La campaña de Brásidas. El resurgir in the Peloponnesian war

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Espacio, Tiempo y Forma, Serie II, Historia Antigua, t. 26, 2013, pp. 83-106
La campaña de Brásidas. El resurgir
de Esparta en la guerra del Peloponeso*
The campaign of Brasidas. The Sparta´s resurgence
in the Peloponnesian war
José Alberto Pérez Martínez**
RESUMEN
En 424/3 a.C. el general lacedemonio
Brásidas, conduce un ejército a Tracia, con
el fin de tomar la ciudad de Anfípolis, base
de provisiones ateniense. La intención de
este estudio es analizar tanto la figura de
Brásidas transmitida por Tucídides, como
la incidencia que su campaña en Tracia
tienen en la política exterior de Esparta a
partir de ese momento. La victoria en
Anfípolis supuso la recuperación de
Esparta en el contexto de la guerra y el
primer síntoma de cambio de tendencia
dentro de la misma.
PALABRAS CLAVE
Brásidas – Tucídides – Anfípolis.
ABSTRACT
The development of the isiac cult in the In
424/3 B.C. Spartan General Brasidas,
leads an army into Thrace, to take the city
of Amphipolis, Athens supply base. The
intention of this study is to analyze both
the figure of Brasidas transmitted by
Thucydides, and the impact which his
campaign in Thrace have in Sparta foreign
policy from that time. The victory at
Amphipolis got the spartan recovery in the
context of war and the first sign of trend
change within it.
KEYWORDS
Brasidas – Thucydides – Amphipolis.
Recibido el 13 de marzo de 2013. Aceptado el 23 de abril de 2013 1
*
Este artículo está dedicado a mis padres, mi mujer y muy especialmente a Dña. Pilar Fernández
Uriel.
**
José Alberto Pérez Martínez. albertoperez-81@hotmail.com. Avda. Carlos I 77, 2B. 28991. Torrejón
de la Calzada. Madrid.
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1. OBJETIVO
La finalidad que persigue el presente estudio sobre la campaña de Brásidas
en Tracia, es sugerir y demostrar que la misma se convirtió, de hecho, en un punto de inflexión en el curso de la guerra del Peloponeso 1. La no continuación de las
invasiones del Ática sumada a la grave derrota en su propio territorio frente a los
atenienses, hicieron que la política espartana diera un giro completo y se tornara
mucho más agresiva. A finales de 425 a.C. la estrepitosa derrota en la batalla de
Pilos-Esfacteria 2, dañó seriamente su imagen como potencia militar, evidenciando
las carencias que para aquel entonces tenía su ejército. Los años anteriores se
habían caracterizado por una serie de incursiones en la región del Ática, las cuales se planificaron con el objetivo de provocar la salida del ejército ateniense para
luchar en campo abierto. Sin embargo, su ejército nunca salió a combatir en esos
términos y aquellas invasiones terminaron por no producir el efecto deseado 3. En
opinión de Roisman, la expedición a Lesbos se debió al rechazo de Esparta a
admitir lo ineficaz de dichas campañas 4. Por su parte los atenienses, en un rápido
movimiento de Demóstenes, logran un enclave de gran valor estratégico en el
Peloponeso: el promontorio de Pilos, algo que los espartanos no habían logrado
en el Ática. Después de no ser capaces de vencer en la posterior batalla y recuperar dicho promontorio, 420 soldados lacedemonios que permanecían sitiados en
la isla de Esfacteria, frente a Pilos, quedan totalmente bloqueados y abandonados
a su suerte 5. Según Tucídides, solo unos 292 sobreviven al ataque de las flechas
atenienses y al monstruoso incendio provocado por éstos, cuando el mando de la
campaña había pasado a Cleón (4, 38, 5). La decisión de los hoplitas lacedemonios de rendirse y convertirse en prisioneros de los atenienses supone un auténtico escándalo en toda Grecia, por ser ésta la primera ocasión en la que un ejército
espartano reconocía su derrota, y sus soldados, de los cuales solo unos pocos
eran espartiatas, eran hechos prisioneros. El problema que le sobrevino a Esparta,
no fue solo un problema de imagen, sino que, además, venía a unirse a dicha
desgracia otro factor clave que había empezado a ser preocupante desde mediados de siglo: la progresiva y menguante cantidad de espartiatas. La captura de los
supervivientes de Esfacteria, dejaba a Esparta en una situación verdaderamente
difícil, por cuanto que ahora no podría volver a casa simplemente, sino que, al
1
Sobre la Guerra del Peloponeso véase también, KAGAN, 2009; CAWKWEL, 1997; LAZENBY,1985;
HANSON, 2005; TRITLE, 2010.
2
Acerca de la batalla de Pilos y Esfacteria, WESTLAKE, 1974, 211-226; MAELE, 1980, 119-124;
MARSHALL, 1984, 19-36; STRASSLER, 1988, 198-203; FALKNER, 1999, 385-394; DYSON, 2002, 1929; LUGINBILL, 2007, 5-14. A nivel topográfico hay resaltar los estudios sobre el terreno de PRITCHETT,
1965; WILSON, 1979.
3
Sobre lo ineficaz del plan de invasiones del Ática, BRUNT, 1965, 266; BLOEDOW, 1983, 27-ss.
Acerca de la repercusión de éstas en el ciclo agrario ateniense HANSON, 1998, 139-173; Id. 2005. En
general acerca de la Guerra Arquidámica, KELLY, 1982, 25-54; OBER, 2010, 65-87.
4
ROISMAN, 1987, 385-421.
5
Acerca de los acontecimientos de Esfacteria véase BURROWS, 1898, 147-159; H. AWDRY, 1900,
14-19; COMPTON, AWDRY, 1907, 274-283.
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La campaña de Brásidas. El resurgir de Esparta en la guerra del Peloponeso
hallarse en una situación tan delicada de escasez de soldados, se veía obligada a
negociar con Atenas la devolución de aquellos hombres, desde una situación de
debilidad. Aquello, probablemente, debió de constituir uno de los episodios más
humillantes para Esparta, y es posible que aquella derrota le obligara a reflexionar
acerca de su estrategia militar 6. Sin embargo, lejos de mantener la política conservadora e inmovilista que había desarrollado durante toda la primera mitad del siglo
V, Esparta «sale» del Peloponeso y busca decididamente la victoria. Por primera
vez (Thuc 4, 81, 3) 7, decide enviar una expedición tan lejos de su ciudad como a
la península Calcídica, con el propósito de tomar Anfípolis, y bloquear un lugar
clave para los atenienses a nivel logístico, el cual constituye, además, la motivación del presente estudio. A partir de entonces, Esparta llevará a cabo otras importantes campañas lejos del Peloponeso, como en Sicilia y en Decelia, ambos lugares de gran importancia para los atenienses. Puede que con la idea de aliviar la
presión sobre el Peloponeso, Esparta tomara la determinación de presionar a los
atenienses donde más daño puediera causarles. Y dicho plan es llevado a cabo
aprovechando la llamada de los macedonios y calcideos, que por su parte temían
a los atenienses (4, 79, 2).
Por este motivo el principal objeto de este artículo será demostrar que el éxito
con el que finalizó la expedición encabezada por Brásidas, establece el inicio de
una nueva política exterior más agresiva y firme, así como de una renovada línea
de actuación que se seguirá manteniendo hasta ganar la guerra. Al mismo tiempo,
este artículo vendrá a confirmar la existencia de, al menos, dos grupos o corrientes dentro de la política espartana hasta la derrota de Esfacteria. Una, la más inmovilista, representada por Arquidamo y otra de carácter más rupturista y expansionista representada por Brásidas, que se impondrá a partir de la victoria en
Anfípolis. Además de estos elementos señalados, también se producen una serie
de variantes durante el último tramo de la guerra que tienen su génesis en esta
expedición, como es la apertura del ejército a otros grupos sociales y a otras unidades, además de afianzar abiertamente las relaciones diplomáticas necesarias
que les conduzcan a financiar el coste de sus operaciones. En este caso, la principal de ellas con el Imperio Persa, cuya amistad permite la afluencia de recursos
al Peloponeso, destinados a potenciar la flota, sin la cual, el signo de la guerra
habría sido diferente.
No se trata de cuestionar la importancia de las campañas posteriores, como la
guerra de Decelia o la victoria en Sicilia, sino de potenciar la que, en mi opinión es
la expedición que marca el punto de origen hacia otro modo de actuar y que da a
entender que ahora sí, Esparta busca el enfrentamiento de verdad, más allá de la
victoria en una batalla aislada. Como puede verse, esta empresa fue aprobada no
sin ciertas reservas. De ahí que no estuviera al frente de ella ningún rey, y la presencia de espartiatas se redujera al mínimo. Estos hechos nos evidencian que la
Sobre las consecuencias de la batalla de Pilos interesa la obra de WESTLAKE, op. cit. 211-226
Entiéndase por primera vez dentro de la Guerra del Peloponeso.
