TEXTOS PARA COMENTAR I En el trasfondo subyace la autolimitación moderna de la razón, expresada de un modo clásico en las "críticas" de Kant, pero mientras tanto radicalizada ulteriormente por el pensamiento de las ciencias naturales. Este concepto moderno de la razón se basa, por decirlo brevemente, en una síntesis entre platonismo (cartesianismo) y empirismo, confirmada por el éxito de la técnica. Por una parte, se presupone la estructura matemática de la materia, por decirlo así, su racionalidad intrínseca, que hace posible comprenderla y utilizarla en su eficacia práctica: este presupuesto de fondo es, por decirlo así, el elemento platónico en el concepto moderno de la naturaleza. Por otra, se trata de la posibilidad de explotar la naturaleza para nuestros propósitos, y en este caso sólo la posibilidad de controlar la verdad o la falsedad a través de la experimentación puede llevar a la certeza decisiva. El peso entre los dos polos, dependiendo de las circunstancias, puede estar más en uno que en otro. Un pensador tan fuertemente positivista como J. Monod se declaró platónico convencido. Esto implica dos orientaciones fundamentales para nuestra cuestión. Sólo el tipo de certeza que deriva de la sinergia de matemática y método empírico puede considerarse científica. Lo que pretenda ser ciencia tiene que confrontarse con este criterio. De este modo, también las ciencias referidas al hombre, como la historia, la psicología, la sociología y la filosofía, trataban de acercarse a este canon de valor científico. Por lo demás, para nuestras reflexiones es importante constatar que el método como tal excluye el problema de Dios, presentándolo como un problema a-científico o precientífico. Pero así nos encontramos ante una reducción del ámbito de la ciencia y de la razón que es preciso poner en discusión. II Volveré más tarde sobre este asunto. Por el momento basta tener presente que en un intento, a la luz de esta perspectiva, de conservar a la teología el carácter de disciplina "científica", del cristianismo no quedaría más que un miserable fragmento. Pero debemos decir más: si la ciencia en su conjunto es sólo esto, entonces el hombre mismo sufriría una reducción, pues los interrogantes propiamente humanos, es decir, "de dónde" viene y "a dónde" va, los interrogantes de la religión y de la ética, no pueden encontrar lugar en el espacio de la razón común descrita por la "ciencia" entendida de este modo y tienen que desplazarse al ámbito de lo subjetivo. El sujeto, basándose en su experiencia, decide lo que considera sostenible en el ámbito religioso, y la "conciencia" subjetiva se convierte, en definitiva, en la única instancia ética. Sin embargo, de este modo la ética y la religión pierden su poder de crear una comunidad y se convierten en un asunto totalmente personal. La situación que se crea es peligrosa para la humanidad, como se puede constatar en las patologías que amenazan a la religión y la razón, patologías que necesariamente deben explotar cuando la razón se reduce hasta tal punto que las cuestiones de la religión y la ética ya no le interesan. Lo que queda de esos intentos de construir una ética partiendo de las reglas de la evolución, de la psicología o de la sociología, es simplemente insuficiente. 1 III El escepticismo, la sofística ha acompañado siempre a la filosofía; es decir, dentro del impulso filosófico que ha vivificado desde sus orígenes nuestra civilización ha habitado siempre como su sombra y su contrapunto dialéctico un pensamiento pseudofilosófico. Pseudofilosófico en sentido estricto, pues la filosofía es por esencia e incluso por definición etimológica amor a la sabiduría, esto es, búsqueda amorosa del conocimiento de la verdad. Si ello es así, ¿cómo van a ser filósofos quienes no creen en la verdad? Este era el problema de los sofistas, problema porque sus vidas se enredaban —como tan magníficamente muestra Platón en sus diálogos— en las redes de su propio pensamiento inconsistente. Si no existiera la verdad, ni siquiera su desenfrenada afición al dinero y al poder que movía enteramente sus vidas podría afirmarse con verdad. Y es que la propia esencia de la vida humana en todas sus dimensiones implica y supone la verdad. No es lo mismo optar por un comportamiento que por otro, no tienen las mismas consecuencias para la vida de las personas unas acciones que otras, e inmediatamente hay que decir en esta línea que no valen lo mismo unas formas de vivir que otras. La verdad teórica va inexorablemente de la mano de la verdad axiológica. Por ello se preocupaba tanto Sócrates y sus discípulos, hasta dar la vida por ello, en defender la verdad y la sincera búsqueda de la verdad pervertida por los sofistas. Sócrates, Platón y Aristóteles estaban convencidos, como luego los hechos históricos mismos demostraron, de que Atenas no podría subsistir en su grandeza sin auténtica filosofía. Al final el impúdico jugueteo con la verdad, ejemplificado como nadie por personajes tan actuales como el malhadado Alcibíades, hicieron que Atenas (y cuantas polis ella lideraba en la liga de Delos) sucumbiera ente el poder de la liga del Peloponeso liderada por Esparta, una ciudad infinitamente menos refinada culturalmente, pero fiel a sus principios. IV Parece que el hombre (y por tanto su presunta historia) está condenado a seguir una ley en su desarrollo temporal. Esa es la ley que Hegel trató de desentrañar a lo largo de su reflexión filosófica y es la que popularmente hemos conocido y dado en llamar la ley del péndulo. Estamos sujetos por una “tendencia natural ” a actuar siempre por reacción y cada movimiento implica necesariamente su rápida contestación contraria . De manera sencilla tal ley sólo dice lo siguiente: en el principio se plantea una tesis (el valor del hombre, el modo de resolver los problemas, la organización política, el conocimiento, el comportamiento ético…) en el mismo momento que tal tesis queda expuesta y es aceptada como verdadera (verosímil, útil…) surge una respuesta. Tal respuesta es siempre negación y contradicción de la tesis y por eso Hegel la ha denominado antí-tesis. No es una nueva creación mejorada sino que se trata de la respuesta adolescente de la negación por la negación. Si la tesis política es la democracia, la respuesta antitética es el absolutismo que a su vez (cuando consigue llegar a tesis) es “superado” por una nueva antítesis (al menos el resultado de la negación de ambos extremos del problema). De nuevo el lenguaje hegeliano es brillante y a tal superación la denomina síntesis en una clara atribución a esa capacidad de negar lo que son sus antecedentes y coger de ellos sólo aquello que les interesa: de la pugna entre democracia y absolutismo surge esa síntesis indiferenciable que se denomina democracia representativa y que no es otra cosa que un absolutismo oligárquico; de la tesis que es la moral casuística y heterónoma (propia de nuestra historia reciente) que hemos sufrido, a la antítesis del todo vale para el mercado pero dentro de unos límites 2 severamente impuestos para negar cualquier tipo de disenso con el orden: todo vale en mi casa y nada vale fuera de ella. Este esquema legal se puede aplicar a cualquier ámbito de la vida histórica (si es que tal cosa existe): la derecha, la izquierda y ese “puré ideológico” en que se ha convertido el centro (con tintes claramente divinos). Pero todo en función de una ley (esta sí insalvable en nuestro momento): la economía, el libre mercado y el consumo (el desequilibrio siempre generando deseos de colmo conseguido desde fuera). Y este puede ser el verdadero meollo de la cuestión: si conseguimos que la gente crea que hay una ley y que ésta es insalvable, podemos hacer que nadie ponga en duda el trasfondo. Si creemos que la historia avanza (y eso es ya un problema) y creemos que este avance va a saltos opuestos y síntesis superadoras, haremos que nadie ponga en crisis el verdadero problema y si éste es o no resoluble. V Uno de los conflictos que surge tan pronto como la filosofía de la Ciencia es el intentar determinar el modelo que sigue, si es que sigue algún modelo, el progreso en Ciencia. Es decir, en el XX hay un intento por descubrir cómo se avanza en ciencia; cómo es el desarrollo del conocimiento científico. Así, por ejemplo, la Teoría newtoniana de la Gravitación Universal (hoy llamada mecánica clásica) era considerada hasta entrado el siglo XX como una teoría científica verdadera. De hecho, el propio Kant en su intento de sistematización crítica parte de un dato objetivo, lo que él llama el factum de la ciencia y que viene a significar que es posible el conocimiento verdadero en las ciencias naturales, como la física. Sin embargo, en el siglo XX aparecen fenómenos que no pueden ser explicados por la física de Newton, realidades que hacen que la teoría sea rechazada a favor de la Teoría de la Relatividad de Einstein. Este mismo tipo de problemas los podemos encontrar en cualquier otra ciencia: la biología tiene que elegir entre un modelo lamarkiano o un modelo darwinista. Ni el primero, ni el segundo son teorías que den respuestas de todos los interrogantes de la ciencia. Es decir, si bien Lamark no sirve para explicar la fijación de una modificación (y se puede comprobar empíricamente este dato que falsa la teoría), Darwin, por su parte no contesta a la pregunta del papel de la conducta en la evolución. Esto es un dato histórico, el filósofo de la ciencia se preguntará: ¿Era falsa la teoría de Newton y es verdadera la de Einstein? ¿Es más verdadera la teoría de la relatividad que la Mecánica clásica? ¿Es, acaso, menos falsa la una que la otra? ¿Se pueden comparar ambas teorías? Estas son las preguntas que van a intentar contestar autores tan importantes como Popper, Kuhn o Lakatos y entre sus respuestas intentaremos encontrar los puntos de unión y los puntos de divergencia. VI Puede parecer que en el desarrollo de la filosofía de Popper hay una especie de evolución. Así podemos hablar de que existieran dos etapas perfectamente diferenciadas entre sí. La primera de ellas estaría caracterizada por una especie de falsacionismo ingenuo y es la época más filosófica y, por ende, menos histórica. En esta época, Popper está muy interesado en encontrar un criterio de demarcación científico. Es decir, qué es una teoría científica y qué no lo es. Así aparece la primera gran contribución de Popper a la filosofía de la ciencia: el criterio de falsación. Es decir: una teoría propuesta es científica si y sólo sí puede ser falsada; es decir, si la probabilidad de esta teoría no es uno. De tal modo que un contraejemplo empírico o contraevidencia puede hacer que una 3 teoría sea refutada. Es decir un único ejemplo contrario sirve, lógicamente, para invalidar una teoría. Así, por ejemplo, podemos decir que una teoría con probabilidad uno sería una teoría con un universo limitado, con un único objeto (la pizarra) y un enunciado del tipo: “La pizarra es verde o no es verde”. Esta teoría tendría una probabilidad uno y sería verdadera en todos sus casos. Este tipo de teoría según el criterio de demarcación dado por la falsación no sería una teoría científica. Sin embargo, si ampliamos el universo y el tipo de enunciados y decimos: “Todas las pizarras de la facultad son verdes”, podemos decir que la probabilidad no es uno sino que es menor que uno y, además, poseemos controles o “experimentos cruciales” que puedan intentar falsarla. Por tanto este tipo de teoría sí sería científica porque cumpliría con el criterio de demarcación. VII La cuestión del progreso en ciencia, según Popper, estaría marcado por el criterio de demarcación. Una teoría es preferible a otra según una serie de criterio: T2 es preferible a T1 sii: 1- T2 realiza aserciones más precisas que T1 y supera también controles más precisos. 2- T2 tiene en cuenta más hechos que T1. 3- T2 describe los hechos con más detalles que T1. 4- T2 ha superado controles que T1 no supera. 5- T2 sugiere nuevos controles y los supera mientras que T1 ni puede superarlos, ni sugerirlo. 