La noción de solidaridad en el pensamiento de Leopoldo Zea

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opoldo_Zea/
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Enviado por: Mario Rodríguez (mario_rodriguez@argentina.com)
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Autor: Mario
Rodríguez (mario_rodriguez@argentina.com) LA NOCIÓN DE SOLIDARIDAD EN EL PENSAMIENTO
DE LEOPOLDO ZEA A MODO DE INTRODUCCIÓN: En el presente trabajo abordo la noción de
solidaridad a la luz de algunos estudios y propuestas realizados por Zea. En esta ocasión, trataré de
proporcionar un panorama general del pensamiento del filósofo mexicano quien sostiene, en síntesis, que la
filosofía se realiza en la praxis[1]. En tal sentido, su reflexión sobre la noción de “democracia y servicio”, van
ligadas y están sustentadas en las ideas de solidaridad, ética del reconocimiento, comprensión hermenéutica y
práctica política, que supone uno de los aportes más significativos del pensamiento filosófico de Zea porque
esto engloba las proyecciones políticas de diferentes individuos y comunidades excluidas. “La disciplina en la
democracia no implica sometimiento, no tiene por qué ser expresión de sometimiento, sino de capacidad para
servir a la nación que acepta este servicio. La disciplina como expresión solidaria de quienes se consideran
servidores del país, pero también como expresión solidaria dentro del mismo partido para prestar un mejor
servicio”[2]. En primer lugar trataré de aproximarme a una noción de solidaridad donde se ponen en juego
todo el ámbito de reflexión categorial de la filosofía de Zea para luego consolidar la misma noción bajo un
proyecto de liberación actuante ético-político-crítico del horizonte de comprensión hegemónico. Considerando
a la categoría solidaridad como un valor, o sea, fundante de un contexto axiológico dentro del cual se
desarrolla el proyecto adviniente de lo político. PARA UNA APROXIMACIÓN A LA NOCIÓN DE
SOLIDARIDAD Al decir de Zea: “La solidaridad resulta de la comprensión que guarden entre sí los
interlocutores sin que ello implique renunciar a los propios puntos de vista. Descartes sostenía que todos los
hombres son iguales por la razón, a lo que agregaríamos que todos los hombres son iguales por ser distintos,
esto es, peculiares, individuos, personas; pero no tan distintos que unos puedan ser más o menos hombres que
otros”[3]. Existe una construcción particular de la significación del concepto solidaridad que lo ubica entre
aquellos valores deseables o perseguibles por todo colectivo. La comprensión de un concepto de tal magnitud
en virtud de la importancia que ha llegado a tener involucra mucho más que lo meramente conceptual o
terminológico porque se torna necesario reconocer la inmensa carga afectiva, epistémica y transformadora que
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La noción de solidaridad en el pensamiento de Leopoldo Zea
contiene, en particular en América Latina. En función de lo anterior presento un conjunto de conceptos sin los
cuales no se podría comprender, a mi entender, la idea de solidaridad en Zea. Ellos son: A) el de identidad;
B) reconocimiento (valorativo) de la alteridad y la diversidad; y C) el componente dialógico en la
configuración de A y B. Estas categorías por la definición presentada de solidaridad como opción o adhesión
asumen su identidad en relación con el pueblo como sujeto histórico. A) El fenómeno de la identidad cultural
ha sido tratado por la filosofía, la antropología cultural y la historia. Sin duda, muchas de las aportaciones
sobre este punto merecen ser analizadas a la luz de una teoría que distinga lo descriptivo de lo prescriptivo
(con el componente valorativo que incluye) para poder tomar conciencia como dice Zea de qué y quienes
somos. A lo largo de algunos textos de Zea[4], la categoría pueblo, como resalta Zea, ha sido significada
muchas veces en función de una matriz totalizante olvidando deliberadamente a muchos grupos sociales que,
por no ser solidarios con la homogenización que una definición supone, proponen numerosas trabas a
ejercicios fáciles de construcción de las identidades sociales y culturales[5]. Puede desprenderse de su
filosofía, el sostener que toda identidad humana es histórico social, o sea, cultural. Todo individuo está
interrelacionado con otros y con su entorno. “pero lo importante es que se abra el diálogo, que el logos deje
de ser dictatorial y se transforme en diálogo. Creo que este intercambio de ideas es parte de este diálogo, de
un filosofar que no pretende ser magistral, imperial, sino simple punto de partida para una mayor solidaridad
entre los hombres, que no implique la anulación de la pluralidad de sus expresiones”[6]. Puede derivarse por
ello que Zea nos propone una construcción de unidades colectivas que podemos entenderlas como
entificaciones. Las entificaciones suponen un sistema cultural o varios sistemas culturales interrelacionados
que interpretan de distinta forma esa entificación[7]. Creo que en Zea, la historia aparece como el modo en que
esas entificaciones quedan incorporadas al mundo social. A estas entificaciones debemos enmarcarlas en
esquema esencial, o sea, en una dimensión espacio temporal (histórica) como continuidad histórica. La
identidad colectiva es siempre, en los entes históricos, un tejido de relaciones humanas según condiciones de
un entorno físico generalmente, en el caso de Latinoamérica, excluyente de la inmensa mayoría de su
población. La fuente de toda identidad de tipo histórico global también forman sistemas de redes culturales de
las que nacen continuidades por relevancias[8]. Las proposiciones de Zea se muestran como valiosas porque
ensanchan, a través de una formalización abierta, el poder de inclusión de la categoría identidad. A mi
entender, en Zea, solo la praxis cultural puede proveernos de una caracterización más concreta. Para
comprender la categoría pueblo, la dimensión cultural es esencial. Si no tomamos en cuenta esta dimensión
