LA ATLANTIDA EN LA PALMA Estando con mis amigos tomando un refresco al atardecer en la playa, no pude más que encogerme de tristeza al comparar como se encontraba la isla y como la recordaba mi inconsciente. Las imágenes comparativas del pasado y el presente no iban en progresión hacia la evolución, sino todo lo contrario. Por si fuera poco, en esos momentos se estaba ocultando el Sol, con el consecuente trauma para mí que eso supone. Para los profanos del mundo astral he de decir que el Sol es el mayor guardián que tenemos. Mantiene a raya multitud de bajas energías y astrales, de ahí ese afán egipcio de adorar al sol Atón, como dador de vida. Por supuesto que en el plano material sin sol, nos moriríamos pues la plantas no realizarían fotosíntesis, el oxigeno se extinguiría, la Tierra se congelaría y nuestros ciclos cardianos como seres humanos dejarían de funcionar (la hipófisis, tiroides y demás glándulas funcionan cuando hay luz solar). Pero creo que algunos iniciados egipcios tenían desarrollado el sentido de la clarividencia y eran capaces de observar cómo los rayos del sol son capaces de acabar con cualquier entidad negativa. Una vez oscurecido el cielo, los bajos astrales que habitan en el mar, salen del mismo, encontrando el terreno abonado para hacer de las suyas. Larvas fusiformes, conchas con patas y tridentes, cangrejos con colmillos, erizos asesinos, se dedican a alimentarse comiendo del campo energético de cualquier ser viviente cerca del lugar. Da igual que sea animal, vegetal o mineral, se comen toda energía vital emanada por los mismos. He de decir, que no son tontos y prefieren a los humanos, pues a mayor evolución, mayor campo energético y desde luego bastante más rico, pues muchas veces puedo ver y sentir como lo saborean. Para no poner los pelos de punta al lector, prefiero omitir lo desagradable que resulta ver como devoran el etéreo de tus amigos y el tuyo mismo mientras intentas disfrutar de un zumo de naranja. Lo peor es la tristeza espiritual que sientes, cuando recuerdas que en vidas pasadas, en ese mismo lugar, los antiguos habitantes que también adoraban al Sol, lo sabían y lo solucionaron. Cuando voy a Canarias aparecen en mi mente imágenes de la vida en aquel lugar cuando se le conocía como la Atlántida. Las imágenes son tan fuertes que muchas veces las confundo con la realidad, con el consecuente ridículo que ello supone para mi mente racional. Todas las islas Canarias eran un mismo continente, habitados por una civilización bastante avanzada en diversos aspectos de la vida. La materia, el desarrollo tecnológico, la medicina y la ciencia tenían una posición envidiable, mucho más de lo que ahora podemos imaginar. Habían conseguido lo que hoy en día llamamos el desarrollo sostenible, el ecosistema, la tecnología y la espiritualidad cohabitaban en un mismo lugar. La zona dedicada a la espiritualidad se encontraba en la parte noroeste del lugar, lo que ahora conocemos como la Isla de la Palma. Grandes templos se alzaban por todo el lugar, hechos de cuarzo y mármol, extensas bibliotecas llenas de conocimiento divino, regalado por los Dioses para el desarrollo del humanismo. Sólo podían habitar aquel lugar filósofos y personas con inquietud y dotes espirituales. Era una zona prohibida para el resto, el culto a lo divino y la realización de sus mandatos era la única misión que tenían las gentes de aquel lugar. En mis imágenes puedo ver como amigos que hoy investigan las inquietudes del espíritu, vivían en aquel lugar realizando la misma misión. También me sitúo en el mismo sitio, y contemplo como, el mundo invisible era visible para todos. Habían conseguido mantener a raya esas bajas energías que salen del mar cuando el Sol se oculta. Pusieron grandes losas de mármol y cuarzo en lo que ahora es la arena negra de la playa, y revistieron el perfil de las montañas que se orienta al mar del mismo material. Pusieron grandes antorchas encendidas en puntos estratégicos de la playa cuya luminosidad reflejada en el suelo y montañas de cuarzo y mármol evitaba que la mayor parte de los bajos astrales salieran de su hábitat. Mi pareja y yo éramos filósofos, nos dedicábamos a traducir los escritos divinos, a humanizarlos y materializarlos. Un amigo se encargaba de dibujar mantras en espiral para diversos usos (médicos, espirituales, docentes) curiosamente en esta reencarnación le gustan los petroglifos y espirales sin saber por qué. Otro compañero era el mensajero real y su mujer se encargaba de la decoración energética de los templos. En definitiva gran parte de mis amigos actuales, han sentido una atracción sin límites hacia la isla de La Palma sin saber por qué y han movido todos los hilos posibles para que sus vidas se realicen en este lugar. Ninguno de ellos se explica la tristeza que inunda su corazón, cuando por cualquier motivo, tienen que salir de la isla. El inconsciente, revive recuerdos en el lugar donde nos encontramos, a cada uno nos lo hace saber de una manera diferente, pero todos sentimos esos recuerdos, y si son mejores que los actuales, no nos gusta separarnos de ellos. Añoro la vida en aquel lugar, y me entristece el pensar que el conocimiento se va perdiendo. Desde la era de los dinosaurios hasta hoy, el ser humano se ha visto diezmado por múltiples factores, guerras, meteoritos, enfermedades, etc. Pero también se han visto extinguidos documentos, conocimientos y libros, con el consecuente empobrecimiento cultural y espiritual que ello conlleva.