LA ÚLTIMA BOITE DE SANTIAGO Años 1949-1963: Goyescas la esquina de nuestros años felices Juan Pablo González Dos gigantografías de Goya, la Maja vestida y la desnuda, ocupaban un lugar prominente en la decoración del Goyescas, ubicado en Estado con Huérfanos. Por el Goyescas desfiló lo mejor del firmamento artístico de los años cincuenta. Un episodio memorable fue el paso de la bailarina Tongolele, cuya actuación causó sensación y amenazó la estabilidad del resto de las boites. El ambiente artístico del Santiago de los años cincuenta es recordado como esplendoroso por el público que lo vivió. Las boites del distinguido barrio cívico de Santiago tenían hasta dos agrupaciones musicales estables y contaban con números artísticos de primera categoría. Estos artistas actuaban tanto en las boites como en los auditorios de radio, de modo que ambos medios se beneficiaban mutuamente de los contratatos internacionales que realizaba el otro. A la pervivencia de las ya tradicionales boites de los años cuarenta, como el Night and Day, el Tap Room y el Violín Gitano, la década del 50 incorpora nuevos espacios para el baile y la diversión en el centro de Santiago. Se destacarán el Goyescas, el Waldorf, el Nuria, la Taberna Capri, la Posada Tarapacá y la boite Mon Bijou. El desarrollo alcanzado por la boite en Santiago y en las grandes ciudades chilenas en la década de 1940 se proyectó a los años cincuenta en un medio social y artístico cada vez más robusto y diversificado. Los santiaguinos podían asistir a las boites a la salida de las funciones de matinée, vermouth y noche de los cines, que coincidía con la hora del té, del aperitivo y de la cena. Estas ocasiones daban curso a la característica relación social gastronómico-bailable, imperante entre las décadas de 1920 y 1960. De hecho, una de las ediciones modernas del manual de Antonio Carreño define las boites como "establecimientos decorados por artistas, donde se baila al compás de orquestas, mientras otros concurren a tomar té, algún licor o a cenar". La confitería, salón de té y boite Goyescas (1949-1963) fue la última de estas grandes boites santiaguinas en cerrar sus puertas a comienzos de los años sesenta. Los otros locales se mantuvieron como restaurantes, declinando la presencia artística y musical en sus salones o transformándose en lugares de strip-tease en los 60. La masificación de la televisión, la costumbre de bailar con discos, los nuevos impuestos a los locales nocturnos, el auge del rock and roll y la paulatina segmentación del gusto musical del chileno provocaron cambios irremediables en las formas de socialización y diversión. Estos cambios terminaron para siempre con los elegantes lugares de baile y diversión que se abrían en el centro de Santiago desde los locos años veinte. Ubicado en la esquina de Estado con Huérfanos, el Goyescas era el lugar preferido para ir a comer, tomarse un trago, ver un buen espectáculo, bailar o simplemente juntarse a conversar. Era fácil encontrarse en la esquina del Goyescas, como ocurría con la esquina de Los Gobelinos o del Correo Central, recuerda Giacomo Marasso, hijo del inmigrante italiano Cesare Marasso (1913-1965), fundador del Goyescas. Allí se citaban bohemios, periodistas y artistas, y a muchos de ellos se les enviaba correspondencia a la propia boite. Una original escalera mecánica de madera conducía a una antesala subterránea iluminada por una gran pared de acuarios con peces tropicales. Una vez que los abrigos quedaban en la guardarropía, se entraba a un amplio y sobrio salón revestido de madera, decorado por columnas forradas en espejos y por varias gigantografías en blanco y negro de cuadros de Goya. La Maja vestida y, por supuesto, la desnuda, ocupaban los lugares de honor. Por el Goyescas desfiló lo mejor del firmamento artístico de los años cincuenta. Es difícil encontrar un lugar donde se presentaran, en el mismo escenario, cantantes y bailarines españoles, orquestas tropicales, agrupaciones de tango, astros del bolero y de la canción mexicana, conjuntos folclóricos y las nuevas estrellas del rock and roll. El cierre del Goyescas coincidió con el fin de una gran