INAUGURACIÓN DEL NUEVO EDIFICIO DE LA BIBLIOTECA DE LA UCC P. JEAN SONET, SJ. Lejos, muy lejos está la humanidad de aquellos primeros proto libros escritos en piedra por Sumerios y Acadios, lejos de aquellos primeros papiros del cuarto milenio antes de nuestra era. O de aquella primera gran biblioteca asiria compuesta de 22.000 tablillas del siglo VII antes de Cristo. Lejos aún de la primera imprenta que dio origen al libro tal como lo conocemos hoy. Larga es la historia del libro. Nosotros, inauguramos este nuevo edificio de la Biblioteca Jean Sonet, sj, de la Universidad Católica de Córdoba, al celebrar los 55 primeros años de esta casa de estudios. Una feliz coincidencia. Lo hacemos ya atravesada la primera década del siglo 21. En plena era de la tecnología que, según el pronóstico de muchos, iba a desterrar al libro. No ha sido así; pero sin embargo la aparición de internet ha cambiado nuestra concepción acerca de dónde está depositado el conocimiento y cómo se comparte globalmente. Porque –no importa su origen, digital o papel- el conocimiento sigue despertando las conciencias. No en vano todos los autoritarismos y dictaduras se han ensañado censurando y prohibiendo libros; persiguiendo, desterrando y eliminando a sus autores. El libro sigue teniendo el poder de crear realidades, de inquietar conciencias y de motivar el compromiso. La historia de la humanidad lo sigue atestiguando. Las ideas que han revolucionado a la humanidad están en los libros. Por eso una biblioteca no es un mero depósito de libros, una suerte de galpón de conocimiento fosilizado, es –debe ser- un centro en el que el conocimiento se comparta, se promueva y se propague para formar personas sólidas científicamente, 1 críticamente concientes respecto de su realidad y profundamente comprometidas con el presente y el futuro de la humanidad, en particular con sus hermanos y hermanas menos favorecidos. Eso deseamos que sea esta Biblioteca de la UCC. No sólo un enorme y moderno edificio. Por eso esta biblioteca también será de acceso público. Porque creemos que el conocimiento debe ser compartido, y no es una posesión para vanidad de los académicos ni un privilegio exclusivo de los que lo pueden pagar. Los seres humanos desde siempre hemos tendido a difundir el saber. Sabemos en el fondo, que nuestro conocimiento debe ser hecho público, debe ser compartido, discutido. Un saber que muere con el hombre, muere para siempre. Por eso escribimos publicamos, nos empecinamos en el oficio del papel y de la tinta, y añadimos una cuenta más a la larga cadena del conocimiento. Los seres humanos mismos estamos hechos de cultura y conocimiento. Las palabras que construyen realidades nos constituyen también a nosotros mismos. ¿Cuántas palabras construyen a una persona? ¿Cuántos libros son necesarios para sostener un proyecto de vida? “Son pocas las palabras que sostienen la realidad/ y que podrían destruirla con su sola ausencia./ Son las que usamos para explicar nuestra porción del mundo/, las palabras de nuestra convicción, / de nuestra íntima apuesta.” Los seres humanos estamos hechos de palabras; de palabras que habitan los libros y nuestras conciencias. El asunto es comprender el valor de las palabras, dice Santiago Sylvester, esas que el cartero lleva en su bolsa, las que el diariero grita desesperadamente cada mañana… o las que se revelan –y esconden- en los libros. Conocer el valor y el peso de las palabras 2 para comprometer la propia palabra, es decir la propia persona, en pos de una sociedad más justa. En las bibliotecas encontramos un recorte del pensamiento y el conocimiento de la humanidad. Tal vez podríamos decir que en ellas podemos ver el reflejo del ser humano que piensa, conoce, siente, investiga, ensaya, propone, debate, canta. Las bibliotecas reflejan de algún modo- el peregrinar insaciable de la humanidad en pos de la verdad. Esa verdad que no se deja poseer, que se deja entrever, a veces, en un descubrimiento inesperado luego de muchas horas de intentar, en un verso original que toca el corazón, en una página que será inmortal porque refleja el fondo más humano del ser humano; en tantos intentos de la ciencia… ¿A quién sirve el conocimiento que ofrecemos aquí, en nuestra Biblioteca? ¿Cuál es la finalidad de ese conocimiento? “Todo nuestro conocimiento nos acerca a nuestra ignorancia, toda nuestra ignorancia nos acerca a la muerte, pero la cercanía a la muerte no nos acerca a Dios” –dice T. S. Eliot-. En la UCC –dice nuestro escudo- buscamos la verdad que hace libre a la persona, pero lo hacemos concientes de que no somos dueños de la verdad, sino sólo sus buscadores y