6
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fe que la clase política 8 tenía en la expedición era, cuanto menos, escasa. Y sin
embargo, el balance que se puede hacer de ella, es netamente positivo para el
bando espartano, que a partir de ahora, seguirá unas líneas homogéneas de actuación en lo que resta de conflicto.
2. LA FIGURA DE BRÁSIDAS EN TUCÍDIDES
2. 1 Los primeros pasos
La figura de Brásidas 9 es tratada en la obra de Tucídides 10 de un modo especialmente llamativo. Tanto la persona como su obra, en este caso, nos son mostrados de manera más o menos profunda. La descripción que Tucídides hace de
Brásidas no es superficial. Con anterioridad al relato sobre la campaña de Tracia,
el historiador ya introduce hábilmente en su obra su figura para situar su origen.
Es el caso de la defensa de Metone (2, 25, 2). Un ataque de la flota ateniense a la
ciudad de Metone es malogrado por Brásidas que, seguramente, habría comenzado recientemente su carrera militar 11 o, al menos, es la primera noticia suya que
tenemos. Pero ¿por qué querría Tucídides introducir a estas alturas las primeras
hazañas de este héroe espartano?
Aunque no se sabe con certeza, parece justo pensar que el profundo desarrollo que lleva a cabo más adelante de su destacado papel en Tracia, lleva aparejada una pequeña introducción de sus características principales. En el desarrollo
del pequeño pasaje de Metone (2, 25, 1), Tucídides nos habla acerca de la distinción de Brásidas en dicho episodio, lo que más tarde será una constante en la
vida que el historiador dibujó acerca de él. Puede que ello responda a una necesidad creada hábilmente por el historiador de que, al comienzo de la campaña, el
hombre más apto en Esparta para llevarla a cabo sería él mismo. De cualquier
manera, Brásidas sería recompensado por su actuación y como algunos afirman,
lo sería con una mención pública y quizás, también con el eforado 12. Wylie también se reafirma en estos términos diciendo que fue la primera persona en ser
condecorada durante el conflicto y premiado con el eforado epónimo (Xen. Hell. 2,
3, 10) 13. El nombramiento como éforo epónimo vaciaría de base la hipótesis de
8
No es posible especificar que estamento político (reyes, gerusía, asamblea, etc.) apoyaba dicha
expedición.
9
Acerca de la figura de Brásidas, HOWIE, 2005, 207-284.
10
Sobre la obra e interpretación de Tucídides a nivel general véase GOMME, 1945; HORNBLOWER, 1991.
11
WYLIE, 1992, 76.
12
LEWIS, 1977, 42.
13
WYLIE, op. cit. 77.
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La campaña de Brásidas. El resurgir de Esparta en la guerra del Peloponeso
que a Brásidas aún no se le había dado el mando de una expedición debido a su
carácter excepcionalmente temerario 14.
En el año 428/29 15 a.C. se embarcó en un arriesgado pero ingenioso proyecto:
tomar el Pireo (Thuc. 2, 93). Aquella expedición se convirtió en un rotundo fracaso 16 que, sin embargo, estuvo a punto de triunfar (2, 93, 4/ 2, 94, 1). Si alguien
debía estar al mando, aunque éste fuera compartido en aquella expedición, ese
era Brásidas. Sus méritos en el ejército y también su relevancia en la política de
Esparta en esos momentos, le habrían situado en una posición favorable para
ejecutar un plan que, de haberse logrado, podría haber dado un golpe de timón al
curso de la guerra. En mi opinión el comandar esa expedición fue un gran reconocimiento por parte de Esparta. Al fin y al cabo era un plan tremendamente arriesgado que tenía pocas posibilidades de éxito, dada la poca vocación y experiencia
en el mar de los espartanos. La derrota era más que previsible. Es posible que la
idea fuera por un lado, aprovechar que el puerto se hallaba sin defensas y, por
otro, el exceso de confianza de los atenienses quienes nunca imaginarían que se
atreverían a atacar su puerto 17. Sería interesante conocer si el origen de aquel
proyecto habría tenido su origen en el propio Brásidas o si, por el contrario, no fue
más que un encargo para él. Este hecho marcaría la diferencia entre pensar si
realmente era un hombre temerario 18 o solo cumplía órdenes.
Tras el fracaso, no tenemos noticia de que fuera castigado por ello y no parece
que nombrarle symboulos al año siguiente fuera una manera sutil de apartarle del
mando. Puede que Esparta fuera consciente de la necesidad de acciones de ese
tipo más orientadas a conseguir resultados definitivos. Como decíamos, en 427 a.C.
fue ordenado symboulos de Alcidas 19 durante la guerra civil de Corcira (3, 69, 2 ; 3,
79, 3). Sin embargo, aunque no fue el único symboulos en aquella expedición, es
del que más noticias tenemos 20. Seguramente Tucídides solo estaba interesado en
seguir destacando su historial por encima del de cualquier otro. En este capítulo, el
papel desempeñado por Brásidas como consejero de Alcidas, ha sido objeto de
debate entre algunos historiadores. De hecho, existe una corriente revisionista 21 en
cuanto a su figura que tiene en las informaciones acerca de la campaña de Alcidas
una de sus bases más importantes para cuestionar lo dicho por Tucídides acerca
del lacedemonio. Roisman afirma que el respeto que el historiador sintió por el espartano debió de bloquearlo ocasionalmente 22, es decir, prejuzgarle. De su labor
como symboulos si seguimos a Tucídides vemos como aporta ciertas afirmaciones
WYLIE, op. cit. 78.
WYLIE, op. cit. 77. Según ROISMAN, Op.Cit. 413, fue 429 a.C.
16
Acerca de la interpretación de Tucídides a propósito de los planes para tomar el Pireo véase
GOMME, 1954, 240. También ROISMAN, op. cit. 416.
17
ROISMAN, op. cit. 413.
18
WYLIE, op. cit. 78.
19
Sobre el mando de navarco BELOCH, 1879, 117-130.
20
Thuc. 2, 85, 1 ; 2, 86, 6; 2, 92, 3.
21
ROISMAN, op. cit. 385-421; WYLIE, op.cit. 75-95.
22
ROISMAN, op. cit. 416.
14
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que pueden terminar predisponiendo al lector hacia Brásidas en detrimento de
Alcidas (3, 79, 2-3). En opinión de Roisman, estas afirmaciones solo conducen a
una conclusión y es que con Brásidas al mando las cosas habrían sido diferentes 23. Sin embargo, sin quitarle razón a Roisman, tampoco hay grandes motivos
para pensar que Tucídides, al menos en este caso, tuviera intención de sobrevalorar las hazañas de Brásidas 24.Además, también se inclina por afirmar que la riqueza de la información dada al respecto junto a su innegable admiración, sugiere
que bien podría haberle conocido en vida 25.
Es indudable que Tucídides deja entrever una imagen positiva de Brásidas. En
este sentido, es cierto y razonable que haya habido historiadores como Harley 26
ciertamente atraídos por este héroe que se hayan dejado llevar por ese halo de
romanticismo poco académico 27. Sin embargo, también es cierto que esa aura de
romanticismo no deja de encerrar hechos ciertos como que Brásidas estuvo presente en la defensa de Metone abortando el plan ateniense, tomó Mégara y arrebató a éstos Anfípolis, asestándoles un duro golpe por todo lo que el control de
esta zona significaba para Atenas. De haber habido un particular interés en exagerar sus logros probablemente Tucídides habría omitido o minimizado su presencia
en el fracaso del Pireo o su malograda campaña en Pilos. La forma en la que
destaca los logros de Brásidas no deja de ser responsabilidad de su visión ateniense de las cosas. Por ejemplo, alaba la diplomacia de éste para con otros pueblos, que es una virtud asociada a la razón más propia de atenienses que de espartanos. Y en la misma línea apunta que no era mal orador para ser espartano
(4, 84, 2), cuando el valor de la palabra en Esparta no era mucho o al menos, no
tanto como en Atenas. Además, si prestamos atención a la descripción que hace
a lo largo de toda su carrera y, en especial, a su papel jugado en la campaña de
Pilos (4, 11, 4) 28 es inevitable que éste nos recuerde al ensalzamiento de los héroes individuales más propio de época homérica 29. Si seguimos la filosofía de lucha de los espartanos a través de las palabras de Jenofonte, las acciones individuales no se contemplaban en ningún caso y el avance de la formación siempre
tenía lugar de manera ordenada (Xen. Lac. 11, 5-7). Por tanto, no sería extraño
pensar que Tucídides hubiese exagerado o manipulado sus informaciones en dicho pasaje para justificar de algún modo la derrota espartana, dando a entender
que de no haber sido herido Brásidas, el signo de la batalla habría sido diferente.
