El Imperio Romano de Occidente

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El Imperio Romano de Occidente
(Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Imperio_Romano )
Este artículo se refiere al Imperio Romano hasta su disolución en Occidente, no a su continuación
en Oriente como Imperio Bizantino ni al intento de restauración en Europa central en forma del
Sacro Imperio Romano (843–1806).
El Imperio Romano en su máxima extensión, durante el reinado de Trajano (circa 117)
Con la desintegración del Imperio Romano de Occidente sus territorios se constituirán en diversos reinos
dominados, cada uno, por una élite de invasores.
El Imperio Romano fue un imperio de la Antigüedad, constituido por la expansión de su capital Roma y
que se extendió por los países en torno al Mar Mediterráneo, desde el Océano Atlántico al oeste hasta las
orillas del Mar Negro, el Mar Rojo y el Golfo Pérsico al este, y desde el Desierto del Sáhara al sur hasta las
tierras boscosas a orillas de los ríos Rin y Danubio y la frontera con Caledonia (la actual Escocia), en Gran
Bretaña al norte, en el momento de su máxima extensión.
El término es la traducción de la expresión latina Imperium Romanum, que no significa otra cosa que los
dominios de los ejércitos de Roma sobre dicho territorio. Polibio fue uno de los primeros cronistas en
documentar la expansión de Roma aún como República. En las décadas anteriores a la llegada de Augusto,
Roma había adquirido numerosos dominios en forma de provincias directamente bajo administración
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senatorial o bajo gestión consular, y también mediante pactos de adhesión como protectorados de estados
aliados. Su principal competidora en aquella época fue Cartago cuyo poder rivalizaba con el de Roma y por
ello fue la primera gran víctima de la República. Las Guerras Púnicas obligaron a Roma a salir de sus
fronteras naturales, la península Itálica, y poco a poco se vio encontrando con nuevos dominios que debía
administrar, como Sicilia, Cerdeña, Córcega, Hispania, Iliria, etc.
Los dominios de Roma se hicieron tan extensos que pronto se hicieron difícilmente gobernables por un
Senado incapaz de moverse de la capital ni de tomar decisiones con rapidez. Asimismo, un ejército creciente
reveló la importancia que tenía poseer la autoridad sobre las tropas, de cara a obtener réditos políticos. Así
fue como surgieron personajes ambiciosos cuyo objetivo principal fue el poder. Este fue el caso de Cayo
Julio César, quien no sólo amplió los dominios de Roma conquistando la Galia, sino que desafió por
primera vez la autoridad del Senado Romano.
El Imperio Romano como sistema político surgió tras las guerras civiles que siguieron a la muerte de Julio
César, en los momentos finales de la República Romana. Él fue, de hecho, el primer hombre que se alzó
como mandatario absoluto en Roma, haciéndose nombrar Dictator (dictador). Tal osadía no agradó a los
miembros del Senado Romano, que conspiraron contra él asesinándole durante los Idus de marzo en las
mismas escalinatas del Senado, restableciendo así la república, pero su retorno sería efímero. El precedente
no pasó desapercibido para el joven hijo adoptivo de César, Octavio Augusto, quien sería enviado años más
tarde a combatir contra la ambiciosa alianza de Marco Antonio y Cleopatra.
A su regreso victorioso, la implantación del sistema político imperial sobre un imperio territorial que, de
hecho, ya existía resulta inevitable, aun manteniendo las formas republicanas. Augusto aseguró el poder
imperial con importantes reformas y una unidad política y cultural (civilización grecorromana) centrada en
los países mediterráneos, que mantendrían su vigencia hasta la llegada de Diocleciano, quien trató de salvar
un imperio que caía hacia el abismo. Fue éste último quien, por primera vez, dividió el imperio para facilitar
su gestión. El imperio se volvió a unir y a separar en diversas ocasiones siguiendo el ritmo de guerras
civiles, usurpadores y repartos entre herederos al trono hasta que, a la muerte de Teodosio I, quedó
definitivamente dividido.
Finalmente en 476 el hérulo Odoacro depuso al último emperador de Occidente, Rómulo Augústulo. El
senado envía las insignias a Constantinopla, la capital de Oriente, formalizándose así la capitulación del
imperio de Occidente. El imperio oriental proseguiría varios siglos más bajo el nombre de Imperio
Bizantino, hasta que en 1453 Constantinopla cayó bajo el poder otomano.
