3. El registro de lo Imaginario. En el texto El estadio del espejo... Lacan aborda el tema de la constitución del yo. Los conceptos claves del texto son aquellos que subrayan la prematuración del niño en el estadio infans (esto es, antes de que comience a hablar, entre el nacimiento y los 18 meses aproximadamente), prematuración que le impide un dominio de su cuerpo, y la anticipación que se produce en el ámbito psíquico al reconocer como propia una imagen de sí que lo presenta bajo la forma de un cuerpo armónico y coordinado. Esta tensión entre las sensaciones propioceptivas (que aportan vivencias de fragmentación) y la imagen de unidad es la clave para comprender lo propio de la organización del yo para Lacan: el yo será una imagen unificada que falsea los datos de mi realidad vivencial, y estará siempre amenazada por la fragmentación. En el Seminario I, ya citado, Lacan dedica un grupo de lecciones para trabajar el tema de la constitución del yo (lecciones que, en la edición de editorial Paidós, se agrupan bajo el título de La tópica de lo Imaginario), a partir del siguiente esquema: Primer paso: El esquema representa el fenómeno de la reflexión en un espejo cóncavo, fenómeno que, a diferencia de lo que ocurre con un espejo plano, no produce una imagen virtual, sino una imagen real, proyectada por delante del espejo. Así, en nuestro ejemplo, si colocamos delante del espejo una mesa sosteniendo sobre sí un florero vacío (C), y colocamos debajo de la mesa un ramo de flores invertido (A-B), éstas últimas se reflejarán en el espejo produciendo una imagen real que viene a coincidir sobre el florero (A’-B’), generando así la ilusión, a los ojos del observador, de un florero con flores, situación en la cual el observador no podrá distinguir qué de esa imagen es real y qué producto del reflejo especular. Segundo paso: ¿qué ocurriría si colocamos, por delante de la mesa, en el lugar en que debería ubicarse el observador para percibir la ilusión óptica que describimos más arriba (punto O del primer esquema), un espejo plano que reflejara toda la situación? 7 El observador, ubicado ahora en el extremo izquierdo del gráfico, por sobre el espejo cóncavo, vería reflejado en el espejo plano (miroir, espejo en francés) la imagen virtual que representa una mesa sosteniendo un florero con flores, y ya no podría distinguir qué cosas de esa imagen son el reflejo de objetos reales, y cuáles de objetos que resultan a la vez imágenes proyectadas por el espejo cóncavo. La imagen virtual homologa y unifica lo que, antes, resultaba una mixtura de objetos e imágenes, creando la ilusión de unidad donde antes había fragmentación. Si ahora intentamos aplicar las categorías del Estadio del espejo a este esquema obtendremos las siguientes consecuencias: a. El cuerpo fragmentado, cuerpo real del niño, estaría representado en el esquema por el ramo de flores y el florero reales (a), ambos separados entre sí, sin coordinación posible. b. El yo ideal (la imagen unificada en el espejo) sería la imagen virtual compuesta por a’ e i’(a), el florero y las flores virtuales, que aparentan una perfecta coordinación. c. La función del ideal del yo, que aporta la matriz simbólica que posibilita esta experiencia imaginaria, estaría representada en el esquema por el punto S,I que es aquel que establece la dirección de la mirada desde el punto $, lugar tanto de la mirada libidinizada de la madre como de la mirada del niño que, siguiendo a aquella otra mirada, logra ver lo que ella ve: un cuerpo unificado, del otro lado del espejo. Estos conceptos pueden verse ilustrados a través de otro esquema, conocido como esquema lamda (en referencia a la letra griega del mismo nombre) utilizado por Lacan en varios de sus seminarios (inicialmente en el seminario III, dedicado al tema de las psicosis): S a a’ A Las letras a y A representan dos formas del otro: el otro (a) de la relación imaginaria, es decir, el otro especular, que es tanto mi propia imagen como la del objeto, y el Otro (A) de la relación simbólica (Tesoro del significante). 8 La letra a’ representa al yo. La S, al sujeto. El yo es lo propio del individuo a nivel de lo imaginario. El sujeto, lo propio del individuo a nivel de lo simbólico. Cada uno de ellos está determinado por una forma del otro. A su vez, todo el esquema se soporta de la función del Otro con mayúsculas (matriz simbólica). Pero, tal como se desprende del gráfico, la línea de la relación imaginaria a’ – a hace obstáculo a la línea de la relación simbólica A – S: la función del yo se apoya en lo simbólico, pero al mismo tiempo lo desconoce. El esquema lamda puede a su vez transformarse en otro, conocido como esquema R o esquema Rho (nuevamente, en referencia a la letra griega del mismo nombre): La base de este esquema es la misma que la del esquema lamda, pudiendo localizarse los puntos S, a, a’, A. Por sobre ellos se colocan los puntos O, M, I, P, pertenecientes al falo, a la Madre, al Niño (I) y al Padre. El triángulo formado por los vértices O, M, I corresponde a lo Imaginario. A su vez, el conformado por los vértices M, I, P corresponde a lo Simbólico. El espacio sombreado, señalado con la letra R e integrado por los vértices I, m, i, M corresponde a la Realidad: el espacio del yo y sus objetos (también podríamos decir: el espacio de las relaciones libidinales). En él, la línea m –I (moi, Ideal) es el lugar de las identificaciones del yo. La letra m (inicial de la palabra “moi”, que designa al “yo” en francés) representaría la “versión última” del yo, entendiendo por “última” aquella que está vigente en el momento actual; la letra I representa la función del Ideal del Yo, que es provista desde lo Simbólico y sostiene las diversas identidades imaginarias del yo. m’’’ m’’ m’ La serie de las identificaciones m I En el otro extremo se encuentra la línea i –M. En ella se despliegan los objetos libidinales, que se inician en la Madre y, desde ella, derivan hacia nuevas versiones, la última de las cuales está representada por i (imagen del objeto). i’’’ i’’ i’ i M La serie de los objetos Para comprender las otras aplicaciones de este esquema, deberemos pasar a nuestro último punto. 9