INDICADORES DE SOLVENCIA EXTERNA PARA LA ECONOMÍA ARGENTINA. ESTIMACIÓN Y AJUSTES EN FUNCIÓN DE LA NUEVA METODOLOGÍA DEL BALANCE DE PAGOS. AUDITORÍA GENERAL DE LA NACIÓN GERENCIA GENERAL DE LA DEUDA PÚBLICA GERENCIA DE DEUDA EXTERNA 1 INDICADORES DE SOLVENCIA EXTERNA PARA LA ECONOMÍA ARGENTINA. ESTIMACIÓN Y AJUSTES EN FUNCIÓN DE LA NUEVA METODOLOGÍA DEL BALANCE DE PAGOS. SUMARIO I. INTRODUCCIÓN. 2 II. LOS CAMBIOS RECIENTES EN LA METODOLOGÍA DEL BALANCE DE PAGOS Y ALGUNOS CRITERIOS GENERALES PARA EL ANÁLISIS DE SOLVENCIA EXTERNA Y FISCAL. 4 III. PRESENTACIÓN Y ANÁLISIS DE LOS INDICADORES DE FRAGILIDAD/SOLVENCIA ESTIMADOS PARA LA ECONOMÍA ARGENTINA. 10 IV. CONCLUSIONES 27 2 INDICADORES DE SOLVENCIA EXTERNA PARA LA ECONOMÍA ARGENTINA. ESTIMACIÓN Y AJUSTES EN FUNCIÓN DE LA NUEVA METODOLOGÍA DEL BALANCE DE PAGOS I. Introducción. En este informe se presentan estimaciones de un conjunto de indicadores destinados a caracterizar la evolución reciente del grado de solvencia o de vulnerabilidad financiera externa y fiscal de la economía argentina. El trabajo se apoya en gran medida en un estudio anterior de carácter metodológico1, donde se presentó un detenido examen de los indicadores que suelen emplearse para caracterizar el grado de solvencia o de vulnerabilidad financiera externa de una economía. Además de la revisión de los indicadores de uso corriente, ese trabajo abordó el diseño de varios cocientes alternativos, de carácter complementario, dirigidos a captar aspectos no reflejados de manera satisfactoria por los indicadores convencionales. Los indicadores considerados en este trabajo se construyen utilizando información de tres tipos, básicamente: variables de flujo, variables de stock, y variables de precio. Diversos cambios introducidos recientemente, en sucesivas etapas, en la metodología de estimación del balance de pagos en la Argentina -que en alguna medida siguen las recomendaciones contenidas en la quinta edición del 1 Auditoría General de la Nación, Gerencia de Deuda Externa, Indicadores de solvencia externa para la economía argentina, Resolución 151/95, 12 de setiembre de 1995. 3 Manual del Balance de Pagos del FMI2- alteran el cómputo de diversas variables de flujo relevantes para el cálculo de indicadores de solvencia, como lo es por ejemplo el resultado de la cuenta corriente del balance de pagos. Ciertamente, esto afecta la homogeneidad de las series estadísticas en el tiempo y modifica la naturaleza de diversos conjuntos de información utilizados en el estudio previo ya citado, por lo que se hace necesario revisar algunos de los planteos allí presentados. En la sección que sigue a esta introducción se presentan algunos criterios generales para el análisis de solvencia o vulnerabilidad externa, derivados en parte del examen de los referidos cambios en los procedimientos de elaboración del balance de pagos de la Argentina. Luego, en la tercera sección, se aborda el cálculo de indicadores de solvencia y se analizan los resultados obtenidos. Esta última sección no es una simple presentación de resultados numéricos, puesto que algunos de los cocientes propuestos para caracterizar la solvencia/fragilidad financiera externa de la economía han requerido un nuevo examen conceptual, y en algunos casos la revisión de su definición (en relación con la contemplada en el documento citado en la nota 2, más arriba), condicionada por las características que presenta la información disponible y por sus cambios en el tiempo. 2 th IMF, Balance of Payments Manual, 5 . Ed., Washington D.C., 1993. 4 II. Los cambios recientes en la metodología del balance de pagos y algunos criterios generales para el análisis de solvencia externa y fiscal. En esta sección se plantean algunos criterios para la elaboración de indicadores de solvencia externa para la economía. Los mismos complementan las elaboraciones del “Informe de Indicadores de Solvencia Externa para la Economía Argentina”, pero recogen también elementos derivados del análisis de los procedimientos según los cuales se elabora la información básica sobre transacciones entre residentes y no residentes en la Argentina, y de los cambios producidos en dichos criterios recientemente. Es claro que los cambios en la metodología del balance de pagos tienen gravitación a la hora de evaluar el grado de vulnerabilidad externa de la economía y su evolución. Son diversos los problemas presentes en la información disponible referida a las transacciones entre residentes y no residentes que el balance de pagos pretende captar, así como en la información relativa a las variables de stock que deberían ser reflejadas en las cuentas de inversión o “riqueza” (la llamada “Posición de Inversión Internacional”). Sin embargo, si bien tales problemas de información pueden naturalmente afectar la calidad de los indicadores de fragilidad/solvencia estimados con base en cifras oficiales, una estrategia que se 5 aparte de éstas últimas intentando “mejorar” las estimaciones disponibles, además de dificultosa por la propia naturaleza del problema, contribuiría probablemente poco a la claridad, nitidez y transparencia, que son cualidades primordiales si se pretende que indicadores de ese tipo puedan contribuir a un diagnóstico claro de la situación de la economía y en particular de ciertos riesgos que la misma puede enfrentar, como consecuencia de la evolución de sus necesidades de financiamiento. Lo anterior no obsta para que los problemas de la información disponible y las dificultades que los mismos generan sean apuntados, así como probables caminos para encararlos. Pero en lo que se refiere a la evaluación de la salud financiera externa de la economía parece de todos modos razonable que, más allá de que tales problemas se señalen y discutan, se utilice la información emitida por los organismos responsables como insumo básico para el cómputo de los indicadores. Por cierto que a veces se plantean problemas insalvables si se sigue ese criterio. Por ejemplo, no se cuenta con información satisfactoria sobre las cuentas nacionales a precios corrientes, y por ende tampoco sobre precios implícitos. Estas se publicaron sólo con periodicidad anual desde 1980 en adelante, y llevan actualmente más de dos años de atraso. Tampoco es de conocimiento público el método por el cuál se han obtenido las series de precios implícitos disponibles. Un segundo punto a tomar en cuenta se refiere a la naturaleza e intención de los indicadores de solvencia o vulnerabilidad externa. La noción de solvencia debe entenderse en un marco intertemporal. Un agente económico es solvente si el flujo descontado de sus ingresos futuros es mayor o igual que el 6 valor actual de