Nuevo malestar en la cultura: LA ERA DEL VACÍO La intención de este artículo es reflexionar sobre el sufrimiento humano desde una perspectiva pluralista, bajo la influencia de marcos referenciales tales como la psicología del self, la sociología, la antropología, el humanismo, la axiología, el constructivismo social, etc., en vistas de pensar al ser humano como un ser libre pero a su vez condicionado por factores biológicos, psicológicos y sociales; con capacidad para desplegar sus potencialidades intrínsecas y alcanzar un mayor grado de autonomía 1 a partir su propia construcción, organización, y modos de significación de la realidad. Entendiendo a la misma no como algo dado de antemano sino como una construcción propia del ser humano que no es independiente de su percepción, a la cual le atribuye un significado para poder comprenderla, estando la realidad sujeta a varias construcciones alternativas. Cuando Victor Frankl2 escribía que “Cada época tiene sus neurosis y cada tiempo necesita su psicoterapia” en el comienzo de su obra “Ante el vacío existencial” ponía el acento en la influencia del pensamiento, los valores y las creencias de una época y su contexto en la constitución y desarrollo de una determinada configuración psicopatológica, por lo cual podemos decir que el desarrollo de la misma, cómo a ésta se la conciba y la forma de abordarla, estará en función de los valores propios de la época en la cual se manifieste. Podemos afirmar que cada generación necesita buscar reconocimiento e identificación en una gran figura mitológica o legendaria que resignifica en función de los problemas del momento. Es así como aparece Edipo como emblema universal, o Sísifo como espejo de la condición moderna. “Narciso ¿el símbolo de nuestro tiempo?” Hoy podemos pensar que la figura de Narciso es un símbolo de nuestro tiempo. El narcisismo se ha convertido en uno de los temas centrales de nuestra cultura. Tal como sucediera con Narciso, la contemplación desmedida de su propia imagen obstaculiza la consolidación de los lazos con otros semejantes. Esta sociedad notablemente consumista presiona constantemente para que todo sea continuamente devorado, en donde desaparecen, entre otras cosas, modelos identificatorios consistentes, y surgen infinidad de pseudos referentes de moda que sólo duran una temporada; una sociedad en donde la intimidad es un principio en decadencia, donde casi todo está permitido, la gente se casa y se divorcia en la televisión; donde algunas formas, algunos valores, permanecen, pero vacíos de contenidos; donde pareciera que lo importante es hablar pero sin nada que transmitir. Un ejemplo cercano de esto son ciertos programas de moda llamados “reallity shows”, que de reales nada tienen, ya que representan lo más próximo a un experimento de laboratorio en el cual la manipulación de las emociones aparece como herramienta principal y la dialéctica inclusión- exclusión como hilo conductor de las relaciones. Sin duda, hoy nos encontramos ante una nueva era; una era nutrida de ausencias, reflejada en personas marcadas por una sensación de frustración, vacío, futilidad, desencanto y desesperanza que parecen haberle quitado el lugar de privilegio a las manifestaciones de las histerias y otras neurosis clásicas, dando lugar a nuevas formas de padecimiento humano que requieren de nuevas explicaciones y abordajes que contemplen a la organización familiar, social y cultural como factores necesariamente intervinientes. Como refiere Gilles Lipovetzky3 en su libro “La era del vacío”: “Los pacientes ya no sufren síntomas fijos sino de trastornos vagos y difusos, la patología mental obedece a la ley de la época…” Nos encontramos con personas atravesadas por un fuerte sentimiento de exclusión, de falta de pertenencia, que no encuentran modelos identificatorios consistentes, con una notable pérdida de sus ideales y proyectos; que en muchos casos, circunscribiéndolo a nuestra Argentina actual se sienten extranjeros en su propia tierra por haber sido despojados de su trabajo con las consecuencias desgarradoras que esto trae aparejado a su identidad personal. Lo demostraron los griegos cuando crearon el exilio de la polis como la forma más dolorosa de sanción posible. “El trabajo” Es sabido que a través del trabajo no sólo se obtiene la satisfacción de