Diego Eiras/2010 HEPATOZOONOSIS CANINA INTRODUCCIÓN La hepatozoonosis canina es una coccidiosis extraintestinal crónica descripta en perros de la India en 1905 y actualmente distribuída endémicamente en diversas regiones de casi todo el mundo (Craig, 1990). Las especies del género Hepatozoon (Miller, 1908) infectan una amplia variedad de mamíferos, aves, reptiles y anfibios. Las infecciones ocurren mediante la ingestión de artrópodos hematófagos que actúan como hospedadores definitivos. Hepatozoon canis (James, 1905) es un coccidio transmitido por la garrapata marrón del perro Rhipicephalus sanguineus y tradicionalmente mencionado en Africa, Asia y Europa; y en los últimos años también descripto en perros de Sudamérica (O` Dwyer et. al., 2001; Eiras et al., 2007). Hepatozoon americanum, reconocido como especie diferente en perros de Norteamérica (Vincent-Johnson et. al., 1997), se transmite mediante ingestión de la garrapata Amblyomma maculatum. Ambas especies se diferencian por el tropismo tisular y la expresión clínica. Estudios genéticos y antigénicos proveen soporte adicional para la diferenciación (Baneth et. al., 2000). Mientras que H. canis induce cuadros clínicos de leves a moderados y puede ser facilmente demostrado mediante el reconocimiento de gamontes en extendidos de sangre periférica, H. americanum es más dificil de diagnosticar debido a que se presenta frecuentemente con muy escasa parasitemia. Además tiene mayor afinidad por el tejido muscular y produce una enfermedad más severa en los individuos afectados. El primer caso de hepatozoonosis en Buenos Aires fue reportado en 1998 (Silva et al.), y desde entonces se viene observando un incremento considerable en el número de animales infectados año tras año. EPIDEMIOLOGÍA Y PATOGENIA Las infecciones naturales se adquieren por la ingestión de una garrapata infectada con ooquistes maduros (Craig, 1990). En la luz del intestino del perro se produce la ruptura de los ooquistes y la posterior liberación de esporocistos y esporozoitos. Éstos atraviesan la pared del intestino e invaden células mononucleares. Luego, transportados por sangre y linfa, alcanzan el bazo, médula ósea, hígado, ganglios, riñones, pulmón y otros tejidos. La esquizogonia se desarrolla en las células de éstos órganos. Los esquizontes o merontes liberan unos pocos merozoitos que invaden más células y desarrollan nuevos esquizontes (Microesquizontes) que producen muchos micromerozoitos. Luego de varias generaciones esquizogónicas, los micromerozoitos invaden el citoplasma de neutrófilos y monocitos como cuerpos ovales de 11 x 5 µm denominados gamontes. Asi comienza la gametogonia que luego finaliza en el intestino de la garrapata. Los primeros gamontes aparecen en la sangre 28 a 43 días postinfección (Baneth et. al., 1998). La detección de gamontes en neutrófilos y monocitos sugiere que el ingreso del parásito sucede en la médula ósea a nivel del precursor común para éstas células (CFU-GM) (Baneth et. al., 1995). Las garrapatas se alimentan e ingieren gamontes que se liberan de los leucocitos en su intestino para transformarse en gametas. Los ooquinetos formados luego de la singamia penetran la pared del intestino e inician la esporogonia en la cavidad del cuerpo. En esta localización se forman los ooquistes maduros que permanecen infectantes en el hemocele hasta ser ingeridos un hospedador adecuado. Los ooquistes maduros estan formados por varios esporocistos que contienen a su vez 12 a 24 esporozoitos cada uno. Las ninfas de Rhipicephalus sanguineus que adquieren los gamontes circulantes desarrollan ooquistes esporulados unos 53 días después (Baneth et. al., 2001). Posteriormente, las garrapatas adultas transmiten la infección al ascender a un nuevo hospedador. No se demostró el pasaje transovárico. El desarrollo de hepatozoonosis clínica se encuentra asociado con el estado inmunitario del animal. Las infecciones subclínicas son frecuentes y diversas condiciones predisponen a que el protozoario desarrolle la enfermedad (Craig, 1990). Éstas condiciones están relacionadas a defectos Las infecciones con H. canis pueden ser subclínicas e incidentalmente diagnostacadas en perros aparentemente sanos (Murata et. al.,1993; Jáuregui y Lopez, 1995), o pueden estar asociadas a enfermedad clínica severa en perros con alta parasitemia (Craig, 1990; Baneth et. al., 1995; Hervás et. al., 1995). El curso de la enfermedad es usualmente prolongado, con períodos de remisión aparente y posteriores recaídas. Los animales normalmente presentan fiebre, caquexia, depresión, atrofia muscular generalizada, hiperestesia (especialmente notable en la región lumbar) y anemia moderada a severa. Generalmente hay anemia normocítica y normocrómica no regenerativa, aunque a veces puede ser regenerativa e incluso genéticos en los neutrófilos, sistema inmune inmaduro en animales de menos de 4-6 meses de edad, terapias inmunosupresivas y coinfecciones con diversos agentes como Toxoplasma (Harmelin et. al.,1992), Babesia (Mc Cully et.al., 1975), Leishmania (Rioux