LA SEGUNDA OPORTUNIDAD REFLEXIONES EN TORNO A LA VIDA Y LA MUERTE LA SEGUNDA OPORTUNIDAD REFLEXIONES EN TORNO A LA VIDA Y LA MUERTE La noche entera con un hacha me ha golpeado el dolor, pero el sueño pasó lavando como un agua oscura piedras ensangrentadas. Hoy de nuevo estoy vivo. De nuevo te levanto, vida, sobre mis hombros. (Oda a la Vida de Pablo Neruda) EXPERIENCIA EN EL UMBRAL DE LA MUERTE Hace algunos meses, al celebrar el Bicentenario de nuestra República, rememoré una vez más, aquel tormentoso día en que enfermé gravemente en Mendoza, hecho acaecido en el año 2006. Un súbito, intenso e inexplicable dolor que atravesaba diametralmente mi abdomen, seguido por vómitos explosivos, me condujeron rápidamente en la mañana del 19 de Septiembre en compañía de mi hijo a consultar en el Hospital General, donde luego de ser evaluado, me comunicaron la lapidaria noticia: ¡Ud. tiene una pancreatitis aguda!, diagnóstico que para mí representaba una grave y eventualmente mortal enfermedad. Repentinamente me envolvió un manto de incertidumbre. Mis sueños se volatilizaban súbitamente, mientras escuchaba al médico de urgencia que recomendaba mi inmediata hospitalización en una clínica privada especializada en este tipo de enfermedades. Una vez ingresado a la Unidad de Cuidados Intensivos de dicha clínica, observé alarmado el enorme volumen que alcanzaban diversas partes de mi cuerpo. Al quinto día me trasladaron a una habitación individual donde perdí el conocimiento, por lo que me 2 retornaron a la UCI. Sin embargo, al día siguiente empeoró mi estado de salud y mi situación se tornó crítica. La clínica carecía de los elementos básicos, indispensables para mi tratamiento y distaba mucho de ser un centro especializado en la patología que me afectaba. Surgió en mí la certeza de una muerte inminente si continuaba hospitalizado, por lo que solicité angustiosamente a mi familia mi traslado a Chile. La tenaz oposición de las autoridades de la clínica para concederme el alta obligó a mi familia a plantear la amenaza de una demanda judicial, lo que permitió finalmente rescatarme en ambulancia aérea el 24 de Septiembre. Mi recuerdo del cruce de la Cordillera de Los Andes fue, aunque parezca contradictorio, el más plácido del cual conserve memoria. Llegamos al aeropuerto Arturo Merino Benítez, donde me esperaba una ambulancia que me trasladó de inmediato al Hospital Clínico de la Universidad de Chile, donde fui recibido por un equipo multidisciplinario. Durante las primeras 24 horas de mi hospitalización, me mantuve lúcido a ratos y al día siguiente fui sometido a mi primera intervención quirúrgica para drenar dos litros de una hemorragia generada en el interior del abdomen a nivel retroperitoneal. Recuperé el conocimiento recién a comienzos de Diciembre. Mientras aún permanecía en la UCI, recuerdo haber dado mis primeros pasos con ayuda de dos kinesiólogos. Analizando retrospectivamente esta situación, sorprendido me dí cuenta que logré realizar estos pasos mientras aún me encontraba con el abdomen abierto, ya que había sido sometido a varios aseos quirúrgicos. En los días próximos a la celebración del Año Nuevo, mientras estaba en la Unidad de Tratamiento Intermedio Quirúrgico, escuché por vez primera de labios de una enfermera que entregaba su turno y paralogizado por la impactante información, la larga lista de gravísimas complicaciones que había sufrido. Entre ellas, una trombosis mesentérica superior, cuadro extremadamente grave que recordaba había sido la causa del deceso de nuestro inolvidable amigo Hugo Maccarini Raya . Dentro del sinnúmero de complicaciones, tuve un shock séptico y llegó un momento en que mi organismo estaba en gran parte colonizado por gérmenes resistentes a toda terapia antibiótica. Fue entonces cuando surgió como única posibilidad de vida la de 3 ensayar un nuevo antibiótico que a la sazón no existía en el país, el que fue donado por un laboratorio farmacéutico extranjero. Felizmente, la prueba resultó exitosa, y fui experimentando un lento proceso de recuperación hacia fines del mes de Noviembre de 2006, el que incluyó un auto injerto de piel para recubrir mi abdomen en Enero de 2007 y un magnífico procedimiento endoscópico realizado en Clínica Alemana para eliminar mis cálculos en el colédoco en Marzo de 2007. Recuperé progresivamente el habla que había