6- T2 pone en conexión nuevos problemas que T1 tenía puestos como si fueran separados. En este tipo de falsacionismo, el progreso de la ciencia es un progreso hacia un mayor grado de verdad. Es decir, a pesar de que el progreso es no-acumulativo (porque T2 elimina a T1) estaría basado en un acercamiento a la verdad. (A esto Kuhn responde que no sabemos nada de la verdad del mundo sino que sólo sabemos de la verdad de una teoría, lo cual es un criterio de verosimilitud y no de verdad.) Se elimina, también, el criterio de honestidad y sólo cobra importancia la lógica en el progreso y no la psicología. VIII La cuestión del progreso se puede analizar de dos maneras. Podemos decir con Kuhn que en los periodos de ciencia normal hay progreso (progreso intraparadigmático) pero sin embargo en el periodo de ciencia revolucionaria no podemos hablar de progreso porque un paradigma es inconmensurable con el anterior. Es decir no podemos comparar un paradigma nuevo con el anterior. Son dos sistemas de referencia distintos y por lo tanto no podemos hablar de progreso. De cualquier modo, incluso en el progreso intraparadigmático no hay una meta; es decir no hay una teleología en la ciencia. Kuhn, con respecto a este problema, nos habla de que la ciencia se parece mucho a la teoría darwinista de la selección natural. Según Kuhn, lo que más molestó a la gente de la teoría de Darwin no fue que nos dijera que procedíamos del mono (cosa que otras teorías transformistas ya nos había dicho) sino que lo que no podía aceptar la gente de su época era que el hombre no era la meta de la evolución sino que, solamente era un 4 punto azaroso más en la evolución. Del mismo modo el devenir científico no responde a un modelo teleológico sino que avanza de modo azaroso IX Así las cosas, para Lakatos la ciencia está formada por una serie de teorías que conviven en continuidad y contigüidad y que forman un entramado entre ellas que sería un programa de investigación. Este programa de investigación está constituido por un núcleo fuerte y un cinturón de seguridad. Este núcleo fuerte ha de ser irrefutable y por eso la propia investigación nos proporciona una heurística negativa que prohiba determinados ataques al programa. Por otro lado el cinturón de protección debe ser puesto en cuestión, bien para atacarlo o bien para perfeccionarlo. Del mismo modo la propia investigación nos proporciona una serie de controles, enigmas, ejemplos y contraejemplos que podemos aplicar a este cinturón: esto es lo que constituye la heurística positiva. En los momentos de ciencia anómala, dice Lakatos, lo que tiene que hacer el investigador (y lo que de hecho hace) es buscar explicaciones o refutaciones al cinturón de protección pero nunca atacando al núcleo fuerte. El núcleo tendrá que ser atacado sólo cuando poseemos otro nuevo programa de investigación que cumpla una serie de requisitos y que nos proporcione un nuevo modelo científico. Este nuevo programa debe cumplir tres requisitos: 1- P2 tiene que poseer un plus de contenido con relación a P1 que haga predecir nuevos hechos que P1 prohibía. 2- Que P2 abarque el contenido no refutado de P1. 3- Que parte del plus de contenido de P2 esté confirmado. X Y es esto, a nuestro entender, lo que pretende ponernos de manifiesto la tragedia griega. Es decir, nos muestra a personas buenas realizando actos impensables y altamente reprobables incluso por ellos mismos. Hijos que matan a sus padres y se acuestan con sus madres; padres que asesinan a sus propias hijas; madres que mutilan a sus amigos... una colección de actitudes que nos dejan sin capacidad de respuesta y que suspende el juicio moral que, sin conocer la historia, saldría de nuestra boca. ¡Quién puede condenar a Edipo! ¡Quién lo haría con Hécuba! Así las cosas podemos decir: “ soy un agente, pero también un ser pasivo como la planta; gran parte de lo que no he hecho me hace acreedor al elogio o a la censura; debo elegir continuamente entre bienes opuestos y aparentemente inconmensurables, y las circunstancias pueden forzarme a adoptar un curso de acción en el que no podré evitar traicionar algo o actuar mal; un hecho que simplemente me sucede, sin mi consentimiento, puede transformar mi vida; tan problemático es confiar el propio bien a los amigos, al amante, a la patria, como intentar vivir bien prescindiendo de ellos. No creo que dichos problemas sean sólo el alimento que nutre la tragedia; pienso que forman parte de los hechos cotidianos de la razón práctica.” 5 XI Parece claro que un análisis de la sociedad y la cultura actual no puede obviar los presupuestos de la Modernidad para, una vez conocidos, ponerlos en crisis o aceptarlos abiertamente. Una Modernidad ilustrada que nace bajo el grito kantiano “Sapere aude” desde el cual el hombre no puede aceptar ningún dogma que no pueda racionalizar y aceptar no por su provinencia sino por sí mismo. Así la Ilustración pone en un brete los dogmas de la Iglesia, los dogmas metafísicos e, incluso, los dogmas científicos aceptados con anterioridad como verdaderos. Así las ciencias disfrutan en la modernidad y en nuestro momento actual de un avance sin precedentes, avance sin límites ya que los científicos pretenden poder descubrir y entender todos los secretos de la naturaleza. Esto pone de manifiesto una supremacía de las ciencias sobre el resto de saberes. Todo tiene que ser basado científicamente, conocido objetivamente y entendido siguiendo la metodología de la ciencia. Así todas las disciplinas tienen que adecuarse a estos parámetros y las disciplinas que no consiguen llegar a esto tienen un “complejo de inferioridad” que no les permite avanzar sin tener a las ciencias (y sobre todo a las ciencias exactas) en su punto de mira. Esto hace que aparezca un nuevo dogma en la época actual: todo lo que lleva el calificativo de Científico es asumido por todos los occidentales como una verdad. XII Estos problemas han desembocado en algunos de los más grandes problemas de la actualidad. La ciencia que no tiene ningún tipo de limitación esta deshumanizando el mundo e incluso poniendo en peligro la vida humana: la carrera nuclear, la contaminación del medio ambiente, el hambre en el mundo… problemas que requieren una urgente respuesta. Por otra parte el eliminar lo privado del ámbito de lo racional ha llevado consigo una creciente cantidad de maltratos a las mujeres, una educación a los niños que, en ocasiones, deja bastante que desear… todo ello porque en este ámbito no puede haber nada que regule más que el propio gusto o la propia voluntad del que mande en este ámbito. Por su parte, el dogma de lo democrático ha sacado de la pugna política todo aquel que pretenda una verdadera democracia, una democracia verdaderamente participativa no reducida al momento del voto. En este orden de cosas parece que aquel que pretende cambiar algún punto de la constitución de este país es un antidemócrata que no puede opinar en lo público porque no cumple las normas del juego político; un juego que esta bastante descafeinado y que no lucha por