No obstante no nos informa de ningún otro nombre espartano más digno de un
comportamiento ejemplarizante. Puede, por tanto, que esas soluciones negociadas de las que posteriormente hizo gala en Tracia no respondieran más que a una
23
ROISMAN, op. cit. 409. En la misma línea en la que la fama de Brasidas se acrecienta en detrimento de otros como Arquidamo y Nicias, HEILKE, 2004, 125.
24
WESTLAKE, 1962, 278.
25
WESTLAKE, 1974, 253; ROISMAN, op. cit. 414.
26
HARLEY, 1942, 68-83.
27
WYLIE, op. cit. 78.
28
DAVERIO, 1985, 68-70.
29
WESTLAKE, 1968, 417.
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política práctica, en tanto en cuanto, su inferioridad numérica adherida a un territorio hostil, no le dejaban muchas más opciones.
Por este motivo, acerca del respeto que Tucídides sentía por Brásidas, no
cabe la menor objeción. Sin embargo sería más prudente pensar que la fuente de
la que se nutriría sería cercana a Brásidas 30 y no él mismo 31, puesto que el único
momento posible para conocerse habría sido entre el destierro de Tucídides y la
muerte del espartano. Y en ese momento, Brásidas estaría en plena campaña por
tomar Anfípolis definitivamente en unas condiciones de neta inferioridad. Es por
eso que se hace difícil imaginar que tuviera tiempo para conocer a Tucídides que,
no olvidemos, era el ateniense al que había derrotado, y por tanto, enemigo. Wylie
vuelve a recurrir a su carácter temerario para explicar por qué para 425 a.C. Brásidas no había sido recompensado por Esparta con el mando único de una expedición 32. Sin embargo, teniendo en cuenta que solo había estado presente en
Metone y el Pireo (que había fracasado), más otras dos ocasiones en las que
ejercía de symboulos (de Cnemo (Thuc. 2, 85) y Alcidas), no parece difícil concluir
que quizás no atesorara la experiencia suficiente como para encabezar una expedición. Además, si se hubiera considerado un personaje realmente temerario,
nunca se le habría confiado el mando de una expedición tan importante. Precisamente Esparta estaba necesitada de actuaciones más decididas y no tan conservadoras. No solo no habían avanzado nada con las invasiones, sino que, al contrario habían retrocedido cediendo terreno en su propia península, lo cual habría
llevado a una profunda división en el seno de la política de Esparta. Tampoco es
apropiado, como hace Roisman, afirmar que Brásidas haría una campaña de desprestigio de los demás en su propio favor 33. Wylie afirma que las actuaciones de
Brásidas estaban sobrevaloradas mientras que las de otros como Demóstenes en
Pilos, estarían infravaloradas 34. A estos dos supuestos habría que decir que, la
valoración y narración de dichos episodios correspondería a Tucídides que sería,
en todo caso, quien habría manipulado o exagerado ciertos comentarios que,
ahora Roisman o Wylie tratan de atribuir a Brásidas.
2.2 Brásidas como jefe de expedición
Retomando la carrera de Brásidas, en 424 a.C. encabezando ahora sí, su
propia expedición, protagoniza el sitio de Mégara, el cual lleva a cabo sin luchar
(4, 66, 3). Las tropas que marchaban a las órdenes del espartano rondaban los
seis mil hombres (4, 72, 2) y tenían diversas procedencias, como Corinto o Beocia, mientras que el ejército ateniense que en un principio iba a luchar contra él,
32
33
34
30
31
WESTLAKE, op. cit. 418.
Cf. supr. 8.
WYLIE, op. cit. 78.
ROISMAN, op. cit. 415-416.
WYLIE, op. cit. 75.
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estaba compuesto solo de ciudadanos atenienses. Tucídides nos informa que los
atenienses intuían que serían los peloponesios los que, por esa procedencia diversa de las tropas, iniciarían la batalla antes que ellos. Finalmente, de una manera un tanto misteriosa, al no acometerse unos a otros, ambos bandos se retiran y
los megareos abren la puerta a Brásidas reconociéndole como vencedor (4, 73).
La retirada de los atenienses a Nisea con la consiguiente pérdida de Mégara tiene
difícil explicación, pero de la manera que fuese, Brásidas había obtenido su primer
éxito y además, sin perder un solo hombre en combate. Si seguimos apostando
por su imagen de temerario, está claro que este episodio de Mégara parece difícil
de explicar. Acorde a sus irreflexivas acciones anteriores, habría sido más propio
de Brásidas lanzarse contra el ejército ateniense que, además, estaba en cierta
inferioridad numérica 35. Ello estaría más en consonancia con sus acciones anteriores como Metone (2, 25, 2), donde se había introducido entre las líneas enemigas para defender la ciudad y en la campaña contra el Pireo (2, 93), donde en
pleno invierno y sin experiencia en el mar, trata de tomarlo al asalto. Tiempo después, en aquel mismo verano se embarcó en la expedición que más deseaba: la
campaña de Tracia.
2.3 La consagración de Brásidas
El primer gran obstáculo que Brásidas se encuentra de camino a Tracia es
pasar por tierras de Tesalia. Aquella región estaba del lado ateniense y no veía
con buenos ojos el paso de un ejército armado por sus tierras sin permiso. De
hecho, sus tropas fueron interceptadas en el río Enipeo (4, 78, 3-4). En previsión
de que esto sucediera, Brásidas había recurrido a ciertos amigos suyos como
Panero, Doro, Hipolóquidas, Torílao y Estrófaco de Calcídíca, todos de la región de
Tesalia, que le servirían de mediación ante posibles enemigos. En este pasaje
surge, por primera vez, durante la campaña de Tracia uno de los rasgos más comunes durante esta empresa y es la habilidad diplomática de Brásidas que Tucídides le atribuye. Parece que una vez que sus tropas fueron interceptadas junto al
Enipeo, Brásidas dialogó con aquellos que le impedían el paso haciéndoles ver
que no tenía nada contra ellos (4, 78, 3-4). Es difícil saber con exactitud cuáles
fueron las palabras de Brásidas (si es que las hubo) ante aquellos que trataban de
impedir su avance. En mi opinión, puede que el hecho de presentarse allí con
personajes influyentes de la región como los anteriormente nombrados, fuera suficiente para evitar ser atacados. Sin embargo, tanto en esta ocasión como en
muchas posteriores, la diplomacia debió de convertirse en requisito indispensable.
Hay que tener en cuenta que Brásidas parte hacia una región muy lejana con tropas no regulares (es decir, ningún hoplita espartiata) e inferiores en número. Además, para los suministros y el resto de logística, depende totalmente de Perdicas,
WYLIE, op. cit. 79.
35
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rey de Macedonia, con el que, poco más tarde acabó enemistándose (4, 83) 36. De
ahí que la opción de tomar pueblos o ciudades por la fuerza se contemplara entre
las últimas opciones. Otro ejemplo de esta presunta habilidad para el diálogo de
Brásidas la encontramos en «su» discurso a los acantios (4, 84). En él deja claro el
hecho de no tomar la ciudad mediante traición y esclavizando a la población, aparte de presentarse como libertador de Grecia y prometer cumplir su palabra. Al parecer, tras oír estas palabras, los acantios deciden abrir sus puertas a Brásidas
(4, 84, 1). Como dijimos anteriormente, nunca sabremos con exactitud si las palabras de Brásidas fueron exactamente así. En la línea de Wylie 37 las alternativas
para los acantios eran arriesgarse a perder sus vidas y sus tierras o convertirse en
parte del imperio espartano. Por tanto, su decisión era obvia. Sin embargo, no sería
justo reducir todo a que eran los acantios los únicos que tenían mucho que perder.
Hemos de tener en cuenta que si el objetivo final de Brásidas era tomar Anfípolis,
las escaramuzas o pequeñas batallas con los pueblos de alrededor, provocarían un
gran desgaste en su ejército, lo cual es algo que no podía permitirse contando con
unos recursos limitados. Por lo tanto, hay motivos para pensar que a Brásidas tampoco le interesaba enredarse en conflictos menores. De esta manera se puede
concluir que si no con esas palabras exactas, es muy probable que prefiriera la
rendición pacífica y en términos favorables a la fuerza de las armas. Esta afirmación puede verse confirmada en el hecho de que utilizó esta oratoria en más ocasiones antes y después de los acantios (4, 114 ; 4, 120) 38. Roisman también se
atreve a señalar que, al contrario que Alcidas, Brásidas no trató a los aliados de los
atenienses indiscriminadamente como enemigos, sino que entendió su proceder
para con éstos merced a una cuestión de práctica política o Realpolitik 39. Buscar la
alianza de los amigos de Atenas también sería para Brásidas una cuestión de
Realpolitik. Al fin y al cabo no podía contar con apoyos de Esparta 40.
