EQUIDAD Y GOBERNABILIDAD DEMOCRÁTICA Reflexiones preliminares PROYECTO PAPEP DOCUMENTO CONCEPTUAL Febrero 2007 Documento de trabajo. Por favor no citar. Este documento ha sido elaborado por Fernando Calderón y ha contado con la colaboración de Juan Enrique Vega y Caterina Colombo. Se agradecen muy especialmente los comentarios y sugerencias al texto preliminar de Fernando Henrique Cardoso, Manuel Castells, Juan Gabriel Valdés y de los colegas de RBLAC. Versiones previas de este trabajo han sido discutidas en seminarios internos del PAPEP-PNUD. También se agradece la cooperación de Diego Achard, Antonio Aranibar, Luis Eduardo González, Armando Ortuño, Gerardo Noto, Eugenia Bóveda y Emilio Sampietro. El presente documento ha tomado en consideración estudios nacionales sobre coyuntura y escenarios de corto plazo de Argentina, Bolivia, Ecuador, Honduras, Panamá, Perú, Nicaragua y Uruguay, así como estudios del Observatorio Regional del PAPEP, una amplia bibliografía y datos secundarios sobre la temática de estudio. El análisis y las recomendaciones políticas de este Informe no reflejan necesariamente las opiniones del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, de su Junta Ejecutiva. El Informe es una publicación independiente preparada por encargo del PNUD. 2 INDICE DE CONTENIDO INTRODUCCIÓN 4 I. PROBLEMAS Y DESAFÍOS SOCIO HISTÓRICOS 7 I.1. PROBLEMAS POLÍTICO-INSTITUCIONALES 9 I.2 PROBLEMAS DE EQUIDAD Y POBREZA 30 II. PERSPECTIVA CONCEPTUAL 51 II.1 II.2 II.3 II.4 LA IDEA DE CRISIS LA POLÍTICA COMO MANEJO DEL TIEMPO LO SOCIAL Y LO INSTITUCIONAL EN EL ESPACIO PÚBLICO LOS HORIZONTES NORMATIVOS DE LA GOBERNABILIDAD DEMOCRÁTICA Y DESARROLLO HUMANO II.5. COROLARIO: LOS ESCENARIOS COMO RECURSO DE LO POSIBLE 66 69 BIBILIOGRAFÍA 74 3 56 59 61 INTRODUCCIÓN1 Desde distintas experiencias nacionales la región latinoamericana está viviendo el fin de un ciclo de reformas estructurales y transición a la democracia. El surgimiento de un nuevo período marca un momento de inflexión histórica, tanto en términos de la democracia como del desarrollo. Es una etapa crítica, pero también de posibilidades. En algunos países esta situación se perfila como una crisis política y social generalizada, otros viven situaciones de riesgo y algunos otros enfrentan problemas de nueva índole. Sin embargo, en todos hay conciencia sobre la necesidad de comprender los cambios en curso y plantear opciones de corto y mediano plazo para mejorar la calidad de la democracia y el desarrollo. La noción misma de “lo que es posible” en política ha variado considerablemente en esta época. La innovación conceptual, tanto en los instrumentos como en los recursos de la gobernabilidad democrática está a la orden del día. Los cambios en curso se relacionan directamente con las transformaciones a escala global y con el clima de incertidumbre presente en el ámbito internacional. Además, se ha ampliado la brecha entre las transformaciones transnacionales (tecno-economía global, redes financieras, flujos de información electrónica y mercados culturales globales) y las capacidades de gestión política a nivel nacional. La idea de orden institucional está siendo redefinida. Una cuestión fundamental es comprender cómo pueden construirse opciones políticoinstitucionales que resuelvan los problemas de la sociedad. O dicho de otra manera, cómo –en un contexto de acelerada globalización– la política y las instituciones de la democracia habrán de procesar los cambios que vienen experimentando las sociedades en la región. Las reformas estructurales y los procesos de globalización han generado significativas transformaciones en la sociedad y la economía: los saldos en problemas de equidad y pobreza son más complejos que en el pasado. De igual forma, el desencanto con la política, las prácticas de los partidos y las instituciones estatales plantean nuevos desafíos para la gobernabilidad democrática. La pregunta que debe responderse con mayor detalle es ¿cómo se reconfigurarán los niveles de institucionalidad y equidad en el nuevo ciclo que emerge de la globalización? Esta reconfiguración no es sólo política, también es social y económica. No es posible entender los nuevos procesos políticos nacionales si no se entienden los cambios que se dan en la globalización, como la relevancia que han vuelto a adquirir 1 Este documento muestra el estado de avance conceptual del PAPEP a febrero de 2007. Se actualizará con el desarrollo de investigaciones y hallazgos posteriores. 4 por los recursos energéticos o el significado del dinamismo económico chino e indio, o los cambios y las prioridades de la política en Estados Unidos. Esto supone, además, una reconfiguración de actores y de procesos que pueden variar de país en país, o incluso de subregión en subregión, y que podrían poner en duda la idea clásica del modelo latinoamericano. Se debe resaltar la presencia de una suerte de tensión y complementación entre los niveles nacionales y la perspectiva regional del análisis. La experiencia de la primera fase del PAPEP muestra que el conjunto de estudios nacionales concentrados en sus respectivas especificidades permite observar regularidades y problemas comunes. Por lo tanto, a partir de los estudios nacionales es posible (y necesario) consolidar una perspectiva regional. Esta perspectiva no es la sumatoria de estudios nacionales sino la fotografía de intersecciones, intereses y desafíos comunes o contrapuestos que enfrentan las sociedades de la región, más allá de sus diferencias. Esos puntos en común y conflictos de intereses simultáneos muchas veces han sido el motor o el freno de la integración regional y de alianzas entre vecinos. No obstante, las características de los desafíos sociales, económicos y políticos que enfrenta el espacio latinoamericano en el mundo globalizado, ponen en evidencia que es necesario construir una mirada más amplia que pueda potenciar los esfuerzos que se realicen desde la política o el mundo del desarrollo, tanto a nivel local como nacional. La idea que organiza el presente texto es que América Latina vive un momento de crisis, inflexión y cambio político, en el que las relaciones entre institucionalidad y equidad son fundamentales para la gobernabilidad democrática futura. De cómo se avance en ambos planos –enmarcados en contextos internacionales y nacionales específicos– dependerán en gran medida las posibilidades de que el momento de inflexión se transforme en una ruta renovadora para la democracia y el desarrollo. La argumentación, además, sostiene que la crisis y la inflexión son, ante todo, sociales. La política y los actores políticos no estarían en condiciones de resolver los problemas político-institucionales, a menos que sean capaces de gestionar correlativamente los problemas de la sociedad, particularmente aquellos referidos a la equidad y a la pobreza. Sin embargo, los actores interactúan con procesos estructurales. Al respecto, parecería que, entre los actores políticos y gobiernos de la región, se está reconociendo la necesidad de una situación macroeconómica estable, a partir de una suerte de modelo neoclásico. La cuestión es cómo podrían desarrollarse los distintos países sobre la base de tal estabilidad. Responder a esta pregunta, va ciertamente 5 más allá de los objetivos de este documento; aunque hay una serie de condicionantes económicos fundamentales que interactúan con los procesos políticos y que prefiguran escenarios de base de una evolución económica ineludibles. Entre los tipos de desarrollo posible cabe destacar: incremento de la competitividad de costos (que implica una dinámica precaria del empleo); incremento de la competitividad basado en la inversión en tecnología y conocimiento (que implica el fortalecimiento de economías de base angosta); e incremento de la demanda interna sustentado en medidas distributivas (que implica combinar medidas distributivas con creaciones de empleo pero no es sostenible sin una acumulación económica sólida). Todos estos condicionantes tienen efectos variados sobre la dinámica social y suponen marcos políticos institucionales específicos. Quizás una estrategia deseable para fortalecer una relación fecunda entre lo social y lo institucional suponga una combinación de los tres tipos de opciones económicas, ponderados según las situaciones y posibilidades específicas. Esto último descansa en las matrices políticas nacionales y en las orientaciones políticas de los actores en cuestión.2 La perspectiva de análisis se nutre de experiencias nacionales en el marco de situaciones y procesos socioeconómicos particulares3. Su campo analítico son las diversas orientaciones y prácticas políticas de actores que intervienen en los escenarios nacionales y su vínculo con dinámicas internacionales, más la interacción entre estas orientaciones y los procesos económicos en curso4. El marco conceptual propuesto se rige por una lógica, a la vez pragmática e inductiva. Inductiva porque se nutre de los hallazgos empíricos y, pragmática porque aspira a incidir como instrumento para gestionar el conflicto y el cambio. De igual modo, se espera contribuir tanto a ejercicios de diálogo y concertación como a la toma de decisiones que 2 En el marco del PAPEP se han efectuado varios estudios macroeconómicos complementarios y la CEPAL –en el marco de un acuerdo de cooperación con el PAPEP–ha elaborado un documento con escenarios prospectivos macroeconómicos regionales de corto y mediano plazo. 3 El Proyecto, actualmente, incluye los siguientes países: Argentina, Bolivia, Ecuador, Honduras, Nicaragua, Panamá, Perú y Uruguay. Aunque los estudios se encuentran en distintos niveles de desarrollo, se busca integrarlos bajo una metodología básica común, a fin de poder realizar comparaciones empíricas que brinden una visión regional más amplia y enriquezcan los casos nacionales. Al mismo tiempo, se está realizando un estudio de las percepciones políticas regionales de las elites de los países de mayor crecimiento económico y varias monografías sobre temas y problemas regionales específicos. 4 Los actores se generan mediante un conjunto de prácticas que producen la organización social. En la interacción de los distintos comportamientos colectivos resulta fundamental diferenciar los conflictos de resistencia al orden de aquellos que presionan sobre el sistema institucional; de allí que los comportamientos colectivos se asocien a trasformaciones de los patrones históricos de desarrollo, los órdenes institucionales y los sistemas organizativos. Como señala Touraine (1995), es de gran importancia que la acción colectiva se proyecte tanto al sistema institucional como a la organización social. La naturaleza de las acciones colectivas se estructuraría en torno a la identidad, la oposición y la totalidad. En la medida que los actores y movimientos sociales van incorporando estas tres características, se van transformando a si mismos y a la sociedad. Por tal motivo, los actores sociales son quienes hacen sociedad y definen las orientaciones políticas en concordancia con las condiciones 6 fortalezcan una gobernabilidad democrática orientada a incrementar el desarrollo humano en el mediano plazo. Para abordar estos nuevos problemas y desafíos, el marco conceptual ha sido estructurado en dos partes. En la primera se analizan los principales rasgos sociohistóricos de las dinámicas político-institucionales y los problemas de equidad y pobreza. En la segunda parte se reflexiona en torno a algunas teorías. Para ello se tratará la perspectiva de gobernabilidad democrática que orienta el Proyecto, se examinarán las nociones de crisis y gestión del cambio, se estudiará la noción de tiempo político y de espacio público, y se culminará con la elaboración de pautas normativas sobre la relación entre gobernabilidad y desarrollo. I. PROBLEMAS Y DESAFÍOS SOCIO-HISTÓRICOS En los últimos veinte años la región vivió un doble proceso de cambio. Por un lado, la transformación de una economía desarrollista centrada en la creación de mercados internos y en la sustitución de importaciones hacia economías más abiertas centradas en los mercados externos; por el otro, transformaciones políticas vinculadas a la transición de regímenes autoritarios a democráticos. Los resultados de dichos cambios marcan un momento de inflexión socio-histórica, tanto en términos de los contenidos del desarrollo como de las orientaciones de la democracia, y reflejan nuevas dinámicas sociales que condicionan el futuro. Además, ambos procesos estuvieron influenciados por la globalización y por las oportunidades y los rasgos específicos de cada economía y proceso político nacional. Como se argumenta en el Informe La democracia en América Latina5, si bien hubo resultados diferentes según el país, en general la región como un todo avanzó en términos de logros democráticos. Sin embargo, los saldos económicos y sociales –que se manifiestan en altos niveles de pobreza y desigualdad– condicionan el desarrollo y colocan límites a la propia democracia. En estos años, a pesar de importantes esfuerzos, América Latina perdió importancia relativa en la economía mundial y en el sistema multilateral de toma de decisiones. En algunos casos –los menos–, en los casos en que se mantuvo cierta coherencia entre comportamiento y propuestas de los actores sociopolíticos, se aplicaron las reformas de forma más o menos heterodoxa y las condiciones económicas e económicas. Touraine, A. (1995), Producción de la sociedad, Ciudad de México: UNAM-Instituto de Investigaciones Sociales, Instituto Francés de América Latina. 5 PNUD (2004), La democracia en América Latina. Hacia una democracia de ciudadanas y ciudadanos. Buenos Aires: Aguilar, Altea-Taurus, Alfaguara. 7 institucionales lo permitieron, se pudo enfrentar mejor los diversos desafíos y los resultados en términos de desarrollo y democracia fueron mejores.6 Recuadro I Chile: reconstrucción de la institucionalidad Chile en los últimos diez años ha logrado combinar un sostenido crecimiento económico con una considerable reducción de la pobreza y con una mayor cohesión social, estabilidad institucional y desarrollo de la democracia, todo esto en el marco de la nueva economía global*. Con el advenimiento de la democracia, se implementó un modelo de desarrollo gestionado por el Estado, respetuoso de los mecanismos de mercado como forma esencial de asignación de recursos, pero que implementa políticas públicas orientadas a incluir a toda la población en los beneficios del crecimiento, en particular mediante políticas fiscales redistributivas. Este modelo también es incluyente puesto que establece formas de negociación y consulta con los actores sociales, a fin de consensuar con los representantes de los diversos grupos de intereses las políticas económicas y sociales. El factor determinante fue la reconstrucción de la institucionalidad y el pacto social y político con los actores sociales. Es decir, el fundamento del modelo democrático es político y social más que económico. La habilidad de los actores para recomponer la legitimidad y la gobernabilidad del Estado, con relación a los diferentes sectores de la sociedad, hizo que fuese viable implementar un conjunto de medidas económicas, sociales e institucionales que posibilitaron el éxito de la transición democrática. (*) Entre 1990 y 2005 el PIB prácticamente se duplicó en términos reales, y la pobreza disminuyó casi 20 puntos porcentuales: de 38,6% a 18,8%. Fuente: Castells, M. (2005), Globalización, desarrollo y democracia. Chile en el contexto mundial. Santiago de Chile: Fondo de Cultura Económica Como contraparte, en los casos donde las matrices sociopolíticas fueron inestables, los recursos económicos insuficientes y la aplicación de las reformas estructurales se dio de forma más o menos ortodoxa, los resultados en términos de democracia y desarrollo no sólo fueron precarios, sino que provocaron crisis institucionales muy graves. En esta situación se encuentra un importante número de países de la región que, debido a esta realidad, tienen condicionados los ritmos y las opciones políticas para el futuro7. Dichos procesos, son testimonio de los claroscuros de la democracia en América Latina, y como se verá más adelante, muestran una nueva realidad social asociada con los cambios del denominado proceso de globalización. La inflexión se expresa también en una especie de agotamiento en el plano analítico y de propuestas de políticas públicas. Esto ocurre especialmente con las ideas ortodoxas sobre la economía de mercado y, muy en particular, de la “reificación 6 El caso paradigmático es Chile. La construcción de un horizonte de futuro mejor, combinó crecimiento económico (vio en la globalización una oportunidad), con políticas sociales contra la pobreza y sólida gestión institucional. La idea de mayoría política estuvo asociada con el sentido común prevaleciente. 7 Para mayor detalle véanse PNUD Bolivia (2002), Informe de Desarrollo Humano en Bolivia. La Paz: Plural Editores y PNUD Argentina (2002), Aportes para el Desarrollo Humano en la Argentina. Buenos Aires: PNUD. 8 economicista” del conjunto de los procesos de desarrollo, e incluso de la política. Hoy en día, más que nunca este tipo de propuestas muestra sus límites y la necesidad de valorar opciones con perspectivas más amplias y heterodoxas. También es posible encontrar una suerte de “híper-institucionalismo” reductor de los procesos políticos a la pura construcción de una suerte de ingeniería institucional que desconoce la complejidad de los procesos socio-históricos y las culturas políticas preexistentes. Sobre la base del análisis desarrollado y de los resultados de los estudios nacionales, entre la variedad de problemas y desafíos que viven los diferentes países de la región, han sido detectados dos tipos de problemas y desafíos críticos que afectan la gobernabilidad democrática en la región y que constituyen puntos de referencia para los escenarios políticos de corto y mediano plazo: 1) problemas político-institucionales (que incluyen crisis o déficit institucionales, límites de los sistemas de representación, crisis políticas, carencias de liderazgo e inseguridad jurídica, entre otros factores) y, 2) problemas de pobreza e inequidad (incluido el desempleo)8. En este diagnóstico coinciden los estudios nacionales realizados por el Proyecto9. En esta sección se analizarán ambos, complementando la puntualización de tales problemas con información procedente tanto de los estudios realizados en el marco de este Proyecto como de otras fuentes que brindan datos de la región. Interesa también precisar a nivel más sociopolítico cuáles son los escenarios políticos posibles y los principales problemas de la gobernabilidad democrática en diferentes situaciones prevalecientes en América Latina. También, cómo afecta al desarrollo y qué horizontes analíticos y prospectivos son posibles en un mundo marcado por la globalización. Los nuevos mapas políticos en formación prefiguran las distintas opciones y panoramas en la región. I.1. PROBLEMAS POLÍTICO-INSTITUCIONALES El marco político-institucional constituye la referencia analítica fundamental de la acción colectiva pues allí es donde se gestan las opciones de reproducción o innovación del orden social de cualquier sociedad contemporánea. Como afirma Bobbio (1995), la democracia debe entenderse como un método o un conjunto de 8 Cabe señalar que otros problemas de gran impacto en América Latina, aún no suficientemente estudiados, son el narcotráfico y la delincuencia y, en general temas de seguridad humana. Por ejemplo, en Honduras, 35% de los hondureños consultados –en el marco del PAPEP– señalaron que el principal problema del país es la delincuencia. 9 Por un lado, los líderes consultados de los diferentes países, así como varios observadores y analistas, coinciden en identificar las situaciones de sus respectivas naciones como relativamente críticas (de precrisis, crisis o post-crisis). Por otro lado, los menos serían casos sin crisis agudas pero de cambio gradual frente a los nuevos desafíos de la globalización y la democracia. Ellos vivirían una suerte de inflexión “suave”. González, L. E. (2005), Inflexiones y cambios en la coyuntura política reciente de América Latina. PAPEP-PNUD. 9 reglas procesales para la constitución del gobierno y la formación de decisiones políticas que sean vinculantes para toda la comunidad. En términos políticos, las instituciones están constituidas por un conjunto de organizaciones, aparatos y procedimientos, destinados a la elaboración de normas y decisiones legítimas. Dichas organizaciones y aparatos están orientados a reproducir relaciones sociales, regular conflictos y elaborar políticas públicas, así como a procesar demandas sociales, por lo general, provenientes de necesidades colectivas. Los problemas se generan cuando las instituciones no son capaces de reconocer conflictos, protestas y demandas sociales que buscan institucionalizarse en los juegos legítimos de poder10. El orden institucional en democracia está definido por su carácter plural, conflictivo y abierto. El carácter plural se relaciona con el reconocimiento de la diversidad constitutiva de las sociedades; el conflictivo, con el reconocimiento de relaciones sociales e intereses contrapuestos; mientras que el carácter abierto estaría asociado con la idea de que el orden democrático necesita para permanecer, cambiarse y adecuarse permanentemente a los cambios históricos y culturales de las mismas sociedades. Como sostiene Lefort (1981)11, la fuerza de la democracia radica en su reinvención permanente. La situación de crisis e inflexión histórica que vive la región también supone una serie de transformaciones que conecten los cambios sociales con los cambios políticoinstitucionales. Precisamente, para fortalecer la gobernabilidad democrática resulta fundamental aumentar las capacidades políticas de la sociedad, lo cual va más allá del marco institucional. Esto implicaría una búsqueda de acumulación de poder democrático, a partir de una legitimidad institucional de los procedimientos de la democracia y no de formas conspirativas de hacer política. Parece clave incrementar la capacidad de gestión de conflictos, mejorando por una parte la calidad de la representación y participación ciudadana y por otra, las competencias técnico políticas de los decidores. La importancia estratégica de lo institucional para mejorar la gobernabilidad democrática en América Latina cobra un sentido crucial en estos momentos de inflexión y cambio, ya que las instituciones son el principal espacio común entre 10 Como argumenta Dubet (2006), Pp. 64 y 75, existen dos tipos de críticas a lo que él denomina programa institucional. La primera, relativa a la deificación del modelo institucional, donde las metas de la institucionalización se reducirían a “astucias de la dominación y del poder” y la segunda, a los límites institucionales para procesar la diversidad y el flujo de demandas sociales. Dubet, F. (2006), El declive de la institución. Profesiones, sujetos e individuos en la modernidad. Barcelona: Gedisa 11 Lefort, C. (1981), L’Invention démocratique. Les limites de la domination totalitaire. París: Fayard. 