Castro de Coaña (Villacondite) Los castros fortificados como éste surgieron como defensa de las poblaciones que habitaron la zona durante la Edad de Hierro, posiblemente autóctonas y predecesoras de la cultura celtoromana. El de Coaña, conocido también como el Castellón o Castrillón, es uno de los mejor conservados, y de hecho en sus yacimientos todavía se siguen realizando descubrimientos que están cambiando la forma de percibir la cultura castreña. Las denominaciones de "Castrillón" o "Castelón" son habituales en Asturias para denominar los viejos poblados fortificados atribuibles a la cultura castreña, que se empezaron a construir durante la Edad de Hierro. Dichos castros continuaron siendo habitados durante la época romana y astur, hasta fechas tan recientes como el siglo VI d.C. Los primeros descubrimientos realizados en la zona fueron realizados en 1818, aunque no se han conservado datos verificables. Los primeros documentos que aluden a este castro datan de 1877, que se conservan en la Comisión Provincial de Monumentos de Oviedo, hablan de algunas chozas descubiertas en la zona norte del yacimiento; de estas excavaciones proceden varias de las cerámicas depositadas en la actualidad en el Museo Arqueológico Provincial. Posteriormente, en 1940, se realizó una reconstrucción idealizada de lo que podría haber sido el castro y lo que se consideró su zona funeraria. Estas excavaciones tampoco tuvieron continuidad, y hubo que esperar a 1958 para que unos nuevos trabajos arquológicos desenterraran la puerta de acceso a la acrópolis, la zona sacra y gran parte del barrio norte. El relevo en la investigación arqueológica en Coaña fue tomada a partir de 1985 por la Universidad de Oviedo; de la revisión de las excavaciones anteriores llegó a la conclusión de que los castros habían asimilado elementos romanos junto a los perromanos ya existentes en forma de poblados fortificados en Asturias, justificándose su amplia implantación como resultado de la ordenación imperial del territorio trasmontano después de las guerras de conquista. Desde un punto de vista histórico, se considera que fue gracias a su magnífica ubicación en un paso de la ría de Navia, cerca de Villacondite, que el Castro de Coaña se convirtió durante la dominación romana, en especial durante el siglo I a.C., en una fortaleza clave, pues desde allí se garantizaba la seguridad de las caravanas que se organizaban para transportar el oro procedente de las minas cercanas. Sin embargo, bajo los restos romanos los arqueólogos también han encontrado los restos de un poblado de la época prerromana: así, mientras que las viviendas romanas eran planta rectangular, las anteriores se caracterizaban por su planta circular, y en ocasiones, ovalada. Dataciones recientes de los restos de cerámica y fundición encontrados, realizadas mediante carbono 14, parecen confirmar que este lugar habría estado habitado desde el siglo VIII a.C. Su carácter de población fortificada se aprecia claramente en el sistema de murallas que le rodea, una característica por otro lado común en otros ejemplos de la cultura castreña. Así, para llegar al corazón del poblado es preciso atravesar una muralla escalonada, bien conservada en el lado oriental del castro pero completamente derruida en el occidental, y que estaba defendida en uno de sus laterales por un torreón rectangular. Sobre la muralla discurría una atalaya, y el suelo de los caminos que conducían hacia la que debió ser una puerta monumental eran de pizarra. El poblado está dividido en dos partes bien diferenciadas: la más popular es conocida como el barrio norte, mientras que el centro del castro es denominada la acrópolis. El barrio norte, situado junto a la muralla que rodeaba el castro, estaba compuesto por chozas situadas sin orden aparente, y sin que existieran calles entre ellas. Sin embargo, algunas de las edificaciones que lo componen parece que compartían instalaciones, como patios centrales o canales de desagüe. Los restos de los edificios de planta circular se atribuyen a los habitantes prerromanos; algunos son viviendas mientras que otros podrían haber tenido el uso de almacenes y talleres, pero en todos los casos el diámetro oscila entre cuatro y seis metros. Por el contrario, los edificios atribuidos a la época romana –aunque algunos expertos los datan también en la era castreña, pero atribuyéndoles funciones de establo– son de planta rectangular, con unas medidas de unos 60 m2. En ambos tipos, los muros habrían estado hechos de lajas de pizarra perforadas sujetas mediante tacos de madera, ambos materiales abundantes en la zona, mientras que las techumbres serían de paja, con una estructura interna formada por palos organizados de forma cónica. Por otra parte, el recinto de planta triangular de la acrópolis estaba separado del resto de la población por una muralla de hasta 2,80 de alto, con dos puertas que permitían el acceso a su interior. Sólo quedan restos de la oriental, que estaba construida con pizarra adosada en forma de sillares. Sin embargo, aún no se ha podido datar la antigüedad del interior de la acrópolis para saber si estuvo habitada con anterioridad a que se realizaran estas construcciones, aunque se ha encontrado la planta circular de una edificación previa en la misma ubicación. Lo que sí se sabe es que esta disposición de la acrópolis como fortificación interna es inusual en otros castros de la