El siguiente objetivo de Brásidas sería la colonia ateniense de Anfípolis. Se
trataba de una colonia de reciente creación por parte de los atenienses en 437 a.C 41.
La clave de su importancia es que dicho enclave guardaba las rutas que permitían
controlar el acceso al norte del Egeo, y por tanto, el aprovisionamiento de maderas
y metales que tanto servían a los atenienses en su programa naval (4, 108, 1). Para
tomarla, Brásidas decidió ponerse en marcha durante la noche (4, 103, 1). Esta
táctica le convirtió en el único general peloponesio que lanzaba ataques contra
otras ciudades al abrigo de la noche 42. La búsqueda del ataque nocturno entraña
en sí mismo la búsqueda de la sorpresa. Si a ello le añadimos el frío invierno
(4, 103), y la velocidad de la marcha 43, puede decirse que la situación de Brásidas
38
39
40
41
42
43
36
37
Apropósito de los lincestas.
WYLIE, op. cit. 81.
Contra Arrabeo y en Estagira.
ROISMAN, op. cit. 414.
ROISMAN, op. cit. 418. También WESTLAKE, 1980, 334.
Acerca de la política ateniense en la zona véase BRAUND, 2005, 80-99.
ROISMAN, op. cit. 413.
WYLIE, op. cit. 81. 65 km en menos de 24 horas.
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y su ejército atravesaban por dificultades. A un número inicial de tropas ya de por sí
muy justo, se unía la reducción de la subvención por parte de Pérdicas a las tropas
(4, 83, 6). Estos hechos habrían llevado a Brásidas a pensar que la única opción de
éxito que tenía era caer por sorpresa sobre la ciudad y, por supuesto, buscar alianzas dentro de la misma que le facilitaran su entrada. Además, como dice Wylie, los
espartanos no eran expertos sitiadores 44 La captura de la ciudad en un solo asalto
aquella misma noche como sugiere Tucídides (4, 102, 2) habría sido demasiado
arriesgada. Al fin y al cabo sus recursos eran limitados y no sabemos si tendría el
suficiente conocimiento de la ciudad para evaluar el grado de resistencia de ésta a
su conquista. Además, recordemos que las tropas habían recorrido 65 km en menos
de 24 horas y el factor cansancio junto con el mal tiempo le disuadirían de llevar una
acción semejante.
La opción de ganar la ciudad mediante traición, sin duda era mucho más inteligente. No obstante, si es como dice Tucídides, la traición habría sido negociada
con los argilios y con consentimiento de quienes tenían el gobierno de la ciudad
(4, 103, 3-4). Fuera de la manera que fuese, Anfípolis se rindió a Brásidas que,
una vez más, según Tucídides, volvió a ofrecer unos términos bastante favorables
a sus ciudadanos (4, 105, 2). Éstos, supuestamente, entendieron que era mejor
para sus intereses cambiar de bando. En este caso, el éxito de Brásidas, residió
en jugar con la psicología de los ciudadanos a los que quería rendir. Hay que pensar que, antes de llegar a Anfípolis, las noticias de lo que Brásidas estaba llevando
a cabo por aquellas tierras con pueblos como los lincestas o los acantios, habrían
llegado ya a la ciudad. En ambos casos, Brásidas había triunfado y sus habitantes
se habían rendido en unas condiciones muy favorables. Y lo que es más importante, ahora Brásidas había llegado a Anfípolis sin que nadie le hiciera frente y los
refuerzos atenienses, aunque estaban en camino (4, 104, 4) 45, no habían llegado
aún. Intuyendo éste, que los refuerzos podían llegar en cualquier momento, sin
necesidad de saberlo con certeza 46, es posible que se viera empujado también a
ofrecer condiciones más amables para la ciudad. Aunque, en cierto modo, a los
anfipolitas no les quedaban muchas opciones para elegir. El hecho de que un
grupo o facción de la ciudad hubiese decidido unirse a los peloponesios indica
una división interna que difícilmente podría preparar una resistencia seria. Una vez
rendida Anfípolis, el siguiente objetivo de Brásidas se presenta en la ciudad de
Torone, situada en la península Sitonia.
Antes de llegar allí, Tucídides nos informa de una serie de ciudades que separan Anfípolis de Torone, las cuales se rinden a Brásidas (4, 107,3) 47. Al parecer todas le aceptarían de manera pacífica excepto los casos de Sane y Dio (4, 109, 5).
WYLIE, op. cit.
Se trata de la llamada de socorro que harían los anfipolitas a Tucídides.
46
WYLIE, op. cit. 83. El historiador se pregunta cómo es posible que Brasidas supiera que Tucídides
estaba en camino. Siendo Anfípolis una importante colonia para Atenas no es de extrañar que éstos
trataran de defenderla a la mayor brevedad posible.
47
Estas fueron Mircino, Galepso y Esime.
44
45
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La campaña de Brásidas. El resurgir de Esparta en la guerra del Peloponeso
Según nos informa, estas ciudades se habrían resistido a ser tomadas por las tropas de Brásidas hasta el punto que se vio obligado a dejarlas y marchar contra
Torone, no sin antes devastar su territorio. Este hecho está relatado en muy pocas
líneas. Todo lo contrario que a continuación, donde Tucídides se extiende largo y
tendido acerca de la rendición de Torone (4, 110-116) 48. ¿Por qué Tucídides no
aportó más datos acerca de la toma de estas ciudades? ¿Acaso el historiador quería minimizar algún hecho que no concordara con la imagen de Brásidas que quería transmitir? Teniendo en cuenta que Anfípolis era colonia ateniense y que Torone
era la segunda ciudad en importancia de Tracia (4, 110-116) las ciudades nombradas por Tucídides serían más pequeñas y probablemente más fáciles de tomar. Eso
nos induce a pensar que Brásidas habría decidido no negociar nada y de hecho,
trataría de tomarlas por la fuerza, como así evidencia el hecho de que Sane y Dio
resistieran y en consecuencia, sus tierras fueran saqueadas. De hecho, no sería la
única ocasión en la que Brásidas tratara de tomar otra plaza por la fuerza debido a
sus escasas defensas. En la marcha contra Lecito, tras Torone, el propio Tucídides
nos informa de que decidió tomarla al asalto creyendo que sus muros eran débiles
(4, 113). Y al igual que en Sane y Dio se encontró con una valiente resistencia de
los atenienses, aunque finalmente la ciudad fue tomada.
Ese podría ser el motivo por el que Tucídides no se alargara en exceso a la
hora de relatar lo ocurrido con estas ciudades. La imagen de Brásidas tomando
ciudades pequeñas por la fuerza se alejaría bastante de la imagen que el historiador habría tratado de dibujar hasta ahora de hábil y benevolente diplomático. Por
el contrario, la rendición de Torone se produce en la línea de las primeras. Es decir, un enlace con grupos subversivos de la propia ciudad y posterior entrada en
ésta con condiciones irrechazables para todos, incluidos los enemigos. El texto
que Tucídides le dedica a este suceso vuelve a ser más amplio (al igual que Acanto o Anfípolis) y mucho más detallado, como lo atestigua un presunto nuevo discurso que Brásidas daría a los ciudadanos rendidos de la ciudad (4, 114, 3-5).
Una vez tomada Torone, en vistas de los acontecimientos, los atenienses deciden arreglar un armisticio con los lacedemonios (4, 117). Sin tener conocimiento
de éste, Brásidas continúa tratando de levantar diversas ciudades de los atenienses en la zona, como Escíone y Mende (4, 119-123). En el caso de la primera, sus
habitantes llegan a colocar una corona de oro en su cabeza (4, 121, 1) como
muestra de su sumisión y unión a la causa peloponesia. Es en esos momentos
cuando, habiendo sido tomada Escíone y preparándose para ganar Mende y Potidea, Brásidas se entera del armisticio concluido por Esparta y Atenas a través de
Aristónimo (ateniense) y Ateneo (lacedemonio) (4, 122, 1). Automáticamente regresa junto con los embajadores a Torone y no existe ningún hecho que nos lleve a
pensar que se opuso abiertamente y de manera individual al armisticio desde el
WYLIE, op. cit. 85.
