GLOSAS A LAS ADVERTENCIAS DE LA HERMANA MARINA JOSEFA DE LA CRUZ Introducción En la Edad Media, a pesar del inmenso respeto que se tenía a los libros, se consideraba que los textos escritos eran materiales vivos, en continua creación y recreación. Cualquier copista podía eliminar una parte que no le gustara (o no le resultara conveniente) de un texto o añadir sus ideas y opiniones sin la necesidad de indicar que había alterado lo ya escrito. Las traducciones eran tan libres que se tenía siempre en cuenta el nombre del traductor y su papel no era el de traducir literalmente, sino el de adaptar el texto a su realidad concreta, a su lengua, a su país y, por supuesto, al momento histórico. Con los que he llamado “breves comentarios” a los textos de la hermana Marina, no he querido ser tan pretenciosa. En realidad, simplemente han sido reflexiones, palabras nacidas de horas de oración con los escritos de nuestra hermana. No exagero si digo que para mi son el gran legado espiritual de nuestra Congregación. Tienen una fuerza, una vida y, sobre todo, un amor a Dios nacido de la experiencia, que han conseguido sobrecogerme y hacerme dar gracias a Dios porque me ha permitido acercarme a ellos. A veces, en nuestros días, tenemos la tentación de asustarnos ante el futuro, el futuro de la sociedad, de la Iglesia, la Congregación ... Creer que el futuro está habitado por Dios no siempre es fácil. Sin embargo, en la hermana Marina tenemos al alcance de la mano contemplar a una mujer que dejó su Bujalance natal para embarcarse en el proyecto que Dios había dado al Padre Luis. Un proyecto que era algo nuevo, que no sabían si funcionaría. Pero ella, junto a Isabel del Santísimo Sacramento y a nuestro fundador, comenzó una vida de confianza y entrega. La hermana Marina tiene mucho que decirnos hoy a cada una de nosotras. El simple hecho de acercarnos a las páginas de esta santa es ya un privilegio, pues indudablemente son escritos de una belleza, claridad e intuición inigualables. La hermana Marina da un giro en la mediocre vida religiosa que se estaba viviendo en los años en los que ella y las primeras hermanas comenzaron su andadura. Su lenguaje y la vida que emanan nos ayudarán sin duda, en nuestras vidas. Objetivo de las “glosas” Lo fundamental para nosotras será acercarnos al Señor pero acompañadas de una mujer que fue una discípula ejemplar del Maestro, que vio nacer nuestro Carisma y que supo transmitírnoslo en sus escritos. Por tanto, la invitación es a la oración, la reflexión, la lectura, de manera que la hermana Marina esté especialmente presente en nuestra vida en cada momento. Mi aportación a todo esto va a ser muy pobre. Como cada una de vosotras, hoy estamos llamadas a ser “traductoras”, no sólo de los escritos de la hermana Marina, sino también de nuestros fundadores, del Carisma, del Evangelio, de los acontecimientos de nuestro mundo... Para que podamos seguir siendo signo de quien nos amó primero, teniendo la certeza de que, en realidad, todo está en manos de Dios. Gracias. Madrid, junio de 2003 Inmaculada García Capítulo I: Elección de la Hermana Mayor, duración de su oficio y sujeción que le han de tener Un breve comentario Cuando la hermana Marina comenta el capítulo primero de las Constituciones del Padre Luis no habla sólo de la hermana mayor ni a la hermana mayor, aunque pueda sorprendernos por el título. Cada palabra va dirigida a la comunidad y especialmente a todas y cada una de nosotras. Hay una serie de palabras que resuenan en este capítulo y que pueden ayudarnos a entenderlo, a orarlo y a vivirlo: desapego, humildad, dulzura, afabilidad, corrección y una palabra fundamental en los escritos de la Hermana Marina: obediencia. Recomienda el desapego en las hermanas que eligen a la superiora, pero también en la elegida que debe tener su corazón muy lejos del deseo de mandar. Pero, ¿qué quiere decir exactamente con esto del desapego? Ella misma nos da la mejor definición: sólo mirando a Dios. No dejándonos llevar por afectos, opiniones, prejuicios... (nº 1). La humildad será otra constante en los escritos de Marina, una humildad que lleva a las manos de Dios por medio de María. Humildad que se concretará en la paciencia, en saber sobrellevar las dificultades con alegría (nº 1), en la mansedumbre (nº 6) y en la abnegación, negarnos a nosotras para afirmar a Dios (nº9). Dulzura y afabilidad (nº2) son fundamentales en la comunidad que nos invita a construir la hermana Marina, una comunidad exigente y cumplidora de la Regla (nº 3), pero en la que estas virtudes son muy importantes. Dice el diccionario que la persona afable es aquella que es agradable, dulce, suave