ENCUENTRO INFORMATIVO

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Consejo Superior de
Investigaciones Científicas
La investigadora Consuelo Varela interviene en el ciclo “Vive la Ciencia”,
que organizan en Sevilla la Fundación BBVA y el CSIC
El Almirante Colón padeció gota y
artrosis durante sus expediciones al
Nuevo Mundo
Sevilla, 14 de octubre de 2004.- Consuelo Varela, investigadora de la
Escuela Española de Estudios Hispanoamericanos (instituto del CSIC
ubicado en Sevilla), interviene hoy en el ciclo de conferencias “Vive la
Ciencia”, organizado por la Fundación BBVA y el CSIC con el objetivo de
difundir a la sociedad los resultados obtenidos en los centros de
investigación.
En su intervención sobre “La farmacia que llevaba Colón en sus viajes”,
Consuelo Varela expone que, aunque apenas se tienen datos de las
medicinas que el almirante Colón llevaba consigo en sus viajes, tras analizar
la historia clínica de Cristóbal Colón, de sus hermanos y de sus hijos, se
pueden deducir los productos que usaba para aliviar sus enfermedades.
Según esta investigadora, Colón sufrió inflamación de los párpados en su
primer viaje (1492), un colapso que le impidió apenas dormir durante
treinta y tres días y una posterior depresión en su segundo viaje (1493) –en
este segundo periplo tuvo dificultades de visión durante varias semanas y el
propio Colón dejó escrito “que se le nubló la vista” – y un ataque de gota,
seguido de fiebre, en su tercer viaje (1498). Tras el cuarto viaje (1502),
que fue el que se realizó en unas condiciones más adversas (las naves
tuvieron que hacer frente hasta a cuatro huracanes), el almirante Colón
estuvo varios meses en cama en Jamaica, aquejado de fiebres palúdicas y
gota
Colón –afirma Consuelo Varela– sufrió también artrosis en las manos (en el
cuarto viaje no pudo sostener la pluma entre sus dedos y su hijo Hernando
fue el encargado de escribir el relato de la travesía) y quizá diabetes. Al
final de su vida, en 1505, pasó casi todo un año en cama en Sevilla,
entumecido por la humedad y el frío de un invierno inusualmente riguroso.
TISANA DE PEREJIL Y MIEL ROSADA
El almirante Colón, un hombre frugal en las comidas (su plato favorito era
la perdiz), utilizó como alivio de sus males medicinas tan naturales como la
tisana de perejil para combatir los dolores producidos por la gota; la miel
rosada (miel derretida en pétalos de rosa) para intentar evitar que
sangraran las encías y prevenir lo que hoy conocemos como escorbuto.
Además, los miembros de las expediciones al continente americano también
se familiarizaron con la ingesta del copal (planta parecida al cactus cuyo
jugo se utilizaba para “anestesiar” a los enfermos) y de la planta del
guayacán (palo de Brasil), utilizada para combatir la sífilis, así como con la
planta del tabaco (mascada) para aliviar, entre otros, el dolor de cabeza. El
uso de plantas medicinales es tanto más comprensible si se tiene en cuenta
que sólo un médico, Diego Álvarez Chanca, acompañó a los expedicionarios
en el segundo viaje aunque, debido a las extremas condiciones, permaneció
en el nuevo mundo menos de un año.
La falta de cuidados médicos está en relación directa con los problemas de
salud que padecieron los españoles en los primeros años de la colonización.
Los expedicionarios sufrieron epidemias de gripe (que causó la mortandad
de, aproximadamente, la mitad de la tripulación y de la incipiente población
de La Isabela, la primera ciudad construida en el nuevo mundo en la isla de
La Española, actualmente Santo Domingo) y también de viruela,
enfermedades para las que no existía tratamiento ni remedio alguno.
EL PRIMER HOSPITAL DEL CONTINENTE AMERICANO
Por último, Consuelo Varela se referirá a la construcción de ciudades,
hospitales y universidades por parte de los expedicionarios españoles que
llegaron a las costas americanas. En Santo Domingo se construyó en 1503
el hospital de “San Nicolás de Bari” y, en la misma ciudad, los españoles de
la época construyeron en 1538 la primera universidad del continente.
En ese siglo (XVI), en el territorio colonizado se podía aprender Medicina en
seis universidades diferentes, incluida la ya citada de Santo Domingo,
mientras que en lo que es hoy Norteamérica no hubo cátedras de Medicina
hasta doscientos años después (Filadelfia, 1765, y New York, 1767).
Si desea más información, puede ponerse en contacto con los departamentos de Comunicación
de la Fundación BBVA (915 376 615 y 944 874 479) y del CSIC (91 585 52 30)
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