encendamos nuestro recuerdo y miremos hacia atrás, al año que termina. Ahí podremos descubrir los hábiles toques de Dios, y eso nos dará la confianza necesaria para creer que el año que se nos viene será igualmente valioso. Tratemos, en primer lugar, de encontrar las cosas buenas que hallamos en nuestro camino, sabiendo que todo es bueno, aun aquello que nos ha hecho sufrir porque “…sabemos que para los que aman a Dios todas las cosas les ayudan a bien” (Rom 8,28). Canto final: Santa María del camino Mientras recorres la vida, tú nunca solo estás, contigo por el camino Santa María va. ¡Ven con nosotros al caminar, Santa María, ven! (bis) (tiempo de silencio y de acción de gracias) ¡Encontrar a Dios en los acontecimientos! Dios comparte el bien generosamente, tal como el sol comparte su luz y calor. ¡Pero no todo ha sido bueno! Mala suerte, enfermedad y sufrimientos de una forma u otra aparecieron también en mi camino. Mis reflexiones se hacen más profundas cuando me doy cuenta que, en algunos casos, cuando los he sabido vivir, el bien ha surgido de ellos. (podemos compartir con el grupo para dar gracias por todo lo vivido) Podemos responder a cada participación: ¡Gracias, Señor, gracias! Gracias, Señor, por nuestra vida, gracias, Señor, por la ilusión, gracias, Señor, por la esperanza, gracias de todo corazón. Aunque te digan algunos que nada puede cambiar, lucha por un mundo nuevo, lucha por la verdad. Si por el mundo los hombres sin conocerse van, no niegues nunca tu mano al que contigo está. Aunque parezcan tus pasos inútil caminar, tú vas haciendo camino, otros lo seguirán. En la mesa-altar hay un símbolo: arena y roca. Jesús, su Evangelio, es la roca, el cimiento. Lo distintivo del evangelio no es la confesión de Jesús como Señor, sino la escucha y cumplimiento de su Palabra, es decir, hacer vida el Mandamiento nuevo, las Bienaventuranzas. El Señor es mi fuerza, mi roca y salvación. Nos acercamos, recogemos una piedrecita, reconocemos en dónde estamos cimentados y pedimos a Dios que Él sea nuestra fortaleza. El Señor es mi fuerza, mi roca y salvación. (pausa breve) Salmo 17 En el salmo 17 el salmista parte de una profunda vivencia personal: "El Señor es mi fuerza, mi roca y salvación". Vivencia que, al ser proclamada por toda la Asamblea, va adquiriendo una dimensión colectiva: "El Señor es la fuerza de su pueblo, su gran Libertador"... El Señor es mi fuerza, mi roca y salvación. Tú me guías por sendas de justicia, me enseñas la verdad. Tú me das el valor para la lucha, sin miedo avanzaré. Iluminas las sombras de mi vida, al mundo das la luz. Aunque pase por valles de tiniebla, yo nunca temeré. Yo confío el destino de mi vida al Dios de mi salud. A los pobres enseñas el camino, su escudo eres Tú. El Señor es mi fuerza, mi roca y salvación. El Señor es la fuerza de su pueblo, su gran Libertador. Tú le haces vivir en confianza, seguro en tu poder. El Señor es mi fuerza, mi roca y salvación. salvació