Yo soy el artista divino

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Capítulo 4
Yo soy el artista divino
(6-4-1945)
La Santa Misa en el humilde cuartito.
Ya hacía algún tiempo que Alejandrina soñaba con los ojos abiertos tener la Santa
Misa en su humilde cuartito, le parecía una cosa tan grande y tan difícil de
obtener, que nunca se atrevió a decírselo a nadie; pero en 1933, antes de conocer
personalmente a su Director y sabiendo que él iría a Balasar a una predicación,
manifestó a Deolinda su vivo deseo.
Decidieron hacerle esa pregunta al buen Religioso pero, en el momento, por
timidez y para evitarle estar en ayuno no le hablaron del asunto.
Fue el Padre quien le preguntó a Alejandrina en una carta en octubre, si le
gustaría asistir a la Santa Misa. La respuesta no tardó, pero de una forma muy
delicada: "Si es cosa que se pueda alcanzar, sería para mí una alegría que no
puedo explicar, aunque me cuesta mucho aceptar el gran sacrificio que vuestra
reverencia tendría que hacer para estar en ayuno, con las madrugadas tan
rigurosas..."
El 2 de noviembre, tuvo la grande gracia de la Santa Misa en su humilde cuartito,
Este bien no duró siempre, por el contrario... Y fue precisamente una de las
privaciones con las que la Providencia quiso probarla y que mucho la hizo sufrir,
cuando la obtiene nuevamente, aunque con intervalos, no le dio más aquella
alegría sensible de los primeros tiempos: deseada en ansias torturantes, asistirá a
ella cuando pasaba las más espesas y profundas pruebas del espíritu.
Aquella primera Misa señalará un punto doloroso de su ascenso espiritual, sin
saber el futuro que la aguarda y al que se entrega generosamente, así comenta
aquel gran privilegio: "El Señor comenzó desde aquel día a aumentar sus ternuras,
para aumentar al mismo tiempo el peso de mi cruz, sea bendita la gracia que por
su bondad, nunca me faltó".
De hecho fue desde entonces que el Señor la probó con la pérdida de sus bienes
materiales y con nuevos dolores de espíritu.
¿Qué habría hecho ella sin la lección de la Misa? Fue precisamente sobre el altar
de la Víctima augusta que se insertó y floreció esta nueva inmolación del Calvario
de Balasar.
El camino del encuentro con el Amor Eterno
En el libro de los Proverbios hay una bella amonestación de la Sabiduría que,
construida la casa de las siete columnas, trae el vino, adorna la mesa y convida
para su banquete a los niños inexpertos para así liberarlos de su infantilidad y
hacerlos crecer en la rectitud (Prov. 9,16)
Para el cristiano la Sabiduría que convida para el banquete es Jesucristo y su
banquete es la Eucaristía: "mediante este Sacramento, se aumenta la gracia y se
perfecciona la vida espiritual, con el fin de que el hombre exista perfecto en sí
mismo por medio de la unión con Dios” (S. Tomás, III, q. 79. A. I) Todo está
ordenado para esta vida eucarística, en la cual se desarrolla y florece la gracia
bautismal.
Todos aquellos que viven en la caridad procuran este reposo en el corazón de
Dios; según su condición espiritual unos se aplican a evitar el pecado y a
purificarse, otros se aplican a crecer en las virtudes; en los primeros, la verdad
debe ser alimentada y protegida de modo que no quede perdida; en los segundos
tienen necesidad de ser revigorizada, de modo que siempre con la mayor
paciencia y coraje se cumplan los deberes diarios.
La caridad perfecta es aquella que principalmente se aplica a la unión con Dios en
una grande y vibrante quietud del corazón, pues todo en Él es júbilo (S. Tomás II,
II, q 24. A9)
Jesús como Pastor, llama a las almas al recogimiento, para apacentarlas con las
palabras vivas que proceden de boca del Padre; Jesús como Piedra Angular del
templo vivo de Dios une y unifica todas las piedras (que somos nosotros) "nos
coedifica como habitación de Dios en el Espíritu Santo"; Jesús cual Esposo de las
almas, nos incorpora íntimamente a Sí, como están los sarmientos a la vid,
convirtiéndonos en miembros vivos, en los cuales Él mismo vive y actúa.
El encuentro de Jesús con el alma, por este trabajo íntimo, se realiza en la oración
y se vuelve tanto más purificador, iluminador y edificante cuanto más perfecta es
la oración.
En un primer momento, que puede ser más o menos largo, el alma actúa para
encontrarse con su Dios, después, si ella es fiel, el propio Dios la reviste de su luz
y la sumerge en la contemplación. En un primer período tenemos el alma ascética,
en el segundo, el alma mística.
Repasando las notas biográficas de Alejandrina, verificamos como a los 9 años,
cuando se levantaba de mañana para los trabajos campestres y se encontraba
sola, se paraba a contemplar la naturaleza, veía surgir la aurora, nacer el sol, el
canto de los pajaritos, el murmullo de las aguas... confiesa que entraba entonces
en sí misma en una contemplación profunda, al punto de olvidar que vivía en este
mundo y retomando el paso, le quedaba este pensamiento: "¡El poder de Dios!".
En la playa se embebía en su contemplación delante de la inmensidad del océano,
en la noche, observando el cielo y las estrellas, tenía la sensación de esconderse
mejor para admirar las bellezas del Creador.
Muchas veces en su cuartito, se fijaba en el cielo, escuchaba el distante murmullo
del río Este y se perdía en el abismo de la grandeza divina.
El 6 de septiembre de 1944, recordando estos hechos al Director Salesiano, le
dirá: "El canto, la naturaleza, el mar, me obligaban a entrar en mí, a salir de mí".
Cerca de los doce años, además de las oraciones vocales gustaba de hacer
meditación sobre la Eucaristía y sobre Nuestra Señora; cuando no lo conseguía de
día, lo hacía de noche, a la luz de una vela y escondida de todos. Podemos así
explicar cómo, junto a la introspección y a la observación, se le ha dado lengua y
corazón a tantas criaturas, para que alaben al Señor.
Así ya no nos maravillamos, cuando de improviso la veíamos incendiarse y arder
en aquel calor interior que la propia alejandrina no sabía explicar, era Jesús que la
quemaba con el Espíritu Santo, que es fuego: primero, como fuego que
entusiasma, convida; después como fuego que eleva, que diviniza. (1)
El esposo a la puerta
El primer encuentro de Dios con el alma es sentido por ella como un abrazo
secreto, un beso mudo; es así como el alma entra en el campo místico bajo la
acción e iluminación de Jesús, el Maestro.
Este encuentro, preparado por poderosas y ardientes llamas de amor, obra en el
cuerpo humano con efectos dolorosos porque aún no sabe soportar lo divino.