caemos en los enfoques objetivistas y deterministas que son propios del eurocentrismo el cual encuentra un
sujeto portador de las verdades universales y capaz de transformar la realidad pero lo hace desde la
conformación a priori de un proyecto ético-político es decir, desde la constatación de una situación objetiva y
no desde el punto de vista de todas las culturas concurrentes. Para Zea la acción de ser solidario conlleva
necesariamente la oportunidad de optar por lo cual podría sostenerse que presenta una postura intuicionista
acerca de cual es el sujeto histórico el que debe ser protagonista de los cambios sociales. El pueblo en Zea es
sinónimo de oprimido, de explotado y de excluido y por tanto está destinado a la construcción de una nueva
sociedad “donde todos quepan”. De acuerdo a este enfoque, el pueblo abarca también a todos aquellos sectores
que son sus aliados en cuanto se identifican y han hecho una opción por y junto a los sectores explotados,
dominados y excluidos. Se trata entonces del bloque ético-político alternativo, conformado en torno a un
proyecto de liberación. Supone al pueblo entendido como sujeto protagónico y consciente, en cuanto gestor de
una identidad nueva, madura y crítica. Con lo cual la categoría pueblo no es una categoría encerrada en sí.
Más bien se trata de algo que se construye. Este Sujeto es diverso, incluye una diversidad de identidades que
articulan conjuntamente un proyecto liberador de acuerdo a sus intereses en contra del proyecto del bloque
hegemónico. Este proyecto colectivo supone una profunda crítica al proyecto dominador y en él a las
estructuras que permiten tal dominación. La liberación de los oprimidos pasa también por la liberación de su
saber, por el reconocimiento de su potencialidad creativa y su inteligencia que pueden generar un
sistema-cultural-político alternativo y de resistencia al gran proyecto hegemónico.
B) Reconocimiento
valorativo de la diversidad En palabras de Zea: “El reconocimiento de la igualdad en la diversidad la da,
precisamente, la razón, que permite entender y hacerse entender. Es del respeto a esas ineludibles
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La noción de solidaridad en el pensamiento de Leopoldo Zea
desigualdades que se origina la verdadera paz, la convivencia. Pienso que la filosofía puede ser, en este
sentido, un extraordinario instrumento de convivencia. De nuestro afán por comprender y hacer comprender
el filosofar propio de la región como punto de partida para la comprensión de otras expresiones de este
filosofar como algo propio del hombre, de todos los hombres”[9]. Dijimos que para Zea, la noción de Sujeto
es un constructo. La respuesta a la identidad se ha dado dentro de una matriz que hace de soporte a desarrollos
diversos de la categoría de Sujeto. En Latinoamérica la respuesta a la identidad se ha dado dentro de los
parámetros del Sujeto moderno que se inicia con el “ego cogito” cartesiano, sostenido también por Roig,
posición que comparte Zea, y que dice: “El Sujeto moderno como aparece en los grandes filósofos europeos
contemporáneos, sufre un proceso de depuración que va desde el “ego” cartesiano al “sujeto trascendental”
kantiano y concluye maduro y contradictorio en la “subjetividad” hegeliana, en donde se inicia el proceso de
descentramiento ”[10].
La idea es comenzar la producción de discursos sobre el Sujeto desde el
descentramiento, no ya desde los parámetros clásicos sino desde aquello que es explicado por el discurso
hegemónico. El “ego” que se inicia con Descartes nunca fue ajeno a la realidad latinoamericana, y aún hoy es
funcional a la formulación de reflexiones desde la perspectiva de la liberación. El pensamiento de la filosofía
de la liberación que comparte el pensar de Zea aporta la noción de alteridad. Es entonces que, si no somos
reconocidos y valorados como se debe, podemos generar un total desprecio hacia nosotros mismos y hacia
nuestras prácticas comunitarias. El problema está, según entendemos, en la fuerte estructura monológica de la
constitución de nuestra identidad consecuencia de la corriente principal de la filosofía moderna con su acento
en la independencia del sujeto de sus vínculos comunitarios. El lenguaje, entonces, debe entenderse en un
sentido amplio, en Zea, que incluya todas las formas humanas de expresión y a la vez que incluya también los
mecanismos por los cuales trasmitimos, intercambiamos o asimilamos esa información. Lo cual le lleva a
pensar que la autodefinición no se da por el ejercicio de nuestra libertad sino a través de la interacción con los
denominados “pluralidad de expresiones”o “querer ser como”[11]. Cuando respondemos por nuestra identidad
decimos quiénes somos y de donde venimos y también explicitamos el sustrato en el cual nuestros deseos,
aspiraciones, valores y opiniones adquieren sentido. C) A mi entender, y basados en lo expuesto en A y B,
Zea propone para Latinoamérica una estrategia para la construcción de la identidad popular. Zea sostiene que
para construir una identidad colectiva se debe atender realmente al otro o los otros (reconocimiento de la
alteridad), dejar valer sus puntos de vista (reconocimiento de la diversidad) y ponerse en su lugar intentando
entender lo que dice (síntesis dialógica donde nos encontramos con el Otro siendo Uno pero cada cual
conservando su Identidad) Por tanto se reconoce un derecho que es el derecho a decir lo que se dice no en
tanto su opinión como persona sino como opinión. El desplazarse al lugar del otro implica el reconocimiento
de la alteridad pero no del valor de la opinión que en la hermenéutica adquieren un carácter objetivo
independiente del emisor. El valor del Otro no debe ser calculado en función de sus palabras ni del capital
cultural con el que interviene en el mercado lingüístico sino por el reconocimiento de su valer como sujeto sin
más. El uso de los términos, sin embargo, es muy importante porque permite el acuerdo para el logro de
determinados objetivos importantes para toda la comunidad que, por supuesto sí implica el escuchar al Otro.
