PRINCIPIOS Y VALORES DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA Con el ánimo de responder de una forma concreta a los problemas derivados de la cuestión social surgió la doctrina social de la iglesia, que pretende actualizar y dar vigencia en el siglo XIX a los valores evangélicos celosamente guardados desde los primeros siglos de la Iglesia. Para ello, la doctrina social de la Iglesia se inspira de nuevo en los valores y los principios que se desprenden del Evangelio de Jesús y sistematiza sus puntos de partida resaltando la importancia de ciertos criterios doctrinales que fundan una visión cristiana sobre el ser humano y la sociedad. Estos principios son los siguientes: *La dignidad de la persona. Se asienta sobre el hecho de que ha sido creada de a imagen y semejanza de Dios y elevada a un fin sobrenatural que trasciende esta vida. La persona, sujeto de derechos y deberes, es la base de la doctrina social de la iglesia que parte de un acuerdo general: todos los bienes de la Tierra deben ordenarse al ser humano, centro y cima de todos ellos. Del reconocimiento de la dignidad de la persona y de su valor fundamental se derivan los valores comunes que ordenan la vida y la actividad de todos los ciudadanos: la libertad, la justicia, la igualdad, el pluralismo, la solidaridad, la paz y el bien de todos sin discriminación alguna. Mientras que la cultura grecorromana no tuvo sensibilidad para reconocer la dignidad de la persona, la llegada del cristianismo supuso una novedad importante en su reconocimiento y en las consecuencias que de ella se desprenden: la igualdad y la fraternidad de todas las personas predicada por Jesús y recogida por los Padres de la Iglesia. La dimensión social de la dignidad de la persona se pone de manifiesto en el reconocimiento de los derechos fundamentales que, a su vez, implican unos deberes. Los derechos humanos pertenecen a toda persona por el mero hecho de serlo, sin diferencias religiosas, sociales, culturales o políticas. <<Los derechos humanos son una exigencia del reconocimiento de la dignidad y el valor de la persona, por eso, lejos de nacer de una concepción de la sociedad política y de los poderes públicos, han de ser protegidos y garantizados por éstos>>(Juan XXIII, Pacem in terris, 9−34). En definitiva, para la doctrina social de la Iglesia la persona es el primer principio, el corazón y el alma de su enseñanza. *La comunidad humana. La persona, causa y fin de todas las instituciones sociales, es un ser social por naturaleza. La vida social en comunidad permite a la persona consolidar y desarrollar sus cualidades, garantizar sus derechos, realizar la solidaridad humana y favorecer sus actividades materiales y espirituales. La convivencia humana obliga a todos a participar en los esfuerzos comunes de la vida social. Esta participación debe tender a formar una comunidad que favorezca la convivencia de todos sus miembros y en la que la amplia forma de funciones y obligaciones pueda cumplirse en paz. La participación de la persona en la comunidad humana comienza en la familia en cuyo seno se aprende a convivir en libertad y a buscar el bien, para pasar a formar parte de la gran familia humana de la que todos somos miembros, participando de forma activa en distintas instituciones sociales: en la cultura, la economía, la política, etc. *El bien común. Trasciende los intereses particulares y privados, afecta a los organismos y a las asociaciones privadas creando una <<trabazón de la convivencia entre las personas, que es absolutamente necesaria para satisfacer los derechos y las obligaciones de la vida social. 1 El bien común limita el poder de cualquier función pública en la medida que recuerda su obligación de servir a la comunidad defendiendo y respetando los derechos humanos y promoviendo el cumplimiento de los respectivos deberes. Cualquier institución y organización social ha de considerar a la persona como el criterio clave de toda organización nacional e internacional, ya que sólo cuando se da primacía a las personas, se busca el bien común para la comunidad. *La justicia. Entendida como parte del destino que le toca a cada persona, expresa dos aspiraciones de la humanidad: que las leyes se constituyan desde la igualdad de todos los seres humanos y que se apliquen con equidad y sin privilegios discriminatorios. Desde el punto de vista de la doctrina social de la Iglesia, la justicia cumple tres funciones fundamentales: −La justicia es un ideal utópico de igualdad. La moral social tiene sentido en la medida en que contribuye a buscar la igualdad y a hacerla efectiva. −La justicia como <<cuestionamiento<< anterior al orden establecido. Cuando la justicia sirve al orden establecido, se convierte en justificación de él y en apoyo de estructuras injustas. Es necesario tomar la noción de justicia como <<cuestionamiento<< moral anterior a todo sistema legal porque la justicia trasciende con su capacidad crítica el orden establecido, corrige y rectifica las situaciones sociales que envuelven una injusticia previa. −La justicia como categoría dinamizadora del cambio. Se convierte en motor de la historia en la medida que promueve todos aquellos cambios que nos hacen avanzar hacia la realización histórica del reino de Dios. *La caridad. Engloba todo el compromiso social cristianismo. La justicia y el bien común son medios para alcanzar la caridad, exigencia máxima de compromiso evangélico, puesto que en ella se resume toda la Ley. La caridad impide que la actitud religiosa desemboque en una piedad cultural, sin compromiso alguno en el mundo, y hace también que la actitud moral no degenere en moralismo legalista y autosuficiente. 2