Educación social y drogodependencias

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CAPÃ TULO 14
EDUCACIÃ N SOCIAL Y DROGODEPENDENCIAS
1. Las drogodependencias, ¿un problema educativo?
Uno de los fenómenos más complejos y problemáticos de la sociedad actual, sobre todo en los paÃ−ses
más desarrollados o en vÃ−as de desarrollo, es, sin duda alguna, la drogadicción; un fenómeno social que
no sólo está adquiriendo una importante significación social por sus consecuencias económicas,
culturales, de salud, sociales, etc.
Esta problemática, de difÃ−cil resolución y objeto de un importante debate social, que se concreta en la
polémica sobre la legalización, en las reflexiones teórico-prácticas sobre los modelos de intervención,
en la importancia de la represión o de la educación, etc.
2. Modelos de intervención sobre las drogodependencias
No obstante esta apuesta por el modelo educativo en la intervención sobre las conductas de dependencia a las
drogas, en este apartado voy a realizar una aproximación a los diferentes modelos que han abordado el
tratamiento de las drogodependencias desde diferentes enfoques de carácter clÃ−nico, médico o
psiquiátrico.
Es asÃ− como podemos encontrar una diversidad de recursos de atención, tanto a nivel general -servicios
comunitarios de salud y sociales, hospitales generales- como especÃ−fico -servicios de salud mental- y
especializado -servicios especializados de atención a las drogodependencias, unidades especializadas de
atención hospitalaria-, todo ello configura un tipo u otro de programas con objetivos, metas y niveles de
eficacia de muy diverso tipo.
Tal como queda expresado, la ampliación de la oferta genérica de programas y recursos representa la
constatación de que en los problemas de dependencia a las drogas debe atenderse a unos principios generales
y básicos -globalidad de la intervención, coordinación de los recursos, interdisciplinaridad de los equipos,
amplitud de la oferta-, que son los que enmarcarÃ−an la intervención en este nivel.
En este contexto, nos resulta básico fundamentar esta pedagogÃ−a de la drogadicción, este modelo
educativo sobre las drogodependencias, a partir del concepto de educación social aplicado a esta
problemática. La concebimos como agente de cambio social, como factor dinamizador de la comunidad a
través de la acción educativa. Ese sentido integrador debe posibilitarse desde el propio contexto social,
que es justamente el que impide a determinados sujetos ser competentes a nivel social, simplemente por
razones de sexo, raza, edad, condición social o simplemente caracterÃ−sticas personales.
Se trata, pues, de abordar las relaciones sujeto-entorno desde la perspectiva de la educación social en el
contexto de una polÃ−tica de bienestar social que la posibilite. Por otro lado, también significa que el
planteamiento de una polÃ−tica de bienestar social no basta en sÃ− mismo para posibilitar el cambio social.
Hay que tener en cuenta que, si se prescinde del planteamiento globalizador de la educación, nos situamos en
un planteamiento reparador, un planteamiento de «ventanilla», que no posibilita la participación social
como objetivo básico de la educación social, participar en la construcción del bienestar social. Se trata de
plantear la educación social hacia la sociedad de la inclusión. Ello permitirá abordar la educación en un
sentido globalizador e integrador que permita a todos los individuos y grupos la participación social.
Como dice V. Garrido, cuando define la pedagogÃ−a social (s.f., p. 66):
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[...] podemos definir la pedagogÃ−a social como la especialidad de la pedagogÃ−a orientada a la
promoción de la competencia social en todo tipo de contextos susceptibles de intervención educativa. No
obstante, incluir como objeto definitorio la competencia social tiene claras implicaciones en el tipo de
objetivos educativos a cubrir, asÃ− como en los programas socioeducativos destinados a cumplimentarlos.
Un segundo nivel abarcarÃ−a la idea de competencia social a nivel social (valga la redundancia), que
llevarÃ−a implÃ−cita una orientación hacia la sociedad de la inclusión. En lo que se refiere a la
competencia social desde una perspectiva de análisis individual, el concepto ha sido objeto de diversas
definiciones, tales como habilidad social, asertividad, etc., esas capacidades yesos lÃ−mites serÃ−an los
relacionados con la actividad social en general, con la conducta social en sus múltiples manifestaciones.
