SELECCIÓN DE TEXTOS DEL CATÁLAGO MATISSE 1917-1941 TOMÁS LLORENS, comisario de la exposición PINTURA Y TIEMPO La Revolución Rusa había puesto un final definitivo a los encargos de Shchukin y Morosov, la guerra estaba terminando y el año anterior, 1917, Matisse había renovado por tres años su contrato con la galería Bernheim-Jeune. Era la principal galería de arte moderno de París; estaba especializada en vender pintura impresionista y representaba ahora la única continuación razonable para el futuro profesional de Matisse. La pintura “decorativa” (como él mismo la llamaba) que había estado cultivando y desarrollando desde el final de la primera década del siglo le servía de poco en esas nuevas circunstancias. Ahora tenía que trabajar para el mercado, es decir, pintar cuadros más pequeños, transportables, válidos por sí mismos cualquiera que fuera el lugar en el que fueran contemplados. Cuadros destinados a seducir la mirada de coleccionistas anónimos, formados en una tradición que postulaba, en el espectador, una mirada próxima. Una mirada capaz de apreciar los matices de color, las cualidades de la superficie pictórica, su textura, la escritura del dibujo y de la pincelada. Una tradición pictórica muy distinta de la gran tradición de la pintura “decorativa”. (...) En Interior con violín (Intérieur au violon, 1918), una pintura que presenta grandes zonas pintadas de negro, podemos apreciar a qué se refería Matisse cuando hablaba del negro como “color-luz”. Es fácil ver cómo el efecto del negro depende de las “fuerzas en tensión” que estructuran el andamiaje espacial del cuadro. Es ese andamiaje el que pone en marcha y estructura las relaciones de los colores entre sí. Funciona como un esqueleto que “tensa” la “piel” de la pintura e impide que los negros (“sostenidos” por los azules, los blancos, y los tierras) se “hundan” hacia atrás o “salten” hacia adelante. A Renoir le sorprendía ese resultado porque el impresionismo huía de los andamiajes espaciales explícitos; pero Matisse, que había reflexionado mucho sobre el cubismo, llevaba tiempo experimentando con simplificaciones geométricas y andamiajes espaciales. (...) A las pocas semanas de su llegada a Niza, Matisse alquiló un piso cerca del hotel en el que vivía. Fue allí donde pintó muchos de los cuadros de esa época. Entre ellos El violinista y El violinista en la ventana. Fue allí también donde recibió la visita de sus hijos, Pierre y Marguerite. (...) El hecho de que alquilara un piso indica que Matisse tenía la intención de quedarse en Niza. Alejarse de París, alejarse, incluso, de su familia, para concentrarse en el camino que se había trazado, ahora que el fin de la guerra anunciaba el alba de un mundo nuevo. “Estoy bien enganchado al trabajo y [voy] progresando. Subo la cuesta. Decirte cómo será no puedo, porque todavía no he llegado, pero mi idea es ir cada vez más hacia la verdadera pintura”, le escribe a su mujer esa primavera de 1918. Subir la cuesta de “la vraie peinture”, la pintura de verdad, en toda su amplitud y dificultad, después de las abstracciones y simplificaciones de esa “pintura decorativa”, en la que tanto se había esforzado durante los años de antes de la guerra. Sin embargo, Matisse seguirá viviendo en un hotel. La mayoría de las telas, generalmente pequeñas, que salen de sus manos en esos años, representan habitaciones de hotel con las ventanas abiertas o entornadas. PAISAJES, BALCONES, JARDINES En noviembre de 1919, las Leicester Galleries de Londres organizaron una exposición que reunía esculturas de Maillol y pintura reciente de Matisse. Las ventas fueron numerosas y la recepción crítica favorable. Muchos de los jóvenes integrantes de lo que más tarde se conocería como el grupo de Bloomsbury asistieron a la inauguración. Para Matisse era su primer éxito inequívoco desde que se había instalado en Niza. El Burlington Magazine elogió el vigor y la frescura de su estilo, su capacidad para la “disposición rítmica de líneas, masas y colores” y “su agudo sentido de la realidad”. El autor de la reseña clasificaba las obras expuestas en cuatro grupos: naturalezas muertas, interiores, paisajes y obras sobre papel (dibujos y litografías). El menos satisfactorio en su opinión era el de los paisajes; en ellos, escribía, “domina