su flujo previsto de gasto3. Sin embargo, esa definición, conceptualmente precisa, es poco relevante en la práctica, en particular cuando se considera una economía nacional, cuyos flujos de ingresos y egresos en moneda extranjera son muy difíciles de prever, aún en plazos relativamente cortos, en buena medida porque son el resultado de gran número de decisiones individuales descentralizadas. En verdad, los cocientes que se utilizan corrientemente para caracterizar la exposición financiera externa de una economía, antes que evaluar la solvencia en ese sentido (preciso pero poco operativo), apuntan a señalar los cambios en el grado de vulnerabilidad de la economía ante potenciales cambios en las condiciones en las que la misma opera. En particular, la vulnerabilidad o fragilidad externa está referida a la capacidad de la economía para absorber los efectos de perturbaciones externas (shocks) de manera ordenada, es decir, sin fuertes disrupciones en variables que reflejan el desempeño macroeconómico (como el nivel de actividad o la tasa de crecimiento, el empleo, la solvencia de las instituciones financieras residentes, etc.). La distinción que se hace aquí tiene particular relevancia en el actual marco de casi completa integración financiera de la economía a los flujos internacionales de fondos, y especialmente tomando en cuenta la marcada volatilidad que, en el plano internacional, caracteriza a los flujos de capitales. La volatilidad de los flujos de capital es, en 3 En el caso de un país, suele decirse que es solvente si los ingresos futuros de divisas de los residentes, descontados, al menos igualan al flujo descontado de los pagos en divisas que los mismos residentes planean realizar. Pero esa definición esconde un problema de agregación. Puede haber un grupo de agentes residentes superavitario en divisas, y otro grupo deficitario, de modo que en conjunto estén balanceados. Pero ello no garantiza que los agentes superavitarios decidan financiar a los deficitarios. Los tenedores de activos financieros externos pueden preferir mantener a dichos activos, y a sus rentas, en el exterior, por razones de naturaleza fiscal u otro motivo. 7 efecto, para una economía abierta y pequeña como la argentina en la actualidad, la principal fuente de perturbaciones capaces de provocar fluctuaciones macroeconómicas. Vale señalar, para enfatizar esta distinción conceptual, que aún un agente económico solvente (en el sentido en que se definiera solvencia más arriba, considerando la consistencia de los flujos intertemporales de ingresos y pagos) puede de todos modos enfrentar problemas de vulnerabilidad financiera si, en el corto o mediano plazo, sus flujos de ingresos son insuficientes para hacer frente a sus egresos, aunque no lo sean considerando un horizonte temporal más amplio. En este caso, un cambio desfavorable en el estado de los mercados financieros puede forzarlo a encarar fuertes ajustes (o llevarle a la quiebra, si se trata de una empresa). Por cierto que para que esto sea posible, deben estar presentes ciertas “imperfecciones de mercado”. De no ser así, la solvencia del agente en cuestión sería adecuadamente percibida por todos los oferentes de fondos y no habría lugar para los problemas que se acaban de señalar. Pero la existencia de imperfecciones e ineficiencias en el funcionamiento de los mercados financieros es un hecho ampliamente reconocido. A la luz de lo señalado en el párrafo anterior se hace necesario reconsiderar la significación de los indicadores habituales de solvencia externa que involucran flujos del balance de pagos, como “déficit de cuenta corriente/exportaciones” (DCC/X), o un indicador flujo-stock como “déficit de cuenta corriente/reservas” (DCC/R). Esos son, precisamente, indicadores de la vulnerabilidad potencial de la economía ante cambios en las condiciones externas (particularmente financieras) en el corto plazo. 8 El primer indicador, DCC/X, apunta a señalar la magnitud que podría tener el “exceso de demanda-flujo” en el mercado de divisas ante una eventual situación de restricción financiera (y por ende señala también la magnitud que podría tener el ajuste externo requerido por la economía frente a una situación semejante). El segundo indicador, DCC/R, complementa al primero señalando qué intensidad podría alcanzar el ritmo de drenaje de las reservas de divisas en la misma situación de acceso restringido a fondos externos. Un déficit de la cuenta corriente del balance de pagos puede implicar un riesgo para una economía que no enfrente una oferta perfectamente elástica de fondos. Y en relación con ese punto, el efecto tequila mostró que el supuesto de “economía pequeña” no es adecuado para pensar los problemas asociados a la integración o globalización financiera4. En tanto es así, el seguimiento de indicadores de ese tipo y la discusión de medidas que puedan dirigirse a reducir la vulnerabilidad parecen puntos cruciales en la agenda de temas relevantes de política económica. Ahora bien, los cambios producidos en los métodos de cómputo de la cuenta corriente en la Argentina apuntarían centralmente, siguiendo en general las recomendaciones del Manual de Balance de Pagos del FMI, a lograr una mejor medida del ahorro externo. Pero más allá de las dificultades que 4 El supuesto de “economía pequeña” indica que se considera a la misma como un agente “tomador de precios” en el mercado de que se trate. Es decir, un agente sin capacidad de fijar precios. De esta forma se la asimila a un agente “atomístico”, es decir, de pequeñas dimensiones en relación con el tamaño del mercado, y que enfrenta, en consecuencia, demandas infinitamente elásticas al precio vigente en los mercados en que actúa como oferente, y ofertas perfectamente elásticas al precio de mercado allí donde opera como demandante. En el caso al que se refiere el texto, una economía pequeña enfrentaría supuestamente una oferta perfectamente elástica de financiamiento a la tasa de interés internacional 9 entrañan las prácticas concretas utilizadas para efectuar distintas estimaciones, una medida conceptualmente más apropiada del ahorro externo no necesariamente será también más apropiada para dar cuenta de los desequilibrios potenciales señalados en esta sección, asociados a la noción de vulnerabilidad o fragilidad financiera. En otros términos, el exceso potencial de demanda-flujo, o el ritmo de drenaje de las reservas internacionales que podrían darse en un contexto de restricción financiera, pueden no ser señalados apropiadamente a partir del examen de relaciones que involucran el saldo de la cuenta corriente del balance de pagos, estimado según la nueva metodología. En