Pero el reconocimiento de los otros no debe pasar solamente por escuchar y comprender sus opiniones acerca
del mundo sino por su estar ahí (Dasein) que le otorga un estatus óntico a la vez que histórico puesto que el
lenguaje habla de nuestra experiencia del mundo. Desde esta perspectiva, para Zea, el hombre es considerado
el ser más importante por el sólo hecho de ser. El lenguaje que poseemos constituye el nivel más avanzado
porque recoge la experiencia comunitaria a lo largo de la historia y porque objetiva la experiencia humana en
el mundo. LA SOLIDARIDAD COMO HERRAMIENTA PARA LA LIBERACIÓN El neoliberalismo es
el que constituye el paradigma hegemónico en Occidente tanto en el plano ideológico como en la teoría
económica no siendo así en las prácticas reales puesto que la experiencia latinoamericana en ese sentido
demuestra que las economías no son absolutamente y a veces ni cercanamente neoliberales aunque todo el
aparato propagandístico se aboque a implantar los valores postulados por los ideólogos del neoliberalismo. En
función de ello, Zea considera se ha utilizado estratégicamente el concepto de reconocimiento de la diversidad
y la pluralidad cultural como características propias de su racionalidad[12]. En los modelos neoliberales las
situaciones de violencia simbólica y física, modula las relaciones en la vida cotidiana de toda la sociedad,
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utilizando discrecionalmente la distribución selectiva de los dineros públicos en relación a los medios de
comunicación masivos. Los cuales naturalizan la violencia como un acontecimiento propio de la condición
humana mediante diferentes géneros, el cine, el documental y el periodismo que dramatizan lo que se supone
que inconscientemente desean los sujetos. En definitiva, la finalidad ideológica de los modelos neoliberales es
afirmar valores éticos en lo colectivo para promover y estimular comportamientos que permitan lograr “la
competitividad” en la necesidad de establecer, justificar y legitimar las acciones propuestas por los organismos
internacionales acerca del rol del Estado en la Economía Global[13]. Frente a esta descripción del paradigma
hegemónico en el plano ideológico Zea propone un paradigma de asunción, resistencia solidaridad y
liberación, en base al cual insiste en que, respecto a la transformación cultural y los procesos de cambio
político, hay que revalorizar al análisis de la práctica cultural, estudiando los vínculos entre política y vida
cotidiana así como la importancia de la subjetividad y el reconocimiento de grupos sociales que han estado al
margen de las políticas hegemónicas (léase Latinoamérica)[14]. En Zea, se trata de un esfuerzo por definir una
filosofía no-eurocéntrica como herramienta de análisis de las sociedades capitalistas dependientes y en las que
sobreviven otros modos y relaciones de producción que no es más que poner la capacidad de los
latinoamericanos en consonancia con su propio destino. “Aristóteles decía que el hombre se distinguía del
animal por poder razonar, aunque excluía a los esclavos, las mujeres y los niños. Por ello discutir la capacidad
para filosofar de los latinoamericanos o simplemente en lengua española, parecía poner en duda la misma
humanidad de los excluidos en este quehacer, por lo que se afirma esta capacidad, como se afirma la propia y
peculiar humanidad”[15]. En este sentido, sostengo que Zea insiste en que la cultura no debe reducirse a un
reflejo distorsionado de la infraestructura económica o el mercado, ni limitarse a las manifestaciones de la
Cultura intelectual expresada en el arte, la filosofía y la literatura. Por lo tanto el interés por la cultura, se
centra en estudiar la relación antagónica entre los productos simbólicos de las elites y la “experiencia vivida”
narrada por los sujetos populares, de modo que el análisis de la cultura se convierte en una crítica a la
hegemonía del capitalismo en todas sus formas pero a su vez considerar a esa producción como una
continuidad no excluyente de su pasado.
