* * * LA FILOSOFÍA EN LA EXPLICACIÓN DEL HOMBRE Y DEL UNIVERSO En términos generales, la filosofía fue concebida desde antiguo como “Amor por el Saber” en Platón y en los pensadores que siguieron a éste maestro. Ya en los tiempos modernos el filósofo alemán Hegel sostenía con vehemencia que la filosofía debía dejar de ser amor por saber para transformarse en “Saber real”, como lo señalara en la Fenomenología del Espíritu. Este saber real consiste en pensar a la filosofía como ciencia, a la manera de la moderna ciencia de la naturaleza. En el siglo XIX filósofos como Kierkegaard y Federico Nietzsche van a mostrar discrepancias importantes con las ideas de Hegel. En el siglo XX, más cercano a nosotros, se abandona en términos generales una filosofía entendida como “Sistema” o entendida como totalidad. Ciertamente la Fenomenología de Husserl y el pensamiento existenciario de Heidegger buscarán un nuevo sitio, otro lugar desde donde plantear las inquietudes de la filosofía. De igual manera el existencialismo de Jean Paul Sartre va a poner en dudad el desarrollo filosófico anterior haciendo que el hombre sea el responsable no sólo de sus actos, sino también de su ideología y de las elecciones que constantemente desarrolla en el mundo. Sartre logra reunir la literatura, el pensamiento filosófico, la política y el dominio de las creencias en un plano estrictamente humano y de absoluto compromiso en cada uno de sus emprendimientos. El filósofo francés André Glucksmann va más lejos en sus obras: La verdad no aparece como el tema de la filosofía como era nuestra convicción, sino que valores simples y tal vez elementales dan sustento a su pensamiento plenamente vigente. Estas breves referencias, meramente históricas, abren camino para el lugar, la concepción o las ideas que cada uno de nosotros tengamos. Será deber nuestro entender la relación entre el hombre y el mundo, entre los sujetos y la sociedad en que vivimos, ojalá tomando distancia de la historia de la filosofía, del pensador predilecto. No los llamo a renunciar al conocimiento del pasado, más bien con humildad los convoco a pensar por vosotros mismos. En su juventud, Descartes en un breve escrito se hacia la siguiente pregunta: “¿Qué camino seguiré en la vida?”. Supongo que esa pregunta la hemos tenido entremanos en variadas ocasiones, aunque por cierto la respuesta es sin duda individual y demorará el tiempo que sea necesario. La filosofía aparece en el horizonte de los griegos como una respuesta a la mitología y a las ideas que de ella se derivaban. Así, los siete sabios y pensadores como Anaximandro se van a preocupar de un conocimiento verdadero, de los valores morales y éticos, y de la idea algo avanzada, de la existencia de un solo dios y uno de muchos dioses, como era la tradición mitológica antigua. Los pocos fragmentos que han llegado a nosotros de esos autores dan importancia a la moral como un sello distintivo de lo que después Platón denominó “filosofía”. Una diferencia relevante en el contexto del pensar de los griegos lo encontramos en el maestro Sócrates y en su discípulo Platón. Desde joven y hasta una edad madura Platón no concebía la posibilidad del camino por cuanto éste representaba el no ser, lo que no existe. Seguía en ese planteamiento las ideas de Parménides que, en su Poema, decía: “El ser es, el no ser no es.” A diferencia de estas reflexiones, Sócrates gozaba de una formación más universal en los más variados temas. El maestro Sócrates, el filósofo casi inexistente en los congresos de filosofía de importancia, traía consigo influencias de la filosofía de oriente y, especialmente, del pensamiento de Heráclito de Efeso. Es Heráclito el que nos invita a comprender que “todo fluye”, que no se puede ingresar dos veces al mismo río porque sus aguas han cambiado en forma constante; que el cambio es algo indiscutible en todo orden de cosas. No en vano el viejo Hegel le decía a sus alumnos: “quien haya comprendido a Heráclito no necesita leerme a mí”. El interés de ésta reflexión apunta a dos formas de entender la realidad y el universo: de una parte, los filósofos de la identidad, los cultores de la metafísica, y de otra los que aceptan el movimiento, el devenir, la dialéctica como motor de la historia y del hombre. En efecto no es lo mismo asumir un pensamiento conservador en el ámbito político que una reflexión sustentada en los inicios del liberalismo o en los planteamientos jacobinos. Tampoco resulta indiferente en el contexto de las creencias religiosas los dictámenes de las iglesias positivas o la tarea que asumieron los librepensadores, los masones, a partir de 1717. En la perspectiva