particular debe destacarse, en relación a este último punto, el papel de los ingresos de residentes por tenencias de activos en el resto del mundo. Al computarlos como créditos en las cuentas de renta del balance de pagos se logra mejorar la estimación del ahorro externo (esto es así al menos conceptualmente, puesto que esa medición presenta considerables dificultades en la práctica). Sin embargo, en lo que se refiere en particular al sector privado no financiero, parece cuanto menos dudoso que esos ingresos puedan considerarse parte de la oferta regular de fondos externos disponible en la economía interna (considerar que no constituyen parte de tal oferta implica suponer que existe cierta segmentación en las carteras privadas, la que puede atribuirse en gran medida a razones de naturaleza fiscal, habida cuenta de que una proporción significativa de tales activos está fuera del alcance del sistema tributario interno). En función de lo que se acaba de indicar, parece recomendable que la exposición financiera externa de una economía se evalúe también considerando, además de los cocientes habituales, otros que involucren, por ejemplo, en lugar del resultado de la cuenta corriente, únicamente los pagos vigente, corregida por riesgo. 10 externos corrientes (sobre exportaciones de bienes y servicios reales; y sobre las reservas del Banco Central más las de propiedad de los bancos). Además de dar potencialmente una mejor idea de la evolución de la vulnerabilidad (justamente porque señalarían mejor el exceso de demanda-flujo potencial en el mercado de divisas, y/o el ritmo de drenaje de reservas, frente a una situación de restricción financiera), estos cocientes pueden también hacer más significativas las comparaciones internacionales, puesto que es probable que las diferencias de método y las imprecisiones en las mediciones de los activos externos del sector privado entre distintas economías sean mayores que las que pueden afectar a las estimaciones de los flujos de pagos5. III. Presentación y análisis de los Indicadores de fragilidad/solvencia estimados para la economía argentina. Tal como se señaló en las secciones precedentes, los procedimientos tradicionalmente 5 Si bien la cuenta corriente que incluye los ingresos por intereses ganados por residentes contra el resto del mundo da probablemente una idea distorsionada de las necesidades de financiamiento en divisas que enfrenta la economía, no puede perderse de vista el hecho de que un saldo menos desequilibrado, como resultado de la inclusión de esta partida, puede de todos modos jugar un papel favorable por su impacto sobre las expectativas. Los “surveys” económicos que informan a los inversores externos raramente harán distinciones acerca de en qué medida una mejora en la cuenta corriente se ha debido a causas reales o a cambios en los métodos de cómputo. Otra cuestión que merece mención es que un cociente como DCC/X sólo “ilustra” acerca del exceso de demanda flujo que puede configurarse en el mercado de divisas, pero debe tomarse con precaución, entre otras muchas razones porque no existe obligación de liquidar internamente, como sucedía en presencia de controles de cambio, las divisas generadas por las exportaciones. 11 utilizados en el análisis económico para la caracterización de la fragilidad externa de una economía deben ser revisados como consecuencia de las modificaciones de la metodología utilizada para el cómputo de la balanza de pagos. Ello es especialmente cierto en el caso de los indicadores en cuyo cálculo se emplea como insumo básico el déficit/superávit registrado en la cuenta corriente del balance de pagos, pues éste se presenta, en la versión revisada, neto de los intereses ganados por los residentes producto de sus tenencias estimadas de activos externos. Más allá de las objeciones que pueda merecer la metodología utilizada para la estimación del acervo de dichos activos, la inclusión de la renta devengada por éstos por encima de la línea, si bien adecuada a los efectos de medir el flujo de ahorro externo, puede sesgar la interpretación del resultado de la cuenta corriente, en especial si se apunta a evaluar la fragilidad financiera. En efecto, esa definición de la cuenta corriente, como se argumentara más arriba, no será probablemente una guía del todo adecuada para anticipar la magnitud de potenciales desequilibrios en el mercado de divisas. De todos modos, los indicadores convencionales de fragilidad, que involucran a la cuenta corriente, deben ser estimados y analizados puesto que son objeto de seguimiento por parte de las agencias dedicadas a la evaluación de riesgos y por los medios especializados, por lo que constituyen una referencia importante dentro del conjunto de informaciones relevantes sobre el desempeño de la economía sujetas a la consideración de los agentes económicos. En consecuencia, se presentan a continuación dos clases de indicadores para el período 12 1992/1996, lapso para el cual la revisión de las estimaciones del balance de pagos ha sido completada por la oficina competente. Además de algunos cocientes que se encuentran entre los que tradicionalmente se han utilizado para caracterizar las condiciones de fragilidad/solvencia de la economía, esto es, los cocientes entre el déficit de la cuenta corriente (en este caso estimado según la nueva metodología) y las exportaciones totales (bienes y servicios), o las reservas líquidas del Banco Central (o, alternativamente, las reservas de todo el sistema financiero, incluyendo al Banco Central), se presentan a continuación varios indicadores alternativos. Algunos de ellos se han calculado también para otras economías de la región latinoamericana, a fin de caracterizar la situación relativa de la Argentina. La importancia de estas comparaciones resalta si se tiene en cuenta el comportamiento “de manada” que han mostrado en ocasiones los movimientos de capital, por lo que, dentro de ciertos límites, perturbaciones observadas en un país pueden “contagiarse” a los vecinos, en especial a los de la misma región. Los indicadores alternativos a los que se hizo mención tienden básicamente a captar los desequilibrios potenciales que pueden presentarse en el mercado de divisas ante un cuadro de financiamiento externo menos fluido. Dado que, como se argumentara más arriba, es dudoso que los ingresos de activos externos de residentes puedan considerarse, al menos en su totalidad, parte de la oferta-flujo de divisas en tal circunstancia, se ha juzgado conveniente calcular cocientes que no los tomen en consideración, para complementar a los convencionales que sí los consideran. Para tal fin, en 13 algunos indicadores se reemplaza al