El legado de Roma fue inmenso, tanto es así que varios fueron los intentos de restauración del imperio, al
menos en su denominación. Destaca el intento de Justiniano, por medio de sus generales Narsés y Belisario,
el de Carlomagno así como el del propio Sacro Imperio Romano Germánico, pero ninguno llegó jamás a
reunificar todos los territorios del Mediterráneo como una vez lograra la Roma de tiempos clásicos.
Con el colapso del imperio de occidente finaliza oficialmente la Edad Antigua dando inicio la Edad Media.
El Imperio de Augusto (31 adC-14 dC)
Con la victoria de Octavio sobre Marco Antonio, la República se anexionó de facto las ricas tierras de
Egipto. A su regreso a Roma el poder de Octavio fue enorme, tanto como lo es la influencia sobre sus
legiones.
En el año 27 adC se restableció la normalidad política en Roma, otorgándosele por parte del Senado el título
de Imperator Caesar Augustus (emperador César Augusto). El título de emperador, que significa «vencedor
en la batalla» le convertía en comandante de todos los ejércitos. Aseguró su poder manteniendo un frágil
equilibrio entre la apariencia republicana y la realidad de una monarquía dinástica con aspecto
constitucional (Principado), en cuanto compartía sus funciones con el Senado, pero de hecho el poder del
princeps era completo. Por ello, formalmente nunca aceptó el poder absoluto aunque de hecho lo ejerció,
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asegurando su poder con varios puestos importantes de la república y manteniendo el comando sobre
varias legiones. Tras su muerte Octaviano fue consagrado como Divus (divino), lo cual le convertía, a su
muerte, en Dios.
Expansión del Imperio Romano en 133 adC (rojo), 44 adC (naranja), 14 (amarillo), y 117 (verde).
Dinastía Julio-Claudia: los sucesores de Augusto (14-69 dC)
Los sucesores de Augusto no demostraron ser especialmente dotados, evidenciando las debilidades de un
sistema dinástico hereditario. Tiberio, Calígula y Nerón fueron especialmente despóticos, dejándose llevar
incluso por excesos de locura que pusieron a prueba la fortaleza del sistema consolidado bajo la sabia
administración de Octavio.
Con Nerón varias legiones se rebelaron en el 68 y, sin ningún apoyo, el emperador acabó por suicidarse.
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Dinastía flavia (69-96 dC)
El imperio entró en una breve anarquía, en la que en un mismo año (69) hubo cuatro emperadores romanos,
conociéndose como el año de los cuatro emperadores. Tuvo que ser un general, Vespasiano, quien pusiera
fin al caos. Su mandato se reveló positivo para el Imperio y salvo las rebeliones de Judea y Germania, que
aplastó sin miramientos, pocos problemas graves tuvo que afrontar. Una de sus ventajas era que tenía dos
hijos Tito y Domiciano, con lo que además de resolver el problema de ocupar el trono podía garantizar la
sucesión, ya que la idea dinástica había caldo en la sociedad romana con los Julio-Claudios, aunque hubierá
proporcionado emperadores tan malos como Calígula o Nerón.
Sin embargo, las nubes de tormenta estaban ya en el horizonte: Tito, con una brillante carrera militar en la
guerra judía, y convertido en Prefecto del Pretorio por su padre, se enamoró de una princesa judía, que como
esposa de emeprador era absolutamente inaceptable para Roma y los romanos, y además empezó a
manifestar caprichos que conducían a la tiranía. Por su parte, Domiciano, durante la guerra civl del 69, pese
a su juventud, había intentado realizar su propia política personal al margen de su padre. Como conclusión
la nueva línea dinástica demostraba debilidades, aunque el breve imperio de Tito no manifestó nada en ese
sentido, pero la llegada de Domicianoresultó ser igual o peor que los déspotas que le habían precedido. Sus
actucaciones en política exterior fueron desiguales; aplastó a los germanos, pero compró la paz con los
dacios; en política interior, acosó al senado, a los cristianos, a su propia familia, tomo medidas acertadas y
desacertadas, empezó a comportarse como un tirano y terminó por hacerse llamar en palcio dominus et deus.
De nuevo, el sistema se impuso por encima del tirano que fue asesinado en un complot contra él, en el que
la Guardia Pretoriana, nuevamente tuvo un papel principal.
