En este ensayo tratare la novela policial El abogado del Diablo escrita por el autor australiano Morris West. Este autor nacido en1916 y muerto hace unos pocos años en 1999, escribió este libro al igual que muchos ostros con la temática de la religión dentro de la Iglesia Católica, ya que habiendo ingresado en la orden de los hermanos maristas respiro el aire de la interna católica y puede narrar con un testimonio de experiencia propia. Este libro, escrito a fines de la segunda guerra mundial, trata sobre un sacerdote que justamente viviendo en esa época debe hacer de abogado del diablo en una canonización. Particularmente encuentro curioso como Blaise Meredith, el sacerdote, por medio del proceso de canonización de otro encuentra su propia identidad y el camino a la santidad. Para empezar esta novela se basa en los últimos meses de vida de un sacerdote perteneciente al Vaticano llamado Blaise Meredtith. Sus pensamientos y los cambios de los mismos son descriptos a lo largo de la novela, pero el punto de vista de la narración va cambiando aunque la mayor parte del libro este escrito desde la óptica del sacerdote, Meyer (el doctor), Nina Sanduzzi (la amante del santo) y la condesa entre otros son también tomados para ir cambiando el punto de vista de la historia. Por esto la novela esta divida en capítulos largos que a su vez se dividen de acuerdo con el punto de vista que se tome. Y es así como se va viendo la evolución de todos los personajes. En cuanto a lo que refiere a la vida del autor y a su relación con la novela cabe nuevamente mencionar que Morris West perteneció a la orden de los hermanos Maristas por un tiempo hasta notar que no estaba de acuerdo con algunos manejos de la Iglesia y que su opinión sobre la misma era que esta era una simple deformación de la religión católica. He aquí un testimonio escrito por el mismo Morris West donde se puede ver que esta persona era una sabio pensador y analista, aquí expresa sus sentimientos de desacuerdo hacia su maestro de novicios: ... La teología que nos predicaban era el antiguo código fundamentalista que siguió a la Reforma... En la Congregación, realicé mis primeras experiencias destinadas a lavar el cerebro humano y a doblegar el espíritu. Las practicaba mi maestro de novicios..., un anti−intelectual, afectado de ceguera espiritual, que infligió daños graves, a veces irreparables, a muchos de los jóvenes que estaban a su cargo... Y, sin embargo, aprendí mucho de él. Aprendí a guardar silencio y esperar. Aprendí la inutilidad de discutir con los sordos. Aprendí a no confundir jamás la verdad con el hombre que la predicaba o la deformaba, a sospechar siempre del evangelista... Rogué no ser nunca como él. Sabía que nunca podría creer en el Dios que él predicaba. Para alcanzar la serenidad en la cual, gracias a Dios, resido ahora, tuve que aprender a perdonarlo. Lo que no puedo perdonar y lo que jamás puedo admitir es la crueldad impersonal que las instituciones mi propia Iglesia entre ellas ejercen sobre sus miembros y que justifican con mil argumentos... He luchado contra esta crueldad la vida entera.(ver bibliografía) Es así que en la primer etapa del libro se describe la vida de Blaise Meredith en la iglesia, donde no encontraba una razón de vida ni una razón por la cual desearía no morir, donde su vida era estructurada y donde verdaderamente no lograba encontrar a Dios ni el amor de él en las personas. En sus tiempos dentro de la iglesia Blaise Meredith no se sentía necesitado por los demás ni sentía que su vida tuviera un valor para otras personas. Creyó no haber necesitado nada; creyó tenerlo todo hasta el momento en que anunciaron su muerte y se dio cuenta de que moriría sin tener razón en su vida que lo atara a querer permanecer vivo. Había sido más dichoso que la mayoría de los hombres, y si nunca pidió felicidad fue porque nunca se sintió infeliz. Hasta ahora... hasta ese momento helado bajo el sol, el primer sol primaveral de la última primavera que vería Blaise Meredith (Capítulo 1; Pág. 10) Ya a mediados del segundo capítulo esta etapa comienza a finalizar para dar lugar a los primeros cambios en 1 la vida de Blaise Meredith camino a Gemello dei Monti. Antes de llegar allí el sacerdote tiene una estadía de algunos días en casa de Aurelio H., obispo de Valenta, con quien crea grandes lazos y gracias a quien comienza a comprender el significado de compañerismo y de dependencia. Tanto que hasta asegura haber pasado junto a el los días mas felices de su vida hasta ese momento. Tan fuertes son los lazos que los unen que al final cuando Blaise Meredith muere, es Aurelio quien relata la carta expresando los deseos de Blaise en cuanto a la distribución de sus bienes. Siento su muerte como he sentido la de poco hombres. Lo lloro como un hermano que llego a ser para mi. (Capítulo 15; Pág. 298) A continuación su próximo cambio o su próximo contacto cercano con el corazón de una persona se da al conocer a Meyer, el doctor que lo cuidaría en su estadía en Gemello Minore. Ambos encuentran en el otro una persona con quien compartir sus pensamientos y opiniones. En caso de Meyer, Meredith experimento la misma