saldo de cuenta corriente, como numerador de la expresión, por otras variables. En primer lugar, se lo sustituye por el total de las obligaciones corrientes afrontadas por la economía, resumidas en la variable Pagos Corrientes Totales (PCT). Este concepto engloba la suma de las importaciones totales de bienes y servicios, los intereses pagados totales y las remesas de utilidades. La primer columna del cuadro 1A presenta la relación entre esta variable y las exportaciones, y en el cuadro 2A se observa el cociente entre la misma y las reservas internacionales, para la Argentina. A su vez los cuadros 6 y 7 presentan cocientes similares para un grupo de países latinoamericanos y para el conjunto de la región. En la segunda columna de los cuadros 1A y 2A, la variable Pagos Corrientes Netos (PCN) presenta a los Pagos Corrientes Totales menos los intereses externos ganados por el sector público consolidado (sector público no financiero y Banco Central), y por el resto del sector financiero (intereses ganados esencialmente sobre las reservas o “requisitos de liquidez” mantenidos por los bancos en depósitos en el exterior), de manera que sólo excluye los intereses ganados por el sector privado no financiero, cuya estimación es de mucho menor confiabilidad. La exclusión no se debe sólo a ese factor, sino también al hecho de que las rentas obtenidas por el sector público y por el sector financiero por sus activos externos sí pueden considerarse parte del flujo de oferta de divisas 14 disponibles para la economía nacional. Luego, en los mismos cuadros, PFC hace referencia a los pagos financieros corrientes totales. De manera que PFC incluye los intereses pagados totales y las remesas de utilidades. Por su parte PFCN corresponde a los pagos financieros corrientes netos, que son iguales a PFC menos los intereses ganados por el sector público consolidado y por los bancos. En el cuadro 1A se incluye también el cociente DCC*/Exportaciones, donde DCC* es el déficit de cuenta corriente calculado sin tomar en cuenta (es decir, sin contabilizar como ingresos) los intereses cobrados (estimados) correspondientes al retorno del sector privado no financiero por tenencias de activos en el exterior. En las tablas mencionadas se presentan los indicadores estimados con datos anuales, para el período 1992-1996. En el cuadro 1A, entre tanto, del mismo modo que mas adelante en el 2C, se presentan también indicadores calculados con periodicidad trimestral, desde comienzos de 1996. En estos casos, en que se trata de cocientes “flujo-flujo”, la cifra volcada en cada trimestre corresponde al flujo acumulado de cuatro trimestres, con lo cual se evitan los problemas de estacionalidad que de otro modo afectarían a estos indicadores. Se constata, en primer lugar, que los distintos indicadores de fragilidad/solvencia de la economía argentina mostraron un franco deterioro en los primeros años de la presente década, durante 15 la fase de acelerada expansión económica que se extendiera entre 1991 y 1994, alimentada en gran medida con recursos provenientes del ahorro externo. Eso puede observarse claramente, por ejemplo, en el cuadro 1A. El déficit de cuenta corriente, aún el calculado con la nueva metodología, llegó a superar, en valor, el equivalente a 50% del total de las exportaciones en 1994 (y superó el 65% de las mismas si no se toman en cuenta en el cómputo los ingresos por intereses del sector privado no financiero), mientras que los pagos totales llegaban a cifras del orden de 1,7 del total de las ventas externas del país (es decir que, ceteris paribus, era necesario un incremento de 70% en las exportaciones para equilibrar la cuenta corriente, sin considerar los ingresos por pagos de factores). Ese año marcó, entre tanto, un punto de inflexión. En el caso de Argentina, puede verse en el mismo cuadro 1A que los indicadores “PCT/X” y “PCN/X” acusan una mejora en 1995-96, mientras que el desequilibrio en cuenta corriente se contrae marcadamente, en particular medido como porcentaje de las exportaciones. Sin embargo, la mejora se concentra en 1995, puesto que se observa que en 1996 los cocientes estimados se movieron nuevamente al alza. Es decir que, aunque a ritmo moderado, la situación externa tendía nuevamente a evidenciar cierto deterioro. En 1996 el desequilibrio en cuenta corriente alcanza un valor superior a 26% de las exportaciones, si no se consideran los ingresos estimados por intereses del sector privado no financiero cobrados a no residentes. 16 La mejora observada en 1995 obedece a una combinación de factores diversos, que incluyen: una repunte en los precios de las “commodities” exportadas por el país; el impacto favorable sobre el comercio externo de la Argentina derivado del cambio de la situación macroeconómica brasileña6; y finalmente, los efectos favorables sobre el saldo comercial asociados a la recesión que siguió a la crisis del tequila. El fuerte crecimiento de las importaciones se contuvo y se generaron mayores saldos exportables merced a la contracción de la demanda interna. Debido a todo esto, los indicadores presentados en el cuadro 1A acusan una mejoría generalizada. Puede observarse, sin embargo, que en el cuadro 2A, en el que se presentan indicadores similares pero como proporción de las reservas de divisas en poder del Banco Central (en lugar de utilizar como denominador a las exportaciones), los resultados son más matizados. En primer lugar, la situación no empeora al inicio del período considerado, sino que tiende a mejorar entre 1992 y 1993, como resultado de la fuerte acumulación de reservas, asociadas a los masivos ingresos de capital observados en el período. En ese momento, por contraste, las exportaciones se mostraban todavía poco dinámicas. Sin embargo, en este cuadro tampoco se observa una mejora de los indicadores “PCT/R” y “PCN/R” en los últimos años, e incluso los indicadores de pagos financieros sobre reservas (PFC/R y PFCN/R) se encuentran en 1995-96 en situaciones bastante más desfavorables que en 1994. Los pagos financieros corrientes totales de residentes superan el 45% del total de las reservas del Banco Central, lo que puede considerarse un nivel elevado. Entre tanto, el notable desempeño reciente 6 Que combinaba dos elementos principales: una fuerte expansión económica de la que derivó un sustancial aumento de la demanda de bienes producidos en la Argentina, y juntamente con ello, una 17 de las exportaciones se refleja en un resultado mucho menos desequilibrado de la cuenta corriente, por lo que sí mejora visiblemente el cociente DCC/R a partir de 1994. Luego, en el cuadro 2B, se incluye en la definición ampliada de reservas a las tenencias