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Mujeres en la Historia
Por María José Arana, RSCJ Profesora de Teología V. R.
Comité ejecutivo del Fórum Ecuménico de Mujeres Cristianas de Europa
RECUPERANDO LA HISTORIA
Este verano fui dos veces al concierto en Austria; es un plan muy socorrido; lo diferente estaba
en las intérpretes y en los programas que se ofrecían en ambos. Desde el comienzo hasta el fin
se interpretaban obras de mujeres compositoras, actuales y pasadas: Carlotta Ferrari (siglo XVII),
Pauline Viardot-Garcia (XlX-XX), Nadja Boulanger (XIX-XX), Maria Felicia García (XIX),
Johanna Doderer (siglo XX).., y parece --no estoy segura-- que también de Nannerl Mozart
(Walburga).., y otras. Algunos de estos nombres nos suenan mucho más gracias a la gloria de los
varones que tenían cercanos y a los cuales, sin ninguna duda, les «echaron más de una mano»...
Seguro que el público no tuvo muchas ocasiones de escuchar sus partituras mientras ellas vivían;
menos aún después, y se ha ido amontonando sobre ellas el polvo, el silencio y el olvido.
También aproveché para visitar Salzburgo. El «tours» estaba organizado siguiendo los pasos y
las huellas de Salomé, Nannerl, Constanza, Carolina Augusta y otras mujeres que allí vivieron...
El programa «The best for ladies» ofrece todo tipo de alternativas, entre las que se incluyen
colecciones de retratos, alguno «de» y la mayoría «a» mujeres, pintados en los siglos XVI-XlX;
grabados, curiosidades musicales, artísticas e incluso comerciales en fin, existen también
diversos itinerarios turísticos para contemplar sus casas, recomponer recuerdos y también --¿por
qué no?-- asomarse a su vida íntima. La Oficina de Turismo local tiene ya instituida esta forma
original de ver esta preciosa ciudad; es como contemplarla «a través de los ojos y la acción de
las mujeres»; se respira un talante distinto y las guías, realmente, consiguen revivir a muchas de
ellas en la memoria colectiva; ¡se descubren cosas interesantísimas!
Un puñado de mujeres concienciadas de ese país se ha empeñado en recuperar arte y autoras y,
muy modestamente, ya empiezan a «tomar la calle» Me gustaba comenzar este artículo con ellas,
reconociendo su original trabajo, aunque, a decir verdad, son sólo un ejemplo más entre otras
iniciativas.
Porque otras, en muchos lugares del Globo, hacen cosas parecidas, con fino ingenio y de mil
formas distintas. Hay librerías de mujeres, emisoras privadas de radio, seminarios culturales de
toda clase, despachos y bufetes, festivales y congresos que organizan las asociaciones de mujeres
«en la Música», «en la Teología», «en la Agricultura,,, «en la Salud», o en cualquier ámbito... En
muchísimos lugares cuentan con el apoyo oficial de los «Institutos de la Mujer»... y otros
organismos y departamentos.
Rebuscan entre los cuadros, las poesías, las ciencias, la religión, la política...; desempolvan
objetos Y hechos, reconstruyen vidas. Se ha comenzado una especie de «excavación» en la
Historia, casi arqueológica, con el fin de encontrar mujeres, de extraer palabras y obras olvidadas
en la fosa del tiempo, tiradas en los márgenes de la misma Historia. Los rincones son infinitos
y a veces la hondonada profunda. Es un trabajo casi artesanal, lento y minucioso» hecho con
amor; es una auténtica y palpitante excavación «»lectiva y solidaria ejercida desde todos los
ámbitos posibles --los del saber y los de la vida--, que propicia un encuentro real con aquéllas
que nos precedieron con la lucha, el amor, el arte, la música, la ciencia, la mística.., en la vida.
Sabemos muy poco de ellas, muchas veces ni siquiera nos suenan sus nombres, y sin embargo
queremos conocerlas. Estamos empeñadas en «recuperarlas», en entablar un diálogo con ellas y
escucharlas, porque queremos establecer una relación, una cadena histórica, solidaria, construir
el futuro desde y con las que nos precedieron, y..., por supuesto, ¡necesitamos aprender de ellas!.
Es un trozo de Historia que nos pertenece.
La tarea es extensa y profunda; es sugerente, necesaria y a veces también resulta ardua; colorea
el pasado, lo ilumina, incide en el presente y, prolongándose hacia lo que vendrá, diseña un
futuro distinto, unas relaciones nuevas. Pero... ¿por qué resulta tan complicado hallarlas?...
ESCONDIDAS TRAS EL ANONIMATO Y LA INCOMPRENSIÓN
Continuemos con nuestras mujeres músicas.
