EXPOSICIÓN EN PARÍS Una inédita "confrontación" de 130 esculturas europeas: El Museo de Orsay plantea ¿Olvidar a Rodin? Revuelo causa esta muestra que pareciera querer dejar a un lado al célebre artista francés. Centrada en un período clave de la escultura, entre 1905 y 1914 en París, da una nueva mirada a una influyente generación que en sus inicios siguió a Rodin, pero luego lo enfrentó. CECILIA VALDÉS URRUTIA Desde París El título de la muestra estrella de esta temporada del Museo de Orsay, "¿Olvidar a Rodin? produce rechazo en varios espectadores que copan las filas para entrar, y al menos causa duda y expectación en otros. Es motivo de una ola de comentarios. Porque, ¿cómo un museo francés se aventura a plantear querer olvidar al escultor galo, que abrió las puertas de la modernidad y con un arte de excepción? Lo que se busca no es exactamente el olvido. Uno de los objetivos de la exposición es dar una nueva mirada de esa generación clave de escultores que, entre 1905 y 1914, trabajó en París. Un grupo que en un principio siguió a Rodin y luego fueron desviando el camino. Se opusieron a su "excesivo expresionismo" y empezaron a cuestionar la enorme carga emocional de sus figuras. De Maillol a Lehmbruck Un impecable montaje en el segundo piso del Museo de Orsay, en las orillas del Sena, exhibe en 10 salas y corredores las enormes esculturas, distribuidas por temas, que van dando cuenta de las sucesivas etapas por las que atraviesa esta generación. Hay 130 obras originales que se enfrentan entre sí y con Rodin, de varias decenas de autores como Maillol, Brancusi, Bourdelle, Archipenko, Duchamp-Vilon, Gargallo y otros. Para la curadora de la muestra, Catherine Chevillot, dar cuenta del cambio de actitud frente a Rodin -quien los había liberado de convencionalismos academicistas- es parte del objetivo de esta exposición. La escultura por excelencia que marca el cambio es "El Mediterráneo", de Aristides Maillol. El recorrido finaliza con Wilhelm Lehmbruck y sus sorprendentes y desgarradoras esculturas, luego de la Primera Guerra Mundial. Fascinados por Rodin Rodin -considerado el primer escultor moderno- fue especialmente crucial para esa nueva generación de artistas que trabajó en París a fines del XIX y comienzos del XX y que luchaba contra las convenciones académicas y la agonía del realismo. Él les abrió el camino y los introdujo en lo que llamaban "la emoción de la vida". La exposición parte con esculturas clave de esa fase inicial, denominada "rodiniana", de sus seguidores y del maestro. Están algunas de las primeras obras de Maillol, Bourdelle, Bernard, Brancusi, Picasso, con ese sello vibrante, dramático y fuertemente expresivo que impuso Rodin, quien se oponía a los ideales estáticos de belleza y creaba figuras curvas y torcidas. Difundía lo fragmentario como el gran medio de expresividad. Algunas de las esculturas de esa generación que se confrontan aquí, por primera vez, con las de Rodin muestran una clara similitud. Un ejemplo es "El hombre", de Lehmbruck (1909), inspirada en "El hombre que marcha", de Rodin (1905). Ambos hicieron la figura masculina parada sin brazos ni cabeza, con formas y expresividades corporales parecidas. El dramático rostro de Beethoven: "La gran máscara" de Antoine Bourdelle (1903) da cuenta de la búsqueda radical de esa fuerte expresividad exterior, que representa al genio romántico atormentado. Rodin suscita una atención especial por la materia escultórica, lo que se muestra en los primeros trabajos de Brancusi, en los estudios de la naturaleza y especialmente en los cuerpos humanos y su musculatura. Aquí tiene un muy buen exponente en "Los siervos", de Mattise, de 1900-1903. Un rostro realizado por Picasso sorprende por su parecido a una anterior de Rodin: se exhiben juntos. Cambio y síntesis Pero la fascinación de esa nueva generación por el autor de "El pensador" y "El beso" se vuelve después contraria. "Para la mayoría de estos artistas que buscaban su desarrollo y su identidad propia, el problema era justamente Rodin", según lo formula, en 1970, Albert E. Elsen. Teoría que comparte la curatoría. Algunos que habían sido asistentes suyos -como Bourdelle, Maillol y Lucien Schnegg- ponen en cuestión sus principios escultóricos. Buscan una simplificación de las formas. Surgen entonces esculturas más simples y condensadas, ajenas a la expresividad exuberante del ex maestro. Prima una valoración de la síntesis de las formas. La sala 2 del segundo piso exhibe este cambio. En las obras de Brancusi o Bernard -anti rodinianos ahora-, la figura ya no es fragmentaria, sino que se vuelve lisa. Esta generación postula que cuando las obras se sobrecargan de emoción traen una supuesta pérdida de significado de forma y visión. Maillol, que había creado al principio esculturas muy expresivas, desarrolla una simplicidad muy distinta a la emoción exagerada y a la musculatura prominente. La obra clave que empieza este cambio es "La Méditerranée" de Maillol, 