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Los emperadores adoptivos
Con la muerte de Domiciano empieza la era más grande del imperio, el mayor periodo de estabilidad
política y buena administración como nunca tuvo ni volvería a tener. Por primera vez al Senado Romano se
le da la potestad de elegir sucesor y elige a Nerva el año 96. Se inicia así un periodo conocido como el de
los cinco emperadores buenos ya que se suceden cinco emperadores consecutivos que resultan muy
positivos en el gobierno de las extensas posesiones imperiales, así como en todas las campañas militares en
las que participa Roma, resultando siempre triunfante en aplastantes victorias que llevan al Imperio al cénit
de su extensión bajo el mandato de Trajano en el 117, el segundo de los cinco emperadores.
Los cinco emperadores buenos (96-180 dC)
Nerva era un anciano perteneciente a la nobleza senatorial italiana y sería el último emperador italiano de
familia y de nacimiento. Su mayor mérito fue elegir al mejor sucesor posible, Marco Ulpio Trajano. Trajano
era un patricio afincado en la Bética y ascendió al trono en el 98 por recomendación de Nerva. Con él, el
Imperio Romano consiguió su mayor extensión con las nuevas adquisiciones de la Dacia, Arabia,
Mesopotamia, Asiria y Armenia. El imperio llegó a abarcar desde Gran Bretaña al Sáhara y desde la
Península Ibérica al río Éufrates.
Con los llamados emperadores antoninos se instauró, por vez primera, la tradición de nombrar al sucesor
más dotado sin priorizar la razón hereditaria. Adriano fue el afortunado sucesor de Trajano, quien se
encargó de consolidar las conquistas de éste renunciando a los ambiciosos planes de conquista de su
predecesor. Devolvió Mesopotamia a los partos y afianzó la Dacia y la Britania romanas, en esta última con
la construcción del famoso muro al que da nombre. Durante el reinado de los antoninos se volvió a tener en
cuenta la voz del Senado como en tiempos de Augusto, obedeciendo sus recomendaciones en la mayoría de
ocasiones sin que por ello mermase el poder de los emperadores en el desempeño de sus funciones. Bajo los
sucesores de Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio, se produjeron ya los primeros ataques importantes
sobre las fronteras romanas sobre todo por parte de los germanos (especialmente los cuados y marcomanos)
y los partos. Antonino avanzó varias guarniciones britanas a un nuevo frente en el que edificó el llamado
Muro de Antonino esperando que los caledonios y pictos atrapados entre los dos muros aceptaran, poco a
poco, romanizarse. Pero los pictos no dejaron de acosar a las guarniciones romanas, por lo que a la llegada
de Marco Aurelio al trono se procedió al repliegue de todas las guarniciones hasta la más estable y segura
frontera del muro de Adriano.
Durante esta época se producen también los primeros y únicos contactos directos entre Roma y China con el
envío de una embajada romana a oriente a la que hacen referencia las crónicas chinas de la dinastía Han. El
creciente contacto entre el lejano oriente y occidente, ya sea a través de la ruta de la seda o de las tribus de
las estepas, facilita también el transporte de nuevas enfermedades que pronto empezarán a suponer un
problema para Roma. Entre el 168 y el 180 la peste antonina azotará el Imperio con virulencia llegando a
provocar en Roma picos de mortalidad de hasta 2.000 defunciones diarias. El propio Marco Aurelio
perecerá finalmente víctima de la propia peste en medio de su campaña del Danubio contra los
Marcomanos.
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Artículos relacionados: Guerras Dacias
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La sucesión: ¿por qué Cómodo?
Por algua razón que se desconoce, el emperador filósofo Marco Aurelio rompió la sabia tradición instaurada
con Nerva y dio la sucesión a su propio hijo, Cómodo, esperando que este concluyera su ambiciosa
operación de castigo con la que pretendía incorporar dos nuevas provincias al imperio, Marcomania y
Sarmatia. Pero Cómodo, muy al contrario, ofreció rápidamente la paz a los germanos, quienes la aceptaron
enseguida. Las fuerzas bárbaras estaban prácticamente agotadas por la presión romana, que los estaba
llevando hasta el límite. Este fue un balón de oxígeno que años más tarde se revelaría como un grave error
estratégico, habiéndose echado a perder una nueva oportunidad de exterminar totalmente a la amenaza
germana. Las guerras marcomanas finalizan pues abruptamente con la muerte de Marco Aurelio, no sin
mostrar ante los bárbaros el mayor despliegue bélico y el mayor contingente militar listo para el combate
desde tiempos de Augusto. Los germanos tardarían mucho tiempo en recuperarse y en volverse a rebelar
contra Roma.