Alejandrina, en una carta a su Director, dice el 22-6-1934: "Sin haber tenido
ninguna caída, el buen Jesús hizo que mis costillas se dislocasen, el médico me
dice que así las encontró. Señor Padre, yo no puedo comprender y le pido por el
amor de Dios que me explique si todas las contrariedades vienen del Señor o si
pueden venir del demonio; últimamente, suceden cosas que parecen obra del
demonio.". El 14-1-1935, escribe: "Sentía en mí una fuerza que me abrazaba
tanto, que me parecía iba a doblar mis huesos".
En otra carta del 10-1-1935 explica el peso enorme, como si fuese un mundo, que
sentía especialmente sobre el corazón. "El día 3, hacia las 21 horas, después de
la visita al Santísimo, -que no pude hacer de día, por causa de los muchos dolores
y de un grande malestar y que no había hecho, porque sentía mucho, mucho
sueño- percibí de repente aquello que siento generalmente cuando Nuestro Señor
va a hablarme y esta noche afloró en mi mente la comparación que acostumbro
usar para explicarme: tengo la impresión de que una onda de mar viene sobre mí,
me incliné hacia el lado izquierdo y súbitamente me habló Nuestro Señor".
Algunas veces, aun antes de que me hable, siento como fuertes abrazos, otras
veces siento los abrazos al final; viene de repente un calor tan grande, que no sé
explicar. ¡A veces me siento tan acariciada por Nuestro Señor! y no sé como
corresponder a tantos beneficios" (1-11-1934)
"Comencé a sentir los efectos de Nuestro Señor aún antes de que hablase: un
gran calor, una fuerza que me abrazaba tanto que parecía arrancarme del mundo.
sentía la impresión que se tiene cuando se reciben caricias y me parecía ser
besada" (20-12-1934) (2)
Acción poderosa del Artista Divino que despedaza para dilatar, quema para
purificar, como el médico que cauteriza con fuego para sanar, pero que al mismo
tiempo prende a las almas con cadenas que no se quebrarán jamás.
Alejandrina así lo explica: "Qué felices momentos, qué unión tan grande, qué
fuerza me constriñe (3), en cuanto al calor me daba la impresión de que lenguas
de fuego me atravesasen toda" (15-10-1934)
Jesús en su morada (4)
San Basilio (Adv. Eunom., I, 5) después de haber representado al alma como un
hierro ardiente, incandescente, representa al Verbo Unigénito de Dios como Divino
Escultor que reproduce en ella su imagen divina.
“Es el esposo que quiere vivir y actuar en el alma redimida, coedificándola como
habitación del Espíritu Santo”.
Alejandrina, consciente de que alguna cosa grave acontecía en ella y confundida
por tanta generosidad divina, preguntaba a Jesús porque se rebajaba tanto ante
ella, tan pecadora. Jesús le respondía: "No hago así solamente a las almas
santas, me comunico también a las almas pecadoras como tú, para infundirles
confianza en Mí; también ellas pueden amar al Señor y ser santas, si no lo
hicieran así, caerían en la desesperación".
Al comunicar estas palabras a su director, le explica con una sencillez infantil: "Yo
prestaba mucha atención para saber como debería después escribirle a usted,
porque mi cabeza no sirve tan bien, pero Nuestro Señor me dice que el Espíritu
Santo vendría a mí y me inspiraría el modo de explicar las cosas" (14-9-1934)
desorientada por la dignidad que tiene Nuestro Señor con ella, escribe el 27-91934: "¿Quiere saber como me dice Nuestro Señor algunas veces, cuando
comienza a hablarme? "Hija mía, mi querida hija, mi amada, mi esposa, mi
predilecta, tenme mucho dentro de tu alma".
Poco tiempo después, abstracta y fría, oye que le dice Jesús: "¿Quieres ver cómo
te abrazo?"
"Comencé a sentir una unión tan grande y un calor y una fuerza que parecía
despedazarme, y mi Jesús me dice: "¡Cómo nos amamos! ¡Qué unión tan santa es
la nuestra!" (11-10-1934)
Finalmente, de un modo más claro, Nuestro Señor le explica el fin de aquella
acción suya en ella: "Hija mía, estoy siempre contigo; si supieses cuanto te amo,
morirías de alegría, te estoy preparando para realizar mis designios en ti" (26-101934)
"El corazón me latía con tanta fuerza y me parecía que lo retocaban" (6-5-1935)
Y Jesús le explicará más tarde " Soy Yo quien te embelesa"
Alejandrina, confundida, un día reacciona y Jesús le responde: "¿Qué te importa a
ti? Te escogí así, debajo de tu miseria y de tus faltas Yo escondo mi grandeza, mi
omnipotencia, los rayos de mi gloria..." Y Jesús hace un contrato con ella:
"Consuélame, ámame y Yo te consolaré en todas tus aflicciones y necesidades"
(1-11-1934)
Este intercambio de intereses, propio de la amistad, llegará a una fusión sublime
de la criatura en la vida divina del Esposo celeste y Alejandrina nos lo dice en
varias cartas: "Estoy contigo, hija mía... y cuando te sientas fría, soy yo que hago
penetrar más en ti mi amor" (15-10-1934)
"Dame tu corazón para colocarlo en el mío, a fin de que no haya otro amor sino el
mío y le des mis cosas" (5-10-1934)
"Establecí en ti mi morada, eres un sagrario construido no por manos de hombres,
sino divinas... habito en ti como si sólo tú existieses en el mundo y sólo te tuviese
a ti para beneficiarte" (1-11-1934) (5) Y finalmente, el 14-1-1935, Jesús le dice:
"Eres toda mía y Yo soy todo tuyo".
Esta morada, preparada por manos divinas, se convirtió según la definición del
Señor, en "un trono adornado de Jesús, el Esposo con la Santísima Trinidad:
como el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo" (25-11-1934) Morada que, más tarde,
Jesús definirá con nombres de una belleza nunca pensada, como el de
"Tabernáculo divino". Tabernáculo interior, en el que Alejandrina se refugiará y
para el cual se sentirá atraída por una fuerza que no sabe definir.
Encontramos en el reverso de una estampa, un pensamiento: "No sé lo que oigo,
no sé que fuerza irresistible me invita a vivir en intimidad, en unión con la Trinidad
Divina. ¡Cómo me siento feliz en esta vida de intimidad con Dios!" A su Director, le
escribe el 3 y el 27-1-1935: "Tengo la impresión de que una fuerza me dobla sobre
mi pecho y que mi rostro se une al corazón" (6)
En 1938, el 14 de marzo, el Artista divino le muestra su alma que se ha convertido
en morada de Dios y Alejandrina exclama: "Estaba toda iluminada, y aún a gran
distancia era toda luz". Son estas las maravillas del Amor cuando se apodera de
una pobre criatura. (7)
Tal es la profundidad de la expresión de San Pedro: En la comunión de la
naturaleza divina se ve el fruto más bello de redención. (II y I, 4) La gracia purifica
en nosotros la imagen de Dios de toda la fealdad del pecado y la vuelve clara y
luminosa.