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principio 49. Al contrario, Tucídides informa de su regreso a Torone (4, 122, 2) por lo
que se deduce que no prosiguió con los planes de tomar Mende y Potidea. Sin
embargo, una vez que los atenienses sacan a relucir la cuestión de Escíone, alegando que se había rebelado una vez concluida la tregua, es cuando comienzan
los desencuentros. Brásidas junto al resto de lacedemonios opinan que la ciudad
se había rebelado antes y, por tanto, estarían dispuestos a defenderla en caso de
que los atenienses la atacasen (4, 122, 4). Éstos no se muestran de acuerdo y las
negociaciones terminan fracasando. Si no parece que atribuirle a Brásidas todo el
peso de la ruptura de las negociaciones sea justo, tampoco lo sería diluir su responsabilidad. Una vez que el acuerdo no llegó a término, Brásidas se sintió con
absoluta libertad para seguir animando a las ciudades a rebelarse contra los atenienses y, en concreto, Mende se le ofreció al igual que antes lo había hecho Escíone (4, 123, 1). Lo que no tiene lugar a discusión es que los lacedemonios tampoco se opusieron a Brásidas, por lo que no parece evidente que hubiese algún
tipo de división entre éste y los legados lacedemonios. En cualquier caso, Brásidas es requerido por Perdicas para llevar a cabo nuevas acciones contra Arrabeo
(4, 124), lo que significa que tuvo que interrumpir sus campañas de apoyo a Escíone y Mende. El hecho de que tuviera que acudir junto a Perdicas abandonando
sus planes significa que las necesidades de dinero y, en definitiva, los suministros
para el ejército que Perdicas le facilitaba, debían de escasear.
De este pequeño episodio cabe destacar la ruptura definitiva de las relaciones
con Perdicas, cuyo ejército abandonó a Brásidas y los suyos ante la noticia de la
traición de los ilirios (4, 125, 1). La huida del ejército demuestra una táctica inteligente de retirada en «cuadro» (4, 125, 2) que si bien es posible que causara bajas
en los peloponesios, podría considerarse un éxito dadas las circunstancias de inferioridad en las que se encontraban. Cabe señalar, una vez más, en este interludio otro de los discursos que Brásidas lanzaría a sus tropas a fin de salir con vida
de aquel lugar (4, 126). Ello seguiría la línea de Tucídides que tendría ocasión de
remarcar su fama de gran general y hombre destacado.
De lo narrado hasta este momento por Tucídides acerca de lo realizado por
Brásidas en Tracia, nos ha quedado bien clara su imagen de diplomático, benevolente, incluso buen orador. Sin embargo, hasta ahora Tucídides solo nos había informado de la toma de las ciudades mediante sorpresa y traiciones. Por eso se
puede deducir que la batalla tradicional en la que un buen general espartano hace
gala de sus virtudes en la lucha, estaba por aproximarse. Y esta tendría lugar en
Anfípolis a su vuelta. Es objetivo admitir también que ningún otro momento anterior fue más propicio a la batalla que éste. Sin embargo, con su muerte, Tucídides
49
WYLIE, op. cit. 86. No estoy de acuerdo con Wylie quien afirma que una serie de mentiras lanzadas por Brásidas terminaron por romper el armisticio. Como informa Tucídides, tanto Brásidas como los
delegados lacedemonios discutieron a los atenienses sus afirmaciones sobre la rendición de Escione.
Eso indicaría que no había división entre los lacedemonios y Brásidas, al menos hasta ese momento.
Y además, de no haber sido por las reclamaciones de éstos, es probable que el acuerdo hubiera fructificado.
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La campaña de Brásidas. El resurgir de Esparta en la guerra del Peloponeso
culmina la trayectoria de un hombre con un comportamiento «intachable». Antes
de comenzar la batalla, Brásidas, como es costumbre según Tucídides, lanzó otra
de sus arengas a sus hombres (5, 9). Comenzada la batalla, fue herido y falleció,
no sin antes tener conocimiento de la victoria de sus tropas.
La conclusión que podemos extraer de Brásidas según Tucídides es que, por
un lado, sí que queda suficientemente probado a lo largo del texto que Tucídides
siente un respeto y admiración por él, que se traduce en afirmaciones y palabras
que en ciertos momentos, como hemos puntualizado a lo largo de este epígrafe,
podrían tildarse de exageraciones más o menos deliberadas a fin de agrandar su
fama y gloria 50. Para algunos, sin embargo, no habría que ver tanto un especial
interés de Tucídides en la persona de Brásidas, sino más bien un medio de predisponer al lector hacia las buenas lecciones de conducta 51. La brillantez con la que
destacaba en sus campañas desde el principio como en Metone, la condescendencia con la que trataba a las poblaciones rivales, la oratoria de la que presuntamente hizo gala arengando a propios y extraños, la moderación que se le presumía así como la osadía en combate, no dejan de ser una serie de recursos
literarios con los que Tucídides recrea su figura de cara al lector. ¿Cuál es el motivo por el que Tucídides hizo esto? Es una pregunta de difícil respuesta. Como señalábamos más arriba 52 es posible que Tucídides escribiera su relato a partir de
una fuente cercana a Brásidas, o al menos, lacedemonia, y que esa información
cercana le sirviera para predisponerse a favor de éste. También sería lógico pensar que agrandar la figura del enemigo contra el que se es derrotado, exime o
exonera en parte de responsabilidad al derrotado. Tras ser condenado veinte años
al destierro, Tucídides trataría, a través de su relato, de justificar una derrota que
se intuía inevitable a causa de tener en frente a un enemigo tan excepcional. Puede que los motivos por los que el historiador nos dio una imagen tan favorable de
Brásidas vayan en esa dirección. Pero lo que es innegable son los hechos. Puede
que hubiese exageraciones o ciertas invenciones, pero que los acontecimientos
narrados por Tucídides ocurrieron, está fuera de toda duda. Y que las consecuencias de estos acontecimientos fueron muy beneficiosas para el lado peloponesio,
también lo está. En mi opinión, la actuación de Brásidas obedece a una mentalidad práctica y eficaz, ajena a la gloria romántica y muy acorde a las actitudes
espartanas. En primer lugar, es complicado saber de quién partió la idea de llevar
una campaña contra Tracia; si del propio Brásidas o del gobierno de Esparta. Pero
lo que sí puede darse por cierto es que, como afirma Tucídides (4, 81, 1) a Brásidas, al igual que a toda persona que hace carrera en el ejército, le seduciría la
idea de ganar prestigio en una campaña muy singular, por cuanto no era del estilo
de los espartanos llevar la guerra tan lejos. Y en segundo lugar, como también
afirma Tucídides, los espartanos debían alejar la guerra de su propio territorio y
ROISMAN, op. cit. 416; WYLIE, op. cit. 75-95; HEILKE, op. cit. 121-138.
CONNOR, 1984, 130-131.
52
Cf. supr. 8.
50
51
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trasladarla a algún sitio donde verdaderamente fuera útil, si bien las invasiones del
Ática no habían arrojado resultados definitivos. Tracia era el lugar idóneo por cuanto a los atenienses les servía de almacén de provisiones para sus construcciones
navales y demás comercio (4, 105, 1). A estas dos afirmaciones habría que añadir
un tercer elemento como es la posibilidad de que en Esparta algunos estuvieran
de acuerdo en que un buen número de hilotas se mantuvieran alejados de Esparta y su núcleo de poder (4, 80). No estoy de acuerdo con Wylie en que esta campaña fuera considerada una empresa de carácter semiprivado por las autoridades
de Esparta 53. En Esparta no se tendría el concepto de propiedad privada que
puede imaginarse. Por ello es difícil creer que Brásidas pudiera emprender una
aventura en el nombre de Esparta a título particular. Cosa diferente es que, viendo
el gobierno de Esparta las posibilidades en caso de éxito de recuperar una posición de fuerza de cara a unas negociaciones con los atenienses, decidiera apostar
por ella, pero sin arriesgar más de lo necesario.