en la conversación y el trato. Todas tenemos nuestros momentos de afabilidad, pero también nuestros momentos de no saber decir las cosas como quien ama y es llamada al amor. La corrección fraterna es otra de las protagonistas de este capítulo, casi todo él dedicado a dar ejemplos (de una belleza y una expresividad exquisitas) de ella. La hermana Marina nos presenta una corrección que es en todo momento diálogo, y diálogo es hablar y escuchar (nº 6), diálogo que enseña (nº 5, 6) y que, a veces, también es renuncia a nuestra voluntad (nº 7, 8 y 9). Se nos presenta a una Hermana Mayor y a unas súbditas dispuestas a dialogar y a recibir la corrección, la misma superiora puede ser humildemente corregida por sus hermanas, como nos dice al final del nº 7. La obediencia será el gran tema de la Hermana Marina, aparece constantemente y está claro que es fruto de su experiencia como consagrada. En este primer capítulo empezamos a vislumbrar lo que es la obediencia para ella, pero se nos irá enriqueciendo el contenido de este consejo a medida que sigamos avanzando. Pues bien, la obediencia de la que habla Marina es diálogo, apertura y abnegación. Son palabras que en nuestros días nos pueden sonar ya a manidas, a sobreentendidas, algo que nos resulta obvio, aunque no siempre es así. Ya hemos comentado algo del diálogo y la abnegación. En cuanto a la apertura algo podemos ver en esta sencilla frase del nº 6: Podrá suceder el caso que la Prelada, con justísimo motivo, anteponga o posponga en algún día la hora en que ordinariamente se cumplen los ejercicios. Esto que puede parecernos, simplemente, que no pasa nada por adelantar la hora de vísperas, puede tener un significado más profundo para aquella comunidad y para las nuestras. Nos da a entender ya una forma abierta y dinámica de entender la Regla, y por lo tanto también la vida que rige esa Regla. En el siglo XVIII pocas comunidades religiosas entendían la obediencia como búsqueda, diálogo,... Que el Padre Luis, vea ya esto y las primeras hermanas así lo entiendan es una invitación a que nosotras vivamos en el siglo XXI por lo menos, con apertura, sin dejarnos llevar de los ritos de nuestro tiempo: seguridades, comodidad, desesperanza, individualismo... sino con desapego, afabilidad y obediencia. Algunos textos para la oración Mc 9, 33-37: Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos. 1Co 1, 26-31: ¡Mirad hermanos, quiénes habéis sido llamados! 1Jn 2, 3-6: Quien guarda su Palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha llegado a su plenitud. Mt 5, 17-19: No he venido a abolir la ley, sino a dar cumplimiento. Sab 6,1-3. 9-11: Desead, pues, mis palabras; ansiadlas, que ellas os instruirán. Capítulo II: De las cualidades que han de tener las que hubieren de entrar. Modo de admitirlas ... Un breve comentario Las Advertencias del capítulo II son un verdadero tratado sobre la abnegación y la Voluntad de Dios. Pero quisiera empezar con una oración que hace la hermana Marina en el número 6: ¡Dios y Señor mío! ¡Iluminad nuestros ojos para ver vuestros caminos y haced que conozcamos cuán desabrido es el camino de la propia voluntad y cuán lleno de espirituales delicias, seguir la propia negación!. En los primeros números propone a la comunidad la actitud que debe tener ante la admisión de nuevas hermanas: deben estar de parte del desasimiento, teniendo por único objeto y mira la honra y gloria de Dios (nº 1). No se debe aceptar en la casa a nadie porque pueda aportar bienes materiales, Dios siempre provee; tampoco deben entrar las que se miran demasiado a sí mismas; ni las virtuosas, que tienen apego a los ejercicios de su devoción (...) porque no hay peor cosa que la propia voluntad, y más cuando viene embozada con capa de virtud (nº 4). Deben ser mujeres preparadas para el trabajo que van a realizar. Después de dar estas y otras indicaciones entra la hermana Marina a explicar lo que para ella es la vida según la Voluntad de Dios. Aconseja que si alguna hubiera entrado y después del tiempo de aprobación no pudiera soportar la obediencia, no debe marcharse, sino arriesgarse: tome una resolución valiente, asiéndose a Dios y confiando en que su santo amor y temor todo lo puede (nº 5). Esta resolución no es otra cosa que aceptar la gracia de Dios para luchar contra la propia voluntad y dejar la vida en manos del Señor. La muerte de la propia voluntad será difícil pero el premio lo será grande y terminará como San Pablo: viviendo en Cristo. La hermana Marina nos cuenta lo agradable que es vivir según la Voluntad del que nos ha amado, dice que es un mar de suavidades (nº 6). Dirá mucho más en el número 