Capítulo 4 Yo soy el artista divino (6-4-1945) La Santa Misa en el humilde cuartito. Ya hacía algún tiempo que Alejandrina soñaba con los ojos abiertos tener la Santa Misa en su humilde cuartito, le parecía una cosa tan grande y tan difícil de obtener, que nunca se atrevió a decírselo a nadie; pero en 1933, antes de conocer personalmente a su Director y sabiendo que él iría a Balasar a una predicación, manifestó a Deolinda su vivo deseo. Decidieron hacerle esa pregunta al buen Religioso pero, en el momento, por timidez y para evitarle estar en ayuno no le hablaron del asunto. Fue el Padre quien le preguntó a Alejandrina en una carta en octubre, si le gustaría asistir a la Santa Misa. La respuesta no tardó, pero de una forma muy delicada: "Si es cosa que se pueda alcanzar, sería para mí una alegría que no puedo explicar, aunque me cuesta mucho aceptar el gran sacrificio que vuestra reverencia tendría que hacer para estar en ayuno, con las madrugadas tan rigurosas..." El 2 de noviembre, tuvo la grande gracia de la Santa Misa en su humilde cuartito, Este bien no duró siempre, por el contrario... Y fue precisamente una de las privaciones con las que la Providencia quiso probarla y que mucho la hizo sufrir, cuando la obtiene nuevamente, aunque con intervalos, no le dio más aquella alegría sensible de los primeros tiempos: deseada en ansias torturantes, asistirá a ella cuando pasaba las más espesas y profundas pruebas del espíritu. Aquella primera Misa señalará un punto doloroso de su ascenso espiritual, sin saber el futuro que la aguarda y al que se entrega generosamente, así comenta aquel gran privilegio: "El Señor comenzó desde aquel día a aumentar sus ternuras, para aumentar al mismo tiempo el peso de mi cruz, sea bendita la gracia que por su bondad, nunca me faltó". De hecho fue desde entonces que el Señor la probó con la pérdida de sus bienes materiales y con nuevos dolores de espíritu. ¿Qué habría hecho ella sin la lección de la Misa? Fue precisamente sobre el altar de la Víctima augusta que se insertó y floreció esta nueva inmolación del Calvario de Balasar. El camino del encuentro con el Amor Eterno En el libro de los Proverbios hay una bella amonestación de la Sabiduría que, construida la casa de las siete columnas, trae el vino, adorna la mesa y convida para su banquete a los niños inexpertos para así liberarlos de su infantilidad y hacerlos crecer en la rectitud (Prov. 9,16) Para el cristiano la Sabiduría que convida para el banquete es Jesucristo y su banquete es la Eucaristía: "mediante este Sacramento, se aumenta la gracia y se perfecciona la vida espiritual, con el fin de que el hombre exista perfecto en sí mismo por medio de la unión con Dios” (S. Tomás, III, q. 79. A. I) Todo está ordenado para esta vida eucarística, en la cual se desarrolla y florece la gracia bautismal. Todos aquellos que viven en la caridad procuran este reposo en el corazón de Dios; según su condición espiritual unos se aplican a evitar el pecado y a purificarse, otros se aplican a crecer en las virtudes; en los primeros, la verdad debe ser alimentada y protegida de modo que no quede perdida; en los segundos tienen necesidad de ser revigorizada, de modo que siempre con la mayor paciencia y coraje se cumplan los deberes diarios. La caridad perfecta es aquella que principalmente se aplica a la unión con Dios en una grande y vibrante quietud del corazón, pues todo en Él es júbilo (S. Tomás II, II, q 24. A9) Jesús como Pastor, llama a las almas al recogimiento, para apacentarlas con las palabras vivas que proceden de boca del Padre; Jesús como Piedra Angular del templo vivo de Dios une y unifica todas las piedras (que somos nosotros) "nos coedifica como habitación de Dios en el Espíritu Santo"; Jesús cual Esposo de las almas, nos incorpora íntimamente a Sí, como están los sarmientos a la vid, convirtiéndonos en miembros vivos, en los cuales Él mismo vive y actúa. El encuentro de Jesús con el alma, por este trabajo íntimo, se realiza en la oración y se vuelve tanto más purificador, iluminador y edificante cuanto más perfecta es la oración. En un primer momento, que puede ser más o menos largo, el alma actúa para encontrarse con su Dios, después, si ella es fiel, el propio Dios la reviste de su luz y la sumerge en la contemplación. En un primer período tenemos el alma ascética, en el segundo, el alma mística. Repasando las notas biográficas de Alejandrina, verificamos como a los 9 años, cuando se levantaba de mañana para los trabajos campestres y se encontraba sola, se paraba a contemplar la naturaleza, veía surgir la aurora, nacer el sol, el canto de los pajaritos, el murmullo de las aguas... confiesa que entraba entonces en sí misma en una contemplación profunda, al punto de olvidar que vivía en este mundo y retomando el paso, le quedaba este pensamiento: "¡El poder de Dios!". En la playa se embebía en su contemplación delante de la inmensidad del océano, en la noche, observando el cielo y las estrellas, tenía la sensación de esconderse mejor para admirar las bellezas del Creador. Muchas veces en su cuartito, se fijaba en el cielo, escuchaba el distante murmullo del río Este y se perdía en el abismo de la grandeza divina. El 6 de septiembre de 1944, recordando estos hechos al Director Salesiano, le dirá: "El canto, la naturaleza, el mar, me obligaban a entrar en mí, a salir de mí". Cerca de los doce años, además de las oraciones vocales gustaba de hacer meditación sobre la Eucaristía y sobre Nuestra Señora; cuando no lo conseguía de día, lo hacía de noche, a la luz de una vela y escondida de todos. Podemos así explicar cómo, junto a la introspección y a la observación, se le ha dado lengua y corazón a tantas criaturas, para que alaben al Señor. Así ya no nos maravillamos, cuando de improviso la veíamos incendiarse y arder en aquel calor interior que la propia alejandrina no sabía explicar, era Jesús que la quemaba con el Espíritu Santo, que es fuego: primero, como fuego que entusiasma, convida; después como fuego que eleva, que diviniza. (1) El esposo a la puerta El primer encuentro de Dios con el alma es sentido por ella como un abrazo secreto, un