quedado interrumpida luego de una traqueotomía, recomencé a escribir primero puntos, luego líneas y enseguida palabras, reinicié mi alimentación por vía oral, mientras que la marcha se fue fortaleciendo lentamente con la importante ayuda de los kinesiólogos. La extirpación de la vesícula biliar recién se pudo efectuar en Diciembre de 2007 y el cierre definitivo de mi pared abdominal con una malla compuesta en Octubre de 2008. Amigos, esta noche quisiera compartir con Uds. algunas reflexiones en torno a aquellos vagos recuerdos aparentemente oníricos que aún conservo, que sin duda acontecieron durante el largo período en que permanecí en estado de coma y que habrían coincidido con mis peores momentos durante mi hospitalización en la Unidad de Pacientes Críticos del Hospital Clínico de la Universidad de Chile. Según me ha comentado mi esposa, quien estuvo permanentemente a mi lado entregándome su amor, su fuerza y su compañía, el magnífico equipo médico que me atendía, cuya vocación, abnegación y permanente dedicación era para todos conmovedora, a pesar de todos sus esfuerzos, abandonó toda esperanza de vida manifestando que no había medida terapéutica alguna a la cual acudir, restando tan sólo orar. Diversos amigos médicos, analizaron profundamente la extrema gravedad de mi estado concluyendo que en caso de sobrevivir quedaría muy probablemente con serias secuelas neurológicas. De allí que decidieran solicitar mi desconexión para evitarme mayores sufrimientos, petición que fue sin embargo, denegada por el equipo médico tratante. Además de frecuentes e incoherentes pesadillas y alucinaciones monstruosas, mis mayores recuerdos giran alrededor de tumbas y cementerios. Es posible que éstos se hayan originado 4 en momentos en que mis signos vitales descendían a niveles mínimos. Quizás también sea posible que hayan coincidido con el fallecimiento de varios pacientes en el corto lapso de una semana en la UCI. Dentro de este conjunto de imágenes, destacan nítidamente dos recuerdos carentes de colores. En uno de ellos, me encontraba sentado en una especie de tribuna, rodeado de figuras humanas cuyos oscuros rostros no distinguía claramente, en un amplio recinto sostenido por pilares que parecían ser de mármol, pero que daban la impresión que en cualquier momento podrían derrumbarse. Aún cuando hacia el fondo a la izquierda, parecía haber una salida hacia el exterior, entre todos los presentes había cierto grado de resignación e impotencia y permanecíamos inmóviles en nuestros sitiales. En el segundo de ellos, me encontraba sentado en un pequeño carro metálico, sin techo, el que partiendo desde la superficie, se deslizaba bulliciosamente sobre rieles descendiendo lentamente y dando giros. Mientras sus ruedas chirriaban intensamente, en cada recodo veía cierto grado de luminosidad. Me acompañaban, también sentadas, varias figuras humanas oscuras, de espaldas hacia mi posición, que enardecidas gritaban, clamando por salir al exterior, mientras yo permanecía inmóvil y en el más absoluto silencio. Del mismo modo recuerdo imágenes de monjes que deambulaban a mi alrededor, generando en mí una singular molestia. Según me relata mi esposa, el Director General del Hospital Clínico durante un largo período, solicitó misas diarias al párroco, quien me dio la extremaunción. Una vez recuperado el conocimiento, estas imágenes felizmente se esfumaron. Algunos me decían que aún permanezco en esta tierra por algún motivo, que estoy aquí para cumplir una misión ¿Cuál podría ser esa misión? ¿Dejar algún mensaje? ¿Tareas pendientes? Podría ser, ya que indudablemente los seres humanos nos proyectamos en la vida con el propósito de cumplir ciertas metas trazadas, ya sea familiar, profesional, social o espiritual. Otros lo atribuían a un milagro y me llamaban Jesús, Lázaro, mientras algunos me decían jocosamente que no “fui aceptado ni arriba ni abajo”. 