Autor: Carlos Lavín Año: 1947 Santiago de Chile Empresa editora Zig-Zag 108 páginas Por Mairelys Domínguez Pichardo y Andrea Ortega Esquivel El libro “La Chimba” de Carlos Lavín nos transporta a una época fascinante que conecta el principio del siglo XX, desde donde escribe, con nuestro presente. Su contenido esta matizado por la nostalgia, el descubrimiento de hazañas, los elementos materiales y diversos relatos. Esta publicación es una monografía que examina en detalle las riquezas del extenso territorio ubicado al norte del rio Mapocho. Chimba es un vocablo quechua, cuya traducción literal es: “de la otra banda” (Lavín, 1947: Pág. 65). Este término se aplicaba a las ciudades-jardines que los incas ubicaban regularmente en la margen opuesta del rio en cuyas orillas planeaban una población (Lavín, 1947). En dicho sector se asentaron los guangualies o asentamientos precarios de indios y mestizos, con una ubicación poco favorable, ya que se exponían a las frecuentes salidas del cauce del rio y su posterior aislamiento del resto de la ciudad. A pesar de ello, La Chimba tuvo un crecimiento demográfico importante a partir de la fundación de templos, caminos, tajamares y jardines (Memoria Chilena, 2013). Basándose en la descripción de cada uno de estos hitos, el autor es capaz de recrear las estructuras sociales, familiares, geográficas y urbanas, resultando factible para el lector remontarse al pasado. En función de esto, el hilo conductor es una crítica reiterativa sobre el menosprecio que ha tenido el sector. La historia de La Chimba fluye durante el siglo XIX advirtiendo su condición popular, cuando empieza a crecer una activa “Vega” de vendedores de mercaderías que se remontaba desde la época de la colonia y es precisamente como se conoce hasta nuestros días (Memoria chilena, 2013). Sin embargo, su transformación real se inicia con la canalización del río Mapocho, lo que significó el derrumbe del histórico Puente de Cal y Canto. Esta obra, que finalizara en el año 1891, permitió contener las crecidas del torrente y otorgó una mejor conectividad entre La Chimba, Recoleta y el centro y sur de la ciudad, gracias a la construcción de puentes de acero que reemplazaron a los viejos puentes de madera (Memoria Chilena, 2013). Tomando como referencia estos cambios, el autor determina la configuración de La Chimba, a través de los paseos por sus jardines, campos santos, casas, calles y plazas. Tal es el caso del Cementerio general y el cementerio católico, las casas ubicadas en Santos Dumont, Carrión, Dominica, Escanilla y los monasterios. Al mismo tiempo, la historia se entrelaza con singularidades y memorias: La Chimba de los tiempos de Portales atraían a paseantes domingueros a sus jardines tal como lo hacían en la época de Lavín (principios del siglo XX) en Ñuñoa y San Miguel (Lavín, 1947). En atención a la persistente alusión por la valoración y los símbolos, el autor hace un llamado a pintores, fotógrafos y cinemistas para perpetuar las líneas de ese remoto ambiente sin tener necesidad de salir a otros lugares en busca de auténticas antigüedades chilenas. Y es que este libro como revelación histórica, pone el acento en la valoración patrimonial a través de comparaciones con otras culturas o ciudades de larga tradición. Es por esto que se hace hincapié en algunas de las viviendas más representativas, como la de Manuel Rodríguez, diseñada por alguno de los alumnos o imitadores de Toesca, una de las personalidades más destacadas del periodo colonial. De igual manera, La Casa de los Paltos construida por el humanista y Rector de la Universidad de Chile Juan Bello Dunn, a mediados del siglo XIX. Más allá de justificar el valor arquitectónico de las viviendas, Lavín realza el carácter barrial, haciendo aparecer La Chimba como un refugio para políticos de la talla de Diego Portales y como un mirador de la mejor estirpe de la sociedad chilena de aquellos días. Con elegantes atributos se describen además, la calle Carrión, la ampliación de las barriadas de Independencia, Recoleta y La Cañadilla. Desde sus inicios, el sector tenía su centro en la Plaza de la Recoleta Franciscana y se extendía por las callejas de La Chimba (Dardinag) y Cequión (Andrés Bello). Esta aludida placeta recoletana, fue un verdadero crisol de las tradiciones chimberas y es la sede de la histórica iglesia de los celosos observantes de la orden de San Francisco (Lavín, 1947). Siendo consistente con el sinfín de atributos que posee este sector, en el libro se explican las circunstancias que dieron origen a las rivalidades entre los habitantes del lado norte de rio, los chimberos con los santiaguinos, en la llamada “guerra de las piedras”. Junto con estas memorias, la valoración del sector se magnifica con la intervención de los más famosos arquitectos del siglo XVIII Fuente: Memoria Chilena, 2013. La Recoleta Franciscana, 1855. en su desarrollo (Lavín, 1947). De la misma forma, se hace desde el punto de vista paisajístico, destacando los atractivos naturales que dieron origen a los primeros asentamientos indígenas y a la construcción de otras infraestructuras importantes. Finalmente, es importante destacar en el curso de las publicaciones chilenas destinadas a revivir y evocar ambientes pretéritos de la capital, la manifestación de una cierta consideración despectiva a hacia la tradicional barriada de La Chimba. Si bien el sector fue incluido en el relato de algunos cronistas, estos no estructuraron sus investigaciones desde La Chimba como foco geográfico de sus observaciones, tanto históricas como sociales. Para Lavín, esta sistemática desatención se atribuye a un cierto arribismo o más bien al “extrajerismo” excesivo que amenazó la ciudad en el primer cuarto de siglo XX, sin el menor sentido de valorización de sitios y construcciones que comenzaban configurar el patrimonio cultural nacional. En este sentido, a pesar de los cambios vividos durante el siglo XX el sector de La Chimba, que en la actualidad abarca las comunas de Recoleta e Independencia, mantienen un carácter identificable. Al correr los siglos el comercio de desplaza hacia las riberas del rio Mapocho, convirtiéndose al día de hoy en parte fundamental del sector a través de la Pérgola de las Flores, el Marcado Tirso de Molina y, principalmente, de la Vega Central. Además, encontramos diversos barrios como Patronato, en el cual la inmigración árabe y posteriormente coreana lo ha convertido en un polo comercial de escala metropolitana. A pesar de esta impronta presentada en el relato de Lavín, es fundamental destacar que las declaratorias patrimoniales en el sector han privilegiado aquellos hitos históricos materiales relevantes para la historia nacional y no a los elementos e hitos vinculados a las prácticas heredadas del habitante de La Chimba y al desarrollo de su riqueza cultural (Zuñiga, 2012). De esta manera, es necesario que los elementos declarados como patrimoniales en sector de La Chimba consideren una mirada integradora y dialogante de la representación tanto a nivel material como social, con el fin de reducir la distancia entre los significados que se le atribuyen al patrimonio definido institucionalmente y lo que los mismos habitantes definen como su propio patrimonio. Referencias: Lavín, Carlos (1947). La Chimba. Editora Zigzag, Santiago de Chile. 108 Páginas. Memoria Chilena (2013). Biblioteca Nacional digital de Chile. Dirección de bibliotecas, archivos y museos (DIBAM). Página web: http://www.memoriachilena.cl/ Zúñiga, María Belén (2012). Significados del patrimonio cultural de La Chimba de Santiago de Chile. Tesis para optar al grado de Licenciada en Antropología. Universidad Academia de Humanismo Cristiano.