¡Proletarios y pueblos oprimidos del mundo, unámonos contra el imperialismo! Un año más, comprobamos que basta con que nuestra lucha de clase se debilite para que crezcan las desigualdades sociales, engordando el capital a costa de nuestras condiciones de vida; en el empleo la explotación es cada vez más acentuada, con más precariedad, más facilidad de despido, más horas extras no pagadas, más competitividad..., en la carestía de los bienes de consumo básicos así como la vivienda, en la sanidad pública (el caso del Hospital de Leganés), en la represión y los recortes de derechos y libertades conseguidos tras duros años de lucha, en los ataques directos a los derechos políticos (Euskadi), con las guerras de rapiña en curso (Afganistán, Irak...) y las por venir, con el auge del racismo y de los movimientos neonazis, con el machismo: cada vez más violencia dentro de la pareja contra las mujeres y los niños, con agresiones contra la naturaleza, militarización de la sociedad: empresas de seguridad privada, más y más fuerzas de orden público, más vigilancia con cámaras de video por las calles bajo el pretexto de asegurar el buen vivir de los ciudadanos... y un largo etcétera. El capitalismo, desde que se ha transformado en un sistema mundial de esclavitud financiera y de opresión de la gigantesca mayoría de la población del planeta, es un modo de producción caduco, incapaz de cubrir las necesidades mínimas de la humanidad. Basta saber que hay más de 800 millones de víctimas del hambre en un planeta en que, cada año, los excedentes de alimentos se cuentan en millones de toneladas. Y es el propio capitalista el culpable de esta sinrazón: la desigualdad entre las 20 naciones más ricas y las 20 más pobres se ha duplicado en los últimos 20 años de dominio todopoderoso del capital. Los super beneficios de la banca y de las grandes empresas, que son cada año más vergonzosos: primas multimillonarias (Banesto), sueldos desorbitados (Botín y familia), expolio del Tercer Mundo, lo que genera una explotación salvaje que conlleva una inmigración masiva de las clases más paupérrimas del proletariado. También en el interior de los estados imperialistas, como el español, gran parte de la población sufre el sin sentido de este sistema creado para servir a unos pocos a costa de todos los demás. En el estado español hay medio millón de familias en las cuales ninguno de sus miembros tiene empleo, sólo 3 de cada 10 jóvenes con 30 años cumplidos disfrutan de independencia económica, y sólo el 35% de las personas comprendidas entre 54 y 65 años tiene empleo. Hoy, los planes de la burguesía imperialista española pasan por construir viviendas de 25 metros cuadrados para los jóvenes proletarios o aprobar una reforma laboral que implante el despido libre usando como excusa la evidente precariedad del mercado laboral español. Con esto se muestra que, a despecho de la propaganda burguesa, las condiciones de vida del proletariado comienzan a empeorar incluso en el interior de los países imperialistas. Sin embargo, el movimiento del proletariado en los países opresores es sistemáticamente contenida por sus dirigentes que, sobornados por las migajas de la explotación del tercer mundo, utilizan mil y una artimañas para evitar que la clase obrera tome conciencia a través de sus luchas y se alce contra la burguesía, excusándose con peregrinos argumentos como la apelación a la democracia, la noviolencia etc. Ellos son los que dividen a la clase parcelando sus luchas para evitar la unión en torno al único objetivo común posible: la toma del poder político y la transformación radical de todo el sistema social y económico. No conseguiremos nada si no luchamos y nos unimos para hacer frente al capitalista y sus lacayos. Cada día es más necesaria la existencia de un estado mayor de la revolución proletaria, de una organización que dirija cabalmente a la clase obrera en su lucha a muerte con el capital. Si no nos dotamos de la herramienta imprescindible para preparar la verdadera transformación revolucionaria de la sociedad, estaremos abocados a vivir eternamente bajo la bota del patrón. Esto no se puede cambiar sin un Partido que unifique todas las reivindicaciones de la clase obrera en una alternativa global, para la superación del sistema que genera las injusticias a las que el proletariado se ve sometido en todos los lugares del mundo, el partido de la clase revolucionaria: el Partido Comunista. El duro ascenso revolucionario Claro que la resistencia no basta, sólo es un embrión de la combatividad que necesitamos: debemos hacer que vaya a más, combatiendo el reformismo que es su principal lastre, y orientándola hacia la lucha política revolucionaria. Para ello, la clase obrera cuenta con cientos de miles de militantes más conscientes que luchan por un cambio radical y se agrupan en el movimiento antiglobalización, en diversos foros sociales y, sobre todo, en el Movimiento Comunista Internacional (MCI). Algunos partidos comunistas incluso han acumulado una fuerza de masas suficiente para enfrentar el poder armado de la reacción, aprestándose a destruirlo y a conquistar el poder político (en Nepal, en Filipinas, …). El MCI ha soportado las durísimas pruebas del hundimiento de la URSS y de muchos países ex-socialistas; y, antes de éste, en los años 1950-80, la caída de los principales partidos comunistas en manos del revisionismo. Pese a ello, actualmente, a los 100 años de la primera revolución rusa que sirvió de ensayo general para todo un siglo revolucionario