231 MEADOWS, DONELLA; RANDERS, JORGEN Y MEADOWS, 2004.

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MEADOWS, DONELLA; RANDERS, JORGEN Y MEADOWS,
DENNIS, Limits to Growth: The 30-Year Update. Chelsea Green,
2004.
¿Puede un método sistémico computacional ser útil para la investigación y la intervención social? Esta pregunta subyace
a la reciente actualización del Informe al
Club de Roma, Los límites del crecimiento (1972). Para los autores, depende de la
significatividad y exactitud de lo que, desde su personal visión del mundo, infieran
del diseño y los resultados del modelo
(aquí, World3-03), si bien, ante todo, los
autores enfatizan que nunca, ni en 1972,
ni en Beyond the Limits (1992), ni ahora,
han hecho predicciones.
La dinámica social a gran escala es demasiado compleja para modelarla por
adelantado con una precisión útil y, además, los resultados deben reintroducirse
como datos —capacidad iterativa de
aprendizaje social— y el efecto de ese
bucle, la imprevisible creatividad humana, es imposible de modelar. Aún así, un
modelo puede ser útil si representa, aunque sea a grandes rasgos, la conducta de
un sistema cuyas propiedades clave incorpora con realismo. La estructura básica de World3 se reduce a tres rasgos:
(1) Sus variables centrales —población
y transumo (cantidad de materia y energía procesadas)—, tienden a crecer exponencialmente: el modelo integra la teoría de la transición demográfica, de modo
que mejoras en los servicios de salud y
educación reducen la mortalidad y la natalidad (y la prosperidad el tamaño de las
familias) y la población tiende a estabilizarse; en cambio, el crecimiento del uso
de recursos no tiene más obstáculo que su
disponibilidad y la capacidad de absorción de los sumideros.
(2) Hay límites físicos al crecimiento,
dados por el rendimiento decreciente de
las fuentes de recursos no renovables, la
explotación insostenible de los renovables y la saturación de los sumideros. Los
límites son dinámicos: pueden elevarlos
el hallazgo de nuevos recursos o reservas, la invención de tecnologías material
o energéticamente más eficientes o la moderación de las metas de proceso-consumo; y los reduce rebasarlos erosionando
la mecánica homeostática que sustenta su
capacidad de absorción o regeneración.
(3) Hay demoras en el flujo de información —entre las fases de aparición de
los primeros signos, admisión y comprensión del problema, diseño, implementación, evaluación, selección y difusión de respuestas que se conviertan en
rasgo general del sistema, y valoración
de sus efectos—; por eso el sistema responde con cierto retraso a sus desequilibrios.
Este modelo tiene cuatro conductas posibles. El sistema (1) puede crecer indefinidamente si sus límites crecen a una
tasa igual o menor; (2) se acomoda a sus
límites si los percibe a tiempo y responde
con rapidez y acierto —si los signos se
malinterpretan, tergiversan, ignoran o niegan o si la respuesta es errada o tardía,
sucede el rebasamiento—; (3) se equilibra con la capacidad de carga tras alguna
oscilación si los límites no sufren daño
grave al ser temporalmente rebasados o
se auto-restauran pronto; (4) se ajusta a
los límites, cuando estos se deterioran
irreversiblemente, mediante un colapso
que reduce su dimensión y dinámica a lo
sostenible, provisionalmente, en el nuevo
entorno degradado. Al introducir en el
modelo, a efectos de simulación, datos
reales sobre demografía, usos y producti-
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vidad de la tierra, producción industrial y
de servicios o polución, con mucho el resultado más frecuente es, obviamente, el
colapso.
En 1972 la idea de límites del crecimiento fue comúnmente recibida con indignado escepticismo, pese a afirmar que
el crecimiento duraría hasta 2015 incluso
en el peor escenario y que eso ofrecía
tiempo y recursos para evitar el rebasamiento. En 1992, en vísperas de la Cumbre de la Tierra, Más allá de los límites
expuso que la humanidad ya había topado
con su primer límite global -la reducción
de la capa de ozono- y había rebasado, a
fines de los años ochenta, la capacidad
de carga terrestre. Mostraba también que
los cambios de las décadas previas apenas
alteraban sus escenarios: el colapso seguía siendo el caso más probable, aunque evitable todavía con los medios disponibles. Pero intereses egoístas
individuales, empresariales y nacionales
desperdiciaron también la década que
culminó en la Cumbre de Johanesburgo
(2002).
Los autores han debido reconocer que
mientras su adversario sistémico, el 'libre' comercio —potenciador del crecimiento indiscriminado y globalizador de
sus extemalidades—, es hoy una noción
popular y la esencia de un ente como la
Organización Mundial de Comercio, los
conceptos de límite, rebasamiento y transumo -ni mentar colapso- aún son tecnicismos mal recibidos en los altos despachos. Y eso pese a titulares de prensa casi
diarios referidos a evidencias de rebasamiento, como la reducción de reservas de
recursos, el aumento de la emisión de residuos nucleares, tóxicos y peligrosos,
mayores costes de abastecimiento y mantenimiento del capital, persistencia de la
pobreza extrema, crisis de legitimidad de
élites tachadas de «incompetentes» y
«egoístas» y aumento de las catástrofes
«naturales» atribuibles al segundo, y acaso definitivo, gran límite global que
afrontamos, el cambio climático por aumento del efecto invernadero derivado
principalmente de la combustión insostenible de combustibles fósiles.