No hace mucho compré cinta y libreto de los himnos y secuencias litúrgicas compuestas --letra
y música-- por la medieval abadesa de Bigen, Hildergarda (siglo XII); una preciosidad», es cierto,
pero también es, casi, una auténtica excepción, porque, ciertamente, si algo resulta difícil en esta
búsqueda es precisamente tropezar con las partituras femeninas. Y es que someterse al juicio
masculino bajo el nombre de una mujer era algo, ya sin más, abocado al fracaso; por eso, parece
que la mayoría de las mujeres músicas o no se animaban a componer o bien no firmaban sus
obras y las dejaban en el anonimato; pero también se daba el caso de que las publicasen
amparadas bajo la firma de algún varón, por ejemplo, la del padre, marido, hermano (2), y así sus
nombres han desaparecido para siempre.
Por ejemplo, estudios recientes han demostrado que la brillante obra del compositor Gustavo
Mahler se hizo posible, en su mayoría, gracias a la valiosa colaboración de su esposa, también
compositora, la vienesa Alma María Mahler (siglos XIX-XX)
Además, seguro que el caso de Nannerl Mozart (siglos XVIII-XIX) (Walburga) no fue un hecho
aislado en la Historia. Ella también destacó como niña prodigio, y quizá no debía de tener menos
cualidades artísticas que su célebre hermano. A él lo educaron y lo prepararon para que triunfara;
ella, en la injusta desproporción, casi se vuelve loca... Al final sólo Wolfgang Amadeus logró dar
a conocer sus dotes y hoy únicamente conocemos el genio masculino.... Clara Wieck (siglo XIX)
fue compositora y, al parecer, buena, pero la boda con el compositor Roberto Schumann truncó
su fama y su carrera y ya no se le permitió sino interpretar al piano... Pero seguro que sus
conocimientos musicales «ayudaron» al compositor.
También hubo alguna monja que, como Hildegarda, compuso motetes religiosos. Conocemos el
nombre de la Madre Gracia Bautista (siglo XVI) que aparece citada junto a grandes
personalidades de la música sacra española del Renacimiento, pero de ella solamente se conserva
una pieza... Esto ha dado pie a algunas para pensar que fueron más las que compusieron en los
conventos, pero aún falta una investigación detallada. Conocer historias concretas ayuda a
iluminar las anónimas...
Pero todo esto ocurre también con los cuadros y otras creaciones artísticas.
No es fácil tampoco hallar lienzos firmados por mujeres. Encontramos algunos, siempre
excepciones. Por ejemplo, ya Plinio el Viejo (? 79 d.C.) reseñó seis mujeres artistas del mundo
clásico, las nombra, pero ni conocemos su vida y menos aún sus obras. La pintora castellana del
siglo XIV Teresa Díaz firmo sus telas, al igual que la «Pintrix et Del aiutrix» (Pintora y
ayudadora de Dios), bella expresión con la que se autodenominaba la miniaturista catalana y
monja Ende (s. X). También contamos con las enigmáticas y sugestivas ilustraciones en los libros
de la polifacética abadesa Hildergarda de Bigen... .
Laviana Fontana (siglo XVI) pintó numerosos cuadros y también realizó algo para El Escorial;
tuvo fama, pero además, problemas a causa de su condición femenina. Margarita Van Eyck
(siglos XlV-XV) trabajó para sus célebres hermanos. Artemisia Gentileschi (siglo XVII) fue una
pintora importante y muy reconocida en su momento, pero después quedó encerrada en el taller
y en la sombra de su padre Orazio, al que está claro que prestó «colaboración» e ingenio. Luego
se casó y pintó maravillas comparables a las de los grandes maestros... ¿Dónde quedó su fama?
Elisabetta Siri (siglo XVII) ha dejado unos cuadros, hoy casi todos poco conocidos pero
preciosos, a pesar de su muerte prematura y de haber tenido que soportar, como otras, la tutela
de los varones de la familia; ha quedado en la «letra pequeña» de los libros, a veces invisible,
cuando no displicentemente definida como una mas entre los insignificantes discípulos de Gûido
Reni. En el siglo XIX se descubrió que muchos cuadros mundialmente conocidos y atribuidos
a Frans Hals, en realidad pertenecían a Judith Leyster (siglos XVI-XVII) ella trabajó en su taller,
pintó, pero su monograma había sido alterado. Hubo muchas más, y a veces incluso° cotizadas;
ahora comienzan las exposiciones monográficas sobre mujeres y estudios; :on los trabajos de
recuperaciôn desempolvando el Olvido y «los errores»...