Jesús maestro
Alejandrina hace un día esta declaración: "¡He tenido un buen Maestro!. ¡Eres Tú,
el primero, mi Jesús, el que me enseñaste desde pequeñina!" (4-10-1938)
Y Jesús le confirmaba en otra ocasión: "Tú has vivido siempre tu vida en mis
manos benditas y en la tuya y mía Madre del Cielo, te hemos acompañado
siempre por los caminos duros y difíciles que has vencido y no has caído porque
te hemos sostenido, también ahora no caes, continuamos sosteniéndote" (25-91938)
La Providencia de Dios, que acompaña y gobierna a sus criaturas en las cosas del
cuerpo, debe seguirlas con mucha mayor atención en las cosas del espíritu;
cuando un alma consigue recorrer aquellos caminos desconocidos para el hombre
y que más lo acercan en la misteriosa intimidad con el Infinito, entonces es mucho
más necesaria por parte de Dios una asistencia y un cuidado amoroso y
especialísimo.
Es esto mismo lo que Alejandrina nos revela, entrando en el camino de la
contemplación mística, donde Dios interviene cual Artista, a formar en ella un
templo vivo, una esposa de elección, llamada a una misión social de graves
exigencias.
En 1934, poco después de la invitación que la preocupó y la dejó con el temor de
andar equivocada ("Dame tus manos... Dame tus pies, etc.") Jesús se ofrece
como Maestro asiduo, frecuente, habitual (27-9-1934): "Yo seré tu Maestro y
Director" "Abandónate en mis brazos, Yo escogeré para ti los caminos". Algunos
meses después le recuerda de un modo perentorio: "Yo soy tu Maestro, feliz de ti,
si aprendieras bien mis lecciones y las pusieras en práctica", con este fin le
reafirma: "Yo establecí en ti mi morada" (1-11-1934) Sin embargo, el Maestro
Divino entra en este trabajo sin sustituir a aquellos que por su voluntad, fueron
invitados a dirigir las almas; de este modo, confirmará un día la elección del
sacerdote que apareció en la cabecera de la enferma y Alejandrina le dice: "Me
diste al Padre, fuiste tú, mi Jesús, yo bien lo sé. Gracias, no fui yo a buscarlo, tú
me lo enviaste" (4-10-1938)
Súbitamente, la primera vez que el Señor se ofrece para ser su maestro le dice:
"El Padre será tu Director de lejos, antes que a Mí, vas a obedecerlo a él" (27-91934)
Coherente y fiel a esta norma, no se cansará de repetir en todos los
acontecimientos: "Escribe todo al Padre, dilo al Padre, avisa al Padre". Tremenda
y delicada misión la del sacerdote católico, doloroso y lleno de exigencias es el
deber hacia el alma dirigida, para darle seguridad y paz indefinible.
¡Olvida el mundo!
La primera lección que Jesús-Maestro le da a Alejandrina es la de olvidar el
mundo y darse toda a Él (27-9-1934): De morir para el mundo y que el mundo
muera para ella, porque Jesús es el mundo para el que debe vivir, en quien debe
pensar, al que debe amar e imitar; un mundo en el que se encuentran todos los
tesoros. (4-10-1934)
El motivo de esta enseñanza es el alma, por medio de esta unión, "vive en el
mundo pero ya no es del mundo" (26-10-1934). Es por eso que "en el mundo no
debe haber si no aquello que es necesidad" (26-10-1935) El Maestro concretiza
sus exigencias en el siguiente consejo: "Ama la soledad", es así como el alma
puede escuchar la voz de su Dios, (8) así se comienza todo el ascenso espiritual.
Y en cuanto a esto le dice: "Hija mía, yo quiero que tú seas mía: Toda mía y que
sólo vivas para Mí y me ames sólo a Mí” (9-12-1934), exigencia que sabe conciliar
esta dulce contemplación y gozo de intimidad divina con las indispensables
convivencias y exigencias sociales.
De hecho, Alejandrina cuenta lo que sucedió la Navidad de 1934: "Nuestro Señor
me recomendó que no me distrajese durante el día con las visitas, por muchas
que fuesen. Y en verdad, en la visita al Santísimo Sacramento (hacía muchas
durante el día, desde su lecho) estaba tan unida a Jesús, que me parecía que
ninguno me pudiese distraer... dejaba hablar a todos, pero mi pensamiento estaba
con Jesús en el Sagrario".
El consejo de Jesús, que enseña el pensamiento del Evangelio sobre el máximo
mandamiento y el de San Pablo, según el cual la caridad es superior a todo, es
cuanto hay de más oportuno para evitar una piedad egoísta y falsa y esto aún con
mayor razón en el caso de Alejandrina que estando enferma, habría podido
heredar el egoísmo instintivo de los enfermos. (9)
¡Cómo son admirables los caminos de Dios!
El Señor escogió una frágil criatura, martirizada por el dolor, para hacer de ella un
instrumento de alivio para muchos bastante más débiles, que encuentran en el
dolor un obstáculo para ir hasta Él y que tal vez maldigan las cruces de la vida.
Lo que vimos desarrollarse alrededor del lecho de Alejandrina, nos llevó a concluir
que ella tenía de Dios una misión especial: Mostrar en los dolores de la vida el
camino de la verdadera vida con el consuelo de la esperanza divina y lo consiguió
plenamente por su docilidad al Maestro Divino, de quién esperó humildemente la
inspiración, la fuerza, todo.
Un día, cuando estaba sola -escribió Alejandrina- ocupada con Nuestro Señor,
entró una persona y Jesús me dice: ”Ve con ella, para que no se den cuenta, pero
no te distraigas, te distraes conmigo, que estoy contigo para consolarte”.
Algunos años después, estas visitas se centuplicaron, pero no por eso Alejandrina
perderá nunca la "unión continua" con su Jesús, ni le pesará nunca el dedicarse a
las almas, hasta agotarse de una forma inverosímil. Es un camino recorrido sobre
el que escribía unos años antes: "Al recibir alguna visita que me distraía un poco,
quedaba pensativa y triste por no haberme acordado de Nuestro Señor durante
aquel tiempo".
Sin querer, nos revela el secreto que la llevó tan alto en esta unión: su pesar
sincero de estar desligada de Dios aunque "por poco tiempo".
Exigencias divinas
La soledad externa no siempre es verdadera soledad, no es toda la soledad.