de activos externos líquidos en moneda extranjera por parte de los bancos residentes (integradas básicamente por los “requisitos de liquidez” del sistema bancario, que constituyen en la actualidad los encajes sobre los depósitos captados en pesos y en dólares). El perfil de las distintas series se asemeja al del cuadro anterior. El cuadro 2C, por su parte, incluye únicamente los pagos financieros en concepto de intereses de la deuda pública y privada, sobre reservas y sobre “reservas ampliadas”. En este caso se han efectuado también cálculos trimestrales, desde comienzos de 1996. No se observa en los últimos trimestres una tendencia definida de estos últimos indicadores, que oscilan en torno a valores algo inferiores a los observados en 1995. El “punto de inflexión” en la situación financiera externa observado en 1994, mencionado más arriba, se vincula con que, desde febrero de ese año, la Reserva Federal de los EE.UU. comenzó a elevar sus tasas de descuento. Desde ese momento, el panorama financiero para diversas economías “emergentes” empezó a cambiar: las condiciones financieras externas se hicieron menos favorables de lo que habían sido desde comienzos de la década, y esto repercutió de manera más intensa en las acentuada apreciación del real, que favoreció la competitividad de los productos argentinos. 18 economías con una posición financiera externa más frágil. En el cuadro 5, por ejemplo, puede verse que México tenía ya en 1993 una relación entre su déficit de cuenta corriente y las tenencias de divisas por parte de la autoridad monetaria muy desfavorable, la que tiende a deteriorarse aún más en 1994, puesto que es la presión en el mercado de divisas en ese país lo que acaba detonando la crisis en diciembre de ese año. Pero puede observarse también que la Argentina era por entonces el país que seguía a México, entre las economías grandes de la región, ubicándose también entre los financieramente más vulnerables. En 1992-94 tanto la relación entre el déficit en cuenta corriente y las exportaciones como entre dicho déficit y las reservas, en el caso argentino, resultaban muy superiores al promedio regional (ver cuadros 4 y 5), contrastando marcadamente con los casos de Chile, en particular, y también del Brasil. No es de extrañar, en consecuencia, que haya sido la Argentina el país más afectado por las secuelas de la crisis de fines de 1994, además del propio México, en donde se verificó el estallido inicial. En verdad, el grado de fragilidad financiera externa fue sin dudas un condicionante de primera magnitud del grado de impacto de la crisis sobre las distintas economías consideradas. Luego de la crisis y el proceso de ajuste que le siguió, los indicadores mencionados de fragilidad mejoraron notablemente, tanto en México, que ajustó su sector externo a través de una fuerte devaluación y de una también intensa recesión, cuanto en la Argentina, en la que además de la recesión que siguió al tequila, operó a favor del equilibrio externo el fuerte aumento de las exportaciones, ya mencionado. 19 Así, en 1995-96 el déficit de cuenta corriente de la Argentina descendió a niveles comparables a los promedios de la región latinoamericana en su conjunto, rondando el 10% de las exportaciones y revelando una importante disminución de la fragilidad externa. Pese a esta mejoría, sin embargo, como es notorio, la Argentina continúa enfrentando primas por riesgo-país elevadas en comparación con otras economías de la región. Otros aspectos que los indicadores estimados reflejan contribuyen a configurar este problema. Cabe destacar los siguientes: • La Argentina continúa enfrentando pagos financieros externos elevados en comparación con sus exportaciones, pero también comparados con el acervo de divisas que conforman las reservas internacionales. Como ya se señaló, en los cuadros 1A y 2A se observa que, en ambos casos, los indicadores de fragilidad (PFC y PFCN sobre X y sobre R) han mejorado poco o no han mejorado en los últimos años (sobre reservas, en realidad han empeorado). En los cuadros 8A y 9A se constata, además, que dichos cocientes eran, en 1995, superiores a los de los restantes países grandes del área (excepto el cociente PFC/R de México) como también a los promedios de la región. Lo mismo sucede con el indicador de “intereses de la deuda externa sobre exportaciones” (cuadros 1B y 8B). En este caso también el cociente para la Argentina se ubicaba, en 1995, bien por 20 encima de los promedios de la región7; • naturalmente, el elevado peso de los servicios financieros es resultado, fundamentalmente, de relaciones de endeudamiento muy desfavorables. En el cuadro 10 se observa que pese al importante incremento de las ventas al exterior del último bienio, la deuda externa de la Argentina, medida en términos de años de exportaciones, era de 3,54 en el año 19958. Esa cifra sigue siendo largamente más elevada que las observadas en los restantes países grandes del área, incluso el Brasil, y era también muy superior al promedio regional, de 2,14. Algo semejante se observa en lo que se refiere al cociente deuda/reservas (cuadro 11), aunque en este caso el solitario México encabeza la tabla; • por otro lado, el cociente “pagos corrientes totales/exportaciones”, que es un sustituto próximo de “déficit de cuenta corriente/exportaciones”, donde básicamente no se consideran los ingresos por intereses sobre tenencias de activos en el exterior, muestra una mejora de la situación relativa de la Argentina de magnitud menor que la sugerida por la evolución de la cuenta corriente calculada con la nueva metodología. En efecto, en este caso (cuadro 6), y a diferencia de lo que se observa en el cuadro 4, los registros de la Argentina se han mantenido, como antes de la crisis, por encima del promedio regional, aunque no sucede lo mismo con el cociente “pagos corrientes totales/reservas” 7 Los cuadros comparativos se elaboraron hasta 1995 en razón de que la información disponible de fuentes homogéneas para 1996 es todavía incompleta. 8 La deuda externa considerada en el cuadro 10 es, para todos los países, la total, pública y privada. En el caso de la Argentina no se incluye la deuda privada comercial y directa con bancos, de la que no se 21 (cuadro 7), sobre el que pesaba aún en 1995 la muy desfavorable posición de México, y en el que también Colombia muestra una situación relativamente más expuesta que los restantes países considerados. En el conjunto de indicadores presentados al final del trabajo se incluye también, en el cuadro 3, junto a las relaciones de endeudamiento más utilizadas (deuda/exportaciones y deuda/reservas), la relación “deuda/exportaciones ajustada por términos del intercambio” (o, lo que es equivalente, “relación entre la deuda externa y el poder de compra de las exportaciones”). Este indicador, llámeselo “H”, se calcula mediante la fórmula: H = (DXT/X).