Muchos se preguntan por qué Marco Aurelio decidió romper el esquema sucesorio legando el imperio a su
hijo. El hecho es que los emperadores antoninos que le precedieron no tuvieron nunca un sucesor directo
disponible por lo que siempre se vieron obligados a adoptar a alguien para asegurar la estabilidad imperial
tras su muerte. A pesar de todo siempre trataron de guardar el poder entre miembros de su familia o
cercanos a ella siempre que fue posible.
Cómodo (180-192 dC)
Este nuevo emperador, de quien los historiadores dan un imagen de tirano y poco competente, se revela
como nefasto y despreocupado de los problemas del pueblo y en las fronteras, ocupándose más por
divertirse con los juegos, orgías y todo tipo de pasatiempos bélicos y obscenos. La situación de dejadez
imperial agrava el malestar en la corte hasta que el emperador es finalmente asesinado.
Dinastía de los Severos (193-235 dC)
Tras un breve periodo anárquico Septimio Severo, militar no perteneciente a la aristocracia romana,
consigue establecer una nueva dinastía el año 193. Alejandro Severo es el último emperador de esta línea
hereditaria, dando paso a la tercera anarquía (la primera fue el año de los cuatro emperadores y la segunda la
que precedió a los Severos). A partir de ahora se suceden en el trono varios emperadores que llegan al poder
gracias a haber subido en el escalafón militar por méritos sin ser necesariamente de procedencia noble. El
primer emperador de esta nueva era es Maximino, hijo de campesinos y procedente de una zona de la actual
Serbia.
Crisis del siglo III (235-284 dC)
Esta crisis marcará el inicio de la lenta pero inexorable decadencia del Imperio hacia su colapso final.
Durante los 50 años que dura, Roma ve vestir la púrpura a 35 hombres distintos, la mayoría de ellos
generales destacados que asumen el poder de la totalidad o de parte del Imperio, generalmente coronados
por sus propias tropas. Pocos emperadores de esta época mueren por causas naturales, la mayoría fruto de
conspiraciones y asesinatos, muchas veces de manos de su propia guardia pretoriana. Las invasiones
bárbaras se intensifican en todos los frentes, haciendo muy difícil mantener el gobierno sobre todas las
provincias y, a la vez, sostener la presión sobre unos limes cada vez más amenazados. La crisis se ve
acentuada por el azote entre el 251 y el 266 de la terrible peste de Cipriano. Esta situación de caos propicia
que el año 260 Póstumo proclame la independencia del Imperio Galo (Galia, Britania, e Hispania) sin que
desde Roma se pueda hacer nada para remediarlo. Ante tal muestra de debilidad imperial en el 266 Zenobia
se proclama Reina de Palmira haciéndose con el control de Siria y Egipto en Oriente. La manifiesta
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debilidad no pasa desapercibida para las tribus danubianas y sus incursiones bárbaras se hacen cada vez
más osadas, hasta que una invasión conjunta de Hérulos, Godos y Peuquinos en el 267-268 logra penetrar en
Dacia y Moesia llegando incluso hasta Tracia y Macedonia. Las sucesivas campañas defensivas logran
estabilizar la sitaución pero al precio de perder prácticamente toda la Dacia siendo Aureliano quien decide
finalmente retirar los habitantes que quedan y asentarlos en Moesia. Estas escisiones e invasiones del
Imperio hacen pensar ya en un fin próximo de este pero un ambicioso Aureliano derrota a Zenobia en el 272
y a Tetrico I (el último emperador de la Galia) en el 274, restaurando la unidad del imperio, y siendo
proclamado en Roma como restitutor, lo cual no le salvará de morir asesinado también por su guardia; algo
que será lamentado posteriormente ante la incompetencia de algunos de sus nuevos sucesores. Aun así, son
esta suerte de emperadores-soldado procedentes de la región de Iliria, denominados emperadores ilíricos, los
que terminan por salvar al imperio de una destrucción que parecía inevitable, pero en el proceso también
modifican la naturaleza del propio Imperio Romano y los historiadores marcan en esta remontada de la
crisis el fin de la Antigüedad clásica y el principio de la Antigüedad tardía.