7: la que es capaz de renunciar a su propio designio tiene un lugar en los palacios celestiales, allí hayan por habitación a todo un Dios. Utilizando el lenguaje de su época no nos puede decir de manera más bella, que el mismo Dios se nos regala, se nos da todo él cuando estamos abiertas a su Palabra y no a la nuestra. Para la hermana Marina este Dios es un Dios enamorado. En el número 8 nos va a explicar todo lo que viene diciendo pero al estilo de Jesús, con una parábola, o al estilo de Santa Teresa y sus imágenes. La hermana Marina nos pone en un camino hacia un banquete en un palacio muy hermoso donde habita el mejor de los señores. En el camino hay trabajos y esfuerzos, pero también la gracia y la fortaleza de quien invita, que se verán siempre recompensados cuando lleguemos a nuestra meta. Dicen que los cuentos fantásticos son sólo una visión diferente y literaturizada de nuestra realidad, la hermana Marina nos está regalando un cuento en el que nos narra cómo Dios está en nuestro camino y nos invita a retirar los asimientos, apegos y quereres del propio juicio y voluntad (nº 9). Merece la pena leer este pequeño relato. Termina la hermana Marina el comentario de este capítulo haciéndonos una nueva llamada a la obediencia, pero primero nos quiere dejar claro que: Engaño es entender consiste el agradar a Dios, en aplicarse a muchísimos ejercicios de virtud; con uno sólo que es la negación a las pasiones y la propia voluntad, se hallan a menos trabajo y costo todos los gustos de Dios (nº 10). Nos recuerda lo que quizás puede ser para nosotras una oración, que a Dios le agrada más la obediencia que el sacrificio (nº 10). Y deja claro, por si a alguna se nos olvida, que Dios habla en las mediaciones: no oye a su Majestad quien no oye a su superior (nº 10). Termino este comentario con la agradable sensación de haber glosado pobremente uno de los escritos más hermosos que he orado. Algunos textos para la oración Mt 6, 31-34: Buscad primero el Reino de Dios y su justicia. Mt 7, 13-14. 21-23: Entrad por la puerta estrecha (...) El que haga la voluntad de mi Padre ... Lc 10, 42: María ha elegido la parte buena. Rom 8, 26-28: El Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Ef 3, 17-19: Arraigados y cimentados en el amor. Sal 119 (118): Corro por el camino de tus mandamientos porque tú dilatas mi corazón. Capítulo III: De los ejercicios de cada día: oración, examen de conciencia y principal fin a que han de aspirar las Hermanas de esta Casa Un breve comentario A pesar del nombre de este capítulo tercero, en él nos encontramos ante toda una propuesta de Proyecto Comunitario, porque aquí la hermana Marina va a hablar de cómo debemos vivir los ámbitos más importantes de nuestra vida: comunidad, trabajo, oración ... Y la llave de la perfección en todos estos aspectos es el amor a Dios y al prójimo. Y ese amor debe llenarnos toda la existencia. A veces en nuestra cotidianidad pedimos muchas cosas o nos sentimos insatisfechas; para la hermana Marina el hecho de pertenecer a la Iglesia, a Cristo y ser hijas de María bastaba para deshacernos en su amor (nº 1). Además, Dios nos bendice con la vocación a estar a su servicio. Dónde ejercitar ese amor que Dios nos tiene y recomienda. Primero en la comunidad, queriéndose unas a otras en Dios, por Dios y para Dios (nº 2). El amor del que está hablando la hermana Marina es el mismo de Jesús en el Evangelio y de Pablo en sus cartas, un amor que nace de Dios y por tanto es generoso, afable, que busca siempre el bien de los demás, que está muchas veces por encima de nuestros deseos humanos. Así, el camino del amor es también en muchas ocasiones el camino de la propia negación, como nos dice en el número 3, el del servicio y la aceptación de todo tipo de trabajo, como recomendaba el Padre Cosme a las hermanas del Colegio de la Piedad. Otro lugar privilegiado para amar al prójimo es en las niñas. La hermana Marina da pocas pero consistentes reglas para tratar a las alumnas, hablará de paciencia, discreción, prudencia ... Las niñas son expresión del amor de Dios en cuyo precio gastó los tesoros infinitos de su poder y de su amor (nº 4), y ese amor es el fundamento y pilar de la enseñanza de las hermanas, que deben enseñar con el corazón puesto en el Señor y agradeciendo siempre la posibilidad de llevar a otros a Dios. A partir del número 5 la hermana Marina nos va a hablar de la oración, siendo una pieza fundamental en cada hermana el examen de conciencia, motor de una sana vida espiritual. El examen es el medio que propone para que nuestra oración y nuestra vida sean según Dios. El punto de referencia en ese examen es siempre