En cualquier caso, Brásidas supo adaptarse a las circunstancias en las que se
desarrolló esta campaña, en la que siempre anduvo escaso de recursos y totalmente dependiente de las ayudas de Pérdicas y, en menor medida, de otros aliados (4, 103, 4). Para ser la primera vez que Esparta apostaba por una campaña
de esta envergadura tan lejos del Peloponeso y con un número de contendientes
cercano a los 1700 hombres (entre los que no se encontraba ningún espartiata) el
resultado puede ser calificado de éxito. Brásidas logró rendir diversas ciudades
menores y sobre todo, Torone y Anfípolis, que pasó a control peloponesio. El método a través del cual consiguió estos objetivos estuvo basado en dos elementos
principales: la sorpresa 54 y la traición. Efectivamente no son los métodos más nobles ni aquellos en los que un gran general puede hacer un gran despliegue de
todas sus habilidades y recursos merced a la experiencia. Sin embargo, en mi
opinión, el éxito de Brásidas residió en ser un hombre práctico que se amoldó a
las circunstancias que le rodeaban a fin de conseguir rendir Anfípolis que era el
objetivo final. Es cierto que los ataques a las ciudades se podrían haber llevado de
otra manera. Probablemente si el lacedemonio hubiese contado con el ejército
regular y recursos suficientes, quizá no habría tenido que emplear esos dos elementos 55. Para la sorpresa trató de utilizar la oscuridad de la noche para llevar a
cabo sus ataques 56. Esto es algo que merece la pena destacar puesto que no era
la primera vez que Brásidas buscaba la noche para el ataque 57. Ya junto a Cnemo
lo utilizó para llegar a Salamina (2, 93, 4) y más tarde en Argilos (4, 103, 4), Anfípolis (4, 110, 1) y Torone (4, 110 y ss ). Mientras que para la traición, se sirvió de
WYLIE, op. cit. 78, n. 7.
WESTLAKE, op. cit. 281.
55
WESTLAKE, op. cit.
56
ROISMAN, op. cit. 413.
57
PRITTCHET, op. cit. 165-66. Tabla 4. Aquí se recoge una lista de todos los ataques nocturnos que
tienen lugar en Tucídides.
53
54
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La campaña de Brásidas. El resurgir de Esparta en la guerra del Peloponeso
grupos de las propias ciudades que quería tomar para que le abriesen las puertas.
Este hecho ya lo vimos en la segunda guerra mesenia (Paus. 4, 17, 3).
Teniendo esto en cuenta, no tiene sentido poner en cuestión que la empresa
que Brásidas llevó a cabo en Tracia fue un éxito militar 58. El profesor G. Wylie concluyó, entre otras cosas, que la victoria de Brásidas se debió, principalmente, a un
error de Cleón a la hora de ejecutar su plan, puesto que el lacedemonio sería muy
limitado en cuanto a sus habilidades militares y de haber tenido en frente a alguien
más experimentado de la talla de Demóstenes, no habría tenido nada que hacer.
Finalmente lo compara con Sertorio como un héroe de guerrillas 59. Todo lo dicho
por Wylie tendría sentido de no ser porque, después de hacer estas afirmaciones,
reconoce que los medios con los que Brásidas contaba, eran limitados, además de
ser capaz de organizar un ejército de hoplitas basado en hilotas y otros mercenarios de diversas procedencias 60. Por tanto, queda claro que aunque no fuera el
mejor general, fue el que mejor se adaptó a las circunstancias y aunque sus victorias no fueran al modo tradicional, supo girar los acontecimientos atrayéndolos a su
causa. Solo de esa manera logró que Esparta se recuperara del golpe de Esfacteria y no fuera humillada en el tratado de paz posterior, al mismo tiempo que logró
que los prisioneros capturados en la isla, le fueran devueltos (Thuc. 5, 24, 2). Hecho
éste que no habría sucedido de no haberse producido esta campaña.
3. ORIGEN Y CONSECUENCIAS DE LA CAMPAÑA
En primer lugar, nunca antes Esparta había patrocinado una campaña a tanta
distancia del Peloponeso. Por entonces, el centro de interés estratégico para los
espartanos se situaba dentro de la península, especialmente contra Mesenia y Argos, por lo que no es de extrañar que esta empresa extra peloponesia tuviera un
carácter aislado y puntual. Anteriormente, solo el envío de socorro a Samos, puede
considerarse como la primera ocasión en que Esparta organizaba una expedición
para luchar fuera del Peloponeso (Hdt. 3, 56). A pesar de la lejanía, su duración se
limitó a cuarenta días (3, 56), lo que significa que la intención de los espartanos
distaba mucho de ser permanente. La cifra enumerada, se encuentra dentro del
arco de duración de las invasiones del Ática de comienzos de la guerra peloponesia
y también de las campañas que los espartanos emprenden en Atenas con motivo
de la preinstauración democrática (5, 90-93) 61. Después de esta salida, siendo rey
Cleómenes, a Esparta se le presenta otra oportunidad para probar suerte lejos del
Peloponeso, esta vez apoyando la sublevación de Aristágoras de Mileto 62, quien,
WYLIE, op. cit. 84.
WYLIE, op. cit. 87 y ss.
60
WYLIE, op. cit. 92-93. Para él, estos hilotas serían los primeros neodamodes.
61
Se refiere a la llegada de Clístenes y las reformas democráticas.
62
Sobre la figura de Aristágoras de Mileto, HORDERN, 2001, 297; y también acerca de una posible
rivalidad con Histieo aparte de con el Imperio Persa MANVILLE, 1977, 80-91.
58
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según Heródoto, seducía al monarca sobre lo sencillo de conquistar el Imperio Persa (5, 38 y ss ). A pesar del manto de leyenda moralizante que cubre dicha historia,
no es difícil imaginar que la distancia que separaba Esparta del imperio, unido a la
dificultad de preparar todos los detalles que hubiera conllevado una campaña semejante, hicieran a Cleómenes rechazar de plano dicho proyecto. Puesto que no se
puede tener a Cleómenes por un monarca sedentario o estático, quizás Persia
constituía todavía una empresa excesivamente ambiciosa para sus aspiraciones.
Por este motivo se puede deducir que controlar el Peloponeso (como de hecho
hizo) e influir en otras ciudades griegas, coparían sus mayores ambiciones en vida.
Para entonces, Esparta seguiría desconfiando de preparar expediciones más allá
de la península 63. Otro de los motivos por los que Esparta no se decidiría a emprender esta campaña sería la más que probable existencia de dos grupos o facciones
políticas que presionarían acorde a sus intereses. Recordando las palabras de
Cawkwell, por un lado estarían los partidarios de seguir con las estrategias tradicionales de invasión del Ática, denominados «convencionales» y encabezados por
Arquidamo, cuyas propuestas se impondrían hasta la derrota de Esfacteria. Y, por
otro lado, estaría el grupo de los «arriesgados» o belicistas que serían más partidarios de revisar las estrategias a seguir contra Atenas con un carácter más decidido
y agresivo 64. Las propuestas de estos últimos se impondrían a partir de Esfacteria 65
y su cabeza visible sería Brásidas. Después del éxito en Calcídica, Esparta debió
de entender las virtudes y beneficios, de por un lado, alejar la guerra del Peloponeso para no sentir la presión, como de hecho menciona Tucídides (4, 80) y por otro
lado, asediar al enemigo en un lugar donde por algún motivo su ciudad y su ejército
se vieran de manera indirecta perjudicados. Las réplicas más parecidas a Tracia
fueron, sin duda, las campañas de Sicilia (415 a.C.) y la fortificación de Decelia 66,
durante la guerra que lleva su mismo nombre (413 a.C.).
3.1 La gestación de la campaña
Podríamos definir tres motivos principales sobre los que se sustentó la idea de
llevar una campaña en tierra de Tracia. El primero de ellos, ya mencionado, aquel
que se refiere a desplazar el núcleo de la contienda fuera del Peloponeso y concretamente a una parte de Grecia lejana y que perjudicara los intereses de los
atenienses. En mi opinión, éste sería el más fuerte de todos. Los peloponesios no
podrían haber aguantado mucho más tiempo guerreando a la defensiva. Habían
sufrido el varapalo de Esfacteria, que les había dejado en una delicada situación
de capital humano y se exponían al asedio constante de sus costas (Thuc. 4, 42;
HARLEY, op. cit. 68.
CAWKWELL, op. cit. 53-69.
65
KELLY, op. cit. 28.
66
Sobre algunos aspectos particulares de la fortificación de Decelia interesa HANSON, op.
cit. 210-228.
63
64
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La campaña de Brásidas. El resurgir de Esparta en la guerra del Peloponeso
4, 45). Mientras, en el norte, tenían la amenaza constante de Argos, un vecino
hostil y siempre expectante con quien por entonces estaban en tregua (5, 14, 4).