10 actores sociales y políticos, muy a menudo opuestos, desconfiados y fragmentados. Actuar institucionalmente alimenta el comportamiento democrático y facilita la elaboración y el éxito de las políticas públicas. Por consiguiente, la elección de un determinado orden institucional es crucial para la gobernabilidad y la democracia. En este documento, se enfatiza que esa relación necesita responder a los nuevos problemas de la sociedad. Desde el punto de vista analítico es importante reconocer que los problemas institucionales de la región son históricos. Se expresan de múltiples maneras y, especialmente, mediante déficit crónicos de orden institucional, pero afectan sobre todo al funcionamiento y la estructura de la democracia representativa. Más recientemente ésta ha sido asociada con la vigencia –o no– del Estado de derecho y su rol en la democracia y el desarrollo. Vale la pena plantear algunos hallazgos. A. Crisis y riesgos político-institucionales Las crisis político-institucionales más graves son las que afectan a las instituciones centrales de la democracia. En sistemas presidenciales como los latinoamericanos estas instituciones son la presidencia y la legislatura12. Desde el inicio del siglo al menos seis países han vivido crisis de esta naturaleza: Paraguay (en 2000), Perú (2000), Argentina (2001), Venezuela (2002), Bolivia (2003 y 2005) y Ecuador (2000 y 2005). De las ocho situaciones de crisis agudas, seis concluyeron con la caída de los respectivos presidentes (Fujimori en Perú, De la Rúa en Argentina, Sánchez de Lozada y Mesa en Bolivia y, Mahuad y Gutiérrez en Ecuador), ya sea porque la legislatura los destituyó o porque renunciaron; una, con participación militar, culminó con la destitución de Cubas Grau como presidente de Paraguay e incluyó el asesinato de un vicepresidente, y la última fue un golpe de estado fracasado contra el presidente venezolano Chávez13. Hubo otros casos de crisis políticas que se acercaron a situaciones extremas como las mencionadas, pero sin llegar a un “momento de ruptura”. Entre estas circunstancias “límite” habría que incluir la de Nicaragua a fines de 2004 y principios de 2005 (cuando el presidente estuvo cerca de caer) y Honduras a fines de 2005 (cuando las 12 Este análisis se basa en González, L. E. (2005), op. cit. Discusiones más detalladas de estos episodios se encuentran en FLACSO (2004), Gobernabilidad en América Latina: Informe regional 2004. Santiago, Chile: FLASCO; Valenzuela, A. (2004): “Latin American Presidencies Interrupted”, Journal of Democracy 15:4. Y, Nolte, D. (2005), “América Latina: ¿instituciones políticas en crisis?” Diálogo Político 22:2. 13 11 autoridades electorales hondureñas demoraron en anunciar el ganador de las elecciones presidenciales)14. En conjunto, estas situaciones de crisis agudas y situaciones de riesgo o de “cuasi crisis” demuestran que la consolidación de las democracias latinoamericanas es un proceso problemático, y que su éxito no está asegurado. Dos aspectos comunes destacan en estas crisis. En primer lugar, en el pasado los golpes de estado tradicionales de la región (esto es, los ocurridos antes del ciclo democratizador del último cuarto de siglo) normalmente disolvían las legislaturas; los presidentes también solían caer, aunque a veces eran parte del golpe. Existe un término específico para esta última situación: el “autogolpe” es, precisamente, el golpe de estado liderado (o al menos acompañado en el marco de un acuerdo político) por el presidente en ejercicio. En las situaciones examinadas aquí, en cambio, la crisis derriba (o casi derriba) a los presidentes, usualmente con participación activa de la legislatura, que no es disuelta ni se ve seriamente amenazada. Esta clase de crisis no comenzó en el siglo XXI. En la década 1990-1999 se registraron varios antecedentes, aunque de naturaleza heterogénea. Ocurrieron crisis “tradicionales” (el autogolpe de Fujimori en Perú en 1992), situaciones como las aquí examinadas (la caída de Bucaram en Ecuador en 1997) y situaciones que podrían ser consideradas genuinos juicios políticos (la caída de Collor de Mello en Brasil en 1992). En esa década se registran cinco (a lo sumo seis, según las diferentes interpretaciones posibles) crisis políticas agudas del nuevo tipo, en las que los presidentes cayeron o fueron “casi” derribados15. Las crisis ocurridas a partir del año 2000 muestran simultáneamente cambios cualitativos (ya no se registran crisis del tipo “tradicional” ni autogolpes) y un crecimiento significativo del número de episodios (los ocho citados sólo entre 2000 y 2005). En segundo lugar, la vinculación de estas crisis con la estabilidad de la democracia parece ser bastante más problemática que en el pasado. Estas crisis, típicamente, no 14 Argumentos de diferente naturaleza también sugieren que estas dos situaciones podrían ser consideradas al menos como “cuasi crisis”. Según Vanhanen (2003), Pp. 146, 152 y 154, Honduras y Nicaragua son los únicos países latinoamericanos para los que cabría esperar retrocesos significativos en la construcción de la democracia. Los datos indican que son “más democráticos” que lo que “deberían”, es decir, son casos “significativamente desviados” de sus predicciones teóricas. Vanhanen, T. (2003), Democratization: A comparative analysis of 170 countries. London: Routledge. Sobre la base de un argumento basado en los respectivos Índices de Desarrollo Humano, diferente al de Vanhanen, el Informe Regional de FLACSO argumenta que siete de los diecisiete países de América Latina continental son particularmente vulnerables a “crisis de gobernabilidad”. La lista de los “vulnerables” incluye a tres de los seis países con crisis agudas recientes (Bolivia, Ecuador y Paraguay), y también a Honduras y Nicaragua; los otros dos países mencionados son Guatemala y El Salvador, FLACSO (2004), p. 49, op. cit. 15 A fines de la década estos episodios comenzaron a ser estudiados comparativamente en términos afines a los de este ensayo; por ejemplo, Pérez-Liñán, A. (2000) “The Institutional Determinants of Impeachment”. Paper presented at the 2000 Meeting of the Latin American Studies Association, Miami. 12 cancelan la “democracia electoral”, aunque pueden interrumpirla y hacerla funcionar de maneras y en tiempos no previstos por la legislación. En este sentido, las crisis pueden interrumpir transitoriamente la legalidad, pero no suprimen la democracia “minimalista” (electoral). En parte, por estas razones se ha sostenido que en Bolivia, Ecuador y Argentina el ciudadano “está saliendo a la calle a sacar del palacio de gobierno a quienes no consideren que estén cumpliendo con el mandato para el cual fueron electos. No se trata de romper con el sistema democrático, ni llamar a los militares al poder, sino [de] exigir que las demandas ciudadanas sean respetadas, dentro del mismo sistema, pero muchas veces en el límite”16. En principio, de la discusión precedente puede concluirse que: i) Aún con una caracterización muy restrictiva de crisis político-institucional aguda, en los primeros años de este siglo, luego de veinticinco años de construcción democrática que comenzaron alrededor de 1980, más de la tercera parte de las democracias latinoamericanas experimentaron crisis de esta naturaleza. Todas ellas llegaron al menos hasta la frontera de la “ruptura institucional”, aunque puede discutirse sobre cuántas cruzaron finalmente esa frontera. ii) Cualquiera sea el número de casos en los que efectivamente ocurrió una ruptura institucional, las trayectorias políticas latinoamericanas del último cuarto de siglo muestran tanto una tendencia significativa de desarrollo de la democracia a mediano plazo como un ciclo algo más breve de crisis políticas agudas, diferentes a las del pasado, claramente acelerado en los primeros años del siglo XXI. Estas crisis muestran las debilidades y los riesgos que enfrentan las democracias latinoamericanas, riesgos que probablemente seguirán enfrentando en el futuro. Para contribuir con la consolidación de la democracia en la región es necesario, entonces, conocer y entender mejor la naturaleza y las perspectivas de estas crisis políticas agudas para buscar soluciones que avancen en el desarrollo democrático. A continuación, se describen varias tendencias particulares con respecto a los problemas político-institucionales que inciden en los procesos señalados. 16 Corporación Latinobarómetro (2005), P. 4. En este sentido, la mayoría de los observadores argentinos enfatiza que la sucesión de cambios presidenciales comenzada con la renuncia de De la Rúa, aunque claramente “excepcional”, ocurrió dentro de la ley, sin fracturas institucionales. Corporación Latinobarómetro (2005), Informe Latinobarómetro 2005. Santiago, Chile. www.latinobarometro.org/uploads/media/2005.pdf. Algunos (o muchos) observadores externos, más escépticos, se preguntan hasta qué punto lo que realmente ocurrió mantiene las formas legales, pero no la sustancia (el “espíritu”) de las instituciones, honrando así una larga tradición latinoamericana. La renuncia de De la Rúa está en esa frontera donde las formas se mantienen, pero el fondo de la situación es discutible. 13 B. Tendencias político-institucionales B.1 Críticas al Estado mínimo Buena parte de la población, luego de las reformas estructurales, aboga por una nueva relación entre el Estado y la economía, en la que el Estado genere integración social y equidad, pero que a la vez potencie la economía en el marco de la globalización y maneje los nuevos códigos del mundo moderno. Los temas y la información empírica encontrada permiten ir configurando un primer mapa de los principales rasgos, problemas y potencialidades político-institucionales del espacio latinoamericano actual. De acuerdo con el Informe Latinobarómetro (2005)17, en promedio, sólo 31% de los latinoamericanos entrevistados considera que las privatizaciones fueron provechosas. Por su parte, en el Informe Latinobarómetro de 200618 se indagó sobre la responsabilidad de la producción de riqueza. Para tal efecto se utilizó una escala de 1 a 10, en la que 1= el Estado tiene que producir la riqueza y 10= los privados tienen que producir la riqueza, y se advierte un grado de estatismo medianamente alto entre los latinoamericanos, ya que el índice promedio de la región fue 4.1. En Chile y en Guatemala el índice alcanzó el mayor valor (5.1), y en el otro extremo se ubicaron Argentina y Bolivia, con 4.1. En Argentina, según entrevistas realizadas a las elites y encuestas de opinión pública, existe el deseo compartido de que se redefinan las relaciones entre las empresas y el Estado. En efecto, 28.5% de los encuestados afirmó que el Estado debe intervenir para garantizar una justa distribución de los beneficios del crecimiento económico; 45.6% expresó el deseo de que las empresas de servicios públicos sean reestatizadas y 44.7% de que sigan siendo privadas, pero con mayor control estatal19. A la vez, estas demandas se asocian a otras referidas a reformas del sistema de justicia y mejoras en los sistemas de gestión pública. De manera similar, más de 70% de los bolivianos manifestó su deseo de que el Estado tenga mayor participación en el negocio del gas20. Por su parte, los líderes entrevistados en Honduras critican al gobierno que actúa como administrador de la crisis y que no tiene “proyecto de país”21. Se advierte, entonces, una crítica a los procesos de privatización, una demanda de un Estado más fuerte y dinámico, sin que esto signifique un retorno al “Estado patrimonial corporativo”. 17 Corporación Latinobarómetro (2005), op. cit. Corporación Latinobarómetro (2006), Informe Latinobarómetro 2005. Santiago, Chile. http://www.latinobarometro.org/uploads/media/2006_01.pdf 19 PNUD Argentina (2005), Ronda de consultas y encuesta de opinión pública. PAPEP-PNUD Argentina. 20 PAPEP-PNUD Bolivia. 18 14 B.2 Límites de la representación Hoy en día, los problemas institucionales se relacionan con la debilidad de las capacidades de acción política de los distintos partidos para representar institucionalmente a la sociedad, comprender los cambios, elaborar horizontes normativos de progreso y gestionar cotidianamente la política. Esto se traduce en crisis de representación e intermediación política; lo social tiene serias dificultades para ser representado en la arena política por los partidos políticos. Estos no fueron capaces de articular los cambios a escala global con la gestión política interna y más bien reprodujeron –incluso en el marco de reformas estructurales– prácticas patrimoniales que generaron altos grados de corrupción. La consigna en la Argentina “que se vayan todos”, la crisis de octubre del 2003 en Bolivia y las demandas de Los Forajidos en Ecuador son ejemplos que ilustran el desencanto generalizado con la política y los partidos políticos en la región. En el Informe Latinobarómetro 2006 se observa que, aunque 55% de los latinoamericanos considera que no puede existir democracia sin partidos políticos, sólo 22% confía en ellos. En esta materia, los países con mayores falencias de legitimidad son Ecuador y Bolivia. En ambos, más de 50% de los consultados piensa que los partidos políticos no son necesarios para la democracia22. Más aún, se advierte una caída en las formas convencionales de participación política: hablar de política, firmar una petición y asistencia a manifestaciones organizadas23. El Gráfico 1 muestra la confianza de los latinoamericanos en sus instituciones. 21 PNUD Honduras (2005), Honduras: los acuerdos son posibles. La experiencia de la Comisión Política de los Partidos Políticos. Tegucigalpa: Editorial Guaymuras 22 En Bolivia esta situación se ha revertido tras la llegada de Evo Morales a la presidencia: en noviembre de 2006, 59% de los bolivianos entrevistados aprueban su gestión de gobierno. Apoyo: Opinión y Mercado, Bolivia (2007), Informe de opinión enero 2007. PAPEP-PNUD Bolivia. 23 Corporación Latinobarómetro (2006), op cit, Pp. 24 15 Gráfico 1: América Latina, confianza en las instituciones, 2006 En porcentajes Partidos políticos 22 Congreso 27 Poder Judicial 36 43 Gobierno Policía 37 Empresas privadas 42 Fuerzas Armadas 44 Periódicos 44 Presidente 47 64 Televisión Radio 69 Iglesia 71 0 10 20 30 40 50 60 70 80 Fuente: elaboración propia sobre la base de datos del Informe Latinobarómetro 2006 Asimismo, en el marco del PAPEP, las encuestas de opinión pública y entrevistas a las elites realizadas en Argentina en octubre de 2006 confirman esta tendencia. Cerca de 75% de los entrevistados piensa que los partidos políticos son necesarios, pero deben realizar reformas, mientras que dos de cada tres afirma que su confianza en los líderes políticos ha disminuido con respecto al pasado24. En Bolivia, la mayoría de las elites considera que los principales problemas del país son de índole política25 y las encuestas de opinión pública señalan que los partidos políticos son las instituciones con peor imagen pública: 66% de los encuestados posee una imagen negativa de ellos. En Honduras, 44% de los líderes entrevistados consideran que la “clase política” es una de las principales causantes de los problemas del país y 27% culpa a los partidos políticos; 62% de la población cree que “los políticos hondureños de hoy” no defienden la democracia y dos de cada tres hondureños no se sienten representados por los diputados que ellos mismos han elegido26. En Nicaragua, 46% de las elites entrevistadas afirma que los principales problemas del país son de índole político-institucional y que una de las causas más importantes es el 24 Cheresky, I: (2006b), Argentina: recuperación sostenida con incertidumbre sobre el futuro institucional, PAPEP-PNUD Argentina. 25 Equipos MORI, Informe de opinión pública Bolivia, enero 2007. PNUD-PAPEP Bolivia. 26 Para mayor detalle véase PNUD Honduras (2005), op cit. 16 excesivo caudillismo presente en los partidos políticos27. De modo similar, 40% de las elites consultadas en Perú, consideran que los problemas centrales del país son políticos y 21% considera que la causa de los problemas del país radica en la incapacidad de los políticos28. Por su parte, en Ecuador de acuerdo con Augusto Barrera29, “los partidos políticos padecen de un gran desprestigio, debilidad organizativa, presencia limitada local o regional, caudillos insustituibles, subordinación a intereses gremiales, económicos o familiares (…)”. Por último, en Panamá también se observa un creciente escepticismo con relación al funcionamiento y la legitimidad de las instituciones. Aquéllas que sufren el mayor grado de desconfianza son los partidos políticos: sólo 8% de los encuestados manifestó tenerles “mucha o alguna confianza”. A continuación se ubican la Asamblea Nacional, los Municipios, el Poder Judicial y la Presidencia, todos con porcentajes de confianza inferiores a 25%30. Estas situaciones dan pie a debates sobre los límites de la democracia representativa así como la del surgimiento de la denominada “democracia de lo público”. Recuadro II Perú: el divorcio entre la política y la economía Desde el punto de vista macroeconómico, el desempeño económico de Perú durante los últimos quince años ha sido satisfactorio y las elites consultadas consideran que la tendencia se mantendrá. No obstante, las mismas elites creen que el país se encuentra en una situación de pre-crisis (o de crisis), visión que es compartida por empresarios, líderes de opinión y políticos. Además, consideran que los problemas del país, especialmente la conflictividad social, se mantendrán en sus niveles actuales o se incrementarán. La población no está satisfecha con la actual situación de Perú y juzga de forma muy negativa a los políticos, a los partidos, al gobierno y al Presidente Toledo. La economía y la política transitan caminos divergentes. Tal divergencia tiene su origen, parcialmente, en que las etapas de crecimiento de la economía peruana fueron de “base angosta” y no generaron dinamismo fuera de ella y, también, porque el incremento de la brecha entre las aspiraciones de la población y lo que efectivamente están recibiendo. Fuente: Achard, D. et al (2005), Perú: coyuntura política y escenarios de corto y mediano plazo. PAPEPPNUD. 27 PNUD Nicaragua (2005), Informe de coyuntura PAPEP-PNUD. Achard, D. et al (2005), Perú: coyuntura política y escenarios de corto y mediano plazo. PAPEP-PNUD. 29 Barrera, A. (2005), “La política y los movimientos sociales”. En: Vanguardia. Ecuador. 30 Ortuño, A. (2006), Panamá: Escenarios socio-políticos de mediano plazo. PAPEP-PNUD Panamá. 28 17 Cuadro 1: América democracia, 2006 En porcentajes País Argentina Bolivia Brasil Chile Colombia Ecuador Guatemala Honduras México Nicaragua Panamá Perú Uruguay América Latina Latina Aprobación gobierno 73 54 62 67 70 23 45 56 60 23 57 57 62 54 (países seleccionados)*, Confianza en el Presidente Sin partidos no puede haber democracia 66 52 51 65 62 10 33 41 50 17 53 42 65 47 64 38 45 53 51 45 50 57 52 64 42 52 71 58 indicadores Apoyo a la democracia 74 62 46 56 53 54 41 51 54 56 55 55 77 58 sobre Satisfacción con la democracia 50 39 36 42 33 22 31 34 41 26 40 23 66 38 Nota: (*) Criterio de selección: se tomaron los países que integran el PAPEP (Argentina, Bolivia, Ecuador, Honduras, Nicaragua, Panamá, Perú y Uruguay) y otros que se consideraron pertinentes para referencia y comparación. Fuente: elaboración propia sobre la base de datos del Informe Latinobarómetro 2006. B.3 La mediatización de la política Un fenómeno de especial relevancia que limita –y a la vez renueva el orden institucional y que afecta la democracia representativa– es la mediatización de la política por la televisión y, más recientemente, por los medios de comunicación horizontales: Internet, celulares, etc. La arena de expresión o representación de los políticos es cada día más mediática. Los medios articulan sus intereses con las ideologías de los periodistas, las encuestas de opinión pública, las movilizaciones y protestas sociales, y los escándalos van constituyendo un potente y fugaz imaginario político. Por lo general, este espacio mediático sustituye o determina la dinámica de los sistemas de representación política y condiciona la legitimidad institucional en la región. Estaría emergiendo una suerte de democracia de lo público31 donde la ciudadanía y los otros factores de poder tienden a expresarse con mayor frecuencia a través de los medios de comunicación de masas. Efectivamente la política en las calles, las encuestas de opinión pública, los liderazgos y los escándalos y la conspiración política se expresan cada vez más en los espacios mediáticos. Da la impresión que la sociedad está cada vez más fragmentada, pero también más integrada con los medios de comunicación, y más conectada con las nuevas tecnologías de la información. La 18 pregunta es cómo afecta esto a la gobernabilidad democrática. Hipotéticamente, da la impresión de que se vive una transición entre una esfera pública centrada en las instituciones políticas, formales o clásicas, hacia una esfera pública organizada por sistemas de comunicación cada vez más trasnacionalizados y globales. Sería el nuevo lugar de disputa de los intereses políticos. Este tema se analizará con mayor precisión más adelante. Los medios de comunicación se caracterizan, principalmente, por ser los espacios donde se expresa el poder. Además En América Latina, 17% de sus habitantes considera que los medios de comunicación son los actores de mayor poder32. Asimismo, en las rondas de consultas realizadas a 231 líderes de América Latina, 65% de ellos identificó a los medios de comunicación como uno de los principales poderes fácticos de la región33. De acuerdo con datos del Informe Latinobarómetro 2006, la televisión y la radio se encuentran entre las instituciones más confiables: 69% y 64% de los consultados, respectivamente, afirma confiar en ellas. Además, la televisión es el medio de información más utilizado: en 2006, 83% de los latinoamericanos vieron las noticias en la televisión34. En Perú, según estudios elaborados en el marco del PAPEP, los medios de comunicación influyen significativamente en la construcción del campo político, principalmente a través de un rol fiscalizador del comportamiento político35. También inciden en la agenda política mediante denuncias periodísticas y sobredimensionando protestas sociales y jugaron un papel de peso en la mala imagen del Presidente Toledo. De forma similar, en Nicaragua, las elites entrevistadas señalan que los medios de comunicación contribuyeron en la lucha contra la corrupción, y que a la vez son un factor de poder con agenda propia, capaz de ejercer presión sobre el gobierno36. Por su parte, en Bolivia los medios de comunicación, en particular la televisión, también tienen un creciente impacto en el ejercicio de la política37. Los medios son decisivos en la competencia electoral, la fiscalización de la gestión pública, la pérdida de confianza en los partidos políticos y la difusión de demandas con fuerte contenido 31 Manin, B. (1992), “Metamorfosis de la representación política”. En: Dos Santos, M. (Coord.) ¿Qué queda de la Representación Política? Caracas, CLACSO/Nueva Sociedad. 