el amor; la caridad es la que lo mide todo. El examen es un acercamiento a nuestra realidad para eliminar todo tipo de apegos porque sólo un corazón libre y abierto a Dios se deja guiar por su Voluntad. Por eso insiste en que nuestro examen vaya a las cosas concretas, no sólo a generalidades. La hermana Marina advierte y ejemplifica que no podemos perdernos en menudencias y pasioncillas (nº 6), porque estas cosas nos pueden apartar de Dios en quien debemos tener nuestro corazón indiviso. Muchas veces también nosotras nos perdemos en menudencias, intereses, discusiones ... y tal vez perdemos de vista lo verdaderamente importante, que es Dios y su Reino. Y detrás de todo el tema del examen, pone la hermana Marina el buen ejemplo. Las hermanas, las que viven a nuestro lado, deben notar y celebrar que el examen da sus frutos, que la persona está cada día más abierta a Dios. El buen ejemplo será aliciente en la comunidad para una vida de seguimiento más pleno de Jesús (nº 7). En el número 8, de nuevo, nos recuerda cuál es el secreto del amor de Dios que se derrama en la oración y en la vida: estar totalmente abiertas a Él y a lo que Él quiera, no teniendo más Voluntad que la suya. Así nuestra existencia estará llena de los frutos de la oración que no son otros que vivir la vida del Señor: humildad, entrega a la Voluntad del Padre, amor, predicación, camino en hermandad, subversión de los valores establecidos, cruz, muerte y resurrección. Y como nuestro tiempo es de Dios, qué mejor que dedicarle a Él cada vez más tiempo en la oración, la comunidad, el trabajo, la celebración ...(nº 9) Algunos textos para la oración Jn 4, 10: Si conocieras el don de Dios ... 1 Cor 13, 1-13: La caridad no acaba nunca. Mt 5, 16: Brille así vuestra luz. Mt 6, 5-8: Vuestro Padre sabe lo que necesitáis. Col 3, 12-15: Revestíos del amor. Lc 10, 25-37: Vete y haz tú lo mismo. Capítulo IV: De los ejercicios de cada semana, cada mes y cada año. Confesiones, comuniones, disciplinas, ayunos, cédulas y elección de virtudes. (Parte primera). Un breve comentario Es difícil sintetizar o comentar un capítulo tan denso y con tanto contenido como este capítulo IV, muy relacionado con el anterior. Pero si pudiera resumirlo en tres palabras, sin lugar a dudas serían: agradecimiento, perdón y humildad. Tres palabras que nos acercan a Dios, que nos ayudan a negarnos, que nos permiten vivir en comunidad y que podían ayudar a las hermanas de aquellos tiempos (y a las de estos) a no perderse en preceptivas, ayunos y penitencias. Agradecimiento a Dios porque nos ha llamado a su servicio, no porque nos necesite sino porque nos ama. La hermana Marina repite esta idea en otros momentos, se nota que era una mujer que vivía agradecida a Dios por su vocación, por ser amada, por estar donde estaba. Este agradecimiento se engrandece por el gran regalo de Jesús en la Eucaristía; y para estar preparadas para recibir al Señor nos pone un modelo: la Santísima Virgen. María aceptó en su vida normas, prejuicios, sufrimientos, y un largo caminar tras su Hijo; siendo la Madre de Dios. Nosotras, obrando como ella y aceptando lo que Dios pone en nuestra vida, no hacemos sino prepararnos para ese camino que sube a Jerusalén. Y volvemos a agradecer que nos ha puesto este altísimo empleo para enriquecernos de bienes, dignándose de que le amemos. (Nº 2). Este amor, este agradecimiento debe notarse en nuestro dolor por los pecados cometidos que nos apartan de Él y de la comunidad. La confesión y la preparación para la confesión no será limpiar nuestra conciencia para quedarnos tranquilas, sino que no es otra cosa que prepararnos para Él, para que en nuestro espíritu Dios more como en casa propia (nº 3). En la confesión empezamos a practicar lo que ella tanto recomienda: la humildad, y no se humilla quien no es capaz de reconocer su debilidad y nuestra siempre facilidad para volver a tropezar en la misma piedra. En el examen, los actos penitenciales, las confesiones, tendemos a fijarnos en los pecados más graves, sin embargo, la hermana Marina dice que el pecado leve y de costumbre debilita el alma y quita las fuerzas para el bien obrar (nº 5). Más adelante insistirá en el daño que hacemos a las hermanas cuando somos desabridas en las palabras y ásperas en el semblante. Quizás buscamos en nosotras pecados demasiado grandes y evidentes (que no tenemos) y nos despreocupamos del sufrimiento que hemos causado por una palabra o una actitud que achacamos a nuestro carácter. Parece que la hermana Marina tenía algo de psicóloga y mucho de experiencia comunitaria, así que previniendo posibles dramas, les pide a las religiosas que no