba frente a una estructura psicótica. Luego de varias entrevistas Josefina relata que le produce mucha satisfacción dibujar, y sobre todo dibujar mangas japoneses, que no son otra cosa que revistas de historietas. Nunca había tomado clases de dibujo. Pero lo hacía asiduamente. (aquí le alcanzo al público las fotocopias color de algunos de sus dibujos) El, en tanto su nombre era el de un personaje japonés, aparecía en varios de sus dibujos. (aquí debo agregar que Pedro ganaba un nombre, se lo creaba al firmar sus obras) Se podrán hacer varias conjeturas acerca de la funcionalidad del arte en este paciente, pero lo que me interesa transmitirles es esta vía de producción de esta obra. La segunda vía de producción de la sustancia segunda la podríamos denominar: la vía de la técnica o “téjne”, que nos proporciona la posibilidad de hacer, dependiendo de los materiales que se utilizarán. La técnica es un saber hacer la cosa; la madera tiene determinadas características, formas de trabajarla. Entonces tenemos la sustancia primera, el objeto al que hay que llegar, la técnica que es lo que permite que se llegue a realizar el objeto, y la “poiesis” que es el hacer creador. Lo que hacíamos era transmitir la técnica y mientras se iba afianzando el artesano, el proceso creativo era posible, porque no era por vía de la empiria, sino por vía de la técnica. En el taller en madera el lugar del tallerista es el lugar de aquel que transmite la técnica, no es el que ordena el objeto que hay que hacer –ni debe serloCabe en este punto hacer una salvedad: en este taller en madera aquellos que participaban del mismo no tenían noción de con que elementos se trabajaría, con que tipo de madera, ni con que herramientas, es aquí donde la técnica se introduce, y si el tallerista se ubica en un lugar que le permita operar, y se verá porque digo esto, la obra a producir ira surgiendo, y, en las sucesivas repeticiones del mismo objeto, la misma ira cambiando. -Repito, si es que el tallerista da lugar al cambio.- El artesano la ira modificando. En relación al lugar a ocupar por el tallerista, debimos instruirla acerca de la manera en la que debía de transmitir la técnica. Un objeto, al inicio del proceso de producción- que era cuando no se tenían conocimientos- se debía hacer siguiendo ciertas reglas, que no eran impuestas por la tallerista, sino que la técnica misma señalaba como debía de hacerse. Es el tallerista quien se ocupa de transmitir la técnica cumpliendo dos funciones: la primera, actuar como mediadora entre el eidos y el producto; son las reglas del trabajo con los distintos materiales que se utilizarán, aquello que permitirá que la poiesis se realice. La segunda función, y tan importante como la primera, es la de tercerizar la relación entre el tallerista y el paciente, para de esta manera, tratar de moderar la posibilidad de que se establezca una relación dual, imaginaria, con los efectos que ello implica. (Aquí puedo mencionar el caso del paciente que luego de terminar de pintar o de hacer su obra en madera siempre le preguntaba a la tallerista: ¿la hice bien? ¿La pinte bien? ¿lo lije bien? Si la tallerista respondía diciendo que estaba mal, que debía corregirlo, el paciente la ubicaba como aquella que lo perseguía. Esta posición cambio cuando se le indicó a la tallerista que se remita al saber y la regla de la técnica. Muy distinto sería contestarle: “la técnica dice que te convendría hacerlo de esta manera”, proposición en la cual la relación entre la tallerista y el paciente quedaría tercerizada por la técnica.) Por último quisiera concluir este trabajo haciendo mención de dos bosquejos clínicos, dos participantes del taller en madera, en quienes se observó esta segunda vía de producción del objeto artístico, la vía de la técnica, sus avances y sus efectos. Al primero de ellos lo llamaré Iván, paciente atormentado por la continua irrupción de alucinaciones auditivas. Ivan tenía una gran predisposición hacia la participación en los diferentes talleres pero especialmente para el taller en madera y pintura. Y al decir de su analista, habría planteado en un momento de su tratamiento, al igual que otros pacientes psicóticos, la intención de realizar un producto, que se relacionaría estrechamente con un trabajo a realizar con el objeto a en sus distintas especies, lo que