Coplas a la muerte de su padre Jorge Manrique COPLAS A LA MUERTE DE SU PADRE JORGE MANRIQUE I Recuerde el alma dormida, avive el seso e despierte contemplando cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando; cuán presto se va el placer, cómo, después de acordado, da dolor; cómo, a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor. II Pues si vemos lo presente cómo en un punto se es ido y acabado, si juzgamos sabiamente, daremos lo no venido por pasado. No se engañe nadie, no, pensando que ha de durar lo que espera más que duró lo que vio, pues que todo ha de pasar por tal manera. III Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir; allí van los señoríos derechos a se acabar y consumir; allí los ríos caudales, allí los otros medianos y más chicos, allegados, son iguales los que viven por sus manos y los ricos. INVOCACIÓN Dejo las invocaciones de los famosos poetas y oradores; no curo de sus ficciones, que traen yerbas secretas sus sabores. A Aquél sólo me encomiendo, Aquél sólo invoco yo de verdad, que en este mundo viviendo, el mundo no conoció su deidad. V Este mundo es el camino para el otro, que es morada sin pesar; mas cumple tener buen tino para andar esta jornada sin errar. Partimos cuando nacemos, andamos mientras vivimos, y llegamos al tiempo que fenecemos; así que cuando morimos, descansamos. IV VI Este mundo bueno fue si bien usásemos de él como debemos, porque, según nuestra fe, es para ganar aquél que atendemos. Aun aquel hijo de Dios para subirnos al cielo descendió a nacer acá entre nos, (nosotros) y a vivir en este suelo do murió. (donde) -Página 1- Coplas a la muerte de su padre Jorge Manrique VII Ved de cuán poco valor son las cosas tras que andamos y corremos, que, en este mundo traidor, aun primero que muramos las perdemos. De ellas deshace la edad, de ellas casos desastrados que acaecen, de ellas, por su calidad, en los más altos estados desfallecen. VIII Decidme: La hermosura, la gentil frescura y tez de la cara, la color y la blancura, cuando viene la vejez, ¿cuál se para? Las mañas e ligereza y la fuerza corporal de juventud, todo se torna graveza cuando llega el arrabal de senectud. IX Pues la sangre de los godos, y el linaje y la nobleza tan crecida, ¡por cuántas vías y modos se pierde su gran alteza en esta vida! Unos, por poco valer, por cuán bajos e abatidos que los tienen; otros que, por no tener, con oficios no debidos se mantienen. X Los estados y riqueza, que nos dejan a deshora ¿quién lo duda?, no les pidamos firmeza pues que son de una señora; que se muda, que bienes son de Fortuna que revuelven con su rueda presurosa, la cual no puede ser una ni estar estable ni queda en una cosa. XI Pero digo que acompañen y lleguen hasta la huesa con su dueño: por eso no nos engañen, pues se va la vida aprisa como sueño, y los deleites de acá son, en que nos deleitamos, temporales, y los tormentos de allá, que por ellos esperamos, eternales. XII Los placeres e dulzores de esta vida trabajada que tenemos, non son sino corredores, y la muerte, la celada en que caemos. No mirando a nuestro daño, corremos a rienda suelta sin parar; desque vemos el engaño (desde que) y queremos dar la vuelta no hay lugar. -Página 2- Coplas a la muerte de su padre Jorge Manrique XIII Si fuese en nuestro poder hacer la cara hermosa corporal, como podemos hacer el alma tan glorïosa angelical, ¡qué diligencia tan viva tuviéramos toda hora y tan presta, en componer la cativa, (cara) dejándonos la señora (alma) descompuesta! XIV Esos reyes poderosos que vemos por escrituras ya pasadas con casos tristes, llorosos, fueron sus buenas venturas trastornadas; así, que no hay cosa fuerte, que a papas y emperadores y