confiesen sus culpas ante las demás con largos razonamientos, porque seguro que terminaríamos justificando nuestro pecado y culpando a alguien de él. Ella propone unas hermosas palabras, sencillas y humildes en las que reconocernos pecadoras es abrirnos a la gracia de Dios con total humildad. Su fórmula de confesión está al final del nº 5 y espero que no os privéis de leerla. En el número 6 nos explica porqué humildad es verdad, porque el sabernos pecadoras nos dará la alegría de sabernos amadas y perdonadas y nos enseñará a recibir la corrección de las demás. El agradecimiento a Dios es para la hermana Marina toda una teología y, hasta en los momentos más difíciles, siempre hay motivos para reconocer la gracia de Dios. Así, ella le agradecerá que nos culpen sin razón, porque tendremos un motivo para sufrir por Él y para amarlo. Sus palabras no necesitan glosa: Hazme, Señor, más digna de tu imitación,(...) te doy infinitas gracias, viendo que el ser tan pequeño, es efecto de mi poca disposición, dámela tú grande, dulcísimo Dueño mío, para que todo mi gusto lo ponga en seguir tus pasos (nº 7). Algunos textos para la oración Mt 26, 26-29: este es mi cuerpo Col 2, 16-23: la realidad es el Cuerpo de Cristo Mt 9, 10-13: ¿Por qué vuestro maestro come con los publicanos y los pecadores? Rom 2,1-4: juzgando a otros a ti mismo te condenas Eclo 3,17-24: Haz, hijo, tus obras con dulzura Capítulo IV: De los ejercicios de cada semana, cada mes y cada año. Confesiones, comuniones, disciplinas, ayunos, cédulas y elección de virtudes (Parte segunda) Un breve comentario Como estamos viendo en todos los escritos de la hermana Marina, el gran tema del que de una u otra manera siempre habla, es el de la obediencia. Sin embargo, hay otro pilar que sostiene la vida de la Congregación para ella: la vida comunitaria. Pondrá multitud de ejemplos, de actitudes y valores que debemos vivir en la pequeña comunidad de seguidoras del Señor. Algo que le preocupa en este capítulo es el daño que podemos hacer a nuestro prójimo por el desabrimiento de la palabra y la aspereza del semblante (nº 8). Trata este tema en dos números, el 8 y el 9, y nos dice que es tan importante que no sabe cómo dejar de hablar de él. El problema que ocasionan las palabras dichas con aspereza es que se pierde la paz interior pensando en niñerías e impertinencias (nº 9), y la amargura aparta de la presencia y trato con el Señor (nº 9). La palabra, que es fuente de diálogo en la comunidad, oración vocal y mental a Dios, Palabra de Dios en la Escritura ... se vuelve contra nosotras y daña el corazón de quienes viven con nosotras. Y en relación con estos sentimientos no quiere que olvidemos que sólo en los corazones pacíficos mora Jesús nuestro esposo (nº 10). La hermana Marina parece invitarnos a decir un NO A LA GUERRA, rotundo y claro, como el de Jesús, nuestro maestro. Así, por encima de las dificultades de cada día en la vida comunitaria, apostólica, personal ... debemos conservar nuestro corazón en paz, reservándolo para Dios así, limpio, sembrador de paz en la vida cotidiana, luchador por la paz entre la gente, silencioso y humilde ante lo que no entendemos de los demás, abierto al perdón y la misericordia de Dios y en camino constante hacia Jerusalén: Pasión y Pascua. Y con un corazón así debemos ya tener claro que sacrificios y penitencias son sólo un medio que no pueden hacernos olvidar que tanto se camina a Dios, cuanto se vencen las pasiones y se niega la propia voluntad (nº 11). La negación de la propia voluntad y la apertura a Dios es el camino que nos aparta de nuestro pecado (nº 12). La obediencia es el gran regalo que Dios nos ha hecho y que debemos agradecer y pedir. Con un profundo sentido evangélico la hermana Marina nos dice que la penitencia más importante es la mortificación de las pasiones. Propone un ejercicio de humildad y de dedicación a Dios: valernos del silencio de la noche para emplear algunos ratos en atenta y fervorosa oración (nº 13); pero sin que nadie lo sepa, esto evitará la vanidad y nos hará darnos cuenta de que si nosotras sacamos estos ratos extra de encuentro con el Señor, seguro que muchas de mis hermanas también lo hacen y seguro que con más amor que yo. La hermana Marina establece una relación, a nivel profundo, entre la unión con Dios y el bien pensar, entre el trato de amistad con el Señor y la mirada amable a nuestras hermanas, mirando lo que de bueno tienen y lo mucho que aman a nuestro Dios. En cuanto a ayunos y demás penitencias, pone una norma: la obediencia, consultarlo siempre y obedecer siempre, sin que ninguna de estas prácticas nos quite la paz. En la vida comunitaria