El Partenón - IES Juan Gris

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El Partenón
Arte clásico griego.
447-432 a. C.
Acrópolis de Atenas. Grecia.
Análisis
Se trata de la imagen de un edificio construido siguiendo los cánones del orden dórico. El material es
mármol, tallado en sillares uniformes, del tipo isódomo. Todo el sistema arquitectónico es
adintelado. Los soportes son columnas que sostienen dinteles y una cubierta que ha desaparecido.
Atendiendo al número de columnas que aparecen en su fachada principal es octástilo, y como éstas
rodean todo el templo, se le denomina períptero. En total aparecen ocho columnas en sus lados
menores y diecisiete en los mayores, siendo, por este motivo, el doble de largo que de ancho.
Estas columnas descansan directamente sobre un estilóbato y dos estereóbatos. Su fuste está
recorrido por 20 estrías longitudinales, unidas en arista viva, y presenta en su parte central un ligero
ensanchamiento o éntasis. El paso del fuste al capitel se realiza por medio de una moldura cóncava
llamada collarino. Dicho capitel está compuesto por dos elementos: el equino, que es una especie de
plato y el ábaco o paralelepípedo de base cuadrada y planos rectos. Sobre la serie de capiteles
descansa el entablamento, dividido a su vez en tres partes. La primera constituida por un arquitrabe
liso, desprovisto de ornamentación. La segunda, denominada friso, está formada, a su vez, por la
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sucesión de triglifos y metopas. Los primeros constan de dos estrías o glifos en su parte central y dos
medias estrías en sus extremos. Las metopas son paneles decorados con relieves. Sobre el friso se
halla la cornisa que sobresale del plano del entablamento.
El edificio tiene una cubierta inclinada a dos aguas, presentando en sus fachadas más estrechas un
frontón, cuyo fondo o tímpano incluye aún restos de algunas estatuas. En una de las fachadas se
adivina un segundo pórtico de columnas en la pronaos que da paso a la naos o cella del templo y, por
su largura, parece presentar opistódomos.
Comentario
La imagen corresponde al templo del Partenón, proyectado, siguiendo las directrices marcadas por
Fidias, por los arquitectos Ictinos y Calícrates, quienes comenzaron su construcción en el año 447 a.
C. y acabaron en el 432 a. C. Las obras se iniciaron tras ser el antiguo templo totalmente arrasado por
los ejércitos de Jerjes. Fue Pericles quien decidió la construcción de un templo dedicado a Atenea en
el mismo emplazamiento, pero con un nuevo proyecto realizado por Fidias y Calícrates, encargados
también de diseñar y dirigir la reconstrucción de toda la Acrópolis ateniense.
Según el proyecto, cada edificio de la Acrópolis conservaba su fisonomía propia y autónoma,
permitiendo al visitante captar la esencia de cada construcción, según el ángulo visual más adecuado,
especialmente la del Partenón. El Partenón tenía 69,50 metros de longitud y 31 de anchura. Su cella
se dividía en dos estancias separadas por un muro, que convertía al recinto en un doble templo. En la
mayor de las estancias se hallaba la estatua crisoelefantina de la Atenea Parthenos; en la menor se
hallaba el tesoro de la diosa y el tesoro público.
Como quiera que parte del marfil y del oro dedicado a la estatua de la Diosa desapareciera, Fidias fue
acusado de robo y condenado a prisión, donde murió, según algunos autores, aunque otros hablan
de que falleció en el destierro, víctima de los enemigos de Pericles.
El Partenón presenta una serie de convencionalismos ópticos que permiten al espectador
contemplarlo con toda la armonía de elementos y proporciones con las que fue diseñado. Así, por
ejemplo, el estilóbato presenta sus ángulos extremos a un nivel más bajo que el del centro, que
dobla sus aristas levemente en sentido contrario. Las columnas presentan en sus ejes una ligera
curvatura hacia dentro, la columnata del peristilo sufre una inclinación hacia los muros de la cella,
inclinación que se repite en todos los elementos verticales, mientras que el entablamento presenta
una pequeña curvatura hacia arriba. El objetivo de todas estas desviaciones es el de corregir las
ilusiones ópticas del conjunto, evitando que el estilóbato sea un elemento pasivo, que las cuatro
columnas de los ángulos parezcan más delgadas que las otras o que el entablamento se presente
como un cuerpo abombado por el centro. No bastaba construirlo perfecto, había que verlo también
perfecto.