32 Corporación Latinobarómetro (2005), op cit. 33 PNUD (2004), op cit. 34 Corporación Latinobarómetro (2006), op cit. 35 Achard, D. et al (2005), op cit. 36 PNUD Nicaragua (2005), op cit. 19 étnico-cultural. Los medios bolivianos configuran un sistema fragmentado y heterogéneo: las redes privadas que responden a intereses de grupos empresariales inciden significativamente en la gestión política, la red estatal que defiende los intereses del gobierno posee menor influencia y los medios pertenecientes a la Iglesia, no sometidos a intereses privados o partidarios, gozan de gran legitimidad38. Recuadro III Ecuador: la Rebelión de los Forajidos Ecuador atraviesa una de las peores crisis institucionales de América Latina. La fuerza política de “las calles”, es un claro reflejo de tal debilidad (*). La Rebelión de los Forajidos se inició el 13 de abril de 2005, cuando el entonces Presidente Lucio Gutiérrez llamó "Forajidos" a los ciudadanos que protestaban pacíficamente en su contra. El 25 de noviembre de 2004 la mayoría gubernamental en el Congreso (el Partido Sociedad Patriótica de Gutiérrez, el PRE y el PRIAN) reemplazó a siete de los nueve miembros del Tribunal Constitucional. Poco después, los veintisiete jueces de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) fueron depuestos y cambiados por el Congreso, y fueron anulados los procesos judiciales contra Abdalá Bucaram, Gustavo Noboa y Alberto Dahik. En vista de los acontecimientos, el 16 de febrero de 2005 aproximadamente 150,000 personas de toda edad y condición social recorrieron las calles de Quito y llegaron a la Plaza San Francisco, para protestar frente al Palacio de Gobierno. Después de esta primera marcha y numerosas acusaciones cruzadas entre el gobierno y la oposición, sobre quienes encabezaban institucionalmente las marchas, la “rebelión” de la gente se fue depurando y se terminó convirtiendo en un fenómeno espontáneo. Decenas de miles de familias empiezan a salir, convocadas por correo electrónico y telefonía celular a las calles. Las manifestaciones de los "forajidos" prosiguieron. La mayor de ellas se llevó a cabo la noche del 19 de abril, cuando más de un millón de personas se reunieron en el parque de La Carolina y avanzaron hacia el Palacio de Gobierno para exigir la renuncia del Presidente Gutiérrez. Finalmente, el 20 de abril Gutiérrez se fugó del país, una vez que el Congreso declara vacante el cargo de presidente constitucional. (*) Para mayor detalle véase el informe 25 Años de Democracia en Ecuador (1979-2004). Fuente: http://exteriores.libertaddigital.com/articulo.php/1276230020 B.4 Los límites de las elites Un elemento que coadyuva a las crisis institucionales refiere a la debilidad de las elites dirigentes. Pareciera que las limitaciones de un liderazgo social y político, particularmente de los grupos de poder, inciden en el bajo perfil institucional de la mayoría de los países de la región. Por tal motivo, cabe preguntarse qué capacidad poseen las elites para articular una visión y una práctica nacional para resolver los problemas socio-institucionales en los marcos de una gobernanza global. 37 PNUD Bolivia (2004), Informe Nacional de Desarrollo Humano en Bolivia 2004. Interculturalismo y globalización: la Bolivia posible. La Paz: Plural. 38 En este sentido, el estudio de la Corte Nacional Electoral (2004), op cit. muestra que casi 60% de los bolivianos encuestados obtuvo información sobre la Asamblea Constituyente a través de los medios de comunicación. 20 Las ideas de Gino Germani y José Medina Echavarría39 sobre las elites nacionales eran categóricas al respecto. De la lectura de estos autores se puede deducir que ellas no poseen ni la capacidad ni la disposición para convertirse en grupos dirigentes de sus sociedades con un sentido de nación, Estado y desarrollo y se limitan a reproducir una dominación instrumental. En particular, Medina Echavarría sostiene que las elites presentan tres grandes problemas: a) falta de cultura de austeridad, b) baja capacidad para articular medios y fines, y c) poca persistencia en la formación de una cultura política de largo plazo. Seguiría predominando el fenómeno que Gino Germani llamó “efecto de fusión”, por medio del cual valores modernos pueden ser reinterpretados en contextos distintos en los países atrasados para finalmente reforzar estructuras tradicionales40. En términos más políticos-institucionales, Robert Dahl (1971)41 atribuye un valor estratégico al comportamiento de las elites en la evolución de la democracia. En el Informe Latinobarómetro (2006), se señala que más 66% de los latinoamericanos considera que los países son gobernados por unos pocos grupos poderosos que sólo buscan su beneficio personal. Inclusive, en Ecuador, Nicaragua, Panamá y Guatemala, menos de 20% de sus habitantes cree que se gobierna para beneficiar a toda la población42. La percepción de las elites es de especial relevancia. Por ejemplo, en Argentina, las elites están parcialmente “sintonizadas” con la percepción de los ciudadanos, ya que a diferencia de estos muestran cierta renuencia a valorar la evolución de los años recientes. Las mayores discrepancias se observan entre los empresarios, ya que sólo 17% considera que la pobreza (que incluye el desempleo) es el principal problema del país, mientras que 30.2% de los argentinos encuestados mencionó el desempleo y la pobreza como los dos aspectos que más deben mejorar en el país43. En Honduras, el desprestigio de las elites afecta particularmente a los jueces (51% de los hondureños no confía en ellos) y a los diputados del Congreso Nacional. El grupo más afectado es el de los diputados (71% de la población afirma desconfiar en ellos), debido tanto a la forma en que se escogen los candidatos (según las elites consultadas, se basa en intereses sectarios), como a la corrupción44. Para 81% de los entrevistados la corrupción es un problema grave en Honduras. Además, las 39 Véase Medina Echavarría, J. (1964), Consideraciones sociológicas sobre el desarrollo económico de América Latina. Buenos Aires: Solar / Hachette. 40 Véase Germani, G. (1966), Política y sociedad en una época de transición. Paidós: Buenos Aires. 41 Véase Dahl, R. (1971), Polyarchy; participation and opposition. New Haven: Yale University Press. 42 Corporación Latinobarómetro (2006), op cit. 43 PNUD Argentina (2005), op cit. 44 Al respecto, 51% de las elites señaló que los lugares en las planillas pueden ser comprados. Por otra parte, varios entrevistados mencionaron episodios en los que determinados grupos económicos 21 encuestas de opinión pública reflejan que 54% de los hondureños cree que los diputados defienden los intereses “de los ricos, de los poderosos” y 67% que “están más cerca de los terratenientes” que de los campesinos45. En el caso del Perú, algunos entrevistados afirman que “el principal problema es (…) la falta de liderazgo y (…) la calidad de la clase política”. Mientras que otros señalan con respecto a la clase política que “¿cómo creerle a estos señores que van trabajar por todos, por el bienestar de la gente? Cuando uno ve cosas (…) los congresistas van a tener una bonificación por las fiestas patrias de 80,000 soles, cuando mucha gente tiene la aspiración al sueldo mínimo que son 400 soles (…)”46. La corrupción es un indicador del grado de solidez de las normas e instituciones con respecto al comportamiento de la sociedad y, particularmente, de las elites. Existiría una suerte de choque entre la demanda de orden institucional y reglas del juego claras y contundentes por parte de las elites y el funcionamiento institucional de la sociedad, donde en buena parte de la región los niveles de corrupción son muy altos (o aparecen como muy altos) para la mayoría de la sociedad. No pocas crisis de gobernabilidad se han dado en la región como consecuencia de una percepción generalizada de corrupción en las elites. En efecto, en el Cuadro 2 se advierte que los países con la mejor posición en el Índice de Percepción de la Corrupción –elaborado por Transparency International– son aquellos con mayor estabilidad institucional. Tal es el caso de Chile y Uruguay que ocupan los lugares 21 y 32, respectivamente. En cambio, Argentina, y Bolivia –que han atravesado fuertes crisis institucionales en los últimos años– se ubican en la parte inferior del ranking.47 obtuvieron la aprobación de leyes que los favorecen y que en muchos casos los legisladores actúan en función de sus propios objetivos. PNUD Honduras (2005), op cit. 45 PNUD Honduras (2005), op cit. 46 Achard, D. et al. (2005), op cit. 47 El Índice de Percepción de la Corrupción clasifica a los países según el grado en que se percibe la corrupción existente entre funcionarios públicos y políticos. Para mayor detalle véase Transparency International www.transparency.org. 22 Cuadro 2: América Latina (países seleccionados)* Índice de percepción de la corrupción (IPC), 2005 En orden descendente País Chile Uruguay Colombia Brasil México Panamá Perú Argentina Honduras Nicaragua Bolivia Ecuador Guatemala Ranking 21 32 55 62 65 65 65 97 107 107 117 117 117 IPC 7.3 5.9 4.0 3.7 3.5 3.5 3.5 2.8 2.6 2.6 2.5 2.5 2.5 Fuente: elaboración propia sobre la base de datos de Transparency International. Un análisis concreto sobre las elites mismas, su composición, formas de socialización, orientaciones, etc. ayudaría a una mejor construcción del mapa político institucional. Sin lugar a dudas, es un tema clave para poder efectuar un diagnóstico detallado sobre la gobernabilidad democrática en la región48. B.5 La expansión multicultural y el pluralismo Un tema de gran influencia en el orden institucional es el de las nuevas manifestaciones multiculturales, especialmente de los denominados “pueblos originarios”, indígenas o de origen africano y la debilidad de los sistemas institucionales de la democracia y el desarrollo para procesarlos. Con la llegada de la democracia a América Latina se expandió un nuevo multiculturalismo, que reemplaza y cuestiona los modelos homogenizadores del Estado-nación, reclamando derechos culturales y poder político en el marco de las especificidades culturales. Hoy la cuestión radica no sólo en la admisión de estas realidades sino también en el reconocimiento explicito de estas nuevas identidades, lo que coloca formidables desafíos al pluralismo democrático. Las demandas de participación y cambio por parte de los pueblos originarios recorren gran parte de América Latina y están modificando de forma significativa del orden institucional. El movimiento indígena en Ecuador es de los más organizados de América Latina. Su origen se remonta a la década del ochenta, cuando se creó la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE). Las luchas que llevó a cabo esta 48 Para mayor detalle sobre las orientaciones políticas de las elites políticas, empresariales y de especialistas véase González, L. E. (2006a), Situación actual y perspectivas de América Latina según elites influyentes de la región. PAPEP-PNUD. 23 confederación en la década del noventa convirtieron al movimiento en una fuerza poderosa que, además de abogar por las demandas indígenas, se convirtió en líder de la resistencia al neoliberalismo49. Posteriormente, en 1997 la CONAIE fundó el partido Pachakutik para participar en la contienda electoral; tres años después, la CONAIE se unió a los militares liderados por Lucio Gutiérrez para derrocar al entonces presidente Mahuad y generaron una alianza política que llevó a Gutiérrez ganar las elecciones de 200250. La necesidad de participación y cambio es uno de los temas que aborda el Informe Nacional de Desarrollo Humano de Guatemala51. En este informe se destacan las diferencias en términos de salud, educación y participación política, entre otros, que afectan a los pueblos originarios. Con relación a tales diferencias, el INDH advierte que si bien a partir de la firma de los Acuerdos de Paz hubo progresos significativos (durante el período 1985-2005 hubo dos ministros de educación y un ministro de cultura, así como siete viceministros, pertenecientes a la comunidad indígena), aún falta incrementar la participación indígena en la toma de decisiones, especialmente en materia de políticas públicas. Además se subraya la necesidad de incorporar las formas de organización, representación y ejercicio del poder propios de la cultura maya. En el caso de Bolivia, los datos del Censo de población de 1992 muestran que 25% de los bolivianos se considera aymará, 31% quechua, 6%, parte de otros grupos indígenas y 38% se siente parte de múltiples identidades. Estos datos revelan un alto grado de multiculturalismo que se da en espacios interculturales. De acuerdo con la encuesta realizada para el IDH 2004, 64% de los aymará también se percibe como mestizo, al igual que 89% de los quechuas. Y, en promedio, 76% de los bolivianos se siente mestizo52. En las elecciones llevadas a cabo en diciembre de 2005, Evo Morales –de origen aymará– fue elegido presidente del país con 53.7%; es decir, con la mayoría absoluta. La cuestión es cómo el multiculturalismo evoluciona hacia un pluralismo democrático. Entre las elites –como se señala en el Observatorio Regional– la actitud hacia los conflictos étnicos no es homogénea. Aunque sólo se realizaron preguntas referidas a conflictos étnicos en México, Argentina y Estados Unidos, “el ordenamiento de las 49 Zamosc, realiza un importante análisis sobre la trayectoria de este movimiento. Zamosc, L. “The Indian Movement and Political Democracy in Ecuador”. En: Latin American Politics and Society. En prensa. 50 Hoy en día se tiene registro de más de dos mil comunidades indígenas que funcionan como entidades auto-reguladas, basadas en la autoridad de sus asambleas. Zamosc, L. op cit. 51 PNUD Guatemala (2005), Informe nacional de Desarrollo Humano 2005. Diversidad étnico-cultural: la ciudadanía en un Estado plural. Guatemala: PNUD. 52 PNUD Bolivia (2004), op cit. 24 posiciones parece sugerir que, cuanto más grande la población indígena y más reciente el conflicto, mayor sería la propensión a considerarlos amenazas, mientras que, con una mirada más abstracta, los estadounidenses tienden a considerarlos como oportunidades para la democracia. En la ronda de México, los conflictos étnicos son considerados mayormente una amenaza (39%) en relación a la consolidación de la democracia en los países de la región. En cambio, tanto en Estados Unidos como en Argentina la mayoría tiende a verlos como una oportunidad: seis de cada diez consultados (60%) en Estados Unidos y cuatro de cada diez (50%) en Argentina los ve desde una óptica positiva.”53 B.6 Los límites institucionales de la participación de femenina A pesar de los avances registrados por las mujeres en materia de políticas públicas y participación política, aún existen importantes distancias entre los cambios socioeconómicos, demográficos, del mercado laboral, los cambios culturales, y los límites de los actores político-institucionales para procesar los cambios y las demandas en función de la equidad de género. Esto limita la calidad de la democracia y afecta negativamente la gobernabilidad democrática. La equidad de género es un importante indicador del grado de democracia de un sistema político, puesto que la paridad de género no es una cuestión exclusiva de las mujeres. La paridad involucra la cualidad de la democracia en cuanto a su capacidad para reducir la brecha entre el discurso sobre la igualdad de derechos y alcanzar la igualdad de opciones para los ciudadanos y las ciudadanas de un país. La desigualdad de género es producto de un conjunto de desigualdades culturales y políticas que se refuerzan mutuamente. Ellas condicionan el menor acceso de las mujeres a derechos de propiedad, riqueza y educación, limitando su acceso a los mercados laborales y, en general, a las esferas de poder.54 La evidencia empírica refleja que la participación política de la mujer en los países sujetos a estudio se ha incrementado, aunque sigue siendo baja. Si bien en Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Honduras, México, Panamá y Perú se han establecido cuotas que determinan un nivel mínimo de representación –entre 20% y 40%– para las mujeres en las listas partidarias de elecciones legislativas, sólo en Argentina la participación relativa de la mujer en el Parlamento es superior a 30%. De hecho en los demás países, este porcentaje oscila entre 23% (México) y 6% (Honduras)55. 53 González, L. E. (2006a), op cit. Para mayor detalle véase WDR 2006, Pp. 37-40. Banco Mundial (2006), Informe sobre el desarrollo mundial 2006. Equidad y desarrollo. Bogotá: Banco Mundial, Mayol Ediciones, Mundi-Prensa. 55 CEPAL (2006b), Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 2005. Santiago de Chile: PNUD. 54 25 Cuadro 3: América Latina (países seleccionados)*, participación femenina en el Parlamento, 2005 En porcentajes País Argentina Bolivia Brasil Chile Colombia Ecuador Guatemala Honduras México Nicaragua Panamá Perú Uruguay 1990 2005 6 9 5 s/d 5 5 7 10 12 15 8 6 6 Var 34 19 9 13 12 16 8 6 23 21 17 18 12 28 10 4 7 11 1 -4 11 6 9 12 6 Nota: (*) Criterio de selección: se tomaron los países que integran el PAPEP (Argentina, Bolivia, Ecuador, Honduras, Nicaragua, Panamá, Perú y Uruguay) y otros que se consideraron pertinentes para referencia y comparación. Fuente: elaboración propia sobre la base de datos del Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 2005, CEPAL (2006b) Varios estudios insisten en que para alcanzar una mejor distribución en las decisiones políticas las mujeres y los movimientos de género deben superar múltiples barreras. Entre ellas sobresale que muchas mujeres siguen siendo las principales responsables por el cuidado del hogar y de los hijos. Mientras en los hogares no exista una distribución más equitativa de las responsabilidades domésticas y no se implementen políticas públicas a favor de la familia, los costos de lograr una carrera política y cumplir con las responsabilidades familiares seguirán siendo excesivamente altos para muchas mujeres56. En segundo lugar, a menos que sea superado el modelo tradicional de “vida política”, las mujeres seguirán estando excluidas de las altas esferas del poder. Dado que los varones han dominado siempre la escena política, muchas instituciones han sido acondicionadas para los estándares, estilos de vida y actitudes políticas de ellos57. En tercer lugar, las mujeres deben seguir abriéndose camino en los ministerios y comités relacionados con la política exterior, la economía y los presupuestos si desean influir en el desarrollo económico, político y social de la región. Si bien este hay importantes referentes en la política58, las mujeres suelen quedar relegadas a las áreas de ambiente, salud, familia y educación. Además, las conquistas de las mujeres durante un gobierno no siempre continúan. En muchos casos la 56 Buvinic, M. y Roza, V. (2004), Women, Politics and Democratic Prospects in Latin America. Sustainable Development Deparment Technical papers series, WID 108. www.iadb.org/sds/doc/women.pdf 57 Shvedova, N. (2002), “Obstáculos para la participación de la mujer en el Parlamento”. En: MéndezMontalvo, M y Ballington, J. (Eds.), Mujeres en el Parlamento: más allá de los números. Estocolmo: Institute for Democracy and Electoral Assistance 26 participación política de la mujer se relaciona estrechamente con los juegos de poder en el gobierno de turno59. Este tema debe ser investigado con mayor profundidad, especialmente en términos de la calidad de la democracia, la gobernabilidad y los escenarios de cambio posibles. B.7 Las oposiciones territoriales Por otra parte, se están generando nuevos conflictos y oposiciones entre lo global, lo local y lo nacional. Los cambios ocurridos en los últimos veinte años afectaron las relaciones entre lo territorial (municipal o regional) lo nacional y lo global. Hoy los territorios o regiones buscan formas propias de legitimad democrática, autonomía en lo nacional y conexión directa con la globalización, demandas y aspiraciones que se traducen en tensiones y, en algunos casos, fuertes crisis político-institucionales. Hay en este plano también un nuevo orden institucional emergente. Este fenómeno se observa claramente en Bolivia, cuyas elites mencionan a los factores regionales como uno de los componentes centrales de la crisis. Los cambios ocurridos en la economía de las distintas regiones son considerados como desafíos para el funcionamiento tradicional de la política boliviana, pero aquello que los convierte en aspectos críticos es la incapacidad de la política para responder adecuadamente. Algunos de los entrevistados son especialmente críticos con los dirigentes de Santa Cruz de la Sierra, a quienes acusan de carecer de la creatividad necesaria para pensar de forma global los problemas del país. En efecto, existe una suerte de “empate social”, estructurado alrededor de dos agendas altamente polarizadas, contrapuestas y con legitimidad insuficiente para imponer objetivos generales. Estas son, la Agenda de Octubre y la Agenda de Enero. La primera tiene como eje discursivo la nacionalización de los hidrocarburos, hace énfasis en lo sociopolítico, se articula en torno a movimientos sociales e indígenas y es liderada por el MAS y por la Federación de Juntas Vecinales de El Alto. Por el contrario, el eje discursivo de la Agenda de Enero es orientado por la idea de autonomías departamentales, hace mayor énfasis en cuestiones económicas, es aceptada por los sectores cívico-empresariales y es liderada por el Comité Cívico de Santa Cruz. El resultado de las elecciones generales en Bolivia con la contundente victoria del MAS coloca la evolución de los temas mencionados bajo otros términos 58 Tal es el caso de Argentina, que en este momento tiene como Ministra de Economía a Felisa Miceli y de Chile, que en enero de 2006 eligió por primera vez a una mujer –Michelle Bachelet– como Presidente de la República. 