beso mudo; es así como el alma entra en el campo místico bajo la acción e iluminación de Jesús, el Maestro. Este encuentro, preparado por poderosas y ardientes llamas de amor, obra en el cuerpo humano con efectos dolorosos porque aún no sabe soportar lo divino. Alejandrina, en una carta a su Director, dice el 22-6-1934: "Sin haber tenido ninguna caída, el buen Jesús hizo que mis costillas se dislocasen, el médico me dice que así las encontró. Señor Padre, yo no puedo comprender y le pido por el amor de Dios que me explique si todas las contrariedades vienen del Señor o si pueden venir del demonio; últimamente, suceden cosas que parecen obra del demonio.". El 14-1-1935, escribe: "Sentía en mí una fuerza que me abrazaba tanto, que me parecía iba a doblar mis huesos". En otra carta del 10-1-1935 explica el peso enorme, como si fuese un mundo, que sentía especialmente sobre el corazón. "El día 3, hacia las 21 horas, después de la visita al Santísimo, -que no pude hacer de día, por causa de los muchos dolores y de un grande malestar y que no había hecho, porque sentía mucho, mucho sueño- percibí de repente aquello que siento generalmente cuando Nuestro Señor va a hablarme y esta noche afloró en mi mente la comparación que acostumbro usar para explicarme: tengo la impresión de que una onda de mar viene sobre mí, me incliné hacia el lado izquierdo y súbitamente me habló Nuestro Señor". Algunas veces, aun antes de que me hable, siento como fuertes abrazos, otras veces siento los abrazos al final; viene de repente un calor tan grande, que no sé explicar. ¡A veces me siento tan acariciada por Nuestro Señor! y no sé como corresponder a tantos beneficios" (1-11-1934) "Comencé a sentir los efectos de Nuestro Señor aún antes de que hablase: un gran calor, una fuerza que me abrazaba tanto que parecía arrancarme del mundo. sentía la impresión que se tiene cuando se reciben caricias y me parecía ser besada" (20-12-1934) (2) Acción poderosa del Artista Divino que despedaza para dilatar, quema para purificar, como el médico que cauteriza con fuego para sanar, pero que al mismo tiempo prende a las almas con cadenas que no se quebrarán jamás. Alejandrina así lo explica: "Qué felices momentos, qué unión tan grande, qué fuerza me constriñe (3), en cuanto al calor me daba la impresión de que lenguas de fuego me atravesasen toda" (15-10-1934) Jesús en su morada (4) San Basilio (Adv. Eunom., I, 5) después de haber representado al alma como un hierro ardiente, incandescente, representa al Verbo Unigénito de Dios como Divino Escultor que reproduce en ella su imagen divina. “Es el esposo que quiere vivir y actuar en el alma redimida, coedificándola como habitación del Espíritu Santo”. Alejandrina, consciente de que alguna cosa grave acontecía en ella y confundida por tanta generosidad divina, preguntaba a Jesús porque se rebajaba tanto ante ella, tan pecadora. Jesús le respondía: "No hago así solamente a las almas santas, me comunico también a las almas pecadoras como tú, para infundirles confianza en Mí; también ellas pueden amar al Señor y ser santas, si no lo hicieran así, caerían en la desesperación". Al comunicar estas palabras a su director, le explica con una sencillez infantil: "Yo prestaba mucha atención para saber como debería después escribirle a usted, porque mi cabeza no sirve tan bien, pero Nuestro Señor me dice que el Espíritu Santo vendría a mí y me inspiraría el modo de explicar las cosas" (14-9-1934) desorientada por la dignidad que tiene Nuestro Señor con ella, escribe el 27-91934: "¿Quiere saber como me dice Nuestro Señor algunas veces, cuando comienza a hablarme? "Hija mía, mi querida hija, mi amada, mi esposa, mi predilecta, tenme mucho dentro de tu alma". Poco tiempo después, abstracta y fría, oye que le dice Jesús: "¿Quieres ver cómo te abrazo?" "Comencé a sentir una unión tan grande y un calor y una fuerza que parecía despedazarme, y mi Jesús me dice: "¡Cómo nos amamos! ¡Qué unión tan santa es la nuestra!" (11-10-1934) Finalmente, de un modo más claro, Nuestro Señor le explica el fin de aquella acción suya en ella: "Hija mía, estoy siempre contigo; si supieses cuanto te amo, morirías de alegría, te estoy preparando para realizar mis designios en ti" (26-101934) "El corazón me latía con tanta fuerza y me parecía que lo retocaban" (6-5-1935) Y Jesús le explicará más tarde " Soy Yo quien te embelesa" Alejandrina, confundida, un día reacciona y Jesús le responde: "¿Qué te importa a ti? Te escogí así, debajo de tu miseria y de tus faltas Yo escondo mi grandeza, mi omnipotencia, los rayos de mi gloria..." Y Jesús hace un contrato con ella: "Consuélame, ámame y Yo te consolaré en todas tus aflicciones y necesidades" (1-11-1934) Este intercambio de intereses, propio de la amistad, llegará a una fusión sublime de la criatura en la vida divina del Esposo celeste y Alejandrina nos lo dice en varias cartas: "Estoy contigo, hija mía... y cuando te sientas fría, soy yo que hago penetrar más en ti mi amor" (15-10-1934) "Dame tu corazón para colocarlo en el mío, a fin de que no haya otro amor sino el mío y le des mis cosas" (5-10-1934) "Establecí en ti mi morada, eres un sagrario construido no por manos de hombres, sino divinas... habito en ti como si sólo tú existieses en el mundo y sólo te tuviese a ti para beneficiarte" (1-11-1934) (5) Y finalmente, el 14-1-1935, Jesús le dice: "Eres toda mía y Yo soy todo tuyo". Esta morada, preparada por manos divinas, se convirtió según la definición del Señor, en "un trono adornado de Jesús, el Esposo con la Santísima Trinidad: como el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo" (25-11-1934) Morada que, más tarde, Jesús definirá con nombres de una belleza nunca pensada, como el de "Tabernáculo divino". Tabernáculo interior, en el que Alejandrina se refugiará y para el cual se sentirá atraída por una fuerza que no sabe definir. Encontramos en el reverso de una estampa, un pensamiento: "No sé lo que oigo, no sé que fuerza irresistible me invita a vivir en intimidad, en unión con la Trinidad Divina. ¡Cómo me siento feliz en esta vida de intimidad con Dios!" A su Director, le escribe el 3 y el 