la paz es un don, pero sobre todo, es el fruto de nuestra laboriosa disposición y servicio a los demás. La hermana Marina, poniendo esa paz comunitaria de fondo nos indica cómo ver cuando las prácticas piadosas provienen del buen o del mal espíritu: Dios nos libre de nuestra voluntad propia, cuando con santos pretextos nos persuade a una mortificación ruidosa (nº 16). Mortificación significa ́morir a nosotros mismoś, pues bien, nuestra verdadera mortificación, para la hermana Marina, está en las pequeñas cosas de cada día, en saber comprender y aceptar la debilidad ajena y propia, en la humildad, en la aceptación de las limitaciones y en la construcción de esa paz duradera que sólo puede venir de Dios. Algunos textos para la oración Os 6, 6: yo quiero amor, no sacrificios... Lc 21, 34-36: Estad en vela orando todo el tiempo. Mt 6, 5-6: ... cuando vayas a orar, entra en tu aposento ... Ef 4,1-6: soportándoos unos a otros por amor Flp 2,1-5: buscando cada cual no su propio interés, sino el de los demás Capítulo V: De la Obediencia, Castidad y Pobreza que deben guardar las Hermanas de la Casa. Un breve comentario La hermana Marina habla específicamente de la Obediencia en este capítulo, aunque en todos sus escritos sea un punto clave, como ya hemos visto en capítulos anteriores. Quizás lo que más llama la atención al leer el nº 1 sea la insistencia en que Dios nos llama en el trabajo que realizamos cada día: no sólo que su Majestad la llamó a esta casa, sino que continuamente la llama por medio de las obras que en ella debe practicar y no es menos preciso oír ahora su voz que cuando llamó la primera vez. Nos presenta de nuevo una manera dinámica de entender la vocación y el seguimiento de Jesús, como una llamada constante a la que tenemos que responder cada día, en medio del trabajo que nos ha sido encomendado; superando, tal vez, la monotonía, la desilusión ... y contemplando nuestros quehaceres como el reto diario de la respuesta a Dios. Y esta respuesta tiene como modelo a Cristo, por eso nos invita a conformar nuestra vida con la de Cristo nuestro Bien (nº 1). Igualmente es fundamental la lectura y reflexión de la Regla, porque no se ama ni se pone en práctica lo que no se conoce (nº 2). El límite de nuestra obediencia será siempre la Voluntad de Dios expresada en la distintas mediaciones, sabiendo que esta Voluntad estará en muchas ocasiones en contra de nuestros gustos y quereres (nº 3). La hermana Marina, en este capítulo, también habla de la Castidad. Utiliza tres dimensiones que enmarcan su significado y que deben seguir siendo un referente en nuestras vidas: el amor tiernísimo con que se ha de amar en esta Casa (nº 5), las repetidas gracias que debemos dar a Dios por este inmenso don y el vivir este consejo imitando a María. Y para mantener esto, una purificación constante, para ponernos delante de Dios amando y sirviendo cada día más; y una oración que nos vaya configurando con Cristo y nos lleve a tener sus sentimientos. El continuo agradecimiento al que nos invita la hermana Marina por haber recibido este regalo, debe expresarse en la alegría de vivir para el Señor (nº 6). En su comentario de la Pobreza se nos invita a la vida común, al desapego de los afectos y a la austeridad en todo (nº 7). La vida común es la que posibilita la comunión de bienes, de saberes, de espiritualidad, de todo tipo de posesiones: a nada llamen mío o tuyo sino nuestro (P. Luis). El desprendimiento que Dios nos pide se hace efectivo en nuestra vida comunitaria cuando somos capaces de compartir todo lo que somos y tenemos y cuando somos capaces de renunciar a nosotras mismas (de nuevo la Obediencia). Por eso la vida comunitaria es también la que ayuda y posibilita el desapego de nosotras mismas y de nuestros afectos, porque nos debe ayudar a amar no lo que queremos sino lo que Dios quiere. La austeridad de vida es simplemente otra dimensión que la hermana Marina quiere que tengamos a imitación de Cristo que no tuvo donde reclinar la cabeza (nº 8). La pobreza de las hermanas debe ser una elección personal: si algo particular deseare sea lo más pobre y abatido (nº 8), y esto debe manifestarse en las cosas cotidianas de nuestra vida como el alimento, el vestido, el compartir nuestro tiempo ...Todo esto nos ayudará a llevar con igualdad las faltas de los bienes temporales (nº 10), más aún, a agradecer el que el Señor nos enseñe a vivir sin lo que consideramos fundamental, viviendo como los que menos tienen. La hermana Marina presenta los votos con una gran visión de futuro, porque para ella son el signo de un tipo de vida alternativo por medio del cual se da testimonio de