Pero a mí siempre me ha llamado especialmente la atención el Tintoretto (siglo XVII) porque
sitúa a las mujeres en la «Ultima Cena» --por supuesto sirviendo en alegre desenfado---, 'porque
su «Adúltera» ante Jesús acarreando a un paralítico tiene una especial fuerza y orgullo, porque
muchas veces tiene detalles poco comunes... Cuando me he enterado de la historia de su hija
Marietta Robusti (siglo XVII), me he aclarado perfectamente de dónde procede mi entusiasmo
y su sensibilidad. Es esta una vida muy ilustrativa de la realidad y tragedia de muchos talentos
femeninos...
Jacques Louis David (siglos XVIII-XlX), pintor de cámara de Napo-león, fue uno de los escasos
artistas que se preocupó de hacer escuela con mujeres y de formar artistas, ¡sin ánimo de
«utilizarlas»!
Las ha habido literalmente «borradas» de la Historia, como por ejemplo la reina de Egipto
Hatshepsut (siglo XVI a.C.), que aparecía siempre vestida de varón --seguramente para hacerse
respetar-- y a la que su hijastro Tutmés III eliminó de la lista de los Faraones cuando subió al
trono. Angélica Kauffmann y Mary Moser (siglo XVllI) fueron dos grandes pintoras y tan bien
consideradas en Inglaterra, que tuvieron el honor de formar parte de los miembros fundadores
de la Royal Academy; sin embargo, ninguna de las dos aparecieron en el cuadro que
inmortalizaba a los miembros fundadores de tal Institución; Johann Zoffany prescindió de ellas
al pintar su lienzo (15) Olivia SABUCO DE NANTES BARRERA (siglo XVI) escribió un libro
de Medicina y Filosofía, La Nueva Filosofía de la Naturaleza del Hombre; fue un gran éxito, pero
su padre, bajo amenazas, le reclamó para sí mismo la autoría de la obra. Todos estos «recuerdos»,
más que elementos para la amargura, pueden y deben ser datos y pistas que nos ayuden a rebuscar
en la Historia.
Porque aunque hayan existido otras muchas que se atrevieron a dejarnos su nombre impreso en
lienzos y papeles, sin embargo, esto no fue lo corriente. Ante los innumerables anónimos
expuestos en los museos me he preguntado siempre, evidentemente con muy pocas respuestas,
si buena parte de ellos no podrían corresponder a mujeres. Hoy la investigación comenzada
empieza a confirmar mi intuición primera.
A veces es el mismo tema el que me impulsa a pensar así. Por ejemplo, existe una pintura que
representa a María Magdalena predicando desde el púlpito a las gentes --varones incluidos-- que
le escuchan en la iglesia de Aix; data del siglo XVI y corresponde a un anónimo de la escuela
suiza. ¿No parecería lógico que fuera una mujer la que, en una especie de travesura, se escondiera
tras el anonimato para mostrar un hecho insólito y condenable en su época? Porque no solamente
la mayoría de los varones preferían, como Bernardino de Siena, que «toda mujer predicara
únicamente desde el silencio, sino que, en contra de lo que fue al principio, se habían ido
acumulando leyes y censuras para evitarles tal ministerio, y, como dice el Concilio de Toledo
(siglo XVl), que «las mujeres, aunque sean 'muy doctas, no enseñen a los hombres». Y por otra
parte, siendo "de ellas el encerrarse y encubrirse" .... ¿no podríamos suponer que la timidez, el
miedo, las circunstancias o la «natural honestidad de su sexo» impulsara a muchas a exhibir sus
obras contemplando, con expectación y desde el anonimato, las reacciones masculinas?
Y es que seguro que Gregorio, el fraile medieval de aquella novela, no ha sido el único en
considerar que aquello «no estaba tan mal para ser mujer» la que lo había hecho. Ante los cuadros
de Susana Horenbout (siglo XV), también Durero se había admirado de que «una mujer pudiera
hacer tales cosas», y por cierto, le compró uno. El impresionista Degas exclamó algo semejante
ante las obras de Mary Cassatu «¡No puedo admitir que una mujer dibuje tan bien!»...
Cecilia BOHL DE FABER (siglo XlX) se escondía bajo el pseudónimo de «Fernán Caballero»,
quizá para mantener así alejada su obra de la «sospechosa» procedencia femenina. Detrás de
«George Sand» no encontramos ningún hombre, sino que Aurora DURPIN (siglo XIX), vestida
también como varón, firmaba así sus escritos, no siempre exentos de la amargura procedente de
frustrantes experiencias amorosas. Mary Anne EVANS (siglo XIX) ha pasado, con gloria, a la
historia literaria bajo el pseudónimo de «George Eliot».... La filósofa francesa Gabrielle
SUCHON (XVII) firmaba con el nombre de G. S. Aristophile y escribió un tratado de la moral
y la política. Y así otras.