59 Buvinic, M y Roza, V. (2004), op. cit. 27 Recuadro IV Elecciones en Bolivia (12/2005). Análisis post lectoral y tendencias detectadas Una fuerza política, el MAS, obtuvo el respaldo de la mayoría absoluta, alcanzando el 54 % de los votos (aprox.). Se trata de un resultado inusual en la historia democrática de Bolivia. Gracias al resultado, el MAS está en situación de privilegio para organizar un nuevo ciclo. La cuestión reside en saber en qué grado el MAS (y los otros actores en juego) procederá con propuestas y acuerdos que conduzcan a políticas que permitan fortalecer la democracia y el desarrollo, se limite a una dinámica nacional popular o fracase con nuevos escenarios de conflictos. El electorado ha diferenciado su voto en las categorías nacional y departamental, estableciendo de esta manera un control y un equilibrio entre el poder central y los poderes departamentales. Para la elección de prefectos el MAS sólo ganó en dos de los nueve departamentos, mientras que para Presidente se impuso en cinco. En los departamentos en que el MAS obtuvo su mayor votación absoluta y relativa, particularmente en La Paz y Cochabamba, la población a nivel departamental le dio la mayoría a líderes de la oposición. El MAS tuvo un importante caudal de votos en Santa Cruz de la Sierra. Estos datos muestran un comportamiento complejo y racional del votante que da el piso para la renovación del sistema político. Bolivia tiene la oportunidad de recrear un sistema partidario. Algunos de los prefectos electos convocaron a los colegas para conformar un poder departamental frente al poder central. Esto podría ser el eje de un nuevo conflicto entre el Poder Central y los Poderes Regionales. Las orientaciones políticas del MAS combinarían líneas duras con políticas de negociación. Entre las líneas duras sobresalen la nacionalización de los hidrocarburos, la conformación de un Concejo pre-Constituyente con fuerte presencia de actores corporativos, la realización de la Asamblea Constituyente, el reparto de tierras en el oriente boliviano de acuerdo con la Ley IMRA y la reorientación de la política del cultivo de coca en favor del campesino. En otras áreas importantes, como el régimen de autonomías, políticas sociales, económicas o sectoriales, es posible que surjan espacios de negociación. Esto supone la búsqueda de un Estado nacional popular fuerte neo corporativo, proclive a la ampliación de elites. En el plano externo se reforzaría la coalición sudamericana y las vinculaciones con Argentina, Brasil, Cuba, Uruguay y Venezuela, y se buscaría mayor articulación con la UE, en especial con España. Habría disposición de negociar y no enfrentarse con EE.UU. A corto plazo, la coyuntura económica es favorable. El 2005 se cerró con un crecimiento del orden del 3.9% -sustentado en el crecimiento de las exportaciones del 17%-, una inflación moderada del 5.3% y un déficit fiscal del 2.8%. Para el 2006, se prevé un crecimiento del 4%, una inflación menor del 3.4%, y un déficit fiscal no mayor al 3%. Los depósitos bancarios continuaron en alza, casi sin interrupciones US$2,930 en diciembre de 2005. Se trata de una tendencia iniciada a mediados del año pasado. Las reservas internacionales netas alcanzaron un nivel de US$2,200 millones. Las elecciones presidenciales no afectaron el nivel de depósitos del sistema bancario. En síntesis, la nueva coyuntura política en Bolivia, junto con las perspectivas económicas de corto y mediano plazo, permiten pensar en una oportunidad de recrear y fortalecer la democracia y el desarrollo en el país, a partir de políticas de inclusión y apertura social. En Ecuador, con un proceso democrático igualmente accidentado que el boliviano, a partir de las consultas realizadas en la misión exploratoria, también se advierte una significativa fractura regional, dada por la presencia de tres voluntades diferenciadas: 28 la de la Sierra Norte (Quito), la de la Sierra Sur (Cuenca) y la de la Costa (Guayaquil). Y la representación política tampoco parece contar con una propuesta o identidad de carácter nacional. El conflicto con Perú de 1995 fue un factor unificador, pero de carácter temporal. Con relación a Estados Unidos se advierten importantes diferencias de opinión. Mientras que en Colombia, Honduras, Guatemala y Nicaragua más de 65% de los encuestados por el Latinobarómetro 2005 tiene una buena opinión de dicho país, en Venezuela, Uruguay y la Argentina, el porcentaje cae a 41%, 38% y 32% respectivamente60. En cuanto a los factores externos perjudiciales para Honduras, 54% de las elites consultadas mencionó a los organismos internacionales y sus paquetes de medidas y 17% a los Estados Unidos61. En Nicaragua, por su parte, las elites señalaron que Estados Unidos y los organismos internacionales son los actores externos con mayor capacidad de influir negativamente, seguidos por la comunidad internacional (Unión Europea, países nórdicos) y Hugo Chávez62. De igual modo, las elites consultadas en Bolivia, afirmaron que los factores externos – fundamentalmente las empresas transnacionales– agravan los problemas, mientras que para algunos entrevistados los países de la región constituyen un factor positivo.63. Además de los problemas mencionados, debe estudiarse la situación del poder judicial en América Latina64, tanto por su complejidad como por su relevancia, ya que la autonomía e independencia de quienes tienen a su cargo la justicia es fundamental para la gobernabilidad democrática. A.8 El déficit de la efectividad judicial Finalmente, para ejemplificar una serie de temas vinculados a la institucionalización de los países latinoamericanos (presentes entre las preocupaciones de la opinión pública y de los líderes consultados por el Proyecto), pueden ser útiles el Índice de Efectividad 60 Corporación Latinobarómetro (2005), op cit. PNUD Honduras (2005), op cit. 62 Vega, J. E. (2006), Nicaragua: escenarios de corto y mediano plazo. PAPEP-PNUD. 63 Por tales motivos, el PAPEP está realizando un estudio de las percepciones y opiniones de las dirigencias latinoamericanas y de Estados Unidos como complemento de los casos nacionales y para dar respuesta a demandas en diferentes países latinoamericanos. El propósito del Observatorio Regional es elaborar un análisis comprehensivo de la mirada de las dirigencias de los países más influyentes de la región –Argentina, Brasil, México– y de Estados Unidos sobre América Latina y su agenda futura. 64 Después de los Partidos Políticos y el Congreso, el Poder Judicial es la institución gubernamental que mayor desconfianza genera a los latinoamericanos: sólo 312% de ellos dice confiar en el Poder Judicial, Corporación Latinobarómetro (2005), op cit. 61 29 Judicial/Legal y el Índice Ética en el Sector Público, elaborados por Kaufmann65. El primero se realiza a partir de las respuestas positivas de las empresas (nacionales o radicadas en el país considerado) a las preguntas sobre independencia judicial, sobornos judiciales, calidad del marco legal, protección de la propiedad y efectividad parlamentaria y policial66. El segundo representa el porcentaje de empresas que asignan un puntaje satisfactorio a la honestidad de los políticos, al favoritismo (o su ausencia) en las compras del sector, al desvío de fondos públicos, la confianza en el correo, y la frecuencia de sobornos en trámites, servicios públicos e impuestos. El Cuadro 4 presenta los valores de los dos índices de Kaufmann para diecisiete países latinoamericanos. La lista de países está ordenada de mayor a menor grado de institucionalización según el criterio de Efectividad Judicial/Legal. Cuadro 4: Indicadores latinoamericanos, 2004 Países Chile Uruguay Costa Rica Brasil El Salvador Colombia México Panamá Honduras Perú Nicaragua Ecuador Guatemala Paraguay Bolivia Venezuela Argentina básicos de institucionalización Efectividad Judicial-Legal Porcentaje Rango 66.8 1 50.5 2 47.2 3 41.5 4 33.9 5 30.0 6 29.8 7 25.9 8 17.6 9 17.5 10 16.3 11 15.0 12 14.6 13 13.4 14 13.2 15 12.8 16 12.3 17 de los países Ética en el Sector Público Porcentaje Rango 62.9 1 40.9 2 34.2 5 35.2 4 38.2 3 22.6 8 23.3 7 20.3 10 11.3 16 23.5 6 18,6 11 12.1 15 16.7 12 10.2 17 14.5 13 12.9 14 21.8 9 Nota: Índice de Efectividad Judicial - Legal: porcentaje de empresas del país que otorgan puntaje satisfactorio a las preguntas sobre independencia judicial, sobornos judiciales, calidad del marco legal, protección de la propiedad, y efectividad parlamentaria y policial. Índice de Ética en el Sector Público: porcentaje de empresas del país que otorgan puntaje satisfactorio a la honestidad de los políticos, favoritismo en las compras del sector público, desvío de fondos públicos, confianza en el correo, y frecuencia promedio de sobornos (coimas, mordidas) en trámites, servicios públicos e impuestos. Fuente: Kaufmann, D. (2004) Las crisis político institucionales y las situaciones de riesgo político muestran las situaciones críticas por las que atraviesan las grandes democracias en la región. Como se ha visto, ella está alimentada por una serie de tendencias empíricas que 65 Kaufmann, D. (2004): “Corruption, Governance and Security: Challenges for the Rich Countries and the World”, World Bank, Global Competitiveness Report. Para mayor detalle véase González, L. E. (2005), op cit. 66 Esto incluye toda la problemática de la (in)seguridad personal y de respeto a los derechos humanos. 30 estarían prefigurando un nuevo mapa político institucional y la necesidad de adecuar e innovar nuevas estrategias de gobernabilidad. Si bien es necesario estudiar mejor estas tendencias, muy probablemente ellas estén asociadas con los cambios que están viviendo las sociedades nacionales. I.2 PROBLEMAS DE EQUIDAD Y POBREZA Las políticas de reforma estructural que experimentaron los países de la región generaron un conjunto de transformaciones socio-económicas que modificaron la conformación de las diferentes sociedades nacionales. Como se aprecia más adelante, uno de los cambios más significativos ha sido la creciente complejización de los procesos de diferenciación social que han afectado la calidad de las formas de reproducción social y colocado los temas de desigualdad y pobreza en el centro de las preocupaciones objetivas y subjetivas de estas sociedades y como uno de las factores claves que inciden en la gobernabilidad democrática de estos países. La idea de igualdad política inherente a la de ciudadanía es un medio de compensar desigualdades sociales en función de una ética social y se relaciona directamente con el concepto de libertad. Éste, en la medida que respalda la idea de que la diversidad es un valor constitutivo de la propia libertad, supone que al reconocer libertades diversas la igualdad tiende a involucrar la libertad de todos. La democracia por si misma no garantiza una convergencia hacia la igualdad social, más bien es el resultado de la acción individual y colectiva de una determinada sociedad. La inequidad se refiere tanto a los diferentes niveles de desigualdad social (ingresos, empleo, acceso a servicios, consumo, participación social y en general a los sistemas de distribución de poder y reconocimiento sociocultural) como a las disposiciones subjetivas de una sociedad que no sólo reconocen las situaciones desiguales sino muy especialmente la desigualdad (o ausencia) de acceso a oportunidades y al desarrollo de capacidades de los distintos grupos sociales para participar y reproducirse social y culturalmente con relación a su valores y aspiraciones especificas67. Precisamente, por 67 Sen (1995) señala que, en general, todas las teorías éticas, sociales y políticas incorporan alguna noción de igualdad, aunque defiendan la igualdad en otros ámbitos. El ámbito de exigencia de la igualdad debe ser el de la libertad y potencialidad para lograr los proyectos individuales. Un problema grave es que en la actual percepción, la igualdad no se establece como exigencia en ningún ámbito ni su relación con la utopía socialmente compartida. Este fenómeno refuerza el sentimiento de injusticia frente a las desigualdades y a la falta de reconocimiento, lo cual provoca grandes frustraciones. Sen, A. (1995), Nuevo examen de la desigualdad. Madrid: Alianza. 31 esto, la pobreza y la exclusión social pueden ser comprendidas como privación de capacidades y constituyen el lado más oscuro de la desigualdad social68. Enfrentar la cuestión de la pobreza y la inequidad no solo implica registrar estadísticas o elaborar políticas sectoriales diferenciadas para tratar el problema, sino sobre todo potenciar la acción de las sociedades y los Estados para generar políticas que fortalezcan las capacidades ciudadanas de los más pobres y excluidos. Los mismos pobres y/o discriminados estarían buscando transformar sus necesidades en demandas que se expresen en el sistema político y generen resultados. Lo que está en juego en la gestión de la gobernabilidad democrática progresiva es la ampliación de la ciudadanía social y el logro de una ciudadanía activa, que mantenga no obstante los umbrales mínimos de funcionamiento de la economía y las instituciones. A. Tendencias con relación a la pobreza y la desigualdad en América Latina A.1. Crecieron las brechas entre los países en desarrollo y los países industrializados De acuerdo con datos del IDH, el crecimiento del PIB per capita es superior en los países de ingresos altos de la OCDE. Así, entre 1975 y 2003 la tasa de crecimiento promedio anual del PIB per capita para América Latina ascendió a 0.6%, mientras que para los países OCDE con altos ingresos fue 2.2%. También puede verse la pérdida de participación relativa de América Latina en el PIB mundial: en 2000 el PIB de la región representaba 6.3% del total mundial y en 2005 disminuyó a 5.6%. Por su parte, el producto de los países OCDE de altos ingresos muestra una leve tendencia a la baja, a diferencia de los países asiáticos –primordialmente Asia oriental y el Pacífico–, cuyo PIB ha ido adquiriendo mayor peso relativo. La perspectiva económica para la 68 Sen no está acuerdo con el uso “indiscriminado” del término “exclusión social”, asociado a la noción de pobreza como privación de capacidades. Si se entiende la pobreza como bajos ingresos, entonces se distancia de la noción de exclusión social, pero si se la entiende como privación de capacidades, puede vincularse con ella. Si bien poseer bajos ingresos implica vivir con privaciones, ellos no son la única influencia en este aspecto. Sen retoma la filosofía aristotélica y afirma que una vida empobrecida es aquélla en la que se carece de libertad para ejercer actividades consideradas importantes para una persona. La pobreza, en este enfoque, puede entenderse como privación de capacidades. Existen capacidades y funcionamientos que las personas tienen buenas razones para valorar; por ejemplo, ser parte de la vida de una comunidad sin sentimientos de vergüenza, autocensura, discriminación, etc. La exclusión de relaciones sociales puede derivar en otras privaciones que limiten oportunidades de vida; e.g. ser excluido de la oportunidad de tener trabajo o de recibir créditos. A su vez, esto puede redundar en empobrecimiento económico, que puede generar privaciones adicionales. “La exclusión social puede, así, ser una parte constitutiva de la privación de capacidades así como una causa instrumental de los diversos fracasos de capacidades” Más aún, la expansión de la opción colectiva racional dentro de una sociedad, permite –a la vez– optimizar resultados individuales y colectivos. Es decir, posibilita opciones más justas y eficientes que involucren tendencialmente a toda la sociedad. Sen, A. (1997), Bienestar, justicia y mercado. Barcelona: Paidós; y Sen, A. (2000), “Culture and Development”. En: World Bank Tokyo Meeting. Tokio. 32 región es relativamente promisoria, aunque esto no garantiza que se avance ni en equidad ni en la disminución de la pobreza69. Gráfico 2: PIB mundial desagregado por región: 2000 y 2005 Estructura porcentual vertical 6.3% 3.5% 3.4% 5.1% 3.0% 1.5% 1.9% 5.6% 6.8% 5.0% 1.4% 2.2% 1.1% 1.4% 77.6% América Latina y el Caribe Medio Oriente y Africa del Norte Asia del Sur Países OECD altos ingresos 74.3% Asia Oriental y el Pacífico Europa y Asia Central Africa Sub-Sahariana Países no-OECD altos ingresos Fuente: elaboración propia sobre la base de World Development Indicators, Banco Mundial, 2006. A.2 América Latina es la segunda región más desigual del mundo y se han incrementado las disparidades entre los países Sólo es superada por el África Sub-sahariana70.Según cifras del IDH 2005, el coeficiente de Gini de la región alcanza 0.571 y el de los países OCDE de altos ingresos, 0.368. Si bien en algunos países el coeficiente de Gini disminuyó (Uruguay, México, Guatemala, Colombia, Honduras y Brasil) entre 1990 y 2005, en otros países se mantuvo invariable (Chile, Nicaragua y Panamá) y en otros, aumentó (Argentina, Bolivia y Ecuador). Más aún, en 2005 solamente Uruguay puede incluirse entre los países con baja desigualdad y gran parte de los países de la región posee niveles de desigualdad altos o muy altos (Brasil, la Argentina y Honduras)71. 69 CEPAL (2006c), Informe de proyecciones macroeconómicas para el proyecto PNUD-PAPEP. Centro de Proyecciones División de Estadísticas y Proyecciones Económicas CEPAL. 70 Para mayor detalle véase UNDP (2005), Human Development Report 2005. International Cooperation at a Crossroads: Aid, trade and security in an unequal world. New York: Hoeschtetter Printing Co. 71 De acuerdo con CEPAL (2005), el nivel de desigualdad puede clasificarse en cuatro grupos: Baja (Gini oscila entre 0 y 0.4699); Media (Gini entre 0.4700 y 0.5199); Alta (Gini toma valores entre 0.5200 y 0.5799), Muy alta (Gini oscila entre 0.5800 y 1). CEPAL (2005), Objetivos de Desarrollo del Milenio: una mirada desde América Latina y el Caribe. Santiago de Chile: CEPAL. www.eclac.cl/cgibin/getProd.asp?xml=/publicaciones/xml/1/21541/P21541.xml&xsl=/tpl/p9f.xsl&base=/tpl/t op-bottom.xsl. 33 Gráfico 3: América Latina (países seleccionados)*, Coeficiente de Gini, 1990 y 2005 0.650 Países con mayor desigualdad Bol Bra 0.600 Nic Col Pan 0.550 2005 Hon Chi Arg Ecu Gua Méx 0.500 Uru 0.450 Países con menor desigualdad 0.400 0.400 0.450 0.500 0.550 0.600 0.650 1990 Nota: (*) Criterio de selección: se tomaron los países que integran el PAPEP (Argentina, Bolivia, Ecuador, Honduras, Nicaragua, Panamá, Perú y Uruguay) y otros que se consideraron pertinentes para referencia y comparación. Fuente: elaboración propia sobre la base de datos de Panorama Social de América Latina 2006, CEPAL En el Informe de Desarrollo Humano 2006, se desagrega el Índice de Desarrollo Humano (IDH) por quintiles de ingreso para 13 países, entre los que se incluyen Bolivia y Nicaragua. El 20% más rico de los bolivianos se ubica dentro del grupo de alto desarrollo humano, con un IDH similar al de Polonia y de Argentina; mientras que el IDH 20% más pobre es comparable al de países como Pakistán y Camboya, que ocupan las últimas posiciones de los países con desarrollo humano medio. La brecha entre el 20% más rico y el 20% más pobre de Bolivia equivale a 97 lugares en la escala global de IDH72. Es probable que, con diferencias según el caso, esta disparidad se reproduzca en el resto de los países. Con relación a la tasa de mortalidad infantil, un estudio elaborado por CEPAL (2006a)73, muestra que la brecha entre países ha crecido. La tasa de mortalidad infantil de América Latina se ha reducido sistemáticamente durante los últimos quince años, pero su heterogeneidad se ha incrementado. El coeficiente de variación74 pasa de 41.8% en el quinquenio 1990-1995 a 44.9% en el quinquenio 2000-2005. Este mayor coeficiente de variación implica mayor desigualdad, dada la tendencia de las brechas: los mayores niveles de mortalidad se observan, en términos generales, en los países más pobres (CEPAL, 2006a). Además, la cantidad de países cuya tasa de 72 Para mayor detalle véase UNDP (2006), Human Development Report. 2006. Beyond Scarcity: Power, poverty and the global water crisis. New York: Palgrave Macmillan, p. 270 73 CEPAL (2006a), Panorama Social de América Latina 2005. Santiago de Chile: PNUD. Pp. 184-185. 74 El coeficiente de variación se calcula como el cociente entre la desviación estándar y la media. 34 mortalidad infantil (siete) se encuentra por encima del promedio regional se mantiene constante entre quinquenios. Gráfico 4: América Latina (países seleccionados)*, Tasa de mortalidad infantil por cada mil nacidos vivos, 1990-1995 y 2000-2005 En porcentajes América Latina Uruguay Perú Panamá Nicaragua México Honduras Guatemala El Salvador Ecuador Colombia Chile Brasil Bolivia Argentina 0 10 20 30 40 50 1990-1995 60 70 80 2000-2005 Nota: (*) Criterio de selección: se tomaron los países que integran el PAPEP (Argentina, Bolivia, Ecuador, Honduras, Nicaragua, Panamá, Perú y Uruguay) y otros que se consideraron pertinentes para referencia y comparación. Fuente: elaboración propia sobre la base de datos del Panorama Social de América Latina 2005, CEPAL A.3 Las brechas al interior de los países han aumentado o se han mantenido En buena parte de ellos creció la participación del 20% más rico de la población en los ingresos de las personas, mientras que la del 20% más pobre se mantuvo constante o disminuyó. Por ejemplo, en Colombia, entre 1990 y 2005, el peso relativo del 20% más rico de la población creció más de 5 puntos (de 57.8% a 63.0%) y en Ecuador el incremento fue de 4.4 puntos porcentuales. Como contraparte, en Guatemala y en Honduras, el 20% más rico de la población perdió 3.4 y 3.3 puntos porcentuales de ingresos, respectivamente. Sin embargo, la participación del 20% más pobre se mantuvo casi constante; es decir, que los quintiles medios incrementaron su peso relativo. La desagregación de la población en zonas rurales y urbanas muestra un nivel de concentración similar.75 75 CEPAL (2007), Panorama Social de América Latina 2006 Santiago http://www.eclac.cl/publicaciones/xml/0/27480/Cuadros_Anexo_PS2006.xls 35 de Chile: PNUD Cuadro 5: América Latina (países seleccionados)*, Concentración del ingreso de las personas, 1990 y 2005 En porcentajes País Argentina+ Bolivia Brasil Chile Colombia Ecuador+ Guatemala++ Honduras México Nicaragua Panamá Perú+++ Uruguay+ 20% más pobre de la población 1990 2005 Var 4.1 3.5 -0.6 1.3 1.5 0.2 2.1 2.4 0.3 3.5 3.7 0.2 3.7 2.9 -0.8 4.8 3.8 -1.0 2.7 3.7 1.0 2.4 2.4 0.0 3.9 3.7 -0.2 2.1 2.5 0.4 2.8 2.5 -0.3 3.0 3.8 0.8 5.1 4.8 -0.3 20% más rico de la población 1990 2005 Var 54.9 57.2 61.2 64.4 66.8 65.5 60.6 60.4 57.8 63.0 51.9 56.3 62.7 59.3 65.7 62.4 58.7 57.6 61.3 61.7 60.0 58.2 57.9 55.2 51.9 50.7 2.3 3.2 -1.3 -0.2 5.2 4.4 -3.4 -3.3 -1.1 0.4 -1.8 -2.7 -1.2 Nota: (*) Criterio de selección: se tomaron los países que integran el PAPEP (Argentina, Bolivia, Ecuador, Honduras, Nicaragua, Panamá, Perú y Uruguay) y otros que se consideraron pertinentes para referencia y comparación. (+) Zonas urbanas (++) Datos corresponden a 1990 y 2002. (+++)Datos corresponden a 1997 y 2003. Fuente: elaboración propia sobre la base de datos de Panorama Social de América Latina 2006, CEPAL (2007) También se advierten disparidades territoriales, socioeconómicas y étnicas en la tasa de mortalidad dentro de los países. A partir de datos censales, CEPAL (2006a) muestra que las zonas urbanas con mayor desarrollo económico presentan indicadores más favorables. En Brasil, por ejemplo, la probabilidad de que un niño muera antes de cumplir 1 año es casi 5 veces mayor en el Estado de Alagoas que en Rio Grande do Sul. En Panamá esta brecha se incrementa a 4.8 entre la Comarca de Ngöbe Gublé y la Provincia de Panamá. Como contraparte la menor disparidad se observa en Chile: en la región de Antofagasta la probabilidad de que un niño muera antes de cumplir 1 año es 0.5 inferior que en la de Magallanes76. Por su parte, los grupos indígenas son los más rezagados en la reducción de la mortalidad infantil, especialmente si habitan en zonas rurales. En Bolivia la mayor tasa de mortalidad (105 por c/1000 nacidos vivos) se registra en Potosí, donde el 90% de la población es de origen Quechua77. El nuevo Informe de Desarrollo Humano hace hincapié en estas diferencias. Por ejemplo, en Bolivia el riesgo de los niños pertenecientes al 20% más pobre de la población de morir antes de cumplir 5 años es cuatro veces superior al de los niños 76 77 CEPAL (2006a), op cit. Pp. 186-187 CEPAL (2006a), op cit. Pp. 195-196. 36 que nacen en el último quintil de ingresos. Asimismo, en Nicaragua y Perú aproximadamente 40% de las muertes infantiles ocurren en el quintil más pobre.78 A.4 Persisten las desigualdades de género En materia de género, persisten importantes diferencias salariales –para la misma cantidad de años de estudios aprobados– entre varones y mujeres. En promedio, las mujeres ganan aproximadamente 80% del salario de los varones. En Colombia y Argentina se observa la menor distancia entre salarios: las mujeres ganan 89.2% y 86.6% del salario masculino, respectivamente. Por el contrario, los países más desiguales son Bolivia y Brasil, ya la relación entre salarios es inferior a 77%. Es interesante señalar que la relación entre salarios se torna más desfavorable para las mujeres cuando ellas poseen 13 o más años de estudios aprobados. Los países con las mayores y menores brechas son prácticamente los mismos, salvo Guatemala que presenta la menor distancia en esta categoría: la relación de salarios es de 80%. Esta brecha salarial puede generar efectos aún más negativos, como producto del incremento de la cantidad de mujeres jefas de hogar, especialmente en hogares monoparentales. En más de 80% de los hogares monoparentales de la región la jefa de hogar es mujer79. Cuadro 6: América Latina (países seleccionados)*, Relación de salarios entre géneros, según años de estudios aprobados, cerca de 2004 En porcentajes País Argentina Bolivia Brasil Chile Colombia Ecuador Guatemala Honduras México Nicaragua Panamá Perú Uruguay Total 2004 2002 2003 2003 2002 2002 2002 2002 2004 2001 2002 2003 2002 86.6 74.4 76.7 81.7 89.2 83.7 82.4 82.8 82.1 83.0 82.7 77.4 80.8 13 y más años de educación 76.6 64.2 61.9 69.0 80.0 72.9 87.0 68.7 69.6 71.9 71.4 70.8 66.8 Nota: (*) Criterio de selección: se tomaron los países que integran el PAPEP (Argentina, Bolivia, Ecuador, Honduras, Nicaragua, Panamá, Perú y Uruguay) y otros que se consideraron pertinentes para referencia y comparación. Fuente: elaboración propia sobre la base de datos del Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 2005, CEPAL 78 79 UNDP (2006), op cit. Pp. 270-271. CEPAL (2007), op cit. 37 A.5 Se incrementaron las distancias al interior de los estratos sociales de cada país Si bien éste es un tema que se debe estudiar más, pareciera ser que especialmente ha habido un deterioro en la situación económica de las capas medias. Este fenómeno es abordado en el Informe Aportes para el Desarrollo Humano en la Argentina 2002. Los cambios en la estructura productiva del país y, otros factores, produjeron la caída de los ingresos individuales y familiares. En 2002, una persona ganaba aproximadamente 20% menos que en 1995. Así, “(…) el proceso de diferenciación social se hace sentir no sólo en los extremos de la pirámide sino también en los sectores medios: es la polarización y el empobrecimiento de amplias capas de la clase media lo que configura el nuevo paisaje social de la Argentina.” 