Así pues, insistir en la creciente probabilidad del colapso no sirve; la idea se
pierde entre tantos mensajes alarmistas
de colectivos que se victimizan con más o
menos justificación. Por eso, este informe
intenta precisar ideas que contribuyan a
«la Revolución de la Sostenibilidad»
—^un salto sociotécnico orgánico análogo
a la Revolución Neolítica, que superó los
límites locales de las sociedades de cazarecolección, o a la Revolución Industrial,
que lo hizo con las sociedad agraria—.
Para ello se esfuerza en refinar y aclarar
sus afirmaciones; distinguir bien escenarios imposibles, plausibles y deseables;
dar el máximo valor a la variable 'tiempo'; y mostrar grosso modo la vía de transición a una sociedad ecológicamente
sostenible y materialmente suficiente y
equitativa.
World3 sugiere estrictamente que graves constreñimientos ecológicos globales -ligados al aumento de la población,
el uso de recursos y la emisión de contaminantes- incidirán en el desarrollo social a lo largo del siglo xxi. En el pasado,
olas sucesivas de innovación técnica revertieron la tendencia del sistema a los
rendimientos decrecientes del capital,
siempre gracias a un crecimiento exponencial del transumo de energía, materias primas y trabajo. Esa opción es cada
vez menos accesible porque debe desviarse cada vez más capital a combatir
las constricciones ecológicas —menos recursos, sumideros rebosantes, daños y población crecientes—. La inversión no podrá mantener la producción industrial, ni
ésta la de alimentos, servicios, etc. El nivel de vida medio caerá y el crecimiento
demográfico se revertirá.
Este escenario fatal es inverosímil porque no incorpora ningún cambio en la
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producción y el consumo en presencia de
la catástrofe, pero es el resultado del modelo por defecto. Igualmente imposible
es el popular escenario de crecimiento
material indefinido sin cambiar casi
nada. Mucha gente quiere creerlo porque esperan de él los recursos para la innovación técnica y la movilidad social
ascendente, para aumentar el bienestar,
reducir la pobreza y proteger y restaurar
el entorno —como en el pasado—.
Es inviable por tres causas: primero,
los límites/i5ícoi (no monetarios) del sistema impiden rebasar la capacidad de
carga sin colapsar —salvo si se retrocede
a tiempo; o si los límites se amplían, pero
ocurre lo contrario—; segundo, el mecanismo sistémico inherente de motivación
y recompensa hace que los diferentes beneficios que se reproducen y acumulan
exponencialmente como riqueza y pobreza tiendan a reforzarse —en potencia, estadísticamente y en ausencia de mecanismos sociales de redistribución, como la
población o el capital industrial—, esto
es, el sistema, por sí solo, tiende a aumentar la diferencia entre (individuos, negocios, países) ricos y pobres, no a reducir la pobreza; y tercero, más grave aún,
si el crecimiento no supone más bienestar
y libertad para las mujeres, si éstas no
tienen alternativas educativas ni más opción de inversión que sus hijos, la transición demográfica se atasca en su fase de
gran diferencia entre natalidad y mortalidad, arrastrando a millones a una masacre
malthusiana.
El fin del crecimiento económico indiscriminado sucederá inevitablemente,
pero que ocurra un desplome o un suave
ajuste de la huella ecológica a la capacidad de carga planetaria, depende de nuestras decisiones y nuestra diligencia. En
los escenarios plausibles, los autores añaden —bajo parámetros temporales y de
costes de la innovación sociotécnica verosímiles— mejoras que prolongan la
prosperidad y posponen unas décadas el
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colapso (por crisis de agotamiento de recursos no renovables, de polución global,
producción de alimentos, erosión de la
tierra o costes de capital). Pero hay una
fórmula que permite un equilibrio viable
a más de una generación vista. Es un escenario doblemente optimista.
Primero —por dificultad de operacionalización—, World3 no tiene una esfera
social «realista»: no hay conflicto, corrupción, desastres naturales, pandemias
ni «sorpresas» ambientales; rebosa estabilidad y seguridad; su liderazgo es honrado, con visión de futuro y abierto a nuevas ideas y valores, y posee firmes bases
institucionales para un avance técnico
constante y apropiado, pues mercados y
estados deciden sin costes ni demoras,
las tecnologías no tienen extemalidades
negativas y no se desvía capital al sector
militar. Más aún, no incluye diferencias
entre regiones o estratos ricos y pobres
—que suelen ignorar los problemas de
otros, salvo que les afecten vía la creciente globalización—; no hay efectos
dominó a partir de colapsos locales.