Jesús le había dicho que viviese sólo para Él y exigía con eso el desapego de
todas las criaturas y un aniquilamiento interno, esto es, un trabajo a profundidad.
Esta doble colaboración -de Dios y de la criatura- se desarrollará durante varios
años, hasta la muerte; evidentemente no se puede anticipar la descripción de
aquella cantidad de invenciones divinas que lograron la transformación completa
de esta alma de elección, sería vano intentarlo y más difícil comprenderlo, será
mejor entenderlo a través de la narración cronológica de los hechos. Agregamos
aquí solamente los principios básicos que apoyaron todo el edificio del Artista y
Maestro y que surgirán también en la correspondencia de Alejandrina, como es la
Gracia de su Santificador (25-11-1934) en la cual "sentirá tantas veces en sí los
efectos sin oír su voz". (25-11-1934)
El Señor, para elevarla, la obliga a cavar en la profundidad en su ser y a estar
consciente de su nulidad, solamente sobre este vaciarse de ella misma puede Él
levantar con seguridad el edificio de sus maravillas. "Jesús me dice -escribe
Alejandrina- que no me atribuya nada de esto (las comunicaciones celestes)
porque yo no soy sino polvo y no tengo nada que no haya sido dado por Él, que
escoge los débiles para convertirlos en fuertes, y es bajo mis faltas como Él
esconde Su poder, Su amor y Su gloria" (27-9-1934)
En las palabras de Jesús se ven dos cosas: la convence de que Él es todo y que
ella sola nada puede, incluso la culpa, de este modo, pretende llenar el alma de
Alejandrina de una profunda reverencia para con Él y de un vivo reconocimiento
de su propia bajeza.
Hecho esto, en un coloquio de algunos días después, le impone: "Yo quiero que tú
vivas sólo para Mí, que me procures sólo a Mí" (1-11-1934), con el fin de que ella
se ejercite en el santo temor de Dios con la fuga diligente pero filial de la culpa.
Reverencia y temor de Dios que según Santo Tomás (II. II. Q. 161, a. 6) son los
principios de la raíz de la humildad, tanto como virtud moral, esto es, freno de
tendencias inmoderadas, pero también como norma de su práctica; la primera
cosa que le ordena en este sentido es la reserva para esconder los inefables
secretos del Rey: "Qué nadie sepa de mi intimidad contigo" (11-1-1935); excluido,
bien entendido, a su Director.
Es un aspecto importante de la verdadera humildad que el enemigo no sabe imitar
y que le da seguridad al alma y es una de las señales más ciertas del origen divino
de las comunicaciones con las que el Señor la favorece.
Otra insistencia de Jesús para acentuar esta exigencia de humildad nos revela
otro aspecto de la verdadera virtud: el humilde debe ser además de prudente en
manifestarse, también sumamente confiado en el auxilio divino del cual debe
esperar todo, el Señor le dice: "Estoy contigo en medio de tu frialdad, estoy
probándote, así aumento en ti mi amor más que si fueses incendiada, es en tu
hielo que Yo satisfago las llamas de mi amor infinito. No te aflijas, ten confianza".
Al seguir las palabras de su Predilecto y no comprendiendo como Él puede
satisfacer las llamas de su Amor en el hielo, Alejandrina le pide a su Director una
explicación, con miedo de comprender mal las exigencias de Jesús (28-11-1934)
Ella ignoraba que la fuerza de Dios completa su obra en la debilidad (II Cor. 12,9),
para que se manifieste mejor y aparezca mayor su poder. Dios quiere hombres
humildes que reconozcan su flaqueza y no confíen en sus fuerzas.
A esto iban las pacientes lecciones del Maestro: que la alumna llegue a gloriarse
de su debilidad, de modo que habite en ella el poder de Cristo, convencida de que,
cuando es débil, sólo entonces será fuerte.
Este trabajo exigirá un largo tirocinio, pero Jesús la acompaña vigilante,
bondadoso pero sin embargo, intransigente.
De hecho, ante el silencio de algunos días por parte de Aquel que era ahora el
Amado de su alma, Alejandrina teme tal vez alguna infidelidad de su parte y,
cuando aparece el Señor después de aquel aparente alejamiento y le dice: "Hija
mía, mi querida hija, mi amada, no te entristezcas por Mí, soy Yo quien hago
penetrar en ti mi Amor. Fue una buena preparación, he estado probándote para
ver tu confianza, amarme en las dulzuras y en las caricias no cuesta; fingí
abandonarte, dejarte navegar sola, sin que te sintieses en los brazos de tu
Esposo, para ver hasta donde llegarías, pero no te abandono". Después la
reprenderá así: "Ve a mis Sagrarios a postrarte delante de mí, a pedirme perdón
por tu desánimo y por tu desconfianza". (15-10-34)
Otro día, en que Alejandrina había llorado mucho por la duda atroz de haber sido
engañada y en que el demonio se esforzaba por afligirla, Jesús la reprende: "¿Es
así como consuelas a tu Jesús? ¿Es así como pones en Mí tu confianza, como
afirmas tantas veces?” (26-10-1934)
En otro coloquio, la instruye de como debe ser su abandono hacia Él: “Valor, hija
mía, cuesta mucho ser tratada así, bien lo sé, pero eso que cuesta, es lo que más
consuela a tu Jesús; mi corazón se violenta al verte sufrir así, te quiero en mis
santísimos brazos con la misma sencillez de una criatura en los brazos de su
madre, quiero quitar todas las sombras que puedas tener, te quiero más brillante
que los ángeles, sí, porque los ángeles son brillantes por naturaleza y tú lo eres
porque te conservaste, porque permites a Jesús trabajar en ti libremente y
enriquecerte con las más bellas virtudes. (17-10-1934)
Otra insistencia de Jesús –manifestada en frases como esta: "Yo soy tu
Consolador" (1-11-1934) "¿Qué temes tú, si Yo soy el Maestro de Maestros, el
Director de los directores?" (20-12-1934) - exige de Alejandrina la práctica de una
renuncia absoluta, total, aún de lo que parecería tal vez legítimo y tan humano
pero que podría muchas veces esconder o alimentar una forma de orgullo
sutilísimo: esto es, la búsqueda arbitraria de amparo, de consuelo, de luces.
Jesús no consiente nada de esto de aquellos que escogió para altas metas. De
hecho, en un coloquio del 8-11-1934, Jesús le dice claramente: "Hija mía, el amor
de mi amor, Yo estaba contigo, no te abandoné: He estado observando el camino
que tú seguías sin la voz de tu Jesús, pero aún no estoy satisfecho, quiero más".
El aviso de Jesús no era hecho en vano, Alejandrina anima un día a su corazón a
abrirse a Jesús, a apoyarse solamente en Él: "¿Corazón mío, a quien amas sino a
tu Jesús?" "Es la riqueza del Cielo, es el Amor de los sagrarios, el Alimento de las
almas hambrientas de Su amor, es el Pastor compadecido de las ovejitas
extraviadas..."
