Muy temprano, Pequita salió a recoger las miguitas que había

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La hormiguita Pequi y su nueva amiga
Muy temprano salió Pequi a recolectar miguitas que cayeron de la lonchera
de Gabriela, cuando se iba al colegio. Necesitaba llenar pronto el espacio de la
despensa, que mamá le había señalado para esa semana. De lo contrario, no tendría
tiempo de trepar por el gran tronco del viejo roble, lleno de fascinantes seres
parecidos a ella: pequeños, ágiles, curiosos… Aunque algunos: ¡Muy diferentes!
Como aquellos, que de sus costados emergían unas hermosísimas alas,
completamente dibujadas y coloridas; las que en otros eran, transparentes y
alargadas…
Intentó girar su cabecita para observar su propio cuerpo, pero sólo consiguió
descubrir sus patas traseras y sentir un tirón en el delgado cuello. Apuró el tranco
y comenzó el ascenso pensando, que si se lanzaba desde bien arriba, en un tris le
aparecerían unas alas que la mantendrían en el aire.
De pronto, sintió una gota húmeda sobre su espinazo escurriéndose hacia
sus patas y una sombra oscureció su senda. La probó con su trompita. ¡Qué salada!
Entonces, le pareció escuchar un sollozo…Dirigió su mirada hacia arriba y posada
sobre una pequeña hoja descubrió un ser de enormes, brillantes e irisadas alas.
Reunió fuerzas, puso sus manos a modo de bocina y gritó:
__ ¿Quién eres? ¿Qué te sucede?
Otra gota cayó sobre ella. Esta vez, encima de su cabeza.
__Disculpa, tengo un gran problema. Soy Monina, una mariposa intrusa y
desobediente…
__Espérame ahí, no te vayas. Conversaremos.
Llegó agotada. Le faltaba el aire, le zumbaban los oídos. Respiró
hondamente una, dos, tres veces. Recién ahora, pudo decir:
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__Cuéntame. Soy Pequita. Vivo en el hormiguero que está entre las raíces de
este árbol. ¿Dónde vives tú? ¿Por qué dices que eres intrusa y desobediente?
__Sucede que mamá me pidió que no me alejara del jardín donde vivimos,
pero era tan entretenido conocer tantas flores de distintos colores, mientras el
viento me empujaba, que, de pronto, cuando quise volver, miré a mi alrededor y
no supe dónde estaba… Llamé a mamá, pero nadie respondió. Descubrí este árbol
y aquí estoy, muy acongojada.
__Creo que sé cómo ayudarte. ¿Puedes llevarme sobre tu espalda? Iremos
donde la directora de mi colegio. Ella es Hormiga Reina y, como tú, también ha
volado. Nos dirá dónde está el jardín del que te has extraviado.
¡Qué emocionante era ser transportada por el aire! Sentía fresco todo su
cuerpo y le daban unas enormes ganas de cantar. Pronto divisaron la raíz del
cerezo y bajaron.
__ ¡Espérame aquí, que ya vuelvo!, dijo Pequita y desapareció por las
estrechas galerías. En un letrero se leía: “COLEGIO LA UNIÓN”.
Hormiga Reina, muy seria y amable, le sugirió que miraran desde el punto
más alto del roble, hacia las ventanas del dormitorio de Gabriela. A la vuelta de
éstas encontrarían el jardín, donde, seguramente, vivía Monina.
Otra vez viajaba montada sobre aquella suave y blanda espalda. Monina ya
no sentía pena; la compañía de Pequita la reconfortaba.
Tardaron un rato en remontar y completar el ascenso. Extenuada se posó
Monina sobre una rama. Ahí mismo se quedó profundamente dormida. El viaje
con una pasajera, fue demasiado para su frágil cuerpo. Pequita no le habló y se
dedicó a recorrer las hendiduras de la rama. Luego, puso sus manos sobre los ojos,
ubicó las ventanas de Gabriela y giró la vista. ¡Ahí estaban muchas, muchas flores
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de tantos distintos colores, moviendo sus cabecitas a uno y otro lado, todo el
tiempo. ¡De ahí venía Monina!
De pronto, escuchó la voz de mamá que decía:
__ ¡Pequita! ¡Pequita! ¡Ya es hora de bañarte para ir al colegio!
Se acercó a Monina y le hizo cosquillas en sus antenas. Ella abrió los ojos.
__ ¡Oh, disculpa, me quedé dormida!
__ No importa, pero debemos apresurarnos. Mamá me llama. Mira hacia
allá. ¿Ves? ¡Ese es tu jardín! Déjame abajo y verás lo fácil que ahora te resultará
encontrarlo.
¡Qué buena has sido Pequita! He aprendido mucho de ti. Mamá se alegrará
cuando le cuente cómo eres. Volveré siempre a este viejo roble para encontrarte
nuevamente. Si pude subirte a la cima, también podré llevarte un día, a conocer las
graciosas flores.
__ ¡Me encantaría!
Ese día, Pequita estuvo poco atenta en clases. Dibujó una gran Monina en su
cuaderno. Pintándola cuidadosamente, escribió junto a ella: ¡Amiga: siempre te
estaré esperando!
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