La amenaza del espíritu de la época David Ruiz – COMIBAM En Romanos 12: leemos “y no os amoldéis al mundo éste, sino idos transformando con la nueva mentalidad, para ser vosotros capaces de distinguir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo conveniente, lo acabado” (Nueva Biblia Española) Es un hecho que vivimos en medio de tiempos difíciles, en ninguna otra época hemos visto tal velocidad en el desarrollo como ahora, pareciera que, aún cuando el tiempo sigue siendo uno de los recursos más escasos, toma menos tiempo que las cosas suceden en nuestra época en comparación con la de los que nos sucedieron; sin duda el avance en los medios de comunicación y de transporte ha contribuido a esta realidad que ahora enfrentamos. Esto tiene un lado positivo, particularmente cuando pensamos en la velocidad con la que podemos hacer llegar el desafío misionero a la iglesia (cuantos boletines misioneros circulan en la red), o la manera como podemos consultar posibilidades misioneras a ultramar con la marcación de un puñado de números o escribir una nota en el computador y pinchar el botón “enviar” y contamos con que este mensaje ya legó en su destino o, la agilidad con la que se responde a las necesidades de un misionero en el campo. Pero, sin darnos cuenta, el “espíritu de la época” se ha infiltrado en nuestras vidas y, paulatinamente nosotros, hemos ido adoptando sus valores para decidir entre lo que es bueno y es malo, entre lo que debemos de hacer y lo que no debemos de hacer y sobre todo, el momento para hacerlo. Hay dos planteamientos que definen el espíritu de la época: a) El engaño del espíritu de la época nos vuelve activistas "lo que debemos hacer, porque es bueno, debemos hacerlo ya" nos dice. Vemos a nuestro alrededor muchos moviéndose víctimas de este engaño, aún en la comunidad misionera cuando consideramos una “perdida de tiempo” la capacitación misionera o cuando enviamos a un misionero a un campo disponible sin considerar cual es el llamado de Dios para la iglesia y para él o cuando denominaciones o agencias dejan a los obreros desprovistos en el campo porque encontraron un área de enfoque “mejor” para encaminar sus recursos b) El espíritu de la época nos hace mentirosos a nosotros porque: "no podemos hacerlo todo y mucho menos ahora" y nosotros compramos la mentira y vivimos con ella, tomando decisiones que comprometen el futuro de los proyectos, los recursos o, en el peor de los casos, la vida de una familia misionera. Cuando examinamos esto notamos que el espíritu de la época nos tiraniza para que no podamos vivir el propósito y la seguridad de Dios, siempre estamos corriendo, perseguidos por el viento y por el deseo de aprovechar la oportunidad, sin embargo, como pueblo de Dios, deberíamos vivir en descanso y reposo en medio de nuestro ministerio y eso es lo que debemos modelar a otros. El pasaje del acápite nos recuerda que Dios tiene una voluntad y que solo lo que está dentro de su voluntad se puede describir como “bueno, conveniente y acabado” así que nuestro esfuerzo debe de centrarse en buscar cual es esa voluntad de Dios, entender cual es su propósito para el mundo, la iglesia, nuestra familia y nuestra persona. Dios quiere que vivamos reposados en él, no en zozobra intentando hacer mucho y dándonos cuanta al final que no funcionó casi nada. ¿Cómo conocer la voluntad de Dios? ¿ Cómo llegar a saber que estamos en contacto con esa realidad espiritual? En Colosenses 1:9, en primer lugar, nos anticipa que la voluntad de Dios se puede conocer plenamente, el término utilizado allí habla de una plenitud del conocimiento. En segundo lugar, describe dos afluentes que suman para lograr ese entendimiento, el primero Sabiduría que es la capacidad humana para evaluar algo a través de principios generales que rigen la vida, es la inteligencia aplicada pero en el aspecto espiritual, es decir lleno de humildad y dependencia de Dios; el segundo es Conocimiento, es la facultad de cómo evaluar algo o a alguien espiritualmente, de tomar ediciones en un caso particular. Mente y Espíritu cooperando juntos para conocer y vivir de acuerdo a la voluntad de Dios. Como dijo A. T. Robinson: “si dejáramos que el Espíritu Santo guiara nuestras decisiones sobresaldríamos de los hombres en cualquier profesión” Luchemos contra el “Espíritu de la época” evitemos el activismo misionero y volvamos a la palabra para entender lo que Dios ha pedido de su iglesia. “Transformemos nuestra mentalidad” en cuanto a lo que la iglesia es y hace para que, cada día, la iglesia sea más como Cristo la diseño y ocupe sus recursos y sus miembros en hacer la perfecta voluntad de Dios. Porque “cuando la iglesia sea lo que Jesús quiso que fuera, necesariamente será una iglesia misionera”