Carta a Domingo Melero A propósito de Juan Antonio Pagola y Alfred Loisy Al fin he puesto algo en la web sobre Juan Antonio Pagola y su libro, que él ha querido presentar como “aproximación histórica”. Quizás en el título del libro de Pagola falta un ligero detalle: lo que los gramáticos (recuerda mis años jóvenes de profesor de gramática) aún llaman un “artículo indeterminado”. Me hubiera gustado más un título más humilde: “Jesús: una aproximación histórica”. Supongo que Pagola no quiere “dogmatizar” su “aproximación”, pero no acabo de ver su interés en querer tener un “nihil obstat” episcopal para una de tantas aproximaciones históricas existentes hoy día ni su interés en querer publicar su libro en editoriales donde los obispos tienen poder decisorio. Mi interés estriba (además de hacer ver que estamos ante un “caso” demasiado recurrente, ni el primero ni el último), en recordar en estos años centenarios la figura de l’abbé Alfred Loisy, tarea a la que tú también has dedicado bastantes horas y días. Ya sé que has reconocido públicamente que, sin esperar conmemoraciones centenarias, yo ya había publicado en mi web algún texto de Loisy sobre su frase acerca del Reino y la Iglesia. Por mi parte, yo reconocía, también públicamente ahí mismo, que mi conocimiento de Loisy provenía de ti. Me conseguiste en 1980, en uno de tus viajes a donde Légaut, sus dos pequeños libros rojos: L’Évangile et l’Église de 1902 y Autour d’un petit livre de 1903 (anteriores, por tanto, al libro rojo de Mao). Podemos hablar de “años centenarios” para referirnos a un largo proceso que, sin querer ni poder acotarlo entre dos fechas bien determinadas, podríamos iniciarlo el 10 de noviembre de 1902, fecha de la publicación de L’Évangile et l’Église, juntamente con Études évangéliques, para cerrarlo el 7 de marzo de 1908, fecha de su excomunión. Quien vea la “tabla cronológica” será bien libre de poder escoger otras fechas para delimitar este proceso. Por ejemplo, para no quedar fuera de los “años centenarios”, podríamos referirnos al 1 de septiembre de 1910, día en el cual Pío X, con el Motu Propio Sacrorum Antistitumi, estableció el famoso juramento antimodernista, el cual estuvo vigente hasta 1967. ¿Es posible que nuestro amigo González Faus sea un “perjuro”? Me preguntaste si Pagola citaba alguna frase de Loisy (por ejemplo, la famosa de que “Jesús anunció el Reino y lo que vino fue la Iglesia). No sé cómo se te ocurrió hacerme esta pregunta si sabías que yo no había leído (ni entraba en mis planes) el libro de Pagola. Pero el otro día tuve ocasión de hojear el libro en su edición catalana: no tenía índice de autores citados y, si no me equivoco, en su extensa bibliografía -dividida por temas- no vi el nombre de Alfred Loisy. Loisy fue más educado con sus antepasados al recordar, en su Lettre à un Cardinal (Autour d’un petit livre), la “haute et sereine figure de l’ex-oratorien Richard Simon, le père de la critique biblique”, una persona a quien yo -a pesar de mis lecturas- desconocía. En Wikipedia (ya sabes que Wikipedia siempre es, como algunas películas, “sólo aptas para mayores con reparos”) veo que nació en 1638 y murió en 1712 y que, a pesar de su interés en publicar su obra (Histoire critique du Vieux Testament) en Francia y con el patrocinio de Luis XIV (para lo que buscó apoyos jesuíticos) la tuvo que publicar en Rotterdam (Holanda) en 1685, aunque en 1678 ya había empezado a publicar algunos capítulos en París. Un ejemplo que hubiera podido seguir -sin ir tan lejos- Pagola y se hubiera evitado disgustos, pero también propaganda gratuita y lectores. No sé si he hecho bien en confesar que no he leído el libro de Pagola. Si ves mi web ya te darás cuenta de que actualmente mi horizonte de lecturas