En otro momento de desaliento anima así a su alma: "Alma mía afligida, confía,
que eres afortunada: Jesús habita en ti. ¿No lo sientes? Poco importa, ven
conmigo a su encuentro. ¡Es en la soledad, en este silencio tan profundo, que el
amantísimo Jesús reposa, que se consuela, que se deleita!" (sin fecha)
Desconfianza completa de sí misma, confianza absoluta en Dios y sólo en Él, es el
resultado obtenido por Jesús en su discípula.
Esto es: amor por Dios, desprecio por sí misma, como San Agustín pedía en su
oración: “Que te conozca, Señor, para amarte: que yo me conozca, para
despreciarme”.
Estudios posteriores sobre la humildad de Alejandrina, sobre su consecuente
confianza en el Señor, descubrirán la grandeza de las virtudes operadas en ella
por la gracia pero ya en la lectura de estas páginas se recogerán innumerables
pruebas.
“Ve para mi escuela: los sagrarios”.
Toda la ciencia tiene su escuela, Los sagrarios serán la escuela de Alejandrina, la
escuela debe tener como objetivo la vida, esto es, la misión que toda criatura debe
cumplir en este mundo; la misión de Alejandrina quedó diseñada claramente en su
primera juventud. Sagrarios y almas. Y Jesús vendrá a confirmar su vocación: "La
misión que te confié, son mis sagrarios y los pecadores, Yo te elevé a tan alto
grado ¡Es mi amor!" (20-12-1934) Los sagrarios, sede de su escuela, se
convierten en su vida, como la escuela se vuelve vida para aquel que es llamado a
enseñar a otros, a muchas generaciones: aquello que era lugar de aprendizaje, se
vuelve cátedra de enseñanza.
Las almas, a las que Alejandrina se había volteado, como por instinto, en los
primeros años de su inmovilidad, toman de ahora en adelante un nombre: los
pecadores.
Pero la escuela tiene un Maestro y sus lecciones serán tanto más eficaces cuanto
más transmiten ejemplos, de preferencia a las palabras.
Ha sido siempre este el mejor método. Jesús lo usó desde el principio: "Te doy el
ejemplo, así como Yo hago, así hazlo tú también".
Los escritos de Alejandrina no siempre explican bien este punto y es bueno
esclarecerlos para que se comprendan bien.
"Como Magdalena, escogiste la mejor parte: ¡Amar mi Corazón! Amarme
crucificado es bueno, pero amarme en mis sagrarios, en donde me puedes
contemplar, no con los ojos del cuerpo, pero sí con los ojos del alma y del espíritu,
en donde estoy en Cuerpo, Alma y Divinidad como en el Cielo, escogiste lo que es
más sublime" (8-11-1934)
"Ve para mi escuela -le dice Jesús- aprende con tu Jesús a amar el silencio, la
humildad, la obediencia y el abandono" (15-10-1934)
"¡Contempla hoy mucho mis sagrarios! Fíjate lo que Yo hago, es lo que Yo quiero
que tu hagas”. (14-1-1935)
“Ama la soledad, ve para mis sagrarios, es allá donde aprendes, es allá donde la
soledad es más practicada por años y siglos" (9-12-1934)
Si Alejandrina desde hace años, -diremos que por una disposición secreta- se
sentía atraída para este lugar, su presencia se convierte ahora para ella en una
necesidad. En cierta ocasión habla así al Señor:
“Habla, mi Jesús, habla que tu hijita te escucha... Siento ansias de ser instruida en
Tu escuela". Y Jesús le responde, iluminándola sobre el concepto expresado por
nosotros: los sagrarios serán su misión en la tierra... Son estas las palabras de su
Predilecto: "Yo ansío que aprendas todas mis lecciones, tengo mucho que
enseñarte y tú mucho que aprender, para que por ti vengan muchos a aprender
las misma lecciones, pisen las mismas pisadas y sigan tus caminos" (1-11-1934)
De algunas notas sin fecha, aprendemos su ardor en mantenerse unida al Divino
Prisionero:
"Quisiera esta contigo, oh Jesús, día y noche y a toda hora, pero ahora no puedo
ir, bien lo sabes... estoy atada de manos y pies, pero más atada quisiera estar,
unida a ti en los sagrarios, y no ausentarme un solo momento".
Aun cuando está presa en su lecho y no puede peregrinar hasta el centro de sus
únicas aspiraciones, se vuelve genial y no falta a lo que le ordenó su Jesús: "Tú
conoces mis deseos, que son estar en Tu presencia en el Santísimo Sacramento;
pero ya que no puedo, te mando mi corazón, mi inteligencia para aprender todas
tus lecciones, te mando mis pensamientos para que yo piense solamente en ti, mi
Amor, porque te amo sólo a ti, sólo a ti busco, sólo por ti suspiro, solamente Tú,
Jesús, en todo y por todo" (sin fecha).
Subyugada por esta atracción en su alma infundida por el Amado y que la
encadenó de un modo irresistible, amará con predilección todo cuanto se
relacionaba con la Eucaristía.
Lo que más amaba eran los jueves: "¡Qué bello día es el jueves!” -dejó escrito el
11 de octubre de 1934- ¡Es el día en que el Señor instituyó el Santísimo
Sacramento!". Preferirá escribir siempre sus cartas o su diario en ese día, porque,
costándole mucho escribir ella o dictarle a Deolinda, así tenía otra forma de
probarle a su Jesús Eucarístico toda su pasión por Él.
Cuantas veces no le saldrá la pena en este grito de su alma: "Es jueves: es mi día"
(20-12-1934) Y Jesús le dirá: "Hoy es tu día, el gran día, tu pasión: día de mi
Sacramento, di que me procuren almas que me amen en mi Sacramento de amor,
las cuales te sustituirán en tu partida para el Cielo". (24-3-1938)
Con el alma embriagada por este ideal eucarístico, reivindica celosamente para sí
su preciosa herencia recibida de las manos de Jesús. El 23 de julio de 1938,
exclamará: "Me pertenece esta misión: dar almas a Jesús, vivir alerta en la
Eucaristía, siempre alerta, alerta con Jesús. ¡Cómo la mariposa para las llamas,
como el pastor para el cordero!".
Y en 1934 cantará con una música inspirada (10):
"Sea mi morada
Vivir en la Eucaristía
Y vivir en Vuestro Amor
Toda mi alegría!"
