Primer Premio Infantil “MUJERES ABRIENDO CAMINO” Hay y ha habido muchas mujeres que por sus acciones han destacado a lo largo de la historia de la humanidad. Las hubo tanto guerreras como científicas, aventureras como políticas, reinas, nobles, intelectuales, abadesas, astrónomas, escritoras, pintoras o… simplemente esposas. También hubo mujeres dedicadas tan solo a los demás como Teresa de Calcuta y otras dedicadas a escribir sobre lo espiritual como Santa Teresa de Jesús. Luchadoras todas ellas, consiguieron proyectarse más allá de los muros tan estrechos que la sociedad les imponía. Con gran esfuerzo, tenacidad, valentía y perseverancia, lograron superar obstáculos para tener acceso a la educación y a una mínima libertad de movimiento, a desarrollarse como personas, como seres humanos. Pero si ha habido alguien que abrió más caminos que nadie, fue una mujer que vivió hace ya muchos años en un pueblo muy pequeño perdido en algún país al este del mediterráneo. Vivió en una sociedad patriarcal judía, en donde la mujer era “oprimida entre los oprimidos”: en todo inferior al varón. Las hijas no tenían los mismos derechos que sus hermanos varones, pero sí los mismos deberes. La joven pasaba del poder del padre, que la podía casar con quien él quisiera, al poder del esposo como objeto para su placer, como instrumento de fecundidad para la familia. El marido tenía el derecho de repudiar a su esposa. A ella sólo se le reconocía el deber de aguantarle todo. La mujer, soltera o esposa, se pasaba la vida siempre obedeciendo, siempre sirviendo. La mujer (niña, joven, adulta) no podía estudiar, ser discípula, participar en la vida pública. Impensable que una mujer pudiera ocupar algún cargo o función pública. Ni siquiera tenía derecho a ser testigo en los tribunales. En lo religioso, la mujer estaba equiparada a los esclavos (paganos) y niños (menores). No se le tenía en cuenta ni en el templo, ni en el culto, ni en la sinagoga. Impensable que una mujer leyese la Biblia en la sinagoga. Fue de una familia humilde y muy pobre y ella durante su vida también siguió siendo pobre. Respondía al nombre de María de Nazaret: la madre de Jesús de Nazaret y su vida la dedicó a su hijo. Pero María, antes que madre, fue mujer. Una mujer que consciente y libremente se arriesgó y asumió sus responsabilidades. Dio su SI a Dios después de cerciorarse bien sobre lo que se le pedía. Se arriesgó a ser criticada. Respondió a Dios con todo su yo humano, femenino, en la misión más importante encomendada por Dios a una persona. María contó con un esposo, José, que la respetó y creyó y confió en ella y la defendió. Pero sobre todo destacó por ser una mujer humilde, una mujer humillada, una mujer pobre, mujer de pueblo, una mujer creyente, una mujer solidaria, una mujer inmaculada, una mujer glorificada, una mujer que es madre, pero sobre todo por ser la mujer que es más que madre de Jesús y además es la madre de todos los hombres, madre de los cristianos y madre de la Iglesia. Gracias, Virgen mía. José Luis Hernández Fernández – 1º ESO Cº San José Vélez-Málaga