De algunas nunca conoceremos su verdadero nombre. Muchos anónimos jamás recuperarán su
verdadero rostro. Otras nunca tuvieron oportunidades: ¿qué sabemos de Judith, hermana de
SHAKESPEARE; parece que ella también tenía dotes de literata. Otras quedaron escondidas de
mil modos, entre el polvo de los rincones históricos... Es verdad, una inconfesable inseguridad
ha paralizado a muchas o, también, les ha impulsado a ampararse tras más aceptables máscaras
y atuendos.
Sabemos que muchas tuvieron que utilizar los vestidos masculinos, bien para protegerse y
defenderse, bien para poder realizar hazañas destinadas a los héroes y a los santos o incluso para
encubrir pecados... Juana de Arco (siglo xv), la vasca Catalina de Erauso, «La Monja Alférez»
(XVII); Antoinette Bourignon (siglo XVI)... Son solo algunos ejemplos más conocidos de una
larga lista. En China fue muy popular Mu-Lan (siglo XVI), la muchacha que durante doce años
sustituyó a su padre en el ejército. Las hay también disfrazadas de piratas, de estudiantes, de
clérigos, de amantes, de ermitaños o/y también, simplemente fugadas, por amor o por odio, con
trajes de hombre. Algunas se colaron en la Universidad --prohibida para ellas-- en tales capas;
otras navegaron o lucharon... En fin, también se santificaron; por ejemplo, las «madres del
desierto» a menudo pasaban por «padres del desierto», envueltas en sus atuendos de monjes, y
solamente después de su muerte --¡al amortajarlas!-- descubrían su verdadero sexo. La verdad
es que hubieran estado expuestas a toda clase de atropellos en lugares tan remotos y
desprotegidos...
Algunas fueron descubiertas, varias se hicieron célebres después de pasar por innumerables
condenas y vituperios, pero la mayoría habrán quedado ocultas, anónimas para siempre, tras sus
disfraces y parapetos. Aunque también es verdad que la amnesia histórica puede y suele ser
selectiva y sexista...
EN UN MUNDO ANDROCENTRICO
Evidentemente, Fray Luis de León no se desmarcaba del sentir masculino de su época cuando
dice que «...la Naturaleza no las hizo para el estudio de las ciencias, ni para los negocios de
dificultades, sino para un solo oficio simple y doméstico: así las limitó el entendimiento y, por
consiguiente, les tasó las palabras y razones»; o en otro lugar, porque como la mujer sea de su
natural flaca y deleznable más que ningún otro animal»-. Santo Tomás estaba absolutamente
convencido de la inferioridad femenina, de su «estado de sumisión», e incluso de que «la imagen
de Dios se encuentra en el hombre de forma que no se verifica en la mujer; así, el hombre es el
principio y el fin de la mujer como Dios es el principio y el fin de toda la Creación» Hugo DE
FERRARA llegó a la conclusión de que «la mujer no es miembro perfecto de 1: Iglesia, sino el
varón...». Por tanto, no es extraño que se dedujera que «es una corrupción de las malas
costumbres el que la mujer ejerza la autoridad», así que ¡se impidió con todo empeño esta
perversión social!
La expresión del Derecho Romano de la fragilitas sexus la incapacitó jurídica y cívicamente.
Imbecilitas, infirmitas, humilitas, han sido conceptos y expresiones aplicados en exceso y por
demasiados siglos al talento de el-- y a sexo femenino, al imbecillior sexus (el sexo más imbecil),
que en realidad se la llega a concebir como «algo deficiente y ocasional". En resumen, habrá que
entenderla como: miseriabilior persona, ¡la más miserable!, porque, y en algunos documentos se
dice sin el menor rubor, quia mayor dignitas est in sexu virili!
Siento una irresistible tentación, y voy a caer en ella, de recordar aquí un ingenioso acróstico del
siglo XV sobre la palabra mulier. Es una «perla» más de las muchas que hay, pero ilustrativa, y
dice que: la m, es el mal de los males; u, que se asociaba con v, vanidad de vanidades; ¿ lujuria
de las lujurias; i, ira de las iras; e: Erinias de las Erinias, es decir, la furia; r, ruina de los reinos
. ¡Todo está dicho!