27-1-1935: "Tengo la impresión de que una fuerza me dobla sobre mi pecho y que mi rostro se une al corazón" (6) En 1938, el 14 de marzo, el Artista divino le muestra su alma que se ha convertido en morada de Dios y Alejandrina exclama: "Estaba toda iluminada, y aún a gran distancia era toda luz". Son estas las maravillas del Amor cuando se apodera de una pobre criatura. (7) Tal es la profundidad de la expresión de San Pedro: En la comunión de la naturaleza divina se ve el fruto más bello de redención. (II y I, 4) La gracia purifica en nosotros la imagen de Dios de toda la fealdad del pecado y la vuelve clara y luminosa. Jesús maestro Alejandrina hace un día esta declaración: "¡He tenido un buen Maestro!. ¡Eres Tú, el primero, mi Jesús, el que me enseñaste desde pequeñina!" (4-10-1938) Y Jesús le confirmaba en otra ocasión: "Tú has vivido siempre tu vida en mis manos benditas y en la tuya y mía Madre del Cielo, te hemos acompañado siempre por los caminos duros y difíciles que has vencido y no has caído porque te hemos sostenido, también ahora no caes, continuamos sosteniéndote" (25-91938) La Providencia de Dios, que acompaña y gobierna a sus criaturas en las cosas del cuerpo, debe seguirlas con mucha mayor atención en las cosas del espíritu; cuando un alma consigue recorrer aquellos caminos desconocidos para el hombre y que más lo acercan en la misteriosa intimidad con el Infinito, entonces es mucho más necesaria por parte de Dios una asistencia y un cuidado amoroso y especialísimo. Es esto mismo lo que Alejandrina nos revela, entrando en el camino de la contemplación mística, donde Dios interviene cual Artista, a formar en ella un templo vivo, una esposa de elección, llamada a una misión social de graves exigencias. En 1934, poco después de la invitación que la preocupó y la dejó con el temor de andar equivocada ("Dame tus manos... Dame tus pies, etc.") Jesús se ofrece como Maestro asiduo, frecuente, habitual (27-9-1934): "Yo seré tu Maestro y Director" "Abandónate en mis brazos, Yo escogeré para ti los caminos". Algunos meses después le recuerda de un modo perentorio: "Yo soy tu Maestro, feliz de ti, si aprendieras bien mis lecciones y las pusieras en práctica", con este fin le reafirma: "Yo establecí en ti mi morada" (1-11-1934) Sin embargo, el Maestro Divino entra en este trabajo sin sustituir a aquellos que por su voluntad, fueron invitados a dirigir las almas; de este modo, confirmará un día la elección del sacerdote que apareció en la cabecera de la enferma y Alejandrina le dice: "Me diste al Padre, fuiste tú, mi Jesús, yo bien lo sé. Gracias, no fui yo a buscarlo, tú me lo enviaste" (4-10-1938) Súbitamente, la primera vez que el Señor se ofrece para ser su maestro le dice: "El Padre será tu Director de lejos, antes que a Mí, vas a obedecerlo a él" (27-91934) Coherente y fiel a esta norma, no se cansará de repetir en todos los acontecimientos: "Escribe todo al Padre, dilo al Padre, avisa al Padre". Tremenda y delicada misión la del sacerdote católico, doloroso y lleno de exigencias es el deber hacia el alma dirigida, para darle seguridad y paz indefinible. ¡Olvida el mundo! La primera lección que Jesús-Maestro le da a Alejandrina es la de olvidar el mundo y darse toda a Él (27-9-1934): De morir para el mundo y que el mundo muera para ella, porque Jesús es el mundo para el que debe vivir, en quien debe pensar, al que debe amar e imitar; un mundo en el que se encuentran todos los tesoros. (4-10-1934) El motivo de esta enseñanza es el alma, por medio de esta unión, "vive en el mundo pero ya no es del mundo" (26-10-1934). Es por eso que "en el mundo no debe haber si no aquello que es necesidad" (26-10-1935) El Maestro concretiza sus exigencias en el siguiente consejo: "Ama la soledad", es así como el alma puede escuchar la voz de su Dios, (8) así se comienza todo el ascenso espiritual. Y en cuanto a esto le dice: "Hija mía, yo quiero que tú seas mía: Toda mía y que sólo vivas para Mí y me ames sólo a Mí” (9-12-1934), exigencia que sabe conciliar esta dulce contemplación y gozo de intimidad divina con las indispensables convivencias y exigencias sociales. De hecho, Alejandrina cuenta lo que sucedió la Navidad de 1934: "Nuestro Señor me recomendó que no me distrajese durante el día con las visitas, por muchas que fuesen. Y en verdad, en la visita al Santísimo Sacramento (hacía muchas durante el día, desde su lecho) estaba tan unida a Jesús, que me parecía que ninguno me pudiese distraer... dejaba hablar a todos, pero mi pensamiento estaba con Jesús en el Sagrario". El consejo de Jesús, que enseña el pensamiento del Evangelio sobre el máximo mandamiento y el de San Pablo, según el cual la caridad es superior a todo, es cuanto hay de más oportuno para evitar una piedad egoísta y falsa y esto aún con mayor razón en el caso de Alejandrina que estando enferma, habría podido heredar el egoísmo instintivo de los enfermos. (9) ¡Cómo son admirables los caminos de Dios! El Señor escogió una frágil criatura, martirizada por el dolor, para hacer de ella un instrumento de alivio para muchos bastante más débiles, que encuentran en el dolor un obstáculo para ir hasta Él y que tal vez maldigan las cruces de la vida. Lo que vimos desarrollarse alrededor del lecho de Alejandrina, nos llevó a concluir que ella tenía de Dios una misión especial: Mostrar en los dolores de la vida el camino de la verdadera vida con el consuelo de la esperanza divina y lo consiguió plenamente por su docilidad al Maestro Divino, de quién esperó humildemente la inspiración, la fuerza, todo. Un día, cuando estaba sola -escribió Alejandrina- ocupada con Nuestro Señor, entró una persona y Jesús me dice: ”Ve con ella, para que no se den cuenta, pero no te distraigas, te distraes conmigo, que estoy contigo para consolarte”. Algunos años después, estas visitas se centuplicaron, pero no por eso Alejandrina perderá nunca la "unión continua" con su Jesús, ni le pesará nunca el dedicarse a las almas, hasta agotarse de una forma inverosímil. Es un camino recorrido sobre el que escribía unos años antes: "Al recibir alguna visita que me distraía un poco, quedaba pensativa y triste por