servidores. Somos además concientes de que la verdad no es una cosa que se posee, algo que está en un depósito. Por eso debemos ser modestos y no dejarnos llevar por cierto lenguaje pretensioso, no pocas veces adherido a lenguajes eclesiales, que tiende a hacer pensar como si la verdad fuera una posesión nuestra, algo ya logrado y cristalizado. Nada más lejos que eso. La búsqueda de la verdad es lo que nos constituye peregrinos, es decir seres humanos, aún sabiendo que en el fondo sólo nos será dado, tal vez, entrever algunos destellos, pero nunca la verdad 3 toda. “Aún otro velo/ siempre aún otro velo/ el desvelado Rostro nunca. / Y sin embargo contundente presencia”; dice el P. Pol. Para los que creemos en la Palabra que es la Verdad hecha carne, la búsqueda del conocimiento va unida a la búsqueda de esa verdad, porque de algún modo misteriosamente nuestro conocimiento si bien nos acerca a nuestra ignorancia, como bien dice el poeta inglés, también nos hace concientes de nuestros límites y de que la verdad es algo que adviene, que nos es dado, porque no es algo sino Alguien que nos revela que la verdad última de la vida reside en el amor, y en la capacidad de amar sin medida. Por eso, el conocimiento no es un objeto de lujo; para nosotros tiene vocación social, porque debe ser signo de “ese amor que mueve el sol y las estrellas” y que nos apremia a servir a los hombres por amor. Esta biblioteca se inaugura, decíamos al iniciar oficialmente el año académico. No es una coincidencia. Es un signo, un recuerdo de lo que significa estudiar en la UCC: lo que significa para nosotros hacer ciencia, producir y transmitir conocimiento: no lo hacemos para generar profesionales que sean más de lo mismo, ni académicos vanidosos, sino que lo hacemos para formar personas capaces de comprender que su profesión puede ser –y debe seruna herramienta importantísima para transformar la realidad, o puede por el contrario ser una mala notica para los pobres. Es una decisión ética. Muchas son las personas a las que debemos agradecer por su colaboración en la construcción de este nuevo edificio. En primer lugar debemos agradecer a la comunidad universitaria toda que con su paciencia y sacrificio ayudó a que esto fuera realidad. El aporte de generaciones de estudiantes, graduados y docentes ha sido fundamental para que esto fuera posible. Ellos son los 4 primeros bienhechores de esta biblioteca y –esperamos- en las personas de los actuales y futuros docentes y estudiantes serán sus principales beneficiarios. La grandeza en la vida se ve cuando se es capaz de sembrar para otros. Agradecemos a quienes facilitaron algunos de los recursos para los trabajos de edificación: al obispado de Würsburg representado hoy por mons. Herderich y por su antiguo administrador el Dr. Bauer, además del antiguo amigo de esta Universidad Prof. Dr. Binfrid Böhm. Al D. Phillips SJ Found (USA); al Centro Magis (Venezuela) Aceitera Gral. Deheza, al Cr, Juan Schiaretti; a los donantes anónimos que hicieron llegar sus donaciones a través del P. Miguel Petty. Y a otros innumerables que han aportado diversas cantidades de dinero, o que han ayudado a conseguir los recursos necesarios. Agradecemos también al carísimo padre Petty que la soñó; a los arquitectos que la diseñaron: Esteban Bondone, Ricardo Sargiotti, Bernardo Villasuso; a los arquitectos José Ignacio Togo Díaz y al arquitecto Cacho Webe que ya desde el cielo estarán disfrutando de este día. A la arquitecta Laura Colett por su contribución desinteresada y gratuita en la insonorización del edificio. Gracias de verdad. Al Ing. Vaca Narvaja que nos ayudó con los estudios necesarios para subsanar algunas lamentables falencias; al Ingeniero Boch que ayudó a resolver problemas estructurales no menores y a los arquitectos del estudio FWAP que nos ayudaron en esta última parte de la construcción y han realizado un muy buen trabajo. Finalmente –lo más importante- agradecemos a Dios que nos ha permitido transitar este camino de los 55 años de la UCC y nos ha dado la posibilidad de concebir, construir e inaugurar esta etapa 5 importante de la Nueva Biblioteca de la UCC, la Biblioteca Jean Sonet, SJ. A Dios, que es fuente de sabiduría y nos anima en la búsqueda de la verdad le pedimos su bendición para que esta biblioteca no sea un artículo de lujo de una universidad auto referenciada, sino que sea un centro de conocimiento para ser compartido; le pedimos a Dios vivir nuestra vocación universitaria cristiana, enseñando y aprendiendo, investigando y buscando la verdad, para construir un mundo mejor, una civilización de amor. Lic. Rafael Velasco, sj Rector 6