prelados, así los trata la muerte como a los pobres pastores de ganados. XV XVI Dejemos a los troyanos, que sus males no los vimos, ni sus glorias; dejemos a los romanos, aunque oímos y leímos sus historias; no curemos de saber lo de aquel siglo pasado qué fue de ello; vengamos a lo de ayer, que también es olvidado como aquello. ¿Qué se hizo el rey don Juan? Los infantes de Aragón ¿qué se hicieron? ¿Qué fue de tanto galán, qué de tanta invención como trajeron? ¿Fueron sino devaneos, qué fueron sino verduras de las eras, las justas e los torneos, paramentos, bordaduras y cimeras? XVII ¿Qué se hicieron las damas, sus tocados e vestidos, sus olores? ¿Qué se hicieron las llamas de los fuegos encendidos de amadores? ¿Qué se hizo aquel trovar, las músicas acordadas que tañían? ¿Qué se hizo aquel danzar, aquellas ropas chapadas que traían? XVIII Pues el otro, su heredero don Enrique, ¡qué poderes alcanzaba! ¡Cuán blando, cuán halaguero el mundo con sus placeres se le daba! Mas verás cuán enemigo, cuán contrario, cuán cruel se le mostró; habiéndole sido amigo, ¡cuán poco duró con él lo que le dio! -Página 3- Coplas a la muerte de su padre Jorge Manrique XIX Las dádivas desmedidas, los edificios reales llenos de oro, las vajillas tan fabridas los enriques e reales del tesoro, los jaeces, los caballos de sus gentes e atavíos tan sobrados ¿dónde iremos a buscallos?; ¿qué fueron sino rocíos de los prados? XX Pues su hermano el inocente que en su vida sucesor se llamó ¡qué corte tan excelente tuvo, e cuánto gran señor le siguió! Mas, como fuese mortal, metióle la Muerte luego en su fragua. ¡Oh jüicio divinal!, cuando más ardía el fuego, echaste agua. XXI Pues aquel gran Condestable, maestre que conocimos tan privado, no cumple que de él se hable, mas sólo como lo vimos degollado. Sus infinitos tesoros, sus villas e sus lugares, su mandar, ¿qué le fueron sino lloros?, ¿qué fueron sino pesares al dejar? XXII E los otros dos hermanos, maestres tan prosperados como reyes, que a los grandes e medianos trajeron tan sojuzgados a sus leyes; aquella prosperidad que en tan alto fue subida y ensalzada, ¿qué fue sino claridad que cuando más encendida fue amatada? XXIII Tantos duques excelentes, tantos marqueses y condes y varones como vimos tan potentes, di, Muerte, ¿dó los escondes, e traspones? E las sus claras hazañas que hicieron en las guerras y en las paces, cuando tú, cruda, te ensañas, con tu fuerza, las entierras e deshaces. XXIV Las huestes innumerables, los pendones, estandartes y banderas, los castillos inexpugnables, los muros y balüartes y barreras, la cava honda, chapada, o cualquier otro reparo, ¿qué aprovecha? Cuando tú vienes airada, todo lo pasas de claro con tu flecha. -Página 4- Coplas a la muerte de su padre Jorge Manrique XXV Aquel de buenos abrigo, amado, por virtuoso, de la gente, el maestre don Rodrigo Manrique, tanto famoso y tan valiente; sus hechos grandes y claros no cumple que los alabe, pues los vieron; ni los quiero hacer caros, pues que el mundo todo sabe cuáles fueron. XXVI Amigo de sus amigos, ¡qué señor para criados y parientes! ¡Qué enemigo de enemigos! ¡Qué maestro de esforzados y valientes! ¡Qué seso para discretos! ¡Qué gracia para donosos! ¡Qué razón! ¡Qué benigno a los sujetos! ¡A los bravos e dañosos, qué león! XXVII En ventura, Octavïano; Julio César en vencer y batallar; en la virtud, Africano; Aníbal en el saber y trabajar; en la bondad, un Trajano; Tito en liberalidad con alegría; en su brazo, Aureliano; Marco Atilio en la verdad que prometía. XXVIII Antoño Pío en clemencia; Marco Aurelio en igualdad del semblante; Adriano en la elocuencia; Teodosio en humanidad y buen talante. Aurelio Alexandre fue en