CONCLUSIONES “El descubridor se convierte pronto en
intolerante. Descubrimos al otro y lo rechazamos al negarnos a admitir que su razón pudiera prevalecer sobre
la nuestra. Y la intolerancia se convierte en un amplio abanico de actitudes que empiezan en el rechazo a la
diferencia hasta llegar al racismo y la xenofobia[16]”. La confianza en las capacidades de los sectores
populares de constituirse como nuevo bloque histórico, la integración de lo personal y lo colectivo, la
elaboración de un pensamiento comprometido y la tarea militante del intelectual se vuelven temas centrales en
el pensamiento de Zea. La hegemonía del bloque popular conlleva una instancia cultural o actividad práctica
colectiva que funciona sobre la base de una misma y común concepción del mundo, una unidad cultural-social
que reúne una multiplicidad de voluntades disgregadas. Esta hegemonía no se logra sólo accediendo al poder
político, sino también creando y difundiendo una nueva concepción del hombre y la sociedad, es decir,
realizando una transformación radical, un cambio sustancial en las estructuras de la conciencia[17]. Y este
proceso no debe ser entendido cronológicamente como algo que se desata “a posteriori” del proceso político.
Como Zea lo expresa, la transformación cultural se da antes, durante y después que los sectores de cambio han
asumido la aparición hacia una nueva sociedad. Esto significa no sólo tomar conciencia de la dinámica
objetiva de las relaciones de producción, sino hacer emerger las opciones de igualdad y libertad, decisivas en
la definición del sentido de la historia. Los movimientos populares no son sujetos históricos por puras
razones objetivas, es decir, por el hecho estructural de ser explotados económicamente, sino que se constituyen
en tales a través de un proceso de lucha, de maduración y autoeducación. En este sentido, la asimilación y
asunción zealiana debe desarrollar un proyecto político que participe en los proyectos que expresan el poder
popular. Zea propone el reconocimiento de los espacios autónomos con respecto a la lógica de la sociedad
capitalista, basados en la lógica de la solidaridad. Sin embargo, dichos espacios de autonomía son susceptibles
de ser neutralizados por la hegemonía, en tanto no se logren construir articulaciones hacia un bloque de poder
capaz de contraponerse e incidir en relación a dicha lógica dominante, es así como ve el proyecto político
hacia la democracia. En estas prácticas políticas como procesos alternativos al discurso hegemónico, es
importante el papel de la solidaridad. “Porque cuanto más capaces seamos de conocer y actuar sobre nuestra
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realidad como naturaleza y de relacionarnos con los otros sin manipularlos, más posibles serán las
utopías”[18]. BIBLIOGRAFÍA Cuadernos Americanos Nº 1, “La filosofía como compromiso”, México,
1949. Cuadernos Americanos Nº 3, “Diálogo espistolar: Leopoldo Zea-Konstantin Kolenda”, México, 1987.
Cuadernos Americanos Nº 63, “Filosofía iberoamericana”, México, 1997. Cuadernos Americanos Nº 67,
“Filosofar desde Latinoamericana, filosofar de excelencia”, México, 1997. Cuadernos Americanos Nº 97,
“Leopoldo Zea. Mi primera experiencia en el PRI”, México, 2003. Fornet-Betancourt, R. Revista Concordia
Nº 36, Aachen, Alemania, 2003. Garrett, G. “Mercados globales y política nacional”, en Desarrollo
Económico, vol. 138,.nº 152, FCE, Buenos Aires, 1999. Revista Anthropos Nº 89, “Autopercepción
intelectual”, Barcelona, 1988. Roig, A. Revista El Humanista, “La alienación en América Latina”, Año 8 N° 1,
Mendoza, 1992. Zea, L. Filosofía de la Historia Americana, FCE, México, 1974.
[1] Cuadernos
Americanos Nº 1, “La filosofía como compromiso”, 1949. [2] Cuadernos Americanos Nº 97, “Leopoldo Zea.
Mi primera experiencia en el PRI”, 2003. [3] Cuadernos Americanos Nº 3, “Diálogo espistolar: Leopoldo
Zea-Konstantin Kolenda”, 1987 [4] Zea, L. Filosofía de la Historia Americana, FCE, México, 1974. [5] Ver
en el mismo texto los diversos proyectos que Zea describe. [6] Cuadernos Nº 3…idem [7] Cf.