no haberme acordado de Nuestro Señor durante aquel tiempo". Sin querer, nos revela el secreto que la llevó tan alto en esta unión: su pesar sincero de estar desligada de Dios aunque "por poco tiempo". Exigencias divinas La soledad externa no siempre es verdadera soledad, no es toda la soledad. Jesús le había dicho que viviese sólo para Él y exigía con eso el desapego de todas las criaturas y un aniquilamiento interno, esto es, un trabajo a profundidad. Esta doble colaboración -de Dios y de la criatura- se desarrollará durante varios años, hasta la muerte; evidentemente no se puede anticipar la descripción de aquella cantidad de invenciones divinas que lograron la transformación completa de esta alma de elección, sería vano intentarlo y más difícil comprenderlo, será mejor entenderlo a través de la narración cronológica de los hechos. Agregamos aquí solamente los principios básicos que apoyaron todo el edificio del Artista y Maestro y que surgirán también en la correspondencia de Alejandrina, como es la Gracia de su Santificador (25-11-1934) en la cual "sentirá tantas veces en sí los efectos sin oír su voz". (25-11-1934) El Señor, para elevarla, la obliga a cavar en la profundidad en su ser y a estar consciente de su nulidad, solamente sobre este vaciarse de ella misma puede Él levantar con seguridad el edificio de sus maravillas. "Jesús me dice -escribe Alejandrina- que no me atribuya nada de esto (las comunicaciones celestes) porque yo no soy sino polvo y no tengo nada que no haya sido dado por Él, que escoge los débiles para convertirlos en fuertes, y es bajo mis faltas como Él esconde Su poder, Su amor y Su gloria" (27-9-1934) En las palabras de Jesús se ven dos cosas: la convence de que Él es todo y que ella sola nada puede, incluso la culpa, de este modo, pretende llenar el alma de Alejandrina de una profunda reverencia para con Él y de un vivo reconocimiento de su propia bajeza. Hecho esto, en un coloquio de algunos días después, le impone: "Yo quiero que tú vivas sólo para Mí, que me procures sólo a Mí" (1-11-1934), con el fin de que ella se ejercite en el santo temor de Dios con la fuga diligente pero filial de la culpa. Reverencia y temor de Dios que según Santo Tomás (II. II. Q. 161, a. 6) son los principios de la raíz de la humildad, tanto como virtud moral, esto es, freno de tendencias inmoderadas, pero también como norma de su práctica; la primera cosa que le ordena en este sentido es la reserva para esconder los inefables secretos del Rey: "Qué nadie sepa de mi intimidad contigo" (11-1-1935); excluido, bien entendido, a su Director. Es un aspecto importante de la verdadera humildad que el enemigo no sabe imitar y que le da seguridad al alma y es una de las señales más ciertas del origen divino de las comunicaciones con las que el Señor la favorece. Otra insistencia de Jesús para acentuar esta exigencia de humildad nos revela otro aspecto de la verdadera virtud: el humilde debe ser además de prudente en manifestarse, también sumamente confiado en el auxilio divino del cual debe esperar todo, el Señor le dice: "Estoy contigo en medio de tu frialdad, estoy probándote, así aumento en ti mi amor más que si fueses incendiada, es en tu hielo que Yo satisfago las llamas de mi amor infinito. No te aflijas, ten confianza". Al seguir las palabras de su Predilecto y no comprendiendo como Él puede satisfacer las llamas de su Amor en el hielo, Alejandrina le pide a su Director una explicación, con miedo de comprender mal las exigencias de Jesús (28-11-1934) Ella ignoraba que la fuerza de Dios completa su obra en la debilidad (II Cor. 12,9), para que se manifieste mejor y aparezca mayor su poder. Dios quiere hombres humildes que reconozcan su flaqueza y no confíen en sus fuerzas. A esto iban las pacientes lecciones del Maestro: que la alumna llegue a gloriarse de su debilidad, de modo que habite en ella el poder de Cristo, convencida de que, cuando es débil, sólo entonces será fuerte. Este trabajo exigirá un largo tirocinio, pero Jesús la acompaña vigilante, bondadoso pero sin embargo, intransigente. De hecho, ante el silencio de algunos días por parte de Aquel que era ahora el Amado de su alma, Alejandrina teme tal vez alguna infidelidad de su parte y, cuando aparece el Señor después de aquel aparente alejamiento y le dice: "Hija mía, mi querida hija, mi amada, no te entristezcas por Mí, soy Yo quien hago penetrar en ti mi Amor. Fue una buena preparación, he estado probándote para ver tu confianza, amarme en las dulzuras y en las caricias no cuesta; fingí abandonarte, dejarte navegar sola, sin que te sintieses en los brazos de tu Esposo, para ver hasta donde llegarías, pero no te abandono". Después la reprenderá así: "Ve a mis Sagrarios a postrarte delante de mí, a pedirme perdón por tu desánimo y por tu desconfianza". (15-10-34) Otro día, en que Alejandrina había llorado mucho por la duda atroz de haber sido engañada y en que el demonio se esforzaba por afligirla, Jesús la reprende: "¿Es así como consuelas a tu Jesús? ¿Es así como pones en Mí tu confianza, como afirmas tantas veces?” (26-10-1934) En otro coloquio, la instruye de como debe ser su abandono hacia Él: “Valor, hija mía, cuesta mucho ser tratada así, bien lo sé, pero eso que cuesta, es lo que más consuela a tu Jesús; mi corazón se violenta al verte sufrir así, te quiero en mis santísimos brazos con la misma sencillez de una criatura en los brazos de su madre, quiero quitar todas las sombras que puedas tener, te quiero más brillante que los ángeles, sí, porque los ángeles son brillantes por naturaleza y tú lo eres porque te conservaste, porque permites a Jesús trabajar en ti libremente y enriquecerte con las más bellas virtudes. (17-10-1934) Otra insistencia de Jesús –manifestada en frases como esta: "Yo soy tu Consolador" (1-11-1934) "¿Qué temes tú, si Yo soy el Maestro de Maestros, el Director de los directores?" (20-12-1934) - exige de Alejandrina la práctica de una renuncia absoluta, total, aún de lo que parecería tal vez legítimo y tan humano pero que podría muchas veces esconder o alimentar una forma de orgullo sutilísimo: esto es, la búsqueda arbitraria de