80 A.6 La proporción de pobres e indigentes ha disminuido entre 1990 y 2005, pero ha aumentado la heterogeneidad y la complejidad de la pobreza Entre 1990 y 2005 la proporción de personas pobres se redujo de 48.3% a 39.8% a 222 millones y la de indigentes, de 22.5% a 15.4%. Sin embargo, la magnitud de la indigencia difiere considerablemente entre países: en Bolivia, Guatemala, Honduras y Nicaragua afecta a más de 30% de la población total, mientras que en el otro extremo se ubican Chile, Argentina y Uruguay, cuyos niveles de indigencia son inferiores a 10%81. 80 PNUD Argentina (2002), op cit. Véase también PNUD Chile (1998), Desarrollo Humano en Chile 1998. Paradojas de la modernización. Santiago de Chile: PNUD. 81 CEPAL (2007), op cit. 38 Cuadro 7: América Latina: evolución de la pobreza y la indigencia, 1990-2004 En porcentajes Pobreza País Argentina+ Bolivia Brasil Chile Colombia Ecuador+ Guatemala++ Honduras México Nicaragua Panamá+ Perú+++ Uruguay+ América Latina 1990 16.1 52.6 48.0 38.6 56.1 62.1 69.4 80.8 47.7 73.6 39.9 47.6 17.9 48.3 2005 26.0 63.9 36.3 18.7 46.8 45.2 60.2 74.8 35.5 69.3 24.4 51.1 18.8 39.8 Indigencia Var 9.9 11.3 -11.7 -19.9 -9.3 -16.9 -9.2 -6.0 -12.2 -4.3 -15.5 3.5 0.9 -8.5 1990 3.4 23.0 23.4 12.9 26.1 26.2 42.0 60.9 18.7 48.4 16.2 25.1 3.4 22.5 2005 9.1 34.7 10.6 4.7 20.2 17.1 30.9 53.9 11.7 42.3 7.7 18.6 4.1 15.4 Var 5.7 11.7 -12.8 -8.2 -5.9 -9.1 -11.1 -7.0 -7.0 -6.1 -8.5 -6.5 0.7 -7.1 Nota: (*) Criterio de selección: se tomaron los países que integran el PAPEP (Argentina, Bolivia, Ecuador, Honduras, Nicaragua, Panamá, Perú y Uruguay) y otros que se consideraron pertinentes para referencia y comparación. (+) Zonas urbanas (++) Datos corresponden a 1990 y 2002. (+++)Datos corresponden a 1997 y 2003. Fuente: elaboración propia sobre la base de datos de Panorama Social de América Latina 2006, CEPAL (2007) Como puede verse, los países con mayores niveles de indigencia son también los más pobres de la región. Más aún, un informe de CEPAL (2005) que evalúa el progreso de los Objetivos de Desarrollo del Milenio de América Latina y el Caribe, advierte que lograr la meta de reducir la extrema pobreza a la mitad para 2015 involucra disminuciones de extrema pobreza –medidas en cantidad de puntos porcentuales– muy diferentes para cada país. En Argentina y Uruguay se requeriría un descenso aproximado a 5 puntos porcentuales –a partir del nivel de indigencia de 1990– mientras que en Bolivia, Honduras y Guatemala dicho descenso debiera rondar los 20 puntos porcentuales. Los porcentajes de reducción de la indigencia en Bolivia, Honduras y Nicaragua muestran un grado de avance inferior al requerido para situarse en la trayectoria de cumplimiento de la meta. Es decir que aquellos países con mayores tasas de pobreza y menores ingresos son los que enfrentarán las mayores dificultades para lograr este objetivo82. Debido a los cambios en la estructura social, se han generado graves problemas de exclusión, lo que se comprueba al observar las disparidades por zona geográfica, género y origen étnico. 82 Para mayor detalle véase CEPAL (2005), op cit. 39 En 2005, 39.8% de los latinoamericanos se encontraba por debajo de la línea de pobreza, pero al considerar exclusivamente las zonas rurales este porcentaje crecía hasta 58.8%. En la mitad de los países de la muestra –para los que hay información disponible– la diferencia entre la pobreza rural y la pobreza urbana en 2005 es superior a la diferencia promedio de la región (19 puntos porcentuales). En Bolivia y Guatemala se advierte la mayor brecha: 26.8 y 22.7 puntos porcentuales, respectivamente. Como contraparte, en Chile, la diferencia es menor a dos puntos porcentuales. Sin embargo, hoy en día la tasa de descenso de los pobres rurales presenta una mayor aceleración. Gráfico 5: América Latina (países seleccionados)*, Proporción de personas pobres en zonas rurales y urbanas, 2005 En porcentajes América Latina Panamá Nicaragua+ México Honduras Guatemala Ecuador Colombia Chile Brasil Bolivia 0.0 10.0 20.0 30.0 40.0 Zonas urbanas 50.0 60.0 70.0 80.0 90.0 Zonas rurales Nota: (*) Criterio de selección: se tomaron los países que integran el PAPEP (Argentina, Bolivia, Ecuador, Honduras, Nicaragua, Panamá, Perú y Uruguay) y otros que se consideraron pertinentes para referencia y comparación. Fuente: elaboración propia sobre la base de datos de Panorama Social de América Latina 2006, CEPAL (2007) Entre 1990 y 2005 en todos los países –salvo Chile, Guatemala y Nicaragua– se ha incrementado la proporción de hogares con jefatura de hogar femenina. Este fenómeno es consistente con la mayor participación de la mujer en la economía. Sin embargo, en buena parte de ellos, la proporción de hogares pobres u hogares indigentes con jefas de hogar creció a un ritmo mayor que el total de hogares y hogares no pobres. Por ejemplo, en Argentina el porcentaje de hogares encabezados por mujeres pasó de 21% a 31%, mientras que el porcentaje de hogares pobres 40 encabezados por mujeres aumentó de 12% a 29%. De igual forma, en Panamá los hogares indigentes encabezados por mujeres crecieron de 34% a 55% y los hogares no pobres encabezados por mujeres, de 24% a 28%. Cuadro 8: América Latina (países seleccionados)*, Hogares encabezados por mujeres según condición de pobreza, 1990 y 2005 En porcentajes País Año Argentina 1990 2005 1989 2004 1990 2005 1990 2003 1991 2005 1990 2002 1989 2002 1990 2003 1989 2005 1993 2001 1991 2005 1997 2003 1990 2005 Bolivia Brasil Chile Colombia Ecuador Guatemala Honduras México Nicaragua Panamá Perú Uruguay Total hogares 21 31 17 26 20 30 21 18 24 33 17 23 22 22 27 31 16 24 35 34 26 30 20 25 25 34 Indigentes 26 40 23 27 24 33 25 26 28 38 22 28 23 30 35 31 14 24 40 37 34 55 21 30 28 34 Pobres no indigentes 12 29 16 24 23 28 20 16 22 31 16 21 21 21 21 29 14 22 34 36 29 32 19 20 22 31 No pobres 22 31 15 26 18 31 22 18 24 32 15 23 22 21 21 32 17 25 32 32 24 28 21 26 26 35 Nota: (*) Criterio de selección: se tomaron los países que integran el PAPEP (Argentina, Bolivia, Ecuador, Honduras, Nicaragua, Panamá, Perú y Uruguay) y otros que se consideraron pertinentes para referencia y comparación. Fuente: elaboración propia sobre la base de datos de Panorama Social de América Latina 2006, CEPAL (2007) Por su parte, el Índice de Desarrollo Humano relativo al Género es inferior que el Índice de Desarrollo Humano para todos los países de la región. 41 Gráfico 6: América Latina (países seleccionados)*, Índice de Desarrollo Humano e Índice de Desarrollo Humano relativo al Género, 2004 0.847 Uruguay 0.759 Perú 0.684 Nicaragua 0.809 0.698 0.812 México 0.821 0.676 Honduras 0.683 0.659 Guatemala 0.673 0.787 Colombia 0.790 0.850 Chile 0.859 0.789 Brasil 0.687 Bolivia 0.200 0.400 0.792 0.692 0.859 Argentina 0.000 0.767 0.806 Panamá 0.851 0.600 IDH 0.800 0.863 1.000 IDG Nota: (*) Criterio de selección: se tomaron los países que integran el PAPEP (Argentina, Bolivia, Ecuador, Honduras, Nicaragua, Panamá, Perú y Uruguay) y otros que se consideraron pertinentes para referencia y comparación. Fuente: elaboración propia sobre la base de datos del PNUD, 2006 Con respecto al origen étnico, un estudio del Banco Mundial sobre los pueblos originarios, señala que en Bolivia y Guatemala más de la mitad de la población es pobre, pero el porcentaje asciende a casi 75% para la población indígena. En Ecuador, la pobreza entre los indígenas es cercana a 87%, mientras que en Perú 43% de los hogares pobres son indígenas83. Además –como señalan Buvinic, M. y Roza, V. (2004)– el género y el origen interactúan entre sí y generan un grado de exclusión social aún mayor. Como consecuencia, los niveles educativos de las mujeres indígenas son mucho menores que los de las mujeres no indígenas. Más de 50% de las niñas indígenas de Bolivia y Guatemala han abandonado el colegio a los 14 años84. En Bolivia, Perú y Guatemala, las mujeres indígenas tienen mayores probabilidades de obtener empleos de baja remuneración y en el sector informal85. A esta interacción negativa se agrega la zona geográfica, ya que los pueblos indígenas suelen habitar las zonas rurales que –como se vio en el Gráfico 4– presentan niveles de pobreza superiores a las áreas urbanas. 83 Véase Hall, G. y Patrinos, H. (2005), Indigenous Peoples, Poverty and Human Development in Latin America: 1994-2004. web.worldbank.org/WBSITE/EXTERNAL/BANCOMUNDIAL/EXTSPPAISES/LACINSPANISHEXT/0,conten tMDK:20505832~menuPK:508626~pagePK:146736~piPK:226340~theSitePK:489669,00.html 84 Arias, O. y Duryea, S. (2003), Social Exclusion Due to Race or Ethnicity in Latin America: What Do We Know? Working paper. Washington, D.C: Inter-American Development Bank 85 Duryea, S. y Genoni, M. E. (2004), “Ethnicity, Race and Gender in Latin American Labor Markets”. En: Buvinic, M.; Mazza, J. y Deutsch, R. (Eds.), Social Inclusion and Economic Development in Latin America. Washington D.C: IDB/Johns Hopkins Press. 42 En síntesis, si bien se debe entender la pobreza en el marco de múltiples relaciones sociales asociadas con las dinámicas de la economía, el hecho de que 39.8% de la población latinoamericana se encuentre bajo la línea de pobreza, indica que estas personas y el conjunto de las sociedades a las que pertenecen enfrentan límites estructurales para desarrollar sus capacidades como seres humanos. Dichas capacidades no sólo se refieren a empleo, ingresos o servicios sociales, sino – fundamentalmente– al accionar individual y colectivo, a actuar con dignidad, a comunicarse, a construir relaciones con la sociedad de pertenencia, recibir y dar solidaridad y –sobre todo– a la capacidad de las personas para transformarse en actores sociales; es decir, transformar necesidades en demandas que se expresen genuinamente en el régimen político. Los tremendos saldos de pobreza se encuentran entre los principales factores que fomentan la generación de explosiones sociales, "anomias culturales" y la pérdida de sentido de lazo social. En el fondo, los pobres son los menos incluidos en el ejercicio de la democracia electoral –i.e. tienen menos derechos políticos, civiles y sociales– y, por lo tanto, pueden considerarse como preciudadanos. Mientras las sociedades no diseñen e implementen políticas de inclusión y participación para estos grupos sociales, las posibilidades de avances institucionales y de una gobernabilidad sostenible son menores y, por el contrario, se crean condiciones para el surgimiento de proyectos de manipulación de las masas. B. Percepciones de las elites y la opinión pública sobre la pobreza y la desigualdad B.1 Con relación al problema de la pobreza, en promedio los latinoamericanos se consideran pobres De acuerdo con el Informe Latinobarómetro 2005, en una calificación según una escala de 1 (para los más pobres) a 10 (para los más ricos), en promedio los latinoamericanos se autocalifican con 3.66. Ningún país se percibe como rico y sólo en México, Costa Rica, Chile y Argentina la calificación es superior a 4. Por su parte, los habitantes de Bolivia, Ecuador, Perú, El Salvador y Honduras se consideran los más pobres de América Latina. La información obtenida por el Observatorio Regional del PAPEP, indica que alrededor de 50% de las elites de Argentina Brasil y México consideran que la pobreza y la inequidad son las causas recurrentes de los problemas de la democracia en la región. Por su parte, en Estados Unidos aproximadamente 40% señala a la pobreza y la desigualdad como el principal obstáculo de la democracia86. 86 González, L. E. (2006a), op cit. 43 En Argentina, para 22% de las elites el principal problema del país es la pobreza en sentido amplio (incluido el desempleo)87. Asimismo, 34% de la opinión pública lo menciona como el peor aspecto de la realidad argentina, pero 47.6% de los argentinos cree que el desempleo es el problema más grave del país88. En Honduras, 64% considera a la pobreza, la falta de trabajo y los problemas económicos en general, como los principales problemas del país. Las elites también señalan a la pobreza (41%) y al desempleo y subempleo (20%) como los mayores retos que se debe enfrentar89. En Nicaragua, los líderes nacionales también creen que la pobreza, la desigualdad y el desempleo son las dificultades de mayor urgencia que afronta el país (41%). Y, al consultarlos sobre la evolución de la pobreza, 53 de los 64 entrevistados opinaron que se mantendrá igual o aumentará90. Más aún, al analizar indicadores de optimismo/pesimismo, 55% de los entrevistados para el Informe Latinobarómetro 2005 cree que sus padres vivían mejor que ellos. Este índice es especialmente elevado en Ecuador, Perú y Bolivia: 68%, 67% y 62%, respectivamente. Como contraparte, en Chile, sólo 35% de los entrevistados piensa que sus padres estaban mejor. Con respecto al futuro, 54% de los latinoamericanos considera que sus hijos vivirán mejor. El mayor grado de optimismo se advierte en Chile, donde este porcentaje alcanza 76%, seguido por Brasil (67%) y Honduras (61%); en cambio, en Ecuador este porcentaje es sólo 36%. En promedio, la percepción del futuro en América Latina es negativa, puesto que el pasado habría sido mejor. Ciertamente, las características políticas de la coyuntura afectan las percepciones. Hoy en Bolivia, por ejemplo, la gente está relativamente más optimista. 87 PNUD Argentina (2005), op cit. PNUD Argentina (2005), op cit. 89 PNUD Honduras (2005), op cit. 90 PNUD Nicaragua (2005), op cit. 88 44 Gráfico 7: América Latina optimismo/pesimismo, 2005 Estructura porcentual vertical (países seleccionados)*, indicadores de 55 54 América Latina Uruguay 51 Perú 54 67 49 Panamá 43 Nicaragua 43 57 66 45 México 59 54 Honduras 61 55 Guatemala Ecuador 60 68 36 Colombia 58 62 35 Chile 76 47 Brasil Bolivia 67 62 45 53 Argentina 0 10 20 30 40 Hijos vivirán mejor 50 56 60 70 80 Padres vivían mejor Nota: (*) Criterio de selección: se tomaron los países que integran el PAPEP (Argentina, Bolivia, Ecuador, Honduras, Nicaragua, Panamá, Perú y Uruguay) y otros que se consideraron pertinentes para referencia y comparación. Fuente: elaboración propia sobre la base de datos del Informe Latinobarómetro 2005. B.2 Creciente frustración de expectativas por parte de la población Por un lado, ha habido notables avances en indicadores propios del desarrollo humano, como la reducción de la mortalidad infantil y la expansión de la expectativa de vida. También han mejorado sustantivamente los indicadores relativos a tecnología y comunicación: en promedio, entre 1990 y 2004 la cantidad de líneas telefónicas y teléfonos celulares por cada 100 habitantes creció más de 7 veces y la de usuarios de Internet, más de 39 veces91. Por consiguiente, se tiene una población más educada e integrada a la vida cultural moderna, pero excluida en términos de ingresos y empleo. El saldo es una fuerte 91 CEPAL (2007), op cit. 45 frustración de expectativas, que sin lugar a dudas, afecta la vida política de las personas.92 Cuadro 9: América Latina (países seleccionados)*, indicadores de tecnología, 1990 y 2004 Por cada 100 habitantes País Argentina Bolivia Brasil Chile Colombia Ecuador Guatemala Honduras México Nicaragua Panamá Perú Uruguay América Latina Líneas telefónicas y teléfonos móviles 1990 2004 9.3 58.1 2.8 27.0 6.5 59.8 6.7 83.6 6.5 40.1 4.8 39.1 2.1 34.0 1.7 15.7 6.6 53.9 1.3 16.8 9.3 38.8 2.6 22.1 13.4 49.4 6.4 50.1 Computadoras personales 1998 2004 5.5 0.8 3.0 6.3 3.0 1.9 0.8 0.8 3.7 1.9 2.7 3.0 9.1 3.4 Usuarios de internet 1996 8.2 2.3 10.7 13.9 5.5 5.5 1.8 1.6 10.7 3.5 4.1 9.7 13.3 9.1 2004 0.2 0.2 0.5 0.7 0.5 0.1 0.0 0.0 0.2 0.1 0.2 0.3 1.9 0.3 16.1 3.9 12.2 27.9 8.9 4.7 6.0 3.2 13.4 2.2 9.5 11.6 21.0 11.9 Nota: (*) Criterio de selección: se tomaron los países que integran el PAPEP (Argentina, Bolivia, Ecuador, Honduras, Nicaragua, Panamá, Perú y Uruguay) y otros que se consideraron pertinentes para referencia y comparación. Fuente: elaboración propia sobre la base de datos de Panorama Social de América Latina 2006, CEPAL Al mismo tiempo, como ya se indicó, los rezagos en materia de pobreza y desigualdad son enormes. Además, el desempleo –salvo en Chile, Bolivia, Honduras, Guatemala y Panamá– se ha incrementado en los países de la región. En este sentido, es importante señalar que, de acuerdo con el Informe Latinobarómetro 2006, 67% de los latinoamericanos manifiesta estar preocupado por perder su empleo en los próximos 12 meses; sólo en Uruguay y Argentina se observan porcentajes inferiores: 49% y 46%, respectivamente. Más aún, en promedio para 24% de los habitantes de América Latina el desempleo es el problema más grave. Sin embargo, la desagregación por país señala que en varios países el principal problema es la inseguridad –e.g. Argentina, Honduras y Guatemala–93. El saldo son sociedades más expuestas al consumo cultural y con mayor educación, pero sin los medios para satisfacer las demandas y sueños que tal exposición provoca. Este proceso de frustración de expectativas probablemente constituye una de las principales fuentes de conflicto y malestar, que afectan de forma directa los niveles de gobernabilidad democrática. 92 Un análisis sobre expectativas insatisfechas y fragilidad institucional puede verse en González, L. E. (2006b), “Las crisis políticas de América Latina en los primeros años del siglo”. En: Achard, A. y González, L. E. (Eds.), Política y desarrollo en Honduras, 2006-2009. Tegucigalpa: PNUD, ASDI, AECI, DFID. 93 Corporación Latinobarómetro (2006), op cit. 46 Gráfico 8: América Latina (países seleccionados), tasa de desempleo urbano, 1990 y 2005 En porcentajes América Latina 9.3 5.8 Uruguay+ 12.1 8.5 Perú+++ 9.6 8.3 12.0 Panamá+ Nicaragua 7.6 México 2.7 4.8 6.9 Honduras Guatemala++ 4.0 Ecuador+ 7.8 6.1 10.6 6.1 Colombia 10.5 8.1 Chile Brasil 4.3 Argentina+ 9.9 11.6 7.4 5.0 13.9 9.2 9.9 8.5 Bolivia 0.0 20.0 9.3 10.0 15.0 1990 20.0 2005 Nota: (*) Criterio de selección: se tomaron los países que integran el PAPEP (Argentina, Bolivia, Ecuador, Honduras, Nicaragua, Panamá, Perú y Uruguay) y otros que se consideraron pertinentes para referencia y comparación. Fuente: elaboración propia sobre la base de datos de Panorama Social de América Latina 2006, CEPAL (2007) B.3 Desde la perspectiva de la acción colectiva, aumentaron la protesta social y la cantidad de organizaciones alternativas y se transformaron los lugares de expresión de las demandas y los conflictos En términos generales, los conflictos sociales y su intensidad aumentaron, pero también se fragmentaron. Se trata, al menos en algunos casos, de conflictos de reacción y protesta y no de nuevas formas de opción política. Son conflictos que revelan las dificultades de las instituciones y del Estado para lograr integración, reconocimiento y progreso social. De alguna manera, se están gestando sociedades policéntricas que no tienen un único referente de orientación sino varios, intensos y limitados. Los ciudadanos buscaron, como ya se mencionó, otros canales de expresión para su malestar con la política, tanto a través de organizaciones alternativas con capacidad de cuestionamiento y protesta que debilitan al Estado, como de movilizaciones en las calles. El 14% de los latinoamericanos considera que el modo más eficaz de cambiar las cosas es participando en movimientos de protesta y exigiendo los cambios de forma directa. El país con mayor grado de rebeldía cívica es Guatemala, seguido por Brasil, Perú y Bolivia. En cambio, Chile y Uruguay se encuentran entre los menos rebeldes. A la vez, como ya se señaló, se advierte un declive de los mecanismos 47 tradicionales de participación política: en América Latina ha disminuido la frecuencia con que se habla de política; la frecuencia con la que se trabaja para un candidato o partido y, sobre todo, la proporción de gente que ha asistido a manifestaciones autorizadas: de 25% en 1995 a 12% en 200694. Cabe destacar que, en el caso boliviano, el nuevo grupo en el gobierno, el MAS, es el resultado de un proceso de institucionalización de los movimientos de protesta social. También se observa este fenómeno en una serie de conductas “anómicas”, sobre todo por parte de los jóvenes, contra un orden que no reconocen ni los integra. Las Maras en Centroamérica son un complejo y buen ejemplo de ello95. Por otro lado, nuevas tendencias de descomposición social y fragmentación de conflictos e incluso de fuerzas anómicas con cargas “auto destructivas” estarían generando situaciones de incertidumbre en la vida cotidiana y limitando el espacio público. Buena parte de la ciudadanía se estaría retrayendo hacia el espacio privado. Se trata de fenómenos delicados que es muy importante estudiar. En Argentina, según las entrevistas a las elites y la encuesta a la opinión pública96, se advierte que la protesta social goza de cierto grado de legitimidad, pero es cada vez más espontánea y fragmentada. En este sentido, los cambios en la sociedad argentina son similares a los observados en otros países. Si bien los ciudadanos participan en los actos electorales, suelen buscar mecanismos de protesta más directos e inmediatos. En algunas ocasiones, tales protestas están dirigidas a los canales institucionales, pero en otras, derivan en estallidos en los que a veces intervienen grupos violentos. La experiencia reciente, en realidades tan diversas como las de los países de la región, donde las demandas o la simple expresión del descontento con la situación acosaron e incluso desestabilizaron a los poderes instituidos, indica que la gestión política debería prestar especial atención a la evolución de estos fenómenos. Nuevas formas de expresión social recorren la región, reclaman una mayor seguridad humana expresada en la búsqueda de fortalecimiento del espacio público y una mayor calidad de vida cotidiana. Todos buscan expresar políticamente sus reclamos en los medios de comunicación y varios ya están usando recursos electrónicos horizontales. Hay, pues, nuevas formas de hacer política que conectan las demandas cotidianas con espacios mediáticos como los principales recursos para apelar o cuestionar el orden público. En todas partes se destaca el crecimiento del número de ONG en la 94 Corporación Latinobarómetro (2006), op cit. Para un análisis de este fenómeno véase PNUD Honduras (2006), Informe sobre desarrollo humano Honduras 2006. Hacia la expansión de la ciudadanía. Tegucigalpa: PNUD. 96 PNUD Argentina (2005), op cit. 95 48 región. La pregunta es en qué medida esta proliferación social está erosionando la gobernabilidad democrática o si, por el contrario, la está renovando. Puede decirse, entonces, que los ciudadanos de América Latina están “saliendo de la calle”, buscando ser reconocidos por los medios de comunicación y participando de los flujos informacionales, buscando expresar sus demandas de múltiples maneras, especialmente cuando consideran que sus necesidades no son atendidas ni por el sistema político ni por los gobernantes de turno. De alguna manera la práctica social se transforma