5 Los deseos o ansias de vivir ¿podrían explicar suficientemente este fenómeno, o deberíamos hurgar en otras causas aún desconocidas por nosotros? Durante un largo tiempo no encontré respuesta a esta interrogante. Sin embargo, luego de reflexionar e investigar concluí en que este fenómeno podría explicarse a través de la resiliencia, la capacidad de resistir, de sobrevivir, de levantarse, capacidad que por lo demás, ha demostrado claramente el pueblo chileno tras el último terremoto y tsunami que devastó gran parte de nuestro territorio. Estas reminiscencias de una experiencia vivida cercana a la Muerte me han conducido inexorablemente a reflexionar en torno a la Vida y la Muerte. REFLEXIONES EN TORNO A LA MUERTE Desde que el Hombre existe, la Muerte ha representado un enigma que no ha sido resuelto. La Muerte es considerada en esencia la extinción del proceso homeostático y por ende el fin de la Vida. Se entiende por homeostasis el proceso que permite regular el ambiente interno en los organismos vivos, con lo que se logra mantener una condición estable y constante. En ella intervienen todos los sistemas y aparatos del organismo. La homeostasis fue descrita por Claude Bernard a mediados del siglo XIX, cuando observó que las variaciones corporales como temperatura, presión arterial y frecuencia cardíaca tenían como objetivo devolver la estabilidad al cuerpo. Sin embargo, el término homeostasis fue acuñado en 1928 por el biólogo Walter Cannon quien recibió el Premio Nobel por definir en el libro The Wisdom of the Body, las características que rigen la homeostasis, entre las cuales se señala que una falla de los mecanismos homeostáticos producen la enfermedad y la muerte. Khalil Gibran en su obra “El Profeta” escrita en 1923 señala que el secreto de la muerte debemos buscarlo en el corazón de la vida, ya que “la vida y la muerte son uno, como lo son el río y el mar”. Así como “el buho, cuyos ojos están ciegos durante el día, no 6 puede descubrir el misterio de la luz, si en verdad queréis conocer el espíritu de la muerte, abrid bien vuestro corazón al cuerpo de la vida. En lo hondo de vuestras esperanzas y deseos yace vuestro silente conocimiento del más allá, y cual semillas soñando bajo la nieve, vuestro corazón sueña con la primavera. Confiad en los sueños, porque en ellos está escondida la puerta de la eternidad”. El 29 de Noviembre de 2006, mientras quien habla permanecía aún hospitalizado en estado crítico, fue presentada en el Taller una extraordinaria Plancha titulada “El Hombre y la Muerte”, en la que se mencionaba diversos estudios e investigaciones en torno a la muerte. En su introducción se señalaba que “Entre todos los seres vivos, el hombre según parece, es el único en prever la fatalidad de su propio fin. Esta conciencia humana de la inevitabilidad de la muerte conlleva un interés en saber qué es, en qué consiste este fenómeno natural y, consecuentemente, un interés por conocer o intuir si algo sigue a la muerte. Ese interés está representado en una de las tres incógnitas formidables que la filosofía pretende dilucidar: ¿hacia dónde vamos? Frente a la muerte y a la incógnita que ella plantea acerca de su significado, el ser humano tiene básicamente dos planteamientos. El primero, que sostiene que nada existe después de que ella acaece, y que la muerte significa por consiguiente, el aniquilamiento total, la negación de toda idea de pervivencia. De acuerdo a esta forma de pensar, la muerte no sólo significa la desaparición del cuerpo sino también de cualquier rasgo de conciencia, inteligencia o personalidad. La otra posición, que es la mayoritaria, sostiene que después de la muerte, si bien el cuerpo material desaparece y se reintegra a la Naturaleza, algo llámese alma, conciencia o espíritu se salva de la aniquilación total y permanece.” El sabio Epicuro – en su carta a Meneceo – trata de tranquilizarnos ante la tragedia de dejar de ser. Señala que la muerte no es algo temible para quien reflexione sobre ella. “Haz un hábito pensar que la muerte no es nada en relación con nosotros. Porque todo bien y todo mal radican en los sentidos, y la muerte es, precisamente, ausencia de sentidos. Por lo tanto, es necio aquel que dice temer la muerte, no porque sufrirá dolor cuando ésta se presente, sino porque sufre al pensar en su venida. Pues no es prudente que lo que no nos trastorna con su presencia, nos atribule 7 durante su espera. Luego, el más pavoroso de los males - la muerte – no es nada en relación con nosotros, porque, cuando nosotros somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros ya no somos”. En la Revista Masónica de Diciembre de 1990 fue publicada “La Muerte del Pensador”, artículo escrito por el Q:.H:. Borja Orihuela Grez en Marzo de 1892. Su hijo, el Q:. H:. Roberto Orihuela Salas fue