(Pm/Px), donde DXT y X son la deuda externa total y las exportaciones, ambas medidas en dólares, mientras que Pm es el precio medio de las importaciones y Px el precio medio de las exportaciones (de modo que la evolución de su cociente indica el comportamiento de los términos del intercambio). Lo que ese indicador “H” mide es la deuda en términos del flujo de importaciones “financiable con el flujo corriente de exportaciones”9. Como se ve en el cuadro 3, cuenta aún con cifras oficiales. 9 Este indicador se define y examina en: AGN, 1995, op.cit., página 22 y siguientes. Básicamente, se argumenta allí que si bien el cociente DXT/X es utilizado habitualmente para reflejar la relación entre el volumen de los compromisos externos y la capacidad de generación de divisas mediante el comercio, es claro que las exportaciones sólo reflejan parcialmente esa capacidad. Cabe considerar, adicionalmente, la capacidad de generación neta de divisas, es decir, tomando en cuenta que parte de las mismas son requeridas para realizar a su vez adquisiciones de bienes y servicios al resto del mundo. Una forma de ajustar el indicador “deuda/exportaciones” para tomar parcialmente en cuenta que el destino más importante de las divisas es la adquisición de bienes y servicios en el exterior, es la 22 este indicador arroja valores más favorables, a partir de 1993, que el calculado con los valores corrientes de DXT y de X, sin ningún ajuste, lo cual es consecuencia de la mejora de los términos del intercambio producida en el período. La lectura debe hacerse comparando las primeras dos columnas del cuadro 3. La relación “deuda/exportaciones” mejoró entre 1992 y 1996, cayendo de 399% a 349,8%. Sin embargo, ajustando la relación por poder de compra la mejora es algo mayor (la caída es a 310,7%), porque el flujo de exportaciones “compra más bienes importados” al final que en el año inicial de la serie, debido al comportamiento favorable de los precios. En el cuadro 12 se presentan cocientes que vinculan la deuda externa total con el PIB. Como se analizara detalladamente en un documento anterior10, el indicador convencional “deuda/PIB” es afectado por los cambios en precios relativos, en particular por el tipo de cambio real. Una devaluación real tiende a aumentar el cociente “deuda externa/PIB”, mientras que la apreciación cambiaria, por el contrario, lo reduce. Es así que los niveles del cociente en cuestión eran, a comienzos de los años noventa, históricamente bajos, debido en gran medida a la fuerte apreciación cambiaria de 1990, que continuó aunque a ritmo menor en los primeros años de vigencia del régimen de convertibilidad. Se observa, sin embargo, que a pesar de la fuerte declinación de la relación deuda/producto asociada a la apreciación cambiaria, y luego también en sustitución del valor corriente de las ventas externas, en el cálculo del cociente, por una variable que revela mejor la evolución de la capacidad de generación neta de divisas mediante el comercio: el poder de compra de las exportaciones (PCX), definido como: PCX = Qx.(Px/Pm), donde Qx es el “quantum” exportado. 23 parte a la conjugación de los efectos del Plan Brady y las privatizaciones contra deuda (declinación que no se evidencia con claridad en el cuadro 12 porque sólo se han incluido los datos a partir de 1992), el sendero de este indicador es de nuevo creciente en los noventa. Aunque el ritmo de aumento es moderado, se observa que entre 1993 y 1996 el cociente aumenta en poco menos de 7 puntos del PIB, lo que constituye un incremento significativo. A fin de depurar al indicador de los efectos de la apreciación cambiaria se calculó la serie que se presenta en la columna de la derecha de los cuadros 12A y 12B, en las que como deflactor de la deuda, en lugar del PIB a precios corrientes, se utilizó una estimación del PIB nominal a “tipo de cambio de paridad”, siguiendo la metodología de estimación de éste último utilizada por Buscaglia11. Este autor toma como referencia el tipo de cambio de 1986, que es el año base de las cuentas nacionales. A partir de allí calcula una serie del PIB en dólares de poder adquisitivo (interno) constante (es decir, mantiene constante el poder adquisitivo interno del dólar del año base, ajustando por la inflación interna, según precios implícitos). Luego ajusta nuevamente la serie con el índice de precios implícitos del PIB de los EE.UU. (la “inflaciona” según ese índice). Lo que se obtiene de ese modo es una serie del PIB en dólares, a precios de mercado corrientes en los EE.UU. Como puede observarse en el cuadro 12A, el endeudamiento del país medido de esta 10 11 AGN, op.cit., 1995, página 18 y siguientes. Véase Buscaglia, A.E. Argentina: Paridad internacional en U$S. Del producto interno y tasas reales de 24 forma, que depura la serie de la apreciación cambiaria de inicios de los noventa, resulta mucho más elevado que en la estimación corriente incluida en la columna de la izquierda. Es también más intenso el ritmo de incremento de la relación. En 1996 este cociente supera el 50%. El cuadro 12B presenta, por su parte, las cifras correspondientes al saldo de la cuenta corriente del balance de pagos (DCC) y de la cuenta corriente calculada sin considerar los ingresos por intereses cobrados por parte del sector privado no financiero (DCC*), deflactadas por el PIB nominal y por el PIB* (a tipo de cambio de paridad” ya descrito). Como es natural, todos los cocientes muestran un fuerte deterioro inicial, con un máximo en 1994 y una notable mejoría posterior, aunque con tendencia a que el déficit de cuenta corriente nuevamente aumente como porcentaje del producto a partir del mínimo de 1995. Posteriormente, en el cuadro 13, se incluyen indicadores de “stock/stock”, que pretenden ilustrar acerca del estado de liquidez del sistema. La primera columna está referida a la liquidez del sistema financiero, incluyendo al Banco Central. De modo que el numerador son las reservas totales en divisas del sistema (que incluyen los activos externos del Banco Central y las reservas en divisas de los bancos), y el denominador es el total de los recursos monetarios de particulares. Este indicador ilustra acerca de la capacidad del sistema bancario de hacer frente a un eventual aumento de la “preferencia por divisas” en la composición de las carteras, y es por ende crucial para evaluar su grado de vulnerabilidad financiera. Se observa que alrededor de 40% de los cambio. Academia Nacional de Ciencias Económicas, Buenos Aires, 1997. 