implicaría un acto de localización o de congelamiento del mismo (por ejemplo, el objeto mirada que desintegra al yo) Es así como iban comenzó pintando un gran mural, con una figura mítica: una sirena. Luego continúo escribiendo una revista y se puso un seudónimo, se hizo un nombre (aprox.) Y finalmente llego al taller en madera en donde aprendió la técnica del calado. Es allí donde comenzó su producción, repitiendo sin cesar el mismo objeto pero modificándolo en cada vuelta. Originalmente el objeto era un apoya pava. ¿qué fue lo que hizo Ivan? Primero dibujo sobre plancha de 30 cm por 30 cm, un borde con forma de olas, igual borde que el utilizaba en sus revistas y con el cual encerraba sus poemas, sus dibujos de mujeres con poca ropa en posturas seductoras o parejas con poca vestimenta representando el ideal de pareja, figuras que a veces tomaban la forma de hadas, sirenas. Luego de dibujar el borde, dibujo un caballo y una estrella en su centro. Calo los bordes, calo las figuras del centro extrayendo su contenido. De esta manera quedaba un apoya pavas particular: no era cuadrado, ni redondo, su contorno tenía la forma de una ola, y las figuras en su centro eran sugeridas por un vacio y solo interpretadas a partir de su contorno. Posteriormente continuó con la repetición de este objeto, de este apoya pava, cuyas figuras centrales irían cambiando, pero que siempre serían extraídas. A veces con el resto de esa extracción harían otra producción. En una ocasión lo encontré en el taller por fuera del horario del mismo dibujando en un planchón de 2 mts por 2 mts un apoya pava detrás de otró. Llego a hacer 4. En su centro todos incluían animales marinos: estrella de mar, pulpo, tiburón, cangrejo. Objetos en y con los cuales se ancló hasta el final del taller y del proyecto, repitiéndolos una y otra vez. Con respecto a estos animales marinos ciertos datos de su historia me permitieron quizás conjeturar el porque de estos objetos en sus dibujos: el habría sido marino, vivía en una ciudad con salida al mar, con un fuerte nexo con el mar. En una encuesta por mi realizada posterior a la exposición artístico artesanal en Casa de la Cultura de Ba Bca. en la que se expusieron los objetos de los talleres, Ivan mostró una pieza más que permitiría, quizás armar el rompecabezas: relató que a los 18 años, momento en que fue su brote, conoció a una mujer muy bella y la llevo a los cangrejales, y en sus palabras: “no sabía que hacer” pueda inferirse el “no tener los títulos en el bolsillo”, que haya dado lugar al desencadenamiento. Con respecto al segundo caso: lo llamaré Luis. Luis deambulaba por las salas del Hospital de día sin rumbo fijo, no participaba en los talleres. Era llamativa la cantidad de anillos que llevaba puestos en sus dedos. A veces se detenía en una habitación, se sentaba sin dirigir la palabra a nadie, y allí se quedaba con la mirada perdida. En una oportunidad paso por el lugar en el cual se llevaba adelante el taller en madera y vió que estábamos haciendo una camioneta antigua. A partir de entonces junto con Iván fueron los que más participaron de este taller. Se le enseño a cortar, a lijar, a pintar, se le comunico como eran las instrucciones para armar el primer modelo: la camioneta antigua. Finalizado este primer objeto repitió la obra al igual que muchos pero con variaciones, la camioneta fue pintada de otro color, tenía luces diferentes, paragolpes distintos. Así fue como llego a plasmar en sus obras: un camión con acoplado, una camioneta con una casilla adosada que incluía sillas y una mesita, que podían ser vistos por unas pequeñas ventanas laterales, o a la que se podía acceder por una puerta que se abría y cerraba. Luis contaría que había trabajado en el campo durante muchos años y vivido en una casilla. Luis, al igual que Ivan, no solo participaría activamente en el taller, sino que además, ayudaría a los otros con sus producciones. Para finalizar y a la manera de un cierre quisiera mencionar el beneficio que observe no que leí, ni que alguien me dijo- al trabajar con una modalidad como el taller en madera: el artesanado está en la vía de construcción de un parche, en el cual el lugar de la técnica, de la tejneé transmitida por el tallerista, pasa a ser fundamental para este objetivo. Parche que acarrea la estabilización del paciente.