"Ve, son tuyas mis prisiones"
Jesús, confiándole los sagrarios, le había dicho: "...Yo te daré aquel amor con que
deseo que tú me Ames" (11-10-1934)
Alejandrina "quiere amar con este amor puro y, no encontrando en sí y
pareciéndole aún ser poco y tan indigna de su Predilecto, lo procura en una
fuente, en el Corazón de Aquella que es la Madre del Divino Amor: "¡Madrecita susurra inquieta y obsequiosa- sólo de Ti me puede venir este amor, dámelo!" (237-1938)
"Dámelo" sin preámbulos ni ceremonias, con la impertinencia de una confianza
ilimitada que quiere hacer brecha, violentamente, sobre un Corazón donde el
Amor brotará abundante para dárselo.
Después, se anima toda y anima así a su corazón: "Corazón mío, no pares, ve al
encuentro de tu Mamita, ve a bañarte en aquel amor puro, ve a perfumarte con los
aromas de las más heroicas virtudes, a revestirte, ve a enriquecerte con los
tesoros de tu Madre Bendita..."
Está segura, así, de entrar con mayor intimidad en los sagrarios y saborear sus
divinas lecciones, para que sean su programa de vida.
¿Cómo no pensar en aquel "azogue" de otros tiempos, llena de vivacidad,
ardorosa, que no admitía obstáculos, que doblaba las voluntades y las cosas?
Espontáneamente nos sale la exclamación: "¡Sabiduría de Gracia, que no cortas ni
sofocas, pero que vivificas y perfeccionas todas las cosas!".
¡Pero continuemos nuestro camino!
Buen Maestro es aquel que consigue establecer relaciones de intimidad entre sí y
el alma del discípulo, es aquel que se empeña en dirigir para la verdad y para el
bien la inexperta vida del discípulo. (11)
El Maestro de Maestros, en la vida de Alejandrina, sobrepasó las medidas con su
didáctica infinitamente sabia.
La relación de mayor intimidad se tiene cuando dos seres se comprenden tan
profundamente que se consuelan uno al otro y comparten juntos los mismos
sentimientos; los propios sentimientos, guardados en el corazón celosamente por
instinto natural, son la última cosa que se revelan uno al otro: sólo lo hacemos
cuando estamos ciertos de ser comprendidos.
Jesús abre su corazón a Alejandrina y la induce a entrar para que sienta sus más
íntimas y sagradas vibraciones y haciendo palanca sobre la propia sensibilidad del
alma que lo ama, la decide al heroísmo por el Amado: "¿Quieres consolarme?
¿Quieres consolar al Santificador de tu alma? ¡Ve a los sagrarios!... ¡Ve a practicar
obras de misericordia: ve a consolar a los tristes. Yo estoy tan triste, soy tan
ofendido!" (8-11-39) "¿No sientes pena de Mí? Estoy solo en los sagrarios, tan
escarnecido y abandonado y tan ofendido... ve a reparar todo esto... Visitar a los
presos de la cárcel y consolarlos es buena obra, Yo estoy preso y preso por el
amor. ¡Yo soy el preso de los presos!". (4-10-1934)
Pero el Maestro, que la invita a habitar en espíritu en todos los sagrarios, le indica
aquellos en los que la quiere más presente y con más asidua frecuencia (1-111934) Ese mismo día le indica algunos: "¡Alerta con mis sagrarios, estoy solo en
tantos, tantos! Se pasan días y días, no me visitan y no me aman y no me
desagravian; cuando van para allá, es por un hábito, por una obligación. ¿Sabes lo
que nunca allá deja de llegar? Es aquella corriente de pecados y de horrendos
crímenes, son los actos de amor que me mandan. ¡Es así como me consuelan, es
así como me desagravian, es así como me aman!".
Pocos días después, Jesús le indica otros "en los cuales, habiéndome quedado
por amor de todos, no sirvió para muchos..." "No creen en mi existencia, no creen
que Yo habito allá, blasfeman contra Mí; otros creen, pero no me aman, no me
visitan, viven como si Yo no estuviese allá. ¡Ve para allá, son tuyas y mías
prisiones, te escogí para que me hicieras compañía, en aquellos abrigos, tantos
sagrarios, tan pobrecitos! Pero allá dentro, ¡Qué riqueza! ¡Es la riqueza del Cielo
en la tierra!" (8-11-1934)
Meses después se lamenta de nuevo de la pobreza de sus tabernáculos: “¡Yo
estoy como un mendigo sucio y desarrapado: que hagan que Yo esté limpio y
aseado!". (11-6-1935)
Víctima de las prisiones eucarísticas
Plasmar la voluntad con el fin de dirigirla para el bien, es el segundo oficio del
Maestro. Jesús, Maestro Divino, orienta a sus almas para el supremo don: la
inmolación y la cruz, que es la dolorosa herencia del hombre caído, que en lugar
de la fundada desesperación puede volverse amorosa asociación a la cruz de
Jesús (Rom. 8,29) para conformarnos a Él y elevarnos al sumo Bien: Dios.
También en este camino real del dolor, Nuestra Señora es para Alejandrina el
punto de partida y el impulso para una ascensión más rápida.
Parece que prevé las exigencias de Jesús. Escribe, entonces, a Nuestra Señora,
en el día de la Anunciación. Entre otras cosas, le dice: "Madrecita del Cielo, mi
amable Señora, quiero un amor que sea capaz de sufrir todo por vuestro amor y el
de mi querido Jesús: sí, de mi Jesús, que es todo de mi alma, porque es la luz que
me ilumina, es el Pan que me alimenta, el único camino por el cual yo quiero
caminar.
¡Sin embargo, Soberana mía, me siento tan débil para tantas contrariedades de la
vida! ¿Qué sería de mí sin Ti y sin mi Jesús?” (12)
No sabemos si nos será lícito afirmar que fue la Madre Celestial quien puso en su
corazón esta oración, apenas pocos meses antes de las tremendas exigencias de
Jesús.
Sin duda, Alejandrina sabe recurrir con eficacia a la mediación poderosa de la
Celeste Soberana, aquel "mi Jesús", dicho en el día de la Encarnación y en la
fiesta de la Anunciación a la Madre Celestial, que quiere que su Hijo sea conocido,
amado y servido, debe haber hecho vibrar a "la amable Señora", en lo más íntimo
del corazón, debe haberla forzado a abrir el camino de sus gracias.
En los escritos de Alejandrina encontramos que, alrededor de los 19 años, sin
saber cómo, se ofreció a Nuestro Señor como víctima y hacía ya mucho tiempo le
pedía a Jesús el amor al sufrimiento.
La oferta espontánea e incondicional había sido aceptada y debía volverse ahora
más consciente, iluminada y definida.
El propio Jesús la instruye sobre esta doctrina, que será su vida: vivir de amor
para hacer vivir de amor; vivir el sufrimiento para llevar almas a los sagrarios.