et. al., 1964), Ehrlichia (Gosset et. al., 1985), Dirofilaria immitis (Craig et. al., 1978), Parvovirus canino (Baneth et. al., 1997) y Distemper canino (Mc Cully et. al., 1975). Durante los meses cálidos del año, la parasitemia se incrementa junto con el número de casos clínicos (Murata et. al., 1993), y la presencia de garrapatas sobre el animal guarda relación directa con el nivel de parasitemia y ésta con la manifestación de la enfermedad. La multiplicación activa de los merontes tisulares induce la ruptura de células y la formación de nuevos merozoitos que invaden otras células o se diferencian a gamontes circulantes, produciendo marcada reacción inflamatoria o elevación de la parasitemia según el caso. Es en definitiva entonces, el nivel de actividad esquizogónica tisular lo que explica la mayoría de las lesiones y sígnos y el responsable del mayor o menor número de formas parasitarias circulantes. contener algún componente hemolítico (inmunomediado o por fragmentación globular). Los recuentos leucocitarios suelen ser muy elevados. Hay marcada neutrofilia con desvío a la izquierda y en algunos casos monocitosis y/o eosinofilia. En muchos casos se observa hiperproteinemia (hiperglobulinemia con hipoalbuminemia). Hay incrementos de alfa y beta globulinas (por aumentos en las proteinas de fase aguda) y gammapatías policlonales. La hipoalbuminemia se debe a inanición y/o perdida urinaria secundaria a glomerulonefritis u otros procesos inflamatorios graves. La actividad de fosfatasa alcalina en el suero suele hallarse elevada debido a disfunción hepática o aumento en la actividad osteoclástica. También puede aparecer hipoglucemia. La médula ósea manifiesta una elevada relación mieloide-eritroide. En algunos casos puede observarse proliferación perióstica como hallazgo radiológico, sobre todo en las extremidades posteriores. Los cachorros de menos de 4-6 meses de edad suelen presentarse con fiebre, decaimiento, anorexia, atrofia muscular, descarga ocular, dolor lumbar y otros sígnos similares al del Moquillo neurológico como mioclonías focalizadas. En el hemograma puede hallarse leucopenia debida a neutropenia, linfopenia o ambas. La inmunidad humoral estimulada por H. canis produce anticuerpos que pueden favorecer los depósitos amiloides e inmunocomplejos en múltiples órganos produciendo vasculitis, glomerulonefritis y otros trastornos inmunomediados. DIAGNÓSTICO Y TRATAMIENTO El diagnóstico definitivo se realiza mediante la observación de gamontes intracitoplasmáticos en los extendidos de sangre. La citología o histopatología de varios tejidos y órganos hemolinfáticos suele utilizarse para observar merontes. Recientemente se ha desarrollado un ensayo de ELISA para la detección de anticuerpos reactivos contra antígenos solubles de los gamontes de H. canis con una sensibilidad del 86 % y una especificidad del 97 % (Gonen et. al., 2004). La seroconversión se detecta entre la primera y la cuarta semana post-infección y los anticuerpos permanecen por encima del valor de corte durante varios meses. El tratamiento debe centrarse en 3 objetivos: - Control completo de las garrapatas - Prevenir o eliminar la sintomatología - Mantener al animal sin parasitemia La bibliografía sugiere la utilización de Imidocarb, Toltrazuril, Clindamicina, etc., con respuestas muy variadas. Estos tratamientos no logran la eliminación total del parásito. Aunque se puede alcanzar la remisión clínica y reducción de la parasitemia, suelen verse recaídas algún tiempo después del tratamiento. Los perros que remiten clinicamente y consiguen eliminar la parasitemia serán reevaluados hematologicamente antes de la siguiente primavera y durante toda la estación de garrapatas o cuando se observen recaídas clínicas. El pronostico es más favorable en animales jóvenes. En muchos de estos casos, la respuesta positiva al tratamiento se observa desde los primeros días. Los síntomas pueden desaparecer completamente (incluso las mioclonías) y la parasitemía suele ser negativa luego de 2 o 3 semanas. La principal herramienta de prevención es el correcto control de las garrapatas para evitar la transmisión del protozoario. Bibliografía 1. 2. 3. Baneth G, Harmelin A, Presentey BZ. Hepatozoon canis infection in two dogs. JAVMA 1995; 206:1981-1984. Baneth G, Shkap V, Presentey BZ, Pipano E. Hepatozoon canis: The prevalence of antibodies and gametocytes in dogs in Israel. Veterinary Research Communications 1996; 20:41-46. Baneth G, Shkap V, Samish M, Pipano E, Savitsky I. Antibody response to Hepatozoon canis in experimentally infected dogs. Vet. Parasitol. 1998; 74: 299-305. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. Baneth G, Aroch I, Presentey BZ. Hepatozoon canis infection in a litter of Dalmatian dogs. Vet. Parasitol. 1997; 70:201-206. Baneth G, Weigler B. Retrospective Case-Control Study of Hepatozoonosis in Dogs in Israel. J. Vet. Int. Med. 1997; 6:365-370. Baneth G, Barta JR, Shkap V, Martin DS, Macintire DK, Vincent-Johnson N. 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