Desde una primera perspectiva, la habilidad social es la capacidad que un individuo posee para ejecutar
acciones sociales. 1986): el comportamiento social como consecuencia del procesamiento de información, la
evaluación de la conducta por parte del sujeto o grupo que interacciona, y la conducta final en función de la
evaluación de la conducta emitida.
En ambos casos, las respuestas inhiben la interacción social efectiva y adecuada que el sujeto necesita para la
evaluación de su propia competencia personal, que consideran el comportamiento social como el fruto de la
interacción entre factores intrÃ−nsecos (procesos cognitivos y motivacionales) y extrÃ−nsecos (ambientales,
situacionales), entendiéndose las habilidades sociales como conductas aprendidas.
Las aplicaciones prácticas de las habilidades sociales abarcan prácticamente a todo tipo de poblaciones,
problemas y situaciones.
En el ámbito psicosocial, por ejemplo, se han realizado distintos programas de habilidades, desde las
habilidades conversacionales hasta el desarrollo de habilidades asertivas en general (Kelly. 1987).
Desde el ámbito educativo, los programas se han centrado en la prevención de determinadas conductas
como el retraimiento social y la conducta agresiva, asÃ− como los problemas relacionados con las mismas,
por ejemplo, el consumo de drogas (Botvin y Dusenbury. 1987).
AsÃ−, se han desarrollado programas de formación para profesionales de la salud y de la enseñanza,
educadores sociales, etc. se tratarla de generar programas especÃ−ficos que, en relación con su problema o
condición social concreta, le ayudara a compensar/superar su incompetencia en tal situación.
Todo ello pone de manifiesto la necesidad de plantear el comportamiento adaptado versus inadaptado dentro
de un contexto en el que el control social resulta fundamental; un control social existente tanto a nivel visible
y manifiesto como a nivel oculto o latente. Por tanto, el control social debe tener una expresión concreta en
tanto que hecho educativo intencional. Y, por otra, en la intervención sobre las habilidades sociales en tanto
que competencia social individual y grupal, y sobre la conducta prosocial, en tanto que actitud solidaria e
integradora de la sociedad.
Se trata, en definitiva, de utilizar el concepto de socialización en sentido amplio que habitualmente es
considerado como un proceso natural de interacción social de tipo no intencional, y resituarlo
proporcionándole una función intencional.
Las razones que han motivado el desarrollo de la conducta prosocial se han producido en el ámbito de las
necesidades y comportamientos de tipo asistencial presentes tanto en situaciones de emergencia como de
necesidad, a las cuales dicha conducta puede contribuir.
Por conducta prosocial se entiende toda conducta social positiva con/sin motivación altruista.
De acuerdo con ello, el desarrollo de la conducta prosocial-altruista es una alternativa que debe ser
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potenciada, tanto desde los ámbitos primarios de socialización del individuo como desde los diferentes
contextos sociales con capacidad de influencia a nivel de las actitudes sociales, en los que éste se
desarrolla. La orientación prosocial- altruista, como decimos, debe orientar y dar sentido a la educación
social.
Para finalizar, y tal como ha quedado indicado en este apartado, el objeto de la pedagogÃ−a de la
drogadicción debe abordarse desde este planteamiento de la competencia social en un sentido interactivo
desde la doble perspectiva de la competencia individual y social que afecta a todos los ámbitos de
intervención sobre el problema -prevención primaria, secundaria y terciaria- y, asimismo, sobre las diversas
dimensiones del individuo -personalidad, autoestima, emociones, inteligencia, autocontrol, etc.- El reto, para
nosotros, está en profundizar en esta lÃ−nea abierta de la competencia social.
3. Prevención, educación social y drogodependencias
Dentro de la construcción de esta pedagogÃ−a de la drogadicción y del modelo educativo para la
resolución de la problemática de las drogodependencias, uno de los elementos fundamentales es, sin duda
alguna, el papel de la prevención.
Aunque son escasos en este ámbito los modelos teóricos desarrollados que tengan una relevancia directa en
relación al desarrollo de estrategias de prevención del consumo de drogas, la coherencia de los resultados
de la investigación empÃ−rica que los fundamenta nos ha permitido avanzar un amplio trecho en lo que
respecta tanto a los aspectos teóricos como metodológicos que deben orientar la investigación sobre
estrategias preventivas.