Fornet-Betancourt, R. Concordia Nº 36, pág 112. [8] Ver proyecto asuntivo. [9] Ídem [10] Roig, A. Revista
El Humanista, “La alienación en América Latina”, Año 8 N° 1, además citado en Cuadernos Americanos Nº
63. [11] Revista Anthropos Nº 89, pág. 27 [12] Revista Anthropos Nº 89, ídem. [13] Garrett, G. “Mercados
globales y política nacional”, en Desarrollo Económico, Pág, 883-924. [14] Cuadernos Americanos Nº 3,
Zea-Kolenda “Diálogo epistolar” [15] Cuadernos Americanos Nº 3, ídem [16] Cuadernos Americanos Nº 63,
“Filosofía iberoamericana”, 1997 [17] Cuadernos Americanos Nº 1, “Filosofía como compromiso”, México,
1949. [18] Cuadernos Americanos Nº 67, “Filosofar desde Latinoamericana, filosofar de excelencia”, 1997 "
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Autor: Mario Rodríguez (mario_rodriguez@argentina.com) LA NOCIÓN DE SOLIDARIDAD
EN EL PENSAMIENTO DE LEOPOLDO ZEA A MODO DE INTRODUCCIÓN: En el presente trabajo
abordo la noción de solidaridad a la luz de algunos estudios y propuestas realizados por Zea. En esta ocasión,
trataré de proporcionar un panorama general del pensamiento del filósofo mexicano quien sostiene, en síntesis,
que la filosofía se realiza en la praxis[1]. En tal sentido, su reflexión sobre la noción de “democracia y
servicio”, van ligadas y están sustentadas en las ideas de solidaridad, ética del reconocimiento, comprensión
hermenéutica y práctica política, que supone uno de los aportes más significativos del pensamiento filosófico
de Zea porque esto engloba las proyecciones políticas de diferentes individuos y comunidades excluidas. “La
disciplina en la democracia no implica sometimiento, no tiene por qué ser expresión de sometimiento, sino de
capacidad para servir a la nación que acepta este servicio. La disciplina como expresión solidaria de quienes
se consideran servidores del país, pero también como expresión solidaria dentro del mismo partido para
prestar un mejor servicio”[2]. En primer lugar trataré de aproximarme a una noción de solidaridad donde se
ponen en juego todo el ámbito de reflexión categorial de la filosofía de Zea para luego consolidar la misma
noción bajo un proyecto de liberación actuante ético-político-crítico del horizonte de comprensión
hegemónico. Considerando a la categoría solidaridad como un valor, o sea, fundante de un contexto axiológico
dentro del cual se desarrolla el proyecto adviniente de lo político. PARA UNA APROXIMACIÓN A LA
NOCIÓN DE SOLIDARIDAD Al decir de Zea: “La solidaridad resulta de la comprensión que guarden entre
sí los interlocutores sin que ello implique renunciar a los propios puntos de vista. Descartes sostenía que todos
los hombres son iguales por la razón, a lo que agregaríamos que todos los hombres son iguales por ser
distintos, esto es, peculiares, individuos, personas; pero no tan distintos que unos puedan ser más o menos
hombres que otros”[3]. Existe una construcción particular de la significación del concepto solidaridad que lo
ubica entre aquellos valores deseables o perseguibles por todo colectivo. La comprensión de un concepto de
tal magnitud en virtud de la importancia que ha llegado a tener involucra mucho más que lo meramente
conceptual o terminológico porque se torna necesario reconocer la inmensa carga afectiva, epistémica y
transformadora que contiene, en particular en América Latina. En función de lo anterior presento un conjunto
de conceptos sin los cuales no se podría comprender, a mi entender, la idea de solidaridad en Zea. Ellos son:
A) el de identidad; B) reconocimiento (valorativo) de la alteridad y la diversidad; y C) el componente
dialógico en la configuración de A y B. Estas categorías por la definición presentada de solidaridad como
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opción o adhesión asumen su identidad en relación con el pueblo como sujeto histórico. A) El fenómeno de
la identidad cultural ha sido tratado por la filosofía, la antropología cultural y la historia. Sin duda, muchas de
las aportaciones sobre este punto merecen ser analizadas a la luz de una teoría que distinga lo descriptivo de lo
prescriptivo (con el componente valorativo que incluye) para poder tomar conciencia como dice Zea de qué y
quienes somos. A lo largo de algunos textos de Zea[4], la categoría pueblo, como resalta Zea, ha sido
significada muchas veces en función de una matriz totalizante olvidando deliberadamente a muchos grupos
sociales que, por no ser solidarios con la homogenización que una definición supone, proponen numerosas
trabas a ejercicios fáciles de construcción de las identidades sociales y culturales[5]. Puede desprenderse de su
filosofía, el sostener que toda identidad humana es histórico social, o sea, cultural. Todo individuo está
interrelacionado con otros y con su entorno. “pero lo importante es que se abra el diálogo, que el logos deje
de ser dictatorial y se transforme en diálogo. Creo que este intercambio de ideas es parte de este diálogo, de
un filosofar que no pretende ser magistral, imperial, sino simple punto de partida para una mayor solidaridad
entre los hombres, que no implique la anulación de la pluralidad de sus expresiones”[6]. Puede derivarse por
ello que Zea nos propone una construcción de unidades colectivas que podemos entenderlas como
entificaciones. Las entificaciones suponen un sistema cultural o varios sistemas culturales interrelacionados
que interpretan de distinta forma esa entificación[7]. Creo que en Zea, la historia aparece como el modo en que
esas entificaciones quedan incorporadas al mundo social. A estas entificaciones debemos enmarcarlas en
esquema esencial, o sea, en una dimensión espacio temporal (histórica) como continuidad histórica. La
identidad colectiva es siempre, en los entes históricos, un tejido de relaciones humanas según condiciones de
un entorno físico generalmente, en el caso de Latinoamérica, excluyente de la inmensa mayoría de su
población. La fuente de toda identidad de tipo histórico global también forman sistemas de redes culturales de
las que nacen continuidades por relevancias[8]. Las proposiciones de Zea se muestran como valiosas porque
ensanchan, a través de una formalización abierta, el poder de inclusión de la categoría identidad. A mi