"Me dice más mi Jesús -escribe ella- me dice que se sirve de mí, para que por mí
vayan a Él muchas almas y por mí sean entusiasmadas muchas almas a amarlo
en la Santísima Eucaristía" (4-10-34)
Por eso, el Esposo insiste: "Has que yo sea amado por todos en mi Sacramento
de Amor, el mayor de los Sacramentos, el mayor milagro de mi Sabiduría" (1-111934)
Con este fin, Jesús le pide antes de todo, oración: "No te entregues al sueño; ven
a pasar algún tiempo conmigo en los sagrarios" (10-1-1935). la mayoría de las
veces, con grande esfuerzo, porque está exhausta, pero siempre con grande
alegría (lamentado que las horas fuesen demasiado breves) pasa la noche entera
peregrinando de sagrario en sagrario. Jesús le había dicho un día: “ Pasa un
poquito de la noche alerta en mis sagrarios...” (8-11-1934)
Además de la oración, Jesús le pide sufrimiento, le explica que la Eucaristía sea
su Pasión Perpetua y cómo, en unión con la Eucaristía, ella podrá sufrir
eficazmente.
“Mi esposa más fiel, ve con tu amor y con tu reparación a curarme las heridas que
me son hechas con los crímenes... son más horribles esos dolores que los dolores
del Calvario. ¡Cuántos clavos! ¡Cuántas coronas de espinas y cuántas lanzas!
Pasa parte de la noche en mis sagrarios con mucho amor y fervor, Yo te ayudaré,
estoy contigo en el sagrario de tu corazón y tú en mis sagrarios en el mundo (14-11935)
“....Allá me puedes servir de víctima por los pecados del mundo en esta época en
que el mundo se vuelve contra Mí y contra mi Iglesia” (8-11-1934)
“Hija mía, el sufrimiento, la cruz, es la llave del Cielo; sufrí tanto para abrir el Cielo
a la humanidad y para tantos es inútil. Dicen: “Quiero gozar, no vine al mundo para
otra cosa. Quiero satisfacer mis pasiones”. Dicen: “No existe el infierno”. Yo morí
por ellos y dicen que no me enviaron y contra mí dicen herejías y profieren
blasfemias. Yo para salvarlos, escojo almas, les pongo sobre sus hombros la cruz
y me someto a auxiliarlas; feliz el alma que comprende el valor del sufrimiento.¡ Mi
cruz es suave si es llevada por mi amor!” (10-1-1935)
Por eso, en algunos coloquios, Jesús le dice: “No me niegues ningún sufrimiento
ni sacrificios” (27-9-1934), y le explica el valor del alma víctima. “Así como antes
de que Yo fuera al mundo eran inmoladas las víctimas en el templo, así Yo quiero
inmolar tu cuerpo como víctima; dame tu sangre por los pecados del mundo,
ayúdame en mi rescate; sin Mí, no puedes nada; conmigo tendrás poder para
todo, para socorrer a los pecadores y muchas, muchas cosas más” (3-1-1935)
“Nunca te dejaré. ¿Sabes cuando te dejaría? cuando te llame a mi divina
presencia para llevarte al Cielo, hasta entonces dejaré tu cuerpo... ¿Me lo das de
buena voluntad para que yo lo crucifique por los pecadores? (1-11-1934)
“Si me tienes amor, si eres toda mía, no rechaces lo que te pido, sé mi víctima”.
Por eso el alma al ofrecerse para que “todo aquello que los adoradores me piden
en la Santísima Eucaristía les sea concedido; porque es la medicina para todos los
males... que recen por los infelices pecadores, esclavos de sus pasiones, no se
acuerdan que tienen un alma que salvar y que una eternidad los espera en breve”
(3-4-1935)
La respuesta de Alejandrina a este angustioso llamado para la salvación de las
almas y para la reparación de los sagrarios abandonados, nos es revelada en toda
su generosidad heroica por los propios labios de Jesús: “Yo soy el frío que sientes,
soy Yo para no dejarte ir sola, si Yo te dejase, te morirías” (21-11-1938)
Alejandrina, en una carta dictada en el período de estas exigencias de Jesús,
confiesa con candor: “Mis sufrimientos continúan a ser cada vez más, pero no
temo, porque mi querido Jesús sufre conmigo, antes por el contrario, me siento
alegre y satisfecha pues al aumentar mis sufrimientos, puedo acudir mejor hasta
los pobres pecadores y desagraviar a Nuestro Señor” (20-12-1934)
Reconocida con la Madre del Cielo, a quien atribuye la gracia del amor que la
abrasa y le da fuerzas para saber resistir a tantos dolores en una carta a fines de
mayo de 1938, le escribe: “Quiero ser una pajita en vuestras manos benditas,
quiero ser el grano en el molino, quiero ser un racimo exprimido. Sufrir y amar, mi
Madrecita, es mi aspiración: ser nada, pura nada”.
La víctima está lista: Alejandrina, como Jesús, ofrecerá al Padre Celeste oraciones
y súplicas (13), al darse totalmente en cuerpo y en alma para rescatar al mundo.
La caridad que la abrasaba la elevó desde el grado de conformidad hasta la unión
transformante, en que el alma será toda deiforme.
La Comunión Eucarística, tiende a esto en quien la vive eucarísticamente como
Alejandrina y ve florecer dentro de sí esta gracia, de modo que se desarrolla en
ella según dones excepcionales (gracias “gratis datae”) para la misión desarrollada
en la Iglesia.
Comprendiendo esta última gracia Alejandrina entrará consigo misma en un
pensamiento que la atormentará hasta la muerte: “Es en este momento que me
siento acariciada por Nuestro Señor... ¡Qué unión tan íntima! ¡Qué fuerza que me
abrazaba tanto! ¡Qué paz sentía en mi alma! ¿Sabe qué me hizo recordar? ¡Qué
loca he sido al no haber amado siempre mucho a Nuestro Señor y que locos son
aquellos que no lo aman!” (Carta de 3-1-1935)
Presentes y promesas a la esposa fiel
Los caminos de Dios son inmensos para nosotros, ocultos en el misterio. Es tal
vez la prueba más dolorosa de la vida: caminar para lo desconocido, es por eso
que la Providencia pone en nosotros la esperanza como sustento de nuestra vida;
por eso es que Jesús nos hace sus promesas y con ellas no se cansa de
mostrarnos el Cielo, objeto de la virtud de la esperanza.
Cuando el alma le es más fiel, tanto más son cautivantes y frecuentes sus
promesas de premios y de privilegios y tanto más próximo nos muestra el Cielo,
aunque, para ejercitarla y perfeccionarla en la fe –fundamento de salvación- le
reserve aquellas dolorosas pruebas divinas, llenas de tinieblas y de dudas y que
nos describen los místicos; de este modo, aumenta el mérito y se vuelve fecunda
su misión.