lo verdaderamente importante. Así las cosas, parece como si el ciudadano de a pie hubiera sido sustraído del juego rcional relegando sus participaciones racionales a un decisionismo irracional donde cada uno decide su modelo por gustos, apetencias… que nada tienen que ver con lo racional. Los expertos deciden por nosotros en todos los ámbitos y no nos queda más que aceptar lo que nos viene dado. Sin embargo, quedan fuera de ese modelo la racionalidad que existe en las relaciones personales, el conocimiento que todos tenemos en el ámbito de lo moral, religioso, político… todo esto requiere una reilustración que autores como Apel y Habermas han intentado hacer. Una 6 reilustración que lleva consigo un reconocimiento de la existencia de otros tipos de racionalidades que son puestas en juego en la vida cotidiana de la gente. XIII Una experiencia que oscila entre los dos términos expuestos por Ferrater Mora, es decir entre una experiencia que implica una percepción (al modo kantiano) y una experiencia que es el resultado de la vida (al modo del D.R.A.L.E). Estos dos polos de interpretación entran en juego en todas las interpretaciones del conocimiento; unos acentúan el carácter perceptivo de la experiencia y otros el carácter vivencial de la misma. Según Apel hay una experiencia previa que vendría a significar la experiencia más importante, a saber: “destacando la experiencia existencial yo-tu ya que todavía no está subordinada a la gramática ontológica griega de la experiencia objetivo impersonal del <<se>>” Este tipo de experiencia es, según Apel, la experiencia previa y la condición de posibilidad de todo conocimiento e, incluso de todo tipo de lenguaje. Aquí abrimos un paréntesis para intentar hacer una breve alusión al problema del conocimiento y del lenguaje, del pensamiento y el lenguaje para ver la importancia que tiene es experiencia yo-tu en el desarrollo de la persona, incluso en sus aspectos fisiológicos y de crecimiento biológico a raíz de las reflexiones de A. Montagu. XIV Es sorprendente ver cómo es el periodo de gestación humano uno de los más largos de todos los seres de su misma especie y como, sin embargo, el grado de desarrollo con el que nace una cría humana es menor que el de cualquier otro animal. Esto se puede entender si no se entiende el parto como el nacimiento sino como el paso de una etapa a otra de la gestación. Montagu va a dividir el nacimiento humano en tres etapas cada una de las cuales ocupa, por término medio, el mismo espacio de tiempo. El primer estadio empieza con la gestación y acaba con el parto; el segundo es cuando el neonato ya consigue el gateo y el tercero acaba con la capacidad, mínima del habla. Cada uno de estos pasos abarca alrededor de unos nueve meses por lo que el nacimiento verdadero acaece al cabo de unos 27 meses después de la gestación. Esta no es una idea gratuita que plantea Montagu en su obra, sino que es algo que él intenta demostrar. Así el se basa para dar fundamento a esta tesis en las medidas de la capacidad encefálica. Tal capacidad crece más en los dos primeros años de vida que en los veinte siguientes. El parto se produce en un momento en el cual si la capacidad craneal fuera mayor sería imposible que el feto saliera al exterior por vía vaginal. También se produce en un momento en el que la cantidad de oxígeno de la placenta disminuye drásticamente por lo que una estancia más prolongada en este estado llevaría a la muerte del feto. 7 Teniendo en cuenta que el nacimiento de una cría humana se produce a los 27 meses de gestación podemos apreciar la importancia que tienen las caricias en esta época. Si a un neonato se le alimenta mal puede tener enfermedades que nunca se curará (anemia, anorexia, diabetes...), lo mismo ocurre cuando un neonato no recibe las caricias necesarias y las que reciben no son capaces de trasmitirle la dosis de seguridad, tranquilidad y paz que él o ella requiere. XV Por la tanto llegamos a la conclusión de que los contactos cutáneos forman en sí un lenguaje mucho más arraigado que cualquier otro. Desde los estudios sobre la proxémica que intenta poner de manifiesto que cada tipo de relación entraña una posición con respecto al otro; pasando por todas las formas de expresión corporal; e incluso algunas teorías sobre patologías psicológicas... intentan poner de manifiesto la importancia que tiene el lenguaje del tacto puesto que es el lenguaje que, según muchos expertos, esta en un nivel menor de consciencia. Por tanto, hay una experiencia previa a toda experiencia científica que viene proporcionada por un encuentro personal que nos hace reconocernos como seres capaces de lenguaje y que es la condición de posibilidad de nuestra vida. Vida biológica pero también vida humana, personal. Vida humana significa una vida capaz de conocer, o más bien, de comprender más allá de la pura explicación. Parece claro, por tanto, que hablar únicamente de experiencia científica es hacer una reducción de la vida humana y esta es la perspectiva en la que el conocimiento se ha encontrado durante muchos años. De hecho, el nombre que esta disciplina ha recibido no ha sido Teoría del Conocimiento sino Epistemología, lo cual deja bien claro que hay una identificación entre conocimiento y conocimiento científico. Sin embargo, nuestras vidas no se juegan en las experiencias explicativas científicas, sino en las relaciones comprensivas y personales. Puede pensarse en un ser humano que no conozca ninguna verdad científica, pero no puede pensarse en una persona que carezca de los conocimientos básicos para relacionarse personalmente. Así, en palabras de Apel: “parece natural poner en cuestión el paradigma del método científico en general y, en su lugar, tener en cuenta, como camino decisivo para transformar la filosofía, el modo de pensar fenomenológico, que se sirve de la experiencia precientífica de la vida y del mundo (es decir, no metódica ni abstractiva) frente al concepto moderno del método”. Una fenomenología que ha de ser hermenéutica para intentar comprender de un modo quasi-endopático la importancia de la experiencia cotidiana: “Surge (…) el problema mucho más difícil de organizar, la comunicación e interacción de los ciudadanos –irrepetibles por principio- como sujeto del progreso hacia la sociedad abierta en el sentido del principio de la racionalidad práctica”. XVI La primera