va por otros autores, John Hick, Roger Haight (el primero -al no ser católico- no ha podido caer bajo ninguna condena del “Santo Oficio”; el segundo -jesuita por más señas- lo ha logrado plenamente). Una amiga me reñía: “Pues me parece muy arriesgado que opines sin haber leído el libro. En estas condiciones no tienes derecho decente a hablar o escribir”. A veces me llegan reenviadas por algún amigo las homilías dominicales de Pagola puestas en Power Point. Suelo tener con ellas el mismo criterio que con todos los “power-point” que me llegan: no leerlas. Alguna excepción he hecho, como cuando me enviaste aquél del monje y del libro (ahora no sé dónde lo tengo “guardado”; me lo podrías volver a mandar). Esta semana, para evitar que mi amiga siguiera con sus riñas, lo he abierto y allí he encontrado esta frase: Así es Jesús. Por fin ha existido sobre la tierra alguien que no se ha dejado condicionar por ninguna ley ni poder opresivo. Ya sé que el “género literario” de una homilía no es el mismo de un libro y tampoco soy tan idiota de querer juzgar por una frase toda la obra de Pagola. Pero no me negarás que esta frase es incompatible con cualquier “aproximación histórica” a una persona que nació, como dice el martirologio romano”, El año de la creación del mundo, cinco mil ciento noventa y nueve; del diluvio, el año dos mil novecientos cincuenta y siete; del nacimiento de Abraham, el año dos mil quince; desde Moisés y la salida del pueblo de Israel de Egipto, el mil quinientos diez; desde que David fue ungido rey, el mil treinta y dos; en la Semana sexagésima quinta, según la profecía de Daniel; en la Olimpíada ciento noventa y cuatro; de la fundación de Roma, el año setecientos cincuenta y dos; Por poca cultura histórica o literaria que uno tenga, algunos nombres pueden saltar enseguida: Sócrates, Antígona… (Tú podrías añadir unos cuantos más). Incluso si nos quedáramos en la tradición bíblica: ¿qué hubiera dicho Jeremías, metido en la cisterna (Jer 38,6), si -profeta como era- hubiese oído esta frase? Otro que, según mi modesta opinión, también se pasó “tres pueblos” (como se dice ahora) fue José María Castillo, al afirmar en la contraportada de su Ensayo de Cristología (Humanización de Dios), publicado en Trotta: “Jesús llevó a cabo la revolución más asombrosa que se ha producido en la historia de las tradiciones religiosas de la humanidad.” El sermón de Pagola era sobre el episodio de la mujer adúltera. No vamos a criticar un sermón por lo que no dijo (nos podría responder que ya lo había dicho el año pasado), pero podemos echar de menos alguna explicación sobre qué hace esta narración tan poco joánica (rezuma “lucas” por todas partes) en el evangelio de Juan. En John P. Meier (Un judío marginal, libro que estaba en su extensa bibliografía) encontramos: Casi todos los estudiosos del evangelio de Juan coinciden en afirmar que el relato de la mujer adúltera no pertenece al texto original del evangelio. Añadido al texto de Juan en una fecha posterior (y ausente por ello de muchos de los manuscritos más antiguos), esta perícopa suelta aparece en algunos manuscritos del evangelio de Lucas; y, en efecto, tanto la teología como el estilo literario tienen un aire lucano (III, pág. 613, nota 202) Antes (en la página 589, nota 48) ya nos había advertido que este relato "está cargado de problemas tanto textuales como históricos" y nos remitía a lo que ya había dicho en el primer tomo: ...en la curiosa perícopa de la mujer sorprendida en adulterio (Jn 7,53-8,11), pasaje que originalmente no formaba parte del cuarto evangelio. De hecho, esta perícopa no figura en los mejores y más tempranos manuscritos del Evangelio de Juan, aparece sólo en algunos manuscritos del de Lucas, no es objeto