Desde el aula • blogspot Un cuaderno de trabajo sobre cultura, educación, arte y sociedad Link: http://desdeelaula.blogspot.com/search?q=biblos 11 de marzo de 2008 Néstor Luis Cordero La invención de la filosofía. Una introducción a la filosofía antigua Colección Filosofía Por Jorge Warley Néstor Luis Cordero encamina su introducción a la filosofía antigua a partir de unas cuantas certidumbres incontrastables. En primer lugar recorta el suyo con la precisión de la que carecen otros “objetos de estudio”: la filosofía antigua nació en el 585 a.C. y murió en el 529 d.C., cuando un decreto del emperador Justiniano prohibió enseñar filosofía a los no cristianos con lo cual se cerró la célebre Academia platónica en Atenas En segundo lugar, y en relación con el anterior, sostiene que a diferencia de otros quehaceres humanos, como la música, la poesía o la ciencia, existen los datos empíricos que posibilitan el fechado y la ubicación en el tiempo y espacio del nacimiento de la filosofía: ocurrió en el siglo VI antes de Cristo en la pólis de Mileto, Jonia, hoy parte del territorio de Turquía, en aquel entonces de Grecia. La lengua en la que se forjó el desarrollo del saber filosófico es la griega (recién unas pocas décadas antes de nuestra era el filósofo romano Lucrecio tentó otra posibilidad expresiva) y el contexto que determina su surgimiento está dado por ciertas coordenadas bastante precisas en lo que respecta a la determinación económica y el ordenamiento político y social. Existe también un primer nombre: Tales. A partir de esta esquematización básica Cordero se dedica a desplegar un minucioso trabajo pedagógico y de develamiento. Todo el texto está cargado de las pausas, los énfasis y destaques propios del profesor que quiere asegurarse de que la lección esté orientada con buen rumbo y así será recibida por sus destinatarios. El esfuerzo es doble en la medida en que a Cordero le interesa particularmente ir deshaciendo en el camino de la exposición un conjunto de lugares comunes acerca de aquel universo que se vienen repitiendo desde siempre. A partir de la revisión es posible enterarse de que en realidad demos no remite, como suele gustarle subrayar a Mariano Grondona, a “pueblo”, sino más bien a nuestro barrio, lo cual permite advertir otra significación en un sistema político que se organizaba a partir de la reunión asamblearia de los representantes o delegados de los diferentes demos. Pacientemente, y con un manejo erudito de la lengua griega en el momento mismo de la creación de su vocabulario, Cordero intenta demostrar el carácter eminentemente práctico y dinámico de aquella civilización, y en la reconstrucción logra dotar de movilidad y aceleración a un mundo del cual otros manuales e historias predican más bien su conservadora inmovilidad. Así ocurre, por ejemplo, con una palabra clave como “teoría” que Cordero muestra en su origen como no inmediatamente contenida en la mera actividad de la especulación contemplativa como más tarde quedará fijada. E incluso con otro término clave como “ser”, que antes que duro sustantivo tenía más bien la resonancia verboidal durativa de un mucho más inapresable gerundio, “siendo”. En el comienzo Cordero pasa rápidamente por los poemas homéricos y por Hesíodo, sobre todo con el objetivo de demostrar, de manera bien tajante, que la filosofía griega no es una etapa que siguió a un pensamiento mítico o religioso anterior sino que en realidad nada tiene que ver con él, cuán poco se sabe y se puede argumentar con mínima base empírica acerca de eso que suele llamarse “mitología griega” como si se mentara un todo coherente, y la distinción del desarrollo griego con la base religiosa que ha nutrido a otras civilizaciones de la Antigüedad. El empeño está destinado a, subrayándolo con la mayor precisión posible en pocas páginas, dar cuenta del carácter excepcional del mundo que hizo posible la filosofía. El grueso del volumen está constituido por una docena de capítulos en los cuales se pasa revista a los sistemas de pensamiento de los llamados pensadores presocráticos, Tales, Anaxímenes, los primeros pitagóricos, Jenófanes, Heráclito, Parménides, Zenón, Meliso, Empédocles, Anaxágoras, los primeros atomistas, los “sofistas”, Sócrates, Platón, Aristóteles y los filósofos helenistas: siempre el intento es el de despejar la paja del trigo y encontrar en cada uno de ellos dos o tres puntos centrales que permitan reconstruir al lector el núcleo de la particular observación del “todo” desarrollada por cada uno de estos pensadores. En muchos casos se multiplican los encontronazos polémicos con ciertos acercamientos ya cristalizados para hablar de estos filósofos, razón por la cual el texto abre también la posibilidad de contrastar versiones, interpretaciones y acercamientos. Quizás escandalosamente para algunos, el texto abre con un epígrafe tomado del tango de Manuel Romero, “¿Te acordás, hermano? / ¡Qué tiempos aquellos!”, que adelanta, quizás exagerando, una cierta presentación informal de los temas y problemas de la filosofía antigua; esa estrategia (pedagógica si se quiere) de acercamiento y seducción a poco andar de la lectura deja entrever el saber producto de años de trabajo e infinidad de lecturas que permanece como sedimento debajo de cada párrafo más allá de la felicidad o no de su resolución en la superficie del estilo. Son muchas las introducciones a la filosofía antigua existentes, no tantas si lo que se busca es verdaderamente aprender de y sobre ella y no que constituyan simplemente un soporte de papel donde se confirma una vez más lo que ya se sabe y la memoria se limita a refrescar algunas fechas y títulos. La invención de la filosofía. Una introducción a la filosofía antigua de Néstor Luis Cordero está llamado a ser una de esas pocas en las que se puede aprender de verdad y que invitan todo el tiempo a rever lo ya visto y robarle ideas para que el ejercicio del pensamiento siga su natural curso.