disciplina e rigor de la guerra; un Constantino en la fe, Camilo en el gran amor de su tierra. XXIX No dejó grandes tesoros, ni alcanzó muchas riquezas ni vajillas; mas hizo guerra a los moros ganando sus fortalezas y sus villas; y en las lides que venció, cuántos moros e caballos se perdieron; y en este oficio ganó las rentas y los vasallos que le dieron. XXX Pues por su honra y estado, en otros tiempos pasados ¿cómo se hubo? Quedando desamparado, con hermanos e criados se sostuvo. Después que hechos famosos hizo en esta misma guerra que hacía, hizo tratos tan honrosos que le dieron aun más tierra que tenía. -Página 5- Coplas a la muerte de su padre Jorge Manrique XXXI Estas sus viejas historias que con su brazo pintó en juventud, con otras nuevas victorias ahora las renovó en senectud. Por su gran habilidad, por méritos y ancianía bien gastada, alcanzó la dignidad de la gran Caballería del Espada. XXXII Y sus villas e sus tierras, ocupadas de tiranos las halló; mas por cercos y por guerras y por fuerza de sus manos las cobró. Pues nuestro rey natural, si de las obras que obró fue servido, dígalo el de Portugal, y, en Castilla, quien siguió su partido. XXXIII Después de puesta la vida tantas veces por su ley al tablero; después de tan bien servida la corona de su rey verdadero; después de tanta hazaña a que no puede bastar cuenta cierta, en la su villa de Ocaña vino la Muerte a llamar a su puerta, XXXIV diciendo: "Buen caballero, dejad el mundo engañoso y su halago; vuestro corazón de acero muestre su esfuerzo famoso en este trago; y pues de vida y salud hicisteis tan poca cuenta por la fama; esfuércese la virtud para sufrir esta afrenta que os llama." XXXV "Non se vos haga tan amarga la batalla temerosa que esperáis, pues otra vida más larga de la fama glorïosa acá dejáis. Aunque esta vida de honor tampoco (non) es eternal ni verdadera; mas, con todo, es muy mejor que la otra temporal, perecedera." XXXVI "El vivir que es perdurable no se gana con estados mundanales, ni con vida delectable donde moran los pecados infernales; mas los buenos religiosos gánanlo con oraciones y con lloros; los caballeros famosos, con trabajos y aflicciones contra moros." -Página 6- Coplas a la muerte de su padre XXXVII [Responde el Maestre:] XXXVIII "Y pues vos, claro varón, tanta sangre derramasteis de paganos, esperad el galardón que en este mundo ganasteis por las manos; y con esta confianza y con la fe tan entera que tenéis, partid con buena esperanza, que esta otra vida tercera ganaréis." [Del maestre a Jesús] Jorge Manrique "Non tengamos tiempo ya en esta vida mezquina por tal modo, que mi voluntad está conforme con la divina para todo; y consiento en mi morir con voluntad placentera, clara e pura, que querer hombre vivir cuando Dios quiere que muera, es locura." XXXIX "Tú que, por nuestra maldad, tomaste forma servil e bajo nombre; Tú, que a tu divinidad juntaste cosa tan vil como es el hombre; Tú, que tan grandes tormentos sufriste sin resistencia en tu persona, no por mis merecimientos, mas por tu sola clemencia me perdona". (perdóname) FIN XL Así, con tal entender, todos sentidos humanos conservados, cercado de su mujer y de sus hijos y hermanos y criados, dio el alma a quien gela dio (el cual la ponga en el cielo en su gloria), que aunque la vida perdió, dejónos harto consuelo su memoria. (se la) Jorge Manrique, 1477 COMENTARIO La celebridad de Las Coplas se debe principalmente a que el poeta optó por la expresión sencilla, dando una sensación de intimidad, de melancólica serenidad. Prescinde del énfasis grandilocuente de la retórica y consigue un perfecto acoplamiento entre la trascendencia del tema y la levedad de los versos de arte