en práctica mediática y refuerza el rol central de los medios en la conformación del espacio público. Se trata de una situación que coloca serios límites a la legitimidad democrática. En Perú, por ejemplo, 58 % de las elites entrevistadas en 2005 esperaban que la conflictividad social aumentase en los próximos dos años97, mientras que 53 de los 64 consultados en Nicaragua consideraban que la conflictividad política iba a incrementarse en los próximos dos años98. El conjunto de la información empírica muestra el carácter complejo que adopta la diferenciación social y los problemas de equidad en la región y permiten concluir que las proyecciones de la gobernabilidad son difíciles y ya son afectadas por la situación social preexistente. De ahí la importancia crucial de vincular reforma social con reforma político-institucional para innovar la gobernabilidad democrática. Da la impresión de que los problemas de institucionalidad y los de inequidad y pobreza analizados se refuerzan mutuamente. Esto marcaría con fuerza los límites de la democracia en la región y perfilaría escenarios muy difíciles de consolidación democrática. En aquellos países con mayores niveles de legitimidad de la política y mejores instituciones, por lo general los indicadores sociales y económicos no son tan desfavorables, mientras que en los casos donde la pobreza y la inequidad son muy altos, los niveles de legitimidad de la política y de la institucionalidad, en general, son menores. Ciertamente, nada está estructuralmente determinado, aunque nada permite decir que todo depende de la voluntad de los actores o las personas. En los momentos de inflexión están también presentes oportunidades de trasgresión. Las desigualdades económicas y políticas están asociadas a un desarrollo institucional imperfecto. Las instituciones determinan los incentivos y las limitaciones con que se encuentran las personas y proporcionan el contexto en que operan los mercados y los actores. Las instituciones son resultado de procesos históricos complejos que reflejan 97 98 Achard, D. et al (2005), op cit. PNUD Nicaragua (2005), op cit. 49 los intereses y la estructura de influencia política de diferentes personas y grupos en una sociedad. Desde este punto de vista, las imperfecciones de mercado tal vez no se producen por accidente sino porque tienen el efecto de distribuir los ingresos o el poder de determinada manera. En realidad, se ha avanzado en los planos de la integración política y cultural, pero los rezagos en lo social son enormes y determinantes en una futura inestabilidad política. La desigualdad de poder conduce al establecimiento de instituciones que perpetúan las desigualdades en términos de poder, condición social y riqueza. Estas suelen ser perjudiciales para la inversión, la innovación y la voluntad de asumir riesgos. Las buenas instituciones económicas debieran ser equitativas: crear incentivos que hagan que la mayoría de la población opte por invertir e innovar. Si se vinculan las tendencias objetivas y subjetivas de la equidad con los problemas socio-institucionales que afectan la gobernabilidad, el panorama se complica aún más pero también se vislumbran oportunidades. Por una parte, se observan claros incrementos en los niveles de exclusión social, que afectan la evolución de las capacidades de las personas, y por otro, se detecta que los mayores niveles de educación –y sobre todo el acceso a los medios de comunicación de masas– inciden en el incremento del malestar social y la desconfianza en las instituciones de la democracia, aunque también sugieren una revolución de expectativas asociadas con el consumo y el deseo de mayor equidad y mayor participación social. En efecto, pareciera que hay otro resultado de este complicado proceso de cambios que viene ocurriendo en la región: los ciudadanos están cambiando sus características. Las personas, pese a estar más excluidas, son más educadas y modernas, y buscan ser más autónomas, reflexivas y más abiertas a nuevas oportunidades que en el pasado99. Los procesos electorales, por ejemplo, tienden a expresarse cada vez más a través del llamado voto cruzado y los ciudadanos también se expresan mediante las encuestas de opinión pública. La gente es cada vez menos un sujeto pasivo y dependiente, busca cada vez más evaluar y elegir. Los procesos de complejización de la sociedad tanto en los planos objetivos como en la subjetividad de las personas son fundamentales a la hora de construir estrategias de 99 Giddens (2003), advierte que reconocer la importancia del registro reflexivo en la continuidad cotidiana de una vida social no involucra desconocer el peso de las fuentes inconscientes de cognición y motivación. Por el contrario, equivale a prestar atención a la diferencia existente entre consciente e inconsciente. El término consciente se utiliza en ocasiones para destacar circunstancias en que las personas prestan atención a sucesos que ocurren alrededor para poder referir su actividad a tales sucesos. En otros términos, denota el registro reflexivo de una conducta de agentes humanos. La conciencia, en esta acepción, supone la capacidad de las personas para realizar un relato coherente de 50 gobernabilidad que den sentido a la vida de las personas. Es en la interacción entre ciudadanos e instituciones donde se podrá construir una gobernabilidad democrática genuina y sostenible. Si la gobernabilidad democrática puede ser entendida como el desarrollo de las capacidades políticas de los actores, que buscan construir un cierto grado de equilibrio entre las demandas sociales y la capacidad de las respuestas gubernamentales, los problemas de gobernabilidad de la región estarían relacionados con la falta de adecuación de las políticas y los Estados frente a los cambios estructurales de las sociedades. Por consiguiente, los problemas de la gobernabilidad democrática deben ser pensados como un ajuste entre lo social y lo político-institucional. La cuestión es cómo lograr que las relaciones entre equidad e institucionalidad sean debatidas por la sociedad y que tales debates sean recogidos por los actores políticos y transformados en propuestas de desarrollo democrático con equidad social. II. PERSPECTIVA CONCEPTUAL En este documento se supone como fundamental la capacidad integradora de la política, enfatizando su capacidad de generar espacios donde distintos actores intercambian argumentos y propuestas para mejorar la calidad de la democracia, lograr acuerdos o aclarar públicamente diferencias. Dicho intercambio sólo puede tener lugar sobre la base de marcos institucionales legítimos y de un mutuo reconocimiento de identidades, intereses y proyectos que pueden redefinirse en el enfrentamiento político. En este enfoque, en el campo político debería expresarse la diversidad social, cultural y económica de los distintos actores. El Estado y los partidos tienen posibilidades de propiciar una dinámica política de interacción pluralista en democracia, particularmente en contextos como los estudiados, en los que la participación tiende a ser fragmentada, particularista y a menudo corporativa, lo cual inhibe la construcción de consensos de gobernabilidad en función de objetivos colectivos básicos. Precisamente por esto es difícil consensuar políticas de Estado en estos países. Se parte del siguiente supuesto: la renovación de la política es una condición fundamental para la expansión de la ciudadanía y el fortalecimiento de la democracia. La política posibilita la discusión de ideas y propuestas y puede generar espacios donde se construyan acuerdos, acercando a las diversas lógicas e identidades para plantear soluciones a los distintos problemas políticos de la sociedad; se trata de las propias actividades y de las razones que las generan. Giddens, A. (2003), La constitución de la sociedad. Bases para la teoría de la estructuración. Buenos Aires: Amorrortu Editores. 51 espacios no exentos de conflicto, pero donde éste debe procesarse a fin de lograr consensos de Estado en términos de las prioridades que da una sociedad. El PNUD viene trabajando en esta perspectiva. En el Informe La democracia en América Latina (2004, P.177), se sostiene que “(…) la política encarna las opciones, agrupa las voluntades y crea poder. Estas son tres condiciones inexcusables para el desarrollo de la democracia”. Hipotéticamente, las crisis o riesgos políticoinstitucionales podrían deberse a que estas condiciones se dan parcialmente o ya se han agotado. Los límites de la política no son sólo de carácter institucional sino también de carácter social. Los cambios y los rasgos de la desigualdad y la pobreza ya mencionados constituyen importantes indicadores de las modificaciones en las estructuras sociales de estas sociedades, que también afectan las potencialidades político-institucionales de la democracia. En cuanto a los poderes del Estado: el presidencialismo no siempre implica gobiernos eficientes y eficaces, se advierte el desprestigio del parlamento, mientras que los límites a la independencia de la justicia crean problemas de gobernabilidad. Un enfoque limitado de lo institucional simplifica el conjunto de tramas y de comportamientos de la sociedad que, en definitiva, constituyen el ámbito de referencia imprescindible de las instituciones. En este sentido, vale la pena argumentar que las instituciones son parte de la vida social y que, en buena medida, su funcionamiento se relaciona con las formas en las cuales están organizadas las sociedades. La idea misma de gobernabilidad democrática vincula las relaciones posibles entre lo político y lo social. Ello supone que el sistema de decisiones políticas y las prácticas sociales son co-responsables de la gobernabilidad democrática. Más aún, puede afirmarse que si bien la iniciativa política se anida en el sistema político, sus logros sólo son posibles gracias a la cooperación de la ciudadanía. Por consiguiente, los cambios en el desarrollo de la sociedad tienden a modificar el papel de la política y consecuentemente modifican las mismas condiciones de gobernabilidad100. Las tendencias de cambios en las relaciones sociales y de equidad, son importantes indicadores de las profundas transformaciones a escala global y a escala nacional. La magnitud de tales cambios tiende a afectar también a la política, a la calidad de la democracia y, a redefinir los mismos parámetros de la gobernabilidad. Los cambios en las estructuras sociales suponen cambios en la política. Cuando no hay correlatividad surgen situaciones de crisis de la política o de insatisfacción con la calidad de la 52 democracia. Aquí es donde se insertan los problemas de la gobernabilidad en la región. Desde este punto de vista, los límites de la gobernabilidad tendrían más que ver con las transformaciones sociales que con meros límites institucionales. En realidad, los problemas de gobernabilidad resultan de la debilidad de gestión por parte de la política y del Estado de los cambios que ocurren en las sociedades. Aún más, las crisis de gobernabilidad serían síntomas de un retraso de las capacidades del sistema político con respecto a las dinámicas de las mutaciones sociales en curso. En este ámbito, cabe destacar que los procesos de globalización inciden en la efectividad del sistema político, puesto que la política pierde capacidad de controlar los cambios sociales derivados de los procesos de globalización. Una conclusión al respecto es que los problemas de gobernabilidad que hoy en día registran buena parte de los países de la región, deben ser abordados como “ajustes políticos”, lo cual implica establecer una relación fecunda entre reforma política e invención institucional, adecuadas al nuevo contexto social. Entre los múltiples aspectos de cambio en la estructura social conviene destacar los cambios en el patrón de inclusión y exclusión social que en el pasado, se organizaban en torno al estado, la modernización y la integración social y que hoy se constituye principalmente en torno al mercado. Hoy, los incluidos están subordinados a relaciones inciertas y son dependientes de nuevas formas de poder. Su capacidad colectiva de autonomía es menor y, más bien, se fortalecen sus demandas de individuación. Los excluidos, por su parte, son cada vez más heterogéneos, con categorías marginales móviles y su malestar se traduce en protestas sociales, refugio comunitario o anomia cultural. Sin embargo, como se vio en los apartados anteriores, la sociedad y las personas son más complejas y autónomas que en el pasado. De alguna manera, existiría una suerte de asincronía societal perversa. En un sólo mundo social conviven muchos mundos: pre-industrial, industrial y post-industrial. Cómo generar en este contexto estrategias de gobernabilidad que favorezcan la democracia y el desarrollo constituye un desafío de máxima prioridad101. Es importante destacar que los partidos políticos, los actores sociales clásicos y el Estado no alcanzaron a dar plenas respuestas al nuevo contexto social; la sociedad a 100 Para mayor análisis conceptual véase Calderón y Lechner (1998), P. 98. Calderón, F. y Lechner, N. (1998), Más allá del Estado, más allá del mercado: la democracia. La Paz: Plural. 101 Para mayor detalle véanse los siguientes estudios temáticos: Hopehayn, M. (2006), “La dimensión cultural de la ciudadanía social”; Campero, G. (2006) “Trabajo y ciudadanía”; Fleury, S. (2006), “Los patrones de inclusión y exclusión social”; y Arditi, B. (2006), “Ciudadanía de geometría variable y empoderamiento social: una propuesta”. En: Calderón, F. (Comp.) Inclusión Social, Ciudadanía y Desarrollo Humano. Borrador final. 53 partir de los años ochenta generó espacios novedosos de acción colectiva a través de movimientos y organizaciones sociales diversas que, aunque fragmentados, expresaron demandas puntuales y críticas al nuevo patrón económico, al tiempo que viabilizan espacios de discusión y deliberación de propuestas. Se trata de movimientos vinculados más que a la política, a reivindicaciones de la vida cotidiana, a demandas de ética en la política, de dignidad laboral, a reclamos por discriminaciones de género, daño ecológico o al rescate de identidades comunitarias y étnicas. Sin embargo, por lo general, no construyeron una respuesta efectiva a la crisis de la política pues, en buena medida, su desarticulación y singularidad les impidió lograr la fuerza necesaria para plantear una visión más integral de las sociedades en el mundo actual así como para asumir la profundidad de los cambios102. El saldo son sociedades menos integradas con profundos conflictos multiculturales. Sin embargo, estos nuevos actores y prácticas demuestran el peso de la acción colectiva que la política y el Estado deben recuperar para que la sociedad pueda progresar. Se trataría de potenciar una práctica política que integre proyectos fragmentados y logre incidir en los asuntos de carácter nacional y global. Por otra parte, el debilitamiento de los contenidos en la política se expresa en la pérdida de poder de los Estados tanto por factores “internos” como por los procesos de globalización en curso. Entre los primeros, puede mencionarse la preeminencia de poderes fácticos e ilegales, la ineficacia e ineficiencia de sus burocracias, la corrupción y escasa transparencia, la persistencia de comportamientos de carácter patrimonialista o corporativos y su incapacidad para llegar a todos los habitantes de los territorios nacionales103. Entre los procesos de globalización, se destaca la retracción del poder del Estado frente a los mercados, producto de las reformas estructurales y de los procesos de globalización, que limita la deliberación nacional de la política económica104. La pérdida relativa de soberanía de los Estados nacionales se dio conjuntamente con un nuevo reparto de poder entre actores transnacionales emergentes en los últimos 102 Quizás pueda mencionarse como una particularidad en este aspecto al movimiento anti-globalización expresado en el Foro de Porto Alegre, Grzybowski, C. (2004), “Lições de Mumbai”. En: Informativo mensal do Instituto Ação Empresarial pela Cidadania-PE. Río de Janeiro. Y, más puntualmente los casos del PT y del MAS en Bolivia. Se trataría, en el caso boliviano, de un proceso en el que movimientos etnoculturales buscan institucionalizarse en el poder del Estado. Un análisis de la trayectoria de dichos movimientos se puede encontrar en García Linera, A. (2005), La compleja estructura social de Bolivia. París: Sala de prensa. http://salaprensa.free.fr/Libro%20Estructura.pdf 103 Un asunto crucial que atañe a la política es el de recuperar la capacidad decisoria del Estado para que pueda funcionar eficaz y eficientemente en respuesta a los problemas y demandas de la sociedad. “Es imperioso recuperar esta capacidad para promover las democracias. No existe democracia sin Estado y no existe desarrollo de la democracia sin un Estado para todos capaz de garantizar y promover universalmente la ciudadanía”, PNUD (2004), p. 182, op cit. 54 treinta años, lo que generó relaciones de conflicto o cooperación, según el caso, entre esos actores y los Estados. Existirían al menos tres fenómenos específicos que marcan la política en la globalización: i) aunque los Estados nacionales han perdido poder, ejercen cierta influencia al interior de sus países y en sus vínculos con otros Estados; ii) el terrorismo y la guerra son asuntos de política global, vinculados con la modernización tecnológica, la industria de la comunicación y las frustraciones frente a una globalización económica excluyente; iii) las organizaciones transnacionales (en particular, empresas multinacionales, organismos financieros internacionales, etc.), cada vez intervienen más en decisiones políticas, jurídicas y económicas nacionales, restando autonomía a los propios Estados nacionales. Esto se expresa en “(...) la internacionalización de los procesos de decisión política, las crecientes dependencias en políticas de seguridad, el tráfico de mercancías y la división del trabajo a nivel internacional”105. Este último fenómeno afectaría de manera particular la democracia y los derechos ciudadanos106. Si bien la globalización promovió en alguna medida la comunicación política, por otro lado impuso límites a la autonomía de los Estados nacionales que, concretamente, afectaron la capacidad de los gobiernos para llevar a cabo políticas públicas y, en consecuencia, restringieron las posibilidades de lograr o mantener la inclusión social, sobre todo a través de medidas “impuestas” por organismos financieros internacionales. Estos procesos no sólo debilitaron la autonomía de los Estados, sino que también restaron carácter transformador a la política, despojándola de una idea colectiva e incluyente de progreso. Ello afectó notablemente la democracia, pero al mismo tiempo constituyó un desafío para la política democrática, que debe persistir en su voluntad de ampliar la ciudadanía, profundizar la capacidad de negociación de los Estados, frente a los poderes fácticos tanto internos como internacionales, y trabajar en el fortalecimiento de instancias regionales que viabilicen mejores mecanismos para insertarse en los procesos de globalización107. La política, por lo general, no fue capaz de adaptarse a la globalización ni de orientar con sentido colectivo los nuevos procesos y quedaron expuestos sus límites. Entre otros aspectos de la globalización que impactan sobre la política puede mencionarse que hoy se actúa en un espacio regional-global; es decir, la política ha dejado de ser fundamentalmente nacional. Además, mientras las distancias en relación con el núcleo duro de la globalización se achican para algunos pocos sectores privilegiados y crecen 104 Véase Castells, M. (2004), “Global Governance and Global Politics. The 2004 Ithiel de Sola Pool Lecture”. En: American Political Science Association Annual Meeting. Chicago 105 Beck, U. (1998) ¿Qué es la globalización? Barcelona: Paidós p. 64. 106 Véase PNUD (2004) P. 179, op. cit. 55 las distancias sociales internas, la política no acaba de reubicarse en el nuevo contexto para poder dar respuestas representativas a las aspiraciones de la gente. Por otra parte, la noción del tiempo instantáneo que generó la globalización, especialmente cultural y financiera, modificó el ámbito político: las experiencias pasadas no resultan útiles para afrontar los tiempos que corren y la visión de futuro se desvaneció con la crisis de los grandes relatos histórico-políticos. El futuro, núcleo de la apuesta de la política, aparece difuso. Esto ha provocado que la política, en buena medida, se centre sólo en el presente y pierda perspectiva de largo plazo, afectando la toma de decisiones y la misma gobernabilidad. Repensar este tipo de problemas y elaborar alternativas supone debatir sobre los contenidos de la política en la región. Esto debería darse en el campo de la política democrática, ya que es allí donde pueden generarse opciones representativas de una sociedad, con el horizonte puesto en la búsqueda colectiva del bien común. Al respecto el Informe La democracia en América Latina (PNUD 2004, P. 178), sostiene que la crisis de la política hoy se centra en su incapacidad “para articular proyectos colectivos, (…) [y] se expresa en la ruptura que existe entre los problemas que la ciudadanía reclama resolver y la capacidad que aquella tiene para enfrentarlos”. Como consecuencia de esta situación, la desconfianza y los problemas de legitimidad afectan fuertemente a las instituciones y a los mismos dirigentes políticos en la región108. Existen, por lo menos, tres conceptos que pueden ser particularmente útiles para comprender estas situaciones y orientaciones de cambio en la región: el concepto de crisis, el de tiempo político y el de espacio público. Ellos pueden constituir referentes conceptuales para comprender las prácticas, identidades, intereses, oposiciones y orientaciones de los actores políticos de cada coyuntura en cuestión y en los escenarios que se perfilan en el corto y mediano plazo. II.1 LA IDEA DE CRISIS El Proyecto intenta ofrecer salidas a la crisis de gobernabilidad democrática que afecta a varios países de la región109. En este sentido, se coincide con Morin (1979 y 2002), en que la noción de crisis se expandió a todos los horizontes de la conciencia 107 Véase PNUD (2004) Pp. 192-193, op. cit. El Informe PNUD (2004), P. 179 se pregunta “acerca de cuál debería ser el lugar de la política en una América Latina que, al tiempo que conquistó el importante derecho de gozar de elecciones libres, limpias y periódicas, está atravesada por el proceso de globalización, presenta grandes problemas sociales y tiene Estados deficitarios para garantizar y expandir la ciudadanía. ¿Puede la política encarnar las aspiraciones ciudadanas de reducción de la pobreza y la desigualdad, de expansión del empleo y la solidaridad? ¿Puede ayudar a construir un horizonte de progreso para nuestros países y nuestros ciudadanos?”