V:.M:. de nuestra Respetable Logia Cóndor Nº 9 en el período 1935-1936. En su inicio expresa: “Mi hora ha llegado. Voy a penetrar en el seno del infinito. La materia que encierra mi alma se desorganiza con rapidez, y libre de los lazos que lo atan a la tierra, mi espíritu se desprende de mi cuerpo, como árbol desarraigado poco a poco por la azada del labrador”. En su parte final señala: “¡Mi hora ha sonado! Miserable átomo del Universo, voy a experimentar una nueva transformación. Las moléculas de mi cuerpo se incorporarán a la madre tierra, de la cual provienen, y mi espíritu seguirá su curso a través del tiempo y del espacio. Allá como aquí, la idea de un Dios infinito, de un verdadero Padre Universal, acompañará a mi alma y la confortará en su larga peregrinación.” “No debe halagarme en este momento supremo, la engañosa ilusión de ir a reunirme con ese Dios en un fantástico cielo, que no puede existir en la forma que se promete a los creyentes por los sacerdotes de todas las sectas. El Altísimo no concede a los espíritus imperfectos otros goces que aquellos que son compatibles con su estado de adelanto, y que pueden servirles para su desarrollo y progreso moral. Además, la visión repentina y completa de la divinidad, deslumbraría nuestras almas hasta ofuscarlas, sin producir otro goce que un inefable aniquilamiento. No. Dios, que nos acompaña invisible por donde quiera, no se muestra a sus creaturas sino por grados; pero su amor nos alienta y protege en toda circunstancia, como lo hace un padre con los hijos que ha engendrado y a quienes está en el deber de amparar en todas las épocas de la vida. Él, que es el Padre Universal, me acompañará 8 también en este supremo trance, aunque mi espíritu no deba ni pueda verle”. Psiquiatras, cardiólogos, cirujanos, biólogos, físicos y filósofos están estudiando, analizando y recogiendo los testimonios de personas moribundas, para entender el proceso de morir y la psicología de aquellos que sufren enfermedades terminales, así como también los relatos de personas declaradas clínicamente muertas y de aquellas experiencias cercanas a la muerte (ECM) o en el umbral de la muerte. Entre ellos, el Dr. Raymond A. Moody publicó en 1975 su libro “Vida después de la Vida” en el que describe las experiencias de personas declaradas clínicamente “muertas”. Por otra parte, la Dra. Elizabeth Kübler Ross, médico psiquiatra suiza, radicada en Estados Unidos, profesora de psiquiatría en la Universidad de Chicago, realizó diversas investigaciones que se concentraron en las personas moribundas con enfermedades terminales. Su propósito fue junto con tratar de aliviar los temores y angustias del moribundo, comprender el proceso de la muerte e intentar descubrir cuál es su psicología, para ayudarle a lograr morir en paz. La Dra Kübler logró sistematizar las reacciones que los enfermos sufren al conocer su propio fin y detectar, incluso, las diversas etapas por las que pasan en este proceso irreversible. Autora de numerosas publicaciones entre las que destacan “La Muerte: Un Amanecer”, “Sobre la Muerte y los Moribundos”, “La Rueda de la Vida”, la Dra. Kübler Ross señala en parte de sus conclusiones que “el cuerpo físico no es más que una casa, un templo, el capullo de seda en el que vivimos durante un cierto tiempo hasta la transición que llamamos muerte. Cuando llega la muerte, abandonamos el capullo de seda y somos libres como una mariposa. La muerte es el paso a un nuevo estado de conciencia en el que se continúa experimentando, viendo, oyendo, comprendiendo, riendo, y en el que se tiene la posibilidad de continuar creciendo”. REFLEXIONES EN TORNO A LA VIDA 9 Según describe Platón en su Apología de Sócrates, éste durante su tercera alocución a los jueces atenienses que le impusieron la pena de muerte, manifiesta que “Al parecer, esto que me sucedió ha sido un bien, y no puede ser correcta la suposición de quienes pensamos que morir es un mal. También lo siguiente debería hacernos pensar que hay grandes esperanzas de que esto sea un bien. En efecto, estar muerto es una de dos cosas: o bien el que ha muerto no es nada, por así decir, y no tiene ninguna percepción de ninguna cosa, o bien se trata, como se cuenta, de una suerte de cambio de estado y migración del alma desde este lugar de aquí hacia otro sitio. Si es ausencia de toda percepción, algo