amparo, de consuelo, de luces. Jesús no consiente nada de esto de aquellos que escogió para altas metas. De hecho, en un coloquio del 8-11-1934, Jesús le dice claramente: "Hija mía, el amor de mi amor, Yo estaba contigo, no te abandoné: He estado observando el camino que tú seguías sin la voz de tu Jesús, pero aún no estoy satisfecho, quiero más". El aviso de Jesús no era hecho en vano, Alejandrina anima un día a su corazón a abrirse a Jesús, a apoyarse solamente en Él: "¿Corazón mío, a quien amas sino a tu Jesús?" "Es la riqueza del Cielo, es el Amor de los sagrarios, el Alimento de las almas hambrientas de Su amor, es el Pastor compadecido de las ovejitas extraviadas..." En otro momento de desaliento anima así a su alma: "Alma mía afligida, confía, que eres afortunada: Jesús habita en ti. ¿No lo sientes? Poco importa, ven conmigo a su encuentro. ¡Es en la soledad, en este silencio tan profundo, que el amantísimo Jesús reposa, que se consuela, que se deleita!" (sin fecha) Desconfianza completa de sí misma, confianza absoluta en Dios y sólo en Él, es el resultado obtenido por Jesús en su discípula. Esto es: amor por Dios, desprecio por sí misma, como San Agustín pedía en su oración: “Que te conozca, Señor, para amarte: que yo me conozca, para despreciarme”. Estudios posteriores sobre la humildad de Alejandrina, sobre su consecuente confianza en el Señor, descubrirán la grandeza de las virtudes operadas en ella por la gracia pero ya en la lectura de estas páginas se recogerán innumerables pruebas. “Ve para mi escuela: los sagrarios”. Toda la ciencia tiene su escuela, Los sagrarios serán la escuela de Alejandrina, la escuela debe tener como objetivo la vida, esto es, la misión que toda criatura debe cumplir en este mundo; la misión de Alejandrina quedó diseñada claramente en su primera juventud. Sagrarios y almas. Y Jesús vendrá a confirmar su vocación: "La misión que te confié, son mis sagrarios y los pecadores, Yo te elevé a tan alto grado ¡Es mi amor!" (20-12-1934) Los sagrarios, sede de su escuela, se convierten en su vida, como la escuela se vuelve vida para aquel que es llamado a enseñar a otros, a muchas generaciones: aquello que era lugar de aprendizaje, se vuelve cátedra de enseñanza. Las almas, a las que Alejandrina se había volteado, como por instinto, en los primeros años de su inmovilidad, toman de ahora en adelante un nombre: los pecadores. Pero la escuela tiene un Maestro y sus lecciones serán tanto más eficaces cuanto más transmiten ejemplos, de preferencia a las palabras. Ha sido siempre este el mejor método. Jesús lo usó desde el principio: "Te doy el ejemplo, así como Yo hago, así hazlo tú también". Los escritos de Alejandrina no siempre explican bien este punto y es bueno esclarecerlos para que se comprendan bien. "Como Magdalena, escogiste la mejor parte: ¡Amar mi Corazón! Amarme crucificado es bueno, pero amarme en mis sagrarios, en donde me puedes contemplar, no con los ojos del cuerpo, pero sí con los ojos del alma y del espíritu, en donde estoy en Cuerpo, Alma y Divinidad como en el Cielo, escogiste lo que es más sublime" (8-11-1934) "Ve para mi escuela -le dice Jesús- aprende con tu Jesús a amar el silencio, la humildad, la obediencia y el abandono" (15-10-1934) "¡Contempla hoy mucho mis sagrarios! Fíjate lo que Yo hago, es lo que Yo quiero que tu hagas”. (14-1-1935) “Ama la soledad, ve para mis sagrarios, es allá donde aprendes, es allá donde la soledad es más practicada por años y siglos" (9-12-1934) Si Alejandrina desde hace años, -diremos que por una disposición secreta- se sentía atraída para este lugar, su presencia se convierte ahora para ella en una necesidad. En cierta ocasión habla así al Señor: “Habla, mi Jesús, habla que tu hijita te escucha... Siento ansias de ser instruida en Tu escuela". Y Jesús le responde, iluminándola sobre el concepto expresado por nosotros: los sagrarios serán su misión en la tierra... Son estas las palabras de su Predilecto: "Yo ansío que aprendas todas mis lecciones, tengo mucho que enseñarte y tú mucho que aprender, para que por ti vengan muchos a aprender las misma lecciones, pisen las mismas pisadas y sigan tus caminos" (1-11-1934) De algunas notas sin fecha, aprendemos su ardor en mantenerse unida al Divino Prisionero: "Quisiera esta contigo, oh Jesús, día y noche y a toda hora, pero ahora no puedo ir, bien lo sabes... estoy atada de manos y pies, pero más atada quisiera estar, unida a ti en los sagrarios, y no ausentarme un solo momento". Aun cuando está presa en su lecho y no puede peregrinar hasta el centro de sus únicas aspiraciones, se vuelve genial y no falta a lo que le ordenó su Jesús: "Tú conoces mis deseos, que son estar en Tu presencia en el Santísimo Sacramento; pero ya que no puedo, te mando mi corazón, mi inteligencia para aprender todas tus lecciones, te mando mis pensamientos para que yo piense solamente en ti, mi Amor, porque te amo sólo a ti, sólo a ti busco, sólo por ti suspiro, solamente Tú, Jesús, en todo y por todo" (sin fecha). Subyugada por esta atracción en su alma infundida por el Amado y que la encadenó de un modo irresistible, amará con predilección todo cuanto se relacionaba con la Eucaristía. Lo que más amaba eran los jueves: "¡Qué bello día es el jueves!” -dejó escrito el 11 de octubre de 1934- ¡Es el día en que el Señor instituyó el Santísimo Sacramento!". Preferirá escribir siempre sus cartas o su diario en ese día, porque, costándole mucho escribir ella o dictarle a Deolinda, así tenía otra forma de probarle a su Jesús Eucarístico toda su pasión por Él. Cuantas veces no le saldrá la pena en este grito de su alma: "Es jueves: es mi día" (20-12-1934) Y Jesús le dirá: "Hoy es tu día, el gran día, tu pasión: día de mi Sacramento, di que me procuren almas que me amen en mi Sacramento de amor, las cuales te sustituirán en tu partida para el Cielo". (24-3-1938) Con el alma embriagada por este ideal eucarístico, reivindica celosamente para sí su preciosa herencia recibida de las manos de Jesús. El 23 de julio de 1938, exclamará: "Me pertenece esta misión: dar almas a Jesús, vivir alerta en la Eucaristía, siempre alerta, alerta con Jesús. ¡Cómo