de casi ningún comentario entre los exegetas griegos durante el primer milenio, y es considerada por algunos expertos como una creación de la iglesia del siglo II, en la cual no cesaba la polémica sobre el grado de misericordia con que se debía tratar a los pecadores. Aun así, queda la posibilidad de que el pasaje conserve una tradición fiable sobre Jesús. (I, pág. 80) Meier acaba diciendo: Pero, aunque el hecho básico fuera histórico, no avanzaríamos más allá de la obviedad de que Jesús consideraba el adulterio un pecado, pero instaba a la indulgencia y al perdón para la mujer que había incurrido en él. (III, pág. 589, nota 48) ¿Era Jesús el único judío que compartía esta “obviedad”? Como he hecho una mención al obispo de Newark, nuestro amigo John Shelby Spong, puedo aprovecharme de él para acabar esta carta. Así comenta él este relato de la mujer adúltera en su libro “Jesús, hijo de mujer” (Born of a Woman, 1992). Spong llama la atención del lector sobre el hecho de que este relato esté colocado antes de la agria discusión de Jesús con los fariseos. ¿Dónde está tu padre?, le preguntan los fariseos (8,19), quizás una pregunta que Jesús, cuando era niño, oiría muchas veces en las callejuelas de Nazaret. Y remachan los fariseos: “Nosotros no hemos nacido de la prostitución” (8,41) Pero, en mi opinión, el texto crucial del cuarto evangelio se encuentra en el capítulo 8, donde entre Jesús y los fariseos se entabla un debate sobre los orígenes y el significado de la verdadera filiación. Se trata de un debate asombroso, al que mis ojos no se abrieron hasta que no empecé a estudiar las narrativas de la natividad, y hasta que Jane Schaberg (The illegitimacy of Jesus, 1987) me planteó la posibilidad de que, si uno estaba dispuesto a mirar, todavía podía descubrirse en las Sagradas Escrituras una tradición no muy bien suprimida sobre la ilegitimidad de Jesús. El debate del capítulo 8 se inicia con la historia de una mujer sorprendida en adulterio. En la versión estándar revisada de la Biblia se incluye una nota en la que se nos informa que las versiones autorizadas más antiguas no contienen este episodio. Parece que se trató de un incidente auténtico ocurrido en el ministerio de Jesús, aunque originalmente no perteneció al evangelio de Juan, o, al menos, a este lugar del evangelio de Juan. Algún escriba lo colocó aquí en algún momento de la historia. ¿Por qué precisamente aquí? ¿Por qué en medio de un debate con los fariseos sobre el origen de Jesús se incluye un episodio sobre una mujer sorprendida en adulterio, a la que Jesús se niega a condenar? La palabra “mujer” en el evangelio de Juan Jesús la llamó simplemente "mujer", la misma palabra que empleó para dirigirse a su madre en la narración de la boda de Caná. "Tampoco yo te condeno" constituye la frase que marca el momento culminante de la escena. ¿Se trataba de una historia autobiográfica? ¿Repescaba la experiencia o el recuerdo y la tradición familiar de un hijo ilegítimo y una virgen violada a quienes Dios no había condenado? Jesús, hijo de mujer Pág 175 s Y esto lo decía un obispo… Bueno, te dejo ya. Voy a prepararme la cena. Miquel Bonavista (Tarragona) Marzo 2010 ¿Ya lo has leído? El campo del historiador / El campo del obispo A propósito de la "aproximación histórica" de Juan Antonio Pagola. Una relectura de textos del abbé Alfred Loisy ¿Un "caso" de principios del siglo pasado? Una antigua correspondencia con Domingo Melero Es del año 1992 i Manda que "todo el clero, los pastores, confesores, predicadores, superiores religiosos y profesores de filosofía y teología en seminarios" debían prestarlo. El juramento se mantuvo vigente desde esa fecha hasta julio de 1967 cuando la Congregación para la Doctrina de la Fe lo suprimió.