Adorar con Santa Rafaela Mª ADORAR es sentir que Dios es muy grande y nosotros muy pequeños, pero inmensamente amados por Él. Adorar: sentir el gozo de estar en las manos de Dios: el absolutamente OTRO, el incomprensiblemente cercano. Adorar: escapar a la estrechez de nuestro pequeño tiempo, y respirar en la amplitud del tiempo grande de Dios. Santa Rafaela María buscó y encontró a Dios en todas las cosas: en la naturaleza, en las personas, en la alegría, en el dolor. Toda su vida fue una continua adoración al Señor de la vida, al Señor de su vida. Lo adoró de una forma especial en la Eucaristía. En sus muchas horas de adoración ante el Santísimo, su mirada se hizo más y más transparente, más y más capacitada para percibir la Presencia envolvente y amorosa de Dios. Su mayor gozo, el que nunca la abandonó a pesar de las dificultades, fue sentirse criatura pequeña en las manos de un Dios que la amaba con predilección. Exposición del Santísimo. Música. Breve silencio Oramos con Santa Rafaela María Vengo ante Ti, mi Señor. Tú, el Dios inmenso. Yo, tu pequeña criatura. Tú no eres como los señores de la tierra, que atemorizan con su grandeza a los pequeños y a los pobres. Vengo a hacerme presente a tu Presencia, y siento que se dilatan los senos de mi alma inundados por la anchura de tu amor. Tú, el Dios inmenso. Yo, tu pequeña criatura. Ante Ti, mi persona minúscula, se siente en el centro del universo en comunión con todas tus criaturas. Con asombro, contemplo tus desvelos, el continuo cuidado de tu providencia conmigo. Al recuerdo de tus misericordias, el corazón se ensancha y se ilumina el alma. Vengo ante Ti, mi Señor. Tú, el Dios inmenso. Yo, tu pequeña criatura (Cf. Apuntes Espirituales, 1890) Oración del pobre Palabra de Dios De los Hechos de los Apóstoles 17, 24-28 El Dios que hizo el mundo y lo que contiene. Él es Señor de cielo y tierra y no habita en templos construidos por hombres, ni lo sirven manos humanas; como si necesitara de alguien, Él, que a todos da la vida y el aliento y todo... Quería que lo buscasen a Él, a ver si, al menos a tientas, lo encontraban; aunque no está lejos de ninguno de nosotros. Pues en Él vivimos, nos movemos y existimos. Breve silencio Salmo responsorial, cantado: “Señor, Dios nuestro” Adorar: bucear en el mar sin fondo del amor de Cristo que se ofrece en la Eucaristía Santa Rafaela María gastó muchas horas de su vida en rumiar los relatos evangélicos sobre la Eucaristía; de ellos extrajo consecuencias vitales: el “amor hasta el extremo” de Jesús la llevó a entregar la vida entera, en correspondencia de amor. Guardaba en su corazón estas palabras. Todo tiempo se le hacía corto para amar, agradecer... En definitiva, para ADORAR. Palabra de Dios Relatos evangélicos del “amor hasta el extremo” “Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando (ya el diablo había metido en la cabeza a Judas que lo entregara), y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.” (Jn 13, 1-5) “Llegada la hora, Jesús se sentó con sus discípulos y les dijo: -He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros antes de padecer, porque os digo que ya no la volveré a comer hasta que se cumpla en el Reino de Dios. “ (Lc 22, 14-20) “Durante la cena, Jesús cogió pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a los discípulos diciendo: -Tomad, comed: esto es mi cuerpo. Y cogiendo una copa pronunció la acción de gracias y se la dio, diciendo: -Bebed todos; porque ésta es mi sangre, sangre de la alianza derramada por todos para el perdón de los pecados. Y os digo que no beberé más del fruto de la vid hasta el día que beba con vosotros el vino nuevo en el Reino de Dios.” (Mt 26, 26-29) Oración en silencio -¿estamos dispuestos a servir a los demás? ¿hasta qué punto? -¿somos conscientes de que vivir de verdad la Eucaristía nos exige el riesgo de entregar la vida? Adorar: sentirse, con Cristo, Corazón del mundo: latir por todos, interceder por todos De los escritos espirituales de Santa Rafaela María “Dijo el Señor en el sermón de la Cena que nos amásemos como Él nos amó. En la Ley de Moisés dijo que amásemos al prójimo como a nosotros mismos; pero aún más perfecto es este amor: hasta dar la vida, como Él la dio... Y hemos de hacer lo que hizo Cristo: sufrir y agonizar por nuestros hermanos” (EE 1894) “Debo modelar mi vida a la suya mortal. O a la que tiene en el Santísimo Sacramento... Fomentar mucho en mí el celo de las almas; arder y abrasarme en rogar por que ninguna se pierda... Menos ocuparme de mí, y muchísimo, pero muchísimo más de los intereses de Jesús en toda su extensión” (EE 1896) Oración espontánea de intercesión universal Adorar es mirar con los “ojos del corazón”, contemplar y amar lo que es invisible a los ojos, agradecer, confiar, maravillarse, alabar, cantar... Santa Rafaela María empleó muchas horas de su vida en contemplar, en mirar con los “ojos del corazón” descubriendo siempre en la Eucaristía nuevos motivos para la admiración y la alabanza. Con los mismos “ojos del corazón”, percibió la huella de Dios en todas las criaturas, y especialmente en el hombre, imagen viva de Dios. Contemplación en silencio Oramos con sentimientos y palabras de Rafaela María: Estoy en este mundo como en un gran templo, y como sacerdote de él, te ofrezco, Señor, mi vida en continua alabanza. Te alabo y te doy gracias, Señor, por todas las maravillas de la naturaleza: Por la amplitud y la profundidad del mar, imagen de la profundidad insondable de tu amor. Por las estrellas, que encantan a los ojos en las noches oscuras. Por el sol y las nubes, por la lluvia y la nieve, que repartes con generosidad, sin discriminación, sobre buenos y malos. Estoy en este mundo como en un gran templo, y como sacerdote de él, te ofrezco, Señor, mi vida en continua alabanza Te alabo y te doy gracias, Señor, por tu imagen divina marcada como un sello en la frente de todos tus hijos, de todos los hombres. Te alabo y te doy gracias, Señor, por la alegría de los niños, por las ilusiones de los jóvenes, por el gozo de las familias unidas, por la esperanza de todos aquellos que te siguen descubriendo a través de las dificultades de la vida. Estoy en este mundo como en un gran templo. y como sacerdote de él, te ofrezco, Señor. mi vida en continua alabanza. Porque nos quieres “como a la niña de tus ojos”, por tu amor que desborda todo entendimiento, por la cercanía de tu Presencia en la Eucaristía, -“mar sin fondo”, donde siempre podemos bucear“con la boca por tierra dando gracias”, te ofrezco, Señor, mi vida, en continua alabanza. Estoy en este mundo como en un gran templo. y como sacerdote de él, te ofrezco, Señor. mi vida en continua alabanza Canto final: Magnificat