conclusión a la que llegamos es que el conocimiento (al menos no es así con el conocimiento básico y primario) no se consigue gracias a una experiencia científica y metódica donde nos enfrentamos con un objeto al que podemos manipular, dominar y cuya experiencia sería, por principio, repetible; sino que el conocimiento se juega en la experiencia con un sujeto que nunca es manipulable y cuya relación es siempre irrepetible en virtud de lo irrepetible de la figura del sujeto y su estructura. Parece claro que no podemos llegar a conocer 8 algo sin antes habérnoslas visto con nuestra propia estructura. Es decir, siempre descubrimos lo que somos en la íntima relación de un yo con un tú. Una relación que nos da nombre y nos caracteriza y que hace del hombre un animal completamente distinto al resto. Ahí radica lo propio del ser humano: el ser humano es el único animal con autoconciencia a la cual llega en la relación con los otros a los cuales reconoce como semejantes. Esta autoconciencia es la primera piedra sobre la que construir el edificio de lo humano y su conocimiento. Una autoconciencia que es la condición de posibilidad del conocimiento, al modo humano, y a la cual se llega por medio de una relación personal, relación táctil y, por tanto, lingüística que todo ser humano entabla con una madre nutriente y amante a la que él requiere para poder vivir. Una vida biológica pero, sobretodo, una vida humana. XVII Todo esto nos lleva necesariamente a un peculiar significado de la palabra aletheia o verdad. Si como ha quedado claro, en el mundo griego, la verdad era algo inalcanzable, algo misterioso y algo continuamente oculto, Platón rompe con esta tradición. Los griegos pre- platónicos creían en una naturaleza que se da ocultándose. Es como en un ejercicio de visión. Cuando miras un objeto, siempre hay perspectivas que no se te dan por completo y otras que se te ocultan del todo, así pasaría con la verdad. Nunca podríamos tener la verdad total de algo, ni siquiera de un ente en particular, nunca menos del ente en su totalidad ni del ser como tal. Sin embargo Platón cree que la realidad última es el mundo de las ideas, un mundo al que basta mirar para conocer de una vez, sin ningún tipo de parte oculta. El problema no estará en el ente que intentamos conocer, sino en nuestra rectitud de mira. Para poder conocer un objeto basta con tener la mirada rectamente orientada hacia el lugar donde reside la idea de ese objeto. La aletheia queda en un segundo plano y aparece triunfante la rectitud ortothes. Esto posee una importancia enorme debido a que esta idea de verdad es la que se impuso en la tradición filosófica occidental. La verdad es algo independiente del objeto, del ente en sí. La verdad va a depender de la subjetividad. “La verdad se reduce a la subjetividad del sujeto humano. Aunque este sujeto alcanzara una objetividad, ésta seguiría siendo humana, (...) y a disposición del hombre.” Por tanto, Platón da un viraje en la historia del pensamiento. “En esta mutación de la esencia de la verdad se traslada, a su vez, el lugar de la verdad. En cuanto desencubrimiento es todavía la verdad un rasgo fundamental del ente mismo. En cuanto rectitud de la mirada (...) hácese la verdad distintivo del trato humano con el ser” XVIII A raíz de esto se puede pensar que Heidegger esté en contra de la ciencia o de la técnica, si bien es cierto que Heidegger dice expresamente que no existe ningún demonio de la técnica, sino sólo el peligro de su esencia. La ciencia y la técnica tienen el peligro de ser unilaterales, de considerarse como el único conocimiento válido, excluyendo otros modos de saber. En la técnica hay una constante provocación a la naturaleza para que suministre energía. La técnica moderna lleva consigo frecuentemente una degradación y una destrucción de la naturaleza; ésta es sacrificada a la producción. El pensamiento técnico lleva a considerar al hombre mismo como un instrumento o como una pieza de una máquina. El pensamiento técnico lleva al hombre a pensar en una sola dirección, impidiéndole plantearse problemas más de fondo o más 9 humanos. Por eso cualquier modo de pensar unilateralmente constituye un peligro. Pero el peligro del pensamiento técnico es mayor, dado que se ve confirmado por enormes éxitos. XIX Con esto ponemos de manifiesto que el problema que surge desde el eje-sujeto tiene una importancia fundamental en el panorama con el que nos enfrentamos al mirar el siglo XX. Es decir, el hombre convencido de su capacidad para crear realidad a partir de su ser sujeto ha tratado, del mismo modo, de generar sociedad, de generar leyes que rijan la realidad. Pero la tozuda realidad se niega a doblegarse ante los imperativos del hombre. El nuevo Sísifo se vuelve a encontrar con barreras infranqueables, con apariciones espontáneas de acontecimientos que niegan su omnipotencia, con un relampaguear del ser que se impone a pesar de todo. La técnica, única solución desde la metafísica Occidental no da, ni puede dar, todas las respuestas posibles de los problemas. Por tanto, aparece uno de los hilos conductores de este problema que hemos llamado siglo XX; aparecen los sujetos en la mesa de negociación tratando de dictar leyes y desde ahí preñar de sentido a la realidad. Aparecen los sujetos que ya no se pueden sino regir como si ocuparan el lugar de cualquier otro, como si pudieran obviar lo que son para guiarse sólo por la razón. No es que los franceses de la constituyente se sintieran superiores al resto de la humanidad, es que el occidental burgués se ha creído sujeto, fundamento y donador de realidad. No ha querido sentirse nunca criatura, regalo, don. Desde la cápsula que ha construido contempla el desastre del mundo y reza a su nuevo Dios, la técnica para que le saque de este agujero inmundo, pero como diría Lyotard: “ El neoanalfabetismo, el empobrecimiento de los pueblos del Sur (...), el desempleo, el despotismo de la opinión y, por consiguiente, el despotismo de los prejuicios amplificados por los media, la ley de que es bueno lo que es performante, todo esto no es la consecuencia de la falta de desarrollo sino todo lo contrario. Por eso, ninguno se atreve a llamarlo progreso.” Parece como si el progreso, patrón de nuestro mundo, haya sido la gran utopía que nos ha sacado de nuestro sitio y nos ha puesto en el lugar de cualquier otro que es