también la disposición rítmica de colores, líneas y masas, y el tratamiento de los grises y los verdes es excelente y expresivo. Sin embargo, en su mayoría, carecen del intenso sentido de la realidad que encontramos en los otros grupos”. Esa opinión negativa acerca de los paisajes no era sorprendente. Se apoyaba en un texto del propio Matisse. En Notes d’un peintre, un texto publicado en 1908, que probablemente el crítico del Burlington Magazine conocía, había escrito que lo único que le interesaba era la pintura de figuras, no la de paisaje o naturalezas muertas. Sin embargo, desde que había escrito ese texto su posición había cambiado. (...) Es interesante advertir que los mecanismos de construcción del espacio exterior que Matisse pone en juego en Niza para alejarse del paisajismo impresionista no son diferentes de los que pueden verse en los interiores de habitaciones de hotel que pintaba al mismo tiempo. También en los interiores la representación adopta un punto de vista ligeramente elevado, que parece responder al deseo del pintor de abrir los diedros del paralelepípedo, como si fuera una caja de paredes elásticas, para que podamos ver mejor su interior. Ver, en este caso, es una acción que, de un modo más o menos implícito, se hace desde arriba, ya que es fruto de una acción intencionada, la de mirar. Como si quisiera subrayar esa función activa de la visión, el pintor se pinta a veces a sí mismo en el acto de pintar, viéndose como si su visión hubiera abandonado su cuerpo y flotara en el espacio detrás y por encima de él. “Muy a menudo me coloco dentro del cuadro y tengo plena conciencia de lo que existe detrás de mí”, decía en 1929 contestando a una pregunta de Tériade. INTIMIDAD Y ORNAMENTO “Mis modelos no son simplemente las comparsas de un escenario. Son el tema principal de mi trabajo. Dependo totalmente de ellas y por ello las observo en libertad para luego fijar la postura que mejor corresponde a su naturaleza. Cuando tomo una modelo nueva la observo en el abandono de su reposo para poder adivinar la postura que más le conviene y me convierto en su esclavo. (...) Mis signos plásticos expresarán probablemente su estado de ánimo (expresión que no me gusta) y es eso lo que inconscientemente me interesa —¿qué otra cosa, si no?—. Sus formas no son siempre perfectas, pero sí expresivas. El interés emotivo que me inspiran no se percibe tanto en la representación de su cuerpo, como en líneas o en valores cromáticos especiales que están repartidos por la totalidad de la tela o del papel y que forman su orquestación, su arquitectura. Pero no todo el mundo se da cuenta de ello. Se trata quizá de voluptuosidad sublimada”. FONDO Y FIGURA “En cuanto a mi trabajo sólo tengo una cosa que decir. Busco la densidad de las cosas. En lugar de reducir lo que veo a una silueta, trato de expresar volumen y modelado” Carta dirigida a su mujer, escrita el día de año nuevo de 1921 Matisse decía que la escultura era para él una manera de ejercitarse y que, en ese sentido, su escultura era escultura de pintor. “He hecho escultura como un complemento de estudios. He hecho escultura cuando estaba cansado de hacer pintura. Por cambiar de medio. Pero he hecho escultura como un pintor. No he hecho escultura como un escultor”. FORMA A lo largo de los años que pasa en Niza, Matisse, además de pintar, va a dedicar una atención continuada a la escultura. Una obra en particular va a centrar sus esfuerzos: Gran desnudo sentado (Grand nu assis). Comenzada en 1922, esta escultura le seguirá manteniendo ocupado hasta 1929. “Creo que, tanto por el esfuerzo como por el resultado, será el trabajo más importante que he hecho hasta ahora”, escribía a su mujer en 1925. (...) Matisse dio el salto de vuelta a la pintura decorativa con La danza (La Danse), 1932-1933, de la Fundación Barnes. Ese salto llegó precedido por una disminución de su producción pictórica que comenzó a ser apreciable en 1927 y llegó al silencio total en 1930. Pero, al mismo tiempo, el artista intensificó su dedicación a la escultura, y fue paradójicamente en esa disciplina, la misma en la que, al comenzar la década, había buscado ayuda para configurar su alternativa al estilo decorativo, donde se materializó al final de la década su retorno a ese mismo estilo.