época de la música popular y de la escena social de diversión. Los segmentos generacionales se hacían sentir: la informalidad de la juventud y el disturbio coreográfico del rock and roll requerirán paulatinamente de otros espacios para manifestarse en plenitud, como serán las discoteques. Asimismo, la declinación de géneros centrales de la música popular latinoamericana, como el tango, el bolero y el chachachá, dará paso a vertientes de la música popular más controladas desde la industria, como la balada romántica y la cumbia; surgiendo, paralelamente, contracorrientes como el rock y la nueva canción. Ninguna de ellas encontrará en la boite, ni menos en el Goyescas, el espacio apropiado para desarrollarse. Si hemos demolido o remodelado la mayor parte de nuestro patrimonio arquitectónico, incluida la boite Goyescas, transformada ahora en farmacia, al menos podemos rescatar el sonido que habitaba y daba forma social a esos espacios. El patrimonio arquitectónico vive, de alguna forma, también en los sonidos que lo habitaron. Es así como la Compañía Del Salón al Cabaret, del Instituto de Música de la UC, realiza desde hace siete años una labor de rescate de aspectos centrales del devenir histórico de la música popular y de las formas de socialización en Chile durante la primera mitad del siglo veinte. En este afán, ha montado una serie de conciertos teatrales, en los que recrea sobre el escenario todo el encanto de esas noches perdidas en el tiempo. Su último montaje, "Una noche en el Goyescas", fue recientemente lanzado en DVD. Locura desatada por la Tongolele Yolanda Montes -La Tongolele-, bailarina puertorriqueña radicada en México, llegó a Santiago en 1954 contratada por diez días en el Goyescas. Al ver el éxito que provocaba, se le renovó el contrato por diez días más, y así, sucesivamente, hasta completar dos meses en cartelera. Este hecho les provocó un serio problema a los otros locales del centro de Santiago, que vieron disminuir considerablemente su público durante la estancia de la Tongolele en el Goyescas. Como había tanto interés en verla, se organizaron presentaciones en el Teatro Caupolicán, que serán recordados como "tongolelazos", por el masivo impacto que produjeron. "El anuncio que la Tongolele va a bailar provoca una expectación inusitada -señala la prensa santiaguina-. Su figura menudita y felina lleva, en el extraño compás de los tambores, algo exótico y misterioso. Parece que bailara sobre una felpa, y el extrañísimo fulgor azulado de sus ojos rasgados termina la danza que ha durado más de lo que habitualmente duran las danzas de las mamberas". Todavía es posible ver a la Tongolele, ahora completamente vestida, en los shows de revista de Ciudad de México, manifestando su extraordinaria longevidad artística. Lanzan DVD del Goyescas Acaba de ser lanzado un DVD grabado durante el estreno del concierto teatral "Una noche en el Goyescas", en marzo de 2007. Este DVD, producido por ARTV, el Instituto de Música de la PUC y Fondart, recrea la cena de año nuevo ofrecida por el Goyescas para recibir 1960. Participan destacados músicos, actores y bailarines de la Universidad Católica, más invitados, que recrean el ambiente, los bailes, el repertorio y el estilo interpretativo de las inmortales Sonia y Myriam, de la gran Orquesta Huambaly, de Pepe Lucena, estrella máxima de la música española en Chile, y de William Reb and His Rock Kings, el primer grupo chileno de rock and roll. También se presenta el grupo Palomar, recreando a Las Hermanas Loyola, que cerraban con cuecas y tonadas el show internacional. El DVD "Una noche en el Goyescas" incluye grandes clásicos de la música popular chilena, que si bien pueden ser conocidos por el público mayor, son menos conocidos por la juventud, y en ningún caso han podido ser vistos y escuchados hoy día en sus versiones originales. Incluye también repertorio perdido en el tiempo, que tuvo valor y sentido en su época y que se pone nuevamente a consideración del público nacional. Así mismo, se incluye repertorio español, cubano, italiano y norteamericano, que ha sido altamente significativo en Chile desde fines de los años cincuenta.