un u-topos. Esta utopía que nos ha alejado del mundo y nos ha convertido a todos en sujetostécnicos habitando un abismo de nada que nos deja siempre al borde de la esquizofrenia. Ha eliminado cualquier diferencia cualitativa y ha hecho que todo distingo sea sólo cuantitativo: el placer, la racionalidad, el deber y la capacidad de algo de ser digitalizable han sido algunos de los patrones (en una clase de la Facultad de filosofía escuché una frase que no deja de sorprenderme: Todo lo real es digitalizable y todo lo digitalizable es real. Esto es, todo es en esencia reducible a ceros y unos.). XX Llevar a cabo cualquiera de estos dos modelos es ya tarea complicada, cuánto más lo será tener que elegir entre uno de ellos. Sin embargo, parece claro que el modelo más participacionista es el modelo de descentralización política debido a que elimina cualquier tipo de representacionismo y radicaliza la democracia. Para favorecer este modelo concreto hay que proponer instituciones concretas que nos ayuden a llevarlo a cabo. Así Barber se atreve con ello y propone: 1. Institucionalización de la conversación, a través de asambleas de vecinos, que no pueden incluir menos de cinco mil ni más 10 de veinticicomil, que se reúnan periódicamente. Favorecer la conversación también por medio de los mass media y de un igual acceso a la información. 2. Institucionalización de la toma de decisiones por medio de referéndums, sistema rotativo de cargos, consultas a la población con el fin de acabar con el sistema oligárquico representativo. 3. Institucionalización de la acción a través de un servicio cívico universal. XXI Para terminar, una última reflexión con Lyotard que escribe Esquela para un nuevo decorado y dice así: “...se percibe que hay una tarea decisiva: hacer que la humanidad esté en condiciones de adaptarse a unos medios de sentir, de comprender y de hacer muy complejos, que exceden lo que ella reclama (...) Lentamente se va instalando un nuevo decorado: a grandes rasgos: el cosmos es la consecuencia de una explosión; los desechos se esparcen todavía por efecto del impulso inaugural; los astros, al arder trasmutan sus elementos; su vida está contada; la del sol, también; la probabilidad de que haya tenido lugar en el agua, sobre la Tierra, la síntesis de las primeras algas, era ínfima; el Humano es aún menos probable; su corteza cerebral es la organización material más compleja que se conoce; las máquinas que el humano engendra, son una extensión de sí mismo; la red que formará será como una especie de segunda corteza, más compleja; tendrá que resolver los problemas de la evacuación de la humanidad a otros planetas antes de la muerte del sol; la selección entre aquellos que podrán partir y los que están condenados, la implosión, ha comenzado según el criterio del subdesarrollo. Último golpe al narcisismo de la humanidad: la humanidad está al servicio de la complexificación. Este decorado está dispuesto en el inconsciente de los jóvenes, desde ahora. En el tuyo.” XXII En el año 1987, una “Comisión Mundial del Medio Ambiente y del Desarrollo” publicó un documento titulado “Nuestro futuro común” que se conoce como el “Informe Brundtland” en el cual se proclamaba la necesidad de trabajar en la dirección de un “desarrollo sostenible”. Desde entonces, esta expresión ha pasado a formar parte de los tópicos compartidos en los ambientes relacionados con la cooperación internacional. De hecho, la propuesta del “desarrollo sostenible”, como su mismo nombre sugiere, es un intento de afrontar de manera integrada un doble desafío de nuestra humanidad: por un lado, la situación de pobreza en que vive una gran mayoría de la población de nuestro planeta; por otro, los retos planteados por los problemas medioambientales de que hemos hablado anteriormente. Vivimos en un mundo profundamente marcado por la existencia de una pobreza masiva. Las cifras aterradoras de los sucesivos informes del PNUD no dejan lugar a dudas. Un sentido básico de humanidad reclama trabajar para ir superando esta situación. De hecho, después de la II Guerra Mundial, se abre una etapa de nuestra historia en la que la distancia económica entre los países del norte y del sur se entiende como una llamada al 11 “desarrollo”. Se considera que los países más ricos deben ayudar a que los más pobres aumenten su nivel de vida: el objetivo sería una cierta igualdad. De esta manera, la pobreza en el mundo se entiende como una situación de falta de “desarrollo”, como una especie de “retraso histórico” de algunos países en un camino hacia la prosperidad económica, representada paradigmáticamente por Europa Occidental y los EE.UU. Así, la lucha contra la pobreza se convierte en la lucha para el “desarrollo” de los países en los que se da una pobreza generalizada. El interés estará, pues, en “el crecimiento de las economías” más pobres, aumentando cuantitativamente su capacidad de producción y de consumo. Ahora bien, en los años 80 ya quedó claro que no es viable un desarrollo económico de toda la humanidad según los modelos de la industrialización europea y norteamericana. Los estudios sobre ecología, niveles de contaminación y ritmo de extracción de recursos naturales no renovables nos muestran que no es posible que una humanidad que superará los 9.000 millones de habitantes en el siglo que viene viva con el ritmo de consumo de los europeos de hoy. Si imaginamos 6.000 millones de habitantes, la población actual, produciendo (y consumiendo) en las cantidades y del modo en que lo hacemos en el mundo “desarrollado”, podemos decir sin miedo a equivocarnos que en el plazo de pocos años, el sistema económico quedará colapsado por falta de recursos naturales. Además, los niveles de contaminación se dispararían de manera espectacular. Dejaríamos un mundo hipotecado a las generaciones futuras. O, mirado de otro modo, si queremos que nuestros nietos encuentren recursos en el planeta de manera que puedan continuar un estilo de vida similar al nuestro, parece que una buena parte de la humanidad tendrá que seguir viviendo en una pobreza similar a la de la actualidad. En definitiva, deseamos tres cosas que son incompatibles: un estilo de vida similar al de los países ricos; extendido a toda la humanidad; y que esta situación se mantenga indefinidamente a través de las generaciones. XXIII En las escaleras mecánicas de muchas