. PNUD (2004), op cit. 108 56 contemporánea, pero al hacerlo sufrió un vaciamiento de contenido. En sus orígenes, “Krisis” significaba decisión: se refería al momento decisivo en la evolución de un proceso incierto. Hoy significa más bien indecisión: el momento en que surge la incertidumbre ¿Cómo orientar la acción cuando el cambio es acelerado? Las crisis generan nuevas condiciones para el despliegue de estrategias audaces y favorables para la acción, ya que lleva a decidir entre diversos comportamientos o estrategias posibles. En un proceso determinado, las decisiones que tomen las personas (sean éstas pocas o incluso una sola), pueden provocar consecuencias irreversibles e incalculables sobre la totalidad del proceso y la crisis y las decisiones que involucra se relacionan con el azar: en un extremo, una minoría (aún una acción individual) puede inclinar el desarrollo del proceso en direcciones incluso poco probables. En este sentido, se desestructuraría la relación entre lo que se ha venido sembrando y lo que se espera lograr. Más aún, las condiciones históricas se separarían de las dinámicas actuales y esto sería más intenso en países con frágil legitimidad institucional. Si bien la crisis, en lo que concierne a las sociedades históricas, puede llevar a un retorno al status quo previo, e incluso a desintegrar al sistema en tanto tal, conlleva principalmente la potencialidad del cambio, que puede ser pequeño, pero también puede implicar transformaciones en el núcleo de la organización social. Es decir, la crisis no supone necesariamente un cambio radical, sino más bien progresivo. Las sociedades cambian continuamente, y a gran velocidad, y la creciente complejidad trae aparejadas numerosas inestabilidades y desórdenes. Pero la crisis no es permanente, ella se manifiesta en ciertos momentos que requieren un antes y un después relativamente “normales”110. Aunque la crisis es un momento de decisión, no posee un destino predeterminado, pues su resolución depende de múltiples factores. Como señala Freund: “La crisis es una situación colectiva caracterizada por contradicciones y rupturas, plena de tensiones y desacuerdos, que hace que individuos y grupos vacilen acerca de la línea de conducta que deben adoptar, porque las reglas y las instituciones ordinarias quedan en suspenso o inclusive algunas veces están desfasadas en relación con las nuevas posibilidades que ofrecen los intereses y las cosas que surgen del cambio, sin 109 Para mayor detalle véase González, L. E. (2005), op cit. Para una discusión al respecto: Morin, E. (1979). “El concepto de crisis”. En: Bejin, A. y Morin, E. (Eds.), El concepto de crisis. Buenos Aires: Ediciones La Aurora. Y, Morin, E. (2002), “Au-delà globalisation et du développement, société monde ou empire monde». En: Revue du Mauss. París. 110 57 que sea posible, sin embargo, pronunciarse claramente sobre la justeza y la eficacia de las nuevas vías”111. Como se ha insistido, las crisis y los riesgos de gobernabilidad democrática están altamente relacionados con la crisis de legitimidad política y la desigualdad social que provoca la creciente distancia entre la ciudadanía y sus representantes, entre lo global y lo nacional. En los casos estudiados, la crisis involucra al conjunto de los actores políticos y probablemente modificará los horizontes democráticos. En América Latina, aunque no exclusivamente, el desarrollo de una cultura política democrática es obstaculizado por una cultura electoral que a menudo sufre la manipulación de las elites políticas y está sujeta a la presión de los grupos de poder fácticos y la influencia de los medios de comunicación. Esto, frecuentemente se expresa por medio de una creciente alienación y apatía de la ciudadanía con respecto a su representación política112. De acuerdo con Castells, la principal causa de esta crisis es la incapacidad del sistema político –anclado en los Estados-nación–, para representar de forma efectiva a sus ciudadanos en un contexto de gobernabilidad globalizada, cuya preponderancia sobre la gobernabilidad local aumenta progresivamente. Aunque en la coyuntura actual de inflexión es visible la pérdida relativa de poder de los gobiernos y los Estados con relación a los mercados globalizados, a los medios de comunicación, a la mayor “conflictividad” social o, incluso, a la mayor internacionalización de la política, sobre todo cuando los niveles de gobernabilidad e institucionalidad son bajos. Estos últimos son fundamentales para el logro de la gobernabilidad democrática y pueden gozar de una autoridad básica para gestionar el cambio y adecuar los usos del tiempo político a la nueva situación. Son actores claves para resolver problemas de gobernabilidad. Ello supone, al menos en el corto plazo, que recuperen fuerza moral y que aumente su capacidad de gestión de la política113. Según las experiencias observadas, las instituciones competentes persiguen un propósito moral claro, se relacionan de forma transparente con la opinión pública, admiten con rapidez sus errores y suelen contar con gran confianza por parte de los ciudadanos. Los gobiernos deberían tener en cuenta esto para adoptar enfoques 111 Freund, J. (1979), “Observaciones sobre dos categorías de la dinámica prolegómena. De las ciencias al conflicto”. En: Bejin, A. y Morin, E. (Eds.), El concepto de crisis. Buenos Aires: Ediciones La Aurora 112 Este comportamiento parece observarse en todo el mundo, salvo en las democracias escandinavas. Al respecto véase Castells, M. (2004), op cit. 113 Mulgan, G. (2005). “Lecciones acerca del poder”. En: FES-Actual, agosto de 2005. Santiago de Chile 58 estratégicos que combinen análisis racional, riguroso y realista con respecto a las prioridades de las sociedades y de las propias capacidades de ejecución114. En el marco de la renovación de la política, para enfrentar la crisis y fortalecer la gobernabilidad democrática, los gobiernos deben renovarse y tratar de incidir en la construcción de escenarios posibles pues, caso contrario, corren el riesgo de estancarse. Las administraciones que comienzan su vida con entusiasmo tienden a perderlo en la medida que los dirigentes y funcionarios políticos quedan atrapados en supuestos y sólo se relacionan con partidarios. Aunque los gobiernos lleven un rol central en la búsqueda de opciones a la inflexión y a la crisis, es fundamental la capacidad de los actores de construir una gestión política del cambio a partir de su disponibilidad para llegar acuerdos, que puedan lograr resultados de gobernabilidad. En la medida que esto pueda ocurrir será viable lograr políticas de Estado a mediano o largo plazo y, en los casos más urgentes, al menos mantener la democracia. II.2 LA POLÍTICA COMO MANEJO DEL TIEMPO Desde una perspectiva analítica, las sociedades en proceso de cambio como las latinoamericanas pueden ser entendidas como tramas de relaciones socioeconómicas y políticas constantemente alimentadas por tensiones y conflictos que las organizan, por actores que las representan y por líderes que les dan vida y las transforman. En este sentido las sociedades son campos de creación social. Pero, al mismo tiempo, para poder reproducirse necesitan un orden institucional que las organice y les de un sentido cultural que las contenga. Es decir, necesitan una comunidad política que permita que las personas vivan bajo el gobierno de la ley. Orden y cambio son dos constantes de una historia política muy accidentada, y son tendencias en tensión que no logran resolverse aún bajo la égida de un régimen democrático sostenible en el tiempo. Probablemente sea necesario aceptar esa tensión como permanente, pero también repensarla en el marco de democracias estables aunque no plenamente aseguradas. La sociedad moderna combinaba tradicionalmente momentos de estabilidad con momentos de cambio. Como consecuencia de los procesos de transformaciones tecno-económicas y culturales se está produciendo una suerte de aceleración del tiempo que desdibuja la idea de futuro y la idea misma de progreso. De esta manera, 114 Los gobiernos deben recurrir al conocimiento independiente. En la actualidad existe vasta evidencia sobre qué tiene posibilidades de funcionar en materia de economía, política penal, educación, etc.. El arte de gobernar se asemeja un poco más a una ciencia. Este conocimiento se encuentra en las 59 las promesas de futuro también dejan de funcionar como horizontes de sentido. Con la erosión de las ideas de progreso prevalecería una cierta ausencia de continuidad histórica que afectaría a la política e incidiría en las recurrentes crisis de gobernabilidad. Sin embargo, el orden democrático necesita un horizonte de modernidad, o al menos, códigos que organicen un curso político posible, sean estos territoriales (globales, industriales o locales) y/o culturales (ecológicos, comunicacionales, etc). La organización de las temporalidades tendría que aceptar, sin embargo, convivir con la incertidumbre que supone la aceleración del tiempo y la urgencia de satisfacción de necesidades de diverso tipo. Gestionar el tiempo, la incertidumbre y la pluralidad de intereses parece ser un reto formidable para la gobernabilidad democrática de los países y regiones en cambio. En este sentido, la compresión de un tiempo político cada vez más complejo resulta indispensable para lograr niveles aceptables de gobernabilidad y para hacer sostenibles las democracias. La pregunta, en otros términos, es cómo construir un tiempo político que no sea limitado por intereses inmediatos o coyunturales y que viabilice la capacidad integradora de la política. Se trata de atreverse a pensar nuevamente la idea de futuro y de preguntar por la política como arte de “lo posible” en circunstancias especiales como las estudiadas en este Proyecto115. Cabalmente aquí se encuentra la fundamentación que se debe elaborar para escenarios políticos de corto y mediano plazo. Para Lechner la política moderna “intenta” disminuir la inseguridad, vinculándola a un conjunto de causalidades. La política moderna, en vez de esperar el futuro, busca adelantarse, creándolo como el resultado proyectado de las decisiones presentes. En términos del presente análisis sobre las situaciones de inflexión, crisis y cambio en la política latinoamericana, se buscaría asegurar un vínculo entre el “futuro actual” y el “presente venidero”. Pero el futuro ya está en cierto modo “inserto” en el presente (no se lo puede descubrir como algo totalmente nuevo e inesperado), es decir, el cambio universidades, en organizaciones internacionales y en los propios gobiernos. Sin embargo, este mayor énfasis en el conocimiento no disminuye la relevancia de los valores y los ideales. 115 La distinción entre futuro actual y presente venidero que hace Luhmann (1998) puede ser útil al respecto. Para este autor, todo presente tiene un “futuro actual” entendido como horizonte de sus posibilidades. Somos contemporáneos de un futuro que sólo de modo parcial será nuestro presente más adelante, pues al avanzar se generan nuevos presentes y –al mismo tiempo– nuevos horizontes futuros. Es decir, el “futuro actual” permanentemente se concentra en un “presente venidero” que, a la vez, produce un “nuevo futuro”. En la medida en que el “futuro actual” y el “presente venidero” se mantengan comunicados se va produciendo duración. Cuando algún acontecimiento imprevisto “interfiere” aparecen discontinuidades entre el “futuro actual” y el “presente venidero”; la conciencia de tales discontinuidades hace incrementar la incertidumbre. Luhmann, N. (1998), “La Descripción del Futuro”. En: Complejidad y modernidad. De la unidad a la diferencia. Madrid: Editorial Trotta Buena parte de esta idea del tiempo en la política están inspiradas en la obra de Norbert Lechner. Véase Lechner, N (1988), Los patios interiores de la democracia. Santiago, Chile: FLACSO; y Lechner, N. (2002), Las sombras del mañana. la dimensión subjetiva de la política. Santiago, Chile: LOM. 60 que antecede a la inflexión o a la crisis ya esta prefigurado en dichas situaciones. Por lo tanto, es imprescindible elaborar en el presente los objetivos posibles y deseados. En este caso puntual, se trata de objetivos de gobernabilidad democrática progresiva ligados a una institucionalidad legítima gestionada por actores autónomos que pretenden una sociedad más inclusiva y justa en términos de desarrollo humano. Ese sería, como se desarrollará más adelante, el marco normativo y el desafío que adquiriría rasgos específicos en cada país particular. No obstante, en la mayoría de los casos de crisis estudiados reducir la incertidumbre de futuro resulta muy difícil. En tales casos, seria deseable al menos minimizar la incertidumbre, haciéndola aceptable en términos de gobernabilidad sistémica para mantener umbrales mínimos tanto de funcionamiento de la economía como del orden institucional. Para esto debe existir algún grado de confianza entre los actores respecto a estos mínimos de gobernabilidad. Pero ¿cómo se genera confianza en estas situaciones de crisis e incertidumbre a veces crónica? La confianza, argumenta Lechner, no puede exigirse al otro; uno comienza entregándola, señalándole al otro determinadas expectativas sobre sí mismo que espera cumplir. Es decir, se comunica al otro una auto-representación de sí con el compromiso de seguir siendo uno mismo en el tiempo. Se trata de una oferta voluntaria: el otro puede aceptar o no las muestras de confianza; pero si las acepta se genera un compromiso, y entonces las acciones futuras del otro también dependerán parcialmente de las expectativas creadas. Las dificultades que enfrenta el manejo político del tiempo remiten a un desafío todavía mayor: el problema de la conducción política. En la medida en que la política no construya un horizonte de futuro capaz de encauzar la aceleración y diferenciación de la temporalidad, ¿cuál es su capacidad de conducir los procesos sociales? La conducción política consistiría, en buena parte, en brindar mapas que permitan orientarse frente a las encrucijadas y opciones que plantea el cambio global, pero guiados por valores de modernidad. El debilitamiento de la conducción política equivale entonces a una pérdida de perspectiva. II.3 LO SOCIAL Y LO INSTITUCIONAL EN EL ESPACIO PÚBLICO En la base de toda gobernabilidad democrática se encuentra la política. Ésta, sin embargo, fue constituida como idea moderna a partir de dos dimensiones: una que se inscribía en el manejo y articulación del tiempo y otra que la instalaba en la polis como espacio simbólico y físico de articulación territorial y humana. En cierto sentido, espacio y tiempo eran simétricos. En el mundo actual, ambos se han transformado 61 radicalmente. El primero, junto con encogerse, localizarse, se ha expandido a todo el globo; el segundo se ha acelerado al punto de convertir el devenir en un presente continuo y simultáneo mas allá de toda localización116. El espacio público es, evidentemente, el lugar de nacimiento del espacio político. En sus orígenes, en este espacio no se trataba de discutir ni deliberar, sino de decidir y actuar. Siempre ha habido un espacio político. La especificidad de la política moderna democrática reside en la ampliación del espacio político, a medida que prosigue el movimiento de democratización. La palabra surge entre los siglos XIII y XIV, y viene del latín politicus, que toma de la palabra griega politike la idea esencial del arte de administrar los asuntos de la ciudad. Existe, entonces, no sólo un reto suplementario con relación al espacio público, que es el poder, sino también un principio de clausura más estricto ligado a los límites territoriales sobre los que se ejercen la soberanía y la autoridad. Para simplificar: el espacio común afecta la circulación y la expresión; el espacio público, la discusión; el espacio político, la decisión ¿Por qué insistir en la diferencia de naturaleza de estos tres espacios, que naturalmente son sincrónicos en el funcionamiento diario? Porque esto permite reintroducir el fenómeno esencial del tiempo, en el paso de lo común a lo público y de lo público a lo político. Aquí se busca pensar al espacio público como el lugar de los actores: como escenario. Es el lugar de “encuentro” de los ciudadanos (ni privado ni estatal) donde se debate y se genera la opinión pública. Se trata de un lugar donde “se crea lazo político entre los ciudadanos y estos participan en la política”. Esta idea de espacio público supone la existencia de actores e individuos con autonomía y capacidad y opiniones sobre la vida en común; es, en fin, el lugar donde se debaten y discuten las prioridades y metas de una sociedad. Es, por lo tanto, un espacio más amplio y más extenso. La capacidad política de la sociedad y sus actores que se expresa en este espacio debería vincularse con el ejercicio político, la producción de la libertad entendida como bien colectivo, la capacidad integradora, deliberativa y promotora de acuerdos propios de la política, la promoción de la idea de un desarrollo compartido asociado a la democracia y el desarrollo, como producto de la acción de ciudadanos activos que se hacen en el espacio publico democrático, en el que se reproducen virtudes y valores republicanos. 116 Vega, J. E. (2004) “Diversidad, Igualdad y Exclusión”. En: Multiculturalismo y Democracia. Cuaderno de Futuro 20. La Paz: PNUD Bolivia. 62 El espacio público es, entonces, el lugar de participación y expresión política. Pero como esta última, atraviesa importantes dificultades: ¿cómo habría que entenderla para que supere su estado actual? “Parece necesario idear y construir una forma de asociación política que rescate su dimensión ética, a partir de la cual se cree una relación entre los participantes que permita hablar de un espacio publico compartido, e integrar la dimensión ético-normativa de la política, sin omitir su carácter pragmático, generador de poder y de condiciones para el desarrollo. Para ello, un desafío es superar la naturaleza desintegrada de la ciudadanía; es decir su irregularidad y asincronía, reconociéndola como portadora de una “igualdad compleja” que le permita avanzar en los otros planos de la vida social117. La ciudadanía alcanza así una centralidad crucial. Se convierte en el núcleo de la escena pública dotada de dos connotaciones características: el de conjunto de individuos depositarios de los Derechos humanos y políticos y la de individuos miembros de la comunidad política, es decir presentes de alguna manera en el espacio público. Ello proviene tanto de su emancipación del dispositivo institucional de la representación (no la desconoce, sino que pone en juego permanentemente su legitimación) como de la reactivación de la presencia ciudadana directa, de una auto representación que en muchas oportunidades pone en jaque el sistema institucional118. Se trata de un ciudadano actual, cuyas identidades políticas y pertenencias sociales no son permanentes. En América Latina, la autonomización ciudadana viene manifestándose de manera significativa, tanto en los comportamientos electorales como en los estados de opinión que adquieren formas públicas más visibles en movilizaciones, protestas y estallidos. En muchas ocasiones, la presencia ciudadana multifacética y heterogénea tiene como rasgo común la inmediatez, en el sentido de interpelación al poder político, en sus figuras centrales y del apremio en la espera de respuestas, bajo el imperativo de la acción directa. La evolución de las sociedades latinoamericanas adquiere entonces la dirección de la expansión de la ciudadanía, que ya no responde a una idea de sujeto sino a la de un espacio de conformación de identidades colectivas. El espacio público no es sólo una “caja de resonancia” (Habermas) de la cotidianidad de la vida práctica de los individuos sino que adquiere una capacidad de constituir actores a partir de su propia 117 Calderón, F. (2006), “Ciudadanía y Desarrollo Humano”. En: Inclusión Social, Ciudadanía y Desarrollo Humano. Borrador final. P. 33 118 Cheresky, I. (2006a), “La ciudadanía en el centro de la escena”. En: Cheresky, I. (Comp.), Ciudadanía, Sociedad Civil y Participación Política. Buenos Aires: Miño y Dávila Editores. 63 dinámica. Es un lugar de posible encuentro entre las demandas de la sociedad y la elaboración de opciones de cambio institucional. El espacio público expresa una mutación de la representación. Lo público y la política se re-dibujan en el espacio mediático que viene a ser un espacio de encuentros y desencuentros entre las encuestas de opinión pública, la opinión nacional (periódicos y analistas), movimientos sociales, partidos políticos, grupos de interés (incluidos los medios de comunicación) y los nuevos liderazgos119. En todo caso, en esta situación la vida política no escapa a una cierta inclinación a la democracia directa. Los líderes políticos lo son en la medida que son sostenidos por la opinión pública; es decir, que son populares. Su personalidad política, si se establece como tal, posee simultáneamente una dimensión instituyente y una inmensa dificultad institucionalizadora. El posicionamiento que procura establecer un lazo de representación tiene obstáculos. Se confronta con ciudadanos descontentos, desconfiados, suspicaces y apremiados, a quienes les urge tanto la solución de sus problemas que están dispuestos a cambiar como suspender el apoyo o adhesión que habían otorgado. Paradójicamente, ello compromete la deliberación y deteriora el debate público al no considerar la necesidad de la elaboración colectiva en el tiempo de las soluciones que exige. La descalificación del otro es parte de la inmediatez de la discusión pública. El espacio público cobra relieve porque la reproducción de la legitimidad pública se hace permanente. “Surgen actores, efímeros algunos, permanentes otros, en torno a reclamos puntuales o generales, cuya caracterización en la mayoría de los casos no es sostenerse en una localización social o territorial, sino la de ser construcciones públicas, que a veces son conglomerados de presencia directa y en otros casos revisten una forma bipolar: un limitado numero de activistas que mantienen una relación virtual con sus sostenedores o simplemente con una opinión pública difusa que les avala”120. La significación del espacio público, de su propia identidad, está condicionada por las estructuras de la economía y del Estado. Pero no está determinada por ellas, lo que permite que aliente la politización de las sociedades democráticas e incremente el peso de la lógica igualitaria. Los patrones de exclusión social están en el subsuelo. En el espacio político anterior al actual, éstos podían “expresarse” en el ámbito público de modo que dirigentes y 119 120 Manin, E. (1992), op cit. Cheresky, I. (2006a), op cit. 64 dirigidos de cada campo parecían unidos por la pertenencia común. Esta identificación queda en cuestión, así como se cuestionan alguna de las identidades en que se sustentaba. No es que esas diferenciaciones hayan desaparecido. Las desigualdades de fortuna o socio-culturales siguen, la diferenciación de recursos o su distribución inequitativa, entre los que se incluye la propia posición institucional en el Estado o en los medios de comunicación, las posibilidades de hacerse oír o ver, son estructuralmente distintas. Esto es particularmente relevante en una región como América Latina, donde la desigualdad es una herencia endémica. El espacio público en las sociedades del continente, a pesar de la caracterización anterior, es fluido y existen recursos para introducirse en él. Esto es una característica de su virtualidad de arena igualitaria. Los recursos estructurales harán sin embargo que unos y otros estén dotados de posibilidades distintas que persisten. Tenemos así un espacio de naturaleza mixta en que se combinan principios de igualdad con principios de acceso desigual. Un espacio público construido en relación a los medios, pero donde la impronta de la calle o la acción conspirativa influye en las coyunturas. En términos sintéticos, dado los cambios en curso y las características de la diferenciación social y las demandas de cambio institucional que están estructurando las opciones políticas en la región, ningún actor político, ningún recurso institucional tiene la capacidad de dirigir por si solo la construcción de la gobernabilidad democrática. El carácter incierto de la crisis y sus potencialidades y oportunidades, conllevan la necesidad de construir escenarios políticos que persigan cambios y articulaciones posibles entre sociedad e instituciones. Las características de un espacio público que construye lugares de encuentro entre actores, sugieren la necesidad de un sistema de coordinación política entre actores e instituciones que supongan una red de negociaciones para llevar a acuerdos básicos de equidad e institucionalidad. La construcción de un ética de responsabilidad frente a la complejidad de los problemas y desafíos no es solamente un tarea de los gobiernos sino un problema de auto-reforma del conjunto del sistema político y de los mismos actores sociales. La misma ciudadanía es co-responsable de la suerte de los escenarios emergentes. De hecho, la emergencia de una ciudadanía activa, incluso entre los sectores más desposeídos, coloca sobre el paquete de reformas posibles la participación ciudadana y su mayor incidencia en los procesos políticos. 