menor. La forma estrófica de Las Coplas se adapta con flexibilidad musical a la fluidez de las ideas, como un ritmo de campana funeral que voltea con el mismo compás desde la primera hasta la última estrofa. El arte no consiste en el tema (poema elegíaco de amor filial), sino en el tratamiento del mismo. La sobriedad y elegancia lo convierten en un poema intemporal que no envejece nunca. Frente a los aparatosos plantos eruditos de su época, busca la expresión más sencilla; elude el efectismo macabro y la crispación de las danzas de la muerte; olvida a griegos y romanos y evoca un pasado inmediato, que los lectores de su época pueden recordar y que todavía los conmueve. En su época la consideraban una obra moral y ascética. Las tres partes del poema tienden a una cumbre filosófico-moral, didáctico-moral propia de la Edad Media: demostrar cuán transitorios son los bienes de este mundo e, indirectamente, hacer que estos sean menospreciados para que triunfe el bien eterno de la vida verdadera para el cristiano, la vida eterna, de modo que la muerte es el pórtico de la inmortalidad. -Página 7- Coplas a la muerte de su padre Jorge Manrique PRIMERA PARTE COPLA I: Recuerde al alma dormida… El autor nos exhorta a que advirtamos lo fugaz y perecedero de toda vida temporal, planteado el tema en un plano universal. El tono exhortativo del poema aparece en los imperativos de los dos primeros versos (Recuerde…avive… despierte) y continúa en las estrofas siguientes. Los siete versos siguientes son una declaración expositiva. Termina la copla con una declaración doctrinal y sentenciosa, que es como el colofón de su intencionalidad exhortativa (son los tres versos finales). A través de la anáfora nos invita a reflexionar sobre cuatro realidades: 1. la vida pasa; 2. viene la muerte callando, sin avisarnos; 3. el placer pasa; 4. cuando nos damos cuenta es tarde y creemos que el pasado fue mejor. Emplea el tono exhortativo y exclamativo, el paralelismo y la anáfora, la similicadencia al aparecer dos gerundios para trasmitir el aspecto durativo del presente. A lo largo de la estrofa aparece la antítesis, al referirse a dualidades como dormida/despierte, vida/muerte y placer/dolor. COPLA II: Pues si vemos lo presente… El tema es el desengaño del tiempo. Es inútil que el hombre deposite su confianza en el tiempo; igual que pasa rápido el presente, igual pasará el futuro. Nada va a perdurar. En cuanto a los recursos, emplea la exageración al considerar el futuro por ya pasado (vv. 5-6). Insiste en la negación con la epanadiplosis (v. 7). El tono exhortativo a los lectores aparece aquí con la 2ª persona del plural. COPLA III: Nuestras vidas son los ríos… Comienza con una metáfora de origen bíblico (v.1) a partir de la que desarrolla una alegoría. También aparece la anáfora y el paralelismo que contribuyen a destacar la idea central de la copla. El poeta incorpora un motivo muy arraigado en la tradición literaria medieval: el poder igualatorio de la muerte, pero con un tratamiento distinto al de las Danzas macabras medievales. Término real A Imagen B vidas ríos morir mar los que viven por sus manos ríos medianos y chicos y los ricos ríos caudales (Aunque hay que señalar que invierte el orden de presentación de ambos términos) En esta copla se perfila ya la actitud de serena aceptación con la que don Rodrigo, al final de la elegía, se enfrenta a la muerte. COPLA IV: Dejo las invocaciones… Los poetas del siglo XV que sienten gran admiración por los poetas de la Antigüedad Clásica, recurren con frecuencia al tópico de invocar a las musas en busca de su inspiración para su quehacer poético. Manrique renuncia a este recurso, por tener efectos negativos, porque