La tetrarquía (285-324 dC)
No es hasta Diocleciano cuando, por fin, se pone freno a la Anarquía que ya duraba más de medio siglo
gracias a las profundas reformas que efectúa. Con él empieza el bajo imperio. Diocleciano trata de recuperar
el culto a las divinidades paganas y, particularmente, el culto al emperador por lo cual vuelve a perseguir de
nuevo a los cristianos como hicieran algunos de sus predecesores por negar estos la divinidad del
emperador. El objetivo es sacralizar la figura del mandatario supremo evitando así su trivialización y que
pudiera ser objeto de las más viles traiciones como había sido costumbre durante la tercera anarquía.
También advierte que la capital imperial no puede seguir siendo Roma, ciudad donde las intrigas de palacio
y las confabulaciones entre nobles, políticos y militares de toda clase y condición hacen peligrosa la vida del
emperador. Así mismo, decide finalmente dividir, en el 286, los dominios de un imperio que se había hecho
difícilmente gobernable y reestructurar su organización territorial y de gobierno imponiendo la tetrarquía.
La partición resulta en el Imperio Romano de Oriente que pasa a dirigir él mismo con Nicomedia como
capital y en el Imperio Romano de Occidente cediendo su control a su amigo Maximiano quien instala su
capital en Mediolanum (actual Milán). El intento trataba de salvar a Oriente y evitar que la decadencia del
imperio de occidente acabase arrastrando también a Oriente en su caída. Sin embargo, a la salida de ambos
del poder regresó la inestabilidad.
Imperio cristiano (324-395 dC)
Constantino I el Grande volvió a unificar el imperio en el 324 tras derrotar a Majencio, venció a sus
oponentes bajo la bandera de una nueva religión, el cristianismo, y estableció la capital de todo el imperio
en la renombrada Constantinopla, antigua Bizancio.
Constantino no fue realmente un emperador cristiano aunque utilizó la religión para alzarse con el poder
bautizándose tan solo cuando vio venir la muerte desde su lecho lo que permitió que finalmente el
cristianismo se convirtiera por vez primera en religión de estado. A su muerte, el imperio se repartió entre
sus tres hijos tal y como había dispuesto, la prefectura de la Galia para Constantino II, Italia para Constante
y Oriente para Constancio II. Los dos primeros conspiraron entre sí alzándose finalmente Constante como
dominador de todo Occidente, momento en el cual Magencio se aprovechó de la situación para usurpar el
trono, derrotar y asesinar finalmente a Constante. Constancio marchó entonces sobre éste derrotándole y
alzándose nuevamente como emperador único de todo el Imperio Romano.
Constancio era arriano a pesar de que tras el Concilio de Nicea dicha doctrina había sido desechada por la
del Obispo Atanasio considerándose el arrianismo como una herejía. A pesar de lo cual mientras Constancio
estuvo en el poder se mantuvo un equilibrio entre ambas corrientes que se rompió a la llegada de Juliano el
apóstata en el 361 quien devolvió la libertad de culto y se hizo pagano renunciando al cristianismo y
prohibiendo las persecuciones religiosas también entre los propios cristianos lo que no evitó que, poco a
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poco, los arrianos fueran marginados. Cuando Joviano accedió al trono este recuperó la religión cristiana
como religión de estado pero ya con el atanasianismo como corriente mayoritaria.
Valentiniano I volvió a partir el imperio en el 364 recuperándose nuevamente su unidad con Teodosio I, el
último emperador conjunto, en 392. A su muerte en 395 la separación del imperio se hizo por fin
irrevocable. Su hijo Honorio heredó la parte oeste y Arcadio la parte este del imperio.
El último emperador de Roma, Rómulo Augústulo, fue depuesto en 476 por Odoacro, rey de los hérulos,
pero el Imperio Romano de Oriente continuó hasta 1453, año en que los turco-otomanos tomaron
Constantinopla.
Un imperio urbano
Más información en: Arquitectura romana | Vivienda romana | Edificación pública | Urbanismo romano
Anfiteatro romano en Tarraco (hoy Tarragona)
Las ciudades romanas eran el centro de la cultura, la política y la economía de la época. Base del sistema
judicial, administrativo y fiscal eran también muy importantes para el comercio y a su vez albergaban
diferentes acontecimientos culturales. Es importante destacar que Roma fue, a diferencia de otros, un
imperio fundamentalmente urbano.