Sin embargo, una posible sospecha de debilidad espartana, podía hacer que ésta
se aliara con Atenas y decidiera aprovechar la delicada situación espartana. El
segundo motivo sería la cuestión de los hilotas. Tucídides hace referencia al miedo
que tenían los espartanos a que sus hilotas planearan otra revolución aprovechando que Pilos estaba en manos del enemigo (4, 80,1). Es precisamente ese temor
el que les lleva a protagonizar el macabro suceso de la desaparición de dos mil
hilotas después de ser reclutados ofreciéndoles la libertad (4, 80, 4) 67. En cualquier caso, el temor de los espartanos a sus hilotas ha sido discutido. Fitzhardinge
afirma que habría que diferenciar entre hilotas, que vivían en Esparta y mesenios,
siendo a estos últimos a los que temerían. Por tanto, el carácter de las revueltas
sería de carácter nacional y no social 68. Esta afirmación es complicada de sostener si tenemos en cuenta que, aunque la región de Mesenia, efectivamente sería
hostil a causa de la belicosidad con Laconia desde antiguo (Paus. Mes. 5a), el
capítulo mencionado más arriba en que dos mil hilotas son muertos, fue protagonizado no por habitantes de Mesenia, sino hilotas de Esparta. La preocupación de
Esparta a posibles levantamientos de hilotas, se gestó desde antiguo. El número
de éstos era tan superior al de los espartanos que como nos recuerda Jenofonte
«(los hilotas) bien a gusto se hubieran comido a los espartanos crudos» (Xen.
Hell. 3, 3-6) Por tanto, puede que el temor de Esparta fuera en ambas direcciones,
pero creo que especialmente a sus propios hilotas más que a ninguno. En último
lugar podría existir un tercer motivo que se basaría en una posible corriente crítica
con Brásidas dentro del gobierno de Esparta a tenor de que éste supondría un
estorbo para la paz (Thuc. 5, 16, 1) y cuyos propósitos estarían en abierto enfrentamiento con las autoridades espartanas, quienes habrían descansado con su
muerte. 69 Estas afirmaciones sugieren que alejarlo del centro de decisiones políticas sería muy positivo para la ciudad, especialmente para la facción crítica. Apoyando esta última hipótesis, hemos visto también como otros autores han sugerido
que la actitud de Brásidas le habría granjeado no poco enemigos. Roisman, por
ejemplo, sugiere que el relato de Tucídides ofrece una visión negativa de Alcidas,
quien mandaba la expedición de Mitilene, debido a ciertas actitudes en campaña
de éste poco comprensibles como su decisión de no atacar ésta y regresar a Esparta 70. Además, el autor niega a Brásidas cualquier éxito no solo en Tracia, sino
desde la misma campaña en Mégara, contraviniendo lo dicho por otros autores 71.
En la misma línea, Heilke hace referencia a la demora que Tucídides resalta en las
campañas de Arquidamo en contraposición a la rapidez y determinación del carác-
67
También HARVEY, 2004, 199-217. Acerca de la participación de hilotas en otras campañas, HUNT,
op. cit., 129-144.
68
FITZHARDINGE, 1980, 157.
69
WYLIE, op. cit. 95.
70
ROISMAN, op. cit. 385-421.
71
KAGAN, op. cit. 196; HODKINSON, 2000, 265.
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ter de Brásidas que finalmente le llevan al éxito. 72 Pero, ¿son estos argumentos
suficientes para afirmar que existía una verdadera oposición dentro del gobierno
de Esparta hacia Brásidas? En mi opinión, no. Recordemos que el estilo en que
Tucídides nos presenta los hechos ocurridos no deja de ser ciertamente subjetivo.
El hecho de que éste estuviera interesado en resaltar la figura de Brásidas, no
quiere decir que en Esparta éste tuviera que hacer frente a una gran oposición al
menos al comienzo. Con la ciudad sumida en el pesimismo por la derrota de Esfacteria y la pérdida de soldados hechos prisioneros por Atenas, Esparta queda en
una posición de debilidad frente a ésta. Y de hecho, las negociaciones con Atenas
para recuperar a sus hombres no fructifican (4, 22; 4, 30). La solicitud de Perdicas
de ayuda contra los atenienses y la idea de patrocinar una campaña en la que ni
un solo soldado lacedemonio tomará parte en ella es algo a lo que Esparta no se
opone. Al menos, Tucídides no informa de ello. Es más, Brásidas es congraciado
con el mando de la misma, si bien es cierto que él ya habría procurado colocarse
en situación de serlo (4, 81, 1) 73. Por tanto, no se puede afirmar que las autoridades espartanas no lo tuvieran en consideración o que desconfiaran de él. Al tiempo que la campaña avanza con éxitos para Brásidas, sobre todo con la toma de
Anfípolis hay menos razones incluso para pensar que el gobierno de Esparta no
estuviera encantado con su general. El hecho de haber asestado tan duro golpe a
los atenienses, les hizo recobrar una posición de fuerza perdida en Esfacteria en
sus relaciones bilaterales con los atenienses. Ahora Esparta ya tenía algo con lo
que negociar con Atenas 74. Ni siquiera entonces puede hablarse de un distanciamiento entre Brásidas y Esparta cuando se malogró el armisticio con los atenienses a cuenta de Escíone. Los espartanos creyeron la versión de Brásidas y reclamaron la ciudad (4, 122, 4). Puede que ahí surgieran algunas voces críticas, pero
en ningún caso éstas serían mayoritarias, ya que más adelante, cuando Pérdicas
se replantea volver al bando ateniense, Esparta envía comisarios con un ejército
hacia Anfípolis al mando de Iscágoras y con él, unos cuantos jóvenes a los que
pondría al frente de las ciudades (4, 132, 1-3). Acerca de los 900 hombres al mando de Ranfias y Autocáridas que acudían a socorrer a Brásidas, Tucídides informa
de que éstos se detuvieron en Heraclea de Traquinia poniendo orden en ciertas
cosas que no detalla, y que mientras estaban allí, la batalla de Anfípolis tenía lugar
(5, 12). Se hace evidente el particular interés del autor por cargar las tintas no solo
sobre la pasividad con que Ranfias y Autocáridas se movieron, sino también sobre
las autoridades espartanas que, como afirma más adelante, se sentían más inclinados por la paz (5, 13, 1). Puede que este hecho fuera así, pero no es menos
cierto que tanto el ejército que había conducido Iscágoras como el de Ranfias, se
había encontrado con problemas a la hora de cruzar Tesalia (4, 132, 2 y 5,13,1).
Por ello tampoco hay que descartar que, aunque las condiciones para la paz aho-
HEILKE, op. cit. 121-138.
Era lo que más deseaba.
74
WOODCOCK, 1928, 105.
72
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La campaña de Brásidas. El resurgir de Esparta en la guerra del Peloponeso
ra le eran más favorables que antes por la victoria en Anfípolis, Esparta aun siguiera creyendo que podía lograr mucho más con lo hecho por Brásidas.
El hecho de que la oposición a la campaña de Brásidas no fuera mayoritaria,
no quiere decir que no existiera. A nivel global, la reflexión que encontramos en
Aristófanes calificándole a él y a Cleón como las mazas de mortero con las que se
machaca a Grecia, deja a las claras el sentir de buena parte de la gente (Ar. Paz.
261-286). Además, en Esparta, la corriente pacifista estaría encabezada por Plistoanacte (Thuc. 5, 16, 1), y seguramente habría muchas otras personas que sintieran celos de su éxito 75 y le vieran como un obstáculo para la paz. Sin embargo,
no se puede afirmar solo por eso que la campaña de Tracia estuviera encaminada
exclusivamente a alejarle de Esparta o que su muerte causara gran alivio entre las
autoridades.
3. 2 Consecuencias de la toma de Anfípolis
En primer lugar, la consecuencia de mayor repercusión la encontramos en el
propio equilibrio de fuerzas en Grecia. Mientras que tras Esfacteria la balanza se
inclina en favor de Atenas, al concluir la batalla de Anfípolis, Esparta vuelve a equilibrarla con una victoria tan exitosa como inesperada 76. De la manera que fuese, la
toma de Anfípolis hace que los atenienses dirijan su atención hacia aquella zona
de Grecia que es tan importante para ellos, en cuanto que les sirve como centro
logístico militar, ruta comercial y transporte de alimentos hacia Atenas. Además,
parece que la explotación de la minería de oro también sería de vital importancia
teniendo en cuenta que su explotación podría estar a cargo de Tucídides 77. Antes
de Anfípolis, no parece que la cuestión se considerara realmente importante. Tras
la toma de Acanto, Tucídides informa de que Demóstenes e Hipócrates continúan
con sus planes contra los beocios (4, 76, 2). Pero una vez tomada Anfípolis, los
atenienses se dan cuenta del peligro que corren todos sus dominios y temen que
Brásidas pueda promover más sublevaciones contra ellos (4, 117). Por este motivo, los atenienses se ven obligados a ajustar un armisticio con los lacedemonios
(4, 117). Para éstos el hecho de que los atenienses se avinieran a una tregua les
podía beneficiar en el sentido de que estarían más dispuestos a devolverles los
hombres hechos prisioneros en Esfacteria. Cuando los acontecimientos les eran
favorables, los atenienses especularon más de lo necesario y en lugar de ajustar
una paz favorable en ese momento se vieron obligados tras la capitulación de
Anfípolis a precipitar una tregua de la que ya no podrían sacar tanto rédito militar.
