Primeramente, que Vuestras Altezas, como señores que son de las dichas mares Océanas, hacen desde ahora al dicho D. Cristóbal Colón su Almirante en todas aquellas islas y tierras firmes que por su mano o industria se descubrieren o ganaren en las dichas mares Océanas, para durante su vida, y, después dél muerto [de muerto él], a sus herederos o sucesores, de uno en otro perpetuamente, con todas aquellas preeminencias y prerrogativas pertenecientes al tal oficio… Además, que Vuestras Altezas hacen al dicho D. Cristobal Colón su visorrey [virrey] y gobernador general en las dichas islas y tierras firmes, que, como es dicho, él descubriere o ganare en las dichas mares… Item, que todas y cualesquiera mercaderías, ya sean perlas preciosas, oro o plata, especiería y otras cualesquier cosas y mercaderías de cualquier especie, que se compraren, trocaren, hallaren, ganaren y hubieren dentro de los límites del dicho almirantazgo, que desde ahora Vuestras Altezas hacen merced al dicho D. Cristóbal, y quieren que tenga para sí la décima parte de todo ello… y haga de ello su voluntad, quedando las otras nueve partes para Vuestras Altezas. A 17 de abril del año del nacimiento de Nuestro Salvador Jesucristo de 1492 años. Yo el Rey. Yo la Reina. Por mandato del Rey y de la Reina, Juan de Coloma. Registrada. Colón, Cristóbal. Capitulaciones de Santa Fe. 17 abril 1492. Dibujo de la Primera edición ilustrada de la Carta de Colon. Basilea. 1493. La economía europea recurría en forma creciente a la moneda metálica. "Desde la compra de pan y ropa hasta el pago de impuestos y pensiones reales, la moneda era necesaria en cantidades cada vez mayores”. Además, los metales preciosos se buscaban para exportarlos al Oriente a cambio de especias, joyas y tintes; allí se destinaban a la decoración de residencias y palacios de la aristocracia asiática. En Europa existían fuentes de aprovisionamiento de plata de fácil acceso; en cambio las minas de oro eran prácticamente inexistentes. Por otra parte el oro era utilizado no solo como instrumento monetario; también era un objeto de lujo en la casa de los nobles y necesario en la fabricación de vasos sagrados para los servicios litúrgicos". López, Abel. Sobre las motivaciones económicas y espirituales de la expansión europea (siglo XV). UNAM. México. P. 3. Cita de Parker, Geoffrey, El surgimiento de las finanzas monetarias en Europa", en Carlo Cipolla, p. 410. La conquista de América fue para algunos de los que en ella participaron una continuación de la reconquista medieval, en el sentido de una aventura militar que proveía el enriquecimiento mediante el botín y la ocupación de tierras. Los primeros conquistadores encontraron en América la oportunidad de llegar a ser nobles; buscaban obtener al menos un titulo de hidalguía. El hidalgo pertenecía a la parte inferior de la pirámide social noble, pero, así no fuese muy rico, disfrutaba de los privilegios de la nobleza. "El hidalgo era un hombre que vivía para la guerra, que podía realizar lo imposible gracias a un gran valor físico, que regía sus relaciones con los demás de acuerdo con un estricto código de honor y que reservaba sus respetos para el hombre que había ganado riquezas por la fuerza de las armas y no con el ejercicio del trabajo manual. LÓPEZ, Abel. Sobre las motivaciones económicas y espirituales de la expansión europea (siglo XV). UNAM. México. P.7. "Allí conocimos que aquella tierra no era isla sino continente, porque se extiende en larguísimas playas que la circundan y de infinitos habitantes estaba repleta. Y descubrimos en aquella mucha gente y pueblos y toda generación de animales silvestres, los cuales no se encuentran en nuestros países, y muchos otros nunca vistos por nosotros y a los cuales sería largo referirse uno a uno. ... La tierra de aquellos países es muy fértil y amena y con muchas colinas, montes e infinitos valles y abundante de grandísimos ríos y de salutíferas fuentes ricas en aguas y dilatadísimas selvas densas e impenetrables y copiosamente llenas de toda generación de fieras. Árboles grandes arraigan allí sin cultivador, de los cuales, muchos frutos son deleitables al gusto y útiles a los humanos cuerpos, otros verdaderamente al contrario: y ningún fruto es allí semejante a los nuestros. Se producen allí innumerables especies de yerbas y raíces, de las cuales hacen pan y óptimas viandas. Y tienen muchas simientes absolutamente distintas a las nuestras. Ninguna especie de metal allí se encuentra, excepto oro, el cual en aquellos países abunda, aunque nada de ellos hemos traído nosotros en esta nuestra primera navegación. Y de esto nos dieron noticia los habitantes, los cuales nos afirmaban que allá tierra adentro había grandísima abundancia de oro, no siendo entre ellos estimado en nada ni tenido en aprecio. Abundan las perlas, como otras veces te he escrito". Vespucio, Américo. El Nuevo Mundo, Carta de Américo Vespucio a Lorenzo Pedro de Médicis. 1505. Los nuevos especímenes de la flora americana produjeron una verdadera revolución en la economía mundial a partir del descubrimiento de América. Fueron cambios de primer orden histórico. A lo largo del siglo XVI, las plantas americanas eran los únicos testimonios tangibles que tuvo el pueblo español de la presencia de un Nuevo Mundo. Europa fue al comienzo muy conservadora de a la hora de introducir productos procedentes de América en su vida cotidiana. Sin embargo, sus encantos terminaron por vencer los prejuicios europeos. El ají que proporcionó América fue lo más cercano a la tan buscada pimienta. Desde muy temprano se le menciona en las crónicas y se repara en su sabor como condimento. “Pero la natural especería que dio Dios a las Indias Occidentales, es la que en Castilla llaman pimienta de las Indias y en Indias por vocablo general tomado de la primera tierra de las islas que conquistaron nombran ají y en lengua de Cuzco le dicen ucho y en la de México chili”, según el historiador José de Costa. SANFUENTES, Olaya. Develando el Nuevo Mundo. Imágenes de un Proceso. Ediciones UC, Chile. 2009. P. 131.