De las maravillosas gracias personales con que el Señor la enriqueció, Alejandrina
habla a su Director en los siguientes términos: “Jesús me dice que mi
peregrinación en la tierra no será larga, pero que me esperan grandes cosas” (279-1934), “... me está modelando y preparando para cosas más sublimes” (11-101934), “... quiere continuar en mí Su obra, no quiere parar aquí, quiere seguir
hasta el aniquilamiento” (1-11-1934)
Con sencillez trepidante, pregunta a quien guía su alma: “¿Qué aniquilamiento
será ése? le pregunto, porque Jesús me dice que le diga todo” (1-11-1934) En otro
momento, Alejandrina revela las tareas que su Esposo le confía: “¡Qué sublime
misión escogí para ti!” (21-11-1938)
“Te escogí también para la felicidad de muchas almas” (4-10-1934) “escribe que
Yo quiero que se predique la devoción a los sagrarios; quiero que se encienda en
las almas la devoción para con estas prisiones de amor; no me quedé aquí
solamente por amor de aquellos que Me aman, sino para todos; en todo el trabajo
Me pueden consolar; que sea bien predicada y bien propagada la devoción a los
sagrarios porque son tantos aquellos que entrando en las iglesias ni siquiera me
saludan y no se detienen un momento para adorarme” (1-11-1934)
“Yo quiero muchos guardias fieles, postrados delante de los sagrarios, para
impedir tantos crímenes” (1-11-1934)
¡Qué abundante cosecha para los que ayudan al Señor en la salvación de la
humanidad! Jesús le promete a Alejandrina: “Por medio de ti, muchos serán
salvados, muchos, muchos pecadores; no por tus méritos, sino por Mí que procuro
todos los medios para salvarlos” (20-12-1934)
En la dura cruz estarán las promesas reales que sustentarán siempre el alma
generosa de quien dio todo a Jesús.
Alejandrina, por obediencia y con cierta admiración en su espíritu, escribe al
Director: “Jesús me dice que mis sufrimientos y mi reparación son perlas preciosas
que irán a concluir mi corona en el Cielo, pero que solamente sería terminada
cuando terminase mi vida en la tierra, me dice también que me querría en el Cielo,
pero necesita de mí en la tierra” (3-1-1935) que cada vez que me ofrezca a los
sagrarios, me serán aumentados muchos grados de gloria en el Cielo y cuando yo
le pido el aumento de Su divino amor, es embellecida, de día a día, mi corona en
el Cielo, y que Él mismo es quien me la prepara” (14-9-1934), “... que si yo supiera
la gloria que me fue preparada en el Cielo, moriría de admiración”.
“Tu corona es más rica que todas las perlas preciosas del mundo, está adornada
con tus sufrimientos y con las almas de los pecadores que salvaste, está
preparado un lugar muy alto para ti” (20-12-1934)
Pero el Cielo más bello, la promesa más querida, la misión más ambicionada por
estas almas sedientas de amor, de sufrimientos, de almas, es la certeza que el
Señor les da, después de pedirlo con ansias indecibles: poder continuar también
allá su trabajo de salvación y de bien.
Es imposible explicar cuanto había alcanzado Alejandrina del Corazón de su
Amado, con su heroísmo de inmolación.
Recojamos una parte mínima de estos poderes que Jesús le transmitió: “Sobre
aquellos que te son queridos y sobre cuantos invoquen tu auxilio, dejaré que tú
mandes una lluvia de piedras preciosas, Yo te daré todo lo que me pidas... Aquello
que serás en el Cielo, cerca de Mí, Yo lo sé, y a su tiempo, también tú lo verás”
(21-11-1938)
“Hija mía, ángel bello, perla esplendorosa, estrella fulgurante que haces brillar toda
la corona de tu Esposo, dile a tu Director que Yo quiero que él conozca bien el
amor con que tú me amas, para hacerlo conocer al mundo, porque es de mucha
gloria para mí y provecho para las almas” (14-3-1938)
“Él (Jesús) me dice que soy un canal por donde han de pasar las gracias que he
de distribuir a las almas y por el cual han de ir las almas hasta Él” (4-10-1934)
Notas
(1) Santa Ángela de Foligno pide una señal segura de la presencia del Espíritu
Santo dentro de ella: “Yo te daré una señal inequívoca, serás iluminada y
encendida; reza y siempre arderás de amor” (Cap. 29. S. Lorenzo Justiniano.
Dsc. Manst., cap. 8).
(2) Otro modo con que el alma conoce que Dios está en su interior, está en el
abrazo que Dios da; Dios abraza el alma con un amor indecible, mayor que
aquel que jamás se puede pensar: de una madre que abraza al hijo o persona
de este mundo que abraza a otra persona y Él la estrecha hacia Sí con tanto
dolor y amor, que ninguna persona del mundo puede imaginar, si no lo ha
experimentado... “Lleva consigo tanto fuego, para que el alma arda toda en
Cristo” (Santa Ángela de Foligno)
(3) Benito XIV, una obra sobre la Canonización de los Siervos de Dios, indica
el amor santo de Dios como criterio fundamental del verdadero místico.
(4) Dionisio Cartusano (De discr. Spirit., a. 18) dice: “Cuando el alma se
purificó, arde de tal modo en el fuego de la Caridad que brilla con el esplendor
de sus virtudes: Dios se complace tanto en ella que la trata familiarmente,
como esposa dilecta, la abraza, la acaricia, la incendia y le comunica sus
bienes”.
(5) Cfr. S. Juan de la Cruz “Llama viva de amor”, estrofa 2ª verso 6º ; S.
Bernardo “serao 7 no. 2; S. Teresa “Vida” cap. 21.
(6) Cfr. P. Gracián: Itiner. Cap. 9, I
(7) Cfr. Santa Catalina de Génova, “Diálogo” II, II.
(8) Oseas, II 14: “Conduciréis el alma a la soledad y él le hablará al corazón”.
(9) Cfr. S. Teresa, “Fundaciones”, Cap. 5, 6: “Cuando hay apego a las dulzuras
divinas, se dejan de mala voluntad cuando la voluntad de Dios nos llama a otra
cosa, pero quien no sabe dejar a Dios por Dios, será por él apartado. (B.
Susao, “Sabiduría Eterna, cap.3). S. Bernardo, in Cant., Sermón 9, no. 8: “Noli
nimis insistere osculo contemplationis, quia meliora sunt ubera praedicationis.
(10) Con cierta frecuencia, pero especialmente en los éxtasis, Alejandrina, con
palabras y música verdaderamente celestiales, cantaba a la onda de amor que
la abrasaba.
(11) Pío XII a los Profesores Católicos, 1955.
(12) De un pequeño billete salvado del fuego.
(13) Heb. V, 7.
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