Año: 31, 1989 No. 691 Los Nuevos Ludditas Por Juan F. Bendfeldt Todos saben que las máquinas causan desempleo, o ¿no es así? Los hechos son muy simples de ver. Por ejemplo: en una finca en la que se siembra maíz, la limpia de una hectárea se hace con sesenta horas-hombre utilizando el tradicional azadón y rastrillo, Si se hace con un tractor y rastra, se hace en una horahombre. El tractor permite ya no utilizar 59 horas-hombre. O lo que es lo mismo, si antes la limpia se hacia en una hora con sesenta hombres, ahora se puede hacer en una hora con solamente un operario. Definitivamente el tractor desplazó a 59 de cada sesenta hombres. Si hiciéramos un recuento completo a través del proceso del cultivo del maíz introduciendo la utilización de arados mecanizados, sembradoras, abonadoras, deshierbadoras, escardadoras, cosechadoras, destuzadoras, desgranadoras y secadoras, resulta la comparación siguiente. Con el proceso manual tradicional se utilizan alrededor de 450 horas-hombre por hectárea ara el cultivo del maíz, Si se mecaniza el proceso, se utilizan poco más que 5 horashombre. En ambos casos el producto por hectárea es de 70 quintales de grano. Lo que podemos ver que sucede es que las máquinas permiten lograr la misma producción con un mucho menor consumo de trabajo. La conclusión, entonces, es que las máquinas desplazan a los trabajadores. Es decir, la mecanización del trabajo causa desempleo. Esa conclusión es cierta si se limita el análisis a observar cómo una finca se mecaniza. Si antes requería muchos trabajadores, ahora que tiene máquinas requiere menos. Al introducir las máquinas tiene que desemplear a quienes antes empleaba. Los primeros que se dan cuenta de esa simple realidad son los trabajadores que quedan cesantes y se enfrentan a una dura realidad, dislocación e incertidumbre económica. Su insatisfacción es fácil de canalizar en fuerzas que eventualmente acusan a las máquinas y al empresario como la causa de sus problemas. Ese es el caso de los LUDDITAS, antiguos y presentes. Su posición a favor de la estabilidad laboral representa una amenaza al progreso de todos los miembros de la sociedad. Una cosa fue esgrimir esos argumentos cuando la ciencia económica estaba aún a oscuras. Otra es seguirlos esgrimiendo hoy día. A principios del siglo XIX, en Inglaterra se organizaron huelgas y turbas armadas de palos que entraban a las fábricas y destruían las instalaciones. Incendiaban las nuevas máquinas mientras la gente les aplaudía. Al fin de cuentas, lo que hacían era proteger sus empleos. Todo esto sucedió en las zonas de Inglaterra en donde más se desarrollaba la nueva industria textil. Los LUDDITAS fueron reprimidos con todo brutalidad, con la misma violencia que habían engendrado. Cuando hemos aceptado la premisa básica de que las maquinas son causante de desempleo, no dejamos de sentir alguna simpatía por las acciones de quienes las atacan. A fin de cuentas, ¿quién quiere el desempleo y el hambre? Hay algo, no obstante, que no está correcto en ese razonamiento. Si lo vemos desde el punto de vista del campesino, dueño de la hectárea de tierra, y no desde el empleado en la gran hacienda, la máquina presenta otra perspectiva. Sin las máquinas el campesino se tardarla él solo 450 horas sudando en su parcela. Las máquinas le permiten hacer el mismo trabajo con solamente cinco horas de trabajo. ¿Tiene él algún beneficio? SI ahorrarse 445 horas de su vida que ahora puede dedicar a otra cosa no es un beneficio, entonces no hay lógica que valga. De hecho, lo que las máquinas hicieron fue liberarlo del trabajo. Si esto es lo que hacen para un individuo, ¿cómo explicar que socialmente son malas? Parece una paradoja. La verdad, aunque mucha gente cae en la misma trampa de lo obvio en que cayeron quienes apoyaron a los LUDDITAS, no era necesaria descubrirla en la teoría. Los hechos mismos debieron haber sido una lección suficiente para saber por dónde buscar la respuesta a la paradoja. El economista e insigne periodista Henry Hazlitt, en su popular obra La economía en una lección nos da la siguiente ilustración. En 1760 se inventó una nueva máquina para hacer hilo de algodón. En esa época había en toda Inglaterra 5,200 hilanderas que hacían hilo a mano en tornos y ruecas, como se venia haciendo desde hacia milenios. Había también 2,700 tejedores que hacían tela en telares de pedales, como los que se usan en la fabricaci6n