LAS ENERGÍAS ACTUALES Y LA "CRISIS ENERGÉTICA" La Tierra

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LAS ENERGÍAS ACTUALES Y LA "CRISIS ENERGÉTICA"
La Tierra está en peligro. Nosotros también. Y la culpa la tenemos en gran parte
nosotros mismos.
Utilizamos la energía con demasiado descuido, demasiado derroche y demasiada poca
imaginación.
Los expertos mundiales de más renombre en la actualidad están de acuerdo en afirmar
que el quemar combustible fósil - carbón, petróleo y gas - trastorna lenta pero
irremediablemente nuestro clima, emitiendo grandes cantidades de dióxido de carbono
que retienen el calor del sol que llega a la Tierra - el llamado 'efecto invernadero'. La
concentración de dióxido de carbono en la atmósfera ha aumentado en una cuarta parte
desde el año 1850. Un grupo de expertos ha afirmado ante las Naciones Unidas que la
temperatura media terrestre probablemente ya está subiendo. En los últimos diez años
han tenido lugar siete de los ocho años más calurosos jamás registrados.
Incluso un aumento de uno o dos grados en la temperatura media mundial puede
ser catastrófico. A medida que los océanos se calientan, se expanden. Esto provocará,
junto con el agua proveniente de los hielos derretidos, la elevación del nivel del mar,
llegando a inundar costas e islas, y puede que hasta pueblos y ciudades. La sequía puede
reducir las cosechas. Los desiertos pueden extenderse. Algunos animales y plantas tal
vez no logren sobrevivir a los cambios de clima locales. El tiempo se puede volver
incluso más impredecible, y aumentar los vientos fuertes, las tormentas y los huracanes.
Lo peor es que un aumento incluso pequeño en la temperatura puede derretir el
permagel (suelos
permanentemente
helados) del Artico,
liberando más 'gases
invernadero' y
acelerando el proceso
del calentamiento
global del planeta.
La forma en que
utilizamos los
combustibles destroza
el paisaje, ocasiona
vertidos de petróleo,
produce polución en
nuestras aguas; causa
lluvia ácida y
contaminación urbana,
lo que acaba con los
bosques, asfixia las
ciudades y acorta la vida humana.
Los países más pobres, los que menos tienen la culpa del problema, están menos
capacitados para adaptarse, y por lo tanto serán los más afectados. El norteamericano
medio de hoy utiliza 16 veces más energía que el africano medio. La brecha entre el
Norte industrial y el Sur en desarrollo, entre los ricos y los pobres, se hará aún mayor.
Aumentará también la abrumadora deuda externa del Sur, gran parte de la cual se debe a
la importación de combustibles, y ello dejará a una parte importante de los habitantes
del planeta todavía más rezagados, agravando las tensiones sociales y políticas.
En la actualidad se gasta casi cuatro veces más energía en el mundo que hace 40
años. Los pronósticos oficiales asumen que duplicaremos, y hasta triplicaremos, la
cantidad de carbón, petróleo y gas a utilizar en los próximos 40 años. También asumen
que tendrá lugar una expansión significativa del empleo de energía nuclear, a pesar de
sus altísimos costos, de los problemas sin solución asociados con la seguridad y la
eliminación de residuos, y de su conexión intrínseca con las armas nucleares.
El costo de duplicar y triplicar el abastecimiento de energía fósil y nuclear será
aterrador. Pensemos en una nueva central eléctrica de carbón que empieza a funcionar
cada dos días; un nuevo y gigantesco campo de petróleo que se empieza a explotar cada
uno o dos meses; una o dos nuevas centrales nucleares que entran en operación cada dos
meses, y todo ello por espacio de 40 años. Pensemos también en las consecuencias
ambientales, tanto a nivel local como global. El precio que pagamos por los
combustibles fósiles y la energía nuclear no incluye el coste de sus perjudiciales efectos
secundarios. Somos nosotros los que pagamos dicho coste, y lo paga también el planeta
en el que vivimos.
Algunos insisten en que debemos esperar a que haya pruebas más contundentes del
calentamiento global del planeta. Desafortunadamente, para entonces ya sería
demasiado tarde. Las consecuencias son demasiado enormes para seguir corriendo el
riesgo. Postergar el problema no sólo significa perder un tiempo valioso, sino también
oportunidades valiosas. Además, ya sabemos lo que hay que hacer.
Lo esencial es lograr un cambio de percepción, cambio que está siendo propugnado
por algunos expertos en energía desde hace ya por lo menos 20 años. Nadie desea
realmente utilizar carbón, petróleo, gas natural o electricidad. Lo que queremos es
viviendas confortables, luz y calor, alimentos cocinados, y la capacidad para ejercer
fuerza, alzar pesos y desplazarnos con facilidad. No es energía en sí lo que necesitamos
- lo que queremos son los servicios- que ésta nos suministra. Mejorando nuestras
viviendas, el sistema de alumbrado, los instrumentos que usamos, nuestros vehículos y
los procesos industriales podemos obtener mejores servicios utilizando menos
combustible y menos energía, a costos más bajos y ejerciendo menos daño sobre el
medio ambiente.
Podemos además obtener los combustibles y la energía que necesitamos no
mediante los combustibles fósiles y la energía nuclear, sino a través de las fuentes de
energía natural que se encuentran a nuestro alrededor - las llamadas energías
'renovables'. La seguridad energética no significa un suministro permanente de carbón,
petróleo, gas y electricidad; lo que significa es un suministro fiable de servicios
energéticos. Ya sabemos que podemos reducir el empleo de combustibles fósiles y
energía nuclear, y hacer el cambio a energía limpia, renovable. Ya sabemos bastante
sobre las tecnologías que permiten emplear este tipo de energía renovable, y cómo
utilizarla con alta eficiencia.
Sin embargo, muchas grandes empresas, e incluso países enteros, obtienen sus
ganancias vendiendo combustibles tradicionales y electricidad, y éstos hábitos son
difíciles de cambiar. El problema del cambio no es ni técnico ni económico
fundamentalmente, sino político; ésto complica bastante la transición a la energía
renovable.
En los próximos 20 años - en el lapso de nuestras vidas - sabremos si vamos a
lograr superar nuestra dependencia de los combustibles fósiles y de la energía
nuclear. ¿Haremos inhabitable la tierra para nuestros hijos? ¿O nos
decidideremos a optar por la eficiencia y el uso de energía renovable? Podemos
lograrlo. Pero el tiempo se nos está agotando.
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