1905, (conocida como "La Pensadora"), inspirada en el título en Rodin, pero que se opone a él al volver la figura femenina muy lisa, quieta e introvertida. Destacan también los enormes volúmenes de animales (como el oso y el ganso) de François Pompon, que podrían ser asimismo antecedentes de Botero. Matemáticas y geometría Maillol proclama que "El ideal del arte consiste en condensar en un pequeño número de formas variadas y precisas lo que percibimos la naturaleza". Reconoce que su punto de partida es siempre una figura geométrica. Esa voluntad se traduce en esculturas con formas geométricas que dominan gran parte de la producción entre 1905 a 1914. La curatoría dedica salas enteras a estas obras. La lógica que impera ahí es constructiva. La preocupación arquitectónica es recurrente. Bourdelle, fascinado por la belleza matemática, precisa: "El buen estatuario debe poseer en la punta de los dedos todas las leyes matemáticas de la ciencia geométrica". En los volúmenes aparecen el cilindro, el cono y la esfera. Se observa en trabajos como "La musa dormida" (1910), de Brancusi; "Jeune fille a la cruche", de Joseph Bernard (1905-13), Cabeza de Hombre (1913), de Nadelman, las obras de Archipenko o "La sainte familie", de Zadkine. Nueva conciencia del cuerpo En estos años comienza también a tomar fuerza una nueva conciencia del cuerpo, que viene del naturalismo de Rodin y de fenómenos culturales, como la danza libre de Isidora Duncan. Un motivo recurrente en este aspecto son las esculturas con figuras arrodilladas. Al confrontar esas obras hechas por artistas como Minne (Corpes de reliques), Lehmbruck (L'Agenouillée) o Brancusi (la prioére) con las de Rodin, las nuevas aparecen más solemnes y simples. La investigación destaca aquí otro aspecto que nos compete: "Esta nueva concepción de diseño de las figuras, más calculada que espontánea, se inspira asimismo en la obra del pintor suizo Ferdinand Hodler" (de quien tuvimos en Chile una gran retrospectiva en el Museo de Bellas Artes, en los años 80). Hodler -para quien el primer hecho era "exprimir una emoción de la figura"- da un especial énfasis a la actitud y gesto de los personajes solos o en grupo. La exposición ejemplifica en "Joven hombre que se levanta" de Lehmbruck (1913-1914), el mejor testimonio de una escultura concentrada sobre la estructura de brazos y piernas, que revela una nueva expresión de lo gestual y ritual, más interior y no menos fuerte. Consecuencias bélicas La Primera Guerra Mundial toca brutalmente a esa generación de artistas. Algunos deben partir al frente, como Zadquine, otros regresan a sus países de origen, como Manolo Hugué, quien se refugia en Cataluña, y Lehmbruck en Berlín. Los horrores de la guerra (además la muerte de Rodin) hacen entrar en una nueva era estética. Las estilizadas obras de Lehmbruck destacan y protagonizan en este capítulo final de la exposición (ver recuadro) por su desgarro y profundo dolor. En esta período se proyectan otras dos líneas que marcaran la historia de la escultura, entre Maillol y Brancusi. La curatoría reafirma que Aristides Maillol encarna un clasicismo cada vez con mayor ideología política; mientras que Constantin Brancusi con su obra más abstracta "se sitúa como un precursor de la nueva escultura de Henry Moore y de Jean Arp". Ese y otros aspectos se van comprobando al recorrer estas notables obras. Pero también se puede desprender la idea de que varios de esos artistas, al menos en los temas, nunca olvidaron del todo a Auguste Rodin. MUESTRA Lugar: Museo de Orsay (París) Obras: 130 esculturas europeas Fecha: Hasta el 30 de mayo. Lehmbruck: precursor de Giacometti El escultor más representado aquí, después de Rodin -con salas y capítulos especiales- es el alemán Wilhelm Lehmbruck (1881-1919), con una corta pero esencial obra. Partió como seguidor del escultor francés y pronto toma rumbo propio. Su obra se caracteriza por una identidad arcaica y expresionista, aunque mucho más contenida que Rodin. Culmina con esas líneas alargadas y muy estilizadas, que -como destaca la curadora del Orsay- "anuncian la manera de Alberto Giacometti y de Germanie Richier". Muchas de sus obras se asemejan a la mayoría de las esculturas posteriores de Giacometti. Y entre sus numerosas creaciones sobresale la monumental y hermosa figura femenina, pensativa "Grande sangeuse", 1916-17, de más de un metro de altura, que ocupa la portada de todos los libros y estudios de esta muestra. En el período de entreguerras Lehmbruck es el protagonista. Se exponen las mejores creaciones de su período berlinés. Un lugar central lo tiene el impactante y monumental "Postrado", que se recuesta y retuerce (1915), en bronce; que proviene del Ugolin (1906) de Rodin. Pero es la "Cabeza de un pensador" (1919), autorretrato antecesor del suicidio de Lehmbruck, la que contiene la interioridad más desgarradora. Pero ahí, un cierto sello rodiniano se ha vuelto también a evocarse, al citar el "Pensador" de su ex maestro.