Las ciudades romanas estaban comunicadas por amplias calzadas que permitían el rápido desplazamiento de
los ejércitos y las caravanas de mercaderes, así como los correos. Las ciudades nuevas se fundaban
partiendo siempre de una estructura básica de red ortogonal con dos calles princiaples, el cardo y el
decumano que se cruzaban en el centro económico y social de la ciudad, el foro alrededor del cual se erigían
templos, monumentos y edificios públicos. También en él se disponían la mayoría de las tiendas y puestos
comerciales convirtiéndo el foro en punto de paso obligado para todo aquel que visitase la ciudad. Así
mismo un cuidado sistema de alcantarillado garantizaba una buena salubridad e higiene de la ciudad
romana.
Curiosamente, este riguroso ordenamiento urbanístico, ejemplo del orden romano, nunca se aplicó en la
propia Roma, ciudad que surgió mucho antes que el imperio y que ya tenía una estructura un tanto
desordenada. El advenimiento del auge del poder imperial motivó su rápido crecimiento con la llegada de
multitud de nuevos inmigrantes a la ciudad en busca de fortuna. Roma nunca fue capaz de digerir bien su
grandeza acentuándose más aún el caos y la desorganización. La capital construía hacia lo alto, el escaso
espacio propició la especulación inmobiliaria y muchas veces se construyó mal y deprisa siendo frecuentes
los derrumbes por bloques de pisos de mala calidad. Famosos eran también los atascos de carros en las
intrincadas callejuelas romanas. La fortuna sin embargo quiso que la capital imperial se incendiara el año 64
dC, durante el mandato de Nerón. La reconstrucción de los diferentes barrios se realizó conforme a un plan
maestro diseñado a base de calles rectas y anchas y grandes parques lo que permitió aumentar muchísimo
las condiciones higiénicas de la ciudad.
Por lo demás toda ciudad romana trataba de gozar de las mismas comodidades que la capital y los
emperadores gustosos favorecían la propagación del modo de vida romano sabedores de que era la mejor
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carta de romanización de las futuras generaciones acomodadas que jamás desearían volver al tiempo en
que sus antepasados se rebelaban contra Roma. Por ello, allí donde fuera preciso se construían teatros,
termas, anfiteatros y circos para el entretenimiento y el ocio de los ciudadanos. También muchas ciudades
intelectuales gozaban de prestigiosas bibliotecas y centros de estudio, así fue en Atenas por ejemplo ciudad
que siempre presumió de su presuntuosa condición de ser la cuna de la filosofía y el pensamiento racional.
Para traer agua desde todos los rincones se construían acueductos si era preciso, el agua llegaba a veces con
tal presión que era necesario construir abundantes fuentes por todas partes lo que aun aumentaba más el
encanto de dichas ciudades que aun construidas en tierras secas recibían la llegada de las bien planificadas
canalizaciones romanas.
Las casas típicas eran las insulae (isla). Solían estar hechas de adobe normalmente de unos tres o cuatro
pisos aunque en Roma o en otras ciudades de gran densidad se llegaban a construir verdaderos rascacielos
cuya solidez muchas veces fue más que dudosa. La gente rica y de dinero, patricios de buena familia o ricos
comerciantes plebeyos que habían hecho fortuna se alojaban en casa de una sola planta con patio interior
(impluvium) recubierto de mosaicos llamadas domus.
En honor a las victorias se construían columnas, arcos de triunfo, estatuas ecuestres y placas
conmemorativas que solían hacer siempre referencia al emperador reinante y sus gloriosas victorias
conseguidas en pos de la salvaguarda de la pax romana de la que gozaban inconscientes los ciudadanos de la
urbe. Era un motivo que se recordaba constantemente para dar sentido a la recaudación imperial, sin dinero
no hay ejército, sin ejército no hay seguridad y sin seguridad no hay ciudades ni comercio. Algo que
quedaría patente a finales del bajo imperio.
Con la llegada de la crisis del siglo tercero y, particularmente, ya en el tardío imperio cristiano la seguridad
de la que disfrutaron durante tiempo las ciudades romanas había desaparecido. Y muchas de ellas, sobretodo
las más fronterizas con los limes acechados por los pueblos germanos se vieron obligadas a amurallarse y
recluirse en fortificaciones sacrificando calidad de vida por seguridad. Fue un paso hacia atrás que se
materializaría con la desaparición del imperio de occidente, la ruralización, el fin de las actividades
comerciales y el surgimiento de los castillos medievales.