esconde veneno (yerbas secretas es una metáfora). En la segunda sextilla manifiesta el deseo de impregnar la obra de un espíritu cristiano. Se encomienda a Jesús (con la anáfora de los vv. 7-8), que vivió en este mundo, pero el mundo no reconoció su divinidad y lo crucificó. COPLA V: Este mundo es el camino… Se inicia con esta estrofa el tema del menosprecio del mundo (De contemptu mundi) propio del ascetismo cristiano y opuesto al vitalismo del Arcipreste (Libro de Buen amor) o al Carpe diem renacentista. Aparecen aquí otra vez la alegoría (el camino, andar la jornada sin errar), el paralelismo (vv. 7-8) y la similicadencia (en el uso de la 2ª persona del plural) -Página 8- Coplas a la muerte de su padre Jorge Manrique Manrique no niega la vida, sino que plantea una serena aceptación de la muerte. La vida eterna es el descanso tras este “valle de lágrimas”. Las coplas V, VI y VII ofrecen una valoración del mundo según la doctrina cristiana. COPLA VI: Este mundo bueno fue… De la moralidad de nuestros actos depende que ganemos la inmortalidad, la vida eterna. Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve, para redimirnos del pecado. COPLA VII: Ved de cuán poco valor… Resta importancia a los bienes materiales; los placeres de este mundo traidor son fugaces: la edad, la mala fortuna, nos los arrebatan. Continúa con el tono exhortativo (imperativo y 2ª persona del plural) y el uso de la anáfora. El mundo y sus cosas fallan por la acción inevitable del tiempo que los deshace, a causa de la fortuna por la que casos desastrosos acaecen y por la acción de la muerte que, como guadaña del tiempo, hace que todo desfallezca. La copla VIII desarrolla la acción del tiempo; las dos siguientes, la de la fortuna; y las coplas XI-XIV, la de la muerte. COPLA VIII: Decidme: la hermosura… Se refiere al tópico del menosprecio del mundo, la caducidad de lo mundano. El tiempo destruye la belleza y la fuerza de la juventud. Esta idea la expresa con los siguientes recursos: polisíndeton (vv. 2-3, 7-8), interrogación retórica (que tan empleada será en la segunda parte) y el tono exhortativo. Se produce un marcado contraste entre juventud/senectud, ligereza/graveza (antítesis). COPLAS IX-XIV En estas estrofas enumera el poeta los bienes mentirosos que ciegan al hombre y lo apartan del camino de la salvación: - Copla IX: el linaje - Copla X: la riqueza. Habla aquí de la inestabilidad de Fortuna, de la que nos presenta una alegoría: una señora que continuamente se muda y gira presurosa su rueda. En cuanto a los recursos, en las coplas IX y X se emplean las tres modalidades, exclamativa, interrogativa y enunciativa, para expresar la fugacidad de los bienes mentirosos. - Copla XI: Los deleites de este mundo son fugaces, en contraste con los tormentos eternos del infierno). En esta copla emplea el símil de la vida como un sueño que pasa rápido. Destaca la antítesis (deleites/tormentos, terrenales/eternales). - Copla XII: Los placeres terrenales son como centinelas o guardias camuflados (corredores) que preparan una emboscada, y la muerte es la celada en la que caemos. Se construye sobre una imagen épica de la muerte. Cuando nos damos cuenta, no podemos volver atrás. - Copla XIII: No importa la belleza del rostro, sino la del alma con la que ganamos la vida eterna. La cativa es la cara carnal, mala; la señora es el alma angelical, gloriosa (contraste). - Copla XIV: Otra vez aparece el poder igualitario de la muerte, que trata igual a reyes que a pobres pastores. En esta primera parte de Las Coplas, el autor ha hecho unas consideraciones sobre la muerte y la inmortalidad y ha insistido en el menosprecio de los valores mundanales, puesto que