65 II.4 LOS HORIZONTES NORMATIVOS DE LA GOBERNABILIDAD DEMOCRÁTICA Y EL DESARROLLO HUMANO La gobernabilidad puede definirse como la capacidad política de un gobierno y un sistema político para resolver problemas de la sociedad de manera coherente y eficiente, manteniendo umbrales mínimos de funcionamiento de la economía y las instituciones. La gobernabilidad busca construir un estado de equilibrio dinámico entre demandas de la sociedad y la capacidad de respuesta del sistema político. Ello implica no sólo desarrollo institucional sino también fortalecimiento de la cultura política democrática. En el presente enfoque, esta definición vincula la calidad de la democracia con el desarrollo humano. La democracia, además de ser un valor en per se, es un medio necesario para el desarrollo. Según el Informe de Desarrollo Humano 2002, PNUD (2002) “La gobernabilidad democrática es un elemento central del desarrollo humano, porque a través de la política, y no sólo de la economía, es posible generar condiciones más equitativas y aumentar las opciones de las personas”. Además, muchos de los problemas de desarrollo están asociados a una crisis de gobernabilidad. Si bien no existe una sola manera de fomentar una buena gobernabilidad, la transparencia, la participación y el cumplimiento de la ley contribuyen a hacer más eficientes a las instituciones y, por ende, a la gestión del desarrollo y sus resultados121. La participación ciudadana es considerada un factor clave para el desarrollo humano, pues constituye un derecho central de las personas y puede redundar en una gobernabilidad más efectiva, equitativa y democrática. Recuadro V Acerca de la buena gobernabilidad Una ‘gobernabilidad’ desde la perspectiva del desarrollo humano es una gobernabilidad democrática. Vela por conseguir que: • Se respeten los derechos humanos y las libertades fundamentales de las personas, permitiéndoles vivir con dignidad; • Las personas participen en la toma de decisiones que afectan a sus vidas; • Se pueda exigir responsabilidad a los encargados de la toma de decisiones; • Las interacciones sociales sean regidas por programas, instituciones y prácticas globales y justas; • Exista igualdad entre hombres y mujeres en las esferas privada y pública, y en la toma de decisiones; • No exista discriminación por motivos de raza, origen étnico, clase, género o cualquier otro atributo; • Las necesidades de las generaciones futuras se reflejen en las políticas actuales; 121 UNDP (2002), Human Development Report 2002. Deepening Democracy in a Fragmented World. New York: Oxford University Press, p. 51. 66 • Las políticas económicas y sociales respondan a las necesidades y a las aspiraciones de los pueblos; • El objetivo de las políticas económicas y sociales sea la erradicación de la pobreza y la ampliación de las oportunidades que las personas tengan en sus vidas. Fuente: PNUD (2002) El desarrollo democrático implica un aumento de las capacidades políticas de las personas para generar espacios públicos donde se debata sobre las necesidades y aspiraciones de la población. Para ampliar estos espacios es preciso una renovación de la política que fortalezca el sistema de partidos y mejore los mecanismos de participación ciudadana. En el Informe de Desarrollo Humano 2002, PNUD (2002) se enfatiza la importancia de los principios democráticos de libertad y participación política en la concepción del desarrollo humano. La gobernabilidad democrática desde la perspectiva del desarrollo humano prioriza la idea de gobierno por y para la gente; ello significa que la gestión pública debe expresar genuinamente las necesidades y demandas de las personas. La gobernabilidad democrática se vincula al desarrollo porque debería contribuir a la búsqueda del “bien común” en sociedades donde se reconoce la diversidad de identidades e intereses. En este sentido, “el principio democrático básico –de tener igualmente en cuenta a todas las personas en la formación de las estructuras de gestión pública- capta una parte esencial de lo que debería ser el desarrollo humano”122. Para lograr esto, la democracia precisa: instituciones que funcionen eficazmente; un poder legislativo que represente de manera genuina a la gente; independencia del poder judicial que garantice el respeto a la igualdad de todos ante la ley; que se asegure el funcionamiento apropiado de los sistemas electorales y los partidos políticos; neutralidad política de las fuerzas de seguridad; acceso a medios de comunicación libres e independientes; una sociedad civil participativa, que a través de sus organizaciones fiscalice la acción del gobierno y controle los grupos de intereses123. La democracia se vincula positivamente con el desarrollo humano, además, porque la libertad política que ella garantiza, más allá de su valor intrínseco, hace que los representantes deban responder con mayor énfasis a las necesidades de las personas que los votaron. Los ciudadanos, a través de sus organizaciones políticas, sociales, culturales, así como de los medios de comunicación independientes, deben participar 122 123 UNDP (2002), p. 54, op cit. UNDP (2002), op cit. 67 en los debates de las políticas públicas y, así, hacer escuchar sus demandas y deseos a los gobernantes y líderes. En el actual momento de inflexión que vive la región, los espacios de debate pueden dar a las sociedades ámbitos apropiados de discusión respecto de sus diversas demandas, proyectos y visiones. Esto, desde el lado de la ampliación de los espacios públicos de deliberación sobre los problemas que atañen a la sociedad. Desde el lado del Estado, éste, “además de mejorar su capacidad de gestión, debe orientarse a lo público entendido esto como bien común. El Estado puede subordinarse a la democracia y buscar en la sociedad y en la economía una cultura de competitividad empresarial y un mayor nivel de integración y cohesión social, particularmente con los grupos más pobres y excluidos de la sociedad”124. No existe un único modelo de democracia, éste “debe adaptarse a las circunstancias o a la historia locales. La democracia también requiere un largo proceso de desarrollo político. Necesita instituciones básicas (…), pero no prosperará sin la difusión de una cultura democrática –de valores y principios que orienten la conducta de individuos y grupos. Las amenazas a la democracia no proceden únicamente de partidos políticos que representen intereses muy personalizados y que son incapaces de representar al pueblo, sino también de la intolerancia, el extremismo y una falta de respeto de los derechos humanos y de la dignidad humana”125. La gobernabilidad democrática no sólo se vincula, entonces, a un mejor funcionamiento de las instituciones estatales ni a procesos electorales limpios, sino también a que las instituciones democráticas se fortalezcan para garantizar equidad y eficiencia en la distribución económica y en la representación social y política de las sociedades. Ello implica mayor participación ciudadana a través de nuevas organizaciones civiles pero, especialmente, por medio de partidos políticos que viabilicen una renovación de la política. Implica, asimismo, mejores condiciones para generar espacios colectivos de debate ciudadano, en los que, partiendo del reconocimiento de la diversidad de actores y demandas, y sin desconocer el conflicto y los enfrentamientos entre ellos, se logre un debate genuino en torno a las prioridades que se da cada sociedad. En síntesis, se buscaría una genuina gobernabilidad en función del desarrollo de las capacidades de las personas y sus sociedades. 124 125 PNUD Bolivia (2002), p. 28, op cit. UNDP (2002), P. 61, op cit. 68 II.5. COROLARIO: LOS ESCENARIOS COMO RECURSO DE LO POSIBLE En términos generales la elaboración de escenarios de futuro puede ser vista como un ejercicio de reflexión sobre las opciones futuras ya prefiguradas en el presente. Se las elabora sobre la base de análisis de los procesos de decisión y de acción de las sociedades. En este sentido, el tiempo futuro no es predecible, es tan solo un ejercicio de simulación, una construcción que recoge varios futuros posibles con el objetivo de comprender mejor el presente, o lo que hay de futuro en el presente. Se trata de definir los problemas e indicar las limitaciones y opciones posibles de los actores así como las consecuencias de decidir en uno u otro sentido. Recuadro VI Experiencias y modelos en análisis político prospectivo En las ciencias políticas, la prospectiva se ha utilizado, principalmente, para predecir resultados electorales. De acuerdo con Gupta (1997), si bien los cientistas políticos utilizan cada vez más bases de datos y modelos econométricos, hasta recientemente pocos los empleaban para realizar predicciones. La prospectiva política se ha utilizado para tres grandes propósitos asociados a los clientes a los que sirve. En primer lugar, se han usado para abordar preocupaciones estratégicas. Los países y sus servicios de inteligencia efectúan predicciones políticas para desarrollar escenarios sobre posibles amenazas. En segundo lugar, el mundo de los negocios ha empleado la prospectiva política para medir los niveles de riesgo que enfrenta una compañía o una determinada inversión en un dado país o situación. Por último, la prospectiva política ha sido utilizada por la comunidad internacional para predecir desastres humanitarios, conflictos violentos o crisis, a fin de prevenirlos o mitigar sus efectos. Tales mecanismos son conocidos como sistemas de “alerta temprana”. Las tres aplicaciones de prospectiva política buscan predecir un conjunto similar de eventos políticos y seleccionar herramientas de una caja de herramientas metodológicas. También comparten el objetivo general de proporcionar información y análisis inteligentes para los tomadores de decisiones. Y los tres generan análisis con distintos grados de “alertas tempranas”. Sin embargo, difieren en los motivos por los cuales se llevan a cabo. El análisis prospectivo por razones humanitarias o crisis y conflictos subraya el hecho de que la alerta temprana es producida donde quienes deben dar respuesta no están bajo amenaza. Este tipo de prospectiva carece de egoísmo y se realiza por motivos humanitarios. Si el análisis es preparado para quienes se encuentran bajo algún tipo de amenaza, entonces se asocia con información de inteligencia. Por otro lado, cualquier análisis político de prospectiva debe enfrentar el desafío proveniente del hecho de que, por lo general, es mejor trabajar con eventos recurrentes que con “la novedad”. Por lo tanto, es clave utilizar la imaginación y la creatividad y utilizar métodos inductivos y no deductivos. Actuar sobre conflictos y crisis es en sí misma una tarea muy compleja. Más difícil es, entonces, actuar a partir de predicciones o establecer mecanismos de acción preventiva sobre la base de análisis prospectivos. El mayor desafío en la prospectiva es responder de forma efectiva a las fuentes del conflicto, a fin de prevenir una escalada hacia la violencia o de ruptura de la gobernabilidad democrática. 69 La cuestión de quién produce la información, por lo tanto, es crucial para aquellos a cargo de la acción. No sólo debe haber un alto grado de confianza entre ambos: los analistas deben garantizar altos niveles de independencia para todas las partes involucradas. En este sentido, la ONU podría tener un papel estratégico en la elaboración de análisis independientes. En muchos casos, podría ser la única institución capaz de unir en los análisis las múltiples posiciones e intereses, dado que puede interactuar con todos ellos. La ONU también puede tener un rol fundamental como promotora y facilitadora de redes de información y procesos que alimenten los análisis. La red de alianzas que pueda construirse incrementa significativamente la calidad de los análisis y la posibilidad de brindar respuestas. Fuente: elaboración propia sobre la base de Franche, M-A (2005). La elaboración de escenarios está asociada con al menos tres tipos de tiempo político que confluyen en la coyuntura actual en América Latina. En primer lugar, el tiempo del fin de un ciclo económico y político vinculado con el manejo de los resultados y consecuencias de las reformas estructurales y los procesos de democratización en curso. La pregunta aquí es ¿qué quedó y qué balance se puede hacer de los resultados y que consecuencias tiene esta situación para la formulación de opciones futuras? En segundo lugar, está el tiempo corto referido a climas electorales y las nuevas opciones en curso, que si bien no afectan a toda la región si influyen en ella. Aquí el tiempo es corto y está vinculado a las estrategias electorales y de gobierno de las fuerzas y las coaliciones políticas en competencia. Un nuevo panorama político está emergiendo en la región. Está vinculado a la renovación de fuerzas, en un amplio espectro de “centro izquierda”, que incluye desde orientaciones “nacional-populares” hasta orientaciones de “reformismo gradual”, todas con sensibilidades en cuanto a temas de equidad y pobreza, pero quizás más preocupadas por estrategias de poder electoral que por opciones posibles de sociedad, economía o democracia. La pregunta aquí es cuáles son los nuevos mapas políticos que ya emergen en la región y cómo reemplazarán al denominado “modelo neoliberal”, además de la duda acerca de su sustentabilidad, dadas las condiciones de la globalización126. El tercer tiempo está referido al horizonte de mediano plazo. Éste se interroga sobre qué es lo deseable y lo posible hoy en nuestras sociedades. Es decir, se refiere a la capacidad de los actores políticos y sociales que, en las condiciones actuales, puedan plantear opciones de sociedad que supongan nuevos tipos de relaciones entre la sociedad, el estado, y la economía127. O para retornar a las reflexiones anteriores, 126 Actualmente el proyecto está abordando una tipología política en cuanto a las orientaciones de lo social y de lo institucional. Allí se destacan 4 proyectos en curso: modernización conservadora; reformismo pragmático; reformismo nacional-popular y; neo-desarrollismo indigenista. 127 Los estudios nacionales del PAPEP cabalmente concluyen con la elaboración de escenarios de mediano plazo. 70 puedan plantear opciones cualitativamente distintas de gobernabilidad democrática y desarrollo humano. Se trataría de explorar la posibilidad de fórmulas que busquen articular el “futuro actual” con el “presente venidero”. Se auscultaría así la posibilidad de una genuina renovación de una “política que encarne las opciones, agrupe las voluntades y cree poder”, para promover el desarrollo de la democracia. Por tal motivo, los escenarios básicos que se presentan a continuación plantean tendencias de mediano plazo. Las perspectivas económicas de la economía mundial para los próximos dos años son favorables, aunque se prevé un nivel de crecimiento menor a partir de 2007. En particular, para América Latina se prevé una tasa de crecimiento positiva –que en 2006 será de aproximadamente 5%– y una leve desaceleración en 2007. Esta desaceleración se explica por el menor ritmo de actividad económica mundial y por el posible aumento de los precio del petróleo. La moderación del crecimiento será acompañada por una convergencia regional en torno a la tasa de crecimiento promedio de América Latina y el Caribe. En este sentido, es posible clasificar a los países en dos grupos: a) países con tasas de crecimiento excepcionalmente altas en 2004 (Argentina y Uruguay) que crecerán a un ritmo más cercano a la media y b) países con crecimiento inferior al promedio (Bolivia), cuyo crecimiento se acelerará128. La actividad de la economía de la región será impulsada, en gran parte, por la demanda externa. Al respecto, se espera un incremento de 6.4% en los términos de intercambio para la región y aumentos aún mayores para los países exportadores de petróleo, gas y minerales metálicos (e.g. Chile, Venezuela, Perú y Bolivia). También se espera que los precios del café y del azúcar se mantengan en los altos niveles actuales, al igual que las remesas que efectúan los emigrantes a sus países de origen129. Las proyecciones de la economía son relativamente positivas para la región en el mediano plazo. Sin embargo, se trata de un crecimiento con calidad para que incida positivamente en mayor equidad social, un crecimiento que pueda articularse adecuadamente con la política y las instituciones. Entonces cabe preguntarse cómo este crecimiento afectará la dinámica socio institucional y cómo las orientaciones del crecimiento económico promoverán dinámicas de equidad social. Además, resta interrogarse sobre cuál será el rol del Estado Nacional. 130 128 CEPAL (2006c), Informe sobre Proyecciones Económicas para el Proyecto PNUD-PAPEP. Centro de Proyecciones División de Estadísticas y Proyecciones Económicas. Versión preliminar. 129 CEPAL (2006c), op cit. 130 CEPAL (2006c), op cit. 71 La magnitud y la complejidad de la cuestión social, sobre todo en términos de equidad y pobreza, lleva a reflexionar que muy difícilmente habrá instituciones y horizontes sólidos y de gobernabilidad democrática sostenible s ino se empiezan a resolver de forma progresiva –en el plano real tanto como en el simbólico– los bajos niveles de equidad y los altos niveles de pobreza que vive la región. Al mismo tiempo, para que las transformaciones sociales sean fecundas requieren tanto un orden institucional legítimo como estrategias innovadoras de desarrollo económico que comprendan el incremento en los niveles de empleo, salarios y reproducción social en general. Entre la equidad y la institucionalidad están instaladas demandas ciudadanas, entendidas como una expansión de expectativas, que reclaman tanto un orden institucional legitimo como mayor justicia social. En el fondo, los cambios en la desigualdad y la pobreza, así como las políticas sociales y económicas, se asocian directamente con relaciones desiguales de poder. Un cambio socio-institucional en función de la gobernabilidad democrática supone cambios en las relaciones de poder. Es precisamente en este marco que cobran sentido las políticas públicas. Ellas tampoco son neutrales aunque sí requieren de un alto componente técnico. Las diversas fuerzas políticas están planteando diversos modos de integración de las demandas sociales y de la presión popular. En este contexto es posible visualizar tres tipos de escenarios. En un primer escenario se lograría un círculo virtuoso entre reformas sociales y transformaciones institucionales, con una alta capacidad de anticipación y de gestión del conflicto. El resultado sería una gobernabilidad progresiva y sostenible. En un segundo escenario de carácter inercial, persistiría un divorcio entre lo social y lo institucional: se realizarían reformas políticas y sociales mínimas indispensables para mantener una gobernabilidad sistémica, las capacidades de anticipación y gestión de conflictos serían irregulares. En un tercer escenario se generarían explosiones sociales, fragmentación de conflictos y quiebres institucionales que pueden llegar incluso a situaciones de caos social y regresiones democráticas. La capacidad de gestión del conflicto y de anticipación sería muy baja. En realidad, los escenarios probables están condicionados por las capacidades políticas de los actores nacionales para articular los cambios internos con su participación en el cambio internacional. Probablemente se situarán entre los tres parámetros mencionados, combinando de diferentes maneras institucionalidad, equidad-pobreza y capacidad de innovación por parte de los actores del sistema político. Posiblemente suceda con distintos pesos en cada componente y con 72 trayectorias políticas diversas. Algunos privilegiarán avances en institucionalidad y buscarán disminuir la pobreza, mientras que otros buscarán equidad con escasos avances institucionales. Quizás otros busquen combinaciones sui generis. Se presentarán, en fin, diversas combinaciones como resultado de las acciones y las orientaciones políticas prevalecientes en la región. Los escenarios no son abstractos, se dan a partir de opciones políticas particulares. De una manera muy preliminar se está trabajando en una tipología de orientaciones políticas que contemplan cabalmente una suerte de combinaciones entre lo social y lo político institucional. El nuevo mapa político regional contemplaría orientaciones de modernización conservadora, reformismo pragmático, reformismo nacional popular y, neo desarrollismo indigenista. La cuestión es de qué forma estas orientaciones plantean resolver las siguientes cuestiones ¿Cómo se distribuye la riqueza? ¿Cómo se opera en condiciones de movilización social creciente, particularmente en los casos de países con importantes recursos naturales? ¿Cómo se logra un control político democrático del conjunto del aparato de Estado? En suma, ¿cómo se combinan crecimiento, transformación institucional y distribución? Los escenarios se desarrollan en un ámbito de cambio y riesgo constantes. La forma en que los riesgos sean transformados en oportunidades y de cómo se pueda vivir la misma incertidumbre –inherente al cambio moderno– seguramente influirá en la conformación de trayectorias políticas que pueda asumir la sociedad en cuestión. Las bases institucionales previas y los avances registrados, en términos de equidad y de lucha contra la pobreza, constituyen otros importantes antecedentes de las trayectorias políticas. En el mismo sentido, la fuerza y la calidad de la participación ciudadana jugarán un rol central en la calidad del cambio. Allí donde se potencien a ciudadanos capaces de construir y optar por alternativas asumiendo riesgos, las chances de una evolución virtuosa serán mayores. En suma, la calidad de la matriz política lograda constituirá un factor decisivo. Los escenarios de mediano plazo que se plantean en los diferentes estudios nacionales prefiguran las tendencias probables por las cuales atraviesan los países de la región incluidos en el PAPEP. 73 BIBILIOGRAFÍA 1. Achard, D. et al (2005), Perú: coyuntura política y escenarios de corto y mediano plazo. PAPEP-PNUD. 2. Apoyo: Opinión y Mercado, Bolivia (2007), Informe de opinión enero 2007. PAPEP-PNUD Bolivia. 3. Arias, O. y Duryea, S. (2003), Social Exclusion Due to Race or Ethnicity in Latin America: What Do We Know? Working paper. Washington, D.C: Inter-American Development Bank. 4. Banco Mundial (2005), World Development Indicators 2005. 5. Banco Mundial (2006), Informe sobre el desarrollo mundial 2006. Equidad y desarrollo. Bogotá: Banco Mundial, Mayol Ediciones, Mundi-Prensa. 6. Barrera, A. (2005), “La política y los movimientos sociales”. En: Vanguardia. Ecuador. 7. Beck, U. (1998) ¿Qué es la globalización? Barcelona: Paidós. 8. Buvinic, M. y Roza, V. 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