AsÃ− pues, y entendiendo el consumo de drogas como una conducta social, propositiva y funcional, de
caracterÃ−sticas evolutivas, cuyo inicio y desarrollo tiene lugar en la adolescencia -como resultado de la
interrelación de diversos factores personales y sociales, que el sujeto experimenta desde su nacimiento hasta
la adolescencia-, se hace necesario contar en nuestro ámbito, principalmente, con aquellos resultados
generados desde modelos teóricos centrados en la etapa adolescente; ello posibilitarÃ−a la comprensión
tanto de las fuentes de influencias como de los procesos implicados en dicha conducta.
En términos generales, y desde el punto de vista de la intervención en prevención, es necesario conocer
tanto la conducta de consumo de drogas de los individuos como los factores involucrados en el desarrollo de
tal conducta, ya que su conocimiento nos posibilitará la construcción de programas de prevención de las
drogodependencias.
Con todo, en ambos niveles de intervención es importante disponer de un conocimiento exhaustivo de las
actitudes y conductas- relacionadas con el consumo de drogas de los sujetos, porque ello nos permitirá tanto
conocer las necesidades y recursos de estas personas como definir las estrategias de intervención y la
selección de las actuaciones más adecuadas.
Es asÃ− como tanto las propias caracterÃ−sticas del ambiente inmediato y general que rodea al sujeto como
la forma en que este ambiente es percibido van a conformar los intereses, las actitudes, las normas y los
valores del sujeto. Todos ellos modularán su conducta en relación a determinados sujetos, objetos o
instituciones sociales. y enlazando con la reflexión sobre los componentes de las actitudes por un lado, y, por
otro, con la capacidad predictiva de éstas respecto a la conducta, la discusión iniciada a finales de la
década de los sesenta, y que duró aproximadamente diez años, aunque desembocó en la aceptación
general de la influencia causal directa de las actitudes sobre la conducta (RodrÃ−guez y Seoane; 1990), dejó
al descubierto numerosas deficiencias; éstas, básicamente, tienen que ver tanto con la consideración de
variables no tomadas en consideración anteriormente en la relación actitud-conducta -las caracterÃ−sticas
de la situación, las caracterÃ−sticas del sujeto (variables cognitivas y de personalidad en sentido amplio), la
relación del sujeto con su entorno (por ejemplo, la percepción de normas de conducta en relación a los
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referentes significativos del sujeto, tales como la familia y/o el grupo de iguales)- como con otras variables
relacionadas tanto con la experiencia indirecta, o expectativas del sujeto sobre el objeto de actitud, como con
la experiencia directa con el objeto de actitud. La importancia de la familia se ha venido centrando, desde la
perspectiva de la investigación -fundamentalmente en la tradición anglosajona-, en su relación con el
consumo de drogas del individuo, intentando averiguar su contribución tanto en el inicio como en
mantenimiento de dicho consumo. demuestra que una relación positiva entre los hijos y sus padres puede
servir para alejar el consumo de drogas.
Otros datos nos sugieren conclusiones más significativas sobre el papel de la familia; algunas
investigaciones sugieren que la percepción por parte de los chicos de la conducta de sus padres está
relacionada con su propio consumo de drogas. Los resultados que se obtuvieron sobre estos patrones de
crianza en relación al consumo de drogas señalan que existen patrones parentales antecedentes que
predicen el inicio en el consumo de drogas de los hijos, y que estos predictores difieren según la variable
droga que se investigue.
Además, y en relación al tipo de estilo educativo familiar que podrÃ−a «proteger» este inicio en el
consumo de drogas, se señala la familia tradicional intacta, que controla de forma adecuada y firme la
conducta de sus hijos; resultados similares indican que el estilo de disciplina de carácter democrático es el
que mayores resultados positivos tiene sobre la prevención de problemas con las drogas, mientras que tanto
el permisivo como el autoritario estarÃ−an asociados con el consumo de drogas de los adolescentes.
Es asÃ− como, desde el punto de vista de las actitudes, la familia puede influir tanto en el inicio como en el
mantenimiento de la conducta de consumo en el joven, afectando tanto las expectativas como las actitudes, las
normas, y los valores, hacia las drogas; modelando también las conductas de consumo, dentro de
determinados contextos sociales.
De todas maneras, si bien las actitudes y conductas favorables al consumo de los padres son importantes en
esta relación, no afectan ni a las actitudes ni a los comportamientos de los jóvenes de forma lineal, asÃ−,
desde el punto de vista de la percepción del sujeto, hay que considerar la importancia de otras variables
moduladoras de tal impacto sobre su actitud y sobre su conducta. Estas variables permiten predecir los
factores involucrados en la relación entre el rendimiento escolar y la conducta social.