son fugaces, debido a la acción destructora del tiempo, la fortuna y la muerte. Como decía en la Copla II, el presente huye veloz, el tiempo es una puñalada a nuestras esperanzas (en un punto se es ido). Nada de esperanzas en el presente ¿Y en el futuro? Tampoco. El juicio del sabio es dar lo no venido por pasado. Manrique hace que nos desengañemos, nos destruye las esperanzas en el tiempo, y sólo quedarán, cambiada la escala de valores, las realidades eternas. Todo lo demás ha de pasar por tal manera. -Página 9- Coplas a la muerte de su padre Jorge Manrique SEGUNDA PARTE El poeta evidencia con ejemplos concretos lo dicho anteriormente; pero evoca a ilustres contemporáneos españoles, y no a sombras desvaídas perdidas en la lejanía (Copla XV: Dejemos a los troyanos / que sus males no los vimos… Dejemos a los romanos… Vengamos a lo de ayer…). Emplea sugerentes interrogaciones retóricas cuyas respuestas implícitas son negaciones dolorosas edificadas con el tópico clásico “Ubi sunt qui ante nos in mundo fuere?” En estas preguntas sin respuesta (¿qué se hizo…?, ¿qué fue de…?, ¿dónde están…?) se percibe, tras la melancólica lamentación sobre el pasado, la sensación estremecida de lo inmediato, de esa realidad palpable como es la pérdida de algo que ha pertenecido a su vida, algo reciente y recordado aún. El pasar acelerado del tiempo está reproducido en el correr de tanto y tanto nombre en estas coplas. Pero el efecto máximo de este esquema se da cuando no se contesta a la pregunta de modo explícito (es pregunta retórica), y la respuesta queda sobreentendida en el silencio. Es la muerte, la indecible, la causante de todo. A continuación (coplas XV a XXIV) van a “pasar” todos los grandes y sus grandezas: desfilan, pasan y mueren. Los personajes seleccionados corresponden a: - los años comprendidos entre 1406 a 1446 (subida al trono de Juan II y muerte de don Rodrigo Manrique); - reino de Castilla; - siete nombres. El efecto conseguido a través de esta reducción es el acercamiento espaciotemporal de los personajes a los que dedica estas mínimas elegías. Así la poesía alcanza la veracidad realista y conmueve a sus contemporáneos. El rey don Juan II (copla XVI), los Infantes de Aragón, don Enrique IV (copla XVIII), su hermano el inocente, que de no haber muerto en la adolescencia, hubiera llegado a ser Alfonso XII (copla XX), aquel gran condestable don Álvaro de Luna (copla XXI), los otros dos hermanos maestres de la familia Pacheco (copla XXII) y don Rodrigo Manrique (copla XXV). A esta lista se ha dado en llamar la lista de la fugacidad y el desengaño, para contraponerla a la lista de la permanencia y del panegírico, que aparece en las estrofas XXVII y XXVIII. Se trata de la dialéctica temporalidad/eternidad. Para recalcar la fugacidad de lo mundano, el poeta insiste también en la morosa presentación de tanta sensualidad como ha de perecer y, por eso, estas estrofas nos dan la sensación de un oasis, porque el tiempo, la muerte y la fortuna destruirán los bienes de este mundo. En las coplas XVI y XVII se recoge la actuación del tiempo con la fórmula interrogativa y anafórica del Ubi sunt? En ellas se evoca la vida social del momento: la primera de ellas está dedicada al mundo varonil; la otra, al mundo femenino, al ambiente cortés, destacando lo sensorial (vista, olfato, gusto y tacto) de una corte fastuosa y turbulenta. La intención del poeta es clara: tanta sensualidad y felicidad fue fugaz como la verdura se seca en las eras cada año. Del reinado de Enrique IV de Castilla destaca el despilfarro económico y militar, las dádivas desmedidas, los palacios llenos de oro, los lujosos atavíos de los escuadrones… Y cuando el rey se ve en la