quien nos amó primero. Algunos textos para la oración Mt 20, 1-16: Id también vosotros a mi viña ... Mt 4, 18-22: al instante, dejando la barca y a su padre, lo siguieron Mt 5, 17-20: Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino d e los Cielos. Lc 9, 58: el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza. Mt 6, 24-34: Buscad primero su Reino y su justicia. Capítulo VI: Devoción especialísima que han de tener a María Santísima del Carmen Un breve comentario El título de este capítulo no encierra, ni por un momento, la inmensa riqueza que contiene. Pues, la hermana Marina no sólo habla en él del amor que debemos tener a la Virgen (ella no la nombra bajo ninguna advocación), sino que ha hecho de esta advertencia su legado espiritual sobre el amor. Para ella, llevar el nombre de “hijas de María”, no es otra cosa que vivir las virtudes de la Virgen e imitarla. De manera especial insiste en las de Pureza Angélica, Amor Seráfico, Rendida Obediencia y Profunda Humildad (nº 1). Si releemos cada una de estas virtudes vemos que todas ellas están relacionadas con el amor. Para la hna. Marina lo que más sobresale de María es su amor y su entrega a Dios, y a eso nos llama ella. Ahora bien, para conseguir estas virtudes hay que pedirlas a Dios, pero también hay que poner los medios necesarios de nuestra parte. Para la pureza conduce mucho el recato en obras, palabras y pensamientos, recomienda la cautela y prevención (nº 2). Hoy, ante la multitud de estímulos que continuamente recibimos, puede ayudarnos este “recato”, es decir, el poder vivir conscientemente nuestras obras, palabras y pensamientos, como fruto de nuestro amor a Dios y a los demás, y también como fruto de una visión objetiva, informada y compasiva de lo que ocurre a nuestro alrededor y en nuestro mundo. Tal vez, el recato que hoy tenemos que buscar es el de no dejarnos manipular por los medios de comunicación, el consumismo, la autosuficiencia... Vivir la pureza es también vivir desasidos de todo lo criado, no queriendo sino a Dios (nº 3) y todo lo que a él conduce y a cumplir su Voluntad, aunque por esto tengamos que carecer de lo que muchas veces creemos que es necesario. En el nº 4 apunta cuál es el medio para llegar al amor: Para conseguir el amor ayuda mucho la pureza y un reconocimiento continuo de los beneficios y gracias que Dios derrama cada día en nuestras vidas. De nuevo nos invita a ese agradecimiento que nos mueve a la acción. El agradecer a Dios sus dones es entendido por la hna. Marina como un movimiento de salida de nosotras mismas; nos urge a dar lo que recibimos. En este nº 4 expresa una hermosa reflexión sobre el amor que Jesús nos tiene, un amor tan grande que no sólo ha dado su vida por nosotras, sino que sigue entregándose cada día en la eucaristía. La hna. Marina propone medios para conseguir las virtudes de María; Jesús también puso un medio para poder morir de amores por nuestro amor: hacerse hombre. Su encarnación lo llevó al sufrimiento y a la entrega al Padre, pero también a una gloria infinita si correspondemos a su amor agradecidas. Su amor es tan grande que no sólo perdona nuestras culpas sino que se hace nuestro Padre, Maestro, Esposo, Médico y medicina para nosotras, se hace nuestro manjar, para fortalecer el alma en el camino dulcísimo del amor. La hna. Marina entiende el seguimiento como un camino agradable porque es el camino del amor a Jesús. Y con todo esto que él nos da, no debe, pues, nuestro amor contentarse con menos que con desear dar por este amor la vida (creo que no hace falta comentario). Sin olvidar que aunque nuestro amor es limitado, Jesús nos ama gratuitamente. En cuanto a la virtud de la Obediencia, conduce mucho tomar por ejemplo a Cristo y a su purísima Madre (nº 5). Obedecer es para la hna. Marina, el seguimiento de Cristo con la radicalidad de María. Teniendo siempre delante de nosotras la vida de Jesús, hacer una memoria viviente de lo que vivió el Señor. El profundo sentido de Obediencia a Dios que vive la hna. Marina, la lleva a proponerla como medio para alcanzar la humildad: Para conseguir la humildad es camino certísimo la verdadera obediencia (nº 6). Ser humilde es la obediencia suprema de la que está al servicio de Dios en el prójimo. En este capítulo la hna. Marina nos deja su “tratado de mariología”, que nos es otra cosa que la contemplación y la respuesta al amor de Jesús. Algunos textos para la oración Mt 10, 16: sed prudentes como serpientes y sencillos como palomas. Rm 6, 15-18: Liberados del pecado os habéis hecho esclavos de la justicia. Mc 6, 8: Les ordenó que nada tomasen para el camino. Lc 17, 11-18: A los pies de