así como dormir cuando el que duerme no tiene ningún sueño, entonces la muerte sería una ganancia maravillosa. Si por otro lado, la muerte es como emigrar de aquí hacia otra parte, y si es verdad lo que se cuenta acerca de que allí están todos los que han muerto, ¿qué bien podría haber mayor que éste, señores jueces? Pues si una vez llegado a lo de Hades (dios que gobierna el mundo subterráneo, donde, según representaciones de la mitología y la religión popular, habitan los muertos), tras librarse de éstos que se jactan aquí de ser jueces, uno va a encontrar a los verdaderos jueces, que, según se cuenta, hacen justicia allí, como Minos, Radamante, Éacos, Triptólemo, y a todos los otros semidioses que fueron justos durante su vida, ¿sería acaso malo emigrar? Y además, ¿cuánto daría alguno de ustedes por convivir con Orfeo, Museo, Hesíodo y Homero? Por mi parte estoy dispuesto a morir muchas veces, si esto es cierto.” Sócrates agrega, “pero es preciso, señores jueces, que ustedes mantengan una actitud esperanzada ante la muerte y consideren una sola cosa como cierta: que para un hombre honesto no hay ningún mal, ni mientras vive ni una vez que ha muerto, y que los dioses no se despreocupan de lo que le pase.” El día en que Sócrates debía cumplir su sentencia de muerte y beber la cicuta con la puesta del sol, sus amigos que ordinariamente le visitaban y acompañaban en la prisión, se reunieron más temprano que de costumbre. Al entrar, encontraron a Sócrates a quien acababan de quitar los grillos. En el diálogo sostenido por Fedón y Equécrates, descrito por Platón, en el que también participan Simmias, Cebes y Critón, Sócrates señala “cuando el alma existe por sí y queda librada del cuerpo, y el cuerpo 10 queda librado del alma, ¿qué es eso sino la muerte? Y agrega, “según una opinión muy antigua (refiriéndose a Pitágoras), las almas, al abandonar este mundo, van al Hades, y desde allí vuelven al mundo y vuelven a la vida, luego de haber pasado por la muerte”. “Para asegurarse de esta verdad - continúa no hay que concretarse a examinarla con relación a los hombres, sino que es preciso hacerlo con relación a los animales, a las plantas y a todo lo que nace; porque así se verá que todas las cosas nacen de la misma manera, es decir, de sus contrarias, cuando tienen contrarias. Por ejemplo: lo bello es lo contrario de lo feo; lo justo de lo injusto; y lo mismo sucede con una infinidad de cosas.” “¿La vida no tiene también su contraria, como la vigilia tiene el sueño? Con motivo del sueño y la vigilia, el sueño nace de la vigilia y la vigilia del sueño; el paso de la vigilia al sueño es el adormecimiento y el paso del sueño a la vigilia es el despertar”. De la misma manera, agrega que “la muerte es lo contrario de la vida y que la una nace de la otra y, por lo tanto, nuestras almas están en el Hades después de la muerte.” “Lo contrario del morir es el revivir. Por tanto, estamos de acuerdo en que los vivos no nacen menos de los muertos que los muertos de los vivos; prueba incontestable de que las almas de los muertos existen en alguna parte de donde vuelven a la vida”. Concluye diciendo “nada se puede objetar a estas verdades, y no nos hemos engañado cuando las hemos admitido; porque es indudable que hay un regreso a la vida; que los vivos nacen de los muertos; que las almas de los muertos existen; que las almas buenas libran bien y que las almas malas libran mal”. Aún cuando la discusión en torno a la Muerte continuará estando siempre presente entre todos los seres humanos que sobrevivimos, concretamente sólo en el momento en que nos enfrentemos a ella, encontraremos la respuesta a tales interrogantes. Al margen de estas disquisiciones y en lo que se refiere a mi experiencia personal, no fui declarado clínicamente muerto y no observé aquel túnel que describen algunos moribundos, pero me correspondió vivir inequívocamente una experiencia en el umbral de la muerte, lo que se tradujo en un renacer a la vida, proceso durante el cual tuve que aprender nuevamente a hablar, escribir, comer y caminar. Debo reconocer que hubo instantes en los cuales mis fuerzas flaqueaban y dudé de poder lograr la ansiada 11 recuperación. Por ello, esta segunda oportunidad me ha conducido a valorar en su justa medida las cosas simples de la vida, el despertar día a día, mirar a través de mi ventana y