cima de su poderío y felicidad todo desaparece y se derrumba sin dejar rastro, como el rocío de la mañana. Continúa la lista de la ejemplaridad de la fugacidad y el desengaño con la presentación, en las estrofas XX y XXI de dos ilustres hombres en los que actúa la muerte para tronchar sus ilusiones: el Príncipe don Alfonso (el hermano inocente del Rey Enrique IV del que habló antes) y el condestable don Álvaro de Luna, uno de los grandes adversarios de la familia de los Manrique. -Página 10- Coplas a la muerte de su padre Jorge Manrique La actuación de la fortuna sobre los bienes mundanales fugaces se describe en las estrofas XXI y XXII. El poeta elude el nombre propio de los otros dos hermanos. En las coplas XXIII y XXIV interrumpe la lista ejemplar de la fugacidad para intercalar un pequeño canto a la muerte a base de una recopilación de las intuiciones, sentimientos e ideas expuestas poco antes. Todas aquellas claras hazañas de personajes tan importantes son ya lejanas, están desvaídas en el recuerdo, fueron desechas ante la arrolladora acción de la muerte. En la XXIII se dirige a la muerte con el vocativo; aparece la imagen de la muerte cruda, airada, que se ensaña. Ahora todo adquiere carácter impersonal y universal (válida para todos). Los castillos inexpugnables, los muros, baluartes, barreras, el foso recubierto de chapas de metal para la defensa, todo el arsenal guerrero, son nada (¿qué aprovecha?) ante algo aparentemente tan mínimo como la flecha de la muerte (XXIV). El poema de las Coplas tiene una deliberada y rigurosa gradación: parte de consideraciones abstractas filosóficas, históricas, hasta acontecimientos cercanos. Y todavía eso es remoto. Vengamos a lo de ayer: a don Rodrigo Manrique, fallecido el 11 de noviembre de 1476, en Ocaña, provincia de Toledo, a los setenta años de edad. El último en esa lista, no cronológica, sino jerárquica, que hemos seguido paso a paso. TERCERA PARTE A partir de la copla XXIV el poeta abandona las consideraciones generales y se centra en la figura del maestre don Rodrigo y en su actitud serena y ejemplar ante la muerte. Esa aceptación se justifica en la conciencia de una vida bien empleada y en la esperanza de una doble inmortalidad: la de la salvación eterna y la salvación terrena de la fama. Desde la estrofa XXV a la XXXIII tiene lugar el panegírico. Nuevamente con el recurso de la anáfora comienza el poeta la explicación de las virtudes de su padre y en estilo admirativo, siendo cada verso como una pequeña corona funeral. Los méritos que en el poema se exhiben están ordenados en dos categorías: exposición de las virtudes naturales y relación de sus hazañas. De este modo queda trazado el retrato moral de don Rodrigo y el compendio de su conducta. Destaca la virtud de la amistad, el espíritu combativo, el ingenio, simpatía, inteligencia, afabilidad para los fieles y agresividad para los rebeldes. Es el arquetipo de caballero. En las coplas XXVII y XXVIII aparece la lista del panegírico y de la permanencia (frente a la otra lista de la 16-22): para enumerar las virtudes del maestre aporta el ejemplo de grandes hombres ya clásicos. Igual que ellos, el maestre alcanza la vida de la Fama. Pasa luego el poeta a hablar de los hechos de su padre. Y lo hace en estilo narrativo, más cercano al lector, recordándole hazañas que conoce por cercanas en el tiempo. Pero tanta alabanza sobre la figura del padre será nada ante la presencia devastadora de la muerte, que será igual para todos. En la copla XXXIII aparece la muerte personificada (vino la muerte a llamar a su puerta diciendo…), y así el hombre no se enfrenta con una idea vaga, sino con ella cara a cara. Y dialoga con ella. La