entender, en Zea, solo la praxis cultural puede proveernos de una caracterización más concreta. Para
comprender la categoría pueblo, la dimensión cultural es esencial. Si no tomamos en cuenta esta dimensión
caemos en los enfoques objetivistas y deterministas que son propios del eurocentrismo el cual encuentra un
sujeto portador de las verdades universales y capaz de transformar la realidad pero lo hace desde la
conformación a priori de un proyecto ético-político es decir, desde la constatación de una situación objetiva y
no desde el punto de vista de todas las culturas concurrentes. Para Zea la acción de ser solidario conlleva
necesariamente la oportunidad de optar por lo cual podría sostenerse que presenta una postura intuicionista
acerca de cual es el sujeto histórico el que debe ser protagonista de los cambios sociales. El pueblo en Zea es
sinónimo de oprimido, de explotado y de excluido y por tanto está destinado a la construcción de una nueva
sociedad “donde todos quepan”. De acuerdo a este enfoque, el pueblo abarca también a todos aquellos sectores
que son sus aliados en cuanto se identifican y han hecho una opción por y junto a los sectores explotados,
dominados y excluidos. Se trata entonces del bloque ético-político alternativo, conformado en torno a un
proyecto de liberación. Supone al pueblo entendido como sujeto protagónico y consciente, en cuanto gestor de
una identidad nueva, madura y crítica. Con lo cual la categoría pueblo no es una categoría encerrada en sí.
Más bien se trata de algo que se construye. Este Sujeto es diverso, incluye una diversidad de identidades que
articulan conjuntamente un proyecto liberador de acuerdo a sus intereses en contra del proyecto del bloque
hegemónico. Este proyecto colectivo supone una profunda crítica al proyecto dominador y en él a las
estructuras que permiten tal dominación. La liberación de los oprimidos pasa también por la liberación de su
saber, por el reconocimiento de su potencialidad creativa y su inteligencia que pueden generar un
sistema-cultural-político alternativo y de resistencia al gran proyecto hegemónico.
B) Reconocimiento
valorativo de la diversidad En palabras de Zea: “El reconocimiento de la igualdad en la diversidad la da,
precisamente, la razón, que permite entender y hacerse entender. Es del respeto a esas ineludibles
desigualdades que se origina la verdadera paz, la convivencia. Pienso que la filosofía puede ser, en este
sentido, un extraordinario instrumento de convivencia. De nuestro afán por comprender y hacer comprender
el filosofar propio de la región como punto de partida para la comprensión de otras expresiones de este
filosofar como algo propio del hombre, de todos los hombres”[9]. Dijimos que para Zea, la noción de Sujeto
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es un constructo. La respuesta a la identidad se ha dado dentro de una matriz que hace de soporte a desarrollos
diversos de la categoría de Sujeto. En Latinoamérica la respuesta a la identidad se ha dado dentro de los
parámetros del Sujeto moderno que se inicia con el “ego cogito” cartesiano, sostenido también por Roig,
posición que comparte Zea, y que dice: “El Sujeto moderno como aparece en los grandes filósofos europeos
contemporáneos, sufre un proceso de depuración que va desde el “ego” cartesiano al “sujeto trascendental”
kantiano y concluye maduro y contradictorio en la “subjetividad” hegeliana, en donde se inicia el proceso de
descentramiento ”[10].
La idea es comenzar la producción de discursos sobre el Sujeto desde el
descentramiento, no ya desde los parámetros clásicos sino desde aquello que es explicado por el discurso
hegemónico. El “ego” que se inicia con Descartes nunca fue ajeno a la realidad latinoamericana, y aún hoy es
funcional a la formulación de reflexiones desde la perspectiva de la liberación. El pensamiento de la filosofía
de la liberación que comparte el pensar de Zea aporta la noción de alteridad. Es entonces que, si no somos
reconocidos y valorados como se debe, podemos generar un total desprecio hacia nosotros mismos y hacia
nuestras prácticas comunitarias. El problema está, según entendemos, en la fuerte estructura monológica de la
constitución de nuestra identidad consecuencia de la corriente principal de la filosofía moderna con su acento
en la independencia del sujeto de sus vínculos comunitarios. El lenguaje, entonces, debe entenderse en un
sentido amplio, en Zea, que incluya todas las formas humanas de expresión y a la vez que incluya también los
mecanismos por los cuales trasmitimos, intercambiamos o asimilamos esa información. Lo cual le lleva a
pensar que la autodefinición no se da por el ejercicio de nuestra libertad sino a través de la interacción con los
denominados “pluralidad de expresiones”o “querer ser como”[11]. Cuando respondemos por nuestra identidad
decimos quiénes somos y de donde venimos y también explicitamos el sustrato en el cual nuestros deseos,
aspiraciones, valores y opiniones adquieren sentido. C) A mi entender, y basados en lo expuesto en A y B,
Zea propone para Latinoamérica una estrategia para la construcción de la identidad popular. Zea sostiene que
para construir una identidad colectiva se debe atender realmente al otro o los otros (reconocimiento de la
alteridad), dejar valer sus puntos de vista (reconocimiento de la diversidad) y ponerse en su lugar intentando
entender lo que dice (síntesis dialógica donde nos encontramos con el Otro siendo Uno pero cada cual
conservando su Identidad) Por tanto se reconoce un derecho que es el derecho a decir lo que se dice no en
tanto su opinión como persona sino como opinión. El desplazarse al lugar del otro implica el reconocimiento
de la alteridad pero no del valor de la opinión que en la hermenéutica adquieren un carácter objetivo
independiente del emisor. El valor del Otro no debe ser calculado en función de sus palabras ni del capital
cultural con el que interviene en el mercado lingüístico sino por el reconocimiento de su valer como sujeto sin
más. El uso de los términos, sin embargo, es muy importante porque permite el acuerdo para el logro de
determinados objetivos importantes para toda la comunidad que, por supuesto sí implica el escuchar al Otro.