Economía
Una moneda romana
La economía del Imperio Romano era la propia de un imperio esclavista: los esclavos trabajaban
obviamente de forma gratuita, lo cual producía una enorme riqueza. Las diferentes ciudades y provincias
estaban conectadas por una red de comunicaciones, vías y puertos, que fomentaban el comercio
notablemente.
Aunque la vida se centraba en las ciudades, la mayoría de los habitantes vivían en el campo, donde
cultivaban la tierra y cuidaban el ganado. Los cultivos más importantes eran el trigo, la viña y los olivos,
también árboles frutales, hortalizas, legumbres y lino. Los romanos mejoraron las técnicas agrícolas
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introduciendo el arado romano, molinos más eficaces, como el grano, el prensado de aceite, técnicas de
regadío y el uso de abono.
Sociedad
La sociedad romana se configura de dos clases sociales que tenían la ciudadanía romana: una aristocracia de
propietarios (patricii, patricios) y una clase popular que luchaba por conseguir derechos (plebs, plebeyos).
Como ya se ha dicho anteriormente, la economía estaba basada en el sistema de producción esclavista,
donde la mayoría de los esclavos eran prisioneros de guerra. Existían mercados de esclavos donde se
comerciaba con ellos como si fuesen simples mercancías.
Así pues la sociedad romana estaba dividida en:
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Patricios: la clase dominante que poseía todos los privilegios tanto fiscales, como judiciales,
políticos y también culturales (es decir, eran más cultos).
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Plebeyos: eran el pueblo que no gozaba de todos los derechos ni privilegios.
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Esclavos: no tenían derechos y eran posesión de sus amos. El esclavismo era toda una institución
social en Roma. No fue un esclavismo de raza, como sí lo sería siglos después. En Roma cualquiera
podía ser esclavo; la fuente de esclavos provenía sobretodo de pueblos conquistados, pero también
de delincuentes u otra gente que fuera degradada a esa clase social por algún motivo. En realidad el
esclavismo no era más que la clase social más baja. Y como toda clase, también era posible ascender
a veces comprando la propia libertad, o simplemente por el deseo expreso del amo que se
formalizaba con el acto de manumisión, un privilegio exclusivo de todo propetario que convertía al
esclavo en liberto (ex esclavo liberado).
Religión
Escultura de la diosa Diana
La religión de los romanos era politeísta (adoraban un gran número de dioses). Los más venerados eran
Júpiter, Minerva y Juno. En honor a ellos se construyeron templos y se ofrecieron sacrificios de animales. El
emperador era adorado como un dios y en todo el Imperio se practicaba el culto imperial.
También veneraban, en casa, a los dioses protectores del hogar y de la familia; en cada casa había un altar
dedicado a esos dioses. Además, los romanos eran muy supersticiosos y, antes de tomar una decisión
consultaban la voluntad de los dioses, expresada por medio de los oráculos.
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Las fiestas religiosas
El calendario religioso romano reflejaba la hospitalidad de Roma ante los cultos y divinidades de los
territorios conquistados. Originalmente eran pocas las festividades religiosas romanas. Algunas de las más
antiguas sobrevivieron hasta el final del imperio pagano, preservando la memoria de la fertilidad y los ritos
propiciatorios de un primitivo pueblo agrícola. A pesar de eso, se introdujeron nuevas fiestas que señalaron
la asimilación de los nuevos dioses. Llegaron a incorporarse tantas fiestas que los días festivos eran más
numerosos que los laborales. Las más importantes eran las fiestas lupercales, saturnales, equiria y de los
juegos seculares.
Tiempo después, el cristianismo se convirtió en la religión oficial del imperio, con el emperador
Constantino que toleró las dos religiones, ya que según la leyenda, antes de una gran batalla vio una cruz en
el cielo, bajo la cual una inscripción decía «bajo éste símbolo vencerás». Al día siguiente grabó en los
escudos de todos sus soldados la cruz y obtuvo una gran victoria, si bien sólo se bautizó unos días antes de
su muerte. Las festividades cristianas que se celebran actualmente no son más que las festividades que ya se
celebraban en tiempos romanos, sólo que cristianizadas para hacerlas compatibles con la nueva religión.
Incluso se mantienen algunas completamente paganas como el carnaval.
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