relajación de nervios e igual intimidad que en la casa de Auerelio el obispo. Sintió la misma gratitud, pero más rápida y menos conciente (Capítulo 9; Pág. 170) Esta amistad se va desarrollando a lo largo de la novela con las confesiones de Meyer y el cuidado del mismo sobre Blaise Meredith. Luego de estos dos cambios Meredith se da cuenta de lo necesaria que era la amistad y de lo dispuesto que estaba a recorrer el camino para encontrarla. Simultáneamente se empieza a encontrar lo policial de la novela, el misterio y la investigación, la búsqueda de la verdad. Se empieza a conocer la historia de Giacomo Nerone a través de los testimonios orales, de sus allegados, y escritos pertenecientes a este mismo. El suspenso que se va desarrollando a través de todo esto hace que el lector se interne en la novela y no quiera dejar de leerla. Ahora bien, volviendo al punto anterior Meredith experimenta un tercer cambio en el que ayuda al padre Anselmo, sacerdote en Gemello Minore. Este padre era una persona escasa en dinero por lo que no podía comprar una cama ni las sabanas para dormir separado de Rosa, quien lo acompañaba en su vida y por lo cual era juzgado en el pueblo. Era terrible pensar que un hombre hubiera caído en la desesperanza y la condenación por que no podía comprar un par de cobijas. De pronto, el caso de Giacomo Nerone le pareció pequeño e insignificante al lado del caso del padre Anselmo. (Capítulo 10; Pág. 186) Fue Blaise Meredith quien dándose cuenta que el mundo lo necesitaba decidió dejar al padre Anselmo cien mil liras que para el no tenían utilidad ya que moriría en tres meses y no tendría persona que reclamara su herencia. La voz parecía pertenecer a otra persona, no a Blaise Meredith el frío miembro de la Congregación de Ritos (Capítulo 10; Pág. 187) Por lo que refiere a Anne Louise de Sanctis, la condesa, Meredith la ayuda de manera que esta reflexionara sobre el cambio que pensaba hacer. Le dice que no vaya a Roma porque ahí no sería bien vista como mujer soltera y sin hijos. En cambio le aconseja irse a Londres donde podría buscar amigos y quizas un hombre, no solo para acostarse con el sino para casarse y para que la ame. Por consiguiente le dice que no tenga miedo a quedar sola y que sepa afrontar la muerte por que si la encaramos tratando de ver que hay millones de seres como nosotros y olvidamos nuestras preocupaciones, descubrimos que ya no estamos solos y aunque estemos muriendo nos vamos acompañados. 2 Algunnos somos muy estúpidos y a veces necesitamos toda la vida para aprender las lecciones más sencillas. (Capítulo 14, Pág. 286) Hay que hacer notar las similitudes de la situación de Blaise Meredith y Giacomo Nerone, el santo que él estaba investigando. Giacomo llego sin que nadie supiera quien era, de donde venía ni que era de su vida; mientras que Meredith llega sin saber él mismo quien era, para qué existía o que era de su vida, llego allí para responderse todo esto. Giacomo cuando llega a Gemello Minore encuentra, al igual que Meredith, la forma de darse a los demás. Descubre que es único en el mundo, por eso lo necesitan y por esa misma razón Dios le dio la vida. Ambos logran un contacto especial con la gente del pueblo y logran ayudar profundamente a muchos de ellos. Por último cabe decir que Blaise Meredith muere pidiendo ser enterrado en Gemello minore ya que allí había encontrado su verdadera vida. A lo largo de su estadía en el pueblo fue descubriendo diferentes aspectos de su persona que ni siquiera él conocía llegando al fin de su vida rodeado de la gente que le había hecho notar que no estaba lejos del camino a la santidad. En definitiva Blaise Meredith vivió prácticamente toda su vida pensando que lo sabía todo y que no le hacía falta nada para llenar su espíritu, pero al enterarse que está viviendo los últimos meses de su vida se da cuenta que le falta mucho más de lo que el creía para llegar a conocerse a si mismo y completar el camino hacia Dios. Se encuentra entonces involucrado en el proceso de canonización de un santo cuando comienza a ver las cosas más claras y a comprender el significado de amor a otra personas. Debido también al cambio de ambiente y el contacto con personas más necesitadas, comienza a descubrirse él también más necesitado y a descubrir más el rostro misericordioso de Dios, descubre el valor del otro y su lugar en el ciclo de la vida. Su vida cambia a través de su comprensión del dolor de otros y la forma en que sufre junto a ellos y los ayuda; encuentra el sentido del dolor propio y ajeno. Desarrolla mucho más el ponerse en el lugar del otro y comprometerse a ser alguien en sus vidas. Su inteligencia se torna pura y su corazón noble tanto que logra sanar las heridas propias y ajenas. A través de todos estos cambios logra morir sintiéndose orgulloso de si mismo y sus últimos meses de vida. Es por eso que debo nuevamente decir que a través del proceso de canonización de Giacomo Nerone, Blaise Meredith encuentra su propia identidad y el camino a la santidad. Permita que me entierren en Gemello Minore, aquí por primera vez me he encontrado a mi mismo como hombre y como sacerdote (Capítulo 14; Pág. 280) 3