estaciones de metro, es fácil ver anuncios con la siguiente recomendación: "suba Ud. por la derecha y deje pasar por la izquierda". La realidad se opone a esta sensata advertencia. Con frecuencia la gente se empantana a ambos lados de la escalera, conversa con su acompañante como si sólo subieran ellos dos, y si algún viajero va con prisa, no le queda más remedio que fastidiarse o pedir paso por favor. Es un ejemplo mínimo. Esas conductas no suelen provenir de mala voluntad, sino de simple inadvertencia. No estamos habituados a preguntarnos: esta conducta mía ¿qué puede significar para los demás? No hemos sido educados en esta dirección sino en la del individualismo más atroz: "si me apetece así, lo hago así, aunque se hunda el mundo". Semejante mentalidad no hace fácil la convivencia. En cualquier Autoescuela se suele enseñar como primer principio que "cada cual debe conducir de tal modo que moleste a los demás el mínimo posible". Tal consejo, puesto en práctica, acaba siendo para bien de todos. Y la vida humana, tiene mucho en común con la circulación. Otro ejemplo: últimamente hemos aprendido que el agua es un bien escaso. Si queremos salvar a nuestra península de una desertización casi irreversible, la España Norte habrá de acabar ayudando a la España Sur. Ante esas evidencias, ¿me limito a "pasar" olímpicamente? ¿O me pregunto si mi uso del agua no será exagerado, si la dilapido alegremente, y si quizá podría intentar mantener mi consumo de agua en límites que, sin 12 ser rácanos ni mezquinos, tengan en cuenta esa necesidad social? Actuar así también sería pensar en los demás. Un individuo honesto debería distinguirse por una mentalidad hondamente fraterna y comunitaria. Pero semejante mentalidad no nos viene dada con la naturaleza. Al igual que el desarrollo físico, requiere ejercicio y entrenamiento. Por si fuera poco, la mentalidad eficacista actual desacredita esas consideraciones sociales alegando que son de eficacia "mínima": que yo sea honrado, que uno procure no defraudar ni dilapidar, son cosas que "no sirven para nada" porque no cambian las grandes cifras de la macroeconomía. Argumentar que si sólo lo hago yo no servirá para nada, es desconocer que para que lleguen a hacerlo muchos, han de comenzar algunos pioneros. XXIV La erradicación de la pobreza en el Tercer Mundo, no es planteable desde opciones que pretendan el retorno a situaciones anteriores. Debe hacerse mirando hacia adelante, asumiendo los procesos históricos ya consolidados, y buscando nuevas vías de futuro para las comunidades del Tercer Mundo. Erradicar la pobreza, no es sinónimo de aliviarla, es forzar la superación de un umbral limite que permita un nuevo sistema de relación. Es asumir la lucha contra las causas que la provocan y no sólo contra sus consecuencias. Ello supone, de facto, la confrontación con los grupos de poder que la generan. Nuestra sociedad, en muchos casos, es cómplice de estos grupos de poder y por lo tanto es un deber ético comprometerse en una militancia activa para conseguir cambios radicales. Ello pasa por un compromiso para un Nuevo Orden Mundial, no sólo económico, sino también político y social a nivel internacional justo. Ello implica la reestructuración de Naciones Unidas, y su forma de intervención. Y un mayor compromiso político a nivel internacional de actuación de denuncia, incluso boicot, ante las situaciones de violación de los derechos humanos en el mundo. No se trata tan sólo de repartir con equidad las plusvalías que se generan, sino sus mecanismos de producción. Se ha de luchar por conseguir un gran pacto mundial para la erradicación de la pobreza. Los países industrializados se podrían ver beneficiados por este pacto, con una disminución del narcotráfico, del deterioro medioambiental, de la presión en la inmigración y de las amenazas nucleares. Se ha demostrado que existen recursos suficientes para erradicar la pobreza. Estos podrían venir de la redistribución de los presupuestos, de la disminución de los gastos militares y de posibles impuestos sobre los flujos financieros especulativos. Dado que es técnicamente posible erradicar la pobreza y que existen recursos suficientes para ello, si no lo hacemos estamos optando deliberadamente por el mantenimiento de la pobreza. XXV — 1. La economía puede y debe crecer indefinidamente; — 2. Si la economía crece, todos mejoran; — 3. Si cada cual busca su propio bien, una mano invisible (el mercado) logrará lo mejor para todos; — 4. El mercado permite la distribución óptima de bienes y precios más ajustados; — 5. No tiene sentido plantearse las cosas a largo plazo ya que el sistema necesita que el beneficio se haga efectivo de inmediato; — 6. El papel de los seres humanos es dominar la naturaleza, ponerla al propio servicio... 13 Todos esos principios son falsos ya que: 1) hay límites al crecimiento; 2) la economía puede crecer y, al mismo tiempo, crecer el número de parados y pobres; 3) el ir cada uno a la suya suele suponer que los más débiles quedan aplastados en esa lucha darwinista; 4) ese mercado de Adam Smith no existe ya que hay mucha información privilegiada, mucho poder, muchas relaciones personales que hacen que los participantes en el mercado... sean muy desiguales entre sí y que, al final, sólo muy pocos se aprovechen realmente; 5) plantear las cosas a corto plazo puede impedir incluso la supervivencia en el futuro; y 6) prescindir de la naturaleza es suicidarse como especie. XXVI “Qué sea la filosofía, y cuál es su valor, es cosa discutida. De ella se esperan revelaciones extraordinarias, o bien se la deja indiferentemente a un lado, como un pensar que no tiene objeto. Se la mira con respeto, como el importante quehacer de unos hombres insólitos, o bien se la desprecia como el superfluo cavilar de unos soñadores. Se la tiene por una cosa que interesa a todos y que por tanto debe ser en el fondo simple y comprensible, o bien se la tiene por tan difícil que es una desesperación el ocuparse con ella. Lo que se presenta bajo el nombre de filosofía proporciona en realidad ejemplos justificativos de tan opuestas apreciaciones. Para un hombre con fe en la ciencia, lo peor de todo es que la filosofía carezca por completo de resultados universalmente válidos y susceptibles de ser sabidos y poseídos. Mientras que las ciencias han logrado en los respectivos dominios, conocimientos