La orientación este-oeste tenía el objetivo de conseguir que el sol naciente proyectara sus rayos
directamente sobre la estatua de Atenea en el día de su fiesta. Este homenaje a Atenea se completa
con los temas que decoran el templo. Las esculturas que incluían sus frontones representaban dos
acontecimientos importantes de la historia de la diosa: su nacimiento de la cabeza de Zeus, inserto
en el frontón oriental; y su disputa con Poseidón para conseguir el dominio del Ática, en el
occidental.
Si en las zonas más elevadas del templo las historias que aparecen están protagonizadas por los
dioses, a medida que descendemos, los temas se van humanizando. De este manera, en los noventa
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y dos cuadros de las metopas aparece la lucha de los atenienses con los centauros en la fachada
meridional; con las amazonas en la occidental; con los gigantes o titanes en la oriental y contra los
habitantes de Troya en el lado norte. Por último, en el friso interno, rodeando los muros de la cella,
aparece una escena muy conocida por los atenienses, ya que ésta se repetía cada cuatro años. Era la
procesión de las grandes fiestas Panateneas, cuyo tema central era la entrega a la diosa de un rico
peplo tejido y bordado por las doncellas que lo portaban y que, a su vez, iban acompañadas por toda
la ciudad. Ésta se convertía así en protagonista de la iconografía del Partenón.
La historia posterior del Partenón representa un paradigma de despropósitos. Durante más de dos
mil cien años el edificio se conservó casi intacto, siendo primero iglesia bizantina y luego iglesia
cristiana, añadiéndose un campanario, que pasó a ser alminar cuando los turcos lo utilizaron como
mezquita. En este estado se encontraba cuando, el 26 de septiembre de 1687, una bomba veneciana
hizo estallar el polvorín que los turcos habían instalado en su interior, destruyéndose totalmente la
cella y algunas de sus columnas. Otra importante pérdida fue ocasionada por Lord Elgin quien, entre
1801 y 1803, despojó al templo de buena parte de sus esculturas, guardadas desde entonces en el
Museo Británico. Tras algunos intentos de restauración durante el pasado siglo, entre 1921 y 1929,
se llevó a cabo una reconstrucción más sistemática. Hoy el edificio se enfrenta a un nuevo enemigo:
la contaminación atmosférica. Sin embargo, a pesar de estos ataques, el Partenón sigue ahí,
desafiando al tiempo, en una lección de sobriedad y belleza difícilmente superables.
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Policleto: El Doríforo
Escultura clásica griega.
Copia romana de mármol. Hacia 450-440 a.C. Altura: 199 cm
Museo Nacional de Nápoles
Análisis
El Doríforo es la encarnación más pura del prototipo del cuerpo viril perfecto, de elegancia austera,
sin formas hercúleas ni amaneramientos. Aporta una interesante solución para las figuras de pie en
reposo: una pierna soporta el peso del cuerpo y la otra apenas toca el suelo con la punta del pie, y sin
embargo flexiona la rodilla tirándola hacia atrás. La tensión que genera esta disposición se compensa
con ligeras inclinaciones en la pelvis y en los hombros.
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El atleta se representa en actitud de avanzar; una pausa momentánea une la estabilidad al sentido
del movimiento en potencia. Es una acción con mucha menos fuerza que la del Discóbolo de Mirón,
pero el torso responde plenamente a ella. El Doríforo sostenía la lanza en la mano izquierda (a
nuestra derecha), tensando por consiguiente el hombro izquierdo y levantándolo ligeramente. El
brazo derecho del Doríforo cuelga relajado, el hombro está caído. La pierna derecha soporta su peso,
la cadera está levantada. El torso entre la cadera y la axila se halla contraído.
El contraste entre el lado del torso contraído y el otro extendido da al cuerpo un aspecto de dinámico
equilibrio muy diferente a la simetría estática de los kuroi, cuyos lados derecho e izquierdo son
básicamente reflejos exactos el uno del otro. La alternancia de miembros tensos y relajados
combinada con un torso amoldable se denomina, en arte, contrapposto. Es un recurso que ha sido
utilizado en muchas ocasiones a lo largo de la historia del arte, por permitir infundir un sentido de
vitalidad a esculturas de piedra o bronce o bien a figuras pintadas.