Jesús, le daba las gracias. Capítulo VIII: Caridad con las enfermas y sufragios por las difuntas Un breve comentario Aunque del capítulo VI la hna. Marina pasa al VIII, no es difícil comprobar la continuidad que hay entre uno y otro. El capítulo VI recoge toda su experiencia y el sentido que ella da a la caridad. Aquí comienza diciendo: el capítulo octavo habla de la caridad (nº 1). Va a concretar una de las muchas maneras que tienen las hermanas para amar, en este caso, a las hermanas enfermas. Y, como siempre, esta caridad debe ser a imitación de Cristo (nº 1), que tocó a los leprosos, se acercó a los endemoniados, acompañó a los tullidos, dio vista a los ciegos ... y a todos entregó su vida y su amor. La atención a las enfermas no debe ser sólo en lo corporal, sino también en los espiritual: trayéndoles a la consideración cómo acarrea indecibles bienes al alma la enfermedad recibida con resignación y sufrida con paciencia (nº 1). Atender a las enfermas será también un medio de enriquecimiento y disposición para aceptar la voluntad de Dios para la hermana que atiende a la enferma, porque está encontrando un momento privilegiado de servicio y de entrega, muchas veces, sufriente y sobre todo debemos mirar a Cristo nuestro bien (nº 2). Jesús vuelve a ser el modelo de conducta, porque él se entregó durante toda su vida y se nos sigue entregando en la Eucaristía. La hna. Marina termina este número con una alabanza espontánea a quien tanto nos ama: ¡Bendita sea su misericordia y benignísima condición! (Nº 2). ¿No vemos aquí el corazón y la alegría grande de una mujer llena del amor de Dios? Los bienes que recibimos al ofrecernos a este servicio de atender a quienes más lo necesitan nos afectan a nosotras mismas, a la persona necesitada y al resto de las hermanas: sabida cosa es, que tanto nos llegamos amorosamente a Dios, cuanto por su amor con mayor caridad amamos, servimos y sufrimos a nuestros prójimos (nº 3). Trabajando y sirviendo a los demás se crece en el amor (nº 3). Y para esto tenemos que ser fuertes y animosas, evitando los melindres mujeriles (...) y arrojándonos con ánimo varonil a emprender lo más arduo (nº 3). Aunque puedan parecernos simpáticas o extrañas estas palabras que hoy llamaríamos “sexistas”, su profundidad es grande: no por ser mujeres debemos vivir haciendo lo que se espera de nosotras, sino que por encima de las convenciones sociales está el amor a Dios y el servicio a los hermanos, que nos hacen capaces de liberarnos de roles que nos limitan y nos encajonan. En el número 4 se nos invita a animar a la hermana enferma para que sepa valorar el servicio que está recibiendo de la comunidad y el aspecto positivo de la enfermedad. La hna. Marina insiste: siempre hay algo por lo que dar gracias a Dios. Y ante la dificultad no podemos dudar que Dios tiernísimamente nos ama (nº 4). El número 5 nos da la clave de lectura de este capítulo: la atención a las enfermas es sólo un ejemplo de cómo debe ser nuestro servicio y entrega en cada momento: viviendo cada acontecimiento como venido de la mano de Dios y recordando que Dios quiere en nosotros tolerancia, paciencia y alegre resignación (nº 5). Así miraremos de otra manera los trabajos que recibamos a causa de los demás porque siempre nos van a ayudar a amar más. Y ante las dificultades, para vivir ayudando a los demás en trabajos que no siempre son de nuestro agrado; el servicio entregado de una hermana será prenda y testimonio para todas las que la vean. Es el buen ejemplo del que hablan nuestros fundadores. A las enfermas recomienda que lean continuamente este capítulo, que no sean gravosas y que acepten humildemente su enfermedad, ahora bien, huyendo de hacer caso a sus achaquillos ligeros porque muchas veces son falacias del demonio y de nuestro propio amor (nº 9). Y en la hora de la muerte deberán alentar su esperanza con la bondad de Dios (nº 11). Como podemos observar, todo el capítulo está plagado de expresiones de aceptación gozosa, alabanza, servicio ... Es una apertura inmensa que nos muestra la hna. Marina a la Voluntad de Dios vista en cada paso de la vida. Algunos textos para la oración Mt 20, 29-34: Movido a compasión Jesús tocó sus ojos. Lc 8, 40-56: Tu fe te ha salvado. Jn 15, 12-13: Que os améis los unos a los otros. Mc 10, 46-52: ¡Qué vea! Jn 13, 1-15: Los amó hasta el extremo. “No debe, pues, nuestro amor contentarse con menos que con desear dar por este amor la vida, y aunque esto así se haga, quedamos con una deuda infinita, por ser siempre limitado nuestro amor. Mirar que este Señor nos amó antes que lo amásemos y que nos amó sin habernos menester” Marina Josefa de la Cruz