y a los 60 años del triunfo sobre las hordas nazi-fascistas, nuestro movimiento empieza a recuperarse y se prepara para una nueva ofensiva de la Revolución Proletaria Mundial. En primer lugar, afrontamos unos retos teóricos cruciales. La derrota generalizada que hemos sufrido y la correspondiente campaña reaccionaria han producido una tremenda confusión acerca del carácter de la teoría revolucionaria. Las concepciones oportunistas o incluso abiertamente burguesas pretenden valer tanto o más que aquéllas consecuentemente marxistas. Urge pues la recuperación y la propaganda de los principios confirmados por toda la experiencia histórica de la Revolución Proletaria y la condena pública de todos los puntos de vista probadamente contrarrevolucionarios. Quien piense que la actual victoria temporal del capitalismo se debe forzosamente a algún defecto fundamental del propio marxismo-leninismo se equivoca y, aun sin quererlo, le hace el juego a la propaganda conservadora de la burguesía. En efecto, si nos atenemos al probado desarrollo histórico social, una nueva clase social como es el proletariado sólo puede imponerse definitivamente después de varios fracasos (adquiriendo con ellos la madurez necesaria) y, en última instancia, cuando lo permita el desarrollo material de la vieja sociedad y la capacidad de dirección por parte de dicha clase. No obstante, además de rearmarnos con el legado positivo del Movimiento Revolucionario anterior, hay que analizar rigurosamente los errores y desviaciones que se hayan podido producir. En este sentido, parece que la dirección de aquél no procedió de una manera suficientemente dialéctica: tendió a absolutizar lo económico —o, lo que es peor, su forma jurídica mistificadora (el predominio de la propiedad estatal)— en detrimento de las facetas política y cultural de la lucha de clases (qué clase dirige realmente); la organización de vanguardia del proletariado se autolegitimó cada vez más de una manera ideológica, volviéndose crecientemente antagónicas sus relaciones con las masas, hasta el punto de caer en el dogmatismo o en el revisionismo como expresión ideal de su conversión en nueva fracción burguesa; etc. Todas estas lecciones positivas y negativas de la práctica servirán para el desarrollo de la Teoría Marxista-Leninista que nos guiará en la próxima Revolución. Otro gran reto teórico es el análisis concreto de la sociedad actual (sus relaciones de clase, las contradicciones en el seno del proletariado, la división imperialista del mundo, el aprendizaje del conocimiento científico actual …) y la elaboración de un proyecto —ideológico, político y organizativo— con el que podamos reorientar el movimiento social de la clase obrera y de los oprimidos hacia la Revolución Socialista. La lucha y la unidad Pero la actividad teórica está lejos de ser suficiente, sólo sirve en la medida en que se transforma en práctica revolucionaria de masas y ni siquiera es completamente realizable con las solas fuerzas de que ahora dispone el sector más consciente del proletariado (aunque sí estamos en condiciones de empezarla). Esta vanguardia es todavía escasa, está dividida, sus distintos destacamentos están poco comunicados entre sí —cuando no absolutamente enfrentados— y su relación con las masas es poco afortunada. La mayoría de sus organizaciones se deja seducir frecuentemente por la tentación del espontaneísmo: se mantienen a la zaga de las luchas puntuales y parciales de los obreros quienes, con la precaria conciencia que su experiencia les permite, siguen prisioneros de la ideología burguesa dominante. Sin embargo, la realización de los intereses fundamentales de la clase obrera exige de su vanguardia que aporte al movimiento de masas conocimientos científicos y una política basada en el marxismo-leninismo (expresión teórica de aquellos intereses). Ese amoldamiento al atraso político de las masas que deriva en impotente reformismo, provoca una reacción igualmente perniciosa en el resto de la vanguardia, como le sucedió a nuestra organización en fechas recientes: se trata del enrocamiento dogmático y sectario, la reducción de la lucha de clases a la teoría como objeto y a la intelectualidad como sujeto, la pretensión de poseer el remedio genial frente al fracaso histórico y actual de todos los demás, etc. Lo que necesitamos, en realidad, es practicar públicamente, entre nosotros, la crítica propia de camaradas y la autocrítica de los errores que cometemos (lucha de dos líneas o deslindamiento entre marxismo y oportunismo), a la vez que perseguimos infatigablemente la unidad de acción sobre la base de los aciertos que compartimos. La unidad del proletariado es decisiva para impulsar su lucha de clase y, gracias a ese desarrollo, arrojar una nueva luz sobre nuestras divergencias que posibilite su ulterior solución. Si desplegamos el mayor esfuerzo teórico del que seamos capaces, desde la práctica y para la práctica —principalmente para la lucha política— y si nos involucramos poco a poco con las más amplias masas en todas las expresiones de su lucha de clase, llegaremos a construir un gran Partido Comunista verdaderamente obrero y verdaderamente revolucionario, que conduzca a aquéllas al ejercicio de su dictadura proletaria para realizar la revolución socialista que emancipe a la humanidad de toda división en clases. ¡No al sistema capitalista! ¡Viva el 1º de Mayo! ¡Viva el Internacionalismo Proletario! ¡Viva la Lucha Revolucionaria de la Clase Obrera! 1º de Mayo de 2005 Movimiento Anti-Imperialista