la mariposa para las llamas, como el pastor para el cordero!". Y en 1934 cantará con una música inspirada (10): "Sea mi morada Vivir en la Eucaristía Y vivir en Vuestro Amor Toda mi alegría!" "Ve, son tuyas mis prisiones" Jesús, confiándole los sagrarios, le había dicho: "...Yo te daré aquel amor con que deseo que tú me Ames" (11-10-1934) Alejandrina "quiere amar con este amor puro y, no encontrando en sí y pareciéndole aún ser poco y tan indigna de su Predilecto, lo procura en una fuente, en el Corazón de Aquella que es la Madre del Divino Amor: "¡Madrecita susurra inquieta y obsequiosa- sólo de Ti me puede venir este amor, dámelo!" (237-1938) "Dámelo" sin preámbulos ni ceremonias, con la impertinencia de una confianza ilimitada que quiere hacer brecha, violentamente, sobre un Corazón donde el Amor brotará abundante para dárselo. Después, se anima toda y anima así a su corazón: "Corazón mío, no pares, ve al encuentro de tu Mamita, ve a bañarte en aquel amor puro, ve a perfumarte con los aromas de las más heroicas virtudes, a revestirte, ve a enriquecerte con los tesoros de tu Madre Bendita..." Está segura, así, de entrar con mayor intimidad en los sagrarios y saborear sus divinas lecciones, para que sean su programa de vida. ¿Cómo no pensar en aquel "azogue" de otros tiempos, llena de vivacidad, ardorosa, que no admitía obstáculos, que doblaba las voluntades y las cosas? Espontáneamente nos sale la exclamación: "¡Sabiduría de Gracia, que no cortas ni sofocas, pero que vivificas y perfeccionas todas las cosas!". ¡Pero continuemos nuestro camino! Buen Maestro es aquel que consigue establecer relaciones de intimidad entre sí y el alma del discípulo, es aquel que se empeña en dirigir para la verdad y para el bien la inexperta vida del discípulo. (11) El Maestro de Maestros, en la vida de Alejandrina, sobrepasó las medidas con su didáctica infinitamente sabia. La relación de mayor intimidad se tiene cuando dos seres se comprenden tan profundamente que se consuelan uno al otro y comparten juntos los mismos sentimientos; los propios sentimientos, guardados en el corazón celosamente por instinto natural, son la última cosa que se revelan uno al otro: sólo lo hacemos cuando estamos ciertos de ser comprendidos. Jesús abre su corazón a Alejandrina y la induce a entrar para que sienta sus más íntimas y sagradas vibraciones y haciendo palanca sobre la propia sensibilidad del alma que lo ama, la decide al heroísmo por el Amado: "¿Quieres consolarme? ¿Quieres consolar al Santificador de tu alma? ¡Ve a los sagrarios!... ¡Ve a practicar obras de misericordia: ve a consolar a los tristes. Yo estoy tan triste, soy tan ofendido!" (8-11-39) "¿No sientes pena de Mí? Estoy solo en los sagrarios, tan escarnecido y abandonado y tan ofendido... ve a reparar todo esto... Visitar a los presos de la cárcel y consolarlos es buena obra, Yo estoy preso y preso por el amor. ¡Yo soy el preso de los presos!". (4-10-1934) Pero el Maestro, que la invita a habitar en espíritu en todos los sagrarios, le indica aquellos en los que la quiere más presente y con más asidua frecuencia (1-111934) Ese mismo día le indica algunos: "¡Alerta con mis sagrarios, estoy solo en tantos, tantos! Se pasan días y días, no me visitan y no me aman y no me desagravian; cuando van para allá, es por un hábito, por una obligación. ¿Sabes lo que nunca allá deja de llegar? Es aquella corriente de pecados y de horrendos crímenes, son los actos de amor que me mandan. ¡Es así como me consuelan, es así como me desagravian, es así como me aman!". Pocos días después, Jesús le indica otros "en los cuales, habiéndome quedado por amor de todos, no sirvió para muchos..." "No creen en mi existencia, no creen que Yo habito allá, blasfeman contra Mí; otros creen, pero no me aman, no me visitan, viven como si Yo no estuviese allá. ¡Ve para allá, son tuyas y mías prisiones, te escogí para que me hicieras compañía, en aquellos abrigos, tantos sagrarios, tan pobrecitos! Pero allá dentro, ¡Qué riqueza! ¡Es la riqueza del Cielo en la tierra!" (8-11-1934) Meses después se lamenta de nuevo de la pobreza de sus tabernáculos: “¡Yo estoy como un mendigo sucio y desarrapado: que hagan que Yo esté limpio y aseado!". (11-6-1935) Víctima de las prisiones eucarísticas Plasmar la voluntad con el fin de dirigirla para el bien, es el segundo oficio del Maestro. Jesús, Maestro Divino, orienta a sus almas para el supremo don: la inmolación y la cruz, que es la dolorosa herencia del hombre caído, que en lugar de la fundada desesperación puede volverse amorosa asociación a la cruz de Jesús (Rom. 8,29) para conformarnos a Él y elevarnos al sumo Bien: Dios. También en este camino real del dolor, Nuestra Señora es para Alejandrina el punto de partida y el impulso para una ascensión más rápida. Parece que prevé las exigencias de Jesús. Escribe, entonces, a Nuestra Señora, en el día de la Anunciación. Entre otras cosas, le dice: "Madrecita del Cielo, mi amable Señora, quiero un amor que sea capaz de sufrir todo por vuestro amor y el de mi querido Jesús: sí, de mi Jesús, que es todo de mi alma, porque es la luz que me ilumina, es el Pan que me alimenta, el único camino por el cual yo quiero caminar. ¡Sin embargo, Soberana mía, me siento tan débil para tantas contrariedades de la vida! ¿Qué sería de mí sin Ti y sin mi Jesús?” (12) No sabemos si nos será lícito afirmar que fue la Madre Celestial quien puso en su corazón esta oración, apenas pocos meses antes de las tremendas exigencias de Jesús. Sin duda, Alejandrina sabe recurrir con eficacia a la mediación poderosa de la Celeste Soberana, aquel "mi Jesús", dicho en el día de la Encarnación y en la fiesta de la Anunciación a la Madre Celestial, que quiere que su Hijo sea conocido, amado y servido, debe haber hecho vibrar a "la amable Señora", en lo más íntimo del corazón, debe haberla forzado a abrir el camino de sus gracias. En los escritos de Alejandrina encontramos que, alrededor de los 19 años, sin saber cómo, se ofreció a Nuestro Señor como víctima y hacía ya mucho tiempo le pedía a Jesús el amor al sufrimiento. La oferta espontánea e incondicional había sido aceptada y