disfrutar del amanecer, de la luz del día, del azul del cielo, la tibieza del sol, del canto de los pájaros, del ruido del viento, del surgimiento de las hojas primaverales y la caída de las otoñales, de las flores, de la lluvia, la alegría y risa de un niño, ver , escuchar y sentir a mis seres amados. Si bien el tiempo es un tirano y vivimos inmersos en compromisos ineludibles intentando cumplirlos con responsabilidad y puntualidad, resulta esencial a mi juicio, distanciarse del mundo acelerado en que vivimos, hacer la pausa y vivir el presente, el aquí y el ahora. En otras palabras, aprovechar el tiempo que aún nos queda. Lin Yutang, escritor y filólogo chino en su obra “La importancia de vivir” escrita en 1937, describe diversas formas de gozar la vida. Entre ellas, el simple hecho de tenderse en una cama, no tan sólo para descansar y dormir, sino también para meditar, leer un buen libro o escuchar buena música. El poeta Li Liweng, dice en su ensayo sobre “Sauces” que se debe aprender a escuchar tendido en la cama el canto de los pájaros al amanecer: ¡Qué mundo de belleza nos espera si aprendemos a despertarnos al alba y escuchar el celestial concierto de los pájaros! He aprendido a valorar la importancia del presente y el poder continuar disfrutando de la compañía y cariño de mis seres queridos, de mis entretenidas actividades profesionales, de la Masonería que le ha aportado un especial sabor a mi existencia, donde he encontrado a mis mejores amigos y agradecer al G:.A:.D:.U:. por mantenerme aún vivo en este mundo terrenal sin las probables y temidas secuelas de mi enfermedad. MASONERIA, VIDA Y MUERTE El día de nuestra Iniciación, todos nosotros hemos enfrentado a la Muerte y hemos decidido voluntariamente morir profanamente para comenzar una Vida Nueva al recibir la Luz Masónica. Es decir, luego de la ceremonia, sufrimos indudablemente una metamorfosis y renacemos masónicamente. 12 El día de nuestra muerte física, nuestro Ritual Fúnebre nos señala que la Muerte no es más que el principio de una Nueva Vida. El que ha vivido como hombre de bien, no debe temerla. Además, nos señala que el Q:.H:. que ha pasado a decorar el O:.E:. ya no existe, viaja en las tinieblas, los lugares que le conocían ya no le conocen y los lugares que ahora recorre no los conocemos, agregando que el G:.A:.D:.U:. hacia el cual ha vuelto es el único que puede guiarlo hacia el Templo Inmortal de la Verdad. Finaliza diciendo ¡Que el G:.A:.D:.U:. os haya recibido con bondad y os haya acordado la recompensa de los justos! En extricto rigor y de acuerdo a estas palabras, nuestra Orden no sostiene que después de la Muerte sobreviene el aniquilamiento total, la Nada y parece aceptar la idea de Vida después de la Muerte, aún cuando por su posición antidogmática deja abierta a cada hermano la posibilidad de alcanzar sus propias creencias con respecto a este misterio impenetrable. Intimamente ligado a la idea de la Muerte se encuentra el deseo de trascender. El masón puede seguir existiendo en la memoria de sus hermanos, en el archivo histórico de su Logia, en sus Planchas, pero donde puede esencialmente sobrevivir a su muerte es a través de sus obras, sus discípulos y encarnando en su propia existencia el proyecto ético de la Masonería. REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS 1. Khalil Gibran : Obras completas. Tomo II. El Profeta. Bibliográfica Internacional S.A., págs. 410-411 2. Platón: Apología de Sócrates. Editorial Universitaria S.A., págs. 95-105. 3. Platón: Diálogos. Critón - Fedón - El Banquete - Parménides. Editorial EDAF, S.A., Madrid, España, 1984, págs. 51-143. 4. J. J. M. : El Hombre y la Muerte. Plancha leída en la Resp:. Log:. Cóndor Nº 9 el 29.11.2006. 5. Borja Orihuela Grez : La Muerte del Pensador. Revista Masónica de Chile, 1990, Nº 2, págs. 42-46. 6. Raymond A. Moody,Jr.: Vida después de la Vida. Editorial EDAF, S.A., Madrid, España, 1975. 13 7. Elisabeth Kübler-Ross: La Muerte: Un Amanecer. Editorial Océano/Luciérnaga, 2010. 8. Elisabeth Kübler-Ross: La Rueda de la Vida. Ediciones B, S.A. para el sello Zeta Bolsillo, 2006. 9. Lin Yutang : La importancia de Vivir. Ediciones Apóstrofe, Barcelona, España, 1994. 10. Rogelio Rodríguez Muñoz: Venga… Reflexionemos sobre la Muerte. Revista Masónica de Chile 2010, Nº 7-8, págs. 33-36. HVH Santiago, 01 de Junio de 2011 14