A pesar de que este armisticio finalmente no se llevó a término, estaba claro que
HARLEY, op. cit. 70.
WESTLAKE, 1962, 276-287; HARLEY, op. cit. 68-83. Véase también WYLIE, op. cit. 95. Atribuye la
victoria de Brásidas exclusivamente al error de Cleón quien debería haber ejecutado su plan con mayor
celeridad.
77
HARLEY, op. cit. 79.
75
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la posición de Esparta ya no era de inferioridad precisamente. Ahora se permitía
el lujo de especular con romper un armisticio en el que se le ofrecían la devolución
de los hombres perdidos en Esfacteria. Algo impensable solo unos meses antes.
Una vez expirada la tregua, la facción belicista de Atenas, encabezada una vez
más por Cleón (5, 14, 2), logra imponerse y pone rumbo a Anfípolis con intención
de recuperar la ciudad. De este modo los espartanos habían logrado así el principal de sus propósitos que era alejar la guerra de su territorio y llevarla a territorio
ateniense.
En tercer lugar, otra de las importantes consecuencias que tiene esta campaña de Brásidas es a nivel militar y que afecta, especialmente a la figura de los
neodamodes 78. Al parecer, según refiere Tucídides, Brásidas compuso un ejército
de 1700 hombres de a pie (4, 78, 1), con la única fuerza de hilotas, en número de
setecientos (4, 80, 5) 79 y mercenarios (4, 80, 5). El hecho de que casi el cincuenta
por cien de las tropas estuviera compuesta por estos hilotas, no ha de sorprendernos. Ellos ya habían luchado en la batalla de Platea (Hdt. 9, 10, 1; 9, 28, 2; 9, 29, 1)
y su presencia entonces era de siete por cada espartiata 80, con lo que podemos
entender que contaban con cierta experiencia en combate. No informó, sin embargo, Heródoto como tampoco Tucídides en esta ocasión acerca del papel concreto
jugado por estos hilotas durante cada una de las batallas. Para Hunt la gran cantidad de hilotas habría conformado la masa de la falange, mientras que los hoplitas
formarían la línea de ataque 81. En cualquier caso, lo que sí estamos en condiciones de afirmar es que, a partir de esta campaña, la figura de los neodamodes 82
cobra un protagonismo que no había tenido hasta entonces y su presencia como
unidades reconocidas dentro del ejército durante las batallas más importantes, se
vuelve irreversible. Al haber concedido la libertad a todos aquellos que participaron
junto a Brásidas (Thuc. 5, 34), este mecanismo de promoción social, parece convertirse en el acicate perfecto para que los esclavos vean en el ejército un medio
para escapar de su mísera existencia. Por su parte, Esparta se da cuenta de que
la única manera posible de frenar la preocupante caída libre de espartiatas es
compensando su número con más hombres aunque sean procedentes de otras
clases sociales. El primer eco de esta utilización de hilotas en el ejército se produce en la misma batalla de Mantinea en 418 a.C. La expedición de socorro a Tegea,
previa a la susodicha batalla, ya incluye una utilización de hilotas en masa (5, 64, 2).
Entendemos en masa, como grupo en tropel no organizado. Sin embargo, ya en
Mantinea, la descripción que hace Tucídides de los efectivos se enumera por par Sobre la figura de los neodamodes ver HUNT, op. cit. 129-144; HAMILTON, 1991, 74-78.
Sobre la desaparición de los dos mil hilotas previa al reclutamiento.
80
Una proporción que en opinión de Hunt sería demasiado alta. HUNT, op. cit. 129.
81
HUNT, op. cit. Hay otros que, por el contrario minimizarían su relevancia en dicha batalla:
MACAN, 1895, 352; HOW & WELLS, 1912, 298, 364.
82
El hecho de que cobren protagonismo ahora, no establece que dicha figura naciera en ese momento. De hecho, al decir «… los establecieron (a los Brasideioi) con los Neodamodes en Lépreo…»
sugiere que este grupo social ya existía, lo que nos reafirma en nuestra hipótesis de que la utilización de
ilotas en la guerra como unidad concreta se remonta a tiempo antes de la campaña de Tracia.
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tes o grupos, incluyendo entre éstos a los soldados de Brásidas, junto con los
neodamodes, lo que permite pensar en una unidad más del ejército. En palabras
de Lazenby, la séptima, que se habría añadido a las seis morai 83. También Kagan
da por buena dicha opción al hablar de los oficiales de sus siete divisiones 84. La
siguiente aparición de importancia de estos neodamodes, sería en la decisiva
campaña de Sicilia de 415 a.C. en la que ningún soldado espartiata estuvo presente 85. Cuando la campaña comenzó a marchar adecuadamente, los peloponesios se convencieron de enviar más contingentes y entre éstos, enviaron uno de
hilotas y otro de neodamodes 86. Más adelante, en 413 a.C. durante la guerra decelíaca con el fin de apoyar la rebelión de Lesbos, Agis envió un contingente de
trescientos neodamodes 87. De ahí en adelante, la participación de hilotas y neodamodes en el ejército se normalizó y llegó a «institucionalizarse» como unidad
propia, motivado también, por el progresivo descenso de espartiatas y el progresivo aumento de hombres liberados (421 a.C. 1000/ 396 a.C. 2000) 88. Por tanto,
aunque es asumible la utilización de hilotas antes de la campaña de Tracia 89, es
innegable que las repercusiones de ésta, a causa del indudable protagonismo de
los setecientos hilotas o Brasideioi, tuvieron un efecto decisivo en la ulterior composición del ejército espartano.
A pesar de la muerte de Brásidas, la victoria de Esparta en Anfípolis dio a ésta
la oportunidad de presionar a los atenienses que, a su vez, se vieron obligados a
abandonar sus planes de asedio al Peloponeso para recuperar las plazas de Calcídica, principalmente Anfípolis. La consecuencia más importante de este hecho
fue el re equilibrio entre las dos potencias principales en Grecia, Esparta y Atenas.
Esta segunda ciudad entiende que, a la vista de los acontecimientos, es el momento de forzar un armisticio (4, 117, 1) y establecer las bases para una paz duradera (4, 117, 1). Aunque las condiciones ya no fueran a ser tan favorables como las
que habrían sido de haber aceptado las ofrecidas por los espartanos antes de la
caída de Esfacteria, el desgaste financiero y militar de los atenienses es lo suficientemente importante como para cesar las hostilidades (5, 14, 1) 90. Aunque recupera Anfípolis, Atenas se ve obligada a devolver a los prisioneros de Esfacteria
y reconocer la situación anterior en términos de territorio (4, 118, 4). Por su parte,
la gran beneficiada de esta campaña es Esparta. Teniendo en cuenta que partía
de una situación de debilidad causada a partir de la derrota de Pilos-Esfacteria y
la pérdida de cientos de soldados caídos en manos de los atenienses, a la ciudad
LAZENBY, 1985, 42-43/128-130.
KAGAN, 2009, 359.
85
KAGAN, op. cit. 429.
86
KAGAN, op. cit. 455.
87
KAGAN, op. cit. 501.
88
KAGAN, op. cit. 496.
89
Como por ejemplo en Platea.
90
Además de la derrota de Anfípolis, se unía la de Delio. Tucídides recalca el hecho de no haber
aprovechado los atenienses la situación ventajosa de la victoria de Pilos para haber logrado una paz
más favorable.
83
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no le quedaba otra opción que presionar a Atenas fuera del Peloponeso y en un
sitio diferente al Ática. La estrategia no pudo salir mejor. Brásidas logró arrebatar
la ciudad más importante para Atenas en el norte de Grecia y poner en una situación comprometida la estabilidad de la que disfrutaban los territorios de la zona.
Pero lo que es más importante por ser el objeto de este artículo es haber comenzado 91 una nueva política exterior más agresiva y decidida en cualquier territorio
fuera del Peloponeso. Aunque eso no significa que a partir de entonces se produjera una escalada de expediciones fuera del Peloponeso 92, lo que sí estamos en
condiciones de afirmar es que, Esparta, desde este momento no dudará en salir
de su propio territorio para alcanzar lugares que solo años antes eran vistos como
imposibles, si eso le daba la posibilidad de ganar la guerra. No volverá a quedarse
atrincherada esperando las incursiones enemigas y, por supuesto, sus salidas se
planificarán como estancias de larga duración. De hecho, las siguientes expediciones de similares características serán a partir de 415 a.C. con las marchas a Sicilia y Decelia.
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