debía volverse ahora más consciente, iluminada y definida. El propio Jesús la instruye sobre esta doctrina, que será su vida: vivir de amor para hacer vivir de amor; vivir el sufrimiento para llevar almas a los sagrarios. "Me dice más mi Jesús -escribe ella- me dice que se sirve de mí, para que por mí vayan a Él muchas almas y por mí sean entusiasmadas muchas almas a amarlo en la Santísima Eucaristía" (4-10-34) Por eso, el Esposo insiste: "Has que yo sea amado por todos en mi Sacramento de Amor, el mayor de los Sacramentos, el mayor milagro de mi Sabiduría" (1-111934) Con este fin, Jesús le pide antes de todo, oración: "No te entregues al sueño; ven a pasar algún tiempo conmigo en los sagrarios" (10-1-1935). la mayoría de las veces, con grande esfuerzo, porque está exhausta, pero siempre con grande alegría (lamentado que las horas fuesen demasiado breves) pasa la noche entera peregrinando de sagrario en sagrario. Jesús le había dicho un día: “ Pasa un poquito de la noche alerta en mis sagrarios...” (8-11-1934) Además de la oración, Jesús le pide sufrimiento, le explica que la Eucaristía sea su Pasión Perpetua y cómo, en unión con la Eucaristía, ella podrá sufrir eficazmente. “Mi esposa más fiel, ve con tu amor y con tu reparación a curarme las heridas que me son hechas con los crímenes... son más horribles esos dolores que los dolores del Calvario. ¡Cuántos clavos! ¡Cuántas coronas de espinas y cuántas lanzas! Pasa parte de la noche en mis sagrarios con mucho amor y fervor, Yo te ayudaré, estoy contigo en el sagrario de tu corazón y tú en mis sagrarios en el mundo (14-11935) “....Allá me puedes servir de víctima por los pecados del mundo en esta época en que el mundo se vuelve contra Mí y contra mi Iglesia” (8-11-1934) “Hija mía, el sufrimiento, la cruz, es la llave del Cielo; sufrí tanto para abrir el Cielo a la humanidad y para tantos es inútil. Dicen: “Quiero gozar, no vine al mundo para otra cosa. Quiero satisfacer mis pasiones”. Dicen: “No existe el infierno”. Yo morí por ellos y dicen que no me enviaron y contra mí dicen herejías y profieren blasfemias. Yo para salvarlos, escojo almas, les pongo sobre sus hombros la cruz y me someto a auxiliarlas; feliz el alma que comprende el valor del sufrimiento.¡ Mi cruz es suave si es llevada por mi amor!” (10-1-1935) Por eso, en algunos coloquios, Jesús le dice: “No me niegues ningún sufrimiento ni sacrificios” (27-9-1934), y le explica el valor del alma víctima. “Así como antes de que Yo fuera al mundo eran inmoladas las víctimas en el templo, así Yo quiero inmolar tu cuerpo como víctima; dame tu sangre por los pecados del mundo, ayúdame en mi rescate; sin Mí, no puedes nada; conmigo tendrás poder para todo, para socorrer a los pecadores y muchas, muchas cosas más” (3-1-1935) “Nunca te dejaré. ¿Sabes cuando te dejaría? cuando te llame a mi divina presencia para llevarte al Cielo, hasta entonces dejaré tu cuerpo... ¿Me lo das de buena voluntad para que yo lo crucifique por los pecadores? (1-11-1934) “Si me tienes amor, si eres toda mía, no rechaces lo que te pido, sé mi víctima”. Por eso el alma al ofrecerse para que “todo aquello que los adoradores me piden en la Santísima Eucaristía les sea concedido; porque es la medicina para todos los males... que recen por los infelices pecadores, esclavos de sus pasiones, no se acuerdan que tienen un alma que salvar y que una eternidad los espera en breve” (3-4-1935) La respuesta de Alejandrina a este angustioso llamado para la salvación de las almas y para la reparación de los sagrarios abandonados, nos es revelada en toda su generosidad heroica por los propios labios de Jesús: “Yo soy el frío que sientes, soy Yo para no dejarte ir sola, si Yo te dejase, te morirías” (21-11-1938) Alejandrina, en una carta dictada en el período de estas exigencias de Jesús, confiesa con candor: “Mis sufrimientos continúan a ser cada vez más, pero no temo, porque mi querido Jesús sufre conmigo, antes por el contrario, me siento alegre y satisfecha pues al aumentar mis sufrimientos, puedo acudir mejor hasta los pobres pecadores y desagraviar a Nuestro Señor” (20-12-1934) Reconocida con la Madre del Cielo, a quien atribuye la gracia del amor que la abrasa y le da fuerzas para saber resistir a tantos dolores en una carta a fines de mayo de 1938, le escribe: “Quiero ser una pajita en vuestras manos benditas, quiero ser el grano en el molino, quiero ser un racimo exprimido. Sufrir y amar, mi Madrecita, es mi aspiración: ser nada, pura nada”. La víctima está lista: Alejandrina, como Jesús, ofrecerá al Padre Celeste oraciones y súplicas (13), al darse totalmente en cuerpo y en alma para rescatar al mundo. La caridad que la abrasaba la elevó desde el grado de conformidad hasta la unión transformante, en que el alma será toda deiforme. La Comunión Eucarística, tiende a esto en quien la vive eucarísticamente como Alejandrina y ve florecer dentro de sí esta gracia, de modo que se desarrolla en ella según dones excepcionales (gracias “gratis datae”) para la misión desarrollada en la Iglesia. Comprendiendo esta última gracia Alejandrina entrará consigo misma en un pensamiento que la atormentará hasta la muerte: “Es en este momento que me siento acariciada por Nuestro Señor... ¡Qué unión tan íntima! ¡Qué fuerza que me abrazaba tanto! ¡Qué paz sentía en mi alma! ¿Sabe qué me hizo recordar? ¡Qué loca he sido al no haber amado siempre mucho a Nuestro Señor y que locos son aquellos que no lo aman!” (Carta de 3-1-1935) Presentes y promesas a la esposa fiel Los caminos de Dios son inmensos para nosotros, ocultos en el misterio. Es tal vez la prueba más dolorosa de la vida: caminar para lo desconocido, es por eso que la Providencia pone en nosotros la esperanza como sustento de nuestra vida; por eso es que Jesús nos hace sus promesas y con ellas no se cansa de mostrarnos el Cielo, objeto de la virtud de la esperanza. Cuando el alma le es más fiel, tanto más son cautivantes y frecuentes sus promesas de premios y de privilegios y tanto más próximo nos muestra el Cielo, aunque, para ejercitarla y perfeccionarla en la fe –fundamento de salvación- le reserve aquellas dolorosas pruebas