las necesidades básicas como alimento, vestimenta y vivienda, sino que también brinda los lazos sociales necesarios para la construcción de un sentimiento de pertenencia y seguridad básica que le otorga una identidad y continuidad existencial. Cuando una persona pierde su trabajo se reduce su posibilidad de integrarse socialmente dando como resultado en muchos casos la aparición de un sentimiento de desamparo y de pérdida de autonomía, sintiéndose excluida de un rol social que le brindaba ciertas garantías para la conservación de su identidad personal, produciéndose al mismo tiempo una transformación en el sistema familiar en lo concerniente a la distribución de roles. Algo del equilibrio familiar se quiebra. Pensemos en una persona acostumbrada a proveer a su familia lo necesario para vivir dignamente y pierde su trabajo, que no sólo se trata de la pérdida del mismo sino que se trata también de una pérdida del rol que le daba una cierta posición dentro del sistema familiar, y por ende una particular representación y valoración de sí mismo. Por lo tanto podemos afirmar que el trabajo cumple una función organizadora de la vida de una persona y de su representación del mundo: la ubica como activa y valiosa para la sociedad asegurando un horizonte al grupo familiar, creando las garantías para la constitución de una imagen sólida de sí mismo. ¿Cuál es nuestra función como agentes de salud mental? Como agentes de salud mental debemos intervenir para que la persona que consulta pueda mantener ese lazo social que garantice el sostén de una identidad no solo personal sino también social y cultural. Es nuestra tarea ayudarlo a que no quede capturado en su angustiosa situación, a abrir nuevos caminos en su conciencia, a reconstruir su identidad perdida, su historia, su lugar en la sociedad, en vistas de una visión de futuro que garantice una adecuada representación de sí mismo; intervenir allí donde no encuentra la trama para reconstruir un nuevo modo de ser en el mundo. Intervenir para que pueda reconstruir sus posibilidades subjetivas de rearmar su trama de vida, en vistas de recuperar el sentido del valor por ésta. Nuestra misión es estar presentes y es en este estar presentes donde la escucha, la comprensión empática y un abordaje específico se torna de suma importancia, ya que sin esto muy poco podremos hacer, corriendo el riesgo de encasillar al paciente en una determinada configuración psicopatológica a modo de rótulo, perdiendo de vista el contexto y la situación por la cual está atravesando. Frente a estas nuevas formas de padecimiento humano se hace indispensable no adoptar posturas reduccionistas basadas en la idea de la existencia de un conflicto psíquico producto de un mecanismo de represión inconsciente como única etiología del sufrimiento psíquico. La organización de la personalidad del hombre de la sociedad postmoderna es necesaria abordarla desde modelos más complejos que tomen en cuenta a otros saberes tales como la antropología, la axiología, la sociología, la fenomenología, el pensamiento complejo, etc. Esta organización de la personalidad a la cual hacemos referencia, por supuesto sin caer en generalizaciones, muy bien ilustrada en los personajes de sus novelas por Frank Kafka4, Albert Camus5 y Jean Paul Sartre6, se encuentra carente de valores y armonía, debilitada y fragmentada en múltiples partes. De esto se desprende, tal como lo plantea Kohut7 que no podremos comprender de forma adecuada a nuestros pacientes y explicarnos su sufrimiento si pretendemos hacerlo con la ayuda de un modelo de abordaje psicológico no apto para ello; ya que si así sucede, toda posibilidad de éxito terapéutico se transforma en algo estéril y vacío. Rogers, Carl. “El camino del ser”. Troquel. Buenos Aires. 1989 Frankl, Víctor. “Ante el vacío existencial”. Hacia una humanización de la psicoterapia. Herder. 1977 3 Gilles Lipovetsky. “La era del vacío”, Ensayos sobre el individualismo contemporáneo. Anagrama, Barcelona, 1996 4 Kafka, Franz. “La metamorfosis”. Biblioteca básica Salvat. 1982 5 Camus, Albert. “El extranjero”. Emecé. Buenos Aires. 1973 6 Sastre, Jean Paul. “El muro”. Losada. Buenos Aires. 1992 7 Kohut, Heinz. “Cómo cura el análisis”. Paidós. Buenos Aires. 1984 1 2 Lic. Sebastián Mariotto Psicólogo M.N.: 26759 sebastianmariotto@yahoo.com.ar