25 pasivos del sistema financiero (incluyendo al Banco Central) contra particulares están en la actualidad cubiertos por reservas líquidas, lo que puede considerarse un nivel relativamente alto. Se observa, además, una mejora de la posición de liquidez luego del crítico año 199512. La columna de la derecha del mismo cuadro incorpora, en el denominador del cociente de liquidez, la deuda pública a corto plazo del gobierno. De modo que este es un indicador de la posición de liquidez conjunta del gobierno y del sistema financiero, que es uno de los cocientes que mejor pueden ilustrar la evolución de la solidez financiera del régimen de convertibilidad en el tiempo. En otros términos, este cociente confronta el total de los pasivos de corto plazo del gobierno, del Banco Central y de los bancos con el total de los activos líquidos disponibles para hacerles frente, es decir, los activos de ese carácter en poder de las autoridades monetarias y del sistema bancario. En este plano, Argentina tuvo, a lo largo de los noventa, relaciones de liquidez más favorables que las que se fueron configurando por ejemplo en México, donde al creciente déficit de la cuenta corriente del balance de pagos ya comentado se agregaba un deterioro persistente de la ya de por sí relativamente reducida relación entre los activos líquidos del gobierno y del sistema financiero y los pasivos de corto plazo de los mismos agentes. La relación más favorable 12 Hay que mencionar también la existencia de un esquema articulado para operar en un caso “de emergencia”, montado por iniciativa del Banco Central y basado en el compromiso de un conjunto de bancos de suministrar recursos líquidos, mediante operaciones de “swap”, en caso de necesidad. Esta suerte de seguro de liquidez fortalece aún más la capacidad de resistencia del sistema frente a un 26 de la Argentina en este plano se debió en gran medida a lo reducido de la deuda pública de corto plazo, cuyo papel fue crucial en el desencadenamiento de la crisis mexicana. De todos modos, en el cuadro 13 se observa, en la columna de la derecha, que esta relación tendió a deteriorarse año a año, hasta 1995, cuando los activos externos líquidos del gobierno y de los bancos en conjunto cayeron por debajo de 30% del total de los pasivos de corto. Sin embargo, se observa también una mejora en 1996, el último período incluido en el cuadro. Finalmente, se han elaborado algunos indicadores básicos de solvencia fiscal (cuadros 14 y 15). El cuadro 14 presenta la relación entre la deuda pública total y el PIB, y entre la referida deuda y el producto calculado “a tipo de cambio de paridad” (PIB*) ya mencionado. El primer indicador muestra una relativa estabilidad hasta 1994, con la deuda pública algo por debajo de 27% del PIB. Sin embargo, a partir de entonces se observa un aumento importante, que la ubica por sobre los 30 puntos del producto. Medida a “tipo de cambio de paridad”, la deuda pública nunca bajó, en el período examinado, de 40% del producto, y en 1996 prácticamente alcanzaba ya a 50% del PIB. Una de las razones más importantes que explican esa tendencia al aumento del endeudamiento puede constatarse en el cuadro siguiente, número 15. La columna de la izquierda eventual ataque especulativo. 27 muestra que los intereses de la deuda pública, como proporción de los ingresos corrientes totales captados por el Sector Público Nacional no financiero, han aumentado muy significativamente desde 1994, alcanzando en 1996 a 9% del total de dichos ingresos. Si se considera una definición más restrictiva de los ingresos fiscales, que tome en cuenta el hecho de que una parte importante de los mismos es de asignación específica, esa constatación se refuerza. En la columna de la derecha del cuadro el deflactor de los intereses de la deuda está constituido por los ingresos corrientes del Sector Público Nacional no financiero, pero netos de las transferencias efectuadas a Provincias y a la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, y también de las transferencias de carácter previsional. Hechos esos ajustes, los intereses de la deuda pública equivalían, en 1996, a poco menos de 29% de los recursos remanentes, cifra que casi duplica la estimada para 1993, además de mostrar una marcada tendencia al alza desde 1994. IV. Conclusiones Los indicadores de fragilidad externa estimados para la economía argentina para el período 1992-1996 permiten constatar, en primer lugar, que los distintos indicadores de fragilidad que involucran pagos corrientes mostraron un franco deterioro en los primeros años de la presente década, durante la fase de acelerada expansión económica que encontrara su pico en 1994. En ese año el déficit en cuenta corriente, aún el calculado con la nueva metodología del balance de pagos, superó, en valor, el equivalente a 50% del total de exportaciones. 28 Pero en el bienio que siguió a la crisis de México de diciembre de 1994 estos indicadores mostraron una importante mejoría. Como se observa en los cuadros relativos a los países de mayor tamaño de América Latina, en 1995-96 el déficit de cuenta corriente de la Argentina descendió a niveles comparables a los promedios de la región latinoamericana en su conjunto, rondando el 10% de las exportaciones y revelando una importante disminución de la fragilidad externa. Pese a esta mejoría, la Argentina siguió enfrentando primas por riesgo-país elevadas en comparación con otras economías de la región. Las posibles razones son las siguientes. En primer lugar, el país continúa enfrentando pagos financieros externos relativamente elevados en relación con sus exportaciones, pero también comparados con el acervo de divisas que conforman las reservas internacionales; en ese plano, Argentina presenta un cuadro más desfavorable que el promedio regional y que los principales países del área. Por otro lado, el peso de los servicios financieros es fundamentalmente resultado de relaciones de endeudamiento muy desfavorables. El cociente “deuda externa total sobre exportaciones” de la Argentina es aún largamente más elevado que los observados en los restantes países grandes del área, incluso el Brasil, y superior al promedio regional. Algo semejante se observa en lo que se refiere al cociente “deuda externa total sobre reservas”. 