La inclinación hacia la derecha de la cabeza del Doríforo da el toque final a la estatua; describe una
suave curva en forma de «S» invertida, sistema muy apreciado en el periodo gótico y utilizado para
conferir armonía a las estatuas de la Virgen. Dicha inclinación mejora el perfil de la estatua.
Los dos lados de la escultura presentan cualidades muy distintas, pero cada uno por separado es
armonioso y bello en sí mismo. El lado derecho ofrece una sensación de reposo gracias a la
continuidad de la línea vertical que va desde la pierna derecha que soporta el peso hasta el brazo en
posición relajada. El lado izquierdo, por el contrario, es angular, y la posición del codo se corresponde
con la curva cerrada de la pierna izquierda en posición de descanso.
Aunque no se ha llegado a ninguna conclusión sobre las proporciones del canon, parece ser que la
unidad de medida era el dedo. La cabeza es la séptima parte del cuerpo; el rostro está dividido en
tres partes iguales: la frente, la nariz y la distancia de ésta al mentón; el pie es tres veces la palma de
la mano; del pie a la rodilla, seis palmos, de la rodilla al centro del abdomen, seis palmos; el arco
torácico y el pliegue de la ingle son arcos de un mismo círculo. La belleza se traduce en belleza y
proporción.
Comentario
Condiscípulo de Mirón y contemporáneo de Fidias, Policleto recibió las enseñanzas de Agelades.
Fue, a la vez que escultor –sobre todo broncista–, un gran teórico: fijó la proporción, el ritmo y la
simetría del cuerpo humano en un canon que se relaciona con el Doríforo (el portador de la lanza). Se
trata de una estatua de tema atlético, característico encargo de una clientela aristocrática para ofrecer
a los santuarios. Otras obras suyas son el Diadumeno y Héracles y la Amazona herida.
El célebre canon de Policleto es la plasmación práctica de los principios teóricos formulados por el
gran maestro de Argos en un libro desgraciadamente perdido, llamado precisamente Kanon. Se suele
repetir con razón que el Doríforo da forma a la máxima aspiración de los escultores griegos, que era
la perfecta proporción dentro de un ideal naturalista y de acercamiento al cuerpo desnudo.
Efectivamente, Policleto es el último escultor interesado por el viejo problema del kouros y es quien
consigue dar una nueva expresión al contraposto, cuestión fundamental para enjuiciar su trayectoria
artística. Como es sabido, el sistema de proporciones del Doríforo se basa en la aplicación de
sencillas y antiguas relaciones o módulos aritméticos, como la altura total determinada por 7 cabezas,
y otros geométricos que nos son desconocidos. El factor numérico juega, por tanto, un papel decisivo
en la expresión rítmica de la simetría, aunque ésta es algo más. Se trata de un conocimiento riguroso
del organismo humano obtenido a base de una detallada observación y estudio del mismo.
El cuerpo humano, tanto en las representaciones de dioses como en las de seres humanos, se va a
convertir así en el motivo fundamental del arte desarrollado por los griegos en el periodo clásico –
desde la época de las Guerras Médicas hasta el final del reinado de Alejandro Magno (475 a. C.-323
a. C.)–. Su representación desnuda, con estudio de sus miembros en tensión o en actitud relajada, se
va a convertir en una de las constantes principales del arte griego.
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Praxiteles: Hermes con Dionisos
Escultura griega clásica.
343 a. C.