Pero el reconocimiento de los otros no debe pasar solamente por escuchar y comprender sus opiniones acerca
del mundo sino por su estar ahí (Dasein) que le otorga un estatus óntico a la vez que histórico puesto que el
lenguaje habla de nuestra experiencia del mundo. Desde esta perspectiva, para Zea, el hombre es considerado
el ser más importante por el sólo hecho de ser. El lenguaje que poseemos constituye el nivel más avanzado
porque recoge la experiencia comunitaria a lo largo de la historia y porque objetiva la experiencia humana en
el mundo. LA SOLIDARIDAD COMO HERRAMIENTA PARA LA LIBERACIÓN El neoliberalismo es
el que constituye el paradigma hegemónico en Occidente tanto en el plano ideológico como en la teoría
económica no siendo así en las prácticas reales puesto que la experiencia latinoamericana en ese sentido
demuestra que las economías no son absolutamente y a veces ni cercanamente neoliberales aunque todo el
aparato propagandístico se aboque a implantar los valores postulados por los ideólogos del neoliberalismo. En
función de ello, Zea considera se ha utilizado estratégicamente el concepto de reconocimiento de la diversidad
y la pluralidad cultural como características propias de su racionalidad[12]. En los modelos neoliberales las
situaciones de violencia simbólica y física, modula las relaciones en la vida cotidiana de toda la sociedad,
utilizando discrecionalmente la distribución selectiva de los dineros públicos en relación a los medios de
comunicación masivos. Los cuales naturalizan la violencia como un acontecimiento propio de la condición
humana mediante diferentes géneros, el cine, el documental y el periodismo que dramatizan lo que se supone
que inconscientemente desean los sujetos. En definitiva, la finalidad ideológica de los modelos neoliberales es
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La noción de solidaridad en el pensamiento de Leopoldo Zea
afirmar valores éticos en lo colectivo para promover y estimular comportamientos que permitan lograr “la
competitividad” en la necesidad de establecer, justificar y legitimar las acciones propuestas por los organismos
internacionales acerca del rol del Estado en la Economía Global[13]. Frente a esta descripción del paradigma
hegemónico en el plano ideológico Zea propone un paradigma de asunción, resistencia solidaridad y
liberación, en base al cual insiste en que, respecto a la transformación cultural y los procesos de cambio
político, hay que revalorizar al análisis de la práctica cultural, estudiando los vínculos entre política y vida
cotidiana así como la importancia de la subjetividad y el reconocimiento de grupos sociales que han estado al
margen de las políticas hegemónicas (léase Latinoamérica)[14]. En Zea, se trata de un esfuerzo por definir una
filosofía no-eurocéntrica como herramienta de análisis de las sociedades capitalistas dependientes y en las que
sobreviven otros modos y relaciones de producción que no es más que poner la capacidad de los
latinoamericanos en consonancia con su propio destino. “Aristóteles decía que el hombre se distinguía del
animal por poder razonar, aunque excluía a los esclavos, las mujeres y los niños. Por ello discutir la capacidad
para filosofar de los latinoamericanos o simplemente en lengua española, parecía poner en duda la misma
humanidad de los excluidos en este quehacer, por lo que se afirma esta capacidad, como se afirma la propia y
peculiar humanidad”[15]. En este sentido, sostengo que Zea insiste en que la cultura no debe reducirse a un
reflejo distorsionado de la infraestructura económica o el mercado, ni limitarse a las manifestaciones de la
Cultura intelectual expresada en el arte, la filosofía y la literatura. Por lo tanto el interés por la cultura, se
centra en estudiar la relación antagónica entre los productos simbólicos de las elites y la “experiencia vivida”
narrada por los sujetos populares, de modo que el análisis de la cultura se convierte en una crítica a la
hegemonía del capitalismo en todas sus formas pero a su vez considerar a esa producción como una
continuidad no excluyente de su pasado.
