En un cambio de época ¿qué Misión

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El pueblo de Dios ¿en una misión permanente?
Todo el pueblo de Dios ha sido convocado al servicio de la vida. La Iglesia desea
transformarse en comunidad misionera. Luego del acontecimiento de Aparecida se han
hecho grandes propuestas. El 2009 y siguientes: formación, grupos prioritarios, misiones
sectoriales, misión territorial; el 2010: “Chile: una mesa para todos”; el 2011 “comunión
misionera”; el 2012 “renovación parroquial y misión joven”; el 2013 “renovar la fe y las
estructuras”, e iniciativas de la juventud con la cruz misionera (1). ¿Por qué, y para qué?
1) ¿Por qué? ¡Porque arde el corazón!
¿Cómo es la conversión misionera y profética hoy? (2) Ella afianza el encuentro
personal con Jesucristo, acentúa el discipulado en la misión, y la opción por y con el pobre.
Todo esto hace arder el corazón.
Brotan dos interrogantes.
¿Qué es lo más crucial en los actuales procesos humanos? Hay signos de un cambio
de época. Es replanteada la Misión. A los silencios y clamores de la humanidad
respondemos como comunidad apasionada por el Señor.
La segunda preocupación: ¿cómo se desenvuelve el servicio a la humanidad?
Sobresale la vocación misionera para el mundo, el envío desde Pentecostés, el anuncio
histórico del Reino, y la Eucaristia que conlleva no violencia y paz en el mundo (3).
La gente adolescente y hasta la niñez nos enseña como asumir avances tecnológicos.
Durante miles y miles de años las personas adultas han moldeado a niños y jóvenes; hoy no
es así. Existe pues un radical cambio de relaciones entre los seres humanos, y también
mayor respeto y cuidado de la creación. Puede decirse que los seres vivientes y todo el
universo sienten dolores de parto. Ya que hay un cambio de época, cabe entonces actuar
con audacia y con un corazón ardiente.
2) ¿Para qué? ¡Para ser iglesia servicial y profética!
Aparecida ha retomado la tradición del Vaticano II y de Medellín: con fe leer
nuestra realidad, evangelizar integralmente, optar por y con el pobre. Esto ha sido
incentivado por el Concilio con su llamado a leer los signos de los tiempos y reconocer la
nova aetate en la historia (GS 4). Medellín afirmó: “estamos en el umbral de una nueva
época histórica... la gestación de una nueva civilización” (Introd. # 4).
En Aparecida, nuestros Obispos han confrontado la comodidad, el estancamiento, la
tibieza, el estar al margen del sufrimiento de los pobres (# 100, 362, 363, 370). Cabe
abandonar “estructuras caducas que ya no favorecen la transmisión de la fe” (# 365) y
realizar “reformas espirituales, pastorales e institucionales” (# 367).
Ahora bien, la misión permanente presupone tres actitudes.
Primero: vivir la fe con los pies en la tierra y la mirada en el horizonte. A ello
contribuye el método ver, juzgar, actuar (Aparecida # 19). Es sopesada la realidad humana
(ver), es comprendida con ojos de la fe (juzgar), y es llevado a la práctica el discipulado
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misionero (actuar). Como marco general tenemos el cambio de época (y no sólo una
modernidad y posmodernidad); esto influye en el ver, juzgar, actuar.
Segundo: la opción por gente postergada (# 128, 146, 393, 397-399). El discurso
inaugural de Benedicto XVI anotó que “la opción preferencial por los pobres está implícita
en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre...”. Hace poco, desde Roma,
Francisco nos ha invitado a ser Iglesia pobre y para los pobres.
Tercero: el discipulado misionero, que corresponde a todo el pueblo de Dios. Esto
es audaz, y afecta las estructuras eclesiales (# 365, 370) e involucra transformaciones
humanas a todo nivel. Se trata de evangelizar mediante la acción social (# 367, 399-405),
una agenda ecológica (470-475, 491), y mediante todo lo que vivimos como iglesia.
Por lo tanto, la Buena Nueva está en manos del conjunto del pueblo de Dios -y no
sólo de quien tiene un rótulo misionero-. El pueblo de Dios “relanza con fidelidad y audacia
su misión en las nuevas circunstancias latinoamericanas y mundiales” (# 11). “Los pobres
se hacen sujetos de la evangelización y de la promoción humana” (# 398). Como nunca
antes es resaltado el cuidado del medio ambiente (# 470-475).
Somos personas frágiles y co-responsables dentro de la gran familia eclesial. La
energía renovadora no viene de las alturas de una planificación misionera, sino que brota
desde abajo, desde la fe del pueblo de Dios y desde la fuerza del Espíritu (4).
En cuanto a la institución eclesial, la fidelidad a Jesucristo y su Espíritu nos impide
ser mediocres. En el contexto de la Palestina del siglo primero, el Señor frágil y vulnerable
audazmente anunció un Reino sin barreras. Hoy, cada pequeña comunidad da testimonio
del amor universal de Dios, en ambientes creyentes y no creyentes. Así se contribuye a la
humanización desde abajo, y se abren las manos hacia la Promesa de la tierra que mana
leche y miel (Ex 3:8). En este sentido estamos en misión permanente.
Notas:
1- Vease CECH, La misión continental en Chile (2009); anuales Acentuaciones Pastorales
(2010, 2011, 2012, 2013) del Arzobispado de Santiago, y programa de misión joven
(www.vej.cl)
2- Recepción de Aparecida impulsada por el CELAM, y por el Episcopado de cada país, y
por otros organismos (ver www.celam.org www.iglesia.cl www.amerindiaenlared.org).
Agenor Brighenti: Para comprender Aparecida, el pretexto, el contexto y el texto, México:
Dabar, 2008; A desafiante proposta de Aparecida, Sao Paulo: Paulinas, 2007.
3- Paulo Suess “Misión, el paradigma-síntesis de Aparecida” (en Aparecida, renacer de
una esperanza, Bogotá: Indoamerican Press, 2007, 187-201); Diccionario de Aparecida,
Sao Paulo: Paulus, 2008.
4. Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes # 22: “el Espíritu Santo ofrece a todos/as la
posibilidad de que, en la forma de sólo Dios conocida, se asocien al misterio pascual”.
Diego Irarrazaval
Equipo parroquial (San Roque, 2013).
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