Análisis
Tipo de escultura: Es un grupo escultórico, exento, de bulto redondo formado por dos figuras: un
joven en pie, desnudo, apoyado en un tronco y un niño también desnudo, sujeto en su brazo
izquierdo. Ambos están apoyados en un tronco de árbol del que pende un manto con ropajes que
casi ocultan el tronco: es el llamado sistema de enmarcamiento, herencia de los paños mojados de
Fidias. El brazo derecho de la figura está incompleto y la parte inferior de las piernas ha sido
reconstruida en yeso. Es una escultura original griega. Su medida es de 2,12 m de altura. Tema:
Mitológico. Se ha interpretado como una conmemoración de la alianza entre Arcadia y Elida, cuyos
patronos eran Hermes y Dionisos. Material: La obra está trabajada en mármol, mostrando una gran
calidad técnica, que se hace evidente en el empleo de la técnica del trépano. Composición: Se
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concibe mediante una serie de líneas ascendentes con el fin de concentrar la atención del espectador
en el rostro del joven, que aparece ensimismado en sus pensamientos. La figura principal presenta
un contrapposto o esquema en S, mediante una postura lánguida y natural: el brazo derecho está en
tensión con el hombro algo desplazado, mientras que el izquierdo se apoya en un soporte; la pierna
izquierda, libre de peso, toca el suelo con la punta del pie, la derecha sujeta el cuerpo, resaltando así
la línea de la cadera. La ligera inclinación de la cabeza viene a completar el esquema de la llamada
curva praxiteliana. La luz es un elemento importante. Resbala con suavidad sobre las superficies y
crea ricas modulaciones y matices sutiles. También destaca el tratamiento del claroscuro sobre el
cabello y los pliegues del manto. La policromía existiría originalmente y, aunque en la actualidad no
queden restos de la misma, sabemos que los cabellos eran dorados y habían sido policromados por
Nicias. La forma de expresión tiende al naturalismo con un gran interés por la belleza formal,
especialmente en la figura principal, cuya anatomía es proporcionada, armónica, perfecta y sensual.
El Hermes presenta una dulcificación de la musculatura que le confiere un carácter casi femenino. La
expresión de su rostro es distanciada e inaccesible y su cara presenta dos novedades: el trazado de la
nariz que sustituye la forma alargada, hasta entonces en boga, y la manera de dibujar los ojos casi
borrando el párpado inferior, lo cual produce una impresión de nebulosa: el esfumado. El pelo está
tallado a trépano, resaltando los contrastes de luces y sombras. La figura de Dionisos es de menor
calidad pero contribuye al enriquecimiento iconográfico del conjunto.
Comentario
La obra es fruto de un estilo cuyo centro de interés es la figura humana. El dominio técnico hace
pensar en una etapa de madurez. Su expresividad, aquí identificada con la melancolía, nos hace
pensar en una escultura griega del periodo posclásico que se extiende a lo largo del s. IV a. C. (en
tomo al 343 a. C). El autor es Praxiteles, gran escultor ateniense de esta etapa. En concreto es el
Hermes y Dionisos de Praxiteles. Es un tema mitológico: el joven Hermes, que lleva a su hermanastro
para que lo cuiden las ninfas, ha hecho un alto en el camino y ofrece con la mano derecha un racimo
de uvas al niño Dionisos, quien se esfuerza por alcanzarlo. A pesar de tratarse de dioses, el
tratamiento del tema es anecdótico y está representado de forma afectuosa, en un momento fugaz,
muy característico del estilo del artista. Parece que la función de esta escultura era religiosa, pues se
trataba de un exvoto entregado al templo de Olimpia, según el testimonio de Pausanias (los
historiadores griegos daban testimonio de cómo en este Santuario había más de 3 000 estatuas). Fue
hallado in situ durante las excavaciones realizadas en dicho emplazamiento en 1877. Esta obra se
relaciona estilísticamente con otras del mismo autor como El Apolo Sauróctono, Afrodita de Cnido, y
la Afrodita de Arles.
Contexto histórico. La obra se realiza en el s. IV a. C., momento en el cual se ha producido en Grecia
la guerra del Peloponeso (401-403 a. C.). Atenas, a pesar de la derrota frente a Esparta, se recuperó,
pero se instauró una oligarquía en lugar de la ya consolidada democracia. Política y militarmente, la
Hélade se vio sometida al equilibrio de fuerzas de las tres polis, Atenas, Esparta y Tebas. Sin
embargo, una potencia exterior estaba a punto de tomar las riendas de la situación: Macedonia, país
bárbaro del norte de Grecia, donde reinaba Fi1ipo II, que logrará aumentar sus dominios
conquistando Atenas en 337 a. C. y proclamando una paz general. Estamos en la antesala de un
nuevo periodo, el Helenismo.
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