El rosario de frases misóginas a lo largo del tiempo es casi lo de menos; revelan una mentalidad
y son un descaro, eso sí. Pero lo más triste era toda la carga de dolor, frustración y de desprecio
consciente o inconsciente que todo esto ha provocado. Y lo peor es todo lo que con este
arrinconamiento histórico la Humanidad entera ha perdido. No sólo se la ha privado de la
aportación y el talante femenino, sino que se ha perpetuado injustamente unas relaciones
empobrecidas y empobrecedoras, que dañan seriamente a señores y oprimidas.
La cultura de la inferioridad y de la sumisión femenina atravesó la Historia y las conciencias y
afectó a la Humanidad.
A ellas casi se las privó del derecho a la existencia (no hay más que recordar China y otros
lugares), se atacó su dignidad y, por supuesto se les negó el derecho a la educación y ciencias.
El humanista Leonardo BRUNI (siglo XVI --aunque no sólo él-- disuadía a las mujeres de que
estudiaran retórica por su inutilidad dada su radical «incompetencia». La frenología quiso
demostrar la inferioridad de la mujer basándose en que las dimensiones del cerebro femenino son
menores que las del cerebro masculino. Se determinó que ellas eran de constitución débil, pasiva
y tierna; incapaz de pensar o de organizarse; ya lo dijo DARWJN (siglo XlX), que la superioridad
masculina y la inferioridad de las mujeres «resulta sobradamente probada». Herbert SPENCER
(siglo XlX) desarrolló la teoría de que la actividad intelectual era incompatible con procreación
y por tanto las mujeres no debían estudiar; además, su mente se degradaba a medida que
engendraban hijos. Los griegos incluso pensaban que si la mujer estudiaba se le secaba la
matriz... GALDÓS (siglo XIX) estaba seguro de
que «el mayor encanto de la mujer reside en su ignorancia, MOl.lERE (siglo XVlI) temió a las
mujeres sabias v se burló de las «latiniparlas». Todo ello ha quedado en el subconsciente popular
colectivo y como dice el refrán español, «Mujer que sabe latín no puede tener buen fin, ..... y así
la situación fue deplorable para la mayoría de ellas.
En fin, dada su vulnerabilidad, falta de juicio e incapacidad se les negaba hasta la formación
religiosa y mística... «por más que las mujeres reclamen este fruto (la lectura de las Sagradas
Escrituras) es menester vedado v ponerlo a cuchillo de fuego».
Y ya, por negárseles todo, se les privó hasta del poder de engendrar: «El padre procrea, ella
conserva el retoño», o dicho de otro modo: «No es la madre la que engendra al que llama su hijo;
ella no es más que la nodriza del germen sembrado en ella. El que engendra es el hombre que la
fecunda.
Se las quería «sufridas, castas, cuidadosas, benignas, piadosas, obedientes, calladas y recogidas».
Y bajo la apariencia de protección y ayuda, siempre se desconfiaba de ellas, porque «conociendo
por una parte la flaqueza y por otra los riesgos a los que se ponen ... Se las encerraba en la casa
y en la ignorancia, en la clausura doméstica y en la monástica. En realidad, dicho de una u otra
forma, se repetía sin cesar aquello de que: «las mujeres están hechas para estar encerradas
ocupadas en sus casas y los varones para andar e procurar las cosas de fuera». O como lo dijo
NIETZSCHE de forma más posesiva y desgarrada aún: «El (el hombre) debe considerar a la
mujer como propiedad, un bien que es necesario poner bajo llave, un ser hecho para la
domesticidad y que no tiende a su perfección más que en esta situación subalterna». Así, pues,
quedaron recluidas, a la sombra y tutela de ellos, pero se pensó que esto era lo justo y necesario:
«para que encerradas, guardasen la casa .... ¡y también su honestidad/
Incluso Luis VIVES (siglo XVII) que además y como es sabido se preocupó mucho de una
«mesurada» formación e instrucción de las mujeres, sin embargo en algún momento le delató el
subconsciente y dijo con claridad que: «Así como hay abundancia de instrucciones para la
formación de los hombres, la formación de la mujer puede contentarse con pocos preceptos;
porque son hombres quienes actúan en casa y fuera de casa, en los asuntos privados y en los
públicos. Las normas para tan numerosas y variadas actividades requieren prolijos volúmenes.
En cambio, el único cuidado de la mujer en la honestidad: una vez que se haya hecho una buena
exposición de ella, la mujer está ya suficientemente instruida. Por eso resulta tanto más
vituperable el delito de quienes tratan de corromper esta única virtud de las mujeres, como si uno
quisiera extinguir la poca luz que le queda a quien es ya tuerto.