Desde el punto de vista predictivo, es decir, de la importancia que la influencia de los amigos tendrÃ−a sobre
la actitud y conducta del joven en su relación con el consumo de drogas, los resultados de que disponemos, o
bien son contradictorios, o responden parcialmente a esta cuestión.
3.1. El contexto sociocultural
El medio sociocultural, tanto inmediato como general, donde se desarrolla el sujeto contribuye, obviamente, a
la configuración de sus actitudes.
Claramente, las condiciones ambientales de los individuos influyen en sus decisiones sobre el consumo de
drogas. El ambiente social de un individuo -además de las influencias procedentes de sus referentes
significativos más inmediatos- también está influido por las expectativas sociales que tienen los
miembros de la comunidad a la que pertenece; por ejemplo, en relación a la aceptación del consumo de
unas drogas respecto a otras.
Los diferentes subgrupos que integran la comunidad, tales como profeso- res, directores escolares,
representantes de la ley o aquellos con roles de lÃ−deres sociales, pueden configurar el ambiente social
inmediato de los jóvenes, apoyando y promoviendo normas, actitudes y conductas que influirán sobre la
relación que éstos establecerán con el consumo de alcohol y drogas de una comunidad en concreto.
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Tanto los adultos como los jóvenes marcan las normas de conducta que es aceptable en una comunidad.
Estos estándares o normas existen en cada comunidad para la mayorÃ−a de conductas, incluyendo el
consumo de alcohol y otras drogas; La percepción de las normas sociales tiene una influencia significativa
en el consumo de alcohol y otras drogas. AsÃ−, las prácticas de consumo de drogas están fuertemente
influidas tanto por el modelado como por los distintos patrones de refuerzo diferencial dentro de determinados
subgrupos sociales, influyen en la elección de los jóvenes sobre el alcohol y otras drogas, configurando sus
percepciones, sus expectativas, sus actitudes y probablemente sus conductas. La intención de
comportamiento, asÃ− como el comportamiento manifiesto, están muy relacionados con las normas
generales de comportamiento social.
Todo ello se concreta en el siguiente esquema, que resume los principales elementos que deben tenerse en
cuenta en el modelo integrador de investigación-intervención que proponemos -desde una perspectiva
multidimensional de las actitudes- ya partir del cual se deben posibilitar programas de prevención de las
drogodependencias que no sólo impidan la conducta de la drogadicción, sino que desarrollen la
competencia social de los individuos e incluso de la comunidad:
Influencias socioambientales: configuran los referentes perceptivos inmediatos de la persona, influyendo de
forma general en sus actitudes y conductas.
Influencias intraindividuales: la influencia de tales referentes en las actitudes y conductas del sujeto en
relación a las drogas está mediada por las relaciones que éste ha establecido con aquellos.
Actitud y conducta hacia las drogas: todas las influencias mencionadas no actúan necesariamente de forma
jerárquica, ya que pueden actuar de forma simultánea y de forma diferencial, dependiendo de la edad y
género del sujeto, condicionando sus actitudes y su conducta en relación al consumo de drogas.
De este análisis podemos deducir la importancia de los programas (c, d y e) desde la perspectiva de la
construcción del modelo educativo, ya que suponen el refuerzo de la competencia social, de las habilidades
sociales, etc. En definitiva se trata de posibilitar la realización de programas que respondan a los factores de
riesgo que dan lugar a la drogadicción. Por tanto, los programas basados sobre el refuerzo de la autoestima y
de las habilidades interpersonales, sobre el aprendizaje social, sobre las propuestas alternativas al consumo de
drogas, sobre la educación de padres, etc., constituyen los ejes fundamentales desde la perspectiva de este
modelo educativo.
Aunque la reinserción social es el último eslabón del proceso, en términos operativos la reinserción se
inicia en el momento en que se inicia la demanda de tratamiento. El desarrollo de las conductas de
dependencia a las drogas forma parte de un proceso, generalmente lento e insidioso, que lleva acompañada
una relación triádica entre el sujeto, la sustancia y el contexto, que, generalmente, no favorece una
demanda de tratamiento hasta que se rompe alguno o todos los elementos de la trÃ−ada que forman parte de
la relación.
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