anáfora Después… indica que la muerte llega cuando el maestre ha hecho todo lo posible en este mundo. Aparece la metáfora de la vida como un tablero de ajedrez; alegóricamente, la muerte es un caballero que lo reta: ahora tiene que ser derrotado en esta última batalla. Destaca su tono exhortativo. Ha rechazado el autor la tradición macabra de las Danzas de la muerte. La muerte habla de modo natural, sin espectacularidad, sin la truculenta teatralidad de las Danzas. El poeta muestra su sentido cristiano al verla como inesquivable. Aparece como deslizándose suave y persuasivamente. Se descarta el terror, porque para el hombre de fe, la muerte es la puerta a la vida verdadera de la inmortalidad, la vida eterna. Es más: sin muerte no se puede vivir. Por eso la muerte hace una desvalorización del mundo terrenal -Página 11- Coplas a la muerte de su padre Jorge Manrique de los halagos engañosos; para menguar este amargo trago, ofrece la valoración de lo sobrenatural. Hay tres formas de vida (XXXV): 1) la terrena, perecedera, la de los estados mundanales; 2) la vida eterna, el vivir perdurable, la verdadera en plenitud, ganada con rezos, trabajos y afliciones contra moros; 3) como rasgo renacentista, se introduce el concepto de la fama: la vida de la fama gloriosa no es eternal ni verdadera, pero puede pervivir en el recuerdo de los que sobreviven después de nuestra muerte (la llama el vivir que es perdurable). Esta tercera vida, la fama, es una etapa transitoria entre la vida terrenal y la eterna. Aquí el cristianismo se mezcla de paganismo. Nadie puede asegurar la duración de esta vida de honor, pero es más larga que la terrena, aunque sin llegar a ser eterna ni verdadera para el cristiano. En la copla XXXVI Manrique entiende el honor no como un fin en sí mismo, sino como un camino para conseguir esta otra vida. Las hazañas guerreras sirven para conseguir el honor, pero también la vida eterna (guerra santa contra los moros). El padre acepta la muerte con resignación cristiana. Él responde en la estrofa XXXVIII, cortando la palabra a la Muerte. No sólo está conforme con la voluntad divina, sino que es una aceptación hecha con agrado, con frescura de razón y sinceridad. Es el pórtico de la vida eterna. La muerte es parte integradora de la vida, es el principio activo de nuestra existencia, es la sublimación de la vida. La estrofa XXXIX es una oración. Contiene tres exclamaciones a Jesucristo y una petición. En la primera exclamación alude al gran misterio de la Encarnación de Dios tomando forma servil de un ser humano; en la segunda, al otro gran misterio de las dos naturalezas (la divina y la tan vil humana) en una sola persona en Cristo; y en la tercera hace alusión al incomprensible misterio de la entrega sin resistencia a la crucifixión y muerte. Acaba con la petición, no por sus méritos, sino por la clemencia de Cristo (signo de humildad de su padre). Con la estrofa final vuelve el tono narrativo, tras el diálogo. Destaca por su sencillez y sereno realismo. Él, en el centro; alrededor, su mujer, hijos, hermanos y criados. Ya murió, pero nos dejó harto consuelo su memoria. En efecto, la tesis del poema era la mortalidad y el menosprecio de los bienes mundanales. En conclusión, todo contribuye a la excelsa calidad lírica de las Coplas: - la hondura de su tema en el que se condensan los principios fundamentales de la filosofía cristiana; su sobriedad expresiva, su llano lenguaje sin artificios; su estrofa da un ritmo funeral con la marcha interrumpida del pie quebrado; del sereno sentimiento de dolor por la muerte de un ser querido se eleva a consideraciones de carácter universal. Todo ello da al poema un valor perdurable. -Página 12-