zona, y que posiblemente esta zona fortificada separada del resto de la población por una muralla pudo ser una innovación militar tardía, seguramente atribuible a los romanos. Fuera del recinto que conforma el castro propiamente dicho, junto a un camino que da acceso a la puerta oriental de la acrópolis, y rodeadas por un muro, está situado lo que se considera el recinto sacro. Dos son los edificios situados en él. El primero, de planta triangular, se denomina familiarmente como "monumento con horno", y en un primer momento se consideró que habría tenido funciones de crematorio. Sin embargo, las últimas investigaciones lo están catalogando como balneario y sauna, posibles restos de una termas de época romana. Consta de una cámara con ábside que alberga una especie de piscina de forma semielíptica, que se apoya en la parte opuesta sobre un muro de argamasa protegido por pizarras puestas de canto; el suelo está enlosado, y algunos canales permiten la distribución del agua. También entre la piscina y la roca sobre la que se apoya la muralla se observan canales de forma circular que comunican con el fondo de dicha piscina. Separada de la anterior por un muro se encuentra una segunda construcción, posiblemente más moderna, de forma rectangular con dos puertas; la de entrada se cerraba usando un gran bloque de pizarra que encajaba entre dos ranuras de las jambas. Frente a esta primera puerta se encuentra un gran acuífero excavado en la roca. El techo de la cámara estaba realizado mediante una falsa bóveda que se conserva en parte. Una segunda puerta conectaba con una especie de porche en ángulo frente al que se situaba una gran bañera de granito. En cualquier caso, se piensa que ambas pudieran tener un uso ritual y religioso, y se han encontrado construcciones semejantes en otros castros de la zona, como los de Santa María das Aguas Santas, Pendia, Borneiro, etc. Esta nueva teoría del uso religioso de la zona sacra del castro de Coaña deriva del conocimiento que tienen los arqueólogos sobre el culto al agua que se extendió por todo el noreste peninsular durante la dominación romana –posiblemente en honor a la diosa Cibeles–. Uno de los testimonios que se han querido relacionar con la zona sacra de Coaña es la construcción tardorromana de Santa Eulalia de Bóveda, en Lugo, constituida también por una gran piscina dotada de conducciones de agua, donde sí se ha podido demostrar ese culto romano por el agua. En Castro de Coaña no se han encontrado demasiados objetos de uso cotidiano, sobre todo porque ha sido objeto de un gran expolio. Entre los hallazgos destacan los molinos de piedra, en su mayoría de origen romano, así como fragmentos de vasijas romanas de los siglos I y II d.C. También se han encontrado gran cantidad de monedas romanas, las más antiguas del siglo I a.C., y las más modernas del siglo V d.C. Otros restos destacables hallados, esta vez de fundición, son una armas –una falcata y un hacha romanos–, un martillo y numerosos clavos. De bronce también se han hallado fíbulas, cadenas y una esfera maciza con decoración en forma de cruz. Otros hallazgos considerados de gran interés son unos grandes bloques de piedra granítica que presentan una superficie alisada con un reborde en resalte, con uno o más hoyos, a los que se han atribuido dos funciones diferentes: por un lado, se piensa que debió de servir para triturar o pulverizar alguna materia dura, como las bellotas que constituían la base de la alimentación de los pobladores de los castros. La otra función posible sería la de “urnas funerarias” para depositar las cenizas de la cremación. Además, en la localidad de Coaña se puede admirar una enorme piedra redonda, que se ha convertido en un emblema del municipio, que se cree que pertenecía al castro y que pudo tener algún uso funerario o religioso. Posteriormente, esta estela fue "cristianizada" y comenzó a ser denominada Piedra de Nuestra Señora. CUADRO DE APOYO Los últimos estudios consideran que los pueblos de la Edad de Hierro creadores de los castros y de la cultura castreña que de ellos se deriva pudieron ser un grupo étnico que dominó Europa occidental y que supuso una primitiva indoeuropeización de la zona que abarca desde la Península Ibérica hasta la Bretaña francesa y las Islas Británicas. Al parecer, hubiera sido con la conquista romana cuando este pueblo, así como colonizadores celtas, hubieran iniciado el proceso de celtoromanización de los castros ya existentes. CUADRO DE APOYO Desde 1993 el castro de Coaña cuenta con un aula didáctica donde el visitante puede seguir la evolución de la cultura castreña, desde sus orígenes indoeuropeos y celtas hasta su colonización por los romanos. En este aula es posible ver restos arqueológicos y virtualizaciones que muestran cómo era el castro en origen. Algunos de los objetos localizados en las excavaciones arqueológicas fueron realizados en el sur de la Galia o en Galicia, lo que ha hecho suponer a los historiadores que los habitantes de los castros eran grandes comerciantes que basaban su economía en el trueque. CUADRO DE APOYO Pruebas realizadas a principios de 2008 en laboratorios de Florida (EE.UU.), encargados por la consejería de Cultura y Turismo parecen demostrar, mediante el análisis del carbono 14 al que fueron sometidas muestras del poblado, que este castro estuvo habitado ya en el siglo IV antes de Cristo, o lo que es lo mismo, en la Edad de Hierro.