de ponchos en Momostenango. Es decir, había un total de 7,900 personas empleadas en la industria de la fabricación de tela de algodón. Al Introducirse las máquinas, el número de personas empleadas en esta Industria debió haberse reducido dramáticamente. No fue así. Veintisiete años después de introducidas las nuevas máquinas de hilar, sumadas a los cambios que provocaron las máquinas de tejer impulsadas a vapor, una investigación parlamentaria mostró que el número de personas empleadas en el hilado y tejido de algodón había ascendido a 320,000. Es decir, un aumento del 4,400 por ciento. Y ese ejemplo puede multiplicares por miles de veces para explicar el progreso que conocemos en el siglo veinte. Si las máquinas y la tecnología fueran realmente una cosa indeseable, lo que debemos hacer es destruir todas las fábricas, todas las máquinas, y en general, todas aquellas cosas que la humanidad entera ha inventado para ahorrarse trabajo. Es decir, para estar mejor, lo que debemos hacer es regresar a las cavernas. Esta conclusión, que es la conclusión necesaria de los argumentos LUDDITAS, es un absurdo. No obstante, los LUDDITAS siguen esgrimiendo sus argumentos en contra de las máquinas. Hace tan solamente veinte años que las computadoras fueron señaladas como el mayor peligro que enfrentaba la clase trabajadora. Miles de secretarias serian desplazadas de sus oficinas por las máquinas. Hoy día la robótica es la amenaza que se cierne sobre los obreros. Y el desempleo no se produce. LOS ARGUMENTOS LUDDITAS contra las máquinas nos resultan absurdos cuando vemos que se pretende buscar el empleo de las fuerzas de trabajo destruyendo los instrumentos que hacen que el trabajo sea más productivo y soportable. Es por eso que los LUDDITAS de hoy ya no recurren a la destrucción de las fábricas y de las máquinas. Lo que han logrado hacer es prevenir el cambio, evitar que las máquinas nuevas se instalen. En lugar de quemar las fábricas lo que han hecho es quemar la oportunidad que habría permitido la introducción de nuevas tecnologías. El resultado es el mismo: lo que se destruye es la oportunidad para aumentar la productividad y progresar. Cuando las empresas amenazadas por la competencia se ven en peligro de cerrar, lo que causarla desempleo porque ya se introdujeron cambios en tecnología, inevitablemente buscan una renta que les permita seguir operando «para no despedir a sus trabajadores». Eso lo logran de varias maneras. Las más conocidas son la obtención de privilegios fiscales que compensan sus altos costos de producción por el uso de tecnología anticuada. Otra es la obtención de subsidios directos, y una tercera es la obtención de privilegios monopólicos que limitarían la amenaza de la competencia. Estas tres formas combinadas son fundamentalmente la filosofía que ha generado el proteccionismo, mal llamado «política de fomento industrial». Cuando GINSA anuncia, no se refiere a sus llantas, ni a sus «bajos» precios, ni a su «alta» calidad. Siempre anuncia todas las «plazas de trabajo que genera», «las familias que sostiene», «los proveedores a quienes da trabajo», etc. La verdad se ha encubierto. Los nuevos LUDDITAS están más cerca de lo que usted cree. Tenga cuidado porque lo pueden quemar, aunque ahora no lo hagan con antorchas. EL ORIGEN DE LAS MAQUINAS «Una gran parte de las máquinas empleadas en las manufacturas fueron al principio invento de artesanos comunes, pues hallándose ocupado cada uno de ellos en una operación sencilla, toda su imaginación se concentraba en la búsqueda de métodos rápidos y fáciles para ejecutarla». «Esto no quiere decir, sin embargo, que todos los adelantos en la maquinaria hayan sido inventados por quienes tuvieron la oportunidad de usarlas. Muchos de esos progresos se deben al ingenio de los fabricantes, que han convertido en un negocio particular la producción de máquinas». Adam Smith, «La riqueza de las Naciones» 1776 El Centro de Estudios Económico-Sociales, CEES, fue fundado en 1959. Es una entidad privada, cultural y académica , cuyos fines son sin afan de lucro, apoliticos y no religiosos. Con sus publicaciones contribuye al estudio de los problemas económicosociales y de sus soluciones, y a difundir la filosofia de la libertad. Apto. Postal 652, Guatemala, Guatemala correo electrónico: cees@cees.org.gt http://www.cees.org.gt Permitida su Reproducción educativos y citando la fuente. con fines