Sobre esto, dobla la eficiencia técnica y
los recursos no renovables disponibles
respecto a la estimación actual, implementa un formidable programa de ecoeficiencia con tecnologías ahorradoras de
recursos, de control de la polución, intensificación (convencional) de la fertilidad
del suelo y óptimos métodos (gratuitos)
contra la erosión; y a esta exaltada visión
del poder de la técnica y la capacidad
adaptativa del mercado añade cambios estructurales en los flujos de información
del sistema: asume como conductas actuales una fecundidad de equilibrio estable, limitación voluntaria general a un nivel de vida suficiente y una actitud
productiva y de consumo inclinada a los
bienes duraderos.
Este escenario 'ideal' permite concluir
que la transición a la sostenibilidad aún es
posible con los recursos y técnicas disponibles o previsibles, sin reducir la pobla-
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ción o la producción industrial y sin trastomar la estructura sociopolítica. Pero sí
exige reducir la huella ecológica global
mediante un uso industrial menor y más
eficiente de los recursos y familias menores, estilos de vida menos materiales y
más equitativos; y un doble esfuerzo por
conservar, y hasta restaurar, fuentes y sumideros, y prevenir, retrasar y revertir la
erosión; y por mejorar la investigación,
detección y comprensión de señales de
rebasamiento, la velocidad y acierto de la
respuesta y la profundidad del horizonte
de prevención y planificación —basados
en análisis de costes y beneficios a largo
plazo—.
Las propuestas de reducir el crecimiento también desatan debates sobre la
distribución —del esfuerzo y de la responsabilidad—, pero es esperable que se
actúe primero donde la eficiencia de la
inversión es mayor: reducir el uso de materia y energía por persona en el Norte,
atajar las emisiones por unidad de producto en las economías emergentes y limitar el crecimiento demográfico en el
Sur. «El reto global —afirman los autores— puede enunciarse sencillamente:
para alcanzar la sostenibilidad, la humanidad debe aumentar el niveles de consumo de los pobres del mundo al tiempo
que reduce su huella ecológica total.»
Alarmantemente, la «ventana de oportunidad» para evitar el colapso se reduce
con rapidez. La transición puede promoverse de mil modos pero cuanto mayores sean las cotas de población y nivel de
vida material a que se aspire y cuanto
más se demore la reducción de los transumos, más probable y pronto resulta el
colapso y/o menores serán los recursos,
las oportunidades, las opciones y el bienestar sostenible —base material de su
libertad— de que dispondrán las generaciones futuras.
Los dos últimos escenarios modelados
son idénticos al 'ideal' salvo en sus fechas de inicio. El resultado del primero
(1982) es un mundo populoso, limpio,
próspero y sostenible a muy largo plazo;
con más opciones, más libre que el actual
y que cualquiera que podamos alcanzar
ya hoy. El resultado del segundo (2022)
es un súbito, profundo y turbulento colapso. De nuevo hay que subrayar que
esto no es una predicción; es sólo una
herramienta para refinar nuestros modelos mentales sobre el futuro. En medio
hay un mundo posible porque las altas
tasas actuales de transumo son innecesarias para dar un nivel de vida digno a todos los habitantes del mundo. Pero ya no
hay tiempo para debates fútiles porque
costará mucho lograr cambios en los valores individuales y en las políticas públicas y empresariales planificadas a largo plazo que inviertan las tendencias
actuales.
¿Qué pueden aportar las ciencias sociales que ilumine las décadas inminentes
de gran cambio social? Los autores creen
que una sociedad sostenible no tiene porqué ser pobre, primitiva, estancada, depresiva, monótona, aburrida, centralizada, autoritaria, o sin desafíos. (Ni siquiera
debe renunciar al crecimiento material y
al uso de recursos no renovables -si desarrolla un sustitutivo sostenible, de preferencia más barato, sin desbordar su sumidero- según para qué, para quién, por
cuánto tiempo y dentro de límites). Pero,
¿no lo será? ¿O sí? Y, ¿por qué no va a
ser más probable la respuesta «recesiónrepresión/agresión» que ha dominado las
crisis de la sociedad industrial desde su
inicio? O, más aún, ¿por qué no va a ocurrir una pérdida del 90% de la población
y la reducción del sistema socio-productivo al nivel de subsistencia, como en la
mayoría de los colapsos preindustriales
que describe Jared Diamond en Collapse
(2005).
La modelización de la dinámica social
a gran escala y para periodos largos ha
avanzado poco entre la breve síntesis de
la Sociología Histórica ofrecida por Char-
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les Tilly en Grandes estructuras, procesos amplios, comparaciones enormes
(1984) y los bocetos sobre ascenso y caída de los estados presentados Randall
Collins en Macrohistory (1999). Peor
aún, las principales teorías fracasan ante
esta tesitura. ¿Qué puede decir la teoría
normativa ante una crisis que exige cambiar las normas y las normas para evaluar las normas y...? ¿A qué hipótesis ad
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hoc recurrirá la teoría de la elección racional, con su «dificultad» para modelar
la cooperación social, cuando ésta es la
condición necesaria para evitar el colapso? La transición revolucionaria a la sostenibilidad requiere una eclosión masiva
de creatividad, también en las ciencias
sociales.
Juan Manuel Iranzo
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