económica resultan diametralmente opuestas las refecciones de Schmit y Ricardo, en relación a la explotación del hombre por el hombre estudiado por Marx y quienes continúan con sus ideas. Como ustedes pueden apreciar, la elección que cada uno de nosotros realice nos va a inclinar en uno u otro sentido y tendremos que ser coherentes con aquellas consecuencias que se desprendan de nuestra elección. ¿Cómo vamos a concebir la relación hombre-mundo en la realidad actual? - ¿Hemos de aferrarnos a verdades absolutas en las cuales ni siquiera la filosofía confía? - ¿Qué tipo de verdad pensamos al mencionar la palabra? - ¿Cuánto ha afectado a los hombres la panacea de la globalización, tan destacada en universidades y escuelas? - ¿Qué valores y principios guiaron al experimento neoliberal que hoy por hoy muestra más falencias que éxitos? Cuando preguntamos por los valores no solamente pedimos una nueva relación entre los hombres, sino que esperamos que ésta sea ética, que sus pilares sean sólidos, que no sólo se amparen en la razón sino en la humanidad toda del ser humano. Somos hombres del siglo XXI. Las respuestas que buscamos en la sociedad, en la política, en la historia pueden estar en nuestro tiempo, aunque nada nos dice que el origen de la filosofía en los siete sabios no esté mostrando una señal lejana, pero posible, de incorporar valores a lo que hacemos. Tampoco hemos de dejar de lado el pensamiento oriental, como ha sido una tradición en muchos filósofos. Vivir el mundo como un todo orgánico, vital, no se contrapone al pensamiento laico. Otro pensador que viene en nuestro auxilio es Baruch Spinoza, que en su Ética no sólo reúne a la naturaleza toda con Dios, sino que además el Dios de Spinoza aparece como un Dios Hombre. El pensamiento suyo da cuenta de la totalidad según un orden geométrico demostrado. No en vano sus ideas corresponderían a la utopía necesaria de los pensadores de la Revolución Francesa, de los filósofos del romanticismo alemán y de todos aquellos que hemos buscado con pasión un mundo mejor, un mundo donde la felicidad la podemos compartir con muchos otros, más allá de las tradicionales diferencias que presentan las sociedades y los pueblos. Espero haber satisfecho algunas de las inquietudes de ustedes con este trabajo. Mi formación universitaria me ha llevado especialmente por el camino de la filosofía . Estoy cierto que la perspectiva filosófica asumida es de por sí unilateral. Pocas veces en los veintisiete siglos de filosofía sus autores han sido coincidentes respecto de sus reflexiones. Es más, si hacemos el ejercicio de revisar un diccionario de la especialidad, nos daremos cuenta que cada concepto tiene diversas definiciones. Este hecho, a mi entender, no es negativo, sino más bien prometedor. Abre puertas y ventanas, más que cerrarlas. Establece al “otro” como un “legitimo otro”. Pone frente, cara a cara a las conciencias, a las subjetividades enfrentadas respecto de un problema o asunto. En un ensayo de Karl Popper titulado “Como veo la filosofía” nos enseña que ésta disciplina no es sólo para eruditos, que todos los hombres y las mujeres son filósofos por el simple hecho de pensar. A diferencia de él, otros autores son de la idea que la filosofía ha pasado por ocho o nueve cabezas en la historia del hombre. El inglés F.H. Bradley es de la idea que todo juicio es contradictorio y, por lo tanto, no hay en rigor filosofía. Y Harold Joachim propone que cuando pensamos no somos nosotros los que realizamos la acción, sino que es la “vía infinita del conocimiento” la que se encarga de esa tarea. Estas cuatro visiones de la filosofía del siglo XX no contienen error alguno. Cada una de ellas se puede justificar mediante el pensamiento humano. Todo va a depender del criterio o del fundamento que cada uno de nosotros asuma. La variada riqueza conceptual no la aprendí exclusivamente en los libros. Más bien se fue haciendo patente en las enseñanzas recibidas con dedicación y respeto en la Universidad de Chile. Si bien comparto aquello que exalta el pensamiento racional, el discurso positivista, el progreso y los valores del llamado “Siglo de las luces” me doy cuenta que el sentimiento, el romanticismo moderno, la riqueza del hombre en tanto hombre es algo más que un castillo de conceptos o que un mundo de puras ideas. No me niego a la verdad, pero descarto de plano una verdad totalizadora o metafísica. El ejercicio que les propongo es darle una posibilidad para que el hombre se encuentre con una o más verdades. Para cumplir este propósito no obligatorio es necesario darle un espacio al amor y al azar. E.S.R. 14 de septiembre de 2011.