29 Sin embargo, a pesar de lo señalado en relación con los indicadores de fragilidad, la Argentina presenta una posición de liquidez favorable. Alrededor de 40% de los pasivos del sistema financiero (incluyendo los del Banco Central) contra particulares están en la actualidad cubiertos por reservas líquidas, lo que puede considerarse un nivel relativamente alto. Además esa cifra no contabiliza la disponibilidad potencial de recursos financieros que podrían obtenerse de un conjunto de bancos privados, merced a un acuerdo alcanzado para hacer posible el acceso a préstamos en situaciones de emergencia, mediante operaciones de pase, según una iniciativa concretada por el Banco Central. Se presentan también en el trabajo algunos indicadores de solvencia fiscal. Se observa, en particular, que los intereses de la deuda pública como proporción de los ingresos corrientes totales captados por el Sector Público Nacional no financiero aumentaron muy significativamente desde 1994, alcanzando en 1996 a 9% del total de dichos ingresos, y a poco menos de 29% de los ingresos fiscales netos de las transferencias efectuadas a las Provincias y a la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires y también de las transferencias de carácter previsional. Esta tendencia puede resultar difícil de revertir en el corto plazo, dada la situación deficitaria que vienen presentando las cuentas públicas desde 1994, y la menor holgura financiera externa que puede seguir a los críticos eventos económicos que, con epicentro en el sudeste de Asia, se iniciaran a mediados de 1997. 30 Lugar y Fecha del Informe: Buenos Aires, 24 de Noviembre de 1997. SINTESIS El trabajo toma como marco de referencia inicial para el cálculo de indicadores de fragilidad externa para la economía argentina los cambios recientes en la metodología de cómputo del balance de pagos. Los indicadores habituales de fragilidad tratan de captar desequilibrios potenciales en los mercados de divisas. Por ejemplo, el cociente “déficit de cuenta corriente sobre exportaciones” indica el exceso de demanda-flujo que puede configurarse frente a una contracción de la disponibilidad de financiamiento externo. Y la razón “déficit de cuenta corriente sobre reservas” informa sobre la velocidad con que pueden agotarse las tenencias de divisas del sistema monetario ante una situación del mismo tipo. Sin embargo, el saldo de cuenta corriente puede no dar una idea acabada de lo que se pretende captar con indicadores como los mencionados. Esto es así en particular si se contabilizan en el mismo los ingresos (estimados) correspondientes a rentas por tenencias de activos de residentes contra el resto del mundo, que difícilmente puedan considerarse parte de la oferta-flujo regularmente disponible para el financiamiento de las actividades internas de producción y consumo. En función de ello, se propone la construcción de indicadores basados en los conceptos de “pagos externos corrientes” (sobre exportaciones o sobre reservas), y de “pagos financieros 2 externos corrientes” (también sobre exportaciones o sobre reservas), es decir, excluyendo los ingresos de residentes provenientes de tenencias de activos en exterior. Estos cocientes pueden dar una mejor idea de los desequilibrios potenciales en el mercado de divisas que los indicadores construidos utilizando como denominador el saldo de la cuenta corriente obtenido según la nueva metodología de cómputo del balance de pagos. En el trabajo se presentan indicadores estimados para la economía argentina para el período 1992-1996, y para otros países de América Latina, relativos al lapso 1992-95. Se constata, en primer lugar, que los distintos indicadores de fragilidad de la Argentina que involucran pagos corrientes mostraron un franco deterioro en los primeros años de la presente década, durante la fase de acelerada expansión económica que encontrara su pico en 1994. En ese año el déficit en cuenta corriente, aún el calculado con la nueva metodología, superó, en valor, el equivalente a 50% del total de exportaciones. Pero en el bienio que siguió a la crisis de México de diciembre de 1994, estos indicadores mostraron una importante mejoría. En 1995-96 el déficit de cuenta corriente de la Argentina descendió a niveles comparables a los promedios de la región latinoamericana en su conjunto, rondando el 10% de las exportaciones y revelando una importante disminución de la fragilidad externa. Pese a esta mejoría, la Argentina siguió enfrentando primas por riesgo-país elevadas en comparación con otras economías de la región. Las posibles razones son las siguientes. En primer lugar, el país continúa enfrentando pagos financieros externos relativamente elevados en relación con sus exportaciones, pero también 3 comparados con el acervo de divisas que conforman las reservas internacionales; en ese plano, Argentina presenta un cuadro más desfavorable que el promedio regional y que los principales países del área. El peso de los servicios financieros es fundamentalmente resultado de relaciones de endeudamiento muy desfavorables. El cociente “deuda externa total sobre exportaciones” de la Argentina es aún largamente más elevado que los observados en los restantes países grandes del área, incluso el Brasil, y superior al promedio regional. Algo semejante se observa en lo que se refiere al cociente “deuda externa total sobre reservas”. Sin embargo, a pesar de lo señalado en relación con los indicadores de fragilidad, la Argentina presenta una posición de liquidez favorable. Alrededor de 40% de los pasivos del sistema financiero (incluyendo los del Banco Central) contra particulares están en la actualidad cubiertos por reservas líquidas, lo que puede considerarse un nivel relativamente alto. Además esa cifra no contabiliza la disponibilidad potencial de recursos financieros que podrían obtenerse de un conjunto de bancos privados, merced a un acuerdo alcanzado para hacer posible el acceso a préstamos en situaciones de emergencia, mediante operaciones de pase, según una iniciativa concretada por el Banco Central. Se presentan también en el trabajo algunos indicadores de solvencia fiscal. Se observa, en particular, que los intereses de la deuda pública como proporción de los ingresos corrientes 4 totales captados por el Sector Público Nacional no financiero aumentaron muy significativamente desde 1994, alcanzando en 1996 a 9% del total de dichos ingresos, y a poco menos de 29% de los ingresos fiscales netos de las transferencias efectuadas a las Provincias y a la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires y también de las transferencias de carácter previsional. Esta tendencia puede resultar difícil de revertir en el corto plazo, dada la situación deficitaria que vienen presentando las cuentas públicas desde 1994, y la menor holgura financiera externa que puede seguir a los críticos eventos económicos que, con epicentro en el sudeste de Asia, se iniciaran a mediados de 1997. Lugar y Fecha del Informe: Buenos Aires, 24 de Noviembre de 1997. ANEXOS