imperiosamente ciertos y universalmente aceptados, nada semejante ha alcanzado la filosofía a pesar de los esfuerzos sostenidos durante milenios. Lo aceptado por todos en vista de razones imperiosas se ha convertido, como consecuencia, en un conocimiento científico; ya no es filosofía, sino algo que corresponde al dominio especial de lo cognoscible. Tampoco tiene el pensar filosófico, como lo tienen las ciencias, el carácter de un progreso creciente. Estamos, ciertamente, mucho más adelantados que Hipócrates el médico griego; pero apenas podemos decir que estamos más adelantados que Platón (...) Este hecho de que a toda criatura de la filosofía le falte, a diferencia de las ciencias, la aceptación unánime, ha de tener su raíz en la naturaleza de las cosas. La clase de certeza que cabe lograr en filosofía no es la científica, es decir la misma para todo el intelecto, sino que es cerciorarse en la consecución dentro del cual entra en juego la esencia entera del hombre. Mientras que los conocimientos científicos versan sobre sendos objetos especiales, saber de los cuales no es en modo alguno necesario para todo el mundo, trátase en la filosofía de la totalidad del ser, que interesa al hombre en cuanto hombre, trátase de una verdad que allí donde brilla hace presa más hondo que todo conocimiento científico.” XXVII La reflexión en torno al hombre ha ocupado gran parte de las preocupaciones de los filósofos de toda época y de todo lugar. Éste, el hombre, ha sido la gran preocupación de la filosofía desde sus orígenes hasta nuestros días. Preocupación por averiguar cuál es la diferencia del hombre con los animales y cómo es que el hombre ha conseguido 14 erigirse como el mayor de los seres vivos tanto por sus avances como por su relación con el medio. Que el hombre sea el mejor fruto de la cadena evolutiva no es objeto de discusión, pero que su grandeza resida en su propia naturaleza empieza a ser ya una concepción en la que definimos al hombre siguiendo unos criterios nada científicos. ¿Por qué hemos de apelar a fuerzas extrañas para definir a un ser que no deja de ser más que un animal un poco más complejo? ¿Dónde puede residir la diferencia del hombre si no es en su propia capacidad genética? Es el hombre, simplemente, un animal con un gran cerebro, una mano para fabricar utensilios y una gran capacidad de desear y para poder movilizar su propia unidad gracias a su voluntad. Es, por tanto, el hombre un ser biológico que se distingue del resto de animales en su dotación genética que le hace ser capaz de hablar y de construir artilugios que le sirvan para suplir todo lo que, por naturaleza no tiene. XXVIII Hoy en día, debido al gran avance de las máquinas capaces de procesar información (el ordenador) se nos plantea un nuevo reto desde los presupuestos filosóficos: ¿Qué diferencia existe entre el ordenador y el ser humano? La respuesta, desde nuestro punto de vista, se puede resumir en un concepto: la complejidad. El hombre posee un cerebro capaz de procesar una gran cantidad de información en virtud de unos potentes módulos de conocimiento específicos. Es este cerebro el único motor de toda actuación del hombre: un cerebro que piensa, conoce, decide y actúa. Si consiguiéramos construir un ordenador con un número de celdillas de información como el cerebro y, a su vez, una conexión en paralelo entre cada celdilla, entonces observaríamos la gran similitud entre el ordenador y el ser humano. La gran objeción a nuestra teoría es: ¿Qué pasa con los sentimientos? Estos son simples recuerdos de nuestro pasado animal, son simples distorsiones que nos hace creer en nuestra capacidad de improvisar y de crear algo nuevo. Pero eso es absurdo; el ser humano no puede ser capaz de construir su propio cerebro, ni su capacidad de habla, ni su conocimiento, ni su escucha, ni su comprensión. Sólo podremos llenar de contenido cada uno de estos términos si nacemos de un cerebro que, al nacer, ya viene con estructuras preprogramadas. La cultura lo único que hace es condicionar el lenguaje de programación concreto que vamos a reconocer. XIX El hombre es un animal siempre en busca de su plenitud. Un ser insatisfecho de lo que es y que pretende ser más, siempre más. El hombre anhela alcanzar la perfección: abandonar el estadio animal en el que no se encuentra cómodo y habitar la morada que los dioses tienen preparada para él. En esa nueva y anhelada morada el hombre se reconciliará consigo mismo. El alma humana, o la mente, es la verdadera naturaleza del hombre. Una naturaleza que se ve obstaculizada por los deseos y apetitos que hacen al hombre alejarse de su ser verdadero: su ser divino. La reconciliación ansiada del hombre se producirá cuando éste consiga dominar y controlar sus deseos gracias a su razón. Esto será posible sólo cuando construya una cultura basada en principios divinos: principios inmutables e incondicionados que le harán mantenerse fiel a sí mismo. Una cultura que 15 ayude al hombre a separarse de su propio límite gracias a un acto de voluntad que le haga encontrar su propia identidad. XXX Todos tenemos la experiencia de que los sentidos pueden engañarnos siempre y cuando nos fiemos sólo de ellos. Pero también sabemos que el ser humano gracias a una peculiar cualidad que posee es capaz de alcanzar conocimiento. Esta cualidad no es otra que la razón. Ella es la que estructura, abstrae, compara y generaliza los datos de los sentidos dando lugar a los conceptos. Estos conceptos sólo pueden ser racionales y estarán justificados en función de esa original capacidad llamada razón. Así, llamamos ciencia a cualquier conjunto de enunciados que basándose en la experiencia podamos llegar a formalizar de un modo lógico dando lugar a una verdad racional, contrastada y confirmada. XXXI La gran equivocación de la actualidad es pensar que el hombre es el auténtico garante de la realidad. Los enormes avances en técnica y en ciencia hacen que el sujeto (burgués occidental) se crea el dueño y señor de la realidad. Él se ha apropiado de la verdad, del conocimiento, de la fundamentación del saber sin darse cuenta de que la realidad se le está escapando entre los dedos. Probablemente el humano necesite una enorme dosis de humildad para ser capaz de asumir que la realidad se le escapa, que la verdad se le oculta y que la ciencia no es sino una caricatura de la realidad. 16