divinas, llenas de tinieblas y de dudas y que nos describen los místicos; de este modo, aumenta el mérito y se vuelve fecunda su misión. De las maravillosas gracias personales con que el Señor la enriqueció, Alejandrina habla a su Director en los siguientes términos: “Jesús me dice que mi peregrinación en la tierra no será larga, pero que me esperan grandes cosas” (279-1934), “... me está modelando y preparando para cosas más sublimes” (11-101934), “... quiere continuar en mí Su obra, no quiere parar aquí, quiere seguir hasta el aniquilamiento” (1-11-1934) Con sencillez trepidante, pregunta a quien guía su alma: “¿Qué aniquilamiento será ése? le pregunto, porque Jesús me dice que le diga todo” (1-11-1934) En otro momento, Alejandrina revela las tareas que su Esposo le confía: “¡Qué sublime misión escogí para ti!” (21-11-1938) “Te escogí también para la felicidad de muchas almas” (4-10-1934) “escribe que Yo quiero que se predique la devoción a los sagrarios; quiero que se encienda en las almas la devoción para con estas prisiones de amor; no me quedé aquí solamente por amor de aquellos que Me aman, sino para todos; en todo el trabajo Me pueden consolar; que sea bien predicada y bien propagada la devoción a los sagrarios porque son tantos aquellos que entrando en las iglesias ni siquiera me saludan y no se detienen un momento para adorarme” (1-11-1934) “Yo quiero muchos guardias fieles, postrados delante de los sagrarios, para impedir tantos crímenes” (1-11-1934) ¡Qué abundante cosecha para los que ayudan al Señor en la salvación de la humanidad! Jesús le promete a Alejandrina: “Por medio de ti, muchos serán salvados, muchos, muchos pecadores; no por tus méritos, sino por Mí que procuro todos los medios para salvarlos” (20-12-1934) En la dura cruz estarán las promesas reales que sustentarán siempre el alma generosa de quien dio todo a Jesús. Alejandrina, por obediencia y con cierta admiración en su espíritu, escribe al Director: “Jesús me dice que mis sufrimientos y mi reparación son perlas preciosas que irán a concluir mi corona en el Cielo, pero que solamente sería terminada cuando terminase mi vida en la tierra, me dice también que me querría en el Cielo, pero necesita de mí en la tierra” (3-1-1935) que cada vez que me ofrezca a los sagrarios, me serán aumentados muchos grados de gloria en el Cielo y cuando yo le pido el aumento de Su divino amor, es embellecida, de día a día, mi corona en el Cielo, y que Él mismo es quien me la prepara” (14-9-1934), “... que si yo supiera la gloria que me fue preparada en el Cielo, moriría de admiración”. “Tu corona es más rica que todas las perlas preciosas del mundo, está adornada con tus sufrimientos y con las almas de los pecadores que salvaste, está preparado un lugar muy alto para ti” (20-12-1934) Pero el Cielo más bello, la promesa más querida, la misión más ambicionada por estas almas sedientas de amor, de sufrimientos, de almas, es la certeza que el Señor les da, después de pedirlo con ansias indecibles: poder continuar también allá su trabajo de salvación y de bien. Es imposible explicar cuanto había alcanzado Alejandrina del Corazón de su Amado, con su heroísmo de inmolación. Recojamos una parte mínima de estos poderes que Jesús le transmitió: “Sobre aquellos que te son queridos y sobre cuantos invoquen tu auxilio, dejaré que tú mandes una lluvia de piedras preciosas, Yo te daré todo lo que me pidas... Aquello que serás en el Cielo, cerca de Mí, Yo lo sé, y a su tiempo, también tú lo verás” (21-11-1938) “Hija mía, ángel bello, perla esplendorosa, estrella fulgurante que haces brillar toda la corona de tu Esposo, dile a tu Director que Yo quiero que él conozca bien el amor con que tú me amas, para hacerlo conocer al mundo, porque es de mucha gloria para mí y provecho para las almas” (14-3-1938) “Él (Jesús) me dice que soy un canal por donde han de pasar las gracias que he de distribuir a las almas y por el cual han de ir las almas hasta Él” (4-10-1934) Notas (1) Santa Ángela de Foligno pide una señal segura de la presencia del Espíritu Santo dentro de ella: “Yo te daré una señal inequívoca, serás iluminada y encendida; reza y siempre arderás de amor” (Cap. 29. S. Lorenzo Justiniano. Dsc. Manst., cap. 8). (2) Otro modo con que el alma conoce que Dios está en su interior, está en el abrazo que Dios da; Dios abraza el alma con un amor indecible, mayor que aquel que jamás se puede pensar: de una madre que abraza al hijo o persona de este mundo que abraza a otra persona y Él la estrecha hacia Sí con tanto dolor y amor, que ninguna persona del mundo puede imaginar, si no lo ha experimentado... “Lleva consigo tanto fuego, para que el alma arda toda en Cristo” (Santa Ángela de Foligno) (3) Benito XIV, una obra sobre la Canonización de los Siervos de Dios, indica el amor santo de Dios como criterio fundamental del verdadero místico. (4) Dionisio Cartusano (De discr. Spirit., a. 18) dice: “Cuando el alma se purificó, arde de tal modo en el fuego de la Caridad que brilla con el esplendor de sus virtudes: Dios se complace tanto en ella que la trata familiarmente, como esposa dilecta, la abraza, la acaricia, la incendia y le comunica sus bienes”. (5) Cfr. S. Juan de la Cruz “Llama viva de amor”, estrofa 2ª verso 6º ; S. Bernardo “serao 7 no. 2; S. Teresa “Vida” cap. 21. (6) Cfr. P. Gracián: Itiner. Cap. 9, I (7) Cfr. Santa Catalina de Génova, “Diálogo” II, II. (8) Oseas, II 14: “Conduciréis el alma a la soledad y él le hablará al corazón”. (9) Cfr. S. Teresa, “Fundaciones”, Cap. 5, 6: “Cuando hay apego a las dulzuras divinas, se dejan de mala voluntad cuando la voluntad de Dios nos llama a otra cosa, pero quien no sabe dejar a Dios por Dios, será por él apartado. (B. Susao, “Sabiduría Eterna, cap.3). S. Bernardo, in Cant., Sermón 9, no. 8: “Noli nimis insistere osculo contemplationis, quia meliora sunt ubera praedicationis. (10) Con cierta frecuencia, pero especialmente en los éxtasis, Alejandrina, con palabras y música verdaderamente celestiales, cantaba a la onda de amor que la abrasaba. (11) Pío XII a los Profesores Católicos, 1955. (12) De un pequeño billete salvado del fuego. (13) Heb. V, 7.