CONCLUSIONES “El descubridor se convierte pronto en
intolerante. Descubrimos al otro y lo rechazamos al negarnos a admitir que su razón pudiera prevalecer sobre
la nuestra. Y la intolerancia se convierte en un amplio abanico de actitudes que empiezan en el rechazo a la
diferencia hasta llegar al racismo y la xenofobia[16]”. La confianza en las capacidades de los sectores
populares de constituirse como nuevo bloque histórico, la integración de lo personal y lo colectivo, la
elaboración de un pensamiento comprometido y la tarea militante del intelectual se vuelven temas centrales en
el pensamiento de Zea. La hegemonía del bloque popular conlleva una instancia cultural o actividad práctica
colectiva que funciona sobre la base de una misma y común concepción del mundo, una unidad cultural-social
que reúne una multiplicidad de voluntades disgregadas. Esta hegemonía no se logra sólo accediendo al poder
político, sino también creando y difundiendo una nueva concepción del hombre y la sociedad, es decir,
realizando una transformación radical, un cambio sustancial en las estructuras de la conciencia[17]. Y este
proceso no debe ser entendido cronológicamente como algo que se desata “a posteriori” del proceso político.
Como Zea lo expresa, la transformación cultural se da antes, durante y después que los sectores de cambio han
asumido la aparición hacia una nueva sociedad. Esto significa no sólo tomar conciencia de la dinámica
objetiva de las relaciones de producción, sino hacer emerger las opciones de igualdad y libertad, decisivas en
la definición del sentido de la historia. Los movimientos populares no son sujetos históricos por puras
razones objetivas, es decir, por el hecho estructural de ser explotados económicamente, sino que se constituyen
en tales a través de un proceso de lucha, de maduración y autoeducación. En este sentido, la asimilación y
asunción zealiana debe desarrollar un proyecto político que participe en los proyectos que expresan el poder
popular. Zea propone el reconocimiento de los espacios autónomos con respecto a la lógica de la sociedad
capitalista, basados en la lógica de la solidaridad. Sin embargo, dichos espacios de autonomía son susceptibles
de ser neutralizados por la hegemonía, en tanto no se logren construir articulaciones hacia un bloque de poder
capaz de contraponerse e incidir en relación a dicha lógica dominante, es así como ve el proyecto político
hacia la democracia. En estas prácticas políticas como procesos alternativos al discurso hegemónico, es
importante el papel de la solidaridad. “Porque cuanto más capaces seamos de conocer y actuar sobre nuestra
realidad como naturaleza y de relacionarnos con los otros sin manipularlos, más posibles serán las
utopías”[18]. BIBLIOGRAFÍA Cuadernos Americanos Nº 1, “La filosofía como compromiso”, México,
1949. Cuadernos Americanos Nº 3, “Diálogo espistolar: Leopoldo Zea-Konstantin Kolenda”, México, 1987.
Cuadernos Americanos Nº 63, “Filosofía iberoamericana”, México, 1997. Cuadernos Americanos Nº 67,
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La noción de solidaridad en el pensamiento de Leopoldo Zea
“Filosofar desde Latinoamericana, filosofar de excelencia”, México, 1997. Cuadernos Americanos Nº 97,
“Leopoldo Zea. Mi primera experiencia en el PRI”, México, 2003. Fornet-Betancourt, R. Revista Concordia
Nº 36, Aachen, Alemania, 2003. Garrett, G. “Mercados globales y política nacional”, en Desarrollo
Económico, vol. 138,.nº 152, FCE, Buenos Aires, 1999. Revista Anthropos Nº 89, “Autopercepción
intelectual”, Barcelona, 1988. Roig, A. Revista El Humanista, “La alienación en América Latina”, Año 8 N° 1,
Mendoza, 1992. Zea, L. Filosofía de la Historia Americana, FCE, México, 1974.
[1] Cuadernos
Americanos Nº 1, “La filosofía como compromiso”, 1949. [2] Cuadernos Americanos Nº 97, “Leopoldo Zea.
Mi primera experiencia en el PRI”, 2003. [3] Cuadernos Americanos Nº 3, “Diálogo espistolar: Leopoldo
Zea-Konstantin Kolenda”, 1987 [4] Zea, L. Filosofía de la Historia Americana, FCE, México, 1974. [5] Ver
en el mismo texto los diversos proyectos que Zea describe. [6] Cuadernos Nº 3…idem [7] Cf.
Fornet-Betancourt, R. Concordia Nº 36, pág 112. [8] Ver proyecto asuntivo. [9] Ídem [10] Roig, A. Revista
El Humanista, “La alienación en América Latina”, Año 8 N° 1, además citado en Cuadernos Americanos Nº
63. [11] Revista Anthropos Nº 89, pág. 27 [12] Revista Anthropos Nº 89, ídem. [13] Garrett, G. “Mercados
globales y política nacional”, en Desarrollo Económico, Pág, 883-924. [14] Cuadernos Americanos Nº 3,
Zea-Kolenda “Diálogo epistolar” [15] Cuadernos Americanos Nº 3, ídem [16] Cuadernos Americanos Nº 63,
“Filosofía iberoamericana”, 1997 [17] Cuadernos Americanos Nº 1, “Filosofía como compromiso”, México,
1949. [18] Cuadernos Americanos Nº 67, “Filosofar desde Latinoamericana, filosofar de excelencia”, 1997
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