Total, que se encerraron talentos, personalidades, posibilidades...; se les impidió realizar lo que
se consideró «impropio a su sexo», que era casi todo; se las hizo invisibles, imperceptibles, se
las alejó del bullicio de la Historia, pero apenas nadie las echaba en falta. La mayoría de los
varones, en casi todos los tiempos, prefirieron, como Euripides, que no entrara en su casa «mujer
que sepa más de lo que una mujer debe saber». Otros muchos consideraron que «su mayor
encanto» reside en su «ignorancia». En fin, muy pocos pensaron, como AVERROES (siglo
XVIII), que «de ahí --de esa ignorancia-- proviene la miseria que devora nuestras ciudades».
Menos aún consideraron que: «el cambio de una época histórica puede determinarse siempre por
el progreso de la mujer hacia la libertad» (Charles FOURIER, siglos XVIII-XIX). Y es que
además reflexiones como éstas eran muy aisladas, poco insistentes y poco convincentes y la
libertad un bien casi casi desconocido.
COMO LAS RAÍCES DE UN GRAN ÁRBOL
También entre las mujeres hubo muy pocas que se quejaron por todo ello. Muchas temieron,
algunas se defendieron. La mayoría se resignaron e incluso, consciente o inconscientemente,
interiorizaron su situación y se paralizaron pensando, como la napolitana Ceccarella (siglo XVI)
que «al ingenio de la mujer no le es posible volar tan alto». Lorenzo DE GIUSTINIANI (siglo
XVI) parece que estaba tan compenetrado con estos sentimientos de inferioridad y casi
culpabilidad que sentían las mujeres, y se hacia tan bien cargo de ello, que contó el estupor de
la Virgen María cuando, al entrar en el Cielo y ser recibida con todos los honores por el mismo
Cristo, exclamó asombrada: «¡Esto excede a la dignidad del sexo femenino!».
Algunas sí reaccionaron y su protesta ya viene de antiguo. ARISTOFANES recogió en Las
TESMOSFORIAS una queja que circulaba por Grecia: «que las mujeres estamos tan enfadadas
contra Euripides, porque ha dicho cosas malas contra nosotras»... De tal forma que hasta el
propio interesado temió por ello: «Las mujeres van a poner fin a mi vida hoy en Las
Tesmosforias porque hablo mal de ellas». Escribió otras dos obras más con este tema y
recogiendo reproches de ese estilo. Pero la cosa, aunque demuestra una situación contenida, no
fue más allá de la risa y el teatro...
Según los Evangelios Apócrifos, algo debió detectar María Magdalena, lloro y se quejó, «porque
Pedro odia a las mujeres».
Cristina DE PISAN (siglos XlV-XV) representa un puntal en el tema; tuvo una pluma excelente
y se fijó en la educación como punto nuclear del cambio. María DE GOURNAY (XVI-XVII)
escribió, ya entonces, sobre la «Igualdad de Hombres y Mujeres». Ana María VAN SCHURMAN
(XWII) se proclamaba abiertamente feminista. Madame NECI y su hija Germana DE STAEL
(XVIII) fundaron una cadena de periódicos para extender las ideas de un feminismo muy
incipiente. Si, existen casos, pero en realidad fueron pocas, o conocemos muy pocas, las que se
atrevieron, como lo hiciera Sor Juana Inés DE LA CRUZ (siglo XVII) a reivindicar, para si
misma y como mujer, su vocación intelectual, literaria y teológica.
Menos aún las que intentaron alertar y concienciar a sus colegas: «¡Ah, flaqueza femenil de las
mujeres --clamará la escritora María
ZAYAS (siglo XVII)--, acobardadas desde la infancia!»... Y apunta a las causas y razones de esta
situación, que estaba, claro está» en la educación --más bien amaestramiento-- que se les ha
dispensado en casi todas las épocas y lugares.
Pero si rebuscamos en la Historia, sí nos encontramos con movimientos más colectivos y
alternativos. Reinas, nobles, intelectuales y
muy especialmente, abadesas medievales han jugado papeles muy importantes y lúcidos. Lástima
que no podamos ahora adentrarnos en sus vidas y obras. Siempre ha habido beguinatos, salones,
conventos, palacios.., e incluso cabañas campesinas abiertos al cambio; auténticos «cenáculos»
de mujeres, revolucionarios en estilos de vida, ideas u obras e incluso en movimientos sociales,
políticos, religiosos o de cualquier índole. Las hubo también tenidas por brujas y quemadas como
herejes, a menudo sin causa. ¡Es una pena que ahora no sea el momento de adentramos en vidas
y obras!
Los reiterados intentos eclesiásticos de poner, mejor imponer, la clausura en los monasterios
femeninos, y la tenaz oposición de las monjas, nos muestran a mujeres valientes e inconformistas
por una situación que consideraban injusta porque se «encaramaba» sobre su vida y reglas.
Violante de Moncada (siglo xv), Giovana de Parma (siglo xv), Constanza de Praguera (xv), Ana
de Boch (siglo xvI), Jerónima Olivan (XVl), Yolanda de Palau (XVI) y otras tantísimas,
protagonizaron historias increíbles y nos muestran rostros concretos de lo que fue una auténtica
sublevación colectiva. Pero, ¡en vano!, se decidió por ellas, se legisló para ellas; algunas
sufrieron duros reproches, castigos y humillaciones y a todas les fue impuesto «el siempre temido
y rechazado encerramiento». Luego se ocultó historia y monjas.
Sakina, Aicha (siglo VII) y otras mujeres musulmanas se enfrentaron a cadíes e imanes, durante
el primer siglo islámico, porque se negaban a adoptar algunas leyes concernientes a la
obligatoriedad del velo, la reclusión, la poligamia, la obediencia ciega al esposo .... tuvieron una
entereza admirable. Al parecer hoy sólo una pocas feministas, y con muchas dificultades y
adversidades, se apoyan en su recuerdo.
Las mujeres vasco-francesas, como otras, protestaron en 1789 porque no fueron convocadas a
los Estados Generales. Bajo el título «Las dolencias del sexo de San Juan de Luz y de Cibur al
Rey», exponen lo que supone de empobrecimiento e injusticia, que se prescinda de la mitad de
la población francesa. No consiguieron nada, sólo disgustos, pero hoy valoramos su esfuerzo.
Margarita DE NAVARRA (siglo XVI) ironizó a BOCACCIO y escribió el Heptamerón. La
duquesa de Newcastle (siglo XVII) pidió que «las mujeres fueran tan libres, dichosas y célebres
como los hombres»... (55. Mary WARD (siglo XVII) tampoco estaba de acuerdo con respecto
a la vida y actividades religiosas de unos y otras: «No hay diferencia entre el hombre y la mujer
que impida a las mujeres hacer grandes cosas... Pues, ¿qué opináis de esta expresión, "no son más
que mujeres"? Como si en todo fuéramos inferiores a otra criatura que supongo debe ser el
hombre». Santa Teresa y Santa Teresita se lo dijeron al Señor en privado, pero su queja aparece
publicada en sus obras, y nos alegra...
En fin, hace falta rebuscar más en la Historia más antigua. De todas formas poco a poco» ya se
va excavando y encontrando pilares de resistencia y sufrimiento. Son como faros que alumbran,
desde lejos, el camino hacia adelante. Son como madres que dejaron escrito, con su vida, un
testamento; ahora, con las demás mujeres, queremos leerlo, comprenderlo y ponerlo en marcha.
Olimpia de Gouges, en 1791, fue guillotinada, según la prensa, porque quiso «ser hombre de
Estado y, al parecer, la ley ha castigado a esa conspiradora por haber olvidado las virtudes que
convienen a su sexo»... O como opinaba el procurador Chaumette: «este olvido de las virtudes
de su sexo la ha llevado al cadalso». No cabe duda de que esta fecha es un hito.
El siglo XIX será ya testigo de un feminismo incipiente, pero más extendido y organizado. Un
feminismo absolutamente también incomprendido, ironizado y desacreditado por el «orden
establecido» de uno y otro sexo. Así llenaron de sufrimiento a aquéllas mujeres idealistas. Este
movimiento supuso y fue fruto, sin duda, de un crecimiento en la conciencia colectiva de la
Humanidad; conciencia trabada con la lucha obrera, los movimientos de liberación y de
emancipación mundiales, con los incipientes movimientos minoritarios pacifistas --a veces de
iniciativa puramente femenina--, los antirracistas; los movimientos unidos a los vuelcos políticos,
democráticos, sociales... a los Derechos Humanos. E1 feminismo está lleno de nombres y rostros
concretos.
Todos ellos, con los que les precedieron forman una larga cadena, una historia de dolor y
aguante; un germen a la intemperie. Como la arena sobre la que se formará pacientemente la
perla. Como el río que fluye con nostalgia, arrastrando recuerdos y agua siempre fresca y nueva.
Como las raíces de un gran árbol que ellas nunca vieran, pero que apunta ya hacia el futuro...
EN LA GRAN EXCAVACIÓN COLECTIVA
Casi sin darnos cuenta, Con amor y con dolor, nos hemos adentrado y, de alguna forma,
participado en esa excavación colectiva de la Historia, de la que hablábamos al comienzo. A la
sombra del gran árbol, quería-dos contemplarlas por un instante e intentar reconocerlas tras sus
camuflados disfraces y parapetos. Sentimos necesidad de conocer y re-conocer nuestro pasado,
de saludar y entender a las que nos precedieron, de dialogar con ellas y de recuperar nuestra
historia. La acogemos como una parte de nosotras mismas que nos antecede y nos pertenece.
Aunque es verdad que la historia de las mujeres, en su inmensa mayoría, la tengamos que leer
en la «historia privada», la «historia cotidiana», etc. cercanas a la casa, a lo habitual y común de
la vida y reflejada en no muchos rostros concretos, sin embargo, no podemos contentamos en esta
limitación sanable; podemos y debemos caminar hacia adelante, porque aún queda mucho por
desempolvar y encontrar. Los archivos, las ciudades y mil objetos ocultan materiales interesantes
«de» y «para» las mujeres. Seguro que muchos «anónimos» serán irrecuperables, pero otros
podríamos descubrirlos tras variadas capas e incluso sepultadas en el polvo y el olvido. Es
cuestión de concienciación; de paciencia, de ánimo, de responsabilidad y de solidaridad en el
trabajo colectivo.
Las mujeres de hoy vamos adquiriendo rápidamente una mayor conciencia de nuestra precaria
situación, conciencia que, como veíamos, nos viene de lejos, y sentimos la urgencia de la
liberación,. Pero los movimientos liberadores no parten de la nada; una historia, que se traba
lentamente, les antecede siempre. Nosotras somos conscientes de que la historia de las mujeres,
aunque se va desvelando y vamos excavando en ella, sin embargo, aún permanece oculta porque
ha sido borrada, tergiversada o/y interpretada únicamente por tos varones, no siempre sensibles
a los problemas femeninos y muy alejados de los horizontes que a éstas conciernen. Tenemos un
«gran fondo» común, es cierto, pero, a menudo, desconocido, y este desconocimiento dos resta
operatividad.
Las mujeres no queremos continuar en esta situación ahistórica o antihistórica, pues «es
precisamente, el poder de la opresión lo que priva a los pueblos de su historia». Urge la
reinterpretación y el rescate de la memoria histórica, que nos irá conduciendo hacia una mayor
y más verdadera conciencia de nuestra identidad, hacia una real auto compresión femenina,
grupal y comunitaria que, a la vez, nos aleje de los esquemas androcéntricos, ampliamente
interiorizados entre nosotras durante siglos. Una experiencia que nos fortalecía en la convicción
de que las mujeres, en esa gran marcha de la Humanidad que es la Historia, no estamos solas.
Sostenidas y anticipadas por tentativas anteriores, nos sabemos solidarias en éxitos y fracasos,
en las decepciones y logros ya intentados y realizados Por otras. Participamos de ese «gran fondo
común» que es nuestra historia y a la hora de continuar el trabajo de liberación sabemos que
tuvimos predecesoras y tratamos de dar continuidad a lo que de alguna forma ya ha comenzado.
Al adentramos ahí conocemos mejor situaciones que nos despiertan y, sobre todo, sabemos que
es posible otorgar una conciencia nueva y liberadora a lo que entonces se hizo, pero sobre todo
nos otorga una conciencia comunitaria, un sentido' de pertenencia y responsabilidad ante la
situación de hoy que nos interpela y llama. A la vez nos ayuda a descubrir el presente, nos otorga
sabiduría para discernir y caminar con las mujeres del mundo entero, en redes solidarias y,
especialmente, con las más oprimidas y las más pobres del planeta. Solamente desde la justicia,
desde el sentirnos formando una única Humanidad, podemos intuir y construir el futuro.
Existen muchos grupos de mujeres, cada día crecen y se adhieren más y más desde todos los
rincones del mundo; desde todos los credos, razas, situaciones y convicciones... También se
suman varones, convencidos de que la liberación es conjunta; de que mientras no se liberen las
mujeres, tampoco ellos serán libres; de que el modelo anterior de «varón» y/o de «fémina» está
ya caduco y obsoleto.., y además daña positivamente a unos y a otras. Es esta cadena, ya, como
un gran pañuelo multicolor que va cubriendo la Tierra y bajo el que se van cobijando cada día
rostros nuevos; es un lugar de diálogo, reconciliación y encuentro que repercute en la Naturaleza
y en la Humanidad entera transformándolas, haciendo así más habitable nuestra Tierra. Es como
una gran excavación solidaria, empeñada en la reconstrucción colectiva de una Humanidad
nueva, en la que todos y todas cabemos en el trabajo; en la que todos los obreros y obreras,
pasados y presentes, son necesarios